EL DÍA DE REFLEXIÓN
En
el estado español el voto es un derecho que se puede ejercer o no.
Los votantes de otros estados europeos -como Italia, Grecia,
Bélgica, Chipre y Luxemburgo- están obligados a votar por ley,
bajo pena de multa que puede llegar hasta los mil euros. En las
últimas elecciones europeas fueron más los españoles que se
abstuvieron (55,1 %) que los que votaron. Aquí, la ley electoral
permite tres opciones: el voto a un partido, el voto en blanco o el
voto nulo. Estos dos últimos son considerados simultáneamente como
participación (porque se contabilizan) y como abstención activa con
la que el votante manifiesta su disconformidad con los partidos
políticos que concurren a las elecciones o con el propio sistema
electoral. La primera preocupación que expresan todos los partidos
políticos en las campañas electorales es que “nadie se quede en
casa”. A toda costa quieren que la ciudadanía participe en masa,
tan es así que todos los estados ven la necesidad de realizar
campañas publicitarias exhortando a la participación electoral,
campañas que pueden llegar hasta el límite de lo esperpéntico,
como sucedió en Dinamarca, donde en un vídeo gubernamental el
protagonista -ridículamente llamado Voteman- se olvida de votar en
las últimas elecciones al parlamento europeo, lo que le costó,
según esa publicidad, “no tener ninguna influencia” en asuntos
como “la protección del clima, las subvenciones agrícolas, la
regulación de productos químicos en la fabricación de juguetes, o
la cantidad de canela autorizada para la elaboración de pasteles”.
Patético.