El
gobierno conservador de Castilla y León
quiere impulsar un nuevo modelo de ordenación territorial “más
eficiente, más adecuado a las condiciones específicas de la región y con mayor
potencial de futuro”. La eficiencia ligada a la escasez de recursos es un
argumento un tanto ligero y frívolo en boca de este gobierno; es reconocer que con la merma del presupuesto,
se ven obligados a adelgazar la administración para que ésta sea más eficiente; es el mismo
argumento con el que los gobiernos neoliberales han contaminado a toda la
sociedad, a través de su poderoso ejército mediático, todavía más ahora, en
tiempos de crisis: “como no hay un duro, hay que recortar el estado de bienestar
social por el bien de los ciudadanos, para poder crear empleo, para salvar al propio
estado de bienestar”.
Luego,
la primera prevención ante estas intenciones declaradas acerca de la nueva
Ordenación del Territorio es considerar a ésta como lo que es: un
estrechamiento del traje anterior para que se adapte al escuálido cuerpo económico
y social de la región. Con un nuevo plan de OT quieren superar la excesiva
fragmentación municipal, no por razones democráticas ni de eficiencia
administrativa, sólo para que les salgan sus cuentas: con menos dinero a
repartir, si reparten entre menos municipios, al menos parecerá que siguen
repartiendo lo mismo.
Veo
la ordenación del territorio desde una perspectiva democrática y global. Para
empezar, no es el gobierno regional quien debiera tener la iniciativa de esta
ley, ni las competencias consiguientes,
sino los propios municipios, cuya soberanía es secuestrada en ésta y en todas
las leyes con las que sistemáticamente
es ninguneada y arrinconada la institución
municipal, por parte el Estado y de todas sus instituciones derivadas. En una
sociedad democrática, la administración regional, como la estatal o europea, tendría como competencias sólo aquellas que
los municipios del territorio le hubieran delegado porque éstos hubieran
acordado gestionarlas conjuntamente con otros municipios. Sabemos que éste
principio democrático, la subsidiariedad, se sale de la lógica verticalista y antidemocrática al uso, que los
propios municipios están así mismo contaminados por dicha lógica, como también sabemos
que el mal se extiende al cuerpo social, donde la mayoría de individuos viven acostumbrados al “normal” sometimiento a las leyes
impuestas por “ instituciones superiores”, a costa de su propia libertad, de su
poder como ciudadano y de la cesión de éste
a favor de la estructura oligárquica que se apropia la función de gobernar. Y conocemos, además, el modo por el que nos han
hecho creer que somos nosotros, los ciudadanos, quienes decidimos con nuestro voto en las urnas. Así pues, por
principio, no estamos interesados ni en
la actual ni en la que viene, ni en ninguna otra ley de OT que se base sobre
principios antidemocráticos.
Al
contrario, estamos interesados en reconstruir la democracia local y, por tanto,
la institución del municipio, a la que corresponde la consideración de
instancia soberana y democrática por excelencia. Por eso, somos partidarios de
que desde la ciudadanía tomemos conciencia de ello y nos organicemos en torno a
un programa político para la recuperación radical de la soberanía ciudadana y
municipal. El municipio es el territorio natural de la democracia, allí donde
se produce la convivencia y la comunidad básica en torno a lo que compartimos y
que nos permite subsistir y avanzar como individuos y como sociedad: los
recursos materiales de la naturaleza, los recursos morales de nuestra cultura, los recursos del conocimiento y de nuestra
inteligencia colectiva. No caben instituciones democráticas en una relación
jerárquica, no caben instituciones políticas por encima del municipio, ello sería
una negación de la democracia; todas las instituciones de mayor ámbito que el
municipal tienen que ser sólo y necesariamente
administrativas, construidas desde los municipios, en acuerdos de igualdad y
solidaridad con otros municipios.
Ninguna
institución puede crear un municipio, sólo sus ciudadanos, con su libre y
soberana decisión; y, por tanto, de ninguna otra institución puede depender el
municipio, a ninguna institución debe rendir cuentas, nunca a un gobierno
regional, ni estatal, ni europeo, sólo a los ciudadanos que constituyen el
municipio. La asamblea municipal de ciudadanos es, pues, el único gobierno
democrático posible, libre e igualitario, el que expresa el poder político y
genuino de la ciudadanía.
Hay,
no obstante, un atisbo de sentido práctico en la ley de Ordenación del
Territorio que va a perpetrar la Junta de Castilla y León, me refiero al tamaño
territorial de los municipios actuales, aunque no por las motivaciones que
arguyen. Nuestros actuales municipios tienen su origen histórico y tamaño
territorial en sociedades agrarias de otro tiempo, en el contexto de economías
de subsistencia; y es cierto que superados los niveles de subsistencia, un
grado importante de autosuficiencia vuelve a ser un objetivo deseable, no sólo
en términos productivos -para fortalecer las economías locales, en un proceso
de relocalización de la economía que es imprescindible como autodefensa frente
a la economía global capitalista-, sino
también, y sobre todo, por razones de autonomía y soberanía democrática. El
tamaño territorial correspondiente al
mundo postindustrial que estamos iniciando es aquel que resulte funcional para
ese grado de autosuficiencia, incluyendo los suficientes recursos que le
permitan disponer de la máxima autonomía productiva. Tenemos que pensar, pues,
en municipios con soberanía productiva y, por tanto, dotados con los suficientes
recursos naturales y humanos, objetivos que resultan inalcanzables con la actual
estructura territorial de nuestros municipios, despoblados y fragmentados en
minúsculos territorios, social y económicamente inviables.
Los
municipios democráticos que construiremos en este nuevo mundo habrán de tener
un tamaño considerablemente mayor: comarcal
en los territorios rurales y metropolitano en los territorios urbanos; y serán,
al tiempo, tan rurales como urbanos, produciendo un reequilibrio demográfico
entre las zonas rurales casi deshabitadas y
las ciudades superpobladas.
Así
pues, sí que es necesaria una ordenación
del territorio, pero de mucho más largo alcance de la que planea la Junta de
Castilla y León. Haga el gobierno regional otra ley más de las suyas, sabemos
que no servirá para favorecer a la ciudadanía, ni para profundizar en la
democracia, sabemos que sólo tienen razones presupuestarias, contables, que sólo
lo hacen para fortalecer el poder territorial de la oligarquía que nos gobierna.
Y
mientras el capitalismo se derrumba, los ciudadanos conscientes deberíamos estar a otra cosa: combatiendo el
terrorismo cotidiano del poder y reconstruyendo extramuros la democracia local,
desde Asambleas Municipales, constituyentes de los municipios democráticos que habrán de gobernar el mundo postcapitalista, del procomún universal, cuya emergencia percibimos entre las negras brumas de la Crisis.
1 comentario:
Esto que propone el PP en la Junta no es ordenación del territorio, que es abrir puertas a lo posible, sino control del territorio,para que nadie se mueva. Un nuevo caciquismo vestido de tecnocracia.
Sobre el papel competencial de los municipios y el principio de subsidiariedad, no creas que es poco esto:
Las competencias de las entidades locales corresponden a los municipios (por tanto no a las diputaciones)
Los municipios tienen capacidad para ejercer su iniciativa en toda materia de interés local
Se trata del art. 45 del Estatuto de Autonomía, en cuya última redacción participamos algunos municipalistas. A continuación de lo que he reproducido se citan limitaciones derivadas del acuerdo y de la mayoría del PP en este pacto
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