jueves, 30 de abril de 2020

AFORISTMOS EN CUARENTENA

Un istmo







Un aforistmo es un aforismo a mi manera, un  mínimo istmo que me une a la península del Otro. Son unas escasas palabras, a veces  movedizas, como un atisbo de poesía, un retazo de sinceridad que se me escapa por los poros y que emerge, sin querer, en forma de sentencia, muchas veces un puente entre el agua y el aceite y, casi siempre, la botella de un náufrago.

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Una franja estrecha de tierra me une a este mundo oceánico, cada mañana voy y vengo por ella, entre mi casa,  la tuya y la nuestra.

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Tengo, como Thoreau, tres sillas en mi casa, una para Soledad, otra para Amistad y para Sociedad reservo una tercera.

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Lo dice mi tarjeta de identidad, que éste soy yo y ésta es mi dirección, hasta pone mi fecha de vencimiento, y no tiene por qué ser mentira. 

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Ya quisiéramos tener casa propia, con buenas vistas a los paisajes de adentro, con amplios ventanales y balcones abiertos a un patio de luces, por mínimo que fuera.

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La verdad, hay días que dudo si a este deseo que me abrasa se le puede llamar vida.

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Quiero montes públicos, no como los ambulatorios o las escuelas, no como los ejércitos ni como yo mismo...ni privados ni estatales, quiero montes propiamente públicos, comunales. 

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No me canso de mirarla, es una mujer que se pone a tejer el mismo jersey casi todos los días a la misma hora, pacientemente, en el mismo banco del parque y a la misma sombra del mismo árbol, a la misma hora de la tarde casi siempre. Hoy no podía faltar y también estaba ahí, tejiendo pacientemente, pero hoy no ha sido como casi todos los días, hoy por primera vez ha mirado por encima de sus pequeñas gafas y ha visto que yo la miraba y me ha sonreído y luego, pacientemente,  ha seguido  con lo suyo, tejiendo y tejiendo.

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Sentaditas enfrente, mis dos vecinitas entreabrían sus piernas y se reían de mí, que las miraba de reojo como un tonto ensimismado de casi doce años...¡yo, el que pensaba que las niñas guapas no se tiraban pedos! Como todas las del barrio, su casa era molinera y en verano todas ellas tenían las puertas abiertas de par en par. Ese día pude ver el patio de su casa  al fondo de aquel pasillo de color melocotón, iluminado por girasoles amarillos y sábanas blancas, muy blancas. 

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Claro que sé cómo arreglar este averiado mundo, y tú también, por eso no te lo digo.

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No somos iguales, no, que ella ejerce de mujer muy blanca. Después de tantos años juntas y todavía ni sabe cuál es mi nombre de pila, todavía tiene vergüenza de pagarme la semana en metálico y lo hace por transferencia, he ahí mi rencor de clase, que no pueda llegar a quererla.

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Hay quien dice de la Historia con mayúscula que no es más que un cuento. Incluso, una invención de los demonios que sólo sirve para adormecer a los niños de por vida, a base de fábulas entremezcladas de imaginarios amores entre sapos y princesas, de reales batallas y pueblos enteros entregados como ajuar o dejados en herencia. Y épica sobre todo, mucha hípica, un ruido de tropeles a caballo y en cinemascope, que a los niños dormidos los convierte en patriotas. 

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 "Pura publicidad estatal es la Historia", empezó argumentando el conferenciante invitado, un catedrático anarquista..."¡¡señor, más rigor intelectual!!", le increpó airado un doctor honoris causa que se hallaba entre el público. Se hizo primero un largo silencio, luego el público giró cuarenta y cinco grados a babor y soltó un tímido repiqueteo de aplausos desganados,  como sin remite ni dirección. Así, la cosa no acabó como el rosario de la aurora, menos mal que el público era muy educado y profesional y que, al final, el conferenciante pudo cobrar lo suyo. 

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 Un pan como unas ostias, uno para combatir el hambre, otro para compartirla y otro para distribuirla, tres panes distintos y un solo hambre verdadero.

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Una masa de individuos caminan juntos y entremezclados sin aparente objeto ni sentido con cuidado de no pisarse. Van extraordinariamente deprisa para ser la hora que es, nadie se mira ni se detiene a conversar, sólo cuando lo manda un semáforo o un escaparate espectacular. 

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Ojopláticos de no parar de mirar y de mirarse, una gran masa de ciudadanos de todos los géneros y sexos, grandes y pequeños, se amontonaron aquella primera tarde de suelta, sin llegar a tocarse. La Policía no esperaba menos de ellos tras aquella sacrificada cuarentena de guerra contra el virus, cuarenta días estirados que se hicieron más largos que cien años de soledades.
Todos los comercios estaban cerrados, menos un quiosco ambulante que vendía pipas haciendo el agosto en una esquina de la calle peatonal, la más comercial de la villa.A falta de conversación y escaparates, paseaban más apaciguados de lo que habían previsto las encuestas. Paseaban tranquilos, con la mirada perdida, como mística, mientras comían pipas y más pipas, como buscando novedades en aquel horizonte de cogotes, alguna nueva normalidad que llevarse a la boca. 

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Andorra no es menos peninsular ni menos ibérica que Gibraltar, pero al menos allí todavía se habla más catalán que inglés.

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No deja de tener su gracia que haya veintitantos países europeos pagando clases particulares de inglés, soñando hablar el idioma de un país que huye de Europa como del diablo. Resulta que el viejo proyecto de Europa era ésto, un negocio de la lengua.  

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En los mapas de Iberia no sé qué pintan  islas y ciudades africanas, como las islas Canarias o las ciudades de Ceuta y de Melilla...claro, que son sólo mapas, unos dibujos, no la geografía en persona. 

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Sólo una mujer desdentada querría amar a un hombre sin dientes. Lo pienso y me entra una melancolía infinita. 

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Sólo los androides querrán tener descendencia, pero a mí eso no me consuela.

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Me daba pena aquel hamster dando vueltas y vueltas en su domicilio, así que lo solté y lo que pasó me dió aún más pena, porque a los dos metros de libertad se murió de un infarto.

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Doy mil versos y a cambio recibo un sólo beso, tal es mi ansia y todo me parece poco, así que a partir de ahora mismo voy a cambiar besos por versos, por igual y al mismo peso. 

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Así terminó su homilía: ...mirad, hijos míos, cómo la madre Naturaleza provee y cuida de sus criaturas, mirad como alimenta a los pajarillos sin apenas esfuerzo, ved cómo  traspasan en vuelo todas las fronteras sin necesidad de presentar papel alguno. A continuación, el cura hizo migas las ostias y las arrojó piadosamente al suelo, entre los feligreses sentados en los últimos bancos de la iglesia. 

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Ostias como panes, decía el refrán al revés y viceversa, puños como verdades. 

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Para ya, mi niño, que en ese cubito de arena ya no te caben más playas de plástico.

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Ay si la nueva normalidad al menos madre fuera un poco más educada y menos ordenada y no tan normal que da asco como decía padre eh madre al menos eso un poco más educada.

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Llegaron a caballo tres meses más tarde, llegaron siguiendo una estrella de cinco puntas, venían los tres jinetes juntos de Oriente y desde aquél día en la ciudad de Madrid  todas las cabalgatas de reyes ya fueron telemáticas.

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El 14 de Marzo ha sido declarado  Día Internacional del Amor On Line, que sepáis, que lo ha dicho la UNESCO. 

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Entre ellos todos se llamaban fascistas, menos los fascistas, que estaban a lo suyo. 

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En este tiempo de clausura, me he vuelto tan goloso que me comería cien libros cada día, eso sí, rellenos de crema pastelera aderezada con azúcar glas.

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Y escribiría un libro por minuto, por culpa de esta impaciencia mía, tan lenta y tan precipitada que no tiene tiempo para nada. 

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Por aquel entonces, a las ocho de la tarde todo el vecindario salía a la intemperie y aplaudía puntualmente, casi todos con cierta envidia, qué bonito toldo tiene la del balcón de enfrente, quién pudiera morir con la jubilación de una enfermera. 

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Qué fácil ha sido una tregua universal. Ha bastado un poco de miedo y que lo mandara el Gobierno. Díganme si no es una lastima que los telediarios dejen de ser tan aburridos y que todas las guerras sigan pendientes.

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Todo el mundo sabe que la única solución es un pacto universal entre iguales, para compartir la tierra y el conocimiento, aquello que es de todos, para hacer las paces en vida y no esperar al cementerio, para ensayar la convivencia sin necesidad de obligarla...pero es tan obvio que nadie se lo cree. Prefieren probar por medios imposibles pero ya conocidos. 

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Cada vez que yo decía “ayuntamiento comunal” me respondían “está muy bien, pero ¿qué hacemos con la gente del Estado?… no habría renta básica para tanta gente en paro”. Y yo les digo que toda esa gente algo sabrá hacer y que, con todo lo que está por arreglar, seguro que a nadie le faltará el trabajo.


Mirador, mirador...qué palabra más equivocada. El Alto de la Lorilla, camino de Villadiego o bajando a ver el Rudrón por San Felices y su Barrio de Nápoles, o la ventana a la que te asomas estos días con vistas a la Pandemia. ¡¡Mirador es quien mira!!, no ese balcón, no esa ventana, no ese lugar desde el que tú fisgas el mundo. Y mirador también soy yo, con mis propios  ojos o con los tuyos prestados. Miradero y mirador, la ventana y tú o yo, cada uno en su sitio de mirar. 
Porque si tú no te asomas con idea de descubrir el mundo, ¿qué valdría la descomunal belleza de los cañones del Rudrón, si tú, ni yo, si nadie la mira. Sólo con eso, con ese mínimo gesto de tus ojos, puede ser inaugurada y empezar a desvelarse la belleza del mundo.  ¿Qué sentido, si no, tendrían dos inmensos trasatlánticos varados a los  costados de Humada?...no podría ser más inútil su hazaña, más estéril su proporción ciclópea, Peña Amaya y la Ulaña, como barcos o castillos abandonados a su propia ruina de piedra flotante sobre las nieblas del valle. Si tú no los miras, ¿qué serían?. Pues nada, porque no pueden ser sin tu mirada o la mía.

 


lunes, 27 de abril de 2020

SOBRE LA CIENCIA, LA TECNOLOGÍA Y EL CONOCIMIENTO: ALGO MÁS QUE MERCANCÍAS

Ilustración de Pawel Kuczynski









  Por un Pacto (glocal) del Común (3) Sobre la ciencia, la tecnología y el conocimiento: algo más que mercancías

 

Mi desprecio por la tecnología no es general, es selectivo, más referido al manejo interesado en su gobierno, a la tecnocracia. Distingo entre ciencia y tecnología. La tecnología que desprecio no me lleva a extender ese desprecio a toda la ciencia, ni tampoco a todas sus aplicaciones tecnológicas. No desprecio la ciencia médica, como no desprecio la internet, lo que desprecio son sus erróneas aplicaciones tecnológicas, insisto, la tecnocracia.

He aprendido a diferenciar entre ciencia y conocimiento, entre el impulso -permanente - por saber  y el saber mismo (algo temporal y, por tanto, necesariamente contingente, provisional). Y también distingo entre conocimiento como conjunto de saberes y conocimiento como ese complejo proceso de nuestra inteligencia por el que nos relacionamos con el mundo y mediante el cual adquirimos con-ciencia, de nosotros mismos como de nuestro contexto “vital”.

Quien se rinde al desprecio generalizado por la ciencia y la tecnología, casi siempre es por causa de que hemos sido acostumbrados a confundir los avances de la ciencia y la tecnología asociados al éxito del capitalismo que los financia. Sin entender qué es el conocimiento humano, no podremos entender ésta confusión por la que le es atribuido al capitalismo un mérito que no le corresponde.

sábado, 18 de abril de 2020

DE VERDAD QUE NO ES UN CUENTO



A pesar de su nombre, Manolín ya tenía más de sesenta años años. Tuvo tiempo para muchos oficios y varias vidas, de obrero en los valles mineros de Asturias, peón en una industria metalúrgica de Alemania y luego de campesino aquí, ya de vuelta a su origen, el páramo leonés donde Manolín vino al mundo, hacía por entonces más de medio siglo. 

Al comienzo de cada verano me gustaba encontrármelo el primer día y buscar ocasión para hablar con él, eso sí, sólo de vez en cuando, porque Manolín no paraba en cuanto cogía carrerilla. Tras la primera media hora ya no había quien le siguiera la conversación, que podía derivar tanto por los cerros del Rhin como por los oscuros vericuetos del barrio húmedo de León, según le viniera a la cabeza. 

viernes, 10 de abril de 2020

EL SUEÑO AMERICANO DE LOS CHINOS, LA RELIGIÓN HORTERA DEL NUEVO MUNDO

Por un Pacto (glocal) del Común (2): El sueño americano de los chinos, la religión hortera del nuevo mundo.

Vaya por delante que ya no soporto a los críticos, tertulianos y comentaristas de oficio, sea cual sea su materia. Tampoco a los antisistema que reducen la crítica al desahogo de sus personales frustraciones en un estéril intento por tapar sus íntimas fobias y contradicciones, como no me soporto a mí mismo cuando me descuido y me dejo resbalar por similares complacencias. Comprendo a quien carece de propuesta, pero no soporto a quien la oculta o disimula, a quien no se atreve a reconocer sus errores, a correr el riesgo de enmienda, a quien no esté dispuesto a  hacer lo que dice, con todas sus consecuencias. 


Un primer apunte sobre la propiedad y el trabajo

Si los habitantes de un territorio llegan a pactar la propiedad universal de los bienes de la naturaleza y del conocimiento, con ese pacto se hacen constituyentes de una comunidad política inédita en la historia humana. Nada que ver con la recurrente pamplina histórica de la reforma agraria, ni con la “justa” distribución de tierras que vienen reclamando los anarquistas europeos y los indigenistas americanos. “La tierra para quien la trabaja” pudo valer como reclamo y consigna de adhesión popular en revoluciones campesinas que nunca llegaron a cuajar porque nunca fueron capaces de superar los tiempos feudales, que siempre acabaron reclamando el liderazgo de clérigos parlanchines, la protección de señores a caballo y bien armados, que siempre sucumbieron a su esclava necesidad de reyes y leyes.

Si ninguna forma de trabajo es sólo manual o sólo intelectual, sea cual sea su proporción, no hay trabajo ni ley que puedan legitimar el robo de aquello que pertenece al común universal. Mirad nuestro planeta desde el espacio y decidme si allí véis líneas de frontera; acercar ahora el zoom a ras de Tierra y decidme cuál es la razón y belleza de todas las tapias, lindes y alambradas que ahora véis, esa masiva y global concentración parcelaria, decidme quién la ordenó y a qué ley responde.

lunes, 6 de abril de 2020

POR UN PACTO (GLOCAL) DEL COMÚN (1)





Ilustración de Pawel Kuczynski

Ni realismo conformista (esto es lo que hay), ni utopismo trascendente (lo que debe ser).
Lo que aquí se propone es un cambio de premisa: lo que puede ser mejor y suficiente.

Por un Pacto (glocal) del Común sobre el uso comunal de los bienes universales (la Tierra y el Conocimiento) y la organización de nuestra especie en comunidades convivenciales (democracia integral). A partir de la virtud general de la materia -su  impulso de perpetuidad- y de  la especial virtud,  individual y social, de la inteligencia humana (su impulso perfectivo).

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No niego el juicio histórico-filosófico de Frederick Nietzsche (1844-1900) aplicado a su tiempo, su descripción del derrumbe de la civilización occidental por causa del triunfo del cristianismo como ideología de los esclavos, dejada en herencia a liberales, socialistas, comunistas y anarquistas. Niego su validez para el tiempo de hoy, del que ni él, ni Karl Marx (1818-1883), ni Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) , ni Adam Smith (1723-1790) -nadie de aquellos pasados tiempos- pudieron tener noticia ni conocimiento sobre el devenir de la historia, que nosotros sí tenemos. Lo que niego es que sea razonable seguir fundando teorías revolucionarias sobre pensamientos y juicios antiguos, desubicados en el tiempo y necesariamente ignorantes de la acumulación y consecuencias de los sucesos posteriores que han venido construyendo la historia reciente que alcanza a nuestros días.
El resentimiento moral de los esclavos que alentara la revolución cristiana y su rebelión contra el imperio romano, pudo haber sido causa de la disolución de aquel imperio, incluso pudo perdurar después como subterráneo motor de la lucha de clases que todavía sucede, causando la ruina del occidente globalizado. Pero pensarlo no resuelve las mismas dudas que conlleva: ¿es que era mejor la moral aristocrática de los amos, era tal su nobleza?, ¿es que a la luz de lo que hoy sabemos puede sostenerse que aquella aristocrática idea suya del “bien común” se compadezca hoy con un orden mundial basado en la misma expropiación de la tierra y del conocimiento, pero, sobre todo, en la misma humillación y desprecio de la mayor parte de la sociedad humana? 
 
Entiendo la preocupación y reticencia que causan los religiosos iconos de Occidente, esa imagen de los jardines del Edén aplazados a la entrada en los cielos, la del cristo pastor y redentor de ovejas, esa representación de la humanidad como sumiso rebaño y ese dicho desmentido por los hechos: "mi reino no es de este mundo".

viernes, 3 de abril de 2020

SOLO CABE ESPERAR LA SOCIALIZACIÓN DEL COLAPSO


Se le pueden dar todas las vueltas que se quiera a esta crisis de la pandemia por covid-19, que de ninguna forma tendrán explicación convincente si van desconectadas de la crisis sistémica en la que ya vivÍamos antes y de la que el coronavirus está resultando un acelerador, que nos sitúa en la antesala de un colapso generalizado del orden global  imperante.

Escucho por todas partes premoniciones acerca de la salida de la pandemia, mayoritariamente bienintencionadas, ingenuamente fundadas y desesperadamente optimistas (“la sociedad no será la misma, seremos mucho mejores”) a partir de datos parciales de lo que está sucediendo, como por ejemplo los gestos de ayuda y solidaridad social que la pandemia ha despertado en parte de la población mundial, convenientemente amplificada por los medios estatales de propaganda, con sensibleros y amarillos mensajes “humanitarios” que, por supuesto, evitan cualquier profundidad de análisis y cualquier manifestación de libre pensamiento.
De lo que se trata es de abrumar a la población con un exceso de información y opinión tertuliana, replicada hasta la exacerbación en las redes sociales, generando un estado de confusión que favorece la pasiva aceptación de los mensajes precocinados desde las instancias de poder.