..."Millones de individuos no
organizados no tienen ningún poder y no pueden influir en la
realidad social por la simple razón de que no pueden coordinarse y
moverse en común, en el tiempo y el espacio. Esta es la razón por la
que una pequeña y organizada clase de personas (la clase burguesa)
puede imponerse sobre los millones de personas en la Tierra que
siguen sin organizarse”.
(Del artículo publicado en Verba Volant: La autoorganización social arrasará a la Anarquía quimérica)
Partimos, creo yo, de un profundo error que sólo ahora conocemos. No podemos superar el sistema de dominación si nos organizamos según las formas de vida que son propias de la clase social -la burguesía- que es titular de dicho sistema, la responsable de sostener y reproducir la forma actual de vida humana que fuera implantada a escala global según sus principios e intereses.
No
más organizaciones similares a partidos o sindicatos. No más
movimientos sociales meramente reivindicativos y reformistas, no más
experimentos de izquierdismo populista, no más guetos feministas, nacionalistas o ecologistas, por muy autogestionarios que sean...no
podemos seguir eternamente con la pretensión de organizarnos para "El Cambio”, no así ni sólo con aquellos con los que compartimos afinidades políticas,
esperando convencer y organizar luego al resto de la sociedad. Saltémonos ese paso, organicémonos directamente como sociedad
alternativa, no política sino socialmente, como forma de vida y no
como organización política. Que sea nuestra vida social la que determine
la organización política y económica; no sigamos permitiendo que
todo funcione al revés, como ahora sucede, al gusto y conveniencia
de quienes sí están bien autoorganizados (en partidos, sindicatos, corporaciones y
empresas) y que han sabido dotarse de los principios (capitalistas)
y las estructuras de poder (estados) adecuadas a su forma de vida y
organización social, proclives al regimen de dominación que interesa a
su clase social, que por eso es dominante.
Tiene
que quedar muy clara la finalidad, que no se trata de emular sino de
derrotar a esa clase social, del modo más letal a su
poder e inteligencia, a sus principios y estrategias, no sólo
proponiéndolo sino haciéndolo: autoorganizándonos desde el principio como sociedad
alternativa.
No
existe ninguna razón en sentido contrario a autoorganizarse, ni por
principio ni por estrategia, ni por deber, ni por oportunidad; nunca
estaremos perfectamente preparados, nunca nuestra organización será
perfecta, siempre será tan perfectible como el ideal de autogobierno
(democracia) y de vida convivencial al que aspiramos. Con la
experiencia siempre podremos aprender, corregir y mejorar el rumbo de
nuestro pensamiento y nuestra acción, nuestras tácticas y
estrategias. No tenemos prisa pero tampoco podemos dejar pasar el
tiempo, desatendiendo el deber personal, la urgencia social y ecológica, la
necesidad ética de la revolución. Este es el momento y
nunca habrá una oportunidad mejor que ahora.