jueves, 22 de febrero de 2024

CUANDO LOS INVIERNOS ERAN INVIERNOS: LA NECESIDAD DE INVENTAR EL NORTE

 

 

1. Copos de nieve (snowflakes)

Me gusta decir “el clima cambiático”, por enredar un poco, y otro poco por llevar la contraria a la turra que nos cae a diario sobre el cambio climático. Que será verdad, no lo niego, pero que no debería servir para justificar TODO lo que nos pasa, ni para comerles el coco a los niños con la bobada esa de que “hay que salvar al Planeta”, solo para desviar su atención y que sigan creyendo en los Reyes Magos. Hay más causas y más profundas, además del clima, para este Desastre Integral al que asistimos, como vacas en la vía, mirando de lejos a un tren que viene de frente. Ya lo sentimos a escala global, es como un calorcillo en el cogote, como si fuera el aliento del mismísimo diablo. 

Hoy sigue siendo noticia el invierno que no hemos tenido, y también que a partir de hoy, viernes, puede nevar aquí, en la Montaña Palentina, un poco más arriba de mi casa, a la altura del paralelo 43, a partir de la cota 1.050. Pensando en ello, me asalta una cierta nostalgia de la nieve, de aquellos inviernos cuando salía a dar paseos por el monte con los esquís puestos ya desde la puerta de casa.  

Estaba empezando a leer un libro muy a propósito (“Cuando los inviernos eran inviernos. Historia de una estación”), y en las primeras páginas encuentro una ilustración que llama mi atención, es sobre las múltiples formas de los copos de nieve;  lo busco, para que no se me olvide, antes de seguir leyendo el libro que tengo entre las manos. 

Lo encuentro, se titula “Snowflakes” (copos de nieve) y tiene una portada con el título caligrafiado con letra antigua. No me resisto a saber de qué va y por eso recurro a la traducción automática de un texto de presentación razonablemente breve.No lo voy a traducir entero, solo quiero ver los dibujos y saber de qué va el libro. Su autor es Israel Perkins Warren, que lo publicó en Boston, en el año de 1.863.

Comienza con un breve capítulo sobre la estructura de la nieve, cuya pretensión científica se derrite ante los ojos del lector. 

“Se ha prestado mucha atención a las condiciones meteorológicas de la atmósfera durante la caída de nieve”, informa Warren, su autor; "sin embargo, no se puede descubrir nada muy definido a este respecto. Lo mismo se aplica a los argumentos causales sobre la maravillosa geometría de las lascas: de las causas ocultas que originan estas bellas producciones no se sabe nada en absoluto... incluso si se demostraran teorías (magnéticas o eléctricas), no explicarían nada. No hay necesidad de mayor comprensión, porque la Primera Causa está muy clara:  

La nieve se forma en las regiones superiores de nuestra atmósfera. Son las aguas salvajes y embravecidas del océano, los suaves riachuelos de las montañas, el hermoso lago y el estanque más vil de la tierra, todos gravados y obligados a contribuir por orden de su Señor a este departamento de su tesoro. Envían su tributo en las más finas partículas de humedad; la contribución constante que llega desde todas partes del mundo de forma indiscriminada”...¡ahí queda eso!

Ojeo la versión digital original. El libro incluye obras de poesía y prosa devocional de numerosos escritores, en torno a entusiastas teorías sobre las nevadas. Está organizado temáticamente, en capítulos como “Pureza”, “Gracia”, “Belleza”, “Debilidad”, etc, Postula, por poner sólo un ejemplo, que "el agua se congela a lo largo de un ángulo de sesenta grados o algún múltiplo de él...porque las escamas son como rebaños: los cristales lanudos, al extenderse cada uno en su máxima libertad individual, permanecen todavía dentro de una propiedad y pertenecientes a un solo redil”. No me digáis que no es una descripción hermosa, tan lírica como científica, que no es un puro desvarío literario, producto de la droga o propio de la romántica época en que fuera escrito, a finales del siglo XIX, no, téngase en cuenta que no hace mucho, en 2013, investigadores japoneses dividieron los copos de nieve en treinta y nueve categorías, divisibles a su vez en 121 subtipos. 

Los copos de nieve, en efecto, parecen pertenecer a un rebaño.

 


 2. Cuando los inviernos eran inviernos

Regreso a “Cuando los inviernos eran inviernos”, cuyo autor es Bernd Brunner, con traducción del alemán, que me parece primorosa, a cargo de José Aníbal Campos. Y con una cuidada edición que es marca de la casa (editorial Acantilado). La propia editorial presenta al autor berlinés, nacido en 1964, como “ensayista y autor de libros en los que la historia, la antropología y las ciencias se combinan para ofrecer abordajes transversales sobre temas insólitos como los acuarios, los osos, la luna, el árbol de Navidad, el arte de descansar o la pasión por los pájaros”. Dos de esos libros son los hasta ahora editados en castellano por Acantilado, la editorial catalana, son: éste de los inviernos (en 2020) y “La invención del Norte. Historia de un punto cardinal”, cuya primera edición es muy reciente (2023).

Todo un libro, más de doscientas páginas, para hablar del invierno, con todo lujo de detalle y con máxima delicadeza, impresionante y emocionante: 

Mientras nieva, todo se vuelve más silencioso; con la nevada, la atmósfera se condensa y forma algo parecido a una cortina que impide que las ondas sonoras puedan penetrarla. De ese modo, los ruidos del entorno se atenúan también. El alpinista Georges Rivail escribió acerca del silencio absoluto de la nieve que reinará cuando toda vida se haya extinguido, o, mejor dicho, será como ya fue, antes de que toda vida empezara".

.../...“La nieve es una sustancia efímera: una forma del hielo que se diferencia de otras formas del agua congelada por el aire contenido entre sus cristales. El contacto físico directo, la experiencia táctil del frío, es un asunto elemental que produce reacciones ambivalentes. Mientras que algunas personas sienten satisfacción, otras ven en la nieve una mortaja extendida sobre toda la vida natural. En Languedoc, región que no se caracteriza precisamente por sus nevadas violentas, emplean una paráfrasis para describir los copos de nieve: «moscas blancas» o «mariposas blancas».   

Aquí donde vivo, en la Montaña Palentina, llamamos “trapos” a los copos grandes que caen despacio.

.../...”La nieve recién caída, todavía extremadamente porosa, contiene hasta un noventa y cinco por ciento de aire. Un metro cúbico equivale a cuarenta y seis kilogramos, lo cual contrasta con los mil kilos de un metro cúbico de agua. Saltar de un acantilado de cien metros de altura sobre nieve recién caída no tiene por qué tener consecuencias mortales, como sucedería en el caso del agua.”

.../...”Cuando hace mucho frío, la nieve condensada se seca, se vuelve quebradiza y, debido a la presión, se rompe durante la caída, produciendo unos crujidos más o menos intensos: ondas acústicas generadas por la ruptura de un gran número de cristales en la capa de nieve. Si la temperatura sube, la presión hace que los cristales de hielo pierdan la forma, pero éstos no se quiebran de manera tan fácil. El ruido que hacen es más bien un chasquido, no un crujido”.

Entre 1560 y 1630, las temperaturas cayeron en el hemisferio norte, causando la llamada Pequeña Edad del Hielo. Hendrick Avercamp dedicó su vida a pintar estos paisajes invernales en los canales de Holanda. Un buen número eran escenas del juego del kolf, o kolve: con palos muy similares a los del golf, consistía en golpear una bola que debía llegar a un punto: un agujero, un árbol, un poste o una puerta, en el menor número de pasos posibles. Los desórdenes que causaba llevaron a las autoridades a prohibir su práctica en el interior del casco urbano, por lo que los canales helados ofrecían una gran oportunidad para su práctica. Los estrechos vínculos comerciales de Holanda con Escocia llevarían este juego a las Islas Británicas, donde se convertiría en deporte.

Hoy las empresas turísticas venden “experiencias” en lugar de viajes y, sorpredentemente, encuentro referencias a este cuadro de Avercamp en una revista de turismo. Es un texto (“Viaje a un cuadro: patinar sobre hielo en los canales de Holanda”) que hace referencia a la Pequeña Edad de Hielo. Ahí se dice que “una de las consecuencias (entre otras no tan lúdicas) fue que los canales, ríos y lagos del norte de Europa permanecieron helados durante los meses de invierno. En Inglaterra, la primera Feria del Hielo del río Támesis se celebró en 1.608. En Holanda, los años de enfriamiento coincidieron con la Edad de Oro de su pintura, lo que nos ha proporcionado una gran cantidad de escenas invernales.”


Hendrick Avercamp era mudo y dedicó toda su vida a pintar paisajes invernales, en los que un gran número de personajes se deslizan sobre la nieve o el hielo. Buscaba escenas populares y hacía uso de detalles costumbristas para llegar a su público, la burguesía holandesa surgida del floreciente comercio marítimo. Dicen los expertos en arte que su punto de partida fue el cuadro de Pieter Brueghel el Viejo tituladoLos cazadores en la nieve”, pintado en el crudo invierno de 1565, dentro de una serie dedicada a los meses del año. Se trataba de un paisaje imaginario, a vista de pájaro, que Avercamp llevó a la realidad urbana de inicios del siglo XVII en los Países Bajos. El hecho de que este pintor fuese mudo parece haber afilado su capacidad de observación. Una luz pálida, dorada, rosácea, ilumina sus obras y utiliza la perspectiva aérea propia de un horizonte cargado de humedad. Las figuras pierden definición a medida que retroceden y los colores se apagan.

3. La necesidad de inventar el Norte


Va a ser mi próxima lectura. Pero, aunque Bernd Brunner no hubiera escrito este libro, de todos modos habría que inventar el Norte, porque no puede ser, la vida en las montañas, con esta calor. En el avance del libro que me envía la editorial Acantilado a mi correo electrónico, leo esta entradilla, nada más empezar: 

 

Ésto me da qué pensar: 1º), que “el Norte” es un lugar especial, no visible a simple vista, ni siquiera con ojos humanos, ya que solo se deja ver por la aguja imantada de una brújula; y 2º), que si ésto lo sabe todo marinero (el para qué sirve y cómo se maneja una brújula), entonces, donde dice marinero perfectamente puede ponerse “caminante”, que cualquiera es navegante con tal conocimiento, incluso en tierra firme. Ah, y también (3º), que si no fuera por el Norte que “ve” la brújula, a todos los demás puntos cardinales les pasaría como a nosotros, que se sentirían perdidos, en medio de mundos desconocidos. 

Además, resulta que para mí “el Norte” es también un periódico y una estación de trenes...sin duda que el libro promete, basta ver el índice de contenidos: El unicornio del norte. Más allá de las fronteras del mundo conocido. A la izquierda de la salida del sol. Fatigosos caminos a las tierras de la medianoche. El Norte: un mundo de prodigios. Cansados del sur: el nuevo entusiasmo por el norte. Un estafador y un bardo ciego. El olor del Ártico. Cuando el Este era todavía el Norte. El clima hace al hombre. Entreverado de dioses y demonios. Una cuerda lanzada hacia el norte. La dudosa cuna de la humanidad. Las tácticas de los primeros habitantes. Una isla lejana en el Atlántico. La era victoriana descubre a los vikingos. Fervor por el Ártico y descubrimiento de América. Dramáticos acantilados, mareas de colores cambiantes, ¡por Dios, no miren hacia abajo!. El norte más remoto. ¡En tiempos de cambio, necesitamos el norte, la inmensidad, el viento!. Los abismos de la teoría racial. «Hermanos arios» del Sur. Escandinavia, baluarte antifascista, antes de la Segunda Guerra Mundial. Eterna añoranza de las regiones heladas del mundo.La Biblia tenía razón. The True North (el verdadero Norte) y tesoros naturales en peligro...todo eso antes de los agradecimientos del autor, una nota del traductor y la bibliografía.

En el avance que envía la editorial puedo leer los dos primeros capítulos, y en el segundo, titulado “Más allá de las fronteras del mundo conocido”, se dice que “el norte empieza donde acaba el sur. Pero ¿por dónde discurre la frontera y a partir de qué rasgos característicos podemos determinarla?” 

.../..”Cierta indecisión parecía reinar a la hora de clasificar el ámbito cultural germano, como escribió el historiador August Ludwig en su libro “Historia general del Norte” (1771).Y esto ocurría, dicho sea de paso, un siglo antes de la fundación del Segundo Reich: “nosotros, los alemanes, ya no nos consideramos parte del Norte; sólo los franceses consideran que nuestro país forma parte de su norte y hablan de Berlín como nosotros hablamos de Estocolmo. Es muy común entre los escritores españoles considerar Gran Bretaña el Norte, y resulta natural que los historiadores o geólogos africanos llamen al Mediterráneo el mar del Norte y consideren a todos los europeos como pueblos nórdicos”.

Desconcertante, esta declaración  de unos alemanes que reniegan del Norte. Parece como un presentimiento de lo que vendría más tarde, como guerras mundiales y genocidio por sistema, una masiva deserción de eso que dimos en llamar “civilización”. Recuérdese que el Segundo Reich o Imperio alemán nació en 1.871, y que lo hizo no sin antes librar tres breves y exitosas guerras, en el lapso de solo siete años, contra Dinamarca, Austria y Francia.

El asunto, como vemos, resultaba complicado, y en el caso concreto de Alemania, además de factores como la división en pequeños estados y las diferencias confesionales, toda clasificación se hacía aún más engorrosa por el hecho de que el territorio sólo mostraba, en parte, fronteras naturales delimitadas por ríos y mares. Lo mismo le sucede a cualquiera que viva en regiones remotas del Norte: su patria no es otra cosa que el centro del mundo, el centro geográfico normal. En el polo norte, que vendría siendo el «norte absoluto», ni siquiera se plantea la cuestión del punto cardinal. Para los daneses, el mar del Norte es un mar occidental, el Vesterhavet. En Gran Bretaña, por su parte, se lo conoció durante mucho tiempo como «the German sea» [el mar alemán].

Además, lo que podría entenderse por «el Norte» ha sido una categoría cambiante y flexible a lo largo de la historia. Un espacio a la vez real e imaginario que debía extenderse hasta las fronteras de la Europa nórdica, con su impronta celta, desde la región septentrional de las islas británicas hasta la parte inglesa de Norteamérica, o incluso más allá.

.../...”¿Dónde está, en realidad, el Norte? No se trata sólo de un lugar, sino de un punto cardinal, y, como tal, su ubicación es relativa: para los mexicanos es Estados Unidos, para los estadounidenses, Toronto, a pesar de que esta última ciudad se encuentra en el mismo grado de latitud que Boston. Dondequiera que se encuentre para cada uno de nosotros, gana en existencias, existe de mil maneras distintas”.

.../...Viendo todo ésto, cabe preguntarse: ¿no será que la cuestión decisiva, y también la más interesante, no es dónde se encuentra con exactitud el Norte «real», sino lo que significa para nosotros? Ello favorecería la idea de partida de que no existe un único Norte, sino muchos. De modo que, en adelante, deberíamos imaginar el «Norte» siempre con comillas, como un concepto o un constructo relativamente flexible”.

.../...¿Cómo reaccionaban los viajeros a los paisajes y culturas con los que allí se encontraban? ¿Cómo fue variando en el curso del tiempo la relación con ese Norte? El norte existe como lugar real, pero ¿cómo se corresponde éste con la idea que la gente se ha formado de él? Por último, el Norte se halla en una inevitable relación opuesta con el Sur, y esa relación ha condicionado con frecuencia la mirada. 

 

No quiero dejar de decir lo que el Norte es para mí, además de un periódico y una estación de trenes, como ya dije: El Norte de Castilla y la estación Campo Grande, también llamada popularmente "Estación del Norte". Para mí es la dirección contraria a la ley de la gravedad que siguen los ríos, puede que por eso me vine a vivir a este Norte, río arriba del Puente Colgante, mi kilómetro Cero,  para hacer este viaje hacia las montañas, lo más cerca posible de mi Norte relativo y personal: esa cueva entre altas montañas donde nace mi particular río Pisuerga, bajo el sumidero del Sel de la Fuente, en lo alto de la Sierra de Híjar, Cordillera Cantábrica del Sur de Europa. 

Mi casa está situada a escasa distancia del río.



 

sábado, 17 de febrero de 2024

AQUEL INVIERNO DE 1973 EN EL PICU DE URRIELLU

 

Mi amigo Luis Félix Bartolomé Peláez fue compañero de aventuras en las montañas durante los años de juventud que compartimos. El mucho tiempo pasado sin vernos, ya en la madurez, no pudo borrar ese poderoso vínculo que es la amistad; menos aún si ésta se forjó entre riesgos y alegrías compartidas en común, como esa cuerda que usamos para escalar, algo así como un “seguro de vida”, que nos unió en la vertical de las muchas montañas que subimos juntos. Descanse en paz mi gran amigo. 


Apenas acababa yo de publicar en mi blog un texto rescatado de una vieja revista de montaña (“Cordada”), donde recordaba el alud que nos cayó encima (a Luis y a mí) en los Pirineos, en 1971, durante nuestra “mili montañera”, que pasamos juntos en la Escuela Militar de Montaña. Me disponía a publicar otro texto, que en ese mismo número de la revista yo dedicaba a narrar la aventura que también viví junto a Luis F. Bartolomé (mi querido amigo “Bartolo”) en el Naranjo de Bulnes, solo dos meses antes de la publicación de la revista. Era un texto en el que narraba cómo ambos fuimos testigos directos de la primera escalada invernal al Naranjo de Bulnes por su mítica pared oeste.

Resulta que habían pasado cincuenta años justos desde aquello, y buscando información al respecto encontré muchas referencias en internet y en las hemerotecas de la prensa de entonces, en torno al 50º aniversario de aquella mítica primera escalada invernal al Naranjo por su temida cara Oeste.

Pues bien, mientras preparaba ese texto, me sucedieron dos acontecimientos enlazados: primero, que en varias de esas reseñas de prensa e internet, con gran sorpresa encuentro una foto en la que aparece mi amigo Luis junto a otros montañeros que estaban en el refugio de Urriello aquel invierno de 1973; y segundo, solo un par de días más tarde me llega un triste mensaje, de un amigo común, diciéndome: “siento comunicarte que Luis acaba de morir”.

Eso fue el pasado 15 de diciembre de 2023. Al día siguiente bajé muy temprano a Valladolid, para estar en la despedida y dar un abrazo a su compañera Carlina y a sus hijos Laura y Marcos. 

1973, DE COMO FUIMOS TESTIGOS DIRECTOS DE LA PRIMERA ESCALADA INVERNAL POR LA OESTE DEL NARANJO DE BULNES (EL PICU)

EL CORREO del 8 de febrero de 2023: “Cuatro hombres y una fecha. José Ángel Lucas y Miguel Ángel García Gallego, César Pérez de Tudela y Pedro Antonio Ortega 'El Ardilla'. Seis de la tarde del día 8 de febrero de 1973. Todo quedará inscrito con letras de oro en la historia del alpinismo español». 

Así contaba El Diario Montañés hace hoy 50 años una de las hazañas del montañismo que tuvo en vilo a media España y también a buena parte de la prensa internacional, que no pudo evitar por aquellos días estar pendiente de lo que ocurría en el Picu Urriellu, el Naranjo de Bulnes, situado en el Macizo de los Urrieles, en los Picos de Europa,  con una altitud de 2519 metros. La invernal por la cara oeste se convirtió en ejemplo de montañismo como espectáculo de masas. «Recuerdo que había más periodistas allí que en la Vuelta Ciclista a España», desempolva de su memoria César Pérez de Tudela, una figura inolvidable del alpinismo español y uno de los protagonistas de esta historia”.


El Diario Vasco del 27 de febrero de 2020 se refería a aquel acontecimiento deportivo con el subtítulo de La carrera de 1973”:

El foco informativo tardaría solo tres años en regresar al Naranjo: en febrero de 1973, se estableció una singular 'carrera' entre tres cordadas que intentaban completar la invernal por la cara oeste, la persistente obsesión de los montañeros. Una de ellas estaba encabezada por el popularísimo César Pérez de Tudela, la gran figura mediática del alpinismo español de aquellos años; otra la lideraba José Ángel Lucas, que tenía el récord de subida por la cara oeste en verano, y en la tercera aparecía otro nombre bien conocido, el de Gervasio Lastra, que no pudo sustraerse al poderoso magnetismo del Urriellu. La gente cruzaba apuestas sobre qué equipo iba a llegar primero a la cima y los periódicos editaban suplementos especiales que daban minuciosa cuenta del pique, en el que no faltaron acusaciones de juego sucio. En Arenas de Cabrales se llegaron a reunir cuarenta redactores, locutores, fotógrafos y cámaras de televisión, ansiosos por recibir alguna noticia de lo que estaba ocurriendo allá arriba. Al final, Lastra se retiró y los otros dos equipos alcanzaron juntos la cumbre.

.../...Todos los medios se hicieron eco de la noticia: César Pérez de Tudela, Pedro Antonio Ortega, ‘El Ardilla’, José Ángel Lucas y Miguel Ángel García Gallego, ‘El Murciano’, se convierten en los primeros alpinistas que hacen cumbre en el Picu Urriellu en invierno, a través de las vía abierta por Rabadá y Navarro en su cara Oeste. La expectación generada en torno a aquella escalada, convertida en espectáculo mediático, en buena parte tenía origen en los fallidos intentos que la habían precedido, en los que habían perdido la vida varios escaladores.

* * *

Luis y yo llegamos al refugio de Urriellu el 7 de febrero y según nos contaron los que estaban por allí, la cordada de Pérez de Tudela y el Ardilla habían iniciado la escalada el día anterior (6 de febrero) a primera hora; las otras dos cordadas lo hicieron ese mismo día en que nosotros llegábamos al Naranjo procedentes de Arenas de Cabrales, por el camino habitual de Bulnes y la majada del Cambureru.

Veníamos sorprendidos por el ambiente tan animado que encontramos en el pueblo, con los bares llenos de curiosos y periodistas venidos de todas partes. La verdad es que estábamos un tanto escandalizados. La radio y la televisión estaban montando un verdadero espectáculo, cosa inédita en aquellos años, para un deporte todavía minoritario como el montañismo. La estrella mediática era el periodista deportivo Jose María García, que estaba retransmitiendo todos los días aquel evento, conectando directamente con los escaladores que estaban colgados en la pared Oeste del Picu. En el mismo refugio vimos cómo tiraban desde la pared cartuchos de negativos que eran recogidos en la base por compañeros de los que estaban escalando, para hacerlos llegar a los periodistas lo más pronto posible.

Al día siguiente, cuando se preveía la llegada a la cumbre, junto con un escalador asturiano yo me sumé a la propuesta de subir por la cara sur, para ayudar a dos cámaras de televisión que a pesar de su escasa experiencia en escalada, estaban dispuestos a llegar a la cumbre para filmar allí la llegada de Pérez de Tudela y compañía.

Tras una penosa aproximación a la pared sur del Picu por la Canal de la Celada, debido a la mucha nieve allí acumulada, ya metidos en la pared uno de los cámaras de TVE me fue contando que tenían muy reciente el trabajo que habían hecho en Nicaragua, donde habían estado filmando un documental sobre el terremoto que el 23 de diciembre pasado (1972) había destruido la capital de Nicaragua.

En el ascenso, coincidimos con la cordada de Lastra y Fernando Martínez, que habían abandonado la escalada de la Oeste utilizando la escapada por los Tiros de la Torca. Llegados a la salida del anfiteatro, donde terminan las dificultades de la escalada por la cara sur y ya se sube caminando hasta la cumbre, yo estaba medio congelado, con todas las emociones que estaba viviendo había subido hasta allí sin guantes y sin ropa de abrigo suficiente. Así que decidí rapelar la pared para llegar al refugio cuanto antes. En el descenso por la cara sur y luego por la Canal de la Celada bajé con Fernando Martinez, que no había querido acompañar a Gervasio Lastra hasta la cumbre para recibir a los vencedores de la oeste invernal, Pérez de Tudela y compañía...y me fue contando que estaba “quemado” con el “circo” que allí se había montado...y que por eso Gervasio y él habían decidido retirarse. También recuerdo que después, ya bajando hacia Bulnes con toda la gente que estaba en el refugio, y con todos los que habían hecho cumbre, hice un rapidísimo descenso en esquís junto a Fernando Martínez, parando de vez en cuando para contemplar y esperar a la numerosa comitiva. Llegados a Puente Poncebos, ya vimos la que se había liado...nunca habían visto por allí tal multitud de montañeros, guardias civiles, periodistas, cámaras de televisión, fotógrafos y muchísimos curiosos que allí nos estaban esperando.

Llegados a Valladolid yo publiqué en el Norte de Castilla un amplio reportaje a dos páginas con algunas fotos, que titulé algo así como “No fue una alegre conquista”. Supe después que no le había gustado a César Pérez de Tudela, pero es que a mí tampoco me había gustado aquel espectáculo, ver tanta publicidad y competencia en la montaña, acostumbrados a vivir nuestro deporte en soledad y tranquilidad...ni saber que se habían dejado cuerdas fijas desde la cumbre, en los últimos largos de la pared.

 

No he podido recuperar un ejemplar de aquel reportaje, pero espero hacerlo pronto, si un día de éstos me decido a hacerme suscriptor de “El Norte de Castilla”, que es condición necesaria para acceder a su hemeroteca, donde supongo se conserva copia de aquella publicación.

Esa fue mi experiencia en aquella excepcional ocasión que pude vivir aquel invierno de 1973, junto a mi amigo Luis Félix Bartolomé, en el Picu de Urriellu, donde ambos fuimos testigos de la primera escalada invernal por la Oeste...pero, para quienes como yo, nos sentimos muy ligados a esa montaña, nos parece de justicia recordar a quienes primero abrieron aquella magnífica vía, me refiero a la cordada Rabadá-Navarro y a todas las cordadas que después lo intentaron en condiciones invernales:

1962, LA PRIMERA VEZ: ALBERTO RABADÁ Y ERNESTO NAVARRO

De la revista “Desnivel”: El 21 de agosto de 1962 Alberto Rabadá y Ernesto Navarro alcanzan la cima del Naranjo de Bulnes tras realizar la primera ascensión de la cara Oeste, trazando un ruta que ha sido la referencia hasta hoy de generaciones de escaladores. El comentario que escriben en el libro de cima, tras realizar esta escalada, no solo muy difícil sino también arriesgada, no puede ser más humilde: «Escalada realizada por la cara Oeste, con un tiempo formidable para lo que nos esperábamos de Picos. Algo de niebla durante la excursión por esta pared, la más hermosa y formidable que hasta la fecha hemos conocido. Somos dos excursionistas zaragozanos que nos sentimos orgullosos de poderla ofrecer desde estas líneas a todos los montañeros españoles que alguna vez han soñado con la escalada de esta provocadora pared. Cordada Navarro-Rabadá”. 

 


La historia de la cordada Rabadá-Navarro, ó Navarro-Rabadá (como firman en la cima del Naranjo tras ascender su cara oeste) es muy breve: son solo cuatro años desde su primera apertura (1959) hasta su trágica desaparición (15 agosto 1963) en la norte del Eiger.

En los cuatro años que escalaron juntos, Rabadá y Navarro trazaron algunas de las rutas mas míticas de la escalada en roca de nuestro país: las del Gallinero, Mallo Firé, Tozal de Mallo y, sobre todo, la oeste del Naranjo de Bulnes, que fueron y siguen siendo aún una referencia para todos los escaladores.

1969, LA TRAGEDIA DE PATXI BERRIO Y RAMÓN ORTIZ EN LA OESTE

En febrero de 1969, los guipuzcoanos Patxi Berrio y Ramón Ortiz realizaron el primer intento de escalada invernal, que acabaría en tragedia. Encontraron la muerte cuando estaban a punto de culminar la escalada, ya en el último largo de cuerda. Su rescate tuvo un gran impacto social y mediático, tras hallarse sus cuerpos colgando de las cuerdas a cuatrocientos metros de altura, lo que hizo necesario montar un complicado dispositivo de rescate en el que participó César Pérez de Tudela, entre otros. Todos los intentos de rescatar los cuerpos hacia la cumbre fueron infructuosos y, al final, se tuvo que tomar la decisión de cortar las cuerdas para que cayeran al vacío. 

 

Emociona lo que dejaron escrito:

-29 de enero de 1969. Hemos llegado hoy con buena nieve y nublado para pernoctar en el refugio. Hemos dejado atrás Poncebos y Bulnes, donde pasamos la noche.

-30 de enero de 1969. Nos dirigimos a la Oeste del Naranjo. Que Dios nos ayude. Hemos salido a las 8,30 de la mañana. Somos Ramón Ortiz y Pachi Berrio, de San Sebastián”.

El día 3 de febrero hacía cinco días que Berrio y Ortiz habían iniciado la escalada del Naranjo. Sus amigos y compañeros de montaña, conociendo sus planes, comenzaron a impacientarse, y ante la falta de noticias dieron la alerta.
La Guardia Civil y los paisanos de la zona no llegaron a alcanzar la Vega de Urriello, y cuando dos días después los grupos de rescate llegaron al refugio, pudieron ver, entre las ráfagas de niebla y ventisca, a los escaladores colgados a más de 400 metros de altura, en la arista NO. No consiguieron establecer con ellos ningún tipo de comunicación, ni saber si estaban vivos o muertos. En Arenas de Cabrales se fueron reuniendo alpinistas de distintas regiones españolas para tratar de colaborar en aquella angustiosa situación.

Alcanzaron la cumbre unos cuantos escaladores dispuestos al rescate. Uno de ellos, César Pérez de Tudela, se descolgó por la pared y así recordaba después aquella trágica situación:

.../...El precipicio era impresionante, pero me preocupaba más ver cómo el cordino rozaba en una roca cercana a la arista. Llevaba colgado de mi espalda un pequeño macuto con unas bolsas de plástico para envolver los cuerpos de los compañeros si fuera necesario, y un pequeño transmisor para decir algo a los de la cima. Cuando terminé el largo descenso, vi unas cuerdas atascadas y un poco más abajo dos cuerpos destrozados colgando de ellas. Pedro Udaondo bajó a mi encuentro para asegurarme, y me descolgué junto a los cuerpos muertos, que se balanceaban peligrosamente cuando los tocaba. Yo buscaba su identidad, pues no sabía quién era uno u otro. Uno de ellos estaba cabeza abajo y ambos tenían los «plumíferos» puestos, signo evidente del frío que habrían pasado. Udaondo y yo estábamos impresionados por el momento que vivíamos. En la difícil posición en la que se encontraban los cuerpos, colgados, cabeza abajo y moviéndose, a mí me resultaba imposible protegerlos con las bolsas de plástico. 

El cordino, que junto a las cuerdas nos había servido para el escalofriante descenso, lo até a las cuerdas que sujetaban los cuerpos de Berrio y Ortiz. Entonces Udaondo y yo ordenamos a los de la cima que trataran de subirlos, pero los tirones sólo balanceaban más los cuerpos; una escena que llegó a impresionarnos.
El transmisor tenía interferencias y se oía muy mal, aun así dije que sólo podríamos recuperar los cuerpos cortando las cuerdas y dejándolos caer hasta la nieve. La solución era desde luego extrema... ¿pero qué otra alternativa teníamos? Yo sé que fui muy criticado por tomar esta decisión y por ser el autor material de los hechos, pero cuando hay que actuar no puedes pensar en «el qué dirán». A mí no se me ocurrió otra decisión válida.
Desde la cima, Tellería me comunicó que los cadáveres caerían al comienzo de la Canal de la Celada, y allí, en una rampa de nieve muy inclinada esperarían con las «bolsas de muerto» para guardarlos.
.../...Transcurrieron largos instantes hasta que escuchamos dos golpes sobre la nieve, en la base de la montaña”.

 

1970, RESCATE DE LASTRA Y ARRABAL

En febrero de 2020, El Diario Montañés recordaba aquella escalada de Lastra y Arrabal:

Fueron «trece días de angustia y zozobra» –recogía la prensa de la época– que acabaron con una historia de final agridulce grabada para siempre en la memoria del montañismo español. La que iba a ser la primera escalada invernal por la cara oeste del Naranjo de Bulnes (2.519 metros de altitud) terminó convirtiéndose en una pesadilla para el pintor madrileño José Luis Arrabal, de 21 años, y el geólogo Gervasio Lastra, de 27, madrileño y cántabro de adopción, pues se afincó en Liébana, donde llegó a ejercer como profesor de matemáticas en el instituto y montó un negocio en Argüébanes.

Estos días se cumple medio siglo de una operación sin precedentes, «el mayor despliegue de medios y equipos de socorro jamás conocido en España hasta la fecha», se leía en los periódicos. Lastra consiguió sobrevivir, pero Arrabal falleció una semana después en el Hospital General de Oviedo, donde fue evacuado en helicóptero tras ser rescatados. Hasta llegar a ese trágico desenlace, los dos jóvenes vivieron una auténtica odisea”. 


 

 Aquel rescate también tuvo una enorme repercusión en todos los medios: 


MI PICU DE URRIELLU

He subido muchas veces hasta la Vega de Urriellu, donde está el Naranjo de Bulnes, o mejor, el Picu que dicen por allí. La mayoría de las veces subí por la vertiente asturiana, desde Arenas de Cabrales, por Puente Poncebos, la aldea de Bulnes y la Majada del Cambureru. También he subido desde Sotres, por la majada de Pandébano y por la parte cántabra de Potes, por el Cable y el camino de la Vueltona, refugio de cabaña Verónica, collado de Horcados Rojos y Jou Tras el Picu...sin que se me olviden las subidas por los Tornos de Liordes y desde el refugio de collado Jermoso, accediendo desde la parte leonesa del Valle de Valdeón, por Cordiñanes, o por la Vega de Liordes, para alcanzar la Vega de Urriellu por Cabaña Verónica y los Horcados Rojos.

Da igual por donde subiera, algo me pasaba siempre, que al llegar a la Vega de Urriellu y plantarme cerca de la mole del Naranjo de Bulnes, me entraba algo así como un retortijón de tripas, de la emoción, como una especie de cagalera. Algo muy personal tuve siempre con esta montaña y muy especialmente con su mítica pared Oeste -de donde le viene el nombre, porque se pone naranja cuando le da el sol al atardecer-, esa pared oeste que nunca llegué a subir... del todo. Solo una vez trepé por ahí, fue un verano posterior a aquel 73 de la invernal famosa, no estoy seguro de la fecha. Me metí en la pared junto a un escalador asturiano de cuyo nombre siento no acordarme, al que había conocido allí mismo, en el refugio. Esta vez no fue ni siquiera un intento, solo queríamos probar, para hacernos una idea de las dificultades de la vía antes de afrontar la escalada en serio, que nos propusimos hacer más adelante, cualquier otro día y con más convencimiento. Por eso que llegamos solo hasta el paraje de la Cicatriz, ese punto de la pared que una vez superado ya no deja lugar a la escapatoria, que solo se puede hacer por los Tiros de la Torca. Superada la Cicatriz ya no te queda otra que tirar para arriba y salir por la cumbre. 


 




 



 


miércoles, 14 de febrero de 2024

EL ERROR DE DESCARTES Y EL IMPARABLE ASCENSO DE LA INSIGNIFICANCIA

 

 

"El error de Descartes: la emoción, la razón y el cerebro humano" es el título de un libro del prestigioso médico neurólogo portugués Antonio Damasio, en el que éste explica por qué el racionalista Descartes se equivocaba al separar la mente del cuerpo, cuando de hecho ambas son realidades inseparables, interconectadas e interdependientes.

Seguida esta lectura de otra, sobre un texto de Castoriadis en torno a la insignificancia, ello me ha provocado una inmediata conversación a tres, con mi propia reflexión al respecto, a la que luego fueron sumándose otros pensamientos contemporáneos que, a la postre, todos conducen a la irresuelta cuestión de la dualidad humana, esa sustancial relación cuerpo/alma, materia/ espíritu...naturaleza y cultura.

Se trata de El ascenso de la insignificancia”, título de un libro de Cornelius Castoriadis publicado en castellano poco antes de su muerte. En este texto reúne diálogos, entrevistas, conferencias y artículos, todos ellos conectados en torno al problema de "la crisis de sentido generalizada en las sociedades occidentales". Refiere a la forma de esas sociedades, hoy significadas por su confusión y desorientación, una pseudo-libertad sin dirección y un conformismo disfrazado de individualismo que se caracteriza por el repliegue a la esfera de lo privado, además de la falsa concepción de la democracia como un mero procedimiento que no da cabida a la posibilidad y necesidad de hacerse preguntas respecto a la finalidad o sentido de la vida personal y colectiva.Y todo eso lo dice Castoriadis desde su insistencia en el proyecto de autonomía, en una búsqueda constante de la auto-institución explícita y lúcida de la sociedad, lo que para mí constituye su aportación más sustancial, propositiva y estimulante. 

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En una interesante entrevista sobre el libro, a la pregunta sobre la “crisis” política de las sociedades contemporáneas, Castoriadis afirmaba que no vivimos hoy una crisis en el verdadero sentido del término”, a saber, “crisis” como momento final y decisivo en el proceso de una enfermedad, en que el enfermo muere o, muy al contrario, inicia su proceso de curación, debido a una reacción saludable que la propia crisis le provoca...entonces, concluía, lo que vivimos es una fase de descomposición, no de crisis, porque en una crisis hay elementos opuestos que combaten entre sí, mientras que lo que precisamente caracteriza a la sociedad contemporánea es la desaparición del conflicto social y político.

En esa entrevista decía Castoriadis que “la gente descubre hoy lo que escribíamos hace treinta o cuarenta años en Socialismo o Barbarie (*), a saber: que la oposición derecha/izquierda ya no tiene ningún sentido; los partidos políticos oficiales dicen lo mismo.../...En realidad, no hay ni programas opuestos, ni participación de la gente en conflictos o luchas políticas, o simplemente en una actividad política. En el plano social, no solamente existe la burocratización de los sindicatos y su reducción a un estado esquelético, sino la casi desaparición de las luchas sociales. .../...La aplastante mayoría de la población del planeta no vive la igualación de las condiciones de vida, sino la miseria y la tiranía. Y, contrariamente a lo que creían tanto los liberales como los marxistas, de ninguna manera esa mayoría de la población mundial está preparándose para acoger el modelo occidental de la república capitalista liberal. Lo único que busca en el modelo occidental son armas y objetos de consumo, ni el habeas corpus, ni la división de poderes...es muy visible en los países musulmanes, en la India, en África, en China, como en la mayor parte del sureste asiático y de América Latina. La situación mundial, extremadamente grave, vuelve ridículas tanto la idea de un fin de la historia como de un triunfo universal del modelo democrático occidental. Y ese modelo se vacía de su sustancia incluso en sus países de origen”.

Todo el texto inevitablemente refiere al proceso de renovación que experimentó Castoriadis tras reconsiderar y cuestionar su previo pensamiento marxista, como él mismo reconocía: “Después del fin de “Socialismo o Barbarie”, ya no me ocupé directa y activamente de política, salvo un corto tiempo durante Mayo del 68. Intento permanecer presente como una voz crítica, pero estoy convencido de que la quiebra de las concepciones heredadas (ya sea el marxismo, el liberalismo o las visiones generales sobre la sociedad, la historia, etc.) vuelven necesaria una reconsideración de todo el horizonte de pensamiento en el que se ha situado desde hace siglos el movimiento político de emancipación. Y ese es el trabajo al que me consagré desde entonces”. (Fragmento de la entrevista a Cornelius Castoriadis realizada por Olivier Morel en 1993, que fuera difundida por “Radio Plurielle” y publicada posteriormente en “La République Internationale des Lettres”).

Tengo que decir que el subrayado es mío, y que se debe a que tal como vengo pensando desde hace bastante tiempo, tanto el sistema de Dominación como el opuesto movimiento subversivo de Emanicipación, tienen raíces que son coetáneas y bien antiguas, de muchos siglos, tantos como la edad del Primer Estado-Ciudad y no solo la edad de los “estados-nación-modernos” (de apenas tres siglos). Porque, ni en su forma política/estatal, ni en su forma económica/capitalista más contemporánea y global, el sistema de Dominación puede entenderse sin remontarnos al antiguo concepto de propiedad patriarcal, de la tierra y el conocimiento (religioso en esos primeros tiempos)...No puede entenderse al margen de esas milenarias raíces históricas, a cargo de la alianza surgida entre las primeras oligarquías dominantes (propietarias, religiosas, militares y políticas), fundadoras de los primeros Estados, en la Mesopotamia neolítica de hace no menos de cinco mil años.

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Personalmente, tengo una gran coincidencia con su pensamiento en torno a los conceptos sustanciales de “heteronomía” y “autonomía”. Como Castoridis, pienso que hasta el presente las sociedades de nuestra especie han sido heterónomas, que siempre hasta ahora han construido sus imaginarios sociales atribuyéndolos a alguna autoridad superior y extrasocial (Dioses, Antepasados, Necesidad Histórica…) sin llegar a considerar que esas sociedades heterónomas y sus instituciones siempre son autoconstruidas y que, por tanto, siempre son modificables. 

Por ello que, al igual que Castoriadis, pienso que el camino hacia la emancipación real resulta imposible sin comprender la autonomía de las instituciones imaginarias, imposible sin tener la voluntad explícita de auto-instutuirse o auto-emanciparse.

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El caso es que desde el lapsus del 15M y la desolación que su fracaso me dejó como cicatriz, reconozco vivir un tanto obsesionado por el convencimiento de que hemos llegado a un punto de no retorno en la quiebra del pensamiento heredado, acerca del viejo y siempre pendiente proyecto de la emancipación humana, lo que al menos a mí (y sospecho que a más gente, no mucha, lo sé), me obliga a reconsiderar integralmente esa herencia ideológica, tradicionalmente tildada como pensamiento de “izquierdas” y/o “revolucionario”, un pensamiento que a día de hoy, y muy precariamente, apenas mantiene una mínima presencia en el mercado mediático y global donde actualmente se cotizan las ideas. 

Tras una rapidídisima sucesión de revoluciones fallidas, de poco más de dos siglos, la contemporánea insignificancia de las ideas de “emancipación” y/o “revolución” nos deja, como especie, ante un inmenso y desolado vacío, un sin-futuro-común del que nadie espera nada, porque en medio de un presentimiento general de naufragio global, y al agónico grito de “sáĺvese quien pueda”, bastante tiene cada cual con pensar en sí mismo...como para entretenerse en pensar acerca de la emancipación “ajena” -de la Humanidad nada menos-, o en ocuparse de “salvar al planeta”, como no sea en modo político-recreativo, para pasar el rato. Y eso sólo en esta parte del “mundo desarrollado”, porque el otro mundo restante está pensando en venirse con nosotros, a “disfrutar del capitalismo”, aún a riesgo de un naufragio casi seguro.

En la subversión de la básica idea de “comunidad” o “comunismo” consiste, pienso yo, el éxito de la utopía ultra-neoliberal que viene gobernando en la mayoría de los Estados del mundo contemporáneo, en diferentes versiones, todas derivadas de las tres ideologías políticas que comparten el mismo tronco histórico de la Modernidad burguesa: liberalismo, socialismo y fascismo. Esas tres ideologías comparten una misma idea de “Progreso”, como desarrollo exclusivamente económico y tecnológico, sustentado en la promesa de un futuro hipertecnológico, incluso posthumano, que da para soñar la utopía-oximorón de un “capitalismo para todos”, con producción y consumo ilimitados, con la promesa de una fácil y mecánica larga vida por delante, con renta básica como “nómina social” a cargo de un hipotético estado paternal y protector, con un perfeccionado sistema de Estado-Sociedad-Mercado, de Progreso Social, Tecnológico y de Derecho...según la jerga habitual del pensamiento único, cuyo gobierno del mundo se disputan hoy todos los “neomodernos” pensamientos antiguos: neocapitalistas, neomarxistas, neoecologistas, neofeministas...todos más o menos neofascistas: todos adoradores científico/religiosos de la Propiedad, la Jerarquía y el Estado,  la milenaria Trinidad del pensamiento mágico.

De ser cierto, como pienso, que todas nuestras tradicionales visiones y concepciones acerca de la sociedad, de la política o de la historia, han entrado en quiebra irreversible en esta época; si por primera vez (¡no se olvide!) ésto está sucediendo a escala global, esta inédita situación convierte en imperativa la necesidad de reconsiderar el pensamiento que decimos “crítico” o “de izquierdas”, el que traemos a las espaldas y que hoy vemos estancado en una especie de coma o estado vegetativo. 

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Volviendo a las lecturas que dije al principio, el libro de Antonio Damasio se enfoca en la relación entre la emoción y la razón y en cómo ambas influyen en nuestras decisiones. En "El Cerebro Social", Damasio explora su teoría de que las emociones y la interacción social están estrechamente relacionadas; las emociones son por ello una parte fundamental de nuestras relaciones sociales, nos ayudan a conectarnos con los demás y a formar lazos sociales. A. Damasio sostiene, además, que el cerebro social es una red compleja de regiones cerebrales que trabajan juntas para procesar la información social y emocional. Esta red incluye áreas como la corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo, siendo los "marcadores somáticos" señales que el cuerpo envía al cerebro en respuesta a un estímulo emocional. Estos marcadores somáticos pueden ser positivos o negativos y ayudan al cerebro a tomar decisiones más rápidas y precisas: “Nuestro cerebro no sólo piensa, sino que también siente”. Una de las teorías más importantes de A. Damasio es la de la Síntesis del Cuerpo, por la que sostiene que  mente y cuerpo son entidades interconectadas e inseparables, que las emociones son parte integral de la experiencia humana, integralmente conectadas a la actividad de nuestros cuerpos. Piensa Damasio que las emociones se originan en el cerebro, siendo resultado de la interacción entre las señales que llegan del cuerpo y que se procesan en el cerebro. Sostiene que las emociones no son simples y automáticas respuestas a estímulos, sino que son el resultado de un complejo proceso que involucra al conjunto cerebro/cuerpo/entorno.

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Funes es “el memorioso” personaje de un cuento de Borges publicado en la colección “Ficciones” en 1944. El propio autor lo definió como “una metáfora del insomnio”. Se sabe que en su primera fase el sueño funciona como un depurador de recuerdos, de tal manera que en la mente permanezca solo lo más importante de lo que nos sucede y, por tanto, si no dormimos, nuestro cerebro no puede eliminar los recuerdos o la información “sobrante” o “insignificante”, de tal manera que sin esta capacidad de olvidar, con el cerebro desbordado por un exceso de información (infoxicación) y de recuerdos (hipermnesia o síndrome del sabio), la vida sería insoportable.

Rodrigo Quian Quiroga es un neurocientífico argentino, de máximo prestigio, que  en su libro "Borges y la memoria" recurre a ese cuento: “millones de años de evolución nos han conducido a disponer de un cerebro capaz de enfocarse en lo esencial. Y volvemos a Borges, que dice que abstraer es olvidar detalles, ignorar cosas que nos distraen. Una persona con una memoria infinita no es capaz de abstraer, y si no es capaz de abstraer tampoco es capaz de pensar”.

Este científico es el descubridor de “la neurona de Jenifer Anston”, que supuso un hito muy importante a la hora de comprender el proceso de formación de los recuerdos en nuestra mente: 

“Podemos remontarnos a Aristóteles, que ni siquiera sabía que los pensamientos estaban en unas células llamadas neuronas, sino que los ubicaba en el corazón. Y aún así, las preguntas que se planteaba son de absoluta actualidad. Descubrí esto mismo en los escritos de Borges, que en su famoso «Funes, el memorioso» se plantea cómo sería nuestra vida si nuestra memoria fuera infinita y lo recordásemos absolutamente todo. Y concluye que no podríamos ni pensar”.../...“Me sé todas las calles de mi barrio de Argentina de la infancia, pero no recuerdo ni una de mi barrio de Leicester, donde vivo actualmente. Eso es porque ahora el GPS del coche las recuerda por mí, delego en él. Pero no es algo que me moleste, porque no creo que tenga especial utilidad acordarme de las calles de alrededor de casa. Me preocupa más no tener tiempo de estar aburrido sin hacer nada, de mirar el cielo y que, de repente, venga una idea.”

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La Inteligencia Artificial parece apuntar a una capacidad de memoria y procesamiento sin límites. Y la gran duda ya no está en esa capacidad, sino que estriba en si alcanzará o no un desarrollo tal que le permita hacer abstracciones, pensar por sí misma, tener conciencia de sí, al margen de su creador humano...Entonces estaríamos hablando, seguro, de una Inteligencia Artificial destinada a su propia locura de no aprender a olvidar toda la información “prescindible” o superflua, de no aprender a desconectar (dormir) y a soñar (crear). 

No hace falta ser neurocientífico para tener ese conocimiento intuitivo. Personalmente, a la Inteligencia Artificial le deseo y pronostico el peor de los futuros: convertida en IL (Inteligencia Loca), pasada de rosca, como le sucediera al memorioso personaje de Borges. La locura es su inevitable destino de no incorporar en su algoritmo principal la capacidad de dormir y de olvidar, al modo humano, para desconectar y prescindir del exceso de insignificancia, de aquellos datos y recuerdos irrelevantes que impiden el pensar abstracto, ese olvido-reseteo que nos permite a los humanos centrarnos en lo esencial que nos importa, en aquello que para nosotros tiene significado y sentido, para no quedar sobrepasados, saturados de datos y recuerdos...para no enloquecer, pasados de rosca.

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En estos tiempos de máxima confusión y saturación mediática, me reconforta que un científico tan prestigioso como Rodrigo Quian Quiroga haya llegado a pensar que nuestra humana inteligencia, en el camino de construir “con sentido” nuestras vidas, guarde proporción con la capacidad de abstracción, como de soñar y crear, prescindiendo de datos y recuerdos superfluos o insignificantes...por ejemplo, toda esa basura informativa que nos inunda cada día, para distraernos de nuestro sustancial deseo de encontrarle sentido a nuestras vidas, ese “querer vivir” de otra forma, ese deseo de un-mundo-otro y mucho mejor, uno en Común.

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Actuamos en respuesta al significado que le atribuimos a lo que sucede, no a lo que sucede en realidad”, dice Rodrigo Quian Quiroga, y también dice que "si estamos permanentemente pendientes de lo que nos llega a través de Whatsapp, el correo electrónico, etcétera, podemos correr la misma suerte que Funes el Memorioso”. Y confiesa Rodrigo Q.Q. estar muy preocupado porque teme que la tecnología acabe matando la imaginación y la creatividad” y hace una recomendación a la que me sumo con entusiasmo:  “dedicar más tiempo a estar aburridos, mirando las nubes pasar, para permitir que afloren las ideas”.../...porque “millones de años de evolución nos han conducido a disponer de un cerebro capaz de enfocarse en lo esencial”.

Y vuelvo ahora al Borges que no sabía lo que R. Quian Quiroga ha demostrado: que detrás de esa capacidad de abstracción hay un tipo de neurona del hipocampo a la que todo el mundo denomina a estas alturas la neurona de Jennifer Aniston:

Trabajando con esquizofrénicos encontramos que había una neurona concreta que respondía a la imagen de Jennifer Anniston, a cualquier imagen de ella, o incluso a una caricatura de la popular actriz de la serie televisiva Friends. Existe una similar para cada personaje… Lo interesante es que esa neurona codifica abstracciones: responde a un personaje (y solo a uno) sin importar cómo se lo mostremos. No responde a los detalles, le da igual si está de frente o de perfil porque responde al significado. Y no se ha encontrado de momento nada similar en ratas o en monos. Creo que demuestra que nuestro pensamiento está basado en abstracciones”. Y concluye que eso es, precisamente, lo que nos define como especie. 

 Si queremos ir a lo sustancial no podemos perdernos en detalles insignificantes: “Newton se dio cuenta de que la manzana que cae de un árbol y la Luna que no se cae, sino que gira todo el rato alrededor de la Tierra, se guían por un mismo principio, que es la ley de la gravedad. Esa fue la genialidad de Newton. Pero para poder llegar a esa ley física tuvo que abstraer; si nos quedásemos pensando en que la manzana es roja, que tiene dos hojas o que la ha perforado un gusano, nos perdemos en detalles y no llegaríamos nunca a nada”.

En una investigación con monos, el neurocientífico argentino demostró que, mientras el cerebro de un mono tarda 120 milisegundos en procesar un aplauso, los humanos tardamos al menos el doble, por lo que podríamos pensar que nuestro cerebro es lento reaccionando, y eso es cierto, pero tiene explicación según Rodrigo Quian Quiroga: “creo que somos tan lentos, en comparación con los monos, porque procesamos más la información, porque no reaccionamos al estímulo en sí, sino al significado del estímulo. Vivimos en un mundo que no es real, que es una construcción nuestra. Actuamos en respuesta al significado que le atribuimos a lo que sucede, no a lo que sucede en realidad. No hay que tener prisa: si respondiésemos más rápido, pensaríamos y nos comportaríamos como un mono.”

 

Nota: 

(*) Socialismo o barbarie fue un grupo marxista, francés, que existió entre 1948-1965. El nombre también se refiere a la revista del grupo. La expresión Socialismo o barbarie fue utilizada por primera vez por Rosa Luxemburgo en 1916, inspirada por un texto escrito por Friedrich Engels. En la Francia de 1946, Cornelius Castoriadis y Claude Lefort, entre otros miembros del Partido Comunista Internacionalista (trostkista), crearon la llamada tendencia Chaulieu-Montal, que pronto pasaría a llamarse Socialismo o barbarie. En 1948, esta facción se separó del PCI, abandonando los postulados trotskistas. Los miembros de Socialismo o barbarie combatían el estalinismo en todas sus formas y trataron de desarrollar un marxismo antidogmático. Consideraban a la URSS como unestado obrero degenerado” y a todos los países autodenominados “socialistas” como capitalistas de Estado.