jueves, 26 de octubre de 2023

OPERATIVA Y METAFÍSICA DEL ESTADO-NACIÓN-CAPITALISTA-MODERNO

 

Antisemitismo

1. Eso que sea el Estado, su aparato y su metafísica, con su estructura operativa, vertical, religiosa. Estoy muy de acuerdo con ésto que decía Louis Althusser en “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”: la ideología de la clase dominante no se convierte en dominante por gracia divina, ni en virtud de la simple toma del poder de Estado. Esta ideología es realizada, se realiza y se convierte en dominante con la puesta en marcha de los AIE (Aparatos Ideológicos del Estado). Ahora bien, esta puesta en marcha no se hace sola, por el contrario, es objeto de una ininterrumpida y muy dura lucha de clases: primero contra las antiguas clases dominantes y sus posiciones en los viejos y nuevos AIE, después contra la clase explotada”.

Según ésto, contrariando a la teoría marxista, la institucionalización de la lucha de clases viene a ser la condición de existencia del Estado y el auténtico motor de la Historia. A eso sirve el impresionante despliegue de Aparatos Ideológicos del Estado-Nación-Capitalista-Moderno, que incluye mucho más que el Gobierno y los Ministerios, mucho más que toda la Administración con toda su Burocracia: son los aparatos productivo, financiero, mercantil, militar, educativo, jurídico, médico, tecnológico, científico, mediático, etc, etc. De ser ésto cierto, ¿no resultaría completamente absurdo esperar del Estado que algún día resuelva la lucha de clases a favor de la clase sometida, precisamente esa  de cuya explotación depende el presupuesto y la propia existencia del Estado?

Hagamos un somero repaso general a la Historia de las sociedades humanas y veremos un principal componente religioso, a su vez contenedor de una forma de organización social que es política,  concretamente “de clase”, siempre lo mismo, con un mismo esquema de Orden vertical, patriarcal, con escasas variantes: dos clases básicas, una que gobierna y otra gobernada, solo a veces “libremente” sometida (por no decir “civilizadamente”); y otra clase por encima, básicamente integrada - desde muy antiguamente - por propietarios, sacerdotes y mercenarios, hoy diversificados en múltiples variantes que no alteran su categoría de clase dominante. Ese sistema de organizar las sociedades a imitación del orden religioso, es lo que desde la antigüedad se conoce por el nombre de “Estado” (recuérdese su edad de más de cinco mil años), caracterizado como aparato garante de la reproducción de esa relación de dominio-sumisión, determinante de un orden social en esencia religioso, que impera en el mundo desde hace DEMASIADO, demasiado tiempo.

Por otra parte, contémplese la posibilidad de que exista un vínculo ideológico muy directo entre las ideas de Dios y del Estado. De tener sentido ésto que digo, el Estado vendría a ser la sustanciación corpórea de Dios, algo así como el Verbo celestial hecho Carne en el mundo real: un Sujeto mayúsculo y metafísco que se rebaja a la condición de vulgar y minúsculo sujeto humano. Redimido y salvado por ese magnánimo autosacrificio “democrático”, encuentra recompensa en el Ajuste Final de los Tiempos, para cuando el sujeto regrese a su soñado “estado” original, el de su Ser-Sujeto.

2. Por el Imperio hacia DiosSi hay una forma extrema de metafísica nacionalista, de máxima sublimación del Estado, ´esta es inequívocamente en su forma fascista y/o nacionalsocialista. Pero el “estado de dominación” tiene también sus formas “normales”, digamos “democráticas” o “liberales”, no tan radicales, de dominio y explotación de unos individuos por otros y sobre la Naturaleza, por extensión. Esta división de las sociedades humanas en dos básicas clases, supone que de alguna manera, todos somos más o menos dominantes o sometidos, más o menos señores o siervos, en alguno de sus modos y variantes históricas...que siempre hubo, se dice, tontos y listos, pobres y ricos, autoridades y ciudadanos, como también se dice que “donde hay patrón no manda marinero”. Para que tengamos tan interiorizada la costumbre de tal jerarquía, no cabe duda de que “eso que sea el Estado” ha de ser algo muy antíguo y muy poderoso. Por eso que no solo hablemos de un Estado “moderno” -nacional y capitalista- también sabemos de Estados bien antiguos y bien grandes, con el tamaño de imperios, incluso más grandes que los actuales Imperios.

Sabemos que los imperios son superEstados, normalmente con un gran territorio formado por anexión o conquista de territorios contiguos o incluso lejanos, que así pasan a formar parte y a estar subordinados al Estado-imperio conquistador. Sabemos, por ejemplo, que el imperio USA nac como Estado en 1.787, a partir de la independencia de trece colonias inglesas y que actualmente lo conforman cincuentaEstados”, además de un distrito federal (Washington DC) y un Estado asociado (Puerto Rico). Y que son dieciséis los estados que hoy conforman la República Federal de Alemania...y sin embargo, hoy no hablamos de un Imperio Alemán, pero sí en tiempo pasado, me refiero al Tercer Reich de los nazis. Sí que hablamos de USA o de China, incluso de la Federación Rusa, como actuales imperios. Las dudas en torno a lo que hoy pueda ser un Estado-imperio quedan aclaradas si consideramos estos dos simples datos: el tamaño del territorio y, sobre todo, el poderío económico-militar de sus respectivos aparatos estatales.

El primer estado-imperio del que tenemos certeza histórica es el de Egipto, con una antigüedad de cinco mil años, al que le sigue el Imperio Acadio que conquistara gran parte de Mesopotamia, lo que ahora son Irak y Kuwait con partes de Siria, Turquía y Arabia Saudita. Y también hubo enormes Estados-Imperio en China, que se adelantaron al de Roma en casi mil años.

Los padres fundadores del sionismo: Leo Pinsker y Theodor Herzl
 

3. El sueño “nacionalista” en los orígenes del Estado. Cierto que todos soñamos, dominantes y dominados, pero el sueño de “ser Nación” no es cosa de todos, ese es un sueño solo de élites. No se sabe de gentes del común que soñaran con Naciones y Estados. Y si esas gentes nunca fueron nacionalistas por sí mismas, no es culpa suya, no es porque no quieran serlo, es porque ni se lo plantean, ni tienen tiempo para ello. Que bastante tienen con lo suyo, con sobrevivir al Estado de la realidad, a eso que les ha caído encima, sin comerlo ni beberlo.

Las élites fundadoras de Naciones-Estado (ya sabéis, básicamente propietarios, sacerdotes y mercenarios con todos sus derivados), perfectamente pudieron soñar y siguen hoy soñando con Naciones que quieren ser Estados, que a su vez quieren ser Imperios. Normal que así sea. Pero a todos los Otros-Nosotros, desposeídos y gobernados, de derechas y de izquierdas, incluso frikis y nerdos, nos han enseñado que “ésto fue siempre así y no puede ser de otra manera”, por lo que en consecuencia no nos dejan otra opción que la de una religiosa esperanza, en un Dios/Estado Justiciero, que nos salve y compense, sí...pero para eso tendremos que esperar (creyentes y ateos) a la Revolución de los Justos, prevista y anunciada para el Final de los Tiempos.

Para Hannah Arendt los orígenes del totalitarismo estaban en el antisemitismo y el imperialismo, argumentando que “el antisemitismo llegó a convertirse en el agente catalizador del movimiento nazi y, a través de él, de la Segunda Guerra Mundial y de las genocidas cámaras de la muerte”; y que la época del imperialismo introdujo la grotesca disparidad entre causa y efecto”. Hannah Arendt llegó a sus conclusiones después de reflexionar acerca de la transformación de las clases en masas, sobre el papel de la propaganda y sobre la utilización del terror como esencia del totalitarismo y como sistema de gobierno; así como después de pensar el aislamiento y la soledad como condiciones necesarias para una dominación total del individuo.

En su rotunda afirmación sobre los orígenes del totalitarismo, ignoro cuánto pesaría el hecho de ser judía, pero cualquiera que fuera ese peso, yo creo que en eso se equivocaba, tanto como cuando creía que su maestro Heidegger no era antisemita aunque fuera miembro del partido nazi. La publicación de los Cuadernos Negros de Heidegger disiparon las dudas acerca de su compromiso político con el regimen nazi; aclaraban que no se trataba de un error, como pensaban sus defensores, Hannah Arendt entre ellos, sino que su antisemitismo coincide con el núcleo de su filosofía: contraria al olvido del Ser, reclamante de un nuevo “aparecer del Ser”, para lo que resultaba completamente necesario acabar con el judaísmo.

En una carta le decía a Hanna Arendt: en cuestiones universitarias soy antisemita, como lo era ya hace diez años en Margurgo. Esto no tiene nada que ver con mis relaciones personales con los judíos (con Husserl, Cassirer y demás). Y mucho menos con mi relación contigo”. Ese antisemitismo “cultural” de Heidegger tenía que ver, según él, con lo que denominaba la “judaización” de la universidad alemana, que calificaba de “espantosa”, una cultura judía que a su entender giraría en torno a tres ejes: 1) el liberalismo político, 2) la secularización del mundo a través de una razón lógica y universal y 3) la aplicación de una metodología científico-filosófica que llevaría directamente al vacío dialéctico, al nihilismo ético y al caos político-económico.

Habiendo sido discípulo de Martin Heidegger y testigo de la pronta adscripción del maestro al nacionalsocialismo, Emmanuel Lévinas interpreta el nazismo y la pronta militancia de Heidegger en ese «movimiento» como parte de los peligros frente a los cuales la propia filosofía occidental no parecía estar «suficientemente a resguardo». En "Algunas reflexiones sobre la filosofía del hitlerismo", Lévinas comenta: la fuente de la sangrienta barbarie del nacionalsocialismo no está en ninguna anomalía contingente de la razón humana, ni en un malentendido ideológico accidental. Esta fuente se vincula a la esencial posibilidad del Mal elemental, al que la buena lógica podía conducir y del cual la filosofía occidental no estaba suficientemente a resguardo. Posibilidad que se inscribe en la ontología del ser, cuidadosa del ser (...)” (Emmanuel Lévinas, Algunas reflexiones sobre la filosofía del hitlerismo. Buenos Aires, Ed. Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 23).

En un texto del que es autor Rodrigo Karmy Bolton (“Lévinas y el sionismo. Notas sobre geopolítica en el pensamiento de Emmanuel Lévinas”) leo algo que me parece bien coherente con lo antes dicho: El revés existente entre el anti-semitismo y el sionismo fue algo que no pasó desapercibido para una pensadora como Hannah Arendt, cuando en "Los orígenes del totalitarismo" escribía: «La única consecuencia directa y pura de los movimientos antisemitas del XIX no fue el nazismo, sino, al contrario, el sionismo, que, al menos en su forma ideológica occidental, constituyó un género de contra-ideología, la «respuesta» al antisemitismo». Si sus palabras encuentran eco, es porque, según Arendt, que ya en Mayo de 1948 había calificado al sionismo como una «pseudosoberanía de un Estado judío», el sionismo lleva consigo el espectro del nacionalsocialismo, en tanto se presenta como su propio revés especular. En este sentido, ¿no podríamos pensar estas consideraciones que hace Arendt respecto de la relación entre Heidegger y Lévinas como la relación propiamente filosófica de dicho envés? «Filosófica» en el sentido de que sus respectivas adscripciones, al nacionalsocialismo uno y al sionismo el otro, contendrían una complejidad que, si bien, no las identificaría plenamente al discurso de los respectivos movimientos, permitiría la articulación de un específico proyecto civilizatorio de carácter europeo y occidental. Como se sabe, en el «caso Heidegger», dicho proyecto se resolvía en la restitución de Alemania como «pueblo metafísico», como veremos, en el caso de Lévinas, ello se traduce en la afirmación de una Europa fundada espiritualmente desde una raíz «judeo-cristiana». 

(Fuente: “Lévinas y el sionismo. Notas sobre geopolítica en el pensamiento de Emmanuel Lévinas”. Daimon. Revista Internacional de Filosofía, no 64, 2015, 101-116)

4. Ahora (desde 1948) Palestina. Una y otra vez esa misma relación especular, entre nacionalismos mutuamente excluyentes, sin otra solución que la guerra permanente, hasta la muerte del Otro.

La inmensa mayoría de judíos vivieron en el exilio durante muchos siglos y tras contínuas expulsiones. El primer exilio fue en el año 733 a.C. (se dice pronto) tras la expulsión del Reino de Israel, antígua Samaria. El sionismo, descrito como “nacionalismo en la diáspora” constituye una rama del fenómeno más amplio del nacionalismo moderno. Surge en Europa central y oriental a finales del siglo XIX, coincidiendo con el auge de los nacionalismos en esa época. Su fundación, por Theodor Herzl, fue una respuesta a la ola antisemita que recorría Europa en esos años. El movimiento creado tenía como finalidad fomentar la emigración de los judíos a Palestina y alcanzó su principal objetivo con la fundación del Estado de Israel en 1948. Se autodefine como un “movimiento de liberación nacional” cuyo objetivo es la “libre autodeterminación” del pueblo judío. Entre los judíos de la Diáspora siempre se dió una gran nostalgia por el regreso a su “patria histórica”, una nostalgia en principio religiosa, que comenzó a secularizarse en contacto con las grandes corrientes ideológicas de la época en Europa: liberales, socialistas y nacionalistas.

Los modernos nacionalismos surgidos en el siglo XIX tuvieron como principio común “una Nación (o Pueblo), un Estado”. El nacimiento del sionismo estuvo ligado a esa misma idea que está en el origen del concepto de Estado-Nación, en torno a la que se formaron distintos Estados Europeos, bien a partir del desmembramiento de antiguos imperios o bien a través de la unificación de Estados con similar cultura y lengua, caso de Italia y Alemania. A la vez que este auge nacionalista, fue desarrollándose el moderno sionismo. Y más recientemente, como revés del sionismo, surgió el  Estado Ialámico (ISIS) como reacción a la ocupación y fragmentación de Irak y luego de Siria. Un ISIS, otra Nación de origen religioso, musulmana en este caso, que también -¡cómo no!- quiere ser un Estado apuntando a imperio...solo que en su proyecto territorial incluye el solar palestino que desde 1.948 viene siendo ocupado por el poderoso Estado judío de Israel, con el apoyo del ejército USA, el mayor y más poderoso que ha conocido el mundo.

Espanto nos produce esta guerra interminable, que tanto se parece al sistema de la lucha de clases, igualmente “interminable”, siempre repetida y reproducida siempre con el mismo esquema: dominantes contra dominados, Estados contra Pueblos”, ejércitos perfectamente uniformados contra desarrapadas bandas de “terroristas”. 

Esta es una guerra ante la que no cabe situarse de perfil, ninguna neutralidad, de no ser pacifistas suicidas o padecer esa grave patología que es el nacionalismo, sea judío o musulmán, católico o protestante, creyente o ateo, monárquico o republicano... 

5. Epílogo: la palabra de los primeros ideólogos del nacionalsionismo.

Leo Pinsker: "En tanto buscaron asimilarse a los demás pueblos, los judíos renunciaron en cierto sentido voluntariamente a su propia nacionalidad. Pero en ninguna parte lograron que sus conciudadanos les reconocieran como iguales a los nativos. Con todo, lo que más refrena el impulso de los judíos a una existencia nacional es el hecho de no sentir dicha existencia como necesidad. No sólo no la sienten, sino que incluso niegan la legitimidad de sentirla. Para un enfermo, no sentir la necesidad de comer y beber es un síntoma grave. No siempre se logra liberarle de su fatídica anorexia. Y si para su suerte la supera, aún hay dudas acerca de si el enfermo se halla en grado de asimilar el alimento nuevamente apetecido. Los judíos se hallan en esa triste condición. Y ese punto, el más importante de todos, es el que hemos de examinar con la mayor atención.
Hemos de demostrar que el infortunio de los judíos se funda ante todo en que no sienten la necesidad de alcanzar la independencia nacional; que es menester despertarles y avivarles dicha necesidad si no quieren quedar para siempre expuestos a una existencia ignominiosa. En una palabra: que han de llegar a ser una nación".

(Fuente: "Auto-emancipación. Exhortación de un judío ruso a los de su estirpe", 1882)

Theodor Herzl: "Por lo que a mí me toca, considero mi misión cumplida con la publicación de este escrito. Solamente tomaré la palabra cuando los ataques de rivales dignos me obliguen a ello, o cuando se trate de refutar objeciones imprevistas o disipar errores.
¿No es justo, hoy por hoy, lo que digo? ¿Me adelanto a mi tiempo? ¿No son bastante grandes los sufrimientos de los judíos? Lo veremos.
Depende, pues, de los mismos judíos el que este proyecto de Estado no sea, por ahora, nada más que una novela. Si la generación actual permanece todavía impávida, ya vendrá otra superior y mejor.
Los judíos que quieran tendrán su Estado y lo merecerán".

(Fuente: "El Estado Judío", 1.896)   















lunes, 16 de octubre de 2023

GUERRAS DE ESTADO, TODO POR EL ESTADO

 La agitación informativa de estos días se mueve entre dos modelos de periodismo bélico: como descarada  “propaganda” o como "parte de guerra". En todo caso, con una abrumadora ausencia de reflexión y análisis. Sucede que en las actuales sociedades estatales, la información es una poderosa herramienta de control social, incluso un arma de guerra en manos de los Estados y de las grandes Corporaciones empresariales  que son propietarias de los medios de información de masas. En el último año hemos visto cómo la guerra en Siria era eclipsada por la de Ucrania y ahora ésta lo está siendo por la guerra en Gaza. Hay, además, entre veinte y treinta guerras repartidas por el mundo de las que nada se dice en esos medios. Nos han acostumbrado a que lo que no se publica es como si no existiera, como si esas guerras solo le interesaran a sus víctimas y nada al resto del mundo.                            
 
Es obvio que el actual deterioro del orden internacional refiere inequívocamente al declive de los EEUU como primera potencia económica y militar (además de gendarme mundial), al tiempo que este orden, antes unipolar, está pasando a ser multipolar. Así mismo, resulta igualmente evidente que en el actual contexto geoestratégico, de lucha por la hegemonía mundial entre EEUU y China, se genera una inercia de alineamiento en bloques, a uno y otro lado, que afecta a todos los demás Estados, siendo ésto inevitable por la propia dinámica de los mercados mundiales en esta era del capitalismo global. Parece lógico pensar que todos los conflictos actuales, por muy locales que parezcan, están contaminados por esa misma inercia y dinámica de bloques.

En el viejo conflicto entre Israel y Palestina se da ahora una circunstancia especial y muy preocupante: esta guerra se reabre y recrudece en un momento de decadencia de los EEUU, sumidos en una grave crisis institucional que supone una debilidad en sí misma, además de verse obligado su ejército a atender en este momento a demasiados frentes al mismo tiempo (en el sudeste asiático y en el Mediterráneo), lo que puede ser aprovechado como una gran oportunidad estratégica por el otro bloque, el de los estados alineados con China, fundamentalmente integrado por Rusia, Irán e India. De momento, no me cabe duda de que el estado ruso va a sacar provecho de esta ocasión para reforzar su posición en la guerra de Ucrania, ni de que Irán saldrá reforzado en su liderazgo en la lucha de los estados árabes contra el poderoso estado judío. Estamos, pues, ante una situación altamente compleja, muy peligrosa e imprevisible, que nos sitúa en riesgo de una inminente tercera guerra mundial. 

Mujeres palestinas y kurdas, después de ataques aéreos: del ejército de Israel en Gaza y de los ejércitos de Irán y Turquía en Kobane  
  

Ante la escalada del conflicto palestino-israelí, con resultado de miles de muertos civiles en ambos territorios (que veremos multiplicarse en los próximos días), llama mi atención el comunicado hecho público por la Unión de las Comunidades Kurdas (en kurdo: Koma Civakên Kurdistanê, KCK), un texto en el que se pide el fin inmediato de los enfrentamientos, al tiempo que se resaltan estas dos afirmaciones: 1) que todos los problemas actuales en el Medio Oriente, incluida la cuestión kurda, provienen de la ideología del Estado-nación y 2) que este conflicto demuestra la importancia del modelo de organización política propuesto por Abdullah Öcalan, el confederalismo democrático.   

Tengo una profunda simpatía por la resistencia kurda y grandes coincidencias ideológicas y estratégicas con su modelo del confederalismo democrático, que básicamente se autodefine por su radical rechazo del Estado y de la economía capitalista, y que promueve los principios alternativos de ecología social y democracia radical a partir de una organización comunal-integral (social, política y económica), confederada en redes de cooperación y ayuda mutua, en todas las escalas territoriales y al margen de Estados y Mercados. 

Pero también tengo mis discrepancias, no menos profundas. Me refiero a lo que considero sus dos errores básicos, de principio y estratégicos, que a mi entender hoy lastran a todas las izquierdas, sean reformistas o revolucionarias: 1) su no reconocimiento de la tierra y del conocimiento humano como comunales universales y 2) su organización social en modo “político”, sea nacional o indigenista, caso de los  kurdos confederalistas y de los mejicanos zapatistas, o al modo moderno/burgués/proletario de las izquierdas contemporáneas, es decir, como movimiento/partido/sindicato. Entiendo que ambos errores son categóricos: 1) mientras la tierra y el conocimiento no sean pactados como comunales universales, la secular ideología propietarista tiene garantizado su futuro depredador y patriarcal por los siglos de los siglos - pocos o muchos - que tengamos por delante, haciendo imposible  siquiera imaginar sociedades igualitarias, verdaderas democracias y ecologías sociales  y 2) inevitablemente, toda organización heterónoma promueve la ideología estatista, la organización vertical que es el “Estado” en cualquiera de sus formas. Así, si la organización política es diferente a la sociedad del proyecto revolucionario,  emancipación y revolución siempre quedarán como asuntos "pendientes".


Con todo, considero interesante ese comunicado, que nos viene a recordar que tanto el Estado “judío” de Israel, como la Palestina que dirigida por Hamas quiere ser un Estado “musulmán”, hoy se matan en la disputa por el mismo territorio que en su día fuera parte del antiguo imperio otomano, hoy reducido a la actual República de Turquía. Y de eso no hace tanto: el Imperio otomano, bajo la dirección de un sultán, fue abolido el 1 de noviembre de 1922 y los mismos movimientos "revolucionarios" que lo habían derrocado fundaron al año siguiente la moderna Turquía, el estado republicano, patriarcal y capitalista que en 1952 se integrara en la OTAN, treinta años antes que el monárquico estado de España (1982).

En ese comunicado de los kurdos de la KCK se dice literalmente que “en su discurso, Tayyip Erdoğan, por un lado dice que los ataques del Estado de Israel son injustos y los condena. Pero, por otro lado, en el mismo discurso, habla con odio de cómo atacará aún más a los kurdos y matará a más. ¿No es esto hipócrita deshonestidad y engañar al mundo? Definitivamente son lágrimas de cocodrilo. ¿Cómo se puede hablar de lo que está sucediendo en Gaza y del sufrimiento del pueblo palestino, cuando lo que se le está haciendo a Rojava es obvio y continuará? En los ataques aéreos del Estado turco contra Rojava, todo el sistema de infraestructura de la zona fue bombardeado. Se vieron afectados represas, centrales eléctricas, pozos petrolíferos, depósitos de suministros y muchas otras instalaciones. Decenas de personas perdieron la vida en estos ataques. No se puede esperar que quienes hacen ésto al pueblo kurdo sean sinceros con el pueblo palestino y su causa”.

Para quienes pudieran estar interesados, éste es el enlace a ese comunicado de la KCK:

https://www.kurdistanamericalatina.org/la-cuestion-palestina-y-kurda-solo-puede-resolverse-superando-la-mentalidad-de-estado-nacion/

 

Arriba: mapa del imperio otomano en 1900, ya en plena decadencia. 2. Mapa con las pérdidas territoriales         otomanas desde su mayor auge hasta poco antes de su entrada en la Primera Guerra Mundial (1914)


 

miércoles, 11 de octubre de 2023

DEL ESCALAR O CAMINAR MONTAÑAS

 

En soledad o en compañía. La experiencia de soledad en la montaña y en diálogo con la naturaleza  denota un compromiso radical: en general con la vida y el cosmos, y en especial con nuestra especie (con la propia condición humana). Y las penalidades o las alegrías del caminar en compañía sabemos que ayudan a forjar vínculos de amistad que son de por vida. 

Caminar como arte. Para nosotros, humanos, los territorios de la alta montaña son lugares de paso, donde la vida no tiene lugar y donde, por tanto, no podemos permanecer por mucho tiempo, dado que allí nuestras necesidades vitales no encuentran manera de ser cubiertas. Así, “el caminar por las altas montañas es el modo que tenemos para otorgar una especial identidad a esos territorios, considerando el caminar como una práctica estética, un método tranquilo de reencantamiento del tiempo y del espacio” (*)

Cartografía del caminar. No digo que tenga que ser así, pero sé por experiencia que caminar puede llegar a ser una auténtica práctica artística si consiste en andar el territorio con sensibilidad perceptiva, abierta la mente hacia las emociones que conectan el entorno caminado y el cuerpo de quien camina. Con esas emociones, hoy reconozco que se puede crear conocimiento mediante la huella fotográfica del caminar, como experiencia de inmersión en un territorio, lo que de algún modo es cartografía creadora de paisajes y cultura. Y mira que me cuesta reconocerlo, por mi natural aversión a los aparatos fotográficos, que me viene  de cuando practicaba la escalada de dificultad en la alta montaña y me parecía tan innecesario como absurdo eso de cargar con el peso de la dichosa maquinita de fotos, todo para acabar destrozando con cada foto la in-tensa emoción que se siente escalando. Por entonces, hacer fotos durante la escalada me parecía un gesto superfluo, que banalizaba el tiempo y lugar de esa sublime experiencia  que es el transitar por la alta montaña, sea caminando o, más aún, escalando.

Un montañero puede ser cartógrafo de las cumbres, alguien que mapea el silencio”, como dice Eduardo Marco Miranda en su tesis doctoral. (*) Ahora que no escalo, que ya solo camino, lo comprendo mucho mejor. Ahora voy entendiendo cómo utilizamos el paisaje y su fotografía para representarnos a nosotros mismos, en un intento de significación, como queriendo proyectar nuestra identidad en el entorno-mundo y, ya de paso, ensayar un gesto tan humano como inútil: esa ilusoria pretensión de querer detener el tiempo en una foto.

 
La utilidad de lo inútil. Conviene leer “La utilidad de lo inútil”, de Nuccio Ordine, especialmente estos capítulos: 13.Montaigne: no hay nada inútil, ni siquiera la inutilidad misma;14.Leopardi flâneur (paseante): la elección de lo inútil contra el utilitarismo de un siglo soberbio y estúpido y 15.Théophile Gautier: todo lo que es útil es feo, como las letrinas.  Ya al comienzo del libro, Nuccio Ordine explica la paradoja del título: “El oxímoron evocado por el título merece una aclaración. La paradójica utilidad a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios. En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. Existen saberes que son fines por sí mismos y que—precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial—pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad. En este contexto, considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores”.

Contra nuestros miedos. Reinhold Messner es el alpinista que en 1978, junto a Peter Habeler, realizó la primera ascensión al Everest (8.848 m) sin botellas de oxígeno, lo que hasta entonces se consideraba imposible; pues bien, no hace mucho, en 2004, decía Messner: “cuanto más arriba escalo, más profundamente siento mis miedos. Cuanto más alta es la montaña a la que subo, más amplia es la panorámica que tengo sobre mi propia existencia. Al ir a un lugar al que no pertenezco, se hace posible el arte de vivir: la orientación a través de la desorientación. Pues al fin y al cabo, todos los desiertos de este mundo están en nosotros mismos”.

De mi personal experiencia en las montañas, en soledad y en compañía, he aprendido que en nuestra relación con la naturaleza y especialmente en la alta montaña, más allá de donde la vida sucede cotidianamente, experimentamos un modo de sentir apasionado, entre sagrado y sublime, que nos habla del misterio de nuestra propia naturaleza humana.

El objetivo no es la cima, es el camino. Hasta hace poco, el ascenso a las grandes cumbres de la Tierra era certificado por una mítica periodista, Elizabeth Hawley, creadora de The Himalayan Database (www.himalayandatabase.com). Elizabeth era rigurosa exigiendo pruebas: fotos, vídeos y testimonios de otros escaladores; pero su trabajo no dejaba de ser artesanal y con la aparición de internet empezó a perder relevancia en beneficio de la web www.8000ers.com; cuando Hawley falleció en 2018, de hecho ya era esta web, fundada por Eberhard Jurgalski, la que confirmaba y certificaba la ascensión a las grandes cumbres, así como todos los logros y récords logrados en las altas montañas de la Tierra.

En 2019, con imágenes de satélite de alta resolución y la ayuda del Centro Aeroespacial alemán, Jurgalski y sus ayudantes demostraron que en algunos ochomiles, como el Manaslu, el Annapurna o el Dhaulagiri, muchos alpinistas nunca alcanzaron la verdadera cumbre, sólo quedaron cerca. Según sus investigaciones, apoyadas en grandes avances tecnológicos, únicamente tres alpinistas (el americano Ed Viesturs, el finlandés Veikka Gustafsson y el nepalí Nirmal Purja) completaron realmente los 14 ochomiles del Himalaya, los dos primeros sin oxígeno artificial. Según ese trabajo, Oiarzabal y Iñurrategi se quedaron en una cumbre secundaria del Manaslú, no llegaron a pisar la cima… y al legendario Reinhold Messner le faltaron cinco metros para coronar realmente el Annapurna. Cierto es que antes siempre hubo debate al respecto, sin darle mayor importancia porque, en general, los escaladores nos fíabamos de la palabra de quien decía haber llegado a una cumbre, más si además nos enseñaba una foto de ese momento. 

Pero después de la decisión del Libro Guiness sobre Messner, éste, muy indignado, exclamó con su habitual apasionamiento: "¡el objetivo no es la cima, es el camino!... ¡mi alpinismo no sabe de récords!".

 

Gozo y fatalidad en lo imprevisto. En marzo de 2004, el alpinista francés Patrick Berhault comenzaba junto a su compañero Philippe Magnin el mayor reto de aquella temporada: ascender a las 82 cumbres de más de 4.000 metros de los Alpes en sólo 82 días. Un reto que se vio tristemente truncado el 29 de abril cuando Berhault, de 46 años y uno de los mejores y más reconocidos escaladores europeos, se despeñó desde la arista que debía llevarle a la cima del Dom (**) cuando estaba a punto de terminar esa ascensión en los Alpes suizos. Se trataba de una escalada fácil, tan sencilla que ni siquiera subían encordados, cuando Patrick Berhault tuvó un fatal resbalón.

Ésto me hace recordar aquella ocasión en que tuve un “tonto” resbalón que a punto estuvo de costarme la vida. Fue en un descenso, al día siguiente de realizar la escalada invernal a Peña Santa de Castilla por la vía sur-directa, con algo más de 600 metros de pared vertical y de dormir precariamente en la cumbre, porque la habíamos coronado ya bien entrada la noche. Tras un complicado descenso en unos cuantos rápeles por la helada cara norte, bien equipados con piolet y crampones rodeamos la montaña por su base para volver al refugio de Vega Huerta. Cuando encarábamos la travesía por la vertiente sur, nos pareció que la nieve ya no estaba tan helada como en la cara norte; también es cierto que era casi mediodía y el sol estaba rompiendo la niebla de aquella fría mañana. Llevábamos todo el día calzados con los crampones y en ese tramo horizontal, con la nieve algo más blanda, nos pareció que estorbaban después de tanto hielo. Fue al querer cruzar un corto tramo  en la parte superior donde se iniciaba el cono de un corredor que veíamos concluir unos trescientos metros más abajo. Fue allí donde resbalé, en la parte más fácil, precisamente cuando acabábamos de quitarnos los crampones en un exceso de confianza, porque nos parecía que la nieve dejaba de estar helada. Fueron trescientos largos metros de caída vertiginosa y acelerada por ese larguísimo corredor, hasta parar en el fondo después de golpearme con numerosas rocas por el camino, que destrozaron mi mochila y parte de mi ropa, produciéndome heridas y contusiones múltiples por todo el cuerpo. Cuando mis compañeros de escalada pudieron bajar a recogerme, me dijeron que estaban contentos, porque habían visto la caída y lo que esperaban era recoger un cadáver. Me enteré después que Luis Felix, el compañero que me seguía, también resbaló detrás de mí, pero que tuvo la suerte de parar gracias a que cayó en una profunda grieta abierta en el corredor, a pocos metros de donde ambos habíamos resbalado. 

Hoy me queda una gran cicatriz en un hombro y una lesión de columna que después de respetarme por más cincuenta años, ahora me impide doblarme si no es con dolor...y la verdad es que cuando me duele, muchas veces me viene a la memoria aquella magnífica escalada invernal a Peña Santa, que me dejara una huella de gozo y dolor al tiempo, lo que me parece una metáfora de la vida como camino, más o menos vertical, practiques o no la escalada.

En la escalada invernal a Peña Santa, en 1972.

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Libros de montaña, montaña de historias. Durante años leí muchos libros de montaña y el que más releí fue “Conquistadores de lo inútil” de Lionel Terray (Grenoble 1921-Vercors 1965). Es posiblemente el libro de montaña más leído de todos los tiempos, en el que L.Terray describe su pasión a través de su aprendizaje en la montaña, de sus victorias en las altas cumbres y de su íntima amistad con sus compañeros de cordada: Gaston Rébuffat, Louis Lachenal, Maurice Herzog y otros. Son impresionantes sus relatos de escalada; el que más huella me dejó fue cuando en 1950, participando en la expedición francesa al Annapurna, Lionel renunció a la cima para asegurar el descenso de sus amigos Herzog y Lachenal, ambos con gravísimas congelaciones. Decía en el epílogo del citado libro: “si en realidad no hay ninguna roca, ningún serac, ninguna grieta que me esté esperando en algún lugar del mundo para detener mi carrera, llegará un día en el que, viejo y cansado, encontraré la paz entre los animales y las flores. El círculo quedará cerrado, y por fin seré el simple pastor que añoraba ser en mis sueños de niño”. 


Lionel Terray fue el legendario primer escalador del Fitz Roy, en Patagonia; del Chacraraju, en Perú; del Makalu, en Nepal o del Monte Huntington en Alaska. Esta última cumbre la alcanzó en compañía del joven Marc Marinetti, junto a quien perdería la vida en un incomprensible accidente de escalada a la corta edad de 44 años: fue en un fácil terreno de ensamble de tercer grado, tras superar la parte más comprometida de una vía de entrenamiento en el macizo de Vercors, muy cerca de Grenoble, su ciudad natal. Su muerte, ahora ha vuelto a recordarme aquel error y accidente que tuve en el descenso de la Peña Santa en los Picos de Europa. Siempre habrá personas a las que su pasión por las montañas les lleva a arriesgar su vida contra las fuerzas de la naturaleza, donde el menor error puede resultar fatal. Edmund Hillary, el alpinista británico que junto al sherpa Tenzing Norgay fueron los primeros en coronar el Everest y que que pudieron volver para contarlo, se preguntaba: “si escalas una montaña por primera vez y mueres en el descenso, ¿es realmente el primer ascenso completo a la montaña? Yo personalmente me inclino a pensar que tal vez es igualmente importante el descenso y que la escalada completa de una montaña supone llegar a la cima y volver abajo sano y salvo”.

Entonces, ¿por qué subimos montañas? La respuesta más sencilla y acertada fue la de George Mallory, uno de los más significados alpinistas de inicios del siglo pasado: “¿que por qué subo montañas?: porque están ahí”. Hay un ingrediente poético en esta respuesta, algo que me remite a unos versos de Paul Celan, que aquí me permito resumir y poner en prosa: La realidad no está simplemente allí, debe ser investigada y conquistada. ¿Quién dice que se nos murió todo cuando se nos quebraron los ojos? Todo despertó, todo comenzó. Sólo verdaderas manos escriben verdaderos poemas. No veo ninguna diferencia entre un apretón de manos y un poema. La poesía es una especie de regreso a casa”.

El mejor alpinista es un alpinista vivo. Gaston Rebuffat fue miembro de la mítica generación de Lionnel Terray, Maurice Hergoz y Louis Lachenal, con quienes  en 1950 participó en la conquista del primer ochomil, el Annapurna. Fue autor de numerosas "primeras", muchas de ellas junto a su amigo Lionel Terray, como la norte de las Grandes Jorasses (1945) y también escaló en 1947 la temible pared norte del Eiger. Era, además, escritor, cineasta y conferenciante. Yo tengo grabadas en video algunas películas suyas en blanco y negro. Recuerdo haber leído en alguno de sus libros algo así como que  "un alpinista es alguien que conduce su cuerpo allí donde, un día, miraron sus ojos...y que además vuelve"… al parecer, repetía esta idea en todas sus conferencias: "el mejor alpinista es un alpinista vivo".

En “Reino de luz y silencio” decía que “la técnica debe hallarse al servicio de un entusiasmo, o de lo contrario reduce el mundo de las alturas a las proporciones de un gimnasio. ¡Pero qué larga es la marcha que conduce a las cumbres! Allí donde las casas, luego los árboles y por último la hierba terminan, donde comienza el reino estéril, salvaje y mineral; sin embargo, en su extrema pobreza, en su desnudez total, dispensa una riqueza que no tiene precio: la dicha que se descubre en los ojos de quienes lo frecuentan”. Hoy sigo apreciando el valor  que G. Rebuffat le daba a la amistad en la montaña, porque yo también he experimentado y sentido con intensidad que la “cordada” es la metáfora de un vínculo perdurable de por vida: la belleza de las cumbres, la libertad de los grandes espacios, los rudos placeres de la escalada, la identificación con la naturaleza recobrada, serían placeres estériles y a veces amargos sin la amistad de la cordada: amistad fraternal, hecha de cortesía, abnegación, luchas compartidas y alegrías también experimentadas en común”.

Ese estremecimiento. Del libro La Montaña es mi Reino”: tengo ya en mi haber algo más de mil ascensiones en todas las épocas del año; a veces se adueña de mí la impresión de que la montaña es mi reino. Con todo, cada vez que franqueo su puerta invisible, pero que «siento» perfectamente, me domina un ligero estremecimiento”.

A mí me pasaba cada vez que emprendía una excursión a la montaña, incluso actualmente, el día previo sigo sintiendo una cierta excitación. Ya metido en la escalada, siempre sentía un estremecimiento, casi un temblor como de emoción, durante los primeros metros, en el primer largo de cuerda, que después iba desapareciendo a medida que me alejaba del suelo; es curioso que siempre tuviera el mayor miedo en los primeros largos de cuerda. A propósito de ésto, decía G.Rebuffat: “de cualquier manera, la llegada a una cumbre jamás representa una victoria sobre la montaña, sino sobre uno mismo”. Y también que escalar es un instinto y que los niños trepan con mil amores a las ventanas, a los árboles y a las paredes, que lo hacen por el placer de escalar, descubrir, ver más lejos y desde más alto. ¿No es eso, en el fondo, lo que los mayores llaman «alpinismo»?

 


Escalar o caminar, pues, la vida. Además de sociólogo, antropólogo y especialista en la representación y las acciones del cuerpo humano (ha dedicado ensayos anteriores al dolor, el silencio o la risa, por ejemplo), David Le Breton (***) es un gran caminante y ha consagrado ya varios libros a esta pasión, entre ellos, quizá uno de sus más conocidos es elElogio del caminar”, publicado en castellano en 2015. Cuando se siente en la necesidad de justificar esta reincidencia acude a una paradoja: "para mí, caminar es volver a encontrar mis propias raíces en el mundo"

Le Breton dice en ese libro que fue la revolución industrial  la que estableció un nuevo marco en el asunto: "por reacción intelectual a su forma de entender el progreso como competencia en la aceleración mecánica, se revalorizó el desplazamiento a pie, atribuyéndole, entre otras, las virtudes de la introspección y la liberación de la prisa. A mediados del XVIII, Jean-Jacques Rousseau, gran defensor de la "marcha propia" y la "vida ambulante", renegaba de los viajes en diligencia "tristemente sentados y aprisionados en una pequeña jaula bien cerrada".


La reivindicación del caminar como un acto de resistencia. Y en el mismo libro proseguía David Le Breton: "aquella velocidad encapsulada de las diligencias que exasperaba a Rousseau o el sedentarismo burgués contra el que se rebelaba Thoreau, pueden revisarse con cierta ironía desde nuestro hipertecnologizado siglo XXI: a "la humanidad sentada", por utilizar un término de Le Breton, "su cuerpo y su bipedación le molestan […] y su aspiración es deshacerse de él para así comenzar una nueva fase de la evolución, la de la virtualidad o las prótesis".

"Por eso, en el tiempo presente, que especula con el transhumanismo, es más importante que nunca la reivindicación del caminar como un acto de resistencia. Afortunadamente,  los caminantes siguen hoy recorriendo felices el globo, manteniendo su vínculo con la especie y burlándose del puritanismo ambiental provocado por la nueva religión de la tecnología" (David Le Breton, Elogio del caminar)

También lo pienso, solo que yo no diría tanto como "felices caminantes", teniendo en cuenta la que está cayendo.


Notas:

(*) Del libro y tesis doctoral de la que es autor Eduardo Marco Miranda: “La fotografía de paisaje en el Pirineo Central a finales del siglo XIX y principios del XX. Una revisión contemporánea desde la práctica artística del caminar por el territorio de alta montaña” (publicado en 2015 por la Universitat de Barcelona).

(**) El Dom (4.545 m) es el tercer pico más alto de los Alpes suizos, forma parte del macizo del Mischabel, del que es su pico más alto y es la séptima cumbre​ de la cadena alpina después de dos cimas del macizo del Mont Blanc y cuatro del Monte Rosa. 

 (***) David Le Breton es antropólogo y profesor de la Universidad de Estrasburgo. Es autor de Conduites à risque (París, 2002), Anthropologie du corps et modernité (París, 2005) y La saveur du monde: Une anthropologie des sens (París 2006).