Portada de "La felicidad tecnológica" |
He tomado el
subtítulo de esta entrada de otro correspondiente al libro del periodista Andrés Herrero, colaborador en medios digitales como "Rebelión" y "Kaos en la red": “La felicidad tecnológica”. Este libro hace un repaso
a la evolución social y tecnológica de la sociedad humana desde el principio de
los tiempos, intentando detectar cuáles fueron los errores cometidos por
nuestra especie, al objeto de no repetirlos y diseñar una organización del
futuro basada en el aprendizaje de dichos errores. Para ello, Andrés Herrero
hace un diagnóstico con el que coincido plenamente, en el que identifica al
poder y a la propiedad privada como los dos grandes obstáculos que hasta el
momento nos han impedido construir un mundo más justo y sobre los que se
sustenta el sistema económico y político dominante que, inexorablemente, nos
conduce a la destrucción del planeta y a la desaparición de nuestra especie.
Su
libro analiza el carácter depredador del capitalismo y a la vez examina
críticamente las alternativas del comunismo y el anarquismo, integrando las
aportaciones que él considera válidas en ambos sistemas de pensamiento político
en una nueva visión a la que denomina “equisocialismo”, basada en democracia
horizontal, socialismo y equidad, donde no sea posible acumular ni riqueza ni
poder, y la tecnología se supedite a las demandas y necesidades colectivas.
Es
impresionante la fortaleza de esas dos ideas, propiedad y poder. Cada vez que
entablo una conversación con alguien al respecto –incluso con amigos y gente de
izquierdas- percibo una gran resistencia a creer que algún día será posible
eliminar la propiedad privada (entendida ésta como la apropiación individual o colectiva de los recursos naturales que son o debieran ser comunales),...¡el sentimiento de propiedad es tan constitutivo de la naturaleza
humana!...dice casi todo el mundo; y, sin embargo, respecto del poder, parecen existir menos dudas, se
piensa que siempre se le puede doblegar por la fuerza, es decir, con más poder.
Creo que desvincular riqueza y poder es un error más de nuestro sistema de
pensamiento colectivo. Ambos están íntimamente hibridados, el poder genera propiedad
y viceversa. Se trata de un tandem muy
poderoso, valga la redundancia, que hasta ahora ha sobrevivido a todas las revoluciones conocidas de la historia humana. En su libro lo aclara bien A.H. cuando afirma
que tanto el comunismo como el anarquismo diagnosticaron bien ambos problemas,
pero no acertaron con las estrategias. El comunismo distribuyó la riqueza pero
concentró el poder en el estado burocrático, que devino en capitalismo de
estado, con todo el poder concentrado en las vanguardias dirigentes. Y el
anarquismo, por su parte, totalmente preocupado por la distribución del
poder, no halló el modo de organizarse
para conquistarlo y distribuirlo junto con la riqueza.
Pienso
que es más difícil neutralizar el poder
que la riqueza, porque me resulta posible imaginar que los abusos de la
propiedad, de la riqueza, se pueden superar con una organización colectiva que
sea igualitaria y satisfactoria de las necesidades humanas; pero en el ejercicio del poder reside, con toda
su potencia, nuestra naturaleza primigenia y salvaje, que alcanza más allá del
dominio de las cosas, incluyendo el dominio sobre las personas, que conlleva su
sometimiento y que el animal que somos utiliza para marcar su posición
jerárquica dentro del grupo en el que
vive, para marcar su territorio, que además de físico también es social, económico y cultural.
De donde me cabe pensar que la revolución igualitaria que muchos soñamos va a precisar de un potente nutriente ético que, quizá, esté naciendo estos días en las plazas de muchos pueblos y ciudades del mundo.
De donde me cabe pensar que la revolución igualitaria que muchos soñamos va a precisar de un potente nutriente ético que, quizá, esté naciendo estos días en las plazas de muchos pueblos y ciudades del mundo.
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