martes, 15 de marzo de 2022

LA GUERRA DE UCRANIA: ¿POR QUÉ EL IMPERIALISMO SE AGREDE ASÍ MISMO?

 Autor: Karlos Luckas. Fuente: https://karlosluckas.blogspot.com/

 LA GUERRA DE UCRANIA: ¿POR QUÉ EL IMPERIALISMO SE AGREDE ASÍ MISMO?


En unos momentos en que los acontecimientos sobre la crisis bélica de Ucrania se vienen sucediendo en tiempo real, cuando las informaciones son masivas y los análisis abundan, sobre todo en el objetivo de la desinformación, la intención de este análisis es centrarse en aquellas cuestiones geoestratégicas más relevantes que puedan explicar las claves de este conflicto en el marco de las contradicciones inter-imperialistas, y con ello, intentar aportar una explicación basada en lo esencial, aclarando las ideas en medio de un mar de confusiones.

Debe tenerse este análisis como complementario a los ya efectuados por Félix Rodrigo Mora y Antonio Hidalgo. El primero, muy acertado en las cuestiones básicas y de principio, desde una perspectiva revolucionaria; y el segundo, aporta un análisis histórico-político, correcto y muy complet (ambos se pueden consultar en la relación de referencias que se acompaña al final del artículo). 

 


1. El pasado 24 de febrero de 2022, parte de las tropas rusas acantonadas en la frontera de Ucrania comenzaron una operación militar de alto nivel contra dicho Estado, invadiéndolo por varias partes de sus actuales fronteras. Ante ello, la mayoría de los analistas de política exterior y geoestrategia se quedaron perplejos, salvo los estrategas del Pentágono, por una razón muy simple, era justamente la reacción que esperaban de Rusia, de hecho, la deseaban, la buscaban y la propiciaban a partir de una estrategia de continua provocación a Rusia, alentando un cambio de alianzas geoestratégicas de Ucrania desde la crisis de 2013-14, y el contencioso de Crimea, aunque en realidad, el imperialismo occidental viene cercando a la antigua Unión Soviética desde el mismo momento en que ésta comienza a desmoronarse en 1989.

2. Es sabido que, ante el derrumbe de la antigua URSS, a partir de 1989, existió un “pacto” no escrito entre las élites gobernantes de los EE. UU. y Rusia por el que el imperialismo occidental (EE. UU.-Europa) respetaría las fronteras heredadas de la guerra fría en el sentido de que no se extendería la presencia de la OTAN hasta los límites de la nueva Federación Rusa. Sabemos que ello no se cumplió, sino justo lo contrario, en 1997 se toma la decisión, y dos años después se ejecuta, con la ampliación de la OTAN, incorporando a Polonia, República Checa y Hungría, estados todos que pertenecieron al ámbito anterior del Pacto de Varsovia.
 

3. El 11-S significó una agudización de la política exterior imperialista más agresiva por parte de los EE. UU. y, sobre todo, sus aliados más directos, los Estados imperialistas anglosajones, comenzando por Inglaterra, y el sometimiento paulatino de la nueva Rusia, con el pacto de control de armas estratégicas ofensivas de 2002, la invasión de Irak en 2003, y una nueva ampliación de la OTAN con la incorporación de más Estados antiguos “aliados” de la URSS, en 2004, Bulgaria, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumanía; posteriormente, Albania y Croacia en 2009. En 2017, se
aprueban los procesos de adhesión en curso de Bosnia y Herzegovina, Georgia y Macedonia (esta última con dificultades por la posición de Grecia). Y finalmente las futuras integraciones previstas de Finlandia, Suecia y Serbia. Lógicamente, aquella que marca el origen del actual conflicto, es la posible incorporación de Ucrania a la UE, y por tanto, a la alianza militar imperialista hegemonizada por los EE. UU., a la OTAN.
 

4. El origen histórico de este conflicto no se encuentra en las simplezas que propagan los medios de “desinformación” de los Estados imperialistas occidentales respecto a una supuesta “maldad” de Putin y argumentos por el estilo. En realidad, lo que sucede es que las diferentes potencias imperialistas mundiales (EE.UU., UE, Rusia y China) se encuentran en estos momentos históricos -como sucede siempre- en una lucha por la hegemonía mundial, partiendo cada una de ellas, respecto de las otras, desde una correlación de fuerzas específica que determina sus políticas imperialistas-militares. Comprender esto requiere especificar la posición actual de cada una de tales potencias.
La primera cuestión es desechar la teoría “conspiranoica” respecto a que el mundo está dominado por una especie de élite multimillonaria que detenta el poder económico, político y militar. La globalización económica, la deslocalización y la migración de capitales en busca de mejores rentas no son más que fenómenos ordinarios de la dinámica del funcionamiento del capitalismo imperialista. Ya Lenin, en su conocido texto El imperialismo, fase superior del capitalismo, lo explicaba, al tiempo que criticaba la posición denominada como ultra-imperialismo. En realidad, los Estados nación modernos, en su fase imperialista, tienen plena vigencia, y son éstos los que deciden, en última instancia, la economía, que nunca ha sido “autónoma”, sino política. Todos los Estados imperialistas, occidentales, orientales o del Oriente Medio, hacen lo propio, invierten masivamente capitales en distintos Estados de todo tipo (EE. UU. invierte en Europa, en China y Rusia, y los demás hacen lo propio, Rusia y China, en EE. UU. y Europa, etc.), son acciones económicas de “beneficio mutuo”, pero siempre prevalecerá, en la perspectiva de la hegemonía mundial, la posición de fuerza de cada cual. Y cuando las condiciones lo exijan, pasarán de unas relaciones económicas de “beneficio mutuo” al enfrentamiento militar. Ello es consustancial con la naturaleza inherente de las dinámicas de los Estados nación y el capitalismo en la época moderna, y la historia de los últimos 300 años lo avalan.

5. Lo más relevante del momento histórico presente es determinar la correlación de fuerzas entre las distintas potencias imperialistas mundiales capaces de disputar la hegemonía mundial (EE. UU.,UE, Rusia y China); solo así podremos conocer los elementos principales de las respectivas estrategias en la compleja geopolítica mundial, y dentro de ésta, la propia situación del conflicto entre Rusia y Ucrania.

El elemento más decisivo y determinante es el declive histórico de los EE. UU., y aliados más inmediatos (el mundo anglosajón). En realidad, el imperialismo de los EE. UU. vino a suponer una prolongación o sustitución del imperialismo de Inglaterra, en apogeo en el siglo XIX, y ya en declive claro a principios de los años 20 del siglo XX. Durante ese siglo, gracias a la posición obtenida por las guerras mundiales, la guerra fría y sus guerras “locales”, realmente de enfrentamiento estratégico con la URSS, los EE. UU. (y aliados anglosajones y europeos) ha ganado la posición hegemónica imperialista mundial, y se ha mantenido como primera potencia militar y económica hasta el presente. Pero, desde los años 70 del siglo XX, a partir de la derrota norteamericana en el Sudeste de Asia, su posición no ha dejado de conocer un proceso de declive histórico, conociendo recientemente un último episodio con el abandono precipitado de Afganistán.
Por tanto, comprender la cuestión del conflicto de Ucrania-Rusia debe ser enmarcado en este contexto. Efectivamente, el fondo de la controversia para los EE.UU. no reside en “enfrentarse a la hegemonía rusa”, ello es solamente una parte secundaria de la estrategia de poder en la política de supervivencia como potencia imperialista dominante, el verdadero rival es la R.P. China, la potencia imperialista en
ascenso, que ya es la primera potencia mundial, desde el punto de vista económico, y aunque aún no militarmente, pero lo será a corto plazo, puesto que se encuentra en pleno desarrollo de la tecnología adecuada, y de los propios armamentos, capaces y necesarios para competir y superar a los propios de los EE.UU. (como las armas hipersónicas).

6. El conflicto Rusia-Ucrania, ¿cómo explicarlo? Veamos la posición geoestratégica de Rusia hoy y sus antecedentes. En realidad, la actual crisis militar Rusia-Ucrania ha sido provocada por los EE.UU. y aliados anglosajones con la finalidad de debilitar a una potencia imperialista que se encuentra en cierta fase de recuperación económica y militar, pero que, sobre todo, es un “aliado estratégico” del rival principal del imperialismo occidental, China, ya sabemos el dicho “los amigos de mis enemigos, mis enemigos son”. El imperialismo yanki-anglosajón, si quiere sobrevivir en este siglo XXI, tiene que debilitar a su máximo rival, que es China, comenzando por cortarle aquellos apoyos que serán decisivos en el futuro, desde el punto de vista económico, energético y militar, teniendo en cuenta que ya hay manifestaciones concretas de inquietantes “acuerdos estratégicos” entre Rusia y China, por encima de sus propias rivalidades históricas que los han enfrentado en el pasado (conflicto chino-soviético en época de Mao, sobre todo a partir de la muerte de Stalin en 1953, conflictos “fronterizos”, y la cuestión territorial de Vladivostok, enclave reclamado por China). A su vez, por su parte, China se manifiesta en este conflicto cada vez más del lado de Rusia, por la sencilla razón de que es plenamente consciente de la estrategia de “cerco” que EE. UU. desea someter a China con esta “provocación militar” ruso-ucraniana.

7. La “trampa” del imperialismo anglosajón. Recordando la historia.
Históricamente, y aún más, en estos momentos en que Rusia se encuentra muy cercada respecto al dominio territorial que heredó del imperio zarista (puesto ya en entredicho en la historia de la época moderna por Napoleón y Hitler), el llamado Eje Báltico-Mar Negro es sagrado para Rusia, y cualquier historiador lo sabe, los yankis los primeros. La razón es sencilla: es completamente esencial para el control efectivo de la soberanía territorial de Rusia. Por tanto, cualquier política de control fronterizo que ponga en peligro esta “soberanía”, sabe perfectamente que encontrará la posición más beligerante posible por parte de las élites gobernantes del imperialismo ruso, les va en ello su propia supervivencia, y lo defenderán con uñas y dientes, y armas nucleares, si hace falta. Por tanto, la estrategia diseñada por los EE. UU. de “cercar” a Rusia por el SE incorporando a Ucrania a la OTAN ha sido un acto “bélico” de primera magnitud, además con pleno conocimiento de causa.
Casualmente quienes aseguraron, de forma insistente, en que Rusia intervendría militarmente en Ucrania fue precisamente EE. UU. ¿Casualidad o premeditación? Veamos algunos hitos de estos hechos:
La Rusia zarista de 1913. Además de los territorios de la Federación Rusa actual, poseía: Finlandia, Letonia, Lituania, Estonia, Polonia, (gran parte), Bielorrusia, Ucrania, Moldavia. Y en el Cáucaso norte: Georgia, Armenia y Azerbaiyán, hasta la frontera con Turquía.
La URSS-Rusia en 1917, después de la revolución de octubre, y en particular, después de la I GM, con el Tratado de Brest-Litovsk, en 1918, tiene que pagar el precio de ceder poder territorial: Desde Polonia, Finlandia, Ucrania, Estados Bálticos, pero Ucrania, (incluyendo la península de Crimea) y Bielorrusia se integran posteriormente en la URSS. Esta situación se mantiene hasta 1984.
El derrumbe de la URSS (1989-1992). Los Estados “federados” se hacen independientes, con todo lo que tenían dentro, tanto en industrias como en armamento. Y Crimea se conserva en el ámbito de soberanía rusa mediante una especie de contrato de arrendamiento.

8. Ucrania, como Estado nación fallido: Esta es una realidad reconocida por cualquier analista histórico que tenga un mínimo de rigor. Efectivamente, como es sabido, la composición etnia y cultural de las comunidades que habitan Ucrania básicamente es: un 77,8% constituida por ucranianos étnicos localizados esencialmente en la zona oeste; un 17,3% de población de origen ruso, localizada en la cuenca del Donbáss, en las regiones del Este autoproclamadas como Repúblicas Populares de Donetsk y de Luhansk, y en Crimea, anexada a Rusia mediante “referéndum de autodeterminación” de marzo de 2014, pero que previamente, en marzo de 1954, ésta fue “cedida” a la RSS de Ucrania por Kruschev en “conmemoración del 300 aniversario de su incorporación al “imperio ruso”. Después existen igualmente comunidades minoritarias de orígenes diversos como son: rumanos y moldavos (0,8%), bielorrusos (0,6%), tártaros (0,5%), polacos, húngaros, búlgaros, griegos, gitanos, judíos.

Sabemos que el nacionalismo es la filosofía política del Estado nación moderno, y que no existe ningún Estado nación que sea étnicamente puro, ni siquiera los clásicos de origen étnico. Sencillamente, ello no es posible. Pero lo que ha sucedido históricamente es que aquellas élites con capacidad de dotarse de un Estado propio, incluyendo un poder militar capaz de sobrevivir a los embates de Estados vecinos, con una población circunscrita a un territorio determinando, solo en tales condiciones, podemos asegurar que se obtiene con ello la capacidad de constituir un Estado nación independiente, incluyendo, como todos, a múltiples comunidades y pueblos en su interior. Como vemos en sus antecedentes históricos, el territorio denominado como Ucrania, básicamente poblado por tribus eslavas en el siglo V a.n.e., comienza a conformar un núcleo poblacional homogéneo con forma estatal monárquica, en parte de dicho territorio, a partir del siglo VII, por el año 882, el denominado Rus de Kiev. Cierto es que durante cientos de años, el núcleo esencial de las comunidades eslavas asentadas en Ucrania ha sufrido numerosos procesos de asimilación y dominación por parte de los Estados más potentes de su entorno: desde las invasiones tártaras y cosacas, pero sobre todo, por parte de las potencias limítrofes de Austria, Polonia y Rusia. Con la Revolución de Octubre de 1917 se proclama la República Popular Ucraniana independiente, y su liberación de Austria y Polonia en 1918, produciéndose una “unificación de varios de sus territorios” bajo el control de la recién creada URSS. Posteriormente, la rusificación promovida por Stalin, de 1921-1929, significó una “integración forzosa” en la URSS acompañada de una muy dura represión de la población originaria. Luego, con el derrumbe de la URSS en 1989, se proclama la República independiente de Ucrania, cuestión que sucede en 1991.
Como podemos comprobar por la historia política de Ucrania, en el conjunto del territorio determinado como tal, no ha existido una élite capaz de mantener un poder único, sobre una base social mínimamente homogénea políticamente capaz de integrar un Estado relativamente estable, sobre todo por el hecho de que en su región circundante existían ya Estados nación imperialistas potentes como Austria, Polonia y Rusia. Esa debilidad estructural ha provocado a lo largo de la historia una fractura poblacional y cultural muy difícil de “asimilar” con los mecanismos propios de los Estados nación modernos (una idea de “patria”, una cultura inventada, un idioma unificado, una educación unificada estatal, etc.), por el contrario, existen regiones en el territorio ucraniano con asentamientos de comunidades de culturas diferentes unas a otras, (la ucraniano-polaca o la ucraniano-rusa, como las más dominantes).

9. Ucrania y su importancia estratégica.
La cuestión de los recursos: el gas. En estos momentos históricos en que ya se empiezan a notar los efectos del “cénit” del petróleo, el recurso del gas es vital para las economías imperialistas occidentales, y Rusia tiene reservas inmensas de este recurso energético que viene suministrando a Europa, en gran parte a través, entre otros, del gaseoducto que atraviesa Ucrania. En particular, el que realiza el suministro a Bielorrusia y a Polonia, pero no a Alemania, que se hace directamente desde Rusia. Ello viene a significar que en el actual conflicto Rusia podría estrangular a Polonia, pero no a Alemania, lo cual es una ventaja para no tener directamente enfrente a una verdadera potencia imperialista que hegemoniza la dirección política y económica de Europa, y con la que necesitará “entenderse” cuando se supere esta crisis.
La cuestión de la importancia estratégica para Rusia del control territorial del Este. Parecía estable el orden geopolítico creado por los vencedores de la II GM, con un potente Consejo de Seguridad formado por cinco Estados con capacidad nuclear, EE. UU., Reino Unido, Francia, RP China y URSS. El final formal de la guerra fría, y el derrumbe de la URSS en 1989 cambia por completo este panorama.
El imperialismo occidental, sobre todo EE. UU. creen que la debilidad de la “nueva” Rusia podría significar su asimilación al capitalismo occidental, y así sucedió en décadas, hasta que las renovadas élites rusas, con Putin a la cabeza, y como consecuencia de cierta recuperación económica y política, con sus enormes recursos energéticos en el curso de la crisis actual, comienza a desplegar una nueva política (económica y militar) propia, con el fortalecimiento del Estado e incrementando su papel imperialista nuevamente, aprovechando que el imperialismo occidental se encuentra en una fase avanzada de declive histórico, y contando además con el ascenso de la R.P. China como potencia imperialista mundial, un aliado potencialmente estratégico para Rusia (ambos dentro de los BRICS).
 

De estas nuevas condiciones, las “licencias” y concesiones rusas del pasado ya no son posibles, como la “cesión” al imperialismo occidental y a la OTAN de las republicas bálticas, o la guerra de Yugoslavia.
La crisis de Ucrania no es más que el primer paso de la recomposición imperialista de Rusia. En ese sentido, para Rusia es esencial el control estratégico de los territorios del este de Ucrania, pues nunca dejará su soberanía en manos de una Ucrania que va directamente encaminada a integrarse en la UE, y en consecuencia, en la OTAN. Crimea, Georgia y Osetia del sur y Abjasia son los más recientes ejemplos. En el conflicto bélico de 2008, Rusia, con las autoproclamadas republicas pro-rusas de Osetia del sur y Abjasia, a pesar de que Georgia continúa como Estado soberano independiente, solicita la integración en la UE y la OTAN, pero sabe perfectamente que, al igual que está sucediendo con Ucrania, su situación estratégica en el Cáucaso le hace una zona vital para los intereses territoriales estratégicos de Rusia, cuestión que lógicamente impedirá ese “cambio de bando” imperialista pretendido por la élites del poder georgianas. La lección de los Estados bálticos ya está aprendida y desde luego, muy difícilmente, la renovada Rusia va a permitir que parte de sus “antiguos” dominios territoriales se vayan diluyendo, incrementado el cerco del imperialismo occidental hacia sus fronteras. Hoy se sabe que las promesas de Bush-padre a Gorbachov de que se respetarían las fronteras vigentes en aquel momento de crisis, y que la OTAN no estaría situada directamente en las líneas de frontera de la antigua URSS, solo fue un “comentarios de sobremesa”. En aquellos momentos de pérdida histórica de poder, en su fase de recomposición política y económica, Rusia tuvo que aceptar cómo los belicistas de Clinton y Bush-hijo expandieran la OTAN hacia el Este, hasta dejar a Moscú a tiro de misil de medio alcance.
Los hechos son los siguientes: la pretendida presencia de la OTAN (ya presente en los Estados Bálticos, Polonia y Turquía), en Crimea, Georgia, Ucrania, y a partir de la crisis militar actual, también con Finlandia y Suecia, significaría. Además el cerco total a la Rusia postsoviética, en fase de recomposición imperial. Ello es claro y evidente, y Rusia está en la obligación de no ceder un palmo más de sus intereses territoriales estratégicos si quiere ser uno de los baluartes imperialistas de este siglo, XXI, y tiene condiciones para ello.

10. La finalidad del imperialismo de los EE. UU. en la crisis ucraniana.
Desde la década de los 90 del siglo XX, en que la URSS se encuentra en una fase de “desguace”, el imperialismo occidental, sobre todo EE.UU. (con sus aliados anglosajones), y Alemania, desde un punto de vista estratégico, aprovecharon aquellos momentos de debilidad de las élites mandantes en la antigua URSS para arrebatarle condiciones materiales de su potencial económico y militar, y que su papel de “rival” esencial desde la II Guerra Mundial, desapareciera en las lucha por la hegemonía mundial. Pero hoy la situación ha cambiado sustancialmente, Rusia se confirma como una potencia imperialista, económica y militarmente capaz de disputar, junto con China, la hegemonía mundial. Por lo tanto, debilitar a Rusia, cercarla militarmente con la OTAN es más parte de la estrategia de debilitar a China, el verdadero rival por el poder mundial de este siglo. Rusia, no solamente es Europa, es Asia, es la antesala de China y el Pacifico (Corea, Japón, India, Australia, etc.).
Para el imperio de los EE. UU. y sus aliados anglosajones, y resto de Europa, en fase de declive histórico, el enemigo principal es la R.P. China, y la crisis provocada en Ucrania no es más que un proyecto de debilitamiento de los posibles apoyos que pueda tener China en un futuro. China tiene la hegemonía económica mundial, pero no la militar. En un enfrentamiento bélico con el imperio occidental, todavía saldría perdiendo, salvo que cuente con una Rusia modernizada económica y militarmente, y eso se pretende impedir.
Los EE. UU. saben perfectamente que mantener el inmenso ejército que tiene desplegado por todo el mundo es algo insostenible en el tiempo, su elevado coste lo hace inviable, cuestión que ni Rusia ni China poseen, pero tampoco sufren ese tremendo gasto. Justamente por ello, los EE. UU. vienen aplicando la política del “caos sostenible” sobre todo en Oriente Medio (Afganistán, Irak, Siria, Libia, Egipto, etc.), cuya finalidad es crear el caos en tales territorios, arrebatárselos a la esfera de influencia de Rusia, para luego abandonarlos, en tal situación de crisis y debilidad, que sus fuerzas armadas puedan entrar y salir de los territorios devastados cuando lo deseen.

Pero persisten dos problemas geoestratégicos: el papel histórico de Israel, como bastión del imperialismo occidental en la región, y Arabia Saudita y Turquía, como “aliados estratégicos” bastante incómodos, y todo ello, con la disputa interimperialista en la zona, con Irán, potencia militar considerable, con posibilidades de armas nucleares, y aliada de Rusia. En este contexto, una Rusia “herida”, acorralada, debilitada puede ser muy peligroso para los intereses del imperialismo occidental en Oriente Medio, pues podría incentivar una acción militar anti-occidental a través de Irán, o incluso en el eje Canarias-Sahara Sahel, o más al sur del continente africano, como Malí, donde Rusia tiene tropas mercenarias (grupo Wagner) haciéndole la competencia a las propias neocolonialistas francesas en la región. De hecho, se están produciendo movimientos “políticos” por agentes de la región, como Marruecos o Israel. El primero, se abstuvo de condenar la agresión miliar de Rusia a Ucrania en la votación promovida por EE. UU. en la Asamblea de N.U. de la ONU del 3-3-22, y que no tenía más sentido que enviar un mensaje a Moscú de “neutralidad”, en un cálculo estratégico que pasa por reconocer la importancia de Rusia en la región, su papel de sostenedor militar de Argelia, y agente con el que contar en la resolución definitiva del conflicto del Sahara. De hecho, Argelia ha comenzado unas arriesgadas operaciones militares con fuego real cerca de la frontera con Marruecos en un claro aviso de que si las cosas se ponen agudas en el conflicto europeo, Rusia apoyaría militarmente un escenario militar en el Sahara en el que Argelia podría, en unos momentos en que cuenta claramente con superioridad militar frente a Marruecos, proceder a la ocupación militar del Sahara, o incluso, entrar en guerra abierta con Marruecos. Respecto del segundo actor, Israel, conocedor de su antagonismo con Irán, no dudaría en hacer desaparecer del mapa a esa potencia nuclear, si tuviera las armas para ello, y Rusia se las proporcionaría en cuestión de pocos días si las condiciones históricas fueran lo suficientemente críticas para su justificación. Ese es el motivo de que Israel fuese precipitadamente a Moscú, en medio de la presente crisis de Ucrania, para “ofrecerse” como intermediario en el conflicto.
 

Por otra parte, queda la posición de la RP China, el gran “rival” del imperialismo occidental y la verdadera razón de la provocación yanki sobre Rusia en el contencioso de Ucrania. Estratégicamente China es perfecta conocedora del plan Biden. China viene estudiando con mucha paciencia la situación pues sabe que el interés occidental es justamente cercar a la R.P. China en su expansión económica, política y militar, finalmente, cuando reúna las condiciones para ello, y sabe también que Rusia es un aliado estratégico, a pesar de sus “diferencias” en el pasado. China es una frontera “segura” para Rusia por el Oeste, pero también lo es Rusia para China por el Este. Y esto es decisivo. Además Rusia posee recursos estratégicos para China, a pesar de las enormes infraestructuras que deberán crearse, pero estamos ya en una nueva época histórica en que grandes cambios se avecinan para todos los actores, sobre todo para Rusia y Europa que tendrán que modificar profundamente sus actuales estructuras de provisión de recursos energéticos. Pero es más, la R. P. China tiene su zona de expansión imperialista de primer orden en sudeste asiático y
en el pacífico, pero antes debe resolver los contenciosos de Corea y de Taiwán. Y, desde luego, una rotura como la provocada en Ucrania (como efecto mariposa), puede tener resultados de “tormenta” en toda Asia. Los planes de rearme japonés, australianos, coreanos del sur, India (azuzada por su anterior imperio colonial, Inglaterra), ya están en marcha. La R. P. China ha pasado de sostener una especie de neutralidad sobre la crisis de Ucrania, a manifestar claramente una posición de apoyo a Rusia, acusando directamente a la OTAN y al imperialismo occidental de la responsabilidad sobre los acontecimientos de Ucrania.

11. Los intereses de los EE. UU. y los de Europa, el papel de Alemania.
Después de la II Guerra Mundial, la potencia imperialista principal del “Eje”, Alemania, cuyos intentos de dominar Europa le vienen desde el momento en que se constituye como Estado nación en el siglo XIX, en que empieza a competir con Inglaterra, en franco retroceso histórico como primera potencia imperialista mundial. Alemania quedó en una situación de derrota aún más humillante con las reparaciones de guerra acordadas en el Tratado de Versalles después de perder la I Guerra Mundial, en 1919. Después de la II Guerra Mundial, Alemania quedó dividida entre los dos bloques imperialistas que iniciarían inmediatamente la guerra fría, el bloque encabezado por EE. UU., y el bloque “socialista”, encabezado por la URSS. Como es conocido, en 1989, con el derrumbe de la URSS se inicia un proceso de recomposición de Alemania, de tal forma que ésta se convierte en la primera potencia económica europea, promotora de la unión europea y con las aspiraciones, de nuevo, de convertirse, mediante la base política y económica de Europa, ahora incrementada, en una renovada potencia imperialista mundial, para lo cual necesita desembarazarse de la presión dominante del bloque imperial EE.UU. y aliados anglosajones (Inglaterra, Canadá, Australia, Sudáfrica). Razones estratégicas de todo orden aconsejan a la “nueva Alemania”, a conformar una alianza estratégica con Rusia, pues ésta ofrece la resolución de muchas de sus carencias “históricas”. Rusia tiene las fuentes de materias primas más grandes del planeta en su inmenso territorio, que son totalmente necesarias para el desarrollo económico de Alemania (y Europa). Rusia es, además, la potencia nuclear más importante, y Alemania no tiene armas nucleares, y Rusia puede servir de “fiel escudero” siempre y cuando sea capaz Alemania de domesticar a ese “oso”, ofreciéndole lo que más quiere Rusia, sentirse parte histórica de Europa y de su propio proyecto imperial. En realidad, ¿la situación en Ucrania perjudica tales proyectos? No está claro. Rusia no ha dejado de suministrar gas a Alemania, a pesar de la crisis, de las condenas y de la ayuda militar alemana, también a Ucrania. Lo decisivo es que Alemania ha declarado, a raíz de la crisis de Ucrania, que se va a rearmar militarmente y así, el Canciller Olaf Scholz, declara la decisión de aprobar un crédito de 100 mil millones de euros para dotar unas modernas Fuerzas Armadas alemanas, al modo de cómo ya lo había hecho Hitler en 1933, y que justamente creó las condiciones del inicio de la II Guerra Mundial. Lógicamente este será solo el primer paso, que seguirá Francia, el otro gran socio de un renovado imperialismo europeo, que ya lo ha declarado, y que serán seguidos de Italia y España. Eso significará un rearme de todos los Estados nación imperialistas europeos, por su propia cuenta, y su previsible posterior integración en una “unidad militar europea”, al margen de la OTAN.

Todo ello nos indica que la crisis de Ucrania significará una aceleración de la historia, de tal forma que los proyectos estratégicos de dominio imperial europeos que se encontraban estancados por razones de tipo económico, coronavirus incluido, verán un impulso incontenible, gracias a que las necesidades bélicas se ponen en primer
lugar en la agenda política a fin de defenderse de la política militar de la Rusia de Putin.


12. Las evidencias. Lo que parece evidente es que, de la crisis de Ucrania, todos los Estados imperialistas de primer orden (EE. UU., Rusia, la UE y China), como los de segundo orden (Brasil India, Sudáfrica, Corea del Sur, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Canadá), e incluso los de tercer orden (Turquía, Arabia Saudita, Pakistán, Israel, etc.), verán una oportunidad de oro de recomponer sus posiciones de poder. Pero esto es un juego de la teoría de suma cero, de tal forma que lo que ganan unos, lo pierden otros. Y en esto reside lo esencial del asunto geopolítico: aquellos que posean las mejores condiciones político-económicas, y especialmente militares, son los llamados a ganar. En el corto plazo, el imperialismo yanki y sus aliados anglosajones, luego los imperialistas europeos, encabezados por Alemania, en tercer lugar, la propia Rusia, que decantará a su favor aliados estratégicos algo titubeantes como China. Pero será al final China la que tenga las mejores condiciones para vencer en la lucha por la hegemonía mundial del siglo XXI. Su economía es la más potente pues existe el hecho incontrovertible que sustentada sobre la base de la esclavitud y de explotación de sus comunidades y de los pueblos
del mundo en que tienen inversiones de capital, ya es la primera del mundo, su sistema político de dictadura de partido único es estable y es la envidia de las élites del poder mundial.


13. La posición revolucionaria. Es una evidencia histórica que las guerras son el origen de los Estados, y en la época de la modernidad, el origen de los Estados nación, así viene sucediendo desde el siglo XVII. Primero surgen los Estados nación modernos y luego, sobre la base de sus respectivos potenciales militares, las potencias imperialistas. La guerra revolucionaria es una excepción en los últimos 300 años. De hecho, de tales procesos revolucionarios, con fundamento también en las acciones militares, cuando han tenido éxito, paradójicamente han finalizado constituyendo también Estados nación, y en su desarrollo dinámico histórico, han devenido en potencias imperialistas tan dictatoriales o agresivas, o más, que las propias de origen en un Estado nación liberal: tales son los casos de Rusia y China.
Siendo esto cierto, no cabe duda de que también de las experiencias históricas debemos aprender estrategias y tácticas que en su momento, de forma transitoria, fueron correctas. Es en este sentido en que debemos estudiar la posición de la izquierda ante las perspectivas de la I Guerra Mundial, en particular la lucha de líneas en el seno del influyente y poderoso PSD de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, y en particular la posición de Lenin, que se enfrenta tanto a Plejanov como a Trotsky. En 1914, el grupo parlamentario socialdemócrata alemán vota el presupuesto de incremento del armamento para la guerra, es decir, la representación de la ideología socialista, “defensora de la clase obrera”, votaba junto a la burguesía alemana para financiar una guerra imperialista de agresión. Ello significó la bancarrota definitiva de la II Internacional, y el hundimiento de una organización política de izquierdas que tenia más de un millón de miembros, 40 diarios, universidades, publicaciones, bibliotecas, y una base de electores en torno a los cuatro millones. Pero es que, además, ello sucede en todos los partidos hermanos europeos, en que los socialistas se hacen patriotas, salvo el caso serbio y el bolchevique (inicialmente, en la posición de Lenin). En Alemania, dentro del PSD, la oposición la sostiene Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, cuestión que les costará posteriormente sus propias vidas. Esta oposición la encabezan con la consigna, tan justa como revolucionaria: “el enemigo principal está en nuestro propio país”. En Rusia, Lenin está completamente de acuerdo con la postura de Rosa y Karl, y los diputados bolcheviques votan en contra de los presupuestos de guerra. Ya en el exilio Lenin precisa la posición bolchevique como “derrotismo revolucionario”, que vendrá a significar la definición del gobierno de cada país como “el enemigo de su propio pueblo”, planteando, en consecuencia, la necesidad de crear una nueva Internacional, y estratégicamente defender la política de “transformar la guerra en guerra civil”. Esa es una posición revolucionaria y correcta. Lenin se enfrenta además con la posición “timorata” (así la calificó) de Trotsky, mayoritaria en el partido en aquellos momentos aún (El Manifiesto de la Conferencia) y su tesis de “rechazar el derrotismo revolucionario y abogar por una paz sin anexiones ni indemnizaciones”. La posición de Lenin era dialéctica y muy acertada, como luego se mostraría en la historia con la toma del poder bolchevique en 1917: combinar el derrotismo respecto de la política militarista del Estado, con la lucha por la paz, mediante la guerra civil y la revolución, movilizando al pueblo para derribar el poder del Estado. Otra cuestión diferente es que el concepto mismo de revolución en Lenin, como posteriormente en Mao, no fuera tan diferente al modelo del imaginario moderno social que se inicia con la Revolución Francesa de 1789, y que degenerara rápidamente en un modelo de Estado nación de capitalismo burocrático y de orden político dictatorial.


Lamentablemente, el momento político e histórico actual es el que es. A la crisis de Ucrania, y la mundial, que ya está en curso, difícilmente se le pueda oponer una política acertada como la de Lenin de principios del siglo XX, sencillamente porque no existe un movimiento político revolucionario capaz de promoverlo e imponerlo en todos los frentes de lucha civil y militar. Únicamente, hoy, podemos hacer referencia a la estrategia puesta en práctica por el movimiento popular de liberación del Kurdistán, bajo la dirección del PKK, y su líder, aún encarcelado Abdullah Öcalan (condenado criminalmente a cadena perpetua en la isla de Imrali desde 1999). La guerra inter-imperialista de Siria iniciada en 2011 significó un ejemplo revolucionario al mundo ofrecido por parte de la estrategia político-militar de las fuerzas populares dirigidas por el PKK en las zonas de presencia kurda, como la conocida revolución de Rojava, creando la región autónoma del Norte y Este de Siria y sus siete cantones con un amplio autogobierno de democracia directa en toda la Siria septentrional: Afrin, Jazira, Manjib, Eufrates, Raqqa, Taqba, y Deir ez-Zor. El pueblo kurdo en armas, con las fuerzas populares militares de autodefensa YPG e YPJ, se enfrentaron con éxito, combinando la guerra contra los enemigos fascistas e imperialistas del Estado Islámico, con la revolución, haciendo realidad la tesis de combinar la guerra popular revolucionaria, con la guerra contra las fuerzas militares fascistas invasoras, creando, al mismo tiempo, un poder popular revolucionario de democracia directa en los territorios liberados.

En la actual crisis de Ucrania, la verdad ha de imponerse por si misma, con independencia de sus resultados. Y si hoy es de menester unas consignas, éstas han de ser:

1º Respecto a la guerra en sí, promover el derrotismo revolucionario en los propios Estados nación, impulsando la revolución mediante la movilización popular del pueblo en armas.

2º. El impulso de la revolución ha de significar la conquista de una autentica soberanía popular sobre la base de la democracia directa, ejercida mediante asambleas omnisoberanas, que garanticen la verdadera libertad, basada en la vida comunal, la economía comunal, la libertad de conciencia y la cultura popular revolucionaria.

3º Es evidente que tales propósitos no son viables en estos momentos si antes no se constituye un auténtico movimiento revolucionario de nuevo tipo, integral, que sea capaz de reunir a los que verdaderamente optan por una salida verdaderamente revolucionaria frente al caos que se avecina, en el Estado español, y en todo el mundo.
 

KL
 

Notas y artículos de interés.
 

-Félix Rodrigo Mora. Comunicado contra la guerra entre los estados de Rusia y Ucrania

-Antonio Hidalgo Diego. Guerra en Ucrania: cambio en la geopolíticamundial
 -Público. La mediación de Israel no consigue resolver la crisis de Ucrania

 -ABC. El día en que Kruschev regaló la península de Crimea a Ucrania DW. Alemania invertirá un fondo especial de 100.000 millones de euros en defensa.

-Prensa Obrera. Los bolcheviques y la Primera Guerra Mundial

-El País. El presidente de China, Xi Jinping, pide “contención máxima”en Ucrania para evitar que la situación quede “fuera de control”
-El País. China insiste en culpar a EE UU y la OTAN de la guerra en Ucrania.
-ECSAHARAUI. Guerra Rusia-Ucrania: El petróleo acaricia su máximo de 2008 y el gas sobrepasa la barrera de los 300 euros.
-NIUS-. Los dilemas de Marruecos ante la guerra en Ucrania.
-La Razón. Expertos militares franceses sitúan a Canarias en el “eje de fricción” entre España y Marruecos
-UFVdu. La Crisis de Ucrania - Florentino Portero
-The New York Times. ¿Qué pasaría en la economía global si Rusia invade Ucrania?
-El Confidencial. Slavoj Zizek. 'Goodbye Lenin' en Ucrania: aceptadlo,izquierdistas, Putin es un nacionalista conservador.
-ESglobal. El Donbás y la geopolítica defensiva de Rusia.
-Negocios TV. Bernardo Navazo: "A Estados Unidos no le interesa Ucrania"
-Diego Ruzzain. Rusia VS OTAN con Santiago Armesilla.       

-Canal YT Santiago Armesilla. Conflicto entre UCRANIA, RUSIA y la OTAN: Análisis actualizado..
-Historia Geopolítica. La Guerra en Ucrania  podría  tener consecuencias globales | -Canal 1. Discurso premonitorio de Vladimir Putin ya advertía de las razones de Rusia para atacar a Ucrania.
-El Bosquejo, Programa 10: Geopolítica en Ucrania, con el Equipo de redacción de Amor y falcata.
-Enrique de Vicente. Coronel Pedro Baños: Ucrania, El Poder y la manipulación.
-Negocios TV. Biden y occidente han tirado un Boomerang que les acaba de impactar en el rostro económico.
-RNE. Dezcallar, CNI: "Putin tiene razones pero no razón"
-El País. Los mapas del inicio de la guerra en Ucrania: la ofensiva rusa hasta el 28 de febrero.
-Portal Libertario OACA. No queremos sus guerras, pero el militarismo es la base del sistema actual.
-Swissino.ch, Australia aumentará sus fuerzas militares en casi un tercio 

-El Confidencial. La lección más amarga sobre Ucrania es que Kim Jong-il tenía razón.
-Política Exterior. Francia-Alemania: un eje crucial pero sin ritmo.
-Política Exterior. Sanciones europeas: mitos y realidades.

-Política Exterior. La nueva Rusia y la ampliación de la OTAN
-Política Exterior. Agenda Exterior: ¿nos equivocamos al dialogar con Putin?
-Política Exterior. El lugar de Rusia en el mundo
-Política Exterior. Rusia siempre quiso la guerra














 








 





jueves, 10 de marzo de 2022

¡AY, UKRANIA!

 

 

¡AY, UKRANIA!

La guerra hoy: de la realpolitik a la welpolitik, o de Guatemala a Guatepeor

 (Descargable en pdf AQUÍ)

 

El conservador príncipe Klemens von Metternich (1773-1859), ministro de Asuntos Exteriores al tiempo que Canciller del Imperio Austriaco, fue el defensor de las monarquías europeas y enemigo de Napoleón I, que a partir del Congreso de Viena y de la derrota en Warterloo del imperio napoleónico a manos de una coalición internacional (1815), propuso la restauración del Antíguo Regimen formulado como “La Europa de Hierro”. Pedía encontrar un método para equilibrar el poder entre los imperios europeos. Fue Otto von Bismarck (1815-1898), artífice de la unificación alemana y figura clave de las relaciones internacionales durante la segunda mitad del siglo XIX , apodado como “el Canciller de Hierro”, quien cumpliera la petición del príncipe Klemens y quien acuñara el término “realpolitik” como método de creación y mantenimiento de un sistema de alianzas internacionales que aseguraran la supremacía y seguridad del Imperio Alemán. La realpolitik como política o diplomacia pragmática”, es decir, basada en las circunstancias dadas en lugar de en principios ideológicos o premisas éticas o morales. Se trataba de buscar la paz equilibrando el poder entre los imperios europeos intentando evitar la carrera armamentística. Pero a principios del siglo XX esta política pragmática fue abandonada y sustituida por la doctrina Weltpolitik: la nueva política mundial iniciada por el Káiser Guillermo II al acceder al trono en 1890, quien tras apartar al viejo Bismarck de la cancillería, se propusiera la construcción de la hegemonía mundial de Alemania. Así se recuperó la carrera armamentística que condujera a la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

La realpolitik tuvo como principal precursor a Nicolás Maquiavelo (1469-1527), autor de “El príncipe” y considerado como fundador del pensamiento político moderno, quien sostenía que todo gobernante (príncipe) debería tener como principal preocupación conseguir y retener el poder para lograr el beneficio de su Estado, obviando las consideraciones éticas o religiosas, por inútiles a esa finalidad. Para Maquiavelo, todo gobernante debía aprender a “utilizar el mal para lograr el bien,” empleando los engaños e intrigas que hicieran falta para no incurrir en las argucias de los Estados rivales. Tuvo como primer alumno al Cardenal Richeliu en su razón de Estado” ensayada durante la Guerra de los Treinta Años (1618–1648), definida como guerra religiosa entre católicos y protestantes- la guerra más letal de la historia europea hasta la I Guerra Mundial -, en la que lo religioso actuaba de coartada para motivaciones más relacionadas con el poder político que con la religión. Al poco fue convertida en conflicto internacional de intereses netamente políticos Esta guerra supondría la decadencia del Imperio Español y dejó una Europa arrasada, abriendo paso a la configuración de una nueva geopolítica mundial.

Pero lo cierto es que mucho antes que Maquiavelo, el estratega militar chino Sun Tzu (544-496 aC) y el historiador griego Tucídides (460 -395 aC) son hoy considerados como los más antiguos precursores de la realpolitik, al coincidir en que los mandatos éticos y religiosos de sus respectivas culturas eran inútiles para explicar o asegurar el éxito político”. En alemán, el término realpolitik es frecuentemente utilizado para distinguir las políticas modestas (realistas) de las políticas exageradas. Hoy en día, a la parte “realista” de un partido o ideología política no le importa ceder en algunos de sus principios, si es necesario, con tal de conseguir cierto progreso en otros considerados más importantes; mientras que los sectores más “fundamentalistas” evitan ceder en sus principios aunque esto suponga renunciar a posiciones que les permitan influir en su desarrollo o en la toma de decisiones.

El pragmatismo es entendido hoy como corriente filosófica centrada en la vinculación entre práctica y teoría, describiendo el proceso en el que “la teoría se extrae de la práctica y se aplica de nuevo a la práctica para formar lo que se denomina práctica inteligente”. Posiciones características del pragmatismo, incluyen el instrumentalismo, el empirismo radical, la relatividad conceptual y el fabilismo. Para esta corriente la filosofía ha de tener en cuenta los métodos y conocimientos de la ciencia moderna, siendo su idea axial “la redención de las ideas de verdad, bien o belleza en la filosofía postkantiana”. Según los pragmatistas, si bien el conocimiento objetivo podría ser imposible, “se puede redefinir la verdad como aquello que funciona desde nuestra limitada forma de experimentar la realidad”.

Charles Sanders Pierce describió el pensamiento de la escuela pragmatista con esta máxima : “Considera los efectos prácticos de los objetos de tu concepción. Luego, tu concepción de esos efectos es la totalidad de tu concepción del objeto”.

El realismo geopolítico, desarrollado en general en Alemania, Gran Bretaña y los Estados Unidos como respuesta al idealismo político, percibe al Estado como entidad suprema, siguiendo la estela antígua del pensamiento político de Sun Tzu, Tucídides, Maquiavelo y del más cercano Thomas Hobbes, cuya concreta propuesta es dejar atrás el estado de naturaleza y producir una sociedad-Estado como “red de seguridad”, que percibe al Estado como una entidad suprema y de máxima relevancia.

Para esta corriente de pensamiento el elemento conductor entre la razón y los hechos es “el interés definido en función del poder”; y éste es el principal indicador de la política internacional, que permite hacer una relimitación de lo político que permitiría pensar que un estadista piensa y actúa en el marco del interés definido como “acrecimiento del poder”. Refiere a que las motivaciones del estadista y sus inclinaciones ideológicas son inútiles para definir la política internacional. Supone que las buenas intenciones tampoco justifican, ni moral ni políticamente, la satisfacción de las políticas, porque el interés que determina la acción política es coyuntural y relativo, depende siempre del contexto político, económico y cultural.

El realismo político clásico entiende que la política posee leyes invariables enraizadas en la naturaleza humana, donde el ansia de poder para alcanzar intereses variables es muy amplia y muy fuerte. Hace un cálculo racional de costes y beneficios para la política nacional, en la que el Estado se sitúa como estructura que trasmite su necesidad de poder a las relaciones internacionales, que serán más o menos conflictivas en función de las características internas de cada Estado. Supone que el mundo esta políticamente organizado por Naciones y, por ello, “el interés nacional“ es el elemento clave, y para ello surge el Estado-Nación. El mundo está formado por Naciones que compiten entre sí y se enfrentan por el poder, todas las políticas exteriores, de todas las naciones, refieren a su propia supervivencia y de ahí surge el patrón Estado: “para proteger la identidad física, política, y cultural, frente a la amenaza constante de las demás naciones”, por lo que la relación entre interés nacional y estatal, entre Nación y Estado, es así explicada como producto histórico y como un Todo”. La relación entre Estados-Nación no es benévola, sino egoísta y competitiva, asume que el sistema internacional es anárquico, en el sentido de que no existe ninguna autoridad por encima de los Estados-Nación. Así mismo, el realismo político clásico parte de considerar la primacía de la soberanía del Estado-Nación, no de las instituciones internacionales, de las ONG o de las corporaciones multinacionales. Para el realismo político, el Estado-Nación es el principal actor en las relaciones internacionales, cada Estado es un actor “racional” en el sentido de que actúa siempre según sus propios intereses, siendo el objetivo principal de cada Estado garantizar su propia seguridad. Y buscando esta seguridad los Estados intentan acumular el máximo de recursos a su disposición, de modo que las relaciones interestatales estén condicionadas por su relativo nivel de poder, a su vez determinado por sus propias capacidades económicas y militares, porque piensan que “todos los Estados son inherentemente agresivos”, que su expansión territorial es la propia de su condición estatal y que solo queda limitada ante el poder superior de otros Estados.

Pues bien, tras la Segunda Guerra Mundial, surgió una nueva escuela, el realismo estructuralista o neorrealismo, siguiendo la tradición americana de las ciencias políticas, que vino a redefinir la teoría realista como una ciencia positivista que incorpora el concepto de “estructura política dentro de la idea de la anarquía de los Estados-Nación”. Es un modelo sistémico en contraposición a una explicación reduccionista, un modelo para el que existe una primacía de los condicionantes impuestos por la estructura internacional; excluye los factores internos para simplificar la teoría y se centra solo en las grandes potencias, donde hay más interés de actuar internacionalmente. Es un modelo explicativo donde la variable independiente sería la distribución de capacidades y la variable dependiente sería la estrategia adaptativa de los Estados, es decir, su capacidad para la emulación, para la innovación y para el equilibrio de poder. Se impone el enfoque de “realismo defensivo”, cobrando importancia el equilibrio ofensivo-defensivo, cuya balanza puede oscilar de un lado a otro dependiendo de factores como la geografía donde tengan lugar las ofensas y las defensas, si hay recursos de interés para el agresor, su capacidad tecnológica y, sobre todo, la fuerza militar de los ejércitos. La presencia o ausencia de Estados agresivos, que puedan iniciar conflictos bélicos, resulta trascendental. En general, los Estados prefieren mantener el status quo y apuestan por el equilibrio de poder, para no estar en continuo enfrentamiento o bajo amenaza, lo que supone un gasto interminable en defensa y seguridad. La conquista militar ya no es rentable y los Estados agresivos son una anomalía. Hasta hace apenas unos días (estallido de la guerra en Ucrania), la amenaza parecía provenir solo de grupos reducidos, terroristas, no de los Estados. El realismo defensivo entiende que la agresividad contiene a los rivales y suscita el apoyo de terceros. Se produce a consecuencia de la ambición de las élites políticas y económicas y sostiene que la conducta de los Estados que pueden contrapesar al agresor está condicionada por la percepción que tienen sobre éste, estando condicionada su defensa y su protección a la proximidad geográfica de un Estado económica y militarmente más poderoso con intenciones ofensivas. El realismo ofensivo es un enfoque estructural referido a todas las grandes potencias. Estas potencias poseen capacidades ofensivas y pueden perjudicarse entre sí porque no se contentan con un nivel adecuado de poder, y porque su expansión y supervivencia son sus principales e inseparables objetivos.

Como decía Miranda E. Carlos en “Hobbes y la anarquía internacional“ (1984), con referencia al realismo neoclásico en auge: “Los actores, tanto en las relaciones internacionales como en el estado de naturaleza, se hallan en un estado de guerra al menos potencial, de todos contra todos. La competencia, la desconfianza, la búsqueda de gloria, están en la base de la política exterior de todos los Estados. Las consideraciones morales (…) son siempre secundarias ante el “interés nacional”. Las proclamas de comportamiento moral en asuntos internacionales son, en su mayor parte (…) retórica o hipocresía.”

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¡Ay Ucrania, ay la paz! Me diréis que ahora lo importante es detener la guerra y tomar partido por los agredidos. Yo digo que siempre hay que ponerse del lado de los agredidos, de las víctimas, pero también digo que a quienes dirigen la guerra a uno y otro lado les da igual el partido que tome yo o quienes lean ésto que escribo. Decidirán lo que convenga a sus propios intereses, no lo que convenga a los que combaten, ni mucho menos a nosotros, espectadores de la guerra ahora emplazados a opinar y tomar partido.

A nosotros, a los no propietarios ni gobernantes de ningún Estado, a los que siempre acaban poniendo los cadáveres en todas las guerras, nos han hecho creer que el Estado es una invención moderna y asociada al “progreso” de forma natural; que en Europa, con la firma de los tratados de la Paz de Westfalia (1648), los que pusieron fin a la guerra de los Treinta Años en Alemania y a la guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos, quedaban consagrados los principios de soberanía territorial, de no injerencia en asuntos internos y el trato de igualdad entre los Estados al margen de su tamaño, de su riqueza económica y de su fuerza militar. Pero la Historia oficial que nos enseñaron en las escuelas y universidades desprecia su propio método científico cuando ignora el germen milenario del Estado, ignora su existencia de más de 5.000 años y, de paso, intencionadamente, evita identificar el rol histórico del Estado como guardaespaldas ancestral” de las oligarquías que se hicieron propietarias de la Tierra y gobernantes de las sociedades humanas desde tiempos inmemoriales

Primero fue la Propiedad y luego, en consecuencia, sus Estados y sus Guerras. Fue la apropiación de la Tierra y del Conocimiento (por entonces representado por chamanes y sacerdotes), lo que enseguida necesitó de la Fuerza para perpetuarse, y lo hizo, como Estado, apenas surgieron las primeras ciudades a partir de la invención de la agricultura y la consiguiente acumulación de tierras y excedentes en propiedad. Karl Marx no pudo imaginar que su teoría de la acumulación primitiva pudiera llegar a ser tan acertada desde la perspectiva histórica actual, tras el fracaso de la moderna revolución proletaria, precisamente ahora, cuando la evolución histórica ha situado a nuestra especie al borde de un abismo existencial. Es, pues, equívoca y distractora la teoría histórica que sitúa el origen del capitalismo en la modernidad, ocho milenios después de su germen neolítico, tras la apropiación privada o colectiva de la tierra, y su automática conversión en mercancía. Pienso que hoy Marx comprendería que el Estado es posterior, y consecuencia por tanto, de aquella apropiación o robo primitivo de la Tierra Común. Puede que llegara a comprender que sus directas secuelas fueran los “derechos de herencia y patriarcado”, instrumentos igualmente genuinos, consecuentes y constituyentes de todos los Estados; ahí es donde se encuentra la explicación de su innata voluntad acumulativa y expansionista, colonial, guerrera y depredadora al cabo. Ni la Propiedad, ni sus Estados, pudieron tener nunca verdaderos amigos, como mucho solo socios, aliados coyunturales en el mismo Negocio de la propiedad, la producción y el mercado, asignando al resto – a la mayor parte de la sociedad – el rol de súbditos, productores/explotados cuando no esclavos, al tiempo que clientes/consumidores.

En paralelo, mercado y guerra. Cualquiera puede comprender que la competencia en los mercados es paralela a la guerra en los campos de batalla. La Propiedad enviará a sus Estados a la guerra cuando en ello vea posible hacerse con el monopolio de los mercados. Si hiciera falta, no dudará en sacrificar a sus súbditos, ni siquiera a sus propios socios.

No pudo imaginar Karl Marx que la Propiedad de la Tierra pudiera llegar a desvelarse hoy como auténtico pecado original” de la especie humana, el que sirviera para institucionalizar el patriarcado y la esclavitud, así como una sofisticada división social por el trabajo, además de desencadenar la envidia, por la propiedad y por el poder, conceptualizada como lucha de clases. Hoy, como siempre, lo esencial de cada Estado, su razón de ser, es su Fuerza armada, imprescindible para la defensa de los derechos de propiedad, de patriarcado y de clase, para su imperiosa necesidad de conservar el monopolio de la violencia, junto a su innata vocación colonial-imperial. La Fuerza armada de los Estados incluye a las Policías como al conjunto de instrumentos legales e institucionales que sirven para legitimar elstatus” totalitario que hace posible el control de las sociedades contenidas en cada Estado, alumbradas y bautizadas por el propio Estado como “Naciones”. La Fuerza armada es, pues, el instrumento cohercitivo, disuasorio y represivo imprescindible ante cualquier eventual rebelión social, como es el instrumento militar necesario para la conquista de nuevos territorios y poblaciones, de nuevas materias primas y nuevos mercados. La Fuerza armada se dice “instrumento de paz” cuando logra superar a la Fuerza de los Estados con los que compite por la supremacía económica, territorial, militar. Todos los imperios económicos lo son, sobre todo, por la supremacía de la Fuerza militar que sostiene a su potencia económica. La Propiedad y sus Estados no conocen otra lógica.

El Estado es condición existencial de la Propiedad y el Gobierno, implica un orden social necesariamente jerárquico, organizado en clases sociales incompatibles con cualquier forma de democracia real o autogobierno en asamblea de pares. De ahí que la expresión “Estado Democrático” sea un oximorón, algo imposible. Por eso que se defina más frecuentemente como “Estado de Derecho”, si bien sabemos que tal “derecho” se refiere a la apropiación oligárquica de la tierra y el conocimiento. La democracia genuina no admite grados, no puede ser incompleta ni representativa, la democracia solo puede ser sin clases y en modo completo, o sea: autogobierno en asamblea de iguales, o no es democracia.

En todas las guerras los muertos y heridos los pone la gente del Común, en ningún caso los ponen las oligarquías propietarias o gobernantes. El Común queda repartido entre los dos frentes que combaten en una guerra y entre sus respectivas retaguardias civiles, de familiares, vecinos y amigos. El Común está por construir, será la clase social única y universal del próximo futuro a condición de lograr la disolución del orden jerárquico impuesto por las oligarquías propietarias y gobernantes, mediante la abolición definitiva de sus instrumentos de dominación, la Propiedad y sus Estados. Seguiremos por un tiempo, cada vez más breve, imaginando revoluciones y futuros diferentes, que no dejarán de ser ficción, literatura, representaciones o mapas-esbozos de la realidad, pero no la realidad necesaria a la dignidad y supervivencia de nuestra especie. La división en clases sociales es la razón original de todas las guerras, ya pasó el tiempo en que una clase social, la proletaria, se propusiera a sí misma como clase social universal y única, porque fracasó en su intento igualitario, dejándose dirigir por vanguardias que la traicionaron. Ahora hay que llamar a todos los socialistas, comunistas, anarquistas y ecologistas conscientes y honrados, a construir juntos el Común, la clase única del Nuevo Tiempo que ya barruntamos, la humanidad empática, ecológica y fraternal que quiere ser usuaria del mundo y renuncia a ser su propietaria, la que quiere autogobernarse comunalmente, en comunidades convivenciales fundadas a partir de un Pacto del Común, formando mancomunidades y redes confederales en todas las escalas territoriales, compartiendo los universales y naturales bienes de la Tierra y del Conocimiento. Nunca podrán desaparecer los conflictos que son inherentes a las diferencias y a las relaciones sociales, pero cabe pensar que se puedan resolver mejor en un sistema democrático y universal de paz, y no necesariamente con violencia, destrucción y muerte. No cabe pensar otro futuro que un sistema global de paz entre individuos y sociedades. Y entre nosotros y la Naturaleza de la que somos parte, porque destruir la Naturaleza significa nuestra propia extinción como especie, lo que hoy presentimos como nunca sucediera en la historia de la humanidad. Puede que todavía estemos a tiempo de evitarlo, dependerá del tiempo que tardemos en comprenderlo y en ponernos a ello, antes de que el camino sea irreversible.

¿Estrategias de paz basadas en la Fuerza? Podemos seguir dejando el diseño de la sociedad futura en manos de los “expertos” en Geopolítica, para que puedan seguir decidiendo por nosotroslas mejores estrategias para la paz, basadas en la Fuerza”, en el arte de la guerra y en la supremacía, al cabo, de la “racionalidad” propietarista, estatal, nacionalista. Podemos sentir desesperación e impotencia ante la agresión de Ucrania por el Estado ruso. Que nadie dude que ni nuestra opinión, ni nada de lo que podamos sentir ante esta barbarie, será tenido en cuenta por los Estados en conflicto. Podemos darle todas las vueltas que queramos, pero en todo caso solo llegaremos a conocer algunas claves de esta guerra si comprendemos que EEUU y China son los Estados contendientes en la sombra y los únicos beneficiarios de esta guerra, mientras que la gente del Común se mata entre sí, a uno y otro lado de la frontera. Sabed que no hay camino más contrario al de la paz que el de la racionalidad nacionalista y guerrera en esencia, en ésta como en todas las guerras.

El Estado lo pretende, pero no es la sociedad. La cuestión fundamental es que los Estados no defienden a la población en general, sino a sus estructuras: ejércitos, policías, jueces, políticos y demás funcionarios que operan en un determinado territorio nacional-estatal, protegen en todo caso a la “nación” de propietarios, gobernantes y funcionarios de todo tipo. La “razón de Estado” es su prioridad, el interés de la sociedad es secundario, supeditado a la conveniencia abstracta del Estado, que no puede ser otra que la de su clase propietaria y gobernante, la de perpetuar su poder. Así no puede darse una democracia, ni siquiera formal. Los representantes de los partidos políticos, formen parte o no del Gobierno, obedecen en primer lugar a la razón de Estado y de esta manera la democracia queda siempre “pendiente”, evitada y supeditada a la voluntad política de quienes organizan y dirigen a la sociedad. Si los individuos y los pueblos están “despolitizados” no es porque no les interese la política, que también, sino porque hemos sido acostumbrados a actuar como irresponsables, a fiarlo todo a unos representantes a los que mantenemos con los impuestos pagados al Estado, unos representantes a los que no conocemos más que de verlos en la televisión, de cuyas verdaderas intenciones nada sabemos. Las estatales “naciones” las forman hoy mayorías irresponsables y mediocres, por su falta de interés por todo lo que les conciernen y que afectará irremediablemente a sus vidas. Por dejar en otras manos su propio destino.

Militarismo, nuevo virus, nueva pandemia. En apenas una semana, hemos visto surgir una “nueva Europa” a partir de la decisión del estado alemán de dotar a su ejército de un fondo extraordinario de cien mil millones de euros. Las sanciones golpean ya a millones de personas en Rusia y encaminan a la precariedad más absoluta al menos a treinta millones de trabajadores a uno y otro lado de las fronteras en guerra. Putin retoma la ofensiva en Ucrania y amenaza con apuntar hacia Europa sus fuerza nuclear. La UE se entrega al militarismo y frente a la barbarie en marcha, y a pesar de la invisibilización mutua de la propaganda de guerra por ambos lados, aparecen las primeras chispas de resistencia al militarismo: madres de soldados, jóvenes, desertores… aunque solo sea una chispa esperando prender entre la gente del Común a ambos lados de la frontera.

Ya dije que las más perjudicadas por esta guerra son, sin duda, las poblaciones ucranianas y en segundo lugar las rusas y europeas, mientras que los únicos beneficiarios serán a la postre las dos grandes superpotencias comerciales y militares, EEUU y la República Popular de China. Pero conviene matizar algunos detalles que expresan las muchas contradicciones que dibujan el contexto geopolítico de este conflicto:

1. Ucrania no es un estado miembro de la Unión Europea y, por tanto, ningún “patriota” ucraniano puede atribuirse la representación de Europa, no puede decir que lucha “por la libertad de Europa”, porque las poblaciones de Ucrania no son más europeas que las rusas.

2. La UE no es Europa, del mismo modo que los EEUU no son América, ni España es Iberia. Europa no es un continente, es la parte más occidental de un inmenso continente euroasiático. La UE es un bloque de estados, un protoimperio en construcción liderado por el estado alemán; la UE es un imperio fallido, cuyos estados miembros, para entenderse entre sí hablan una lengua “extranjera”, la inglesa y propia del antiguo imperio británico, ahora integrado en el imperio USA.

3. Ucrania es el territorio poblado por comunidades eslavas contenidas en un Estado-Nación. Como España es una parte del territorio peninsular habitado por comunidades ibéricas igualmente contenidas en otro Estado-Nación. Iberia es el nombre de esa península, la más meridional del continente euroasiático, no existe un continente europeo. Que los habitantes de Ceuta y Melilla tengan cultura hispanoeuropea no elimina su condición natural de ciudades africanas, ni su condición histórica de colonias del Estado español. Y es así de igual manera que las islas Canarias son un archipiélago africano por razón geográfica y que, por razón política, son una colonia del caduco imperio español. Es así por lo mismo que la ciudad de Gibraltar es una colonia inglesa, situada en la geografía ibérica como consecuencia de una conquista militar, como todos los casos anteriormente citados.

4. La cosmovisión capitalista del mundo tiene por ideal el Monopolio de los mercados respaldado por la fuerza militar de los Estados, por lo que todo Estado es militar, imperial y colonial en potencia. Los Estados que no logran el status de imperio no es porque no quieran, sino porque no cuentan con la suficiente fuerza económico-militar para lograrlo.

5. Las guerras siempre son conflictos entre Estados, no entre pueblos. Los “ejércitos populares” no existen, todos los ejércitos son apéndices de un Estado, son su brazo armado. Los militares son profesionales de la guerra y todos son funcionarios contratados por los Estados. Pero no entenderemos nada sin discernir la función histórica de los Estados y su directa relación con el interés económico de las oligarquías nacionales que dictan la política de cada uno de los Estados. Sin ese punto de partida no entenderemos las contradicciones que son constitutivas de los Estados, que por una parte comparten y colaboran en una misma defensa global del Mercado, mientras que cada oligarquía nacional, por la propia dinámica competitiva del orden capitalista, está necesariamente abocada a librar una brutal competencia con otras oligarquías nacionales, que fácilmente puede derivar en conflicto armado, entre estados “guardaespaldas” obligados a competir por ampliar sus mercados y territorios, en defensa de sus respectivas oligarquías nacionales. Lo vemos a pequeña escala en el comercio, incluso local, en el que dos comercios próximos pueden forman parte de una misma asociación empresarial al mismo tiempo que harán todo lo posible por arruinar a la competencia, o bien para integrarla en el propio negocio y así lograr su ideal capitalista: el Monopolio. Monopolio es a Negocio lo mismo que Estado o Imperio es a Guerra o Política; se le puede dar todas las vueltas que se quiera, sin posibilidad de encontrar otra explicación que no sea ficticia. Y de igual manera podemos apreciar esta misma dinámica en la competición política entre partidos: todos contra todos, derechas contra izquierdas, aunque todos formen parte del mismo Negocio, cada cual lucha por su cuota electoral creando su clientela con las mismas técnicas de marketing que una marca comercial, todos persiguiendo el mismo ideal que éstas, la mayoría absoluta, es decir, el absoluto control del mercado electoral, o sea: el Monopolio.

6. El Estado milenario. Si durante los casi seis mil años que tiene la historia del Estado, la expansión territorial ha sido su dinámica propia, identificada con la expansión económica-mercantil, la tecnificación financiera de las transacciones económicas en la reciente globalidad capitalista ha cambiado radicalmente estas dinámicas, de modo que la conquista y ocupación de territorios ajenos ya no es condición necesariamente asociada a la conquista del Mercado; es condición ideal, conveniente, pero no necesaria; ahora al imperio le basta una relación de vasallaje al modo feudal. A los modernos estados imperiales el dominio financiero del Mercado les permite, de facto, la automática sumisión económica, política y militar de los Estados subordinados, generando una relación de vasallaje similar a la feudal, como es el caso del Estado español y los europeos respecto del imperio USA. Pero este proceso es similar en torno a todos los estados con ambición imperialista en el actual contexto geopolítico de la globalización capitalista, en el que se está conformando una nueva geometría de bloques imperiales, actuando China y EEUU como núcleos aglutinadores de todo este proceso, que de no romper con su inercia histórica, acabará resolviéndose en una lucha a muerte por el Monopolio, razón que nos permite barruntar malos tiempos, hasta poder decir que suenan tambores de guerra y que a comienzos del siglo XXI el mundo huele a Tercera Guerra Mundial.

7. Todo ejército es estatal y su función es militar en esencia, guerrera al cabo, sea en forma agresiva o defensiva. Pero una cosa es la narrativa estatal que justifica la existencia de los ejércitos en la necesidad de autodefensa y otra cosa es la realidad: una vez que se tiene la Fuerza, se puede justificar la agresión justificándola como defensa propia, cuando no como “guerra preventiva”, ante una potencial agresión. Entiendo y justifico el derecho a la autodefensa, tanto personal como colectiva, pero es irracional admitir el derecho a la agresión como está sucediendo ahora mismo, en Ucrania. Al protoimperio ruso no le vale ninguna justificación. Como tampoco valían en el caso de las flagrantes agresiones ejecutadas por EEUU y su OTAN en la última historia. Es fácil de imaginar la reacción de EEUU si, por ejemplo, México permitiera la instalación de misiles rusos en su territorio, junto a la frontera de EEUU. ¿Alguién se acuerda de la crisis de los misiles rusos en Cuba y sus consecuencias?...pero aún siendo esto así, siendo tan cínica como vergonzosa la sumisión europea al poderío imperialista de USA, sigue sin estar justificada la agresión del ejército ruso a la población ucraniana.

8. La OTAN, capitalismo contra capitalismo. Siguiendo su propia lógica existencial, la OTAN debió disolverse tras el desmoronamiento de la Unión Soviética. Pero lejos de eso, siguió expandiéndose forzando un innecesario acoso y humillación al Estado ruso, un estado tan capitalista como todos los asociados a la OTAN. No estamos ante un conflicto entre dos bloques ideológicos antagónicos, como sucediera en el periodo de la Guerra Fría, ahora ambas partes comparten la misma ideología y estamos, por tanto, librando una guerra de fondo entre bloques capitalistas que pugnan por el Monopolio a escala del Mercado global, en una lucha a muerte por las últimas reservas de materias primas que restan en un planeta esquilmado. El peligro es máximo, como nunca antes lo fue, porque estamos asistiendo a una nueva conformación de los bloques en liza, determinado por la decadencia del imperio USA en paralelo al auge del imperio chino, lo que anuncia una lucha en la que a los dos imperios contendientes les interesa la guerra y consecuente ruina del contrario, a condición de que suceda lo más lejos posible de sus respectivos territorios y, en todo caso, como siempre, a condición de que los muertos los pongan los “otros”, o sea, los pueblos o gente del Común.

9. La Madre Rusia. Acabo de leer el nuevo libro de Carlos Taibo, “Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío”, publicado en enero de este mismo año, antes de que estallara la guerra en Ucrania. En este libro nos desvela el autor a un viejo Marx interesado por el movimiento de los naródniki, el movimiento de los campesinos rusos autoorganizados como comunas rurales y enfrentados a los kulàks, los propietarios de las tierras. Este libro analiza la deriva del pensamiento marxiano en sus últimos años, acerca de realidades sociales que para él eran nuevas, proponiendo un debate sobre el desarrollo histórico de las formaciones sociales premodernas o precapitalistas, lo que en palabras de Shanin, serían las “tradiciones revolucionarias vernáculas, producto singular de las sociedades nativas”. Carlos Taibo le reconoce a Marx el propósito sincero de aprender de estos movimientos populares y de abrir nuevas perspectivas a su pensamiento, un nuevo Marx que protestaba contra la mecanización, la racionalización abstracta, la reificación, la disolución de los lazos comunitarios y contra la mercantilización de las relaciones sociales. De tal manera que le plantearon a Marx “problemas teóricos y prácticos muy serios”, que tiempo atrás había despachado, ligeramente, con Proudhon y Bakunin. El movimiento de las comunas rurales rusas fue, según dice el autor del libro, una especie de socialismo agrario construido sobre entidades económicas autónomas, entre varios pueblos, enlazados en una Federación que sustituía al Estado. Su primera organización surgió en la década de 1860 con la denominación de “Tierra y Libertad”. Al parecer, los naródniki pensaban que el socialismo no era necesariamente, como sí pensaba Marx, resultado del desarrollo industrial, y compartían el mismo propósito general de derrocar a la monarquía y al sistema de propiedad, para distribuir la tierra entre los campesinos, pero...al mismo tiempo, contradictoriamente, pensaban que el campesinado no conseguiría la revolución por sus propios medios, que la Historia sólo podía ser hecha por héroes, personalidades destacadas “que guiarían a los campesinos hacia la revolución”. No era la primera vez, ni el primer lugar donde ésto ocurría, esta pasividad, este miedo a la libertad y a la responsabilidad que conlleva, ésto ya sucedió en Iberia, a las comunidades campesinas de la Alta Edad Media. Pero es de agradecer esta referencia a las comunas rurales rusas en este momento en que la Madre Rusia anda nuevamente perdida en su propia nostalgia, desesperada por reencontrar su alma zarista, de estado imperial...y así no puede imaginar siquiera otro camino que no sea el de la guerra.

10. Encrucijada existencial, entre la empatía y la entropía. Pasará la guerra de Ucrania, perdurarán por un tiempo sus graves secuelas y seguiremos atrapados en la misma encrucijada, entre dos direcciones opuestas e imposibles de conciliar, porque se excluyen mutuamente. Lo más cierto es que ya nada será igual.

Estamos entrando en un Tiempo Nuevo, con dos posibles comienzos: uno ya condimentado, como reinicio capitalista, “verde y revolucionario” y con guión ya marcado: Agenda 2030, Green New Deal, cuarta revolución industrial, inteligencia artificial, subcontrata de la propiedad, de la producción y del trabajo bajo el Monopolio del Acceso, Estado difuso y Eugenesia “humanitaria”.

Y otro comienzo, también necesariamente revolucionario, y también en ciernes, pero mucho más atrasado, emplazado a resolver la ecuación paradójica que conforman la empatía y la entropía: paz o guerra, extinción o naturaleza, Estado o Comunidad, ser o no ser.

Que yo sepa, no hay otra.