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El Papa |
Esta es la noticia de mi indignación:
“más de un millón de jóvenes toman las
plazas de Madrid, llenándolas de colorido y de eucarística alegría a la espera de su
santidad, el Papa Benedicto XVI”.
Este es mi apostillado de urgencia: toda esa multitud forma parte de un movimiento
religioso que promueve la adoración de seres extraterrestres y la conversación
con estatuas antropomorfas. El gobierno socialista y los reyes católicos les
dan la bienvenida y subvencionan la
fiesta religiosa a cuenta de las arcas aconfesionales del católico estado español. Por eso:
Me indigna la visita a España del jefe de la Iglesia Católica,
el triste y siniestro Ratzinger.
Me indignan estas jornadas diseñadas para la propaganda de dicha
organización religiosa. Y diseñadas para la manipulación ideológica de muchos jóvenes y para mostrar al mundo el poderío de la Iglesia Católica.
Me indigna la chulería totalitaria de su denominación oficial, Jornadas Mundiales de la Juventud, cuando deberían llamarse de la juventud católica.
Me indigna la ingenuidad
de los miles de jóvenes llegados
a Madrid, manipulados a través de la educación en creencias religiosas que estrechan su
capacidad intelectual, que les cierran las puertas al conocimiento científico
de la realidad, que les lleva a ser social y políticamente sumisos ante el
poder, además de propensos al padecimiento
de graves patologías mentales, como las ya mencionadas, de adoración a seres extraterrestres y de conversación con estatuas.
Me indigna la enorme rémora que supone para el logro de una
sociedad mejor el que todavía imperen, juntas, tanta ignorancia y tanta sumisión.
Me indigna que la gente atea todavía no seamos capaces de
combatir abiertamente las peligrosas
ideologías religiosas, por temor a
faltarle el respeto a las personas que las profesan.
Me indigna que quien
lea este artículo pueda pensar que soy un
simple renegado de la fe católica y no alguien que ha superado su propia
ignorancia. O que pueda pensar que mi
animadversión va dirigida exclusivamente contra la religión católica, cuando en realidad todas me parecen igualmente obsoletas a estas
alturas de la civilización. E igualmente de peligrosas para la paz y la
fraternidad entre los seres humanos, como evidencia un mero repaso a sus
respectivos historiales. Aunque, con todo, y en honor a la justicia, hay que decir que copan el
podium las tres grandes iglesias monoteístas (católica, judía e islamista).
Me indigna que habiendo, sin duda, mucha gente buena y compasiva entre los jóvenes peregrinos
llegados a Madrid para el evento, degraden absurdamente su amor al prójimo y su propia inteligencia, dejándose contaminar
por primitivas y mágicas creencias, envueltas en teatrales liturgias.
Me indigna reconocer la dificultad que supone construir un
mundo mejor con tantos jóvenes anulados para tal causa, que no son conscientes
de ello, que contribuyen inocentemente a reforzar el poder económico y político dominante, un
todopoderoso tinglado del que forma parte todo Dios, incluida la oligarquía eclesiática, bien situada entre los primeros puestos.
Me indigna, en definitiva: su número inmenso, su abultada inocencia y su estúpida alegría.