jueves, 30 de agosto de 2018

LA INTERNA Y DECISIVA BATALLA DEL YO

Proletarismo, fascista y progresista


Hay una mayoría social que prefiere no pensar, ni en “la política” ni, por extensión, en “la sociedad”. Que sólo está interesada en su día a día, en las obligadas circunstancias que determinan su propia y aislada vida individual. Y si se pronuncia, casi siempre es con las mismas frases que escucha en su canal de televisión preferido, escasamente diferentes a las más repetidas en las redes sociales que frecuenta, porque cree que “participar” de la opinión “pública” es lo mejor a su propia supervivencia. Así, como mucho, su crítica al “sistema” en el que vive inmerso consiste en pensar que el peor daño que éste causa es al medio ambiente, es el calentamiento global o es su baja calidad democrática..., no puede pensar que mucho más trascendente es el daño causado a su propia individualidad, a su propia libertad de conciencia, a cada individuo concreto cuya vida es a diario objeto de adoctrinamiento, manejada como mercancía laboral de obsolescencia programada, incompatible por tanto con todo proyecto de autonomía personal y de fraternidad social, de convivencia en comunidad. 

Este individuo medio que somos se ha convertido, por estado de necesidad, en un individuo cuya vida carece de sentido propio, en un irresponsable acostumbrado a delegar, a esperar todo de fuera de sí mismo, del Estado, de la Ciencia y la Tecnología,  o de la Suerte…
Pero este individuo que somos todos posee una cualidad innata que le es propia, que no puede rehuir, es su libertad de conciencia, su capacidad de elegir, que le hace plenamente responsable de sus actos ante un tribunal exclusivo, el de su propia conciencia. No hay que considerarle, pues, una víctima del sistema, por muy obligado que se vea. Sólo él, cada uno de nosotros, es y somos plenamente responsables. La victimización es la más sutil forma de anulación del individuo.
Denomino “batalla interna del Yo” a la que libramos cada individuo en ejercicio de la libertad de conciencia que nos constituye como humanos, en cuyo campo se enfrentan un yo-libertario y fraternal contra otro yo-gregario y asocial. Del resultado de esa batalla depende el futuro de la humanidad en su conjunto, sin ese individuo inclinado hacia su propia autonomía y hacia la convivencia comunitaria, toda idea de vida fraternal, en comunidad, es imposible. El bien y el mal no están predeterminados, sino que forman parte de la cotidiana realidad y siempre serán opciones presentes, caminos a tomar por ese individuo: libertad-emancipación o esclavitud-sumisión.

viernes, 24 de agosto de 2018

LA NEOCONTRAREVOLUCIÓN. A JOHN HOLLOWAY, SEÑOR DE LAS GRIETAS

Con el estallido de la última crisis del capitalismo, la de 2008, se abrió en la izquierda una época de duro debate interno, que todavía continúa, sin que se advierta avance alguno a pesar de las múltiples propuestas de revisión que provienen del mundo académico o bien de los movimientos sociales que se mueven en el espectro ideológico autodenominado genéricamente como “fuerzas de izquierda” o “progresistas”, quedándose en una posición estética y puramente teórica y testimonial, mientras que de su praxis política lo que se deduce es promiscuidad de intereses liberal-socialistas.
El pensamiento marxista tiene su baluarte en el mundo académico, donde mantiene su hegemonía en una situación que le viene bien a la nómina de la vanguardia intelectual de la izquierda, pero que ha llegado a borrar los perfiles de ambas cosmovisiones, liberalismo y socialismo, apenas distinguibles sólo en la propaganda electoral, percibidos como una única ideología de gobierno, vertebrada en torno a principios comunes, de materialismo/desarrollista y heteronomía/estatista, versiones respectivas de un mismo sistema conservador/reformista, estatal/capitalista.
Ocasionalmente, sólo algunas minorías de tradición marxista se pronuncian críticamente, reivindicando su carácter “revolucionario”. Son neomarxistas de nuevo y variado cuño, que se han atrevido a revisar las viejas creencias y andan enzarzados en definir nuevas estrategias actualizadas a la nueva situación, que suponen un cierto grado de revisionismo y que pretenden la recuperación de su maltrecha tradición “revolucionaria”.
Uno de esos neomarxistas académicos ha sido especialmente polémico, se trata de Jhon Holloway, con su propuesta de “revolución de las grietas”, donde propone hacer la revolución sin tomar el poder, a partir de “minar” el sistema desde un supuesto principio de negación y la consiguiente autoorganización de las masas proletarias… No podía ser más provocador con la ortodoxia “revolucionaria”, ni podía ser más inconsistente su propuesta, necesitada de una conciencia de clase hoy inexistente, porque se la cargó, si alguna vez la hubo, la propia ideología materialista/progresista, neoliberal y/o marxista. Así, su propuesta de “revolución por agrietamiento” no deja de ser un brindis al sol sin reconocer el error capital del marxismo: su visión exclusivamente materialista de la vida humana y su visión gregaria de la sociedad, su olvido del sujeto y de la ética que le lleva al mismo sitio del que partía, a la formulación de una revolución imposible.

jueves, 16 de agosto de 2018

¿QUIÉN ES HOY EL SUJETO REVOLUCIONARIO?




En la modernidad, todas las revoluciones “emancipadoras” han acabado en derrotas. Y la revolución burguesa, hegemónica desde hace tres siglos, está en plena decadencia y descomposición.  Entonces, ¿puede ser sólo casualidad que todas esas revoluciones conocidas tengan en común un mismo pensamiento heterónomo/jerárquico y materialista/desarrollista, además de un mismo menosprecio por la ética?