lunes, 12 de septiembre de 2011

EN EL 20N Y DESPUÉS, TODOS NECESITAREMOS AL 15M



En lo ideológico, el 15M es un movimiento ecléctico e, incluso, contradictorio; lo cual es justificable por su escaso tiempo de vida -apenas cuatro meses-, así como por su esfuerzo en incluir al máximo de gente, lo que lleva a asumir propuestas que son claramente contradictorias, al tiempo que mayoritariamente socialdemócratas. Con todo, lo más radical y alternativo del 15M  no son sus propuestas políticas, sino su metodología asamblearia y su extensión hacia lo comunitario y local, hacia barrios y  pueblos, en una estrategia que remite a métodos de democracia directa  muy  parecidos a los propuestos por el  pensamiento libertario de Murray Bookchin y Takis Fotopoulos, teóricos principales del municipalismo libertario y la democracia inclusiva, respectivamente. 

Como ejemplo de contradicción, el asambleario movimiento 15M  cuestiona la democracia representativa por su desconexión con la realidad social, por su desconfianza en la participación ciudadana y por la corrupción de la clase política, al  mismo tiempo que reclama  una nueva ley electoral con más proporcionalidad en la representatividad…como si esa fuese la condición necesaria para impedir la corrupción del sistema.

El caso es que, incluida la derecha, todo el espectro político se apresura a obtener algún beneficio electoral del 15M o contra el 15M; y de modo especial, la izquierda tradicional,  más o menos socialdemócrata o marxista, muy interesada en aprovechar la oportunidad del 15M como ocasión idonea  para realizar su propia catarsis renovadora. En algunos casos, también con clara intencionalidad electoral. Y si no, véanse al respecto  los últimos documentos elaborados por PSOE (documento marco de su Conferencia Política) y por IU (documento del proceso participativo “por un nuevo programa político  para la izquierda”, denominado Convocatoria Social). En ambos casos abundan los guiños al 15M. En el caso del PSOE, la situación es patética, porque se le ve el  escandaloso plumero electoral y porque su previsible y anunciado hundimiento en las generales del 20N le lleva a un erratismo desesperado entre la cruda realidad del zapaterismo doblegado a los mercados y el rubalcabismo obligado a realizar imposibles acrobacias de última hora.

En ambos casos queda en evidencia la actitud desconcertada y oportunista de unas izquierdas que todavía no  han digerido su definitiva derrota frente a un sistema neoliberal-capitalista, erigido como pensamiento único, que representa por sí la barbarie moral de nuestro tiempo y cuya crisis sistémica, a la que asistimos entre desorientados y alarmados, nos anuncia el abismo de autodestrucción que se abre a nuestros pies.

Una primera dosis de autocrítica y racionalidad debería llevarnos a ver que tanto el socialismo ensayado hasta ahora, como el capitalismo todavía dominante, han fracasado rotundamente, como ha quedado en evidencia tras la caída del muro de Berlín, tras el fracaso del socialismo real primero, de la socialdemocracia después y, ahora, tras el fracaso total del neoliberalismo globalizador, sumido en una crisis sistémica, que a todos arrastra y que a todos engulle.

Estamos emplazados a comprender las profundas causas de dicho fracaso universal, al tiempo que a hacer un diagnóstico adecuado. No es éste el lugar, ni yo la persona capacitada para ello, pero sí alcanzo a  identificar una ideología  común a los tres sistemas fracasados, una ideología cuyo armazón  tiene  por pilares básicos al Estado y a la Economía del Crecimiento. Un Estado diseñado para defender la apropiación privada de los recursos comunitarios, generadora de poder para una minoría oligárquica que se nutre  de la  sumisión  y pobreza  de la mayoría. Y una economía fundamentada en la necesidad del crecimiento contínuo, que conduce a un productivismo-consumismo patológico, además de al suicidio ecológico. Sus comunes señas de identidad son la suma exacta de tres factores: 1/ la acumulación y concentración de la propiedad y el poder derivado de la misma, en manos privadas o estatales; 2/  la desvalorización del trabajo y la vida humana, devenidos en superfluos;  y 3/ el agotamiento suicida de los recursos naturales.

Y de ahí que, por tanto, deberíamos estar emplazados a marcar cuanto antes una teórica e infranqueable raya roja que nos indique con claridad dónde empieza el mundo nuevo, la necesaria alternativa. De ahí que no exista en la actualidad ninguna otra tarea más urgente  para la humanidad en su conjunto. En esa raya infranqueable deberíamos situar al Estado y a la Economía del Crecimiento. De un lado, la barbarie del pasado; y del otro, la  racionalidad democrática  del futuro. Si,  como yo intuyo, esa raya fuera el criterio convencional y delimitador entre lo que llamamos  izquierda y derecha,  la inmensa mayoría de nuestra sociedad estaría situada en la derecha, más o menos contaminada por la ideología del Estado -eufemísticamente llamado “del bienestar”- y  por la ideología del  crecimiento económico, eufemísticamente llamado “progreso”. La denominación de “pensamiento único” alcanza así su plena y universal justificación.

¿Entonces, dónde está el  otro pensamiento, el anticapitalismo necesario?, ¿dónde está la alternativa a la crisis sistémica que asola a nuestro mundo?...Ésto es lo que pienso: la respuesta está en la próxima evolución del  desconcertante, imprevisible y contradictorio 15M. 

2 comentarios:

Joan dijo...

jeje pues yo creo que con el diagnóstico que haces deberías estudiar un poco el proyecto de la DI.

nanin dijo...

Joan, por lo que dices no alcanzo a comprender lo que quieres decir.
Por otra parte, conozco bien el proyecto de la DI, con el que me siento muy identificado.