¿Cómo
no ver la correspondencia entre la lucha animal por el dominio sexual
y la institución estatal del patriarcado, o entre el primario
instinto animal de propiedad territorial y la institución del derecho a la propiedad de la tierra, del conocimiento y del
gobierno, como a su concentración y acumulación capitalista?, ¿ y cómo no
apreciar que el "éxito" de la civilización dominante pudiera residir, precisamente, en su “naturalidad”. El predominio de lo que se ha dado en llamar “darwinismo
social” es más que evidente en el orden social de la civilización
estatal-capitalista y todo intento de reducción a su significación
“científica” se derrumba ante la evidencia empírica de su
amoralidad, intrínseca, institucional.
Está
en juego una comprensión holística del devenir histórico de
nuestra especie, la necesidad de una revolución epistemológica y
hermenéutica, más cuando hoy sabemos lo que no pudieron saber las
generaciones que nos precedieron, cuando a la luz de los últimos
descubrimientos arqueológicos han quedado rotos todos los mitos y
clichés que pesaban sobre las sociedades antiguas, previas a la
civilización estatal-capitalista surgida hace cinco mil años en el
Creciente Fértil, fijando la idea de aquellas sociedades como
atrasadas y salvajes, en modo que sirviera a justificar el mito del
Progreso como propio de la modernidad burguesa/proletaria.
Y
sin embargo, hoy sabemos de aquellas sociedades antíguas lo que no
pudieron saber las sociedades precedentes. Los últimas
investigaciones y descubrimientos en el campo de la arqueología y la
antropología han puesto al descubierto realidades sociales bien
contrarias a los clichés asignados por las ciencias sociales de la
Modernidad. Hoy sabemos que hubo grandes concentraciones urbanas con
una organización social altamente igualitaria, en las que no se han
hallado huellas de templos o palacios, ni de ningún otro rastro de
la existencia de élites propietarias y gobernantes, mientras que sí
hay rastro de edificios comunitarios y casas sin diferencias
significativas. La idea moderna de idílicas democracias-directas,
confinadas en pequeñas aldeas campesinas, ha sido desacreditada y hoy
tenemos bien claro que hubo sociedades urbanas con antigüedad de
más de cinco mil años, en Eurasia y en América, con democracias
directas y más igualitarias que las actuales que solo han llegado a ser
sucedáneas o representativas.
En
el contexto de la expansión del conocimiento científico durante el
Renacimiento, los intentos tradicionales de explicación
filosófico-religiosa se volvieron cuestionables y ésto condujo al predominio de una filosofía positivista respecto de la
interpretación científica de los hechos históricos, que no
precisaba de apelar a explicaciones teológicas o metafísicas, como
era práctica habitual hasta entonces. Pero ésto se quedó en pura
intención filosófica, confrontada por una realidad de sentido
contrario, como evidencia la naturaleza abstracta y metafísica,
cuasi religiosa, de los nuevos mitos de la modernidad
burguesa/proletaria, los del Estado, la Nación, la Propiedad,
el Capital-dinero, o la creencia religiosa en la Tecnología y la Ciencia.
Si
esa mentalidad positivista centraba su proyecto civilizatorio en una
“sociedad del bien”, los hechos históricos han mostrado su
perversión epistemológica, como han evidenciado las fracasadas
revoluciones burguesas y proletaristas, que no han podido ocultar su
voluntad totalitaria, economicista y depredadora. De ahí la mala fama
que acompaña al positivismo y a su lógica universalista.
En
el camino hacia una revolución integral del
conocimiento, tan necesaria como en los campos de la ética, la ecología, la
política y la economía, hay que considerar como hitos fundamentales
las ideas de científicos como Charles Darwin (1809-1882),
Thomas Kuhn (1922-1966),
Reinhart Koselleck (1923-2006)
o Jacques le Goff
(1924-2014).
En
los ambientes intelectuales de la época de
Darwin se discutían las
ideas de
superpoblación y competencia en la lucha por la vida, que defendiera
Thomas Malthus en su “Ensayo
sobre el principio de la población”,
siendo decisiva su lectura para la formulación de la Teoría de la
Selección Natural de Darwin.
En pleno auge de esta
teoría y tras muchas
controversias iniciales, el concepto
de selección natural fue trasladado
a las relaciones sociales.
“La
estructura de las revoluciones científicas”, escrita
en 1962 por Thomas Kuhn marca un hito en la
historia del Conocimiento; en su reflexión Kuhn
llegó
a concluir que
los conceptos
de Aristóteles no eran peores
que los de Newton, solo
diferentes. Con Khun se
popularizó el término “paradigma”. Por otra parte, “La
historia de los conceptos”
de Reinhart Koselleck es un riguroso instrumento hermenéutico para
la interpretación de las fuentes históricas. La historia de los
conceptos tiene como objeto “impedir la incorrecta
aplicación al pasado de expresiones y conceptos de la vida jurídica
del presente”, de modo que la historia conceptual sea considerada
como crítica de la historia de las ideas.
Por
otra parte, el medievalista Jacques Le Goff, representante de la
Nueva Historia, exploró en profundidad una visión
de la Edad Media alejada de romanticismos
y otros anacronismos.
Combatió
los estereotipos predominantes
en torno a la Edad
Media, analizando esta
época en sus fundamentales aspectos de tiempo, trabajo y cultura.
Tiempo de la Iglesia, del mercado, del trabajo, de
la cultura eclesiástica,
de la tradición
religiosa y del
ritual simbólico del vasallaje, realizando
una intensa y amplia
aproximación histórica que comprende
desde la descomposición
del imperio romano hasta el Renacimiento,
descubriendo así
el espíritu ("mentalidad" según Le Goff) de una época que no fue ni tan uniforme ni tan oscura
como suele presentarse.
Coincido
plenamente con esta reflexión del líder kurdo Abdullah Öcallan: la
Modernidad tiene precedentes, al contrario de lo que piensan la
mayoría de las ciencias sociales...”ya sean de
izquierda, derecha o centro. Ningún intelectual de izquierda,
incluido Karl Marx, dudó de la singularidad de la Modernidad
o de que esta modernidad fuera europea.../...El socialismo
real, por otra parte, a pesar de las afirmaciones en sentido
contrario, nunca pensó en representar una modernidad diferente, ni
teórica ni prácticamente. Aunque los portavoces del socialismo real
a menudo afirmaban representar una nueva civilización, se referían
al desarrollo y la competencia con el capitalismo en todos los
ámbitos. Pensaban que estaban más cerca de las plantillas básicas
y los pilares de la modernidad capitalista (el industrialismo, el
Estado-nación y el capitalismo de Estado en sustitución del
capitalismo privado) que del propio capitalismo, y por ello
declaraban que su principal tarea era superar al sistema capitalista.
Los experimentos socialistas reales, sobre todo en Rusia y China,
demostraron rápidamente ser la sangre fresca que necesitaba la
modernidad capitalista. El objetivo primordial de todos los
movimientos de liberación nacional, considerado como la cima del
éxito, era alcanzar lo antes posible a la modernidad dominante y
lograr así una vida feliz. Nadie dudaba realmente de esta
orientación teórica y práctica.
Sin
embargo, si se examina el contenido y la forma de los últimos
cuatrocientos años de modernidad dominante, no sólo llegaremos a la
conclusión de que se trata de la manifestación más reciente de los
tiempos (modernidades) de los cinco mil años de civilización. Al
mismo tiempo, será fácil analizarlas cuando veamos que van de la
mano y son eslabones de una cadena.Con mi defensa, tanto en este
volumen como en los dos anteriores, intenté echar por tierra esta
concepción de una modernidad universal singular y demostrar que
siempre existe una alternativa a la modernidad dominante y que, a
pesar de todos los intentos de suprimirla y disfrazarla, sigue
existiendo en todas sus formas y contenidos como una cara de un par
dialéctico de opuestos” (1).
Mi
propia reflexión incluso va más allá en la búsqueda de
precedentes, como ya dije al comienzo de este escrito,
acerca de la sofisticada continuidad y actualización “moderna”
de nuestros más primarios instintos animales, de dominio sexual y territorial,
institucionalizados en formas sociales de jerarquía, como derecho
“natural” al gobierno patriarcal (el Estado) y a la apropiación
(capitalista) de la Tierra y el Conocimiento, los bienes comunales
universales de los que depende nuestra
existencia junto a la de todas las formas de vida.
De
acuerdo con Öcalan en que siempre existió, en todas las latitudes,
una realidad social más o menos rebelde y siempre opuesta al estado
de dominación; de acuerdo en que no podría haber existido éste
“Estado” sin la sociedad cotidiana del Común, de la ayuda y el
cuidado mutuo en comunidad, sin una básica medida moral y ecológica
del comportamiento humano. Sin esa sociedad básicamente comunitaria,
oculta bajo el aparataje institucional y tecnológico de la economía
convertida en política, no podría sostenerse el orden de la
dominación. El problema no reside en su existencia, sino en la
continuidad de su hegemonía, que ya tiene una antigüedad que va
camino de superar los cinco milenios.
La
clave puede consistir, a mi entender, en un cambio radical de
paradigma científico o del conocimiento, que sea holístico y no
compartimentado, que no separe los campos de la experiencia humana en
ciencias Físicas y Sociales, como hace el pensamiento “moderno”. Dados
los peligros y amenazas que se aceleran y estrechan sobre el próximo
futuro de nuestra especie, necesitamos con extremada urgencia
comprender que podemos seguir existiendo “naturalmente”, como
animales racionales que han evolucionado a partir de un instinto
singular, de conciencia ética y ecológica, que nos distingue del
resto de animales y nos hace responsables de cuidar la diversidad y
calidad del conjunto de la vida.
En
el camino hacia ese nuevo paradigma, empecemos por comprender que en
el pasado existieron otras y diferentes “modernidades”, y que
siempre tenemos abierta la posibilidad de crear otras formas de vivir,
y de organizarnos evitando el Capitalismo y el Estado, que la actual modernidad ni es tan singular ni tan
insuperable.El
arqueólogo David Wengrow es autor, junto al antropólogo David Graeber,
del libro “El amanecer de todo”. En este vídeo (con subtítulos
en castellano) explica muy bien la existencia de esas
antiguas modernidades:
David
Wengrow: https://youtu.be/8SJi0sHrEI4
Adjunto también, la versión en audio del libro El amanecer de todo
Nota:
(1) Del libro "Sociología de la libertad" (2008), de Abdullah Ocalan.Este libro es el tercer volumen de una obra
de cinco volúmenes titulada "El Manifiesto de la Civilización
Democrática". El objetivo general de los dos volúmenes anteriores consistió en
aclarar lo que implicaba el poder y la modernidad capitalista. Aquí,
Öcalan presenta su original tesis de la civilización
democrática, basada en su crítica a la modernidad capitalista.