miércoles, 31 de agosto de 2022

EL MANIFIESTO CONSPIRACIONISTA


 

Se organiza alrededor de cada uno toda una “presión social” implacable, que va desde la comedura de tarro de los telediarios hasta el cacareo de los colegas, pasando por el bombardeo de las redes sociales. Luego, se les eructa, se les recrimina, se les amenaza de excomunión a los recalcitrantes y a los renegados. Y para terminar, se disemina la vida de esos irreductibles con miles de pequeños impedimentos mezquinos, miles de fatigosos inconvenientes, miles de diminutas prohibiciones sin llegar, sin embargo, a acabar con ellos. Se les sustrae imperceptiblemente de la vida social. En resumen: se les hace desaparecer”

La izquierda se ha vuelto irracional por medio del racionalismo, oscurantista debido a su cientificismo, insensible a causa de su sensiblería, mórbida debido a su higienismo, detestable por su filantropía, contrarrevolucionaria a causa de su progresismo, estúpida por haberse creído cultivada y malvada a fuerza de querer pertenecer al lado del Bien”

(Del Manifeste Conspirationniste)

 

Un libro recién publicado en Francia está conmocionando a (lo que sea) la izquierda francesa. Es el Manifeste Conspirationniste, de autoría anónima-colectiva, según es costumbre de Tiqqun o El comité Invisible. A primeros de octubre estará a la venta en España, traducido y editado por Pepitas de Calabaza. Este libro contiene todos los ingredientes para producir estupor en la opinión pública y especialmente en las izquierdas, como veremos también aquí a partir del próximo octubre. El libro se dirige a desmontar, pieza por pieza, la “versión oficial” de la pandemia, ese tema respecto del cual no se admiten preguntas. Como dice Enric Luján en su Interferencia Digital: “el mérito de sus autores probablemente resida en haber configurado el más peligroso artefacto político contra el relato oficial de lo vivido en 2020 (y más acá, digo yo), de ahí la inquietud generada por un simple libro”.

Volveré sobre el texto cuando pueda leerlo con detenimiento y en castellano. De momento, he ido a la versión francesa original y he traducido la introducción:

 

“Somos teóricos de la conspiración, como todas las personas sensatas ahora. Durante dos años que nos han paseado e investigado, tenemos toda la perspectiva necesaria para decidir entre 'verdadero y falso'. Las ridículas autocertificaciones que se suponía que debíamos completar tenían la intención de hacernos consentir en nuestro propio confinamiento y convertirnos en nuestros propios carceleros. Sus diseñadores ahora están felices por eso. La puesta en escena de una pandemia mundial mortal, 'peor que la gripe española de 1918', fue en efecto una puesta en escena. Desde entonces, se han filtrado documentos que atestiguan esto; lo veremos luego. Todos los modelos terroríficos estaban equivocados. El chantaje en el hospital resquebrajado también fue solo chantaje. El espectáculo concomitante de clínicas privadas casi ociosas, y sobre todo alejadas de cualquier requerimiento, bastaba para dar fe de ello. Pero la persistencia desde entonces en hacer pedazos los hospitales y su personal es prueba definitiva de ello. La furiosa determinación de barrer con cualquier tratamiento que no implicara experimentar con biotecnologías sobre poblaciones enteras, reducidas al estado de conejillos de indias, tenía algo de sospechoso. Una campaña de vacunación organizada por el gabinete McKinsey y un 'pase sanitario' más allá, la brutalización del debate público cobra todo su sentido.Podría decirse que esta es la primera epidemia mortal de la que la gente necesita estar convencida de que existe. El monstruo que lleva dos años avanzando sobre nosotros no es, de momento, un virus coronado por una proteína, sino una aceleración tecnológica dotada de un calculado poder desgarrador. Todos los días somos testigos del intento de realizar el demente proyecto transhumanista de convergencia de tecnologías NBIC (Nano-Bio-Info-Cognitive). Esta utopía de la revisión completa del mundo, este sueño de una gestión óptima de los procesos sociales, físicos y mentales ya ni siquiera se molesta en ocultar.

No hubiéramos tenido reparos en imponer como remedio a un virus resultado de experimentos de ganancia de función en el marco de un programa de 'biodefensa', otro experimento biotecnológico llevado a cabo por un laboratorio cuyo director médico se precia de 'hackear el software'. de vida. “Siempre más de lo mismo” parece el último principio ciego de un mundo que ya no tiene principios. Recientemente, uno de estos periodistas en la atención que pueblan las redacciones parisinas cuestionó a un científico un tanto honesto sobre el origen del SARS-CoV-2. Éste tuvo que admitir que la grotesca fábula del pangolín marcaba cada vez más tiempo frente a la hipótesis de la manipulación de cierto laboratorio P4. Y el periodista para preguntarle si 'esto no corre el riesgo de llevar agua al molino de los teóricos de la conspiración'. El problema con la verdad ahora es que prueba a los teóricos de la conspiración. Estamos ahí. Ya era hora de lanzar una comisión de expertos para poner fin a esta herejía. Y restablecer la censura.

Cuando toda razón abandona el espacio público, cuando aumenta la sordera, cuando la propaganda endurece su regla de hierro para forzar la comunión general, debemos salir al campo. Eso es lo que hace el teórico de la conspiración. Partir de sus intuiciones y embarcarse en la investigación. Tratando de entender cómo llegamos aquí y cómo salir de este pequeño bache del tamaño de una civilización. Encuentra cómplices y enfréntate. No te resignes a la tautología de lo existente. No temas ni esperes, sino busca serenamente nuevas armas. La fulminación de todos los poderes contra los teóricos de la conspiración prueba bastante cuánto se les resiste la realidad. La invención de la propaganda por parte de la Santa Sede (la Congregatio de propaganda fide o Congregación para la Propagación de la Fe) en 1622 no convenía a largo plazo a la Contrarreforma. El desprestigio de los aullidos acaba absorbiendo sus aullidos. La concepción de la vida que tienen los ingenieros de esta sociedad es evidentemente tan plana, tan lacunaria, tan errónea que sólo pueden fracasar. Solo lograrán devastar el mundo un poco más. Por eso es de nuestro interés vital cazarlos sin esperar a que fallen.

Así que hicimos como cualquier otro teórico de la conspiración: hicimos la investigación. Esto es lo que informamos. Si nos atrevemos a publicarlo es porque creemos haber llegado a varias conclusiones capaces de iluminar la época con una luz cruda y veraz. Nos sumergimos en el pasado para dilucidar lo nuevo, cuando todas las noticias tendían a encerrarnos en el laberinto de su eterno presente. Era necesario contar la otra cara de la historia contemporánea. Al principio se trataba de no dejarnos imponer por la potencia de fuego y el pánico de la propaganda reinante. Acostumbrarse al nuevo sistema de cosas constituye entonces el principal peligro, que incluye el de convertirse en su loro. Temer el epíteto “conspiración” es uno de ellos.

El debate no es entre conspiración y anticonspiración, sino dentro de la conspiración. Nuestro desacuerdo con los defensores del orden existente no se trata de la interpretación del mundo, sino del mundo mismo. No queremos el mundo en el que están andamios; por cierto, pueden quedarse con sus andamios para ellos. Esto no es una cuestión de opinión; es una cuestión de incompatibilidad. No escribimos para persuadir. Es demasiado tarde para eso. Escribimos para armar nuestro campo en una guerra que se libra en los cuerpos mismos con las almas como foco, una guerra que ciertamente no se opone a un virus y a la 'humanidad' como la dramaturgia espectacular quiere que sea. Así que tratamos de hacer que la verdad fuera “útil como un arma”, como aconsejó Brecht. Nos ahorramos el estilo demostrativo, las notas a pie de página, la lenta progresión de la hipótesis a la conclusión. Nos limitamos a las piezas y municiones. La conjura consecuente, que no sirve de adorno a la impotencia, concluye con la necesidad de conspirar, porque lo que nos enfrenta parece decidido a aplastarnos. En ningún momento nos permitiremos comentar el uso que cada uno puede, en tales momentos, hacer de su libertad. Nos ceñiremos a plastificar los obstáculos mentales más engorrosos. No pretendemos que un libro sea suficiente para arrancarnos de la impotencia, pero también recordamos que algunos buenos libros encontrados en nuestro camino nos han ahorrado muchas servidumbres. Los últimos dos años lo han estado intentando. Han sido para todas las personas sensibles, y sensibles a la lógica. Todo parecía hecho para volvernos locos. Se aferró a algunas amistades sólidas para que pudiéramos compartir lo que sentíamos y lo que pensábamos, nuestro asombro y nuestra revuelta. Hemos soportado los últimos años juntos, semana tras semana. La búsqueda siguió lógicamente. Este libro es anónimo porque no pertenece a nadie; pertenece al movimiento de disociación social en curso. Acompaña lo que sucederá – en seis meses, en un año o en diez. Habría sido sospechoso, además de imprudente, que se autorizara con un nombre o con varios. O que sirva a alguna gloria. “La diferencia entre un pensamiento verdadero y una mentira es que la mentira requiere lógicamente un pensador y no el pensamiento verdadero. No se necesita a nadie para concebir el verdadero pensamiento. […] Los únicos pensamientos para los que un pensador es absolutamente necesario son las mentiras. (Wilfred R. Bion, Atención e Interpretación, 1970)”

 


 




miércoles, 24 de agosto de 2022

MARÍA ZAMBRANO: PERSONA Y DEMOCRACIA

 

 


 


Hace 64 años de la publicación del libro de María Zambrano Alarcón (Vélez-Málaga,1904 – Madrid, 1991) titulado “Persona y democracia”, publicado en Puerto Rico en 1958. La autora vivía en Roma desde 1953. Se hizo una segunda edición en 1988 (Barcelona, Anthropos) y otra en 1996 (Madrid, Siruela). En estas dos nuevas ediciones se añadía al título el subtítulo “La historia sacrificial”, además de un prólogo fechado en Madrid, en julio de 1987.

Reconozco que no había leído nada de M.Z. desde mis tiempos del COU y que entonces lo hice por obligación académica. Ha sido todo un descubrimiento este libro dedicado a pensar la relación entre persona y democracia, que viene a ser sintetizado en su tercer capítulo, en el que describe la democracia como “humanización de la sociedad”.

La autora llegó a decir de este libro que es un testimonio de lo que pudo ser la historia y no ha sido: un triunfo glorioso de la vida”. Viene a afirmar que la realidad vivida por el individuo humano a lo largo de la historia ha consistido en lo que alguien ha decidido por él lo que había que hacer, para sentenciar a continuación que a partir de ahora este individuo «debe extender la conciencia histórica al resto de los que integran esta sociedad, abriendo un cauce a una sociedad digna de esta conciencia y de esta persona de donde brota». Se trataría, pues, de lograr una sociedad más humanizada y que su historia actuase sin tener que hacer sacrificios a los dioses, sin que aparezca una deidad que exija nuevos sacrificios...quiere ser consciente de las decisiones que le afectan y protagonista de los aconteceres en los que su vida está involucrada. Cada hombre forma parte de la sociedad y quiere participar en las decisiones; ha pasado ya el tiempo de que otro u otros actúen o decidan por él.

El proceso de humanización de la sociedad: Zambrano tituló la tercera parte de su libro «La humanización de la sociedad: la democracia», en la que quería decir que el hombre habría entrado en una etapa nueva de la historia de la humanidad desde el momento en el que percibió que, como hombre, estaba viviendo necesariamente en una sociedad, dentro de ella, y que solo en ella cobraba su sentido. En una etapa histórica anterior se afirmaba que el hombre se relacionaba con la naturaleza, pero esa relación era aislada, cuando el hombre se había perdido en ella o se había enfrentado con ella para conocerla. Antes de esa relación existió otra con los dioses, pues aquel hombre antiguo en su grupo, tribu o pueblo demandaba protección de aquellos seres divinos mientras le fueron propicios, hasta que esa protección dejó de funcionar. El hombre debió sentir entonces una soledad como individuo que produjo la aparición de la envidia y, con ella, la tragedia de una sociedad fundada en el sacrificio no aceptado: una primera forma de desigualdad entre los hombres (hombres que saben algo, hombres que creen saber y hombres que no saben).

La soledad del hombre le daría una dimensión nueva: la intimidad, en la que está cuando se da cuenta de la nueva situación, tiene que vencer el espanto inicial de estar solo y de no saber quién o quiénes pueden estar cerca. Y llega un momento en que se habitúa a esa soledad y vive de nuevo: es como un terror inicial que triunfa sobre la muerte; un pánico inicial que se suele superar con una relación con lo otro, con el otro, con los otros.

En el segundo apartado del capítulo tercero la reflexión de Zambrano gira en torno al pensamiento de Ortega y Gasset cuando habló de la diferencia entre creencias e ideas: en las creencias se está, las ideas se tienen. Explica Zambrano el sentido preciso de algunas expresiones como la de «individuo» e «individualismo» o la de «liberalismo político» en la democracia. Y rectifica la tendencia general del hombre a identificar el futuro con el origen [de algo nuevo], cuando de manera revolucionaria, creyendo que lo que pretende es algo absolutamente nuevo, lo proyecta en un pasado a modo de Paraíso o de Edad de Oro. Y concluye que no es posible asentar el futuro sobre el pasado. Prosigue matizando la propuesta de Ortega de que «si la historia es [un] sistema», no puede ser como los sistemas lógicos, porque el sistema de la historia no depende de la lógica, sino que se fundamenta en el tiempo futuro, algo que aún no es sino un proyecto, y esta interpretación replantea el conflicto de individuo y sociedad con una solución posible en la idea de Estado (Hegel), que termina siendo una nueva deidad, y en la idea de Rousseau, cuando proponía lo contrario: que fuese desde el individuo como se lograse un pacto interindividual. Si, como decía Ortega, la historia es sistema y se expresa en forma de razón narrativa (no con premisas y consecuencias), la conclusión a la que Zambrano llega es una visión o descubrimiento: el de la persona, es decir, del individuo dotado de conciencia, que se sabe a sí mismo y que se entiende a sí mismo como valor supremo: es un futuro por descubrir, mas no una realidad presente ya explícita.

Sigue un epígrafe dedicado a la primera aparición del individuo —sería mejor decir ciudadano—, que acaeció en la polis griega a partir del siglo VII a.C., cuando esta sociedad abandonó los sistemas tribales, el régimen de fratrías y reinos, así como en otros ámbitos geográficos los sistemas de monarquías absolutas orientales y egipcias. Ser individuo era un privilegio divino —incluso, entre los hebreos, se consideraba que ellos eran no el individuo, sino el pueblo elegido por Dios—. La polis griega significaba la integración en ella de la familia, de la tribu y de la fratría: el individuo griego, es decir, el ciudadano, es uno más entre los restantes ciudadanos, al que por elección se le encomienda la función de gobernar; por tanto, aparece el político elegido en asamblea de ciudadanos, no un heredero o un conquistador del poder por las armas. De esta forma, el hombre griego se presenta como individuo libre de los lazos familiares, tribales, «fraternos», de clase o de sangre. 

Es importante señalar que hubo esclavos y que existía una diferencia entre el trato que recibían los esclavos públicos —del Estado, de la polis— y el de los esclavos privados, que solía ser mejor, por propio interés del amo.

Zambrano distingue lo que se entiende por clase y por individuo. La clase social de los hombres libres no tiene un ancestro que los denomine y caracterice, a diferencia de la familia, tribu y fratría; ha perdido su cualidad sagrada y, por tanto, es solo una agrupación humana; y constituye una clase social: la de los ciudadanos libres. Es así como en Grecia surge a la vez el hombre (libre), el ciudadano, el hombre sin ninguna máscara, y, al mismo tiempo, perdura el grupo de los esclavos, de quienes no alcanzaban el nivel de ciudadanía. La nueva condición del hombre valdrá más que antes al ser, primero, hombre libre y, en segundo lugar, tener un valor distintivo respecto al esclavo. Ya no influye su origen de sangre ni tampoco que haya estado revestido de poder. Lo que cuenta desde que el hombre es considerado ciudadano y libre es el hecho de que se convierte, se «revela» como medida, como una unidad constitutiva de una sociedad nueva: la polis.

Y posteriormente vuelve al tema de las ideas y creencias de Ortega y Gasset, para recordar los puntos que distinguen las unas de las otras:

-Las ideas son hijas de la duda, pensamientos que surgen de la soledad del hombre y, por tanto, son individuales; quien piensa en ideas está pensando orientado hacia el futuro y lo prepara.

-Las creencias pertenecen al pasado y las usamos y aplicamos sin darnos cuenta en muchas ocasiones, dado que vivimos de ellas; las creencias no solemos pensarlas, sino que las sentimos llegar de un pasado más o menos lejano y nos dan seguridad cuando el porvenir se oscurece y se cierra. En las sociedades primarias solo hay creencias, entre las cuales destacan religiones, cuyos dioses se enmascaran y, a veces, aterrorizan a los hombres, lo que impide que en dichas sociedades haya libertad. Por otro lado, las culturas en las que el hombre no se ha revelado en su valor propio, como ser racional, no pueden tener filosofía, sino tal vez una sabiduría o una poesía religiosa o narrativa, pero sin capacidad de razonar humanamente, porque se carece de libertad para pensar y actuar.

Zambrano recordará que Teognis de Mégara (localidad cercana a Atenas), quien vivió en el siglo vi a.C.  cantaba en sus versos que «los hombres eran propiedad de los dioses». Si Sócrates dijo lo que dijo a finales del siglo V a.C.(«Solo sé que no sé nada...») y fue condenado a muerte y ejecutado en el 399, la frase de Teognis no habría tenido sentido si se hubiese pronunciado en el siglo IV a.C. La actitud del hombre griego y su forma de pensar respecto a los dioses había cambiado radicalmente a lo largo del siglo V a.C. Sócrates será condenado a muerte por ser fiel a sus ideas y creencias y, sobre todo, por decir que era consciente de no saber nada y, por ello, ser el más sabio. Sócrates supo hacer gala de su condición de hombre libre cuando apelaba a su conciencia y a su pensamiento, dijera la polis lo que dijera; pero estaba dispuesto a acatar la sentencia que se dictase por respeto y coherencia de hombre libre que ha de aceptar el juego democrático. Y lo aceptó, a pesar de que le ofrecieron poder escapar de la cárcel; quiso que se cumpliera la sentencia del tribunal para hacer patente el error de la justicia ateniense, por muy democrática que fuese considerada.

Hasta esos siglos de aparición del hombre como individuo, el hombre había aparecido siempre enmascarado como perteneciente a una clase social, en una función (pública) o como alguien extraordinario por encima o por debajo de lo humano. Al irse desarrollando este nuevo hombre en la vida ciudadana, se fue despojando de las máscaras para quedarse solo con la imagen simple de hombre. 

Y decía María Zambrano que la democracia tiene una dimensión temporal, que lleva tiempo, mucho tiempo. El tiempo necesario para el contraste de pareceres, el uso público de la razón, el debate libre, la formación de consensos, la revisión de las decisiones, la exigencia de responsabilidades: la calidad de estos procesos es incompatible con la prisa. De tal modo que al respecto acababa sentenciando:

“las sociedades donde la gente “no tiene tiempo” no pueden permitirse la democracia. Dicho sea de paso: ésa es una de las razones del antagonismo profundo entre capitalismo –con su impulso hacia la constante aceleración—y democracia. Sin olvidar nunca que sin democracia en las fábricas y oficinas y campos, sin democracia en los centros de trabajo, no hay democracia. Y que sin democracia para decidir sobre la investigación científica y el desarrollo tecnológico, en este nuestro mundo de potencia tecnocientífica creciente, no hay democracia.” 

 Nota: es muy recomendable esta comunicación de Enric Luján (https://interferencia.digital), grabada en video: “El pensamiento político de María Zambrano”, accesible con este enlace: 

 https://youtu.be/5n5hKH6tjl8