jueves, 13 de junio de 2024

RETROCEDER HACIA ADELANTE, PERDER AÚN GANANDO

1.Que la izquierda pierda siempre, incluso cuando gana las elecciones y alcanza a gobernar, ya no encierra ningún misterio, al menos no para mí.

2.Es así -y solo puede ser así- porque Aquí, como  en todo el mundo, las poblaciones humanas se rigen por un supuesto pacto o contrato social  entre los miembros de la sociedad, que aún siendo ficticio y no escrito, sirvió y sigue sirviendo a día de hoy para justificar la necesidad de sumisión al aparato de dominación y domesticación que es todo Estado. Supongo que sabréis que es así por nuestro bien, se entiende que para poner orden y evitar que nos matemos entre nosotros.

3.Se trata de un Estado de sumisión generalizada bajo un mismo sistema o aparato "político" de hechos consumados, que bajo diferentes apariencias y estructuras más o menos jerárquicas, desde hace más de cinco mil años (la edad de los primeros Estados), viene condicionando y determinando los modos de vivir del conjunto de individuos y generaciones de nuestra especie.

4.Esto es Así. Y que así siga siendo, incluso para siempre,  en nada depende de lo que digan o hagan las derechas que juegan al lado izquierdo del sistema. Así seguirá siendo mientras el modo humano de vivir (¿quién se acuerda de la teoría de "la tiranía de los modos de vida", de Mark Hunday?) siga siendo resultado de una domesticación bien calculada...modos de vidas  doblegadas a un mismo orden social cuya ley general básica no difiere de la primitiva Ley que rige en toda la Naturaleza (no solo en la selva), determinando las condiciones que rigen las vidas de todos los individuos y de todas las especies, de bacterias y de virus, de animales y vegetales, de todas sin excepción, al modo de una "lucha natural”, de todos contra todos, entre clases de individuos y de especies...y todo por el dominio territorial y la reproducción de los genes propios.

5.Cierto que hay excepciones, de especies que fundamentan su éxito evolutivo en la cooperación y no en la competencia, pero son -hay que decirlo- la excepción que confirma la regla.  Esa primitiva  ley de la dominación/sumisión que resulta de nuestros más básicos instintos animales, de supervivencia, territorialidad y reproducción,  sigue lastrando la evolución  de nuestra especie, manteniéndola estancada  en una animalidad todavía muy primitiva, sin que el espectacular despliegue tecnológico al que asistimos consiga añadirle nada  que podamos reconocer como un avance realmente cualitativo. Es una engañosa ley de dinámica autogenerativa, expansiva y a la vez centrífuga, siempre mutable y siempre fluyendo en torno a un mismo vórtice, siempre el mismo repetido. 

6.El viejo sueño de la emancipación humana no es posible, pues, al interior de este orden natural o de derechas. Recuérdese que “ir a derecho o a derechas” siempre ha significado seguir recto, "sin salirse del camino previamente establecido”.

7.Tienen sobradas razones quienes tanto se lamentan, en todos los Parlamentos, porque las derechas se crean propietarias del Estado y más allá: de la Tierra y de la Vida toda. 

8.No solo es que se lo crean, es que  lo son de facto. Y es normal que así sea mientras la inmensa mayoría de humanos sigamos atados a esa misma Ley tan primitiva, tan natural y propiamente “de derechas”.

9.Pero, claro, ¡convence tú a los creyentes del Estado y del Mercado, esos que se creen de izquierdas! 

10. Por eso que estemos tan lejos de un cambio de dirección significativo, y que no sea, ni siquiera pensable, la posibilidad de superar en menos de un siglo este Atasco Evolutivo. Mucho menos con una mera revolución "política" al modo de las históricas conocidas, ni siquiera al modo de las que llegaron a triunfar, como es el caso de las últimas revoluciones proletarias...Huelga decir el mundo que estas revoluciones nos han dejado en herencia. 

11. No. De suceder, tengo por seguro que la próxima revolución será de un tipo radicalmente diferente a todas las anteriores. Yo creo que será necesariamente  integral y realmente ecológica, comunal y democrática, porque para entonces ya no habrá nadie que aguante ni un simulacro más: o revolución de verdad o mierda para todos. 

12. Por supuesto que el Mal seguirá existiendo, como es natural, pero  para entonces (cien años corren rápidamente) solo podrá hacerlo clandestinamente, al margen de la ley y a la intemperie del poder, sin nómina y sin despacho, lo que se dice en la puta calle. Pues ale, vamos a ello que ya vamos tarde, queda todo por hacer y hay que empezar a prepararla cuanto antes.

 




 





 

sábado, 8 de junio de 2024

LA TRANSPARENCIA RENOVABLE DEL MAL


 

Con la implacabilidad de una catástrofe natural,  para bien o para mal, reina la inseparabilidad del bien y del mal. Y, por consiguiente, la imposibilidad de promover al uno sin el otro.  

Ésto es exactamente el teorema de la parte maldita del sistema que seguimos, la tiranía de los modos de vida -que diría   Mark Hunday (1)-,     a la altura del proceso que hemos desencadenado por activa o por pasiva y que ahora se desarrolla sin nosotros. De ahí que hoy  se pueda destrozar, simultáneamente, la naturaleza y la sociedad, "ecológica y democráticamente".

Moraleja previa: todo lo que expurga su parte maldita firma su propia muerte, así reza “el teorema de la parte maldita” de Jean Baudrillard (2), al que me referiré aquí con oportunidad de un encuentro popular a celebrar hoy, a modo festivo de manifestación y protesta. Será en un pueblo (Matamorisca) de la comarca en la que vivo (Montaña Palentina) desde hace más de treinta años. Son un pueblo y un territorio hoy asediados por varios macroproyectos  de polígonos industriales, eólicos y fotovoltaicos, que muy bien encarnan el estado de estancamiento -o estasis (3)- que aqueja a nuestro pequeño moderno mundo, esta civilización del simulacro, instalada en una perpetua performance que no admite separación del bien y del mal, porque lo amontona todo en uno, o sea: lo que es un cacao maravillao-ecológico-neoliberal-feminista-pseudofascista-progresista, cuyas contradicciones son constituyentes, más que aparentes, con indisimulada estrategia hacia un bien público  que el Estado proveerá con la ayuda inestimable de las fuerzas armadas del Mercado: todo por "el bien común", ¿entiendes?, todo en uno, todo en uno. Y al cabo, te acabará diciendo que a ti qué más da, si lo más probable es que ya no estés en ese futuro y lo más seguro es que para entonces nadie habrá, ni a favor ni en contra, que pueda atestiguarlo.

Hago mía la reflexión de Baudrillard acerca de la parte maldita del sistema, en torno a la transparencia del mal, lo que bien pudiera valer para ayudarnos a entender lo que está pasando, el asunto éste de las ecologías industriales y los capitalismos progresistas, de las identidades renovables y a medida.  Y también, podría sernos útil a gran parte de quienes nos sentimos maltratados en la reciente Pandemia global, durante esos casi dos años de Estasis paracientífica,  tan bien avalada por la Guardia Civil y los biólogos del CSIC, en esa escénica pausa de la Historia que tan bien ha servido para nutrir a la bestia neofascista que hoy campa exultante por el mundo, a diestra y siniestra de sí misma, como ya dije: inseparablemente, bien y mal todo-en-uno. Pues bien, decía Baudrillard "que la producción ininterrumpida de positividad tiene una consecuencia terrorífica. Si la negatividad engendra la crisis y la crítica, la positividad hiperbólica engendra, a su vez, la catástrofe, por incapacidad de destilar la crisis y la crítica en dosis homeopáticas. Cualquier estructura que acose, que expulse y exorcize sus elementos negativos corre el peligro de una catástrofe por reversión total, de la misma manera que cualquier cuerpo biológico que acose y elimine sus gérmenes, sus bacilos, sus parásitos, sus enemigos biológicos, corre el peligro de la metástasis y el cáncer, es decir, de una positividad devoradora de sus propias células, o el peligro viral de ser devorado por sus propios anticuerpos, ahora sin empleo".

Con toda seguridad, lo que vaya a suceder en consecuencia de lo que ahora está pasando, necesariamente será por causa principal del agotamiento del petróleo. Y todo lo que no sea ésto, sucederá a mayores, incluidas las catástrofes derivadas del cambio climático. Sí, porque cambios del clima siempre hubo y la Tierra, como la mayor parte de las especies,  en eso ya tienen experiencia; pero lo que nunca existió fue una civilización, como la capitalista, absolutamente dependiente de una energía tan eficiente y barata como el petróleo, imposible de sustituir sin cambiar de sistema. 

En reconocimiento al raro de Baudrillard,  me parece oportuno publicar aquí al menos un capítulo dedicado al destino de la energía, extraído del libro de Jean Baudrillard “La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos”.

 

EL DESTINO DE LA ENERGÍA 

(capítulo 13 del libro "La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos", de Jean Baudrillard).

Todos los acontecimientos aquí descritos dependen de un doble diagnóstico: físico y metafísico. Físicamente, nos enfrentaríamos a una especie de transición de fase gigantesca en un sistema humano en desequilibrio. Esta transición de fase, al igual que los sistemas físicos, sigue resultándonos ampliamente misteriosa, pero de por sí, esta evolución catastrófica no es benéfica ni maléfica, es simplemente catastrófica, en el sentido literal de la palabra.

El prototipo de esta declinación teórica, de esta hipersensibilidad a los datos iniciales, es el destino de la energía.

Nuestra cultura ha visto desarrollarse un proceso irreversible de liberación de la energía. Todas las demás dependían de un pacto reversible con el mundo, de una ordenanza estable en la que también intervenían unos factores energéticos, pero jamás un principio de liberación de la energía. La energía es lo primero que se «libera», y este modelo será reproducido por todas las liberaciones posteriores. El propio hombre es liberado en tanto que fuente de energía, y se convierte así en el motor de una historia y de una aceleración de la historia.

La energía es un especie de proyección fantástica que alimenta todos los sueños industriales y técnicos de la modernidad, así como también modifica la concepción del hombre en el sentido de una dinámica de la voluntad. Sabemos, sin embargo, por el análisis de los fenómenos de turbulencia, de caos y de catástrofe en la física más reciente, que cualquier flujo, cualquier proceso lineal adopta, cuando se le acelera, una curva extraña: la de la catástrofe.

La catástrofe que nos acecha no es la de un agotamiento de los recursos. Cada vez habrá más energía, bajo todas sus formas, por lo menos en el marco de un plazo temporal más allá del cual ya no nos sentimos humanamente implicados. La energía nuclear es inagotable, la energía solar, la de las mareas, la de los grandes flujos naturales, e incluso la de las catástrofes naturales, de los seísmos o de los volcanes es inagotable (podemos confiar en la imaginación técnica). Por el contrario, Jo dramático es la dinámica del desequilibrio, la aceleración del propio sistema energético que puede producir un desarreglo homicida en un plazo muy breve. Ya poseemos algunos ejemplos espectaculares de las consecuencias de la liberación de la energía nuclear (Hiroshima y Chernobil), pero cualquier reacción en cadena, viral o radioactiva, es potencialmente catastrófica. Nada nos protege de una epidemia total, ni siquiera los glacis que rodean las centrales atómicas. Pudiera ocurrir que el sistema entero de transformación del mundo por la energía hubiera entrado en una fase viral y epidémica, correspondiendo a lo que es la energía en su esencia: un gasto, una caída, un diferencial, un desequilibrio, una catástrofe en miniatura que comienza por producir efectos positivos pero que, superada por su propio movimiento, adopta las dimensiones de catástrofe global.

Podemos considerar la energía como una causa que produce unos efectos, pero también como un efecto que se reproduce a sí mismo y deja, por tanto, de obedecer a cualquier casualidad. La paradoja de la energía consiste en que es a la vez una revolución de las causas y una revolución de los efectos, casi independientes entre sí, y que se convierte en el espacio no sólo de un encadenamiento de las causas sino también de un desencadenamiento de los efectos.

La energía entra en sobrefusión. El sistema entero de transformación del mundo entra en sobrefusión. De variable material y productiva, la energía pasa a ser un proceso vertiginoso que se alimenta de sí mismo (razón por la cual no corremos el riesgo de carecer de ella).

La ciudad de Nueva York, por ejemplo. Es un milagro que todo recomience cada mañana, con la cantidad de energía gastada la víspera. Es algo inexplicable, a no ser que consideremos que no existe un principio racional de pérdida de la energía, que el funcionamiento de una megalópolis como Nueva York contradice la segunda ley de la termodinámica, que se alimenta de su propio ruido, de sus propios desechos, de su propio gas carbónico, y la energía nace del gasto de la energía por una especie de milagro de sustitución. Los expertos que sólo calculan los datos cuantitativos de un sistema energético subestiman esta fuente original de energía que es su propio gasto. En Nueva York, este gasto está totalmente espectacularizado, sobrepasado por su propia imagen. Esta sobrefusión de la energía que Jarry describía en la actividad sexual (Le Surmále) también vale en el caso de la energía mental o de la energía mecánica: en la décuplette que recorre Siberia persiguiendo el Transiberiano, algunos velocipedistas mueren, pero no por ello dejan de pedalear.

La rigidez cadavérica se vuelve movilidad cadavérica, el muerto pedalea indefinidamente, acelera incluso, en función de la inercia. La energía está supermultiplicada por la inercia del muerto. Esto coincide con la fábula de las Abejas de Mandeville: la energía, la riqueza, el resplandor de una sociedad proceden de sus vicios, sus males, sus excesos y sus desfallecimientos. Contrasentido del postulado económico: si algo ha sido gastado, es preciso que haya sido producido. No es cierto. Cuando más se gasta más aumenta la energía y la riqueza. Esto es la energía propia de la catástrofe, que ningún cálculo económico sabría explicar. Una cierta forma de exaltación que se encuentra en los procesos mentales reaparece hoy en los procesos materiales. Todas estas cosas son ininteligibles en términos de equivalencia, pero no lo son en términos de reversibilidad y de inflación.

Así pues, la energía de los neoyorquinos procede de su aire viciado, de la aceleración, del pánico, de las condiciones irrespirables, de un entorno humanamente impensable. Es incluso verosímil que la droga y todas las actividades compulsivas que provoca entren en la tasa de vitalidad y de metabolismo bruto de la ciudad. Todo entra allí, tanto las actividades más nobles como las más innobles. La reacción en cadena es total. Ha desaparecido cualquier idea de funcionamiento normal. Todos los seres conspiran, como se habría dicho en el siglo XVIII, en el mismo desbordamiento, en la misma superexcitación dramática, que desborda en mucho la necesidad de vivir y se parece más a la obsesión irreal de sobrevivir, a la pasión fría de sobrevivir que se apodera de todos y se nutre de su propio furor.

Disuadir a la gente de esta prodigalidad, de este despilfarro, de este ritmo inhumano, sería un doble error, ya que de lo que agotaría a un ser normal obtienen los recursos de una energía anormal; y, por otra parte, se sentirían humillados si tuvieran que frenar y economizar energía: significaría una degradación de su standing colectivo, una desmedida y una movilidad urbana, única en el mundo, de la que son los actores conscientes o inconscientes.

Así pues, la especie humana incurre menos en peligros por defecto (extinción de los recursos naturales, depredación del entorno, etc.) que en peligros por exceso: aceleración de la energía, reacción en cadena incontrolable, autonomización insensata. Esta distinción es capital, pues si bien podemos responder a los peligros por defecto mediante una Nueva Ecología Política, cuyo principio está hoy asumido (forma parte de los Derechos Internacionales de la Especie), no podemos contrarrestar de ninguna manera la otra lógica interna, la aceleración que juega a doble o nada con la naturaleza. Si por un lado existe un reequilibrio posible del nido, un balance posible de las energías, por el otro nos tropezamos con un movimiento definitivamente out of balance. Si, por un lado, podemos hacer jugar unos principios éticos, es decir, una finalidad trascendente al proceso material - aunque sea la de la simple supervivencia-, por el otro, el proceso no tiene más finalidad que una proliferación sin límites, absorbe cualquier trascendencia y devora a sus actores. Así es como en plena esquizofrenia planetaria, vemos desarrollarse todo tipo de medidas ecológicas —una estrategia de fácil uso y de interacción ideal con el mundo— y proliferar a la vez las empresas de devastación, de performance desenfrenada. Son, además, muchas veces los mismos quienes participan en las dos a un tiempo.

Por otra parte, si el destino del primer movimiento puede parecer relativamente claro (la conservación de la especie mediante la hospitalidad ecológica), ¿qué sabemos del destino secreto del otro? ¿No existirá al término de esta aceleración, de este movimiento excéntrico, un destino de la especie humana, otra relación simbólica con el mundo mucho más compleja y más ambigua que la del equilibrio y la interacción? Un destino vital también, pero que supondría un riesgo total.

Si así hubiera de ser nuestro destino, es evidente que las divinidades racionales de la ecología nada podrían contra esta precipitación de las técnicas y las energías hacia un final imprevisible, en una especie de Gran Juego cuyas reglas no conocemos. Ni siquiera estamos al amparo denlos efectos perversos que suponen las medidas de seguridad, control y prevención. Sabemos a qué peligrosos extremos puede conducir la profilaxis en todos los campos (social, sanitario, económico, político): en nombre de la más alta seguridad puede instalarse un terror endémico, una obsesión de control que iguala con mucha frecuencia los peligros epidémicos de la catástrofe. Hay algo seguro: la complejidad de los datos iniciales y la reversibilidad potencial de todos los efectos hacen que no podamos ilusionarnos con ninguna forma de intervención racional.

Ante un proceso que supera en mucho la voluntad individual y colectiva de los actores, no podemos más que admitir que , cualquier distinción entre el bien y el mal (y, por tanto, en este caso la posibilidad de opinar de la justa medida del desarrollo tecnológico) sólo vale estrictamente en el margen ínfimo de nuestro modelo racional —dentro de estos límites son posibles una reflexión ética y una determinación práctica—.

Más allá de este margen, a la altura del conjunto del proceso que hemos desencadenado y que ahora se desarrolla sin nosotros con la implacabilidad de una catástrofe natural, reina, para bien o para mal, la inseparabilidad del bien y el mal, y por consiguiente la imposibilidad de promover al uno sin el otro. Esto es exactamente el teorema de la parte maldita, y no hay otro motivo para preguntarse si debe ser así; es así, y no reconocerlo significa caer en la mayor ilusión. Esto no invalida lo que pueda hacerse en la esfera ética, ecológica y económica de nuestra vida, pero relativiza totalmente su alcance al nivel simbólico del destino.

 

Notas:

(1) En "La tiranía de los modos de vida. Sobre la paradoja moral de nuestro tiempo" Mark Hunyadi señala que el orden dominante es quien determina nuestros modos de vida, no nosotros. No confundamos los modos con los estilos de vida  que sí podemos escoger. Los modos de vida son las circunstancias y condiciones de existencia previas a nuestra voluntad, las que van emergiendo y acumulándose en nuestras vidas y  que se presentan como hechos consumados. Mark Hunyadi interpreta los modos de vida como la interfaz entre el sistema y la realidad de la vida. No se elige el modo de vida: se impone a cada uno de nosotros, piénsese en el reparto de la propiedad del mundo que nos encontramos como hecho consumado, o en ese aparato sobrepuesto a la sociedad, lo que sea el Estado, que gobierna nuestras vidas.  

(2) El filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard, feroz crítico de la sociedad de consumo y uno de los teóricos de la posmodernidad, murió el 6 de marzo en París a los 77 años. Su tesis más conocida es que en el mundo posmoderno no hay realidad, solo simulacro de la realidad, una suerte de realidad virtual creada por los medios de comunicación. En cierto modo, Baudrillard se adelantó a los creadores de Matrix. Así, dijo con contundencia que "La guerra del Golfo no ha existido", basándose en que esa guerra, para la gran mayoría del planeta solo había sido un espectáculo televisivo, no había sido real, y los EEUU, con sus bombardeos aéreos, había participado en ella tal como hacen los jugadores de videojuegos. La primacía de los símbolos sobre las cosas, característica de la sociedad de masas, no ha hecho más que acentuarse y la representación de la realidad se sobrepone a la realidad misma; lo real ya no es aquello que se puede reproducir, sino lo reproducido. De algún modo, seguimos en Matrix. También en cierto modo puede verse a Baudrillard como un filósofo que ha llevado la sospecha hasta sus últimos límites: no es que haya veladuras sobre la realidad como pensaron Marx, Nietzsche y Freud, es que no hay propiamente realidad. planteando que sólo la muerte puede irrumpir en este orden de simulacros. Su diagnóstico es terrible: no cabe resucitar antiguos valores, que son simulacros de por sí, ni oponer a éstos nuevos valores, condenados a ser nuevos simulacros. La única estrategia posible no es dialéctica, sino catastrófica; o mejor, patafísica. Porque el sistema es un Todo que no admite alternativas...sólo la propia tautología del sistema, su obscena obviedad, es el arma autodestructiva que puede acabar con él.

(3) Estasis, palabra llana (sin tilde por favor) a la que la RAE reconoce una doble acepción, biológica y médica, respectivamente: a)estabilidad en el proceso evolutivo de las especies y b)estancamiento de la sangre o de otro líquido en alguna parte del cuerpo. Y yo le añado un tercer sentido figurado, como "estado" de estancamiento de la civilización capitalista.


viernes, 7 de junio de 2024

¿DÓNDE ESTÁ LA IZQUIERDA HOY EN ESPAÑA?


Me apoyo en una conversación con Manuel Monereo (1), que publica El Viejo Topo en su último número, el de junio, con el título “Reconstruyendo la izquierda”. Y antes que nada me permito apuntar lo desacertado de ese título, que ya anuncia las graves contradicciones que siguen; porque entiendo que mucho más coherente hubiera sido el uso del infinitivo  “reconstruir”, planteado así como objetivo pendiente de una izquierda que, como en este caso, se reconoce a sí misma como inexistente. Y que yo sepa, ahora mismo no hay nadie reconstruyendo la izquierda. A quien pudiera tener interés en este debate, recomiendo la lectura de esa conversación:
https://www.elviejotopo.com/articulo/reconstruyendo-la-izquierda-entrevista-a-manolo-monereo/


En “Tiempos de confusión”, obra de Josep Burgaya, que es uno de los últimos libros editados por El Viejo Topo,  en mi opinión se resume muy bien las insuperables contradicciones de unas izquierdas desnortadas y confusas, incluido el sector representado por Monereo y el Viejo Topo,  tan atraídos por las ideas “rojipardas” del filósofo italiano Diego Fusaro. Esta es una izquierda que hace buenos diagnósticos,  junto a pésimas propuestas estratégicas, radicalmente contradictorias también en lo teórico. Es un sector minoritario que resume muy bien el viaje a la deriva que en España, como en todo el mundo, siguen hoy las izquierdas, camino de su extinción o, como poco, de su irrelevancia en los próximos años. Véase el resumen publicitario que hace El Viejo Topo del citado libro de Josep Burgaya (“Tiempos de confusión”), que viene a ser su diagnóstico acerca del estado de confusión de las izquierdas: “Desde la clase adscriptiva a la identidad electiva. ¿Desde cuándo la izquierda ha dejado de centrarse en la lucha de clases? ...En este libro, Josep Burgaya surca las turbias aguas de la actualidad política y social para arrojar un poco de luz sobre la confusión”.

Si a este diagnóstico le añadimos el de Monereo concerniente al “estado nacional”, el “problema” de las izquierdas  queda sintetizado, principalmente, en estas dos cuestiones: a)las políticas de identidad y b)el estado nacional.
a) Josep Burgaya: “Distraído por el canto de sirena de las políticas de identidad, el progresismo navega a la deriva”.
b) Manuel Monereo: “El estado nacional sigue siendo el centro de anudamiento de todas las contradicciones sociales, si no partimos de ese estado nacional, si no partimos de sus realidades, de reforzar y retomar ese estado, si no partimos de la soberanía popular, de la lucha por la independencia nacional, todo está perdido y no encontraremos respuesta a lo que está ocurriendo”.

En sus respectivos diagnósticos, ambos aciertan al identificar el catastrófico error que supone el abandono de la lucha de clases, para pasar al abrazo  de las políticas de identidad (nacionalismo y políticas de género), como de los estilos de vida propiamente  “burgueses” (feminismos y ecologismos superficiales y básicamente  liberales) que, como dice Monereo: no cuestionan los fundamentos del sistema que hoy es dominante a escala global. No se olvide que los dos principales fundamentos del sistema son el Estado y el Mercado, y que a poco que tengamos perspectiva histórica y estratégica, veremos que la actualidad está determinada por una “competencia interna” a la clase dominante, entre dos estrategias opuestas (nacional y global) de entender y practicar el  poder absoluto, concentrado en el control totalitario del aparato conjunto Estado/Mercado; en resumen: nacionalismo contra globalismo, una lucha entre derechas,  una extrema derecha nacionalista y nostálgica de las viejas costumbres autoritarias, religiosas y feudales, en competencia  con la moderna derecha neoliberal-progresista que a partir de los años setenta lidera el rumbo global del orden/sistema dominante (que básicamente es estatal y capitalista en cualquiera de sus versiones, todas estatales y capitalistas, es decir, “de derechas”...no se olvide).  

Y aquí es donde van apareciendo las insuperables contradicciones  que meten a las izquierdas residuales, las realmente existentes, en una patética doble competencia: a) por un “nacionalismo patriótico” (a disputar con los neofascismos  en auge, tipo Vox) y b) por liderar el relato  identitario en modo “progresista”, insustancial y superficialmente ecologista y feminista, a disputar con las derechas neoliberales y más o menos “modernas” o ”progresistas”.  Es una competencia que las izquierdas tienen perdida de antemano por jugar en terreno ajeno; más aún cuando se juega validando las condiciones y reglas que impone la clase propietaria y titular del campo de juego.

A estas alturas de nuestra experiencia histórica, incluso los más fieles patriotas de Podemos ya podían saber que el reino de la Política (estatal) y de la Economía (capitalista), es el propio de las derechas: un reino a destruir, pero no a conquistar.

Pues bien, el remedio que propone Monereo, para la reconstrucción de las izquierdas, consiste en su propuesta de convocar un debate en profundidad, lo que denomina unos “estados generales”, donde “lo que nos una sea,  por un lado un programa alternativo a lo existente y por otro lado el intento de construir desde abajo organización, vínculos sociales, insertarse en el conflicto social en cada territorio”. 

No resultará, lo veremos. Porque todas las izquierdas están hoy atrapadas en el mismo círculo vicioso, todas mareando la misma perdiz de hace cincuenta años (los petroleros años setenta, fundacionales del neoliberalismo). Porque si haces lo contrario de lo que dices, o si defiendes los mismos fundamentos que sostienen al omnímodo poder de las derechas, si justificas sus políticas propias, indemocráticas o de Estado, junto a las economías capitalistas de Mercado, acabas por no saber quién eres. Y entonces, lo más probable es que te vuelvas loco, o idiota como poco. 

Nota:

(1) Manuel Monereo cumple este año 74 años, es abogado, polítólogo y político que ejerciera de diputado por Podemos durante la XII legislatura, entre 2016 y 2019, año éste en que fueron disueltas las Cortes Generales y convocadas elecciones anticipadas por el presidente Pedro Sánchez (antes, en junio de 2018, al Gobierno del presidente Rajoy le fue retirada la confianza del Congreso mediante una moción de censura que concluyó en la investidura de Pedro Sánchez como nuevo presidente). Ha sido miembro del Partido Comunista de España (partido del que fue expulsado en 1978), del Partido Comunista de los Pueblos de España, de Izquierda Unida y de Podemos. Dentro de la izquierda española ha sido muy criticado por su defensa del filósofo italiano Diego Fusaro y sus teorías “rojipardas” (“valores conservadores e ideas de izquierda”). En el estado español, la editora de El Viejo Topo es la principal difusora de las ideas de Manuel Monereo y Diego Fusaro.



lunes, 27 de mayo de 2024

LAS VERDADES DEL BARQUERO

Decirle a alguien “las verdades del barquero” equivale a quitarle la careta, ponerle las orejas coloradas, cantarle las cuarenta, decirle cuántas son dos más dos, o ponerlo de vuelta y media. Se trata de una expresión muy común en la lengua castellana, que se suele utilizar cuando a alguien le toca ser quien diga las cosas como son, hacer de mosca cojonera y expresar claramente lo que otros no quieren decir o ver. Sin embargo, es muy desconocido que tal dicho popular trata de unas verdades que, según cuenta la leyenda, refieren a un viaje en barca ocurrido hace mucho tiempo...pero ¿qué verdades son esas y de qué viaje en barca estamos hablando?…

Hay varias versiones, pero la más corriente tiene su origen en un hecho localizado en la Alta Extremadura, a orillas del Río Tajo, cerca del Palacio de Alcántara, donde un paisano de por allí se ganaba la vida ayudando a los viandantes a cruzar en su barca las turbulentas aguas del río, para ir entre las localidades de Talaván y Casas de Millán. Cierto día, un estudiante le pidió que le llevara "gratis" a la otra orilla, pues andaba escaso de recursos, ante lo cual el barquero le respondió que lo haría de buen grado si conseguía impactarle con tres verdades irrefutables. Y así fue como el estudiante le soltó al barquero toda una retahíla de verdades en forma de refranes: pan duro, mejor duro que ninguno”, “zapato malo, más vale en el pie que no en la mano”, “quien da pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro” o “el que no está hecho a bragas, las costuras le hacen llagas”...y llegado aquí, el estudiante preguntó al barquero: “dime, barquero, si como a mí, a todos pasas gratis, dime ¿qué ganas tú aquí?”, a lo que el barquero respondió: ésta es la mayor verdad que has dicho, porque oficio que no da de comer, tontería es ejercerlo”.

Sea imaginada o no esta leyenda, inspirada en ella fue la publicación en 1.843 de un folleto satírico titulado “Las verdades del barquero” en el que se dice, entre otras, la siguiente sentencia, que hace referencia a la ceguera y supuesta veleidad de las mayorías en las elecciones democráticas:

Ese pueblo, en sus fallos siempre ciego,

hoy eleva en sus brazos a un tribuno,

y en sucio lozadal le arroja luego.

 

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Por otra parte, viene a cuento recordar un texto de Ivan Illich (“El silencio es un bien comunal”), que fuera  leído por su autor, al modo de "las cuatro verdades del barquero, en un congreso, nada menos que en Japón. Lo que sigue es un extracto de dicho texto, en el que los subrayados son de mi exclusiva responsabilidad:

1. El proceso político se resquebraja debido a que la gente deja de ser capaz de gobernarse a sí misma y exige ser conducida: aún más degradante fue la transformación de las personas en miembros de una fuerza de trabajo industrial y consumidores, lo que fue tomado como algo natural. Durante más de cien años la mayoría de los partidos políticos no atinaron a distinguir lo que estaba sucediendo con los bienes comunales. Y tan es así que a día de hoy, la mayor parte de la política anticapitalista sigue ciega a esa transformación, legitimando la transformación de los bienes comunes en recursos productivos.

2. Al menos que tengamos acceso a un altavoz, estamos silenciados: la usurpación provocada por los altavoces destruye ese silencio que durante toda la historia le otorgara a cada hombre y mujer su propia voz.

3. Según las tradiciones occidental y oriental, el silencio es necesario para que surja la persona: los bienes comunales de expresión son tan vulnerables como los bienes relativos al territorio común y, como éstos, pueden ser tan fácilmente destruidos, ahora por la usurpación de los modernos medios de comunicación.

4. A los partidos políticos “anticapitalistas”, esta usurpación les volvió a pasar tan desapercibida como el robo de los bienes comunales relativos al territorio.Y así, no pudieron atisbar el significado y trascendencia de los cercamientos que alambraron la Tierra, alterando para siempre la historia de nuestro mundo, en la dirección autodestructiva que ahora aceleradamente seguimos.

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Hay demasiada gente de izquierdas, digamos "bien intencionada", a la que hoy le vuelven a pasar desapercibidos los cambios radicales que han experimentado la Naturaleza y la Sociedad (o sea, la Política), tras la reciente globalización del viejo orden Mercado/Estado (capitalista en esencia, nacionalista, patriarcal y antidemocrático siempre, sin excepción, en todo lugar y tiempo). Semejante transformación del medio natural y social, tan brutal transmutación "de bien común a recurso productivo", constituye la forma básica de la degradación política y ambiental que caracteriza a nuestra actual civilización estatal-capitalista. Es una degradación que tiene una larga historia, que se reduce a la biografía del capitalismo solo si nos fijamos en la destrucción de la biodiversidad y el equilibrio  ecológico, pero pasamos por alto la destrucción de los modos de vida comunitarios.   Por desgracia, la importancia de esta transformación destructiva ha sido ignorada, o al menos minimizada, no solo por los partidos políticos, de izquierdas y derechas, también por la ecología social o política.

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Jhon Berger, comunista declarado, había abandonado el arte, según sus propias palabras: “porque pintar cuadros no era una manera lo suficientemente directa de luchar contra las armas nucleares”. La gracia de la trilogía De sus fatigas” es que se sitúa del otro lado de la acumulación originaria, en un espacio literalmente despreciado por Engels y, en general, poco o nada frecuentado por el marxismo. Retrata el proceso de acumulación capitalista no desde la perspectiva de sus resultados, sino desde el pasado, es decir, desde su origen. Puerca tierra” habla de los que lograron quedarse o bien no pudieron irse del campo a las ciudades, sobre quienes siguieron apegados a sus tierras mientras una exótica civilización paralela (la capitalista) surgía a pocos kilómetros de sus casas. Una vez en Europa” trata de aquellos que abandonaron sus pueblos en un melancólico goteo carente de heroicidad. En “Lila y Flag” acompaña a los que llegaron a la metrópolis tarde para el fordismo, para la escolarización y la seguridad social, y justo a tiempo para la cárcel, la delincuencia y la marginación.  Y, sin embargo,  en “Puerca tierra” nos dice Berger que en esos millones de cuerpos que se cruzan, solitarios en la ciudad, aún reverbera una silenciosa inercia milenaria:  

Despachar la experiencia campesina como algo que pertenece al pasado y es irrelevante para la vida moderna; imaginar que miles de años de cultura campesina no dejan una herencia para el futuro, sencillamente porque esta cultura casi nunca ha tomado la forma de objetos perdurables; seguir manteniendo, como se ha mantenido durante siglos, que la cultura campesina es  marginal a la civilización; todo ello es negar el valor de demasiada historia y de demasiadas vidas. No se puede tachar una parte de la historia como el que traza una raya sobre una cuenta saldada”.

Esa ignorancia la vamos a pagar muy cara. De hecho, creo que ya la estamos pagando, pero ya no será a escala "de clase" (como sucediera durante toda la época del estado "nacional-capitalista-moderno", primero industrial y luego financiera), no, todo indica que en adelante pagaremos esa ignorancia a escala global y de especie.

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Y así,  a bote pronto, a mí me vienen a la cabeza unas cuantas obviedades o verdades del barquero: 

1. Que es absurdo llamar "Europa" a un continente que mayormente está ocupado por Asia, tan absurdo como llamar "español" a la lengua propia de Castilla.

2. Que multiplicar panes y peces solo es posible con empleo de imaginación  literaria o muy religiosa. Y además: si sabemos que de donde nada hay nada se puede sacar, no me digan que no es milagro lo que hacen los bancos cada día, eso de fabricar dinero de la nada, o de la deuda, que viene a ser lo mismo, como dijera David Graeber, el antropólogo anarquista Q.E.D., coautor de "El amanecer de todo. Una nueva historia de la humanidad". En todo caso, el dinero (eso que mueve y organiza nuestro mundo), es producido "por arte de birlibirloque",  que es como decir con el arte de birlar, hurtar o estafar con gran destreza, que tal es el significado de birlar y birloque en lenguaje caló...¿a qué extrañarse, pues, por lo que pasa?

3. Que la creencia en el Estado es de orden inequívocamente religioso, radicalmente contraria a la razón  e incompatible con la democracia en cualquiera de sus versiones; porque no se puede ser anticapitalista y demócrata al tiempo que se adora al Estado, que por principio es todo lo contrario, necesariamente capitalista y totalitario, ¿acaso no sobran los ejemplos, es que no bastan los cinco mil años de historia del Estado?  

4. Que empresarios, políticos, banqueros, militares, rentistas y sacerdotes de oficio, entre otros muchos empleos, están sentenciados a desaparecer a la par que desaparece el petróleo,  la energía responsable del sistema-mundo-moderno tal como lo conocemos. Que no se puede seguir ignorando por mucho más tiempo que ni la electricidad, ni todas las energías renovables juntas, podrán sustutuir al petróleo. Que en ese punto se localiza el colapso en ciernes, que lo del cambio climático es a mayores, además  de para distraer al personal y ganar algo de tiempo.

5. Que nada inmaterial es asible y que, por tanto, indiscutiblemente, todo lo que sea inmaterial por definición es inapropiable. Por eso no deja de maravillarme esa burda defensa de la propiedad intelectual, incluso por gente "progresista", más o menos socialista, comunista o anarquista...como si el conocimiento no fuera inmaterial (que otra cosa es su soporte, aunque éste sea digital, o un libro por ejemplo). Y como si, además, el conocimiento humano no fuera un producto necesariamente social, imposible de crear al margen de la sociedad, porque ¿cómo, qué nuevo conocimiento no  procede de uno anterior, previamente transmitido entre personas, sociedades y generaciones?

6. Que yo no lo veré, pero estoy seguro de que en muy pocos años, tanto la Propiedad de la Tierra como el Derecho de Herencia, parecerán costumbres salvajes, propias de primitivas sociedades totalitarias, estatales y capitalistas. Proudhon   tenía razón solo en parte: la Propiedad  es un robo sólo referida a la Tierra y al Conocimiento (los comunales universales)...  ¿pero qué anarquismo es eso de "la Tierra para el que la trabaja"?, ¿es que el capitalismo deja de serlo si lo practica un trabajador?...díganme  ¿para qué puede alguien querer la propiedad de la tierra que trabaja, o de la casa que habita, si puede ser usuario comunal de por vida?, ¿para qué, si no es para especular y perpetuar la sociedad propietarista, o sea, capitalista?

miércoles, 8 de mayo de 2024

DECIR LA VERDAD, CUESTE LO QUE CUESTE

 Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta" (Jorge Luis Borges. “Ficciones”, “La biblioteca de Babel”, Cuentos completos).

Así comienza ese cuento de Borges: "El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito… La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante".

Ya dije muchas veces que no pienso que seamos algo diferente a la materia de la que está hecha el planeta que habitamos, ni paracaidistas ni extraterrestres; como que no es la Tierra quien corre peligro de extinción, por causa de las salvajadas cometidas por la civilización capitalista; y que somos nosotros, la especie, con nuestra pasividad suicida, quien está haciendo méritos, aceleradamente,  para  desaparecer por el agujero negro del desagüe cósmico, nunca mejor dicho. 

Y que, por tanto, es una bobada ese eslogan político, carente de contenido científico, eso de "salvemos el Planeta". No tengo duda de que somos nosotros, la especie humana quien sí corre tal peligro, y no el planeta  que llamamos Tierra, cuyo destino está ligado al del Universo en su conjunto, por lo que nos da igual cuando se extinga si para entonces no hay nadie que pueda ser testigo. De momento, lo que está en verdadero peligro de autoextinción, o suicidio, es la especie humana.

Según sabemos, por el conocimiento científico alcanzado, nada es para siempre, ni siquiera el Universo, que acabará siendo un lugar inhóspito, frío, sin energía, totalmente apagado, oscuro y vacío. La mayor parte de los astrónomos piensan que ese remoto final del Universo ocurrirá en aproximadamente 1060 años, pero que muchísimo antes se extinguirá la vida. Hacemos la cuenta: si el universo tiene, más o menos, 13.000 años y  mil  millones de años son 109 años, resulta que para el final del Universo queda todavía una cantidad de años que habría que escribir con un 1 seguido de  50 ceros, más o menos...ya ves tú lo que eso puede preocuparnos ahora. 

Sabemos, solo desde finales del pasado siglo XX, que el Universo se expande continuamente y que en vez de frenarse por la fuerza de la gravedad, la expansión (o desmenuzamiento que yo diría), se acelera más y más. Según todos los modelos cosmológicos, el universo se expandirá sin parar y al final se convertirá en un lugar muy frío, sin actividad estelar, en unas condiciones incompatibles con la vida, que además de componentes orgánicos, sabemos que requiere de mucho calor. Pero esa certeza, a la distancia que nos queda, no da para justificar el pesimismo ante el futuro que hoy recorre el mundo; fijaros, si no, en la cantidad de gente de nuestra especie que hoy en día renuncia a tener descendencia: no hay mayor prueba de pesimismo. Y no solo eso, además resulta que somos solo cuatro gatos los que pensamos en otras posibles formas de vida, porque la inmensa mayoría ha sido convencida de que no hay ninguna alternativa al modo capitalista de vivir que llevamos, no porque éste sea el mejor, sino porque es el único modo de vida posible al interior de los Estados  a los que pertenecemos obligadamente...¡y resulta que somos nosotros los pesimistas!


Yo soy un termodinámico, no un apocalíptico (Manlio Sgalambro, Trattato dell’età)  

En este "Tratado de la Edad" dice Sgalambro que la vejez siempre ha inspirado elegías consoladoras y que en nuestra época, entregada a la idolatría de la juventud, preferimos evadirla o ignorarla. En este duro y sin escrúpulos Tratado sobre la edad, Sgalambro  convierte a la vejez en el centro de una vibrante reflexión sobre la permanente desintegración de las cosas, causada por el trabajo del tiempo - ya que la vejez es el "tiempo duro y horrible, donde anida el secreto de la edad".  

Observador implacable e incisivo, Sgalambro desarrolla en unas pocas páginas   las líneas de una "metafísica de la época que se convertirá en el espejo en el que se reflejará la terrible apariencia de lo antiguo, subvirtiendo muchos fundamentos de la especulación actual. En la edad se muestra objetivada la esencia destructiva del mundo". Sgalambro afirma en esa obra que "el bien no puede fundarse en un Dios homicida" y que   "hacer el bien es negar a Dios, porque, si hemos sido puestos en el mundo como seres mortales y posibles sufrientes,  si querer el bien de los otros es querer que no mueran o no sufran, entonces, querer el bien es estar contra las reglas del universo, o de Dios". Manlio Sgalambro defiende, pues, que cualquier acto de bondad supone la negación misma de un Dios que ordena un mundo propicio al crimen y a la maldad, de ahí que todo intento ético suponga la negación del plan divino. Y, por tanto, su conclusión vendría a ser que todo acto de bien contiene la más absoluta negación de Dios, por lo que no son comparables este absoluto mal metafísico con el mal social, que  a su lado es apenas una bagatela.

"Invitación al Viaje" es el título de un poema de Charles Baudelaire (Las flores del mal, 1857), que fue reescrito por Manlio Sgalambro y luego convertido en letra de una canción de Franco Battiato. Invitar a alguien a viajar, como dice el mismo Battiato, significa invitar a abandonar sus clichés, o mejor dicho, constituye una renuncia esencial para empezar el camino hacia la reflexión filosófica.Esta es esa letra:

Te invito al viaje,
en aquel país que se parece tanto a ti.
Los soles lánguidos de sus cielos nublados,
tienen para mi espíritu el encanto
de tus ojos, cuando brillan ofuscados.
Allí, todo es orden y belleza,
calma y deleite.
El mundo se adormece en una cálida luz
de jacinto y de oro.
Duermen perezosamente los navíos vagabundos,
llegados de todas las fronteras
para satisfacer tus deseos.
 
En la mañana yo escuchaba
los sonidos del jardín,
el lenguaje de los perfumes
de las flores.
(M. Sgalambro-F. Battiato) 

Invito al viaggio  (Invitación al viaje)   Te invito al viaje,
en aquel país que se parece tanto ati.
Los soles lánguidos de sus cielos nublados,
tienen para mi espíritu el encanto
de tus ojos, cuando brillan ofuscados.
Allí, todo es orden y belleza,
calma y deleite.
El mundo se adormece en una cálida luz
de jacinto y de oro.
Duermen perezosamente los navíos vagabundos,
llegados de todas las fronteras
para satisfacer tus deseos. 
  En la mañana yo escuchaba
los sonidos del jardín,
el lenguaje de los perfumes
de las flores.
(Traducido del francés)
(M. Sgalambro-F. Battiato)  

Leer más: https://www.francobattiatoletrasenespanol.com/textos-de-canciones-por-orden-alfabetico/i/invito-al-viaggio-te-invito-al-viaje/
Invito al viaggio  (Invitación al viaje)   Te invito al viaje,
en aquel país que se parece tanto ati.
Los soles lánguidos de sus cielos nublados,
tienen para mi espíritu el encanto
de tus ojos, cuando brillan ofuscados.
Allí, todo es orden y belleza,
calma y deleite.
El mundo se adormece en una cálida luz
de jacinto y de oro.
Duermen perezosamente los navíos vagabundos,
llegados de todas las fronteras
para satisfacer tus deseos. 
  En la mañana yo escuchaba
los sonidos del jardín,
el lenguaje de los perfumes
de las flores.
(Traducido del francés)
(M. Sgalambro-F. Battiato)  

Leer más: https://www.francobattiatoletrasenespanol.com/textos-de-canciones-por-orden-alfabetico/i/invito-al-viaggio-te-invito-al-viaje/

Cuando Manlio Sgalambro relataba los orígenes de su "vocación" filosófica, alegaba la distancia de su pensamiento de las "prácticas académicas y de las filosofías que han convertido al filósofo contemporáneo en empleado del pensamiento." Sgalambro llega a criticar el concepto mismo de cultura, que calificó como "un concepto negativo", haciendo un lúcido análisis de la política contemporánea y de las contradicciones contenidas en el concepto de democracia. 

Pero mejor aún que "Invitación al viaje" y más acorde a su filosofía, me parece a mí el poema 172 de "Las Flores del mal" , de Charles Baudelaire, titulado "El muerto alegre":

 En una tierra crasa y llena de caracoles
Yo mismo quiero cavar una fosa profunda,
Donde pueda holgadamente tender mis viejos huesos
Y dormir en el olvido como un tiburón en la onda.

Yo odio los testamentos y yo odio las tumbas;
Antes que implorar una lágrima del mundo
Viviente, preferiría invitar a los cuervos
A sangrar todas las puntas de mi osamenta inmunda.

¡Oh, gusanos! negros compañeros sin orejas y sin ojos,
Ved cómo hasta vosotros llega un muerto libre y alegre;
Filosóficos vividores, hijos de la podredumbre,

A través de mi ruina pasad sin remordimientos,
Y decidme si hay aún alguna tortura
Para este viejo cuerpo sin alma ¡y muerto entre los muertos!

A Charles Baudelaire (1821-1867), "Las flores del mal" le costaron una condena por ofensa a la moral pública. En Francia fue considerado entre los poetas malditos del siglo XIX, por su vida bohemia y "por la visión del mal que impregna su obra". Se dijo de él que fue el Dante de una época decadente; y con frecuencia se le atribuye el haber acuñado el término "modernidad", para designar la experiencia fluctuante y efímera de la vida en la metrópolis urbana y la responsabilidad que tiene el arte de capturar esa experiencia. Es definitoria su idea acerca de la modernidad: "por modernidad me refiero a lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente que constituyen la mitad del arte, lo otro es lo eterno y lo inmutable" (Charles Baudelaire, en The Painter of Modern Life and Other Essays).

Cierto es que la filosofía  puede ayudar a no ser indiferentes, y que puede cortarle las alas a la indolencia y a la apatía, incluso a la pereza intelectual. Pero, como dijera Simone Weil en diversos escritos: "el individuo puede prescindir de la reflexión sobre la injusticia, pero  si cae en el desinterés y la apatía, corre el riesgo de hacerse cómplice de  los mecanismos que permiten la aparición y triunfo de la injusticia".

Para Sgalambro, sólo una conciencia de los límites del mundo y de su final, sólo un pensar desde el fin del mundo, da sentido a la acción ética y social del ser humano. La acción adquiere su sentido cósmico en cuanto se liga al eclipse del mundo, para quien siente el mundo como finito y cobra conciencia de que las estrellas se están apagando, abrazarse al otro en el sentido de una comunidad superior es el gran hecho ético, "es como si nos abrazásemos en un adiós larguísimo, pero inevitable” (Dialogo sul communismo, p. 91). El primer paso de la ética y la política de Manlio Sgalambro consiste, pues, “en ser contemporáneos del fin del mundo” (Dialogo sul communismo, p. 110), “todas las cosas se deben entender a partir del fin del mundo”, de modo que el imperativo cósmico, que está en la base de cualquier reflexión práctica es este: "sé contemporáneo del fin del mundo'”. (Dialogo sul communismo, pp. 114-115), ésta es la única manera posible de alcanzar la certeza de la verdad y el estado de ánimo que propicia la liberación. 

En un Manifiesto a favor del Pesimismo se dice que la filosofía del próximo futuro ha de servir “para enseñarnos a resistir impávidos y solidarios, con ánimo esforzado (que diría nuestro señor Don Quijote) las pruebas que nos mande el destino, es decir: ese mundo que pasa de nosotros y al que le somos completamente indiferentes”. Fue en noviembre de 2020, en plena pandemia, cuando el filósofo Manuel Pérez Cornejo, significado miembro de la sección española de la SIEP (Sociedad Iberoamericana de Estudios sobre el Pesimismo) publicó ese Manifiesto en el que se dicen cosas como éstas:

En una época caracterizada por la posverdad y el predominio obscenamente sofístico de la ficción virtual, creo que el principal reto de la filosofía es el mismo que fue en la época de Sócrates y Platón, a saber: decir la verdad, cueste lo que cueste. Frente a la propuesta posmoderna, inspirada en Nietzsche, según la cual la mentira, el engaño y la ilusión son necesarios para la vida, pienso que hoy más que nunca es necesario aplicar todos nuestros esfuerzos en echar abajo todas las ilusiones, mentiras y falacias sobre las que hemos venido construyendo nuestras vidas a lo largo de las últimas décadas, y decidirnos a vivir a la intemperie de la verdad”.

No es por otra causa el fracaso de todas las revoluciones hasta ahora ensayadas, todas fundadas en un falso optimismo, un autoengaño en espera siempre fallida de una recompensa, por los sufrimientos que conlleva la mera existencia. Si al menos fuéramos "idiotas oficiales”, al estilo de las repúblicas y democracias antiguas, en las que no había disimulo ni engaño democrático, porque allí no decidían ni mujeres ni esclavos, ni tampoco los “idiotas” voluntarios que hoy diríamos pasotas y abstencionistas. Al menos entonces no había engaño y solo decidían los poderosos -propietarios, sacerdotes, militares y comerciantes-, y los otros, el resto, nada tenían que ver en la mentira de unos asuntos “públicos” que en realidad son asuntos del Estado y por tanto ajenos a nosotros, los pequeños propietarios de un pisito, asalariados contemporáneos, más o menos felices, esclavos e "idiotas".

Se dice en ese Manifiesto: "Es hora de encarar la verdad. Y la verdad es que todo lo que nos rodea contribuye a la disolución de las ilusiones que, como si fuesen “paños calientes”, nos habían arropado hasta ahora. Hemos asistido al desplome de las ilusiones sociales, económicas, medioambientales, políticas, y recientemente sanitarias, que habían apuntalado nuestro endeble edificio vital, dejándonos desnudos ante una estremecedora evidencia: estamos solos ante un mundo que, como afirma el filósofo italiano Manlio Sgalambro, está en contra nuestra"..."Cuando todos los discursos progresistas, buenistas y justificativos de la existencia nos abandonan, y el mundo entra (una vez más) en bancarrota, solo la filosofía pesimista parece ofrecernos un agarradero sólido e inmutable, por el que no parecen pasar los siglos...El pesimismo que defiendo no debe ser quietista, sino activo, combativo y heroico (como sostenía José Vasconcelos). También aquí me parece que sirve de mucho atender a las reflexiones del citado Sgalambro...una filosofía regida por una decidida voluntad (pesimista) de verdad debe responder, asimismo, a lo que Sgalambro llama "el imperativo del final de los tiempos”...En este sentido, un reto fundamental al que habrá de enfrentarse la filosofía que ha de venir ha de ser enseñarnos a resistir impávidos y solidarios, con ánimo esforzado –como diría nuestro señor D. Quijote– las pruebas que nos mande el destino (es decir: ese mundo -Naturaleza o Tierra-que como el Mercado o el Estado pasa de nosotros, y al que le somos completamente indiferentes).

Y eso es lo que me pasa, que me veo implicado en todos los asuntos humanos y públicos como si el fin de los tiempos fuera inminente. Algo muy potente ha tenido que suceder, en estos años del Gran Confinamiento, para que tenga que decir que estoy muy de acuerdo con ese manifiesto pesimista...alguien que, como yo, tiene merecida fama de optimista irredento.

 

* * *

PD: 

1. Todo ésto era solo para relatar mi reciente afinidad espiritual  con gente como ésta, Baudelaire, Sgalambro, Battiato... y todo por culpa del Gran Confinamiento, que me ha dejado roto y viejo, definitivamente aislado en mi optimismo ontológico, porque, a decir verdad: ¿de qué sirve, qué ganamos con morir por nada?...de ahí que  nos veamos obligados a decir la verdad, cueste lo que cueste.

2.También es verdad que gracias a mi indagación sobre la filosofía pesimista de Manlio Sgalambro, descubro que su amigo el cantante  Franco Battiato (al que tanto admiré), pues resulta que siendo tan pesimista como él mismo, pintaba colores tan vivos como éstos: