"El
error de Descartes:
la
emoción, la razón y el cerebro humano"
es
el título de un libro del prestigioso médico neurólogo portugués
Antonio Damasio, en el que éste
explica por qué el
racionalista Descartes se equivocaba al separar la mente del cuerpo,
cuando
de hecho ambas son realidades inseparables, interconectadas e interdependientes.
Seguida
esta lectura de otra, sobre un texto de Castoriadis en torno a la insignificancia, ello me ha
provocado una inmediata conversación a tres, con mi propia
reflexión al respecto, a la que luego fueron sumándose otros
pensamientos contemporáneos que, a la postre, todos conducen a la
irresuelta cuestión de la dualidad humana, esa sustancial relación
cuerpo/alma, materia/ espíritu...naturaleza y cultura.
Se
trata de
“El
ascenso de la insignificancia”,
título de un libro de Cornelius Castoriadis publicado en castellano
poco antes de su
muerte. En
este texto reúne
diálogos, entrevistas, conferencias y artículos, todos
ellos conectados
en
torno al problema de "la
crisis de sentido
generalizada
en las sociedades occidentales".
Refiere
a
la forma de esas
sociedades, hoy
significadas por su confusión y desorientación, una
pseudo-libertad sin dirección y un conformismo disfrazado de
individualismo que se caracteriza por el repliegue a la esfera de lo
privado, además de la falsa concepción de la democracia como un
mero procedimiento que no da cabida a la posibilidad y necesidad de
hacerse preguntas respecto a la finalidad o
sentido
de la vida personal
y colectiva.Y
todo
eso
lo
dice Castoriadis desde
su
insistencia en el proyecto de autonomía, en
una
búsqueda constante de la auto-institución explícita y lúcida de
la sociedad, lo que para
mí constituye su aportación más sustancial, propositiva y
estimulante.
* * *
En
una interesante entrevista sobre el libro, a la pregunta sobre la
“crisis” política de las sociedades contemporáneas, Castoriadis
afirmaba
que “no
vivimos hoy una crisis
en el verdadero sentido del término”,
a saber, “crisis”
como
momento final
y decisivo en el proceso de una enfermedad, en que el
enfermo muere o, muy
al contrario,
inicia su proceso de curación, debido
a
una reacción saludable que
la propia crisis le provoca...entonces,
concluía, lo
que vivimos
es
una
fase de descomposición, no
de crisis, porque en
una crisis hay elementos opuestos que combaten entre
sí,
mientras que lo que precisamente
caracteriza
a la sociedad contemporánea es la desaparición del conflicto social
y político.
En
esa entrevista decía Castoriadis que “la
gente descubre hoy lo que escribíamos hace treinta o cuarenta años
en Socialismo
o Barbarie (*),
a saber: que la oposición derecha/izquierda ya no tiene ningún
sentido; los partidos políticos oficiales dicen lo mismo.../...En
realidad, no hay ni programas opuestos, ni participación de la gente
en conflictos o luchas políticas, o simplemente en una actividad
política. En el plano social, no solamente existe la burocratización
de los sindicatos y su reducción a un estado esquelético, sino la
casi desaparición de las luchas sociales.
.../...La aplastante mayoría de la población del planeta no vive la
igualación de las condiciones de vida, sino la miseria y la tiranía.
Y, contrariamente a lo que creían tanto los liberales como los
marxistas, de ninguna manera esa
mayoría de la población mundial está
preparándose para acoger el modelo occidental de la república
capitalista liberal.
Lo único que busca en el modelo occidental son armas y objetos de
consumo, ni el habeas corpus, ni la división de poderes...es
muy visible en los países musulmanes, en la India, en África, en
China, como
en
la mayor parte del sureste asiático y de
América Latina. La situación mundial, extremadamente grave, vuelve
ridículas tanto la idea de un fin
de la historia como de un triunfo universal del modelo democrático
occidental.
Y ese modelo se vacía de su sustancia incluso en sus países de
origen”.
Todo
el texto inevitablemente refiere al proceso de renovación que
experimentó Castoriadis tras reconsiderar y cuestionar su previo
pensamiento marxista, como él mismo reconocía: “Después del fin de “Socialismo o
Barbarie”, ya no me ocupé directa y activamente de política,
salvo un corto tiempo durante Mayo del 68. Intento permanecer
presente como una voz crítica, pero estoy convencido de que la
quiebra de las concepciones heredadas (ya sea el marxismo, el
liberalismo o las visiones generales sobre la sociedad, la historia,
etc.) vuelven necesaria una reconsideración de todo el horizonte de
pensamiento en el que se ha situado desde hace siglos
el movimiento político de emancipación. Y ese es el trabajo al que
me consagré desde entonces”. (Fragmento
de la entrevista a Cornelius Castoriadis realizada por Olivier Morel
en 1993, que fuera difundida por “Radio Plurielle” y publicada
posteriormente en “La République Internationale des Lettres”).
Tengo
que decir que el subrayado es mío, y que se debe a que tal como vengo
pensando desde hace bastante tiempo, tanto el sistema de Dominación
como el opuesto movimiento subversivo de Emanicipación, tienen raíces que
son coetáneas y bien antiguas, de muchos siglos, tantos como la edad
del Primer Estado-Ciudad y no solo la edad de los
“estados-nación-modernos” (de apenas tres siglos). Porque, ni en
su forma política/estatal, ni en su forma económica/capitalista más
contemporánea y global, el sistema de Dominación puede entenderse
sin remontarnos al antiguo concepto de propiedad patriarcal, de la
tierra y el conocimiento (religioso en esos primeros tiempos)...No
puede entenderse al margen de esas milenarias raíces históricas, a
cargo de la alianza surgida entre las primeras oligarquías
dominantes (propietarias, religiosas, militares y políticas),
fundadoras de los primeros Estados, en la Mesopotamia neolítica de
hace no menos de cinco mil años.
* * *
Personalmente,
tengo una gran coincidencia con su pensamiento en torno a los
conceptos sustanciales de “heteronomía” y “autonomía”. Como
Castoridis, pienso que hasta el presente las sociedades de nuestra
especie han sido heterónomas, que siempre hasta ahora han construido
sus imaginarios sociales atribuyéndolos a alguna autoridad superior
y extrasocial (Dioses, Antepasados, Necesidad Histórica…) sin
llegar a considerar que esas sociedades heterónomas y sus
instituciones siempre son autoconstruidas y que, por tanto, siempre
son modificables.
Por ello que, al igual que Castoriadis, pienso que
el camino hacia la emancipación real resulta imposible sin
comprender la autonomía de las instituciones imaginarias, imposible
sin tener la voluntad explícita de auto-instutuirse o
auto-emanciparse.
* * *
El
caso es que desde el lapsus del 15M y la desolación que su fracaso
me dejó como cicatriz, reconozco vivir un tanto obsesionado por el
convencimiento de que hemos llegado a un punto de no retorno en la
quiebra del pensamiento heredado, acerca del viejo y siempre
pendiente proyecto de la emancipación humana, lo que al menos a mí
(y sospecho que a más gente, no mucha, lo sé), me obliga a
reconsiderar integralmente esa herencia ideológica, tradicionalmente
tildada como pensamiento de “izquierdas” y/o “revolucionario”,
un pensamiento que a día de hoy, y muy precariamente, apenas
mantiene una mínima presencia en el mercado mediático y global
donde actualmente se cotizan las ideas.
Tras
una rapidídisima sucesión de revoluciones fallidas, de poco más
de dos siglos, la contemporánea insignificancia de
las
ideas
de “emancipación” y/o
“revolución” nos deja, como especie,
ante un inmenso y desolado vacío, un sin-futuro-común del que nadie
espera nada, porque en medio de un presentimiento general de
naufragio global, y al agónico grito de “sáĺvese quien pueda”,
bastante tiene cada cual con pensar en sí mismo...como para
entretenerse en pensar acerca de la emancipación “ajena” -de la
Humanidad nada menos-, o en ocuparse de “salvar al planeta”,
como no sea en modo político-recreativo, para pasar el rato. Y eso
sólo en esta parte del “mundo desarrollado”, porque el otro
mundo restante está pensando en venirse con nosotros, a
“disfrutar del capitalismo”, aún a riesgo de un naufragio casi
seguro.
En
la subversión de la básica idea de “comunidad” o “comunismo”
consiste, pienso yo, el éxito de la utopía ultra-neoliberal que
viene gobernando en la mayoría de los Estados del mundo
contemporáneo, en diferentes versiones, todas derivadas de las tres
ideologías políticas que comparten el mismo tronco histórico de la
Modernidad burguesa: liberalismo, socialismo y fascismo. Esas tres
ideologías comparten una misma idea de “Progreso”, como
desarrollo exclusivamente económico y tecnológico, sustentado en la
promesa de un futuro hipertecnológico, incluso posthumano, que da
para soñar la utopía-oximorón de un “capitalismo para todos”,
con producción y consumo ilimitados, con la promesa de una fácil y
mecánica larga vida por delante, con renta básica como “nómina
social” a cargo de un hipotético estado paternal y protector, con
un perfeccionado sistema de Estado-Sociedad-Mercado, de Progreso
Social, Tecnológico y de Derecho...según la jerga habitual del pensamiento
único, cuyo gobierno del mundo se disputan hoy todos los
“neomodernos” pensamientos antiguos: neocapitalistas,
neomarxistas, neoecologistas, neofeministas...todos más o menos
neofascistas: todos adoradores científico/religiosos de la
Propiedad, la Jerarquía y el Estado, la milenaria Trinidad del
pensamiento mágico.
De
ser cierto, como pienso, que todas nuestras tradicionales visiones y
concepciones acerca de la sociedad, de la política o de la historia,
han entrado en quiebra irreversible en esta época; si por primera
vez (¡no se olvide!) ésto está sucediendo a escala global, esta
inédita situación convierte en imperativa la necesidad de
reconsiderar el pensamiento que decimos “crítico” o “de
izquierdas”, el que traemos a las espaldas y que hoy vemos
estancado en una especie de coma o estado vegetativo.
* * *
Volviendo
a las lecturas que dije al principio, el
libro de
Antonio Damasio se
enfoca
en
la
relación entre la emoción y la razón y en
cómo
ambas
influyen en nuestras decisiones.
En "El Cerebro Social", Damasio explora su
teoría de
que las emociones y la interacción social están estrechamente
relacionadas; las emociones son por
ello una
parte fundamental de nuestras relaciones sociales, nos ayudan a
conectarnos con los demás y a formar lazos sociales. A.
Damasio
sostiene, además,
que el cerebro
social
es una red compleja de regiones cerebrales que trabajan juntas para
procesar la información social y emocional. Esta red incluye áreas
como la corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo, siendo
los
"marcadores somáticos" señales que el cuerpo envía al
cerebro en respuesta a un estímulo emocional. Estos marcadores
somáticos pueden ser positivos o negativos y ayudan al cerebro a
tomar decisiones más rápidas y precisas: “Nuestro cerebro no sólo
piensa, sino que también siente”.
Una
de las teorías más importantes de A.
Damasio
es la de la Síntesis
del Cuerpo,
por
la que
sostiene que mente y cuerpo son entidades interconectadas
e
inseparables,
que las
emociones son parte integral de la experiencia humana, integralmente
conectadas
a la actividad de nuestros
cuerpos.
Piensa
Damasio
que las emociones se originan en el cerebro, siendo
resultado de la interacción entre las señales que llegan del cuerpo
y que se procesan en el cerebro. Sostiene
que las emociones no son simples
y
automáticas respuestas
a estímulos, sino que son el resultado de un complejo proceso que
involucra al
conjunto
cerebro/cuerpo/entorno.
* * *
Funes
es “el memorioso” personaje de un cuento de Borges publicado en
la colección “Ficciones” en 1944. El propio autor lo definió
como “una
metáfora del insomnio”.
Se sabe que en su primera fase el sueño funciona como un depurador
de recuerdos, de tal manera que en la mente permanezca solo lo más
importante de lo que nos sucede y, por tanto, si no dormimos,
nuestro cerebro no puede eliminar los recuerdos o la información
“sobrante” o
“insignificante”, de tal manera que sin esta capacidad de
olvidar, con el cerebro desbordado por un exceso de información
(infoxicación) y de recuerdos (hipermnesia o síndrome del sabio),
la vida sería insoportable.
Rodrigo Quian
Quiroga es un neurocientífico argentino, de máximo prestigio, que en su libro "Borges y la memoria" recurre a ese cuento: “millones
de años de evolución nos han conducido a disponer de un cerebro
capaz de enfocarse en lo esencial. Y volvemos a Borges, que dice que
abstraer es olvidar detalles, ignorar cosas que nos distraen. Una
persona con una memoria infinita no es capaz de abstraer, y si no es
capaz de abstraer tampoco es capaz de pensar”.
Este
científico es el descubridor de “la
neurona de Jenifer Anston”,
que supuso un hito muy importante a la hora de comprender el proceso
de formación de los recuerdos en nuestra mente:
“Podemos
remontarnos a Aristóteles, que ni siquiera sabía que los
pensamientos estaban en unas células llamadas neuronas, sino que los
ubicaba en el corazón. Y aún así, las preguntas que se planteaba
son de absoluta actualidad. Descubrí esto mismo en los escritos de
Borges, que en su famoso «Funes, el memorioso» se plantea cómo
sería nuestra vida si nuestra memoria fuera infinita y lo
recordásemos absolutamente todo. Y concluye que no podríamos ni
pensar”.../...“Me
sé todas las calles de mi barrio de Argentina de la infancia, pero
no recuerdo ni una de mi barrio de Leicester, donde vivo actualmente.
Eso es porque ahora el GPS del coche las recuerda por mí, delego en
él. Pero no es algo que me moleste, porque no creo que tenga
especial utilidad acordarme de las calles de alrededor de casa. Me
preocupa más no tener tiempo de estar aburrido sin hacer nada, de
mirar el cielo y que, de repente, venga una idea.”
* * *
La
Inteligencia Artificial parece apuntar a una capacidad de memoria y
procesamiento sin límites. Y la gran duda ya no está en esa
capacidad, sino que estriba en si alcanzará o no un desarrollo tal
que le permita hacer abstracciones, pensar por sí misma, tener
conciencia de sí, al margen de su creador humano...Entonces
estaríamos hablando, seguro, de una Inteligencia Artificial
destinada a su propia locura de no aprender a olvidar toda la
información “prescindible” o superflua, de no aprender a
desconectar (dormir) y a soñar (crear).
No hace falta ser
neurocientífico para tener ese
conocimiento intuitivo. Personalmente,
a
la Inteligencia Artificial le
deseo y pronostico el peor de los futuros: convertida en IL
(Inteligencia
Loca),
pasada de rosca, como le sucediera al memorioso personaje de
Borges. La
locura es su inevitable destino de no incorporar en su algoritmo
principal la capacidad de dormir y de
olvidar,
al modo humano, para desconectar y prescindir del exceso de
insignificancia, de aquellos datos y recuerdos irrelevantes que
impiden el pensar abstracto, ese olvido-reseteo que nos permite a los
humanos centrarnos en lo esencial que nos importa, en aquello que
para nosotros tiene significado y sentido, para no quedar
sobrepasados, saturados de datos y recuerdos...para
no enloquecer, pasados
de rosca.
* * *
En
estos tiempos de máxima confusión y saturación mediática, me
reconforta que un científico tan prestigioso como Rodrigo Quian
Quiroga haya llegado a pensar que nuestra humana inteligencia, en el
camino de construir “con sentido” nuestras vidas, guarde
proporción con la capacidad de abstracción, como de soñar y
crear, prescindiendo de datos y recuerdos superfluos o
insignificantes...por ejemplo, toda esa basura informativa que nos
inunda cada día, para distraernos de nuestro sustancial deseo de
encontrarle sentido a nuestras vidas, ese “querer vivir” de otra
forma, ese deseo de un-mundo-otro y mucho mejor, uno en Común.
* * *
“Actuamos
en respuesta al significado que le atribuimos a lo que sucede, no a
lo que sucede en realidad”,
dice
Rodrigo
Quian Quiroga, y
también
dice que
"si estamos permanentemente pendientes de lo que nos llega a través
de Whatsapp, el correo electrónico, etcétera, podemos correr la
misma suerte que Funes el
Memorioso”.
Y confiesa
Rodrigo
Q.Q. estar
muy preocupado porque teme “que
la tecnología acabe matando la imaginación y la creatividad”
y
hace una recomendación a la que me sumo con entusiasmo: “dedicar
más tiempo a estar aburridos, mirando las nubes pasar, para permitir
que afloren las ideas”.../...porque “millones
de años de evolución nos han conducido a disponer de un cerebro
capaz de enfocarse en lo esencial”.
Y
vuelvo ahora al Borges que
no sabía lo
que R.
Quian Quiroga ha demostrado: que
detrás de esa capacidad de abstracción hay un tipo de neurona del
hipocampo a la que todo el mundo denomina a estas alturas la neurona
de Jennifer Aniston:
“Trabajando
con esquizofrénicos encontramos que había una neurona concreta que
respondía a la imagen de Jennifer Anniston, a cualquier imagen de
ella, o incluso a una caricatura de la popular actriz de la serie
televisiva Friends. Existe una similar para cada personaje… Lo
interesante es que esa neurona codifica abstracciones: responde a un
personaje (y solo a uno) sin importar cómo se lo mostremos. No
responde a los detalles, le da igual si está de frente o de perfil
porque responde al significado. Y no se ha encontrado de momento nada
similar en ratas o en monos. Creo que demuestra que nuestro
pensamiento está basado en abstracciones”. Y
concluye que eso es, precisamente, lo que nos define como especie.
Si
queremos ir
a lo sustancial no
podemos perdernos en detalles insignificantes: “Newton
se dio cuenta de
que
la manzana que cae de un árbol y la Luna que no se cae, sino que
gira todo el rato alrededor de la Tierra, se guían por un mismo
principio, que es la ley de la gravedad. Esa fue la genialidad de
Newton. Pero para poder llegar a esa ley física tuvo que abstraer;
si nos quedásemos pensando en que la manzana es roja, que tiene dos
hojas o que la ha perforado un gusano, nos perdemos en detalles y no
llegaríamos nunca a nada”.
En
una investigación con monos, el neurocientífico argentino demostró
que, mientras el cerebro de un mono tarda 120 milisegundos en
procesar un aplauso, los humanos tardamos al menos el doble, por
lo que podríamos pensar
que nuestro cerebro es lento reaccionando, y
eso
es
cierto, pero tiene explicación según Rodrigo Quian Quiroga: “creo
que somos tan
lentos, en
comparación con los monos, porque procesamos más la información,
porque no reaccionamos al estímulo en sí, sino al significado del
estímulo. Vivimos en un mundo que no es real, que
es
una construcción nuestra. Actuamos
en respuesta al significado que le atribuimos a lo que sucede, no a
lo que sucede en realidad.
No
hay que tener prisa: si respondiésemos más rápido, pensaríamos y
nos comportaríamos como un mono.”
Nota:
(*)
Socialismo
o barbarie
fue un grupo marxista, francés, que existió entre 1948-1965. El
nombre también se refiere a la revista del grupo. La expresión
Socialismo o barbarie fue utilizada por primera vez por Rosa
Luxemburgo
en 1916, inspirada por un texto escrito por Friedrich
Engels.
En la
Francia
de
1946, Cornelius
Castoriadis y Claude Lefort,
entre otros miembros del Partido Comunista Internacionalista
(trostkista),
crearon la llamada tendencia Chaulieu-Montal, que pronto pasaría a
llamarse Socialismo
o barbarie.
En 1948, esta
facción se separó del PCI, abandonando
los postulados trotskistas.
Los miembros de Socialismo
o barbarie
combatían el estalinismo en todas sus formas y trataron de
desarrollar un marxismo antidogmático. Consideraban a la URSS como
un
“estado
obrero degenerado” y a todos los países autodenominados
“socialistas” como capitalistas de Estado.