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miércoles, 26 de febrero de 2025

LA SUERTE DE PINOS EN EL B.O.E

En relación a les pràcticas comunales tradicionales en pueblos de Soria y Burgos, en el año 1.933 se publicó en la revista «Estampa» el artículo titulado "¡En Burgos y en Soria se ha establecido el comunismo!", escrito por un periodista bastante desinformado, que se hacía un lío con el comunismo y con las tradiciones campesinas en torno a los bienes comunales. Valga un extracto como muestra:

"-¡Aquí no hay obreros parados ni cuestión social! ¡Aquí cada uno tiene su porqué! Uno mira los indicadores. Por allí dice "Arcadia". Pero no. Los indicadores marcan Quintanar de la Sierra, o Covaleda, o San Leonardo, o Vilviestre del Pinar, o Neila, o cualquier otro nombre dichoso. Que aquí hasta los nombres de los pueblos tienen transparencia de pastoral. 

Interviene un párroco:

-Es que aquí se reparten por igual los productos de la tierra, y los vecinos vienen a sacar del reparto de mil quinientas a dos mil pesetas anuales. Por eso no hay pobres ni obreros sin trabajo. 

-Entonces ésta es una región comunista, suelta uno sin querer, y luego le pesa, porque ha podido asustar al cura, que forma parte del corro de informadores. Pero éste recibe el denominativo con satisfacción:

-Sí, sí, me dice; eso es: un país comunista." 

 ***

La "Suerte de Pinos" en Burgos y Soria es lo mismo que en los pueblos de la Montaña Palentina llamamos "suerte de leñas", que por aquí lo más normal es que sea leña de roble. En general, este "derecho de suertes"   todavía pervive en muchos pueblos del norte peninsular, como un mínimo rastro del derecho consuetudinario en torno a los bienes comunes de remoto origen altomedieval.  Este derecho de suertes es una manera ancestral de gestionar los recursos forestales y un privilegio de posesión comunal y disfrute comunitario de los recursos forestales por los vecinos de los pueblos que han conservado este derecho tradicional, ya completamente desfigurado, porque la institución del comunal genuino es inseparable del Concejo como institución propia de la democracia vecinal y comunitaria que empezara a practicarse en la Península Ibérica, como en buena parte de Europa, a partir de la descomposición del imperio romano, culminada en el siglo V, y antes de que poco a poco se fueran integrando, primero en el regimen visigodo y feudal,  y en el regimen liberal a partir del siglo XVIII, hasta su práctica desaparición con las sucesivas amortizaciones del Estado (1) que sirvieron para privatizar estos bienes y financiar la modernización del nuevo estado-nación liberal.  

***


La web  "reconstruir el comunal" publicó recientemente una noticia que ha pasado completamente desapercibida, referida a la declaración por la Junta de Castilla y León de la denominada "suerte de pinos" (en varios municipios de las provincias de Soria y Burgos) como BIC (Bien de Interés Cultural inmaterial). La publicación en el B.O.E es del  20 de diciembre de 2.024. 

En este enlace puede leerse el texto que corresponde a dicha noticia:

EL ESTADO DECLARA LA "SUERTE DE PINOS" COMO BIEN DE INTERÉS CULTURAL

  También se han hecho eco de la declaración de la Suerte de Pinos como BIC los periódicos  "Heraldo-Diario de Soria" y "La Razón": 

EN EL "HERALDO-DIARIO DE SORIA"

EN "LA RAZÓN"

 Y éste es un vídeo explicativo, elaborado en 2012:

LA SUERTE DE PINOS, aprovechamiento forestal comunal ancestral (2024: «bien de interés cultural»)

 ***

 

 Enlace al vídeo de la entrevista a Antonio Ortega Santos (2):

«Y, de hecho, la herramienta que nace para controlar el orden público, –ese orden público, creado por el Estado, que supone privatizar los bienes comunes–, la herramienta se llama Guardia Civil (3). El origen de la Guardia Civil es crear un cuerpo militar armado rural que mantuviera ese orden público, ese statu quo, que es un statu quo de privatizar los bienes comunes.»

***

PD: Próximamente publicaré un estudio en torno a los "comunales  del siglo XXI", donde trataré de explicar las profundas razones de mi desacuerdo con  las interpretaciones -académicas o no- de los comunales históricos, así como daré cuenta del grave error estratégico que a mi entender suponen todos los intentos de recuperación "nostálgica" de los comunales campesinos, en una época  como la actual, radicalmente urbana, en la que las condiciones de existencia humana se dan a escala de especie, por primera vez en la historia humana,   en el contexto de un orden social estatal/capitalista que es radicalmente nuevo y diferente,  que nada tiene que ver con  aquel mundo campesino, de contexto local, religioso y feudal. Que por eso, desde hace más de una década vengo trabajando en la propuesta de un nuevo concepto de Comunalidad, a la altura de las condiciones del siglo XXI.

 

Notas:

(1) Estas amortizaciones tuvieron lugar a finales del siglo XVIII con la denominada Desamortización de Godoy (1798) —aunque hubo un antecedente durante el reinado de Carlos III y después, en 1924. Básicamente consisten en un proceso de privatización y puesta en el mercado, previa expropiación forzosa y mediante una subasta pública, las tierras y otros bienes que hasta entonces no se podían enajenar (vender, hipotecar o ceder) y que se encontraban en poder de las llamadas "manos muertas": las Órdenes religiosas que los habían acumulado como habituales beneficiarias de donaciones y testamentos, además de los llamados baldíos y las tierras comunales.

(2) Antonio Ortega Santos es autor de "La tragedia de los cerramientos. Desarticulación de la comunidad en la provincia de Granada" (2.002). 

(3) El cuerpo de la Guardia Civil se creó en 1.844. La Ley de Desamortización Civil, o Ley de Madoz, con la que se expropiaron millones de hectáreas de bienes comunales de los pueblos, estuvo vigente de 1.855 a 1.925.

viernes, 14 de febrero de 2025

REVOLTES DE LA TERRE


Hace unos días me llegó información de la presentación de un nuevo movimiento ecologista en Cataluña, lo que resumo a continuación: cincuenta organizaciones en defensa del territorio de los Países Catalanes participan en  una nueva confluencia de luchas "para hacer frente al colapso ecosocial", con la denominación de "Revoltes de la Terre". El encuentro tuvo lugar el pasado 25 de enero en el centro social La Llavor del Prat de Llobregat. Revoltes de la Terra es el resultado de más de dos años de reuniones, encuentros y  debates entre personas y colectivos ecologistas del ámbito nacionalista de los Países Catalanes, en defensa del territorio. Este nuevo movimiento ecologista se presenta como una renovación de las “dinámicas de lucha” para “aglutinar fuerzas”, siguiendo el impulso de movimientos climáticos surgidos en los últimos años, como Rebelión o Extinción o Soulèvements de la Terre. Pretenden organizar encuentros por todo el territorio, en alianza con los grupos locales, donde combinar la reflexión y la propuesta con la acción "contra proyectos ecocidas”. Al mismo tiempo, como especifica un portavoz, los encuentros servirán para "ejemplificar y denunciar los mismos problemas que existen a escala global”.

Su propuesta parte de tres ejes: 1.“Confrontar al sistema tecnoindustrial con bloqueos”, 2.“Aprender a cubrir las necesidades para sostener la vida, crear comunidad, soberanía y autonomía” y 3. “Cambiar el sentido común, construir una nueva mirada, una cosmovisión que supere el individualismo, la destrucción de la naturaleza y que respete al resto de especies”. Además, dicen apostar por la diversidad generacional, territorial y estratégica...por unos encuentros intergeneracionales, masivos, festivos, lúdicos, que confronten y desborden los marcos, donde, sobre todo, "la gente venga a pasarlo bien y quiera volver”. “Abordamos el conflicto con  diferentes estrategias de lucha: los recursos jurídicos, la investigación, la denuncia o la acción directa. Pero también necesitamos las infraestructuras populares, una gran retaguardia de cuidados y todas las habilidades y conocimientos de campesinos, artistas, profesionales de la investigación, personas con oficios, vecinas organizadas, activistas…”.

Sinceramente, mi sentimiento respecto de este movimiento es contradictorio. Si les deseo suerte es porque pienso que en su inmensa mayoría  son gente joven que se toma el activismo ecologista  con la mejor de las intenciones, con mucha ilusión y con total honradez. Pero lo cierto es que les auguro un escaso recorrido, que no creo alcance más allá de dos o tres años, en lo que dura su novedad; y eso solo en caso de alcanzar la espectacularidad escénica y la relevancia mediática del movimiento francés al que pretenden emular, siguiendo su estela:  Soulevements de la Terre

Estas, como todas las organizaciones y movimientos ecologistas, a mi entender adolecen del mismo y básico fallo fundacional -que es de principios y también estratégico-, que les conduce inevitablemente a su disolución por cooptación, integrados al  mismo sistema al que  dicen enfrentarse. Consiste ese fallo en la  creencia de que la "razón ecológica" puede ser, por sí misma,  el eje de la solución a la crisis sistémica en la que está atrapada nuestra especie junto a otras muchas especies.  Esta creencia oculta una inmensa contradicción que invalida al ecologismo en su totalidad, por no cuestionar siquiera el derecho de Propiedad que históricamente pesa sobre la Tierra y que, precisamente, es causa principal y condición de posibilidad, no solo de la destrucción de los ecosistemas terrestres, también de la división de la sociedad humana en clases y su organización estatal, jerárquica y patriarcal en esencia. 

Ni yo ni nadie ha escuchado de estos movimientos el más mínimo cuestionamiento del "derecho de propiedad" sobre la Tierra, ni de la organización estatal de las sociedades humanas. Si acaso, a  lo más que llegan es a manifestar un vago sentimiento "anticapitalista" que así resulta decorativo, contradictorio y completamente superfluo. Porque, por principio, son inseparables los fines éticos y ecológicos, los del futuro de la vida en la Tierra y los de la emancipación humana.

Por eso mi pensamiento al respecto es autónomo e integral, bien diferente por principio y estrategia, que reclama la necesidad existencial de  un nuevo paradigma radical e integrador, de revolución convivencial y comunal a la altura del tiempo y condiciones del momento histórico en que estamos: a escala individual, como social y de especie. Con lo que ya sabemos, no podemos  pensar ningún futuro posible que no pase por una revolución integral dirigida a crear las condiciones de una sociedad sin clases y reintegrada a la Naturaleza de la que somos parte junto al resto de especies, animales y vegetales.  

Es quimérica toda pretensión de  "solución ecológica" sin un previo acuerdo en torno a  esos principios básicos, eso que desde hace años vengo denominando "un nuevo Pacto Social, global y local,  del Común y lo Común". Un Pacto para el reconocimiento y declaración de la Tierra en su conjunto, junto al Conocimiento humano, como bienes comunales  o procomún universal. Solo ese principio y con esa estrategia, comunal y ecológica, podrían frenar la deriva autodestructiva que aceleradamente viene siguiendo nuestra especie, a mi entender desde el Neolítico: cuando se fundara el primer Estado y desde entonces quedara establecido, "para siempre", un perverso Derecho de Apropiación sobre la Tierra, extensivo sobre el conocimiento y sobre el trabajo humano (productivo y reproductivo), un perverso derecho  con resultado necesariamente fatal:  devastador y destructivo por sistema, como estamos comprobando.

 

No obstante, al movimiento francés de Les Soulèvements de la Terre tengo que reconocerle  una novedosa y valiosa aportación, en la buena dirección de la revolución integral necesaria, que  marca la diferencia respecto del ecologismo patrio: allí han adoptado un punto de partida bien radical, en el sentido de no considerarse "protectores" de la Naturaleza -como hace el ecologismo de por aquí-, sino que, como ellos mismos dicen: somos la naturaleza que se defiende a sí misma, somos la Tierra que se subleva, somos las sublevaciones de la Tierra.

Solo este desplazamiento de perspectiva, ya incorpora una idea-fuerza que yo creo es potentísima, porque anuncia una ruptura con esa perversa linea divisoria que nos separa de la Naturaleza, esa secular y sistémica ignorancia  empeñada en desconocer lo que realmente es homo sapiens, una naturaleza de especie animal que quisiéramos disimular bajo el sueño de ser "otra cosa": algo así como una angelical especie extraterrestre,  recién aterrizada, procedente de otro planeta. 

Para más información: 

https://www.revoltesdelaterra.cat/

https://lessoulevementsdelaterre.org

 

lunes, 13 de enero de 2025

RÍOS, VECINDADES, PAISANÍA...TOPOFILIA

 

“Los paraísos tienden a ser más semejantes entre sí que sus correspondencias terrenales.../...para el comanche, la tierra donde el sol se pone es un valle diez mil veces más largo y más ancho que el valle de Arkansas. En ese mundo feliz no hay oscuridad, ni viento, ni lluvia y abundan los bisontes y los alces. Para el esquimal de Groenlandia, el paraíso de los elegidos está en una región subterránea y es un dulce lugar de sol y verano perpetuos, provisto de agua, peces y aves en abundancia, en donde las focas y los renos se cazan con facilidad o se los encuentra cociéndose vivos en una gran caldera”
(Yi Fu Tuan, de “Topofilia, amor al territorio”)
 

“Todo lo que no es amor, es mercancía”
(Pablo Ardisana)

 



El país donde nacen las aguas que van a todos los mares de Iberia. Tres son todos los mares de Ibería (Cantábrico, Mediterráneo y Atlántico), pero si contamos a este último océano como uno más entre los mares del mundo, entonces, por razón de básica justicia geográfica, tendremos que decir que todos ellos, con todas sus aguas y con las de todos los ríos y arroyos que pasan cerca o lejos de nuestras casas, todas, pertenecen a un mismo Océano Global...por mucho que dividamos las aguas de la Tierra en parcelas marinas u oceánicas. Todas juntas, las aguas del mundo ocupan nada menos que las tres cuartas partes de la superficie del planeta en que vivimos, al que, sin embargo, le hemos puesto el nombre de Tierra y no el de Agua. Claro, que también llamamos “Europa” a un continente inexistente, a lo que solo es un conjunto de Estados, los 27 que de momento forman la UE y que entre todos ocupan algo menos de la quinta parte de Eurasia, que es el nombre correcto del continente en el que vivimos. Tales errores se deben, sin duda, a la azarosa historia de este continente y también a ese moderno modo de pensar científico/analítico, que fragmenta la realidad “para explicarla mejor”, lo que acaba en un exceso de especialización que nos hace percibir la realidad distorsionadamente, casi siempre. En esta líquida modernidad contemporánea asistimos a un acelerado proceso mental que comprime, juntos, espacio y tiempo. Y puede que sea por eso que sintamos cierto desasosiego y confusión generalizada, algo así como que la vida nos sobrepasa y que la Historia funciona a su bola, sin contar con nosotros para nada.


El caso es que en el confín del sur occidental de Eurasia existe un territorio singular, con lugares muy especiales donde nacen aguas que van a parar al océano común que baña todas las costas de la península ibérica. Son encrucijadas geográficas e históricas, que conforman un compendio de cuencas hidrográficas y culturales, de ecosistemas aldeanos entre valles, brañas y altas montañas, todo ello en torno a vértices geodésicos que marcan divisorias que son solo topográficas y administrativas, pero no culturales, ni convivenciales. Son, según miramos hacia el oriente: la cumbre de Tres Provincias (Cantabria, León y Palencia), la del pico Tres Mares (Cantábrico, Mediterráneo y Atlántico), y también es una línea imprecisa que cruza el loriego valle del río Lucio, ese modesto río que se abre paso entre las grandes Loras de Valdivia, de la Pata del Cid y de Valdelucio. 

 

Arriba, fuentes del Rudrón (Ebro) en San Mamés de Abar, Burgos. Abajo, fuentes del río Lucio
(Camesa/Pisuerga) en Barriolucio, Burgos (fotos: Montacedo, tierrasdeburgos.blogspot.com)


Las Loras son esos inmensos sinclinales colgados que parecen acantilados y castillos naturales, que los vemos aparecer cuando subimos de Polientes y Reinosa hacia Burgos y Palencia, como fantasmales trasatlánticos varados. Ah, no se me olvide que lo de la “Pata del Cid” debe ser otro error de toponimia, porque refiere al lugar donde la leyenda sitúa el enorme agujero en la roca que hizo con su pata, no el Cid, sino más bien su caballo Babieca, abriendo un arco monumental que se conoce como “el Puente del Diablo”. En realidad ese monumento natural es obra de un río nacido muy cerca del Lucio, el Rudrón, afluente del Ebro que, cómo éste, también se abre camino, encañonado entre Las Loras, antes de apuntar al Oriente mediterráneo.

El pico Tres Mares tiene una vertiente que mira por el norte a Cantabria y otra, por el sur, a Castilla. Son altas y muy pindias laderas en las que nacen aguas con destino al Mediterráneo a través del río Ebro; hacia el Atlántico mediante las aguas del Pisuerga, el gran afluente del Duero; y con destino al Cantábrico siguiendo el cauce del río Nansa. Y en la contigua sierra de Fuentes Carrionas, el pico denominado “Tres Provincias” tiene laderas que se reparten por tres comarcas naturales pertenecientes a otras tantas regiones: la cántabra de Vega de Liébana, la leonesa de la Montaña de Riaño y la castellana de la Montaña Palentina. Así pues, ese no es un territorio cualquiera. Ese territorio existe realmente, es el sitio por donde se plegó la cordillera cantábrica hace no menos de ochenta millones de años, mucho después de que chocaran las placas tectónicas de Iberia (una isla por entonces) y del continente Eurasia, produciendo elevaciones y hundimientos que por entonces aprovechaban los ríos para ir naciendo, cada cual por donde podía.

Por entonces, nadie vivía por aquellas altas brañas, al menos nadie que pudiera contarlo. Pues bien, yo le digo “país” al conjunto de valles y aldeas que riegan esas aguas nada más nacer, por eso y porque quienes vivimos por esos “paisajes” tenemos la costumbre de tratarnos como “paisanos”, en virtud de una relación de proximidad convivencial (la paisanía) respecto de un país/territorio que habitamos en común. Paisanía es palabra que viene, pues, de “país” o “paisaje”, próximo y común; es palabra todavía en uso a uno y otro lado de los puertos, entre las gentes que pertenecemos a ese mismo y singular territorio, que perfectamente podría ser “simbioético” (1), con ese sentido al que me refiero, de paisaje vital donde acontece la inmensa mayor parte de nuestras vidas.

Ese vínculo de paisanía es físico, emocional y cultural al mismo tiempo y sucede en grado de intensidad variable, según sea la proximidad, si doméstica, vecinal o territorial. Son esas relaciones que otorgan consistencia vital a las comunidades reales, las convivenciales que son previas a las administrativas y oficiales “comunidades” que nos son impuestas, abstractas y burocráticas... téngase en cuenta que -al menos hasta ahora- siempre fueron las élites, nunca los pueblos, quienes fijaron Fronteras, fundaron Estados y escribieron la Historia. Yo pienso que los vínculos de vecindad y paisanía se completan entre sí y son perfectamente congruentes con los generales vínculos “de humanidad”, los que tenemos a escala de especie. Y veo en ello la misma ley de la gravedad que lleva el agua de los arroyos al océano común. Pues bien, a mi entender, ese vínculo de paisanía y humanidad, aldeano y global, comporta una responsabilidad que tenemos contraída con el resto de especies, por ser la nuestra la que va por delante en la evolución de la vida, y la única que puede llegar a ser consciente de su responsabilidad en el cuidado de la Vida Toda. Porque, que sepamos, aparte de nosotros, no hay nadie más, ningún otro animal que pueda cargar con esa responsabilidad universal.

Así pues, el “país” real es -hablo por mí- un territorio tan físico como emocional, con lógica comunitaria y convivencial de escala necesariamente humana, integral y glocal, geo-bio-ética, sí, todo al tiempo. Tal como lo entiendo, un país es autoconstituido y por tanto es voluntario, por lo que no es necesario que tenga límites precisos e invariables. Ésto de los límites no debiera ser problema si se sabe distinguir entre la realidad (que es el país habitado) y el mapa (que es su representación). Si no, véase lo imprecisa que es la raya entre Liébana, Polaciones y Pernía, o entre la gente campurriana de Reinosa y de Aguilar de Campoo; o qué decir de la gente cántabro/palentina/burgalesa, la de Valderredible (el valle del comunal “río de los iberos”) y de los páramos loriegos de por arriba del valle. Y todo gracias a los ríos, todo un mapa/territorio 1:1, orgánico e impreciso, como acostumbra a ser todo lo que refiere a la vida: promiscuo, comunitario y carente de fronteras.

No se me va de la cabeza lo que decía el poeta asturiano Pablo Ardisana (2), eso de que “todo lo que no es amor, es mercancía”. Pero hay que decir, en nuestro descargo, que es muy fácil la confusión cuando se vive todo junto, amor y mercancía, en la calle y en el campo, en el trabajo y en la plaza del mercado, los lunes en Reinosa y los martes en Aguilar de Campoo, en ese paisaje común donde nos encontramos y tratamos personas y poblaciones del mismo “país” singular, éste donde nacen los ríos que van a parar a los Tres Mares de Iberia, que son -no se nos olvide- un mismo mar común, oceánico y global.

Sueños y pasos que me unían
a la voz del río,
seres en movimiento,
golpes de luz en la historia,
tercetos encendidos como lámparas.
El pan y la sangre cantaban
con la voz nocturna del agua
.
(Neruda, 1954)

 

Aún así, lo que más echo en falta son los comunales perdidos, unos robados y otros malvendidos...sus respectivos corros vecinales, de concejo abierto, esos corros de libertad y dignidad elementales...¡ay! ese viejo sueño de fraternidad y autonomía, ese proyecto de siempre pendiente -creo yo que desde el Neolítico-, tan lejano que ya nos parece imposible, y más en estos tiempos que corren, que amenazan con sustituir la natural inteligencia humana por otra artificial que promete ser “mejor”, cosa de algoritmos y de máquinas mucho más precisas que nosotros...inteligencia artificial, sí, pero manejada por humanos, que no se nos olvide, y a saber con qué intenciones.


El caminar como reinvención del horizonte: hubo quien pensó el territorio como un “país románico”. “La década de los ochenta terminó mal para los agricultores o empresarios agrarios. Hubo crisis y se les quedó esa mirada triste, como cuando «a la vaca le llora el ojo».../...Ya nadie pone unos puñados de paja debajo del cuello de la vaca para que no le rocen los hierros de la caja del camión en el que la llevan al matadero. Nadie encierra a los inspectores de Hacienda en el pajar con las ovejas por ver de meterles en la cabeza otros valores que no sean los del dinero”. (Emilio Barco, “Donde viven los caracoles. De campesinos, paisajes y pueblos”, Editorial Pepitas de calabaza).

“Cuando el más apartado rincón del globo haya sido técnicamente conquistado y económicamente explotado; cuando un suceso cualquiera sea rápidamente accesible en un lugar cualquiera y en un tiempo cualquiera (...) cuando el tiempo sólo sea rapidez, instantaneidad y simultaneidad mientras que lo temporal, entendido como acontecer histórico, desaparezca de la existencia de los pueblos...entonces, justo entonces, volverán como fantasmas las preguntas: ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y después qué?” (3) Ésto que decía Heidegger como un presentimiento, por el vértigo propio de su época, está sucediendo, vuelve a suceder una y otra vez, ahora ante el espectáculo omnipresente del hiperdesarrollo tecnológico. De nuevo los mismos fantasmas y las mismas preguntas.

Así, “la historia, como dispositivo metanarrativo de legitimidad, permanece suspendida entre los vaivenes de época”. Con el autor (4) de esta reflexión, convengo que este dispositivo (la historia) es la matriz del imaginario moderno, ese que puede reinventarse sobre sí mismo, repetidamente, sin temor a extinguirse. Lo expresa muy bien su autor con esta analogía: “la construcción de la historia es como la acción del caminante que quiere alcanzar la línea del horizonte. Al llegar al sitio imaginario donde se encontraba, se abre de nuevo ante sus ojos el espacio infinito bordado a lo lejos por la línea imaginaria de un nuevo horizonte” (5)

Puede que hayamos perdido la memoria histórica, o tal vez sea que nos hemos reconciliado con la historia y la protegemos como una obra maestra en peligro. O, quizá, puede que sea porque tememos que no podremos librarnos de lo peor, que no tenga fin y que todos sus restos -como la Iglesia, el comunismo, la democracia, la esclavitud, el racismo, los nacionalismos, con todos sus conflictos e ideologías- sean indefinidamente reciclables. Así lo pensaba Jean Baudrillard y lo fantástico es que todo lo que creíamos superado siga ahí, dispuesto a resurgir, porque nada de ello ha desaparecido realmente: “todas las formas arcaicas, anacrónicas, intactas e intemporales, como los virus en lo más hondo de un cuerpo.” (6) A lo que yo añadiría la guerra permanente en la que estamos involucrados, ahora mismo a punto de hacerse atómica y expandirse desde Ucrania y Palestina por medio mundo.

 

 Esa es la sensación que tengo después de vivir en primera persona tres décadas de “crecimiento y desarrollo rural” subvencionado: un horizonte huidizo y una traicionada promesa de futuro. Y también un gran desengaño personal, que supongo también colectivo. Al comienzo, primeros años noventa, se nos dijo que respondía al fracaso de las administraciones públicas, que no sabían cómo frenar el abandono y deterioro imparable de los territorios rurales de Europa tras la crisis de los años ochenta, que por eso el intento LEADER significaba una apuesta por la iniciativa de la sociedad civil local, en modo participativo, de abajo hacia arriba.
Por entonces no éramos conscientes de que eso era un imposible, un objetivo incompatible con la política “realmente existente”, la estatal y corporativa de los estados miembros de la UE, cuyo ADN es necesaria y ontológicamente jerárquico en origen, desde hace no menos de seis mil años (pero, bueno, podemos seguir intentándolo durante otros seis milenios). 

Solo en la primera edición del programa LEADER (1991-1993) pudo darse una relativa autonomía de los grupos de acción local que por entonces gestionaban ese programa europeo. Después de su relativo “éxito” inicial, debido principalmente al impulso que supuso la puesta en marcha del turismo rural, se acabó su autonomía.
Las administraciones políticas, municipales, provinciales y autonómicas, todas estatales, no podían soportar ese relativo “éxito” de la iniciativa cívica y local.
Necesitaban controlarla y poco a poco fuimos comprendiendo que aquella iniciativa europea de desarrollo rural, siendo solo un 5% del presupuesto total de la Política Agraria Común (la PAC), tenía nulas posibilidades de cumplir su promesa. La PAC tenía por finalidad la plena industrialización de las actividades agroganaderas y forestales, lo que venía a suponer la necesidad de incrementar el tamaño de las explotaciones mediante la concentración de la propiedad, para reducir a solo un 3 o 4% el porcentaje de población dedicada al trabajo campesino. Así, la despoblación definitiva de la mayor parte de los territorios rurales europeos era el inevitable peaje a pagar por su competitividad y “desarrollo”

Solo un breve apunte para una nueva teoría/práctica del país como bioterritorio. En un texto de Ricardo Rozzi (Ética biocultural: hacia un cohabitar biosférico) se dice: “Los ríos son mucho más que meros canales de agua. Son comunidades bioculturales donde se ensamblan elementos biofísicos y culturales. Los ríos representan relaciones ancestrales con los pueblos de distintos  continentes y la mayoría de las civilizaciones han surgido asociadas a ellos. Hoy, la sociedad global mantiene con los ríos relaciones complejas, especialmente asociadas a actividades productivas como la ganadería, la agricultura, la minería, la energía, el transporte y la urbanización (United Nations [UN], 2014). Si examinamos los ríos con una perspectiva biocultural, la observación de estos socio-ecosistemas puede incitarnos a revalorizar su importancia para la vida biosférica y a repensar críticamente la concepción unidimensional que los ha considerado como simples cursos de agua que han sido canalizados física y mentalmente durante la modernidad”. 

Como Elías Canetti, pienso que lo incierto es el verdadero dominio del pensamiento; pero incierto no es vago, ni complaciente, más bien es por donde abrimos nuevos caminos, que no están plenamente asegurados por planes previos, ni por atajos, pero que de seguro nos llevarán a otra parte y a otro tiempo.

La noción de país como bioterritorio, sea su tamaño comarcal o regional, emerge en plena crisis global y sistémica como categoría que puede ayudarnos a salir del callejón sin salida en que estamos atollados por obra y gracia del moderno y suicida proyecto capitalista de “crecimiento y progreso ilimitado”, a su modo, claro, mercantil y financiero...¡y necesariamente militar, no se olvide!, mucho menos en estos días, cuando se libra, aunque disimulada, la Tercera Guerra Mundial entre imperios comerciales y estatales que solo ponen armas y dinero, mientras a otros les toca poner los muertos.

La organización paisana/bioterritorial posee la potencialidad de ayudar a delinear respuestas congruentes, en clave ética, ecológica y social, para hacer frente a la deriva autodestructiva en la que estamos inmersos en esta fase posfeudal de la época moderna/capitalista/global, que sus propios apóstoles han llegado a calificar como “el fin de la historia” (7): un tiempo detenido en un presente perpetuo, donde ya no habrá nada nuevo por pensar ni por hacer. 

No puede ser que la creatividad y el conocimiento humano, junto a sus grandes avances científico-tecnológicos, sirvan solo a los negocios y a los ejércitos. Y tan poco, casi nada, a mejorar las condiciones y calidad de la existencia humana, lo que incluye necesariamente el cuidado de la biosfera, de la que dependemos y somos parte. Me gusta definir el bioterritorio como la unidad de complejidad mínima que es necesaria para abordar la reterritorialización de la economía, la cultura, la ecología, la política y, en definitiva, para estar a la altura de la transición ecoética que hoy es extremadamente urgente, por imperativo existencial. El bioterritorio es un “país” de límites pactados entre iguales, con límites reconocibles, como son los de las cuencas hidrográficas. La noción bioterritorial es una llamada a la reorganización de las relaciones sociedad/territorio y cultura/naturaleza, que compromete a imaginar, diseñar y materializar nuevas y mejores formas de cohabitar la Tierra Común. 


Notas:

 
(1) Simbioética es el título de uno de los libros más leídos de Jorge Riechmann. Según su propia definición, es el desarrollo de posiciones morales de amor compasivo, congruentes con lo que de hecho (ontológicamente) somos: holobiontes en un planeta simbiótico. 

(2) El escritor y poeta Pablo Ardisana (Llanes, 1940-2017), fue uno de los autores más relevantes de la literatura en asturiano durante el último tercio del siglo XX. 

(3) M.Heidegger citado por N.J. Minaya; “Prolegómenos a un discurso sobre la Magna Patria: una lectura desde la posmodernidad”. 

(4) “El fin de la Historia y otros relatos de dominación”, Gazir Sued, 2016, Editorial La Grieta.

(5) Serrano Caldera, El fin de la historia: reaparición del mito; op.cit., p.22. 

(6) Jean Baudrillard, La ilusión del fin: la huelga de los acontecimientos; op.cit., p.42-47.

(7) Francis Fukuyama, en su libro “El fin de la Historia y el último hombre”, publicado en 1992, argumentaba que el sentimiento global de haber llegado al final de la Historia se debía al fracaso de los grandes regímenes autoritarios del siglo XX -fascismo y comunismo-, lo que supondría el triunfo definitivo de la democracia burguesa, representativa o liberal, que así se habría quedado sin alternativa.

 

miércoles, 25 de diciembre de 2024

RECOLECTAR TOPÓNIMOS

 

 
Es otra genial idea de Silberius de Ura que, como diría mi abuela Rosa, “es un chiguito que tiene ideas de bombero”.
Me acabo de sumar y os invito a participar en la recolección colectiva de topónimos que nos propone Silberiuis a través de su herramienta Topobook: “los topónimos, especialmente los microtopónimos, son una herencia preciosa y frágil que nos dejaron los habitantes de los lugares, acerca de cómo llamaban a cada paraje de su entorno. Somos la última oportunidad para que no se pierdan para siempre”.
Yo le añado, además, que los nombres de los lugares son, con toda seguridad, las palabras más antiguas que se conservan en cada una de las lenguas que hablamos, son las palabras que menos han cambiado a lo largo de las generaciones. Algunos topónimos remiten a una raíz común, como la indoeuropea, de los pueblos nómadas que coincidían en sus largos recorridos, de miles de kilómetros, entre las costas del Báltico y las grandes llanuras del Creciente Fértil, siguiendo a las manadas que les servían de sustento.
Este proyecto se compone de dos herramientas online: un sitio web de consulta, y la webApp que te permite añadir topónimos a Topobook (bien in situ o desde el ordenador).
 
Enlace a la web TOPOBOOK: https://topobook.com/
Enlace a la web personal de Silberius de Ura: https://silberius.com/es/artist/