sábado, 26 de noviembre de 2011

HACIA UNA RENOVADA NOCIÓN DE RURALIDAD



Arrastramos una noción de lo rural  que no se corresponde con la realidad. En esa anticuada visión a la que me refiero, lo rural se concibe como territorio ocupado por sectores de población dependientes de la producción agropecuaria, al tiempo que es percibido en permanente contraste con lo urbano, caracterizado éste como territorio ocupado por poblaciones vinculadas a las actividades  industriales y a los servicios. Esa noción  pertenece a un pasado que se corresponde con la fenecida época de la revolución industrial, previa al auge y expansión universal del  actual capitalismo financiero, que ha globalizado la economía y la cultura, que ha industrializado la agricultura y la ganadería, que ha deslocalizado los sistemas productivos y arrollado las culturas locales, en un proceso de empobrecimiento generalizado de la biodiversidad. Junto con  la destrucción  acelerada de los recursos naturales, que constituyen la base material del sistema productivo,  el capitalismo financiero ha arrasado también la diversidad cultural  asentada durante siglos en un largo proceso de  producción y transmisión de conocimiento y saber hacer, generado en los territorios locales, esencialmente rurales.
Situados en la actualidad  y comprendida su barbarie implícita, podemos empezar a imaginar  una nueva ruralidad, ni marginal, ni contrapuesta a lo urbano, sino constituyente de una misma realidad, con problemas esenciales que no son sino la otra cara de la misma moneda. Territorios rurales que son inviables por su carencia de capital humano (la despoblación) y  territorios urbanos que son inviables por la situación contraria, de sobrepoblación. Conviene recordar que el año 2008 ha marcado una línea histórica a nivel de la evolución humana, pues ha sido el año en que la población urbana ha superado a la rural, considerado el mundo en su conjunto.

En ese contexto, sabemos con total certeza que el sistema económico y político dominante  no sólo no tiene la solución a esa inviabilidad tanto de lo rural como de lo urbano, sino que, muy al contrario, contribuye a acelerar y engrandar los problemas de esa realidad global, cuyas dos consecuencias más destructivas -la explosión demográfica y el cambio climático- sólo alcanzamos a atisbar como verdaderas bombas a punto de explotar delante de nuestras narices.

Desde el mundo rural estamos obligados a abandonar definitivamente las estrategias totalmente fallidas hasta ahora ensayadas, estrategias que venían a consistir en aprovechar los resquicios, las sobras y los donativos del mundo industrial-urbano, en un desesperado intento conformista de vivir en un limbo rural, eternamente sostenido y subvencionado por el Estado, con la justificación de una compensación por los beneficios extraidos al medio rural por las sociedades urbanas, en forma de recursos naturales y servicios de ocio. Ya lo hemos podido comprobar, estas estrategias han fracasado y están condenadas al fracaso, porque contienen factores  con efectos mortíferos para las sociedades locales. A la dispersión geográfica que caracteriza a las comunidades del mundo rural, hay que sumar la misma descomposición  del cuerpo social que aqueja a las sociedades urbanas, donde el concepto de comunidad es sólo una formalidad de conveniencia, una especie de envoltorio social, en cuyo interior se amontona una  masa de individuos fragmentados como personas y perfectamente desconectados entre sí; individuos  totalmente carentes de autonomía personal, productiva y política, aislados en su vida personal, clientelizados por los mercados y perfectamente sometidos por los aparatos productivo y estatal, del que toda nuestra vida parece depender. ¿Hay alguien, a estas alturas de la crisis actual, que todavía tenga dudas sobre la dependencia de  ambos aparatos al servicio del poder totalitario de los mercados financieros?
Todo este preámbulo me parece imprescindible antes de apuntar la estrategia  que corresponde a esa “nueva ruralidad” que mucha gente intuimos. Como queda apuntado en el  resumido diagnóstico anterior, esa estrategia pasa necesariamente por un doble objetivo de cirugía reconstructiva: el empoderamiento personal  de los ciudadanos y el empoderamiento de las comunidades locales. Esto, que vale para todas las comunidades humanas, sean rurales o urbanas, ha dejado de ser una utopía y empieza a ser un verdadero programa político y económico. La ventaja del mundo rural es que éste es el  mejor espacio de ensayo posible para esa revolución imprescindible en la que nos jugamos el futuro de la humanidad. Y lo es porque, tanto la dispersión geográfica como el despoblamiento nos proporcionan dos ventajas de futuro indiscutibles, ya que tenemos los recursos naturales que sustentan el sistema alimentario y productivo y tenemos el suelo donde habrán de habitar buena parte de los ciudadanos “excedentes” que hoy  hacen inviables  las megaciudades. Para llegar a ello, nos falta preparar el terreno, hacerlo fértil para esa acogida de nuevo capital humano. Espacio, recursos, tecnología y, sobre todo, comunidad, son las claves fundamentales de esa estrategia de transición hacia la nueva ruralidad, que trataré de abordar  detenidamente en próximos artículos.

1 comentario:

jose suraña dijo...

De acuerdo contigo, Nanín.
Hace poco leí en el blog Ergosfera, un post titulado “¡Extra! ¡Extra! El mundo rural desapareció anoche sin dejar rastro”, y otro de José Fariñas, “Paisaje rural y Paisaje cultural” donde ambos argumentan esa desaparición del mundo rural tal y como todavía retumba en nuestro imaginario colectivo, para ser sustituido por un modelo híbrido con muchas características importadas de las ciudades y que ha pasado como una apisonadora sobra gran parte de las fuentes de conocimiento locales.
Por supuesto que la solución paternalista que se ha venido teniendo hasta hace no pocos años con el medio rural era equivocada e insostenible.
A parte de la propones, la salida que más se vienen fomentando institucionalmente para esta situación es la apuesta por la diversificación de la economía del medio rural, guiándola hacia la puesta en valor de los atractivos locales como reclamo turístico promoviendo una transformación de la economía del mundo rural al sector servicios. Esto no es nada nuevo. Estamos hartos de ver centros de interpretación de identidad local, turismo rural, puesta en valor de patrimonio vernáculo, etc… sobre todo fomentado por Europa, con alternativa a la subvención agraria. Esto me da algo de escalofríos por el riesgo que conlleva de teatralización de la cultura rural, puesta al servicio del ocio y del turista de fin de semana, lo que puede terminar por aplastar lo que queda de identidad real del medio rural sustituyéndola por la pseudorealidad del imaginario del turista.

Me ha picado la curiosidad con esa “comunidad” que propones y no se si voy a poderr esperar al siguiente post. ¿Tienes referencias o para ir curioseando?