miércoles, 31 de enero de 2018

EL ALIGUÍ O ZARRABULLO


 

Me cuenta un compañero de la asociación ARCO (para la defensa del patrimonio de Aguilar de Campoo) que le ha llegado el relato directo de alguna gente mayor, de los que vivieron los carnavales antíguos, que recuerdan muy bien que junto a "zamarrones" y "mascaritos" había otro personaje que no podía faltar en aquellos carnavales de la posguerra: “el Aliguí”. Me mueve la curiosidad y me pongo a investigar sobre este personaje.

Lo primero que me llama la atención es que “al aliguí” ha quedado recogido en el diccionario como expresión coloquial de algo hecho sin pensar, de forma improvisada y chapucera, aprovechando la ocasión, algo que con parecido sentido también se expresa con la locución «aquí te pillo, aquí te mato».
Volviendo al origen carnavalesco de la palabra y del personaje, en el número 282 de la revista Folklore, que edita la Fundación Joaquín Díaz, encuentro este texto referido al Aliguí, cuya descripción es similar a la recordada por algunas gentes de Aguilar de Campoo:

domingo, 14 de enero de 2018

LA REVOLUCIÓN HOY: AJUNTAMIENTO COMUNAL, LOCAL Y GLOBAL, DEMOCRACIA INTEGRAL






En “Revolución y democracia”, Boaventura de Sousa Santos dice: 
 
La tensión entre revolución y democracia recorrió todo el siglo XIX europeo, pero fue en la Revolución rusa que la separación, o incluso incompatibilidad, tomó forma política. Es discutible la fecha exacta en la que esto ocurrió, pero lo más probable es que fuera en enero de 1918, cuando Lenin ordenó la disolución de la Asamblea Constituyente en la que el Partido Bolchevique no tenía mayoría. La gran revolucionaria Rosa Luxemburgo fue la primera en alertar sobre el peligro de la ruptura entre revolución y democracia”.
La revolución siguió una trayectoria que fue dando cada vez más razón a las previsiones de Rosa Luxemburgo y fue llevando a cabo una transición que, en vez de transitar al socialismo, acabó por transitar al capitalismo, como bien ilustra hoy el caso de China. Por su parte, la democracia (reducida progresivamente a la democracia liberal) perdió el impulso reformista y demostró no ser capaz de defenderse de los fascistas, como lo puso de manifiesto la elección democrática de Adolf Hitler. Además, el “olvido” de la injusticia socioeconómica (además de otras, como la injusticia histórica, racial, sexual, cultural y ambiental) hace que la mayoría de la población viva hoy en sociedades políticamente democráticas, pero socialmente fascistas”.
Mucho antes, Jacques Ellul, en su libro titulado “¿Es posible la revolución?” completó y profundizó su estudio sobre los fenómenos revolucionarios de su época, llegando a conclusiones tremendamente sombrías sobre el futuro y la posibilidad de la revolución: 
 
«En la medida en que la revolución necesaria se opone a esa facilidad que el progreso técnico otorga al hombre, en la medida en que pone en juego la satisfacción de ciertas necesidades convertidas en vitales por costumbre y persuasión, en la medida en que rechaza el avance demasiado evidente hacia ese paraíso, la revolución necesaria no tiene ninguna probabilidad de éxito. El mito del progreso ha matado el espíritu revolucionario y la posibilidad de una toma de conciencia de la actual necesidad revolucionaria. El peso que hay que levantar es demasiado pesado. El hombre tranquilo, seguro de que la técnica le proporcionará todo cuanto pueda desear, no ve la razón para hacer otro esfuerzo que no sea el facilitar este desarrollo técnico, ni por qué habría que lanzarse a una aventura incierta y dudosa.»