El 1% de la población concentra el poder económico y
político. Ellos van a ganar las elecciones. Ellos son los responsables del
capitalismo neoliberal, el actual sistema económico y político que nos conduce aceleradamente
a la ruina moral y material, al desastre social y ecológico. Ha tenido que
suceder una crisis tan brutal como la que estamos viviendo para abrir los ojos
y darnos cuenta de que nosotros, la gente que vive de su trabajo, los
empleados, los parados, los autónomos, los pequeños empresarios, los jóvenes
sin futuro, los desahuciados, los jubilados y pensionistas…somos el 99% y, por
tanto, somos quienes deberíamos decidir qué economía y qué política
necesitamos. Nosotros, el 99% de la población, somos víctimas de un sistema que
no es el nuestro sino el suyo, porque lo han diseñado para su propio beneficio,
para conservar su poder. El verdadero poder trabaja en la sombra, controlando
los mercados financieros, los bancos, los paraísos fiscales, la inmensa mayoría
de los medios de comunicación, las grandes industrias de la energía, de la
alimentación y de la guerra, las grandes multinacionales que se reparten el control y dominio del
mundo.
Para lograr sus objetivos, el verdadero poder necesita de una clase política sumisa y sin
principios, que trabaje a su favor, que comparta sus objetivos y defienda sus
intereses. Por eso vemos cómo la mayoría de los políticos de alto rango son
premiados con altos cargos en la banca y en las grandes empresas, mientras que
los demás se dedican a medrar
políticamente, a fin de conservar su empleo y, no pocos, a choricear en chanchullos de corrupción. La
corrupción es moneda corriente en la falsa democracia que se ha impuesto en el
mundo, porque la corrupción es innata, constitutiva del propio sistema, porque
sin corrupción no podría darse la concentración del poder en manos del 1%.
El sistema capitalista necesita hacer crisis periódicas
para reajustar sus beneficios, para solucionar su caos financiero, sus chapuzas
económicas, a costa de la gente que trabaja. Nuestra precariedad está
planificada, ellos la necesitan para equilibrar su cuenta de beneficios…y así
hasta la próxima burbuja, hasta la próxima crisis. Hasta ahora las habían
controlado más o menos, pero esta crisis actual se les ha ido de las manos,
como era previsible, como es natural en un sistema económico que es caótico,
acientífico, chapucero y, sobre todo, inmoral,
porque ignora el principio básico de la dignidad humana.
En España tenemos y padecemos una versión especial de esta
crisis global. Y dentro de unos días tendremos unas elecciones generales en las
que, de cumplirse las previsiones de las encuestas de opinión, vamos a ser
testigos del resultado electoral más absurdo de nuestra historia: los electores
van a echar del gobierno a un partido “de izquierdas” (¡¿!) por haber hecho una
política de derechas. Y lo van a sustituir por un gobierno conservador, que va
a hacer políticas más de derechas que el anterior. De donde se deduce que el
absurdo, como la corrupción, también forma parte del sistema capitalista.
Probablemente no lleguemos a tiempo, probablemente el
absurdo sea inevitable una vez más. Pero a los conciudadanos que lean ésto, les
ruego un pequeño extra de reflexión ante las próximas elecciones: no podemos
seguir votando a los partidos que son responsables de la crisis, no podemos
seguir siendo cómplices pasivos de un sistema manipulado por el 1% contra los intereses del 99% restante.
Creo que para el 99% (los empleados, los parados, los
autónomos, los pequeños empresarios, los jóvenes sin futuro, los desahuciados,
los jubilados y pensionistas,…) sólo existen dos opciones coherentes ante las
elecciones. La primera es la de no votar, mostrando así una oposición frontal al sistema económico capitalista y a
su sistema político, la falsa democracia parlamentaria; la otra opción es votar a aquellos
partidos cuyo programa más
se aproxime a las dos propuestas que han unido en la calle a millones de
ciudadanos de todo el mundo: 1.Que la crisis la paguen quienes la han causado (y
si no alcanza, que empiecen a pagar los ricos). 2. Que la democracia sea de verdad (o sea: económica, social y
política) y no un paripé cada cuatro años.
A quienes estamos en la izquierda social, la abstención, cuando menos, nos deja la conciencia tranquila; si bien, es verdad que para que
llegara a ser un éxito, tendría que ser mayoritaria... entonces el sistema se tambalearía, porque se quedaría sin legitimidad.
La segunda opción, la de votar a los pequeños partidos de
la izquierda institucional -hoy dividida y desorganizada-, tiene muy pocas
posibilidades de hacerse un hueco entre los dos partidos gigantes que acaparan todo
el poder político (PP-PSOE) al servicio del 1% que les da sustento y que tiene
el poder principal, el económico.
Total que, como de todos modos va a ganar el 1%, mejor
darse el gustazo de no votar. Todavía es pronto para el cambio global, pero con
una abstención masiva estaríamos más cerca. Por tanto, en apelación al sentido
común, lo razonable es abstenerse de
votar y, en todo caso, poner la vista y la energía más allá del 20N.
3 comentarios:
Te recomiendo leer el artículo "La encrucijada electoral del Movimiento 15 M" de Andrés Herrero:
http://www.kaosenlared.net/noticia/encrucijada-electoral-movimiento-15-m
Y por cierto, ¿conoces este partido?:
http://www.votoenblancocomputable.org/
Exactamente, para no votar, nmejor votar a un partido de voto en blanco y si que queden los escaños vacios.
Creo que participar en estas elecciones con un partido de escaños vacíos es un error estratégico, porque el movimiento 15M no ha madurado lo suficiente -¡han pasado sólo 5 meses desde el 15M!- ni en su organización ni en su programa alternativo. Toda precipitación electoral, incluida la del voto en blanco, pone en riesgo la unidad del movimiento ciudadano, porque asignaría un porcentaje de representatividad (en escaños en blanco), de efecto muy irreal y negativo, que sólo serviría para dividir al movimiento y para abortar su previsible evolución,en los próximos meses, hacia un programa político verdaderamente revolucionario y con la máxima participación popular.
Mi posición personal es la de la abstención, pero en estas elecciones comparto la posición mayoritaria de las asambleas ciudadanas a favor de la neutralidad relativa: "abstenerse o votar al programa que más se parezca al 15M".
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