“El
Espectáculo puede dejar de hablar de algo durante tres días y es
como si ese algo no existiese. Habla de cualquier cosa y es esa otra
cosa la que existe a partir de entonces. Como puede verse, sus
consecuencias son inmensas”
(Guy Debord, Comentarios sobre la
sociedad del espectáculo, 1988)
No
puedo evitarlo, me pasa cada vez que escucho una conferencia y cada
vez que leo un libro que trata de historia. Puedo
entender
el deslumbramiento del público
ante la erudición académica
y
no me extraña
el
ensimismamiento de los especialistas ante
su poder de
“producir” la verdad histórica. Y
sin embargo, no puedo dejar de advertir, casi siempre, una constante
y notable pereza intelectual en esas conferencias y libros, casi
siempre
hábilmente disimulada
tras
una conveniente
abundancia
de referencias documentales,
pretenciosamente autolegitimada sobre lo
que a mí me parece una pobre
concepción del método científico aplicado
a la “ciencia” histórica.