martes, 15 de diciembre de 2020

ECONOMÍAS INVISIBLES

 

Metidos hasta el cuello en plena era del Capitaloceno (1), la política (como la vida) en su “estado oficial” va de economía y sólo de economía...¿pero qué nos habíamos creído?

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De las muchas contradicciones de esta época, una de las más sobresalientes consiste en que siendo lo económico el asunto central (hasta el punto de que se ha normalizado la definición del individuo actual como homo economicus), resulta que la economía es presentada por los medios de propaganda como asunto hipercomplejo, incomprensible para ese individuo medio, cosa de expertos en definitiva. No es que no pueda ser de otra manera, no, es porque esa complejidad es deliberada, algo perfectamente intencionado.

En paralelo, obsérvese un similar mecanismo en la política. A base de atribuir al populismo la causa de todos los últimos males, la política se ha contagiado y ya es populista a uno y otro lado del campo de juego “democrático”, a izquierda y derecha, pero no lo ha hecho por vía racional sino emocional, buscando la polarización social que provocan las emociones identitarias, las que brotan de las variadas y contradictorias emociones de las masas respecto de ideas tan primarias como “la raza”, “la nación”, “el género”, “la clase social”, “la emigración”, etc. La jugada consiste en producir la opinión pública y luego esperar al reparto electoral de la cosecha entre aquellas facciones ideológicas que cuentan con medios y capacidad para “crear” esa opinión pública. Sin embargo, hay cuestiones como el crecimiento económico y el (supuesto) progreso asociado a éste, que quedan al margen de la disputa populista, es un axioma común y compartido que no entra en la agenda electoral, por lo que resulta intocable la esencia desarrollista y crecentista (neoliberal) de las economías nacionales, forma parte de un pacto no escrito entre conservadores y progresistas, por el que “capitalismo” y “economía” son sinónimos. Si además le sumamos la aureola de complejidad a la que antes aludía, se explica que la reflexión y el debate económico “en profundidad”, si llega a darse, será reducido a medios económicos especializados y al ámbito científico/académico, ambos elitistas y endémicos por naturaleza.

En los cíclicos momentos de crisis a los que ya nos tiene acostumbrados la economía capitalista, el estado de precariedad que sigue a cada crisis, hace aflorar la angustia de las mayorías ante la incertidumbre por el futuro, despertando un vago interés “popular” por la economía, que podría resumirse en esta interrogante: ¿qué hay de lo mío...qué será de mí?. En la actual crisis de la pandemia por covid-19, como respuesta oficial veo destacar dos mensajes principales, sólo aparentemente contradictorios: “el Estado no dejará que nadie se quede atrás” y la economía va muy mal”, éste en modo subliminal. Y si fuera tan mal, ¿cómo explicar que la estadística, igualmente oficial, no pueda ocultar que en cada nueva crisis, ricos y pobres sean, respectivamente, cada vez más ricos y más pobres?

No acaba de entrarnos en la cabeza que el capitalismo es hoy una economía “macro”, financiera y global; nos lo impide nuestro modo cotidiano de vivir el capitalismo en propia carne, como economía micro y monetaria. Esa ignorancia económica nos impide entender que la microeconomía popular es muy secundaria en la marcha del capitalismo en su conjunto, “un marrón” que se le deja a cada aparato estatal y a sus capitalismos nacionales, para que lidien con el descontento de sus respectivas sociedades, con rentas básicas o como puedan. Si entendemos “bien” el mensaje de que la economía va mal -incluso muy mal- nos estaremos preparando y haciendo a la idea de que “va a ir mal para todos” y que, por tanto, no cabe sino resignarnos, esperar a que vengan mejores tiempos y reclamar al Estado que nos salve de caer en la miseria. Esta angustia impide ver que la desigualdad está alcanzando cotas de feudalismo que superan al original. Unos pocos individuos son dueños de casi todo y para los demás dejan sólo la posibilidad de pelear duro para hacerse con un lugar, por pequeño que sea, en la organización de “la pobreza colectiva”.

Suponemos que así es como funciona la economía y que no puede ser de otra manera. Imperceptiblemente, el capitalismo se ha naturalizado en nuestras vidas y ha hecho su última revolución, financiera y global: se desindustrializa donde el trabajo sale caro, la inversión se resitúa en lugares donde el trabajo sea más barato; y para extraer materias primas (minería, energía, agricultura, ganadería), ya no hace falta colonizar territorios al viejo modo militar, simplemente se compra la tierra y se practica un colonialismo mucho más suave y presentable. Todo ésto obliga a importar -de esas lejanas tierras y fábricas- la mayor parte de los productos destinados a inundar los mercados; pero qué importa si ello provoca dificultades a las economías nacionales, si la tierra y las fábricas siguen siendo “propias”, estén donde estén. Con la industria nacional en decadencia, el negocio capitalista no sólo no pierde, sino que resulta mucho más rentable, porque los Estados se endeudan hasta las cejas y se convierten en sus mejores clientes. La deuda nacional es ahora el principal nicho del Negocio. Y si en cada crisis se endeudan los Estados “para ir tirando”, por idéntica razón, la deuda será automáticamente transferida a una masa de súbditos nacionales que, “como el Estado” igualmente se hacen clientes cautivos del crédito cuando el Estado “se vea obligado” a recortar salarios, pensiones y servicios. Se redondea así un negocio seguro y casi perfecto. Así funcionan las cosas y así es cómo la ignorancia económica es interpretada como simple discrepancia, entre la economía que imaginamos y el funcionamiento real de la sociedad capitalista.

En la década de los años ochenta, el gran capital - por entonces ya concentrado en colosales corporaciones financieras - optó exitosamente por diversificar y sindicar globalmente su estrategia de Negocio. Gran parte de su dinero lo quitó de la economía real para meterlo en la economía virtual, puramente financiera o especulativa. La gente de a pie apenas nos enteramos de ese proceso (que ya tiene más de cuarenta años), porque entonces estábamos distraídos en nuestras huelgas particulares, sin ver la gran huelga del Capital recién convocada; y esta sí fue una huelga realmente subversiva y revolucionaria, que empezaba a suceder delante de nuestras propias narices.

Siguiendo ese plan, cada nueva crisis ha de ser una demolición controlada y una colosal operación de trasvase de capital, desde la gente (productores, consumidores y contribuyentes) a las élites que concentran el poder económico global, con la virtuosa intermediación de los Estados y sus capitalismos locales, que de ello esperan obtener recompensa, por pequeña que sea. Hasta ahora el plan no ha fallado y no se vislumbra razón alguna para que pueda fallar en la actual crisis. A mí no me extraña que haya quien denomine a esta crisis la de la “plandemia”, como tampoco me extraña que la propaganda oficial los meta en el saco sin fondo del “negacionismo conspiranoide”, donde todo se revuelve con tal de tapar la “lógica” económica que guía el manejo de la pandemia (y tapar, de paso, toda otra lógica, incluso la científica).

En algún sitio he leído que en los EEUU el déficit presupuestario superará este año los cuatro billones de dólares, lo que suma cuatro veces más que toda la deuda contraída durante los primeros 204 años de ese país (2). Y todavía hay quien defiende la eficiencia del sistema capitalista poniendo como ejemplo a la economía yanqui. Coincido en lo que se dice en ese articulo acerca del espectáculo al que estamos asistiendo, con el relevo conflictivo entre Donald Trump y Joe Biden. Un Trump que en su día fuera apoyado por una importante facción de los más ricos (no hay otra manera de ganar allí las elecciones), para que recortara los impuestos a las grandes fortunas, al tiempo que los gastos sociales; pero, sobre todo, para que desviara la rabia “obrera” hacia un fraudulento factor “racista”, concentrado en la inmigración. Esta exitosa estratagema sirvió para apartar la mirada pública del funcionamiento real de la economía de los más ricos, que así se libraban de la ira de las masas trabajadoras. Y no sólo eso, sino que, a mayores, la jugada ha servido para aupar al gobierno al “demócrata” Joe Biden, el popularmente conocido como “Senador Master Card”, un neoliberal con un largo e impecable historial de cinco décadas dedicadas al servicio de las élites financieras, que no han dudado en recurrir a él cuando Trump ya dejaba de serles útil. Y mientras, aquí, nuestra desorientada izquierda nacional, la misma que tanto partido le ha sacado, durante estos últimos cuatro años, a la imagen de un Trump fantoche, aplaude con las orejas la llegada del nuevo presidente, tan ultracapitalista como Trump, si no más.

Si no estuviéramos tan distraídos por la asfixiante crónica mediática de la pandemia y por la permanente trifulca con la que nos entretiene la clase política nacional, ya estaríamos viendo cómo se va confirmando y poniendo en evidencia, en EEUU como aquí, la exitosa “lógica económica” que guía el manejo político de la pandemia y su perfecta congruencia en el marco de la revolución neoliberal iniciada en los años de Reagan y la Thatcher...¡qué sublime ingenuidad la de quienes piensan que esta crisis del covid-19 significará la “inevitable y definitiva” descomposición del orden capitalista!, no podríamos cometer mayor error que dar crédito a un diagnóstico tan ilusorio. No se han enterado de que la primera potencia capitalista del mundo ya es, ¡nada menos!, que la República (popular y comunista) de la China.

Resumiendo, lo que vengo observando es que el sistema sale reforzado en cada nueva crisis y puedo decirlo porque las he vivido todas. Y las “alternativas”, las pocas que todavía subsisten (más o menos subvencionadas, como corresponde a su papel de “resistencias oficiales”), están plenamente amortizadas, por lo que el “plan” seguirá su curso hasta la próxima crisis, funcionando según lo previsto, ahora perfectamente camuflado tras la preciosa excusa que le ha regalado la pandemia, sin menospreciar la valiosa colaboración de nuestra clase política nacional, que tanto nos entretiene en parlamentos, teles y redes, con sus trifulcas por reales corruptelas, ilusorias repúblicas...o por borbones, da igual: lo que sea con tal de que la gente se distraiga. 

Y, aunque haya quien deduzca derrotismo de lo dicho hasta aquí, le diré con rotundidad que es mi personal palanca para el optimismo genético que profeso sin que tenga arreglo. Le diré que no sólo es invisible la macroeconomía, que también lo es la otra economía, la micro y cotidiana, a la que llaman “informal” y que también nos pasa desapercibida, fundamentada en la ayuda mutua y en el cuidado del prójimo y de la naturaleza. Sin esta economía,  la macro no se sostendría. Tengo la certeza de que ese “descubrimiento” acabará prendiendo, no tardando, en forma de revolución integral y comunal. Porque pienso que no hay otra posibilidad ni otra alternativa y que, a estas alturas de los tiempos, en la lucha por el futuro sólo quedan dos contendientes: la economía o nosotros.

Notas:

(1) Del diario La Jornada, de Méjico, extraigo la definición de “capitaloceno”, de la que es autor Víctor M. Toledo, contrapuesta a la de “antropoceno”:

Las numerosas críticas a la idea de un antropoceno quedaron finalmente condensadas en el concepto de capitaloceno, formalmente desarrollado en el libro de Jason W. Moore (Anthropocene or Capitalocene? Nature, History and the Crisis of Capitalism, 2016), ampliamente glosado en el número 53 de la revista Ecología Política (https://bit.ly/2UmMPyd ). Moore establece en su libro que es la coacción forzada del trabajo (tanto humano como no humano), subordinada al imperativo del beneficio a cualquier precio (la acumulación ilimitada del capital), lo que provoca la ruptura del equilibrio del ecosistema planetario. No es pues la humanidad, sino una pequeñísima parte de ella la principal causante. El cambio climático no debe entonces atribuirse al mero hecho de que el planeta esté poblado por 7 mil millones, sino al reducido número de personas (uno por ciento) que controlan los medios de producción y deciden cómo se ha de usar la energía. Se trata entonces de actuar contra el capital fósil. En contraposición con lo anterior, todo el aparato del sistema opera para que los ciudadanos no reconozcan y adopten esa posición. En lenguaje diplomático: se trata de no politizar la situación. No sólo los negacionistas de la crisis ecológica y climática actúan en esa línea, sino también entidades enteras como el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), que desde 2012 impulsa con mucha fuerza la llamada economía verde, una estrategia para ocultar el papel de las corporaciones y hacer compatible el capitalismo con la ecología, o la FAO, que a regañadientes ha aceptado hasta recientemente a la agroecología y al campesinado como opción ante los sistemas destructivos agroindustriales, que es la vía capitalista en la agricultura. En el ocultamiento antropogénico participan también científicos conservadores.../... En suma, hoy resulta cada vez más difícil negar que vivimos inmersos en una nueva era geológica, que más que antropoceno debe llamarse capitaloceno, y que debemos salir de ella lo más rápido posible, antes de que el destino nos rebase".

(2) Acabo de comprobar que lo leí en un artículo de Robert Freeman, publicado recientemente en “Common Dreams” y reproducido en El Salto:

Durante 204 años, tras pagar los costes de la Revolución de las Trece Colonias, la guerra de 1812, la guerra civil, la construcción del continente, la lucha en la Primera Guerra Mundial, tras sobrevivir a la Gran Depresión, luchar y vencer en la Segunda Guerra Mundial y ganar la mayor parte de la Guerra Fría, el país solo había tenido que pedir prestado un billón de dólares. Después, durante los siguiente doce años, años de paz y prosperidad, esa deuda se cuadruplicó hasta llegar a los cuatro billones de dólares. Esos déficits y esa deuda benefician a los muy ricos porque son ellos los que los financian, los que prestan el dinero al Gobierno a un alto interés, que éste tiene que pedir prestado, porque no puede pagar las facturas de los impuestos que no está ingresando. Como pasó con la desindustrialización de la economía, éste era precisamente el plan: beneficiar a la gente más rica del mundo.

Hoy, el sueldo medio de un trabajador, con el ajuste de impuestos y la inflación, es el mismo que en los años setenta. Para que la comparación quede clara, los ingresos medios en China se han multiplicado por más de diez durante el mismo periodo. Por esta razón, en Estados Unidos hay una tensión civil enorme entre la gente y una desconfianza récord en el Gobierno, mientras que los habitantes de China son ferozmente leales a su gobierno”.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

CONTRA EL CIENTIFICISMO INDUSTRIAL (PRIVADO/ESTATAL) Y SU MÉTODO ACIENTÍFICO

 

A fines de julio de este año (2020), se asentaron 2.500 familias en Guernica, frente al barrio Numancia, y coordinaron entre sí la subdivisión del terreno en lotes, que hoy se venden por Facebook. Fuente: Diario La Nación (Argentina).

 

Chile tendrá el Telescopio Más Grande del Mundo en 2024. Se convertirá en "el ojo más grande del mundo para mirar el cielo" y abordará algunos de los mayores desafíos científicos de nuestro tiempo, incluyendo el seguimiento de planetas similares a la Tierra que están alrededor de otras estrellas, en las "zonas habitables" donde podría existir vida. También realizará "arqueología estelar" en galaxias cercanas. Además se utilizará para investigar la naturaleza de la materia y la energía oscuras. Fuente: “TyN Media Group”

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CONTRA EL CIENTIFISMO INDUSTRIAL (PRIVADO/ESTATAL) Y SU MÉTODO ACIENTÍFICO

Gracias a nuestra fe en la ciencia moderna, no corremos hacia el desastre: porque ya estamos en él.

La normalidad de lo transgénico es la punta del desastre que más asoma, la brutal evidencia del iceberg que habitamos en el naufragio de este fin de época, la muestra palpable del fracaso de una Ciencia funcional a la moderna e ilustrada religión del progreso tecnológico. Por ella abandonamos la antigua y ciega fe en el Verbo, para abrazar la iluminada y deslumbrante nueva fe en el número...de oca a oca y tiro porque me toca:

Sé que, por mi bien, las autoridades no cesan de aconsejarme la conveniencia de adaptarme definitivamente a la ciencia moderna, pero yo, aún siendo verdad que alguna vez fui creyente suyo, ahora mismo me declaro más apóstata que nunca, de ésta y de cualquier otra religión, sea del Número o del Verbo; le niego a mi instinto de supervivencia que abandone toda su esperanza de futuro en una ordenada estantería, metida en un frasco de formol, entre una multitud de frascos exactamente iguales, separados entre sí por una mínima y exacta distancia de 2 metros.

Se equivocan quienes achacan los males de la ciencia moderna a una exclusiva especialización tecnológica. El desarrollo de aplicaciones prácticas del conocimiento humano es parejo al de la propia creatividad y experiencia de la humanidad en su interacción con el medio y, por tanto, tan antíguo como nuestra especie. Que nos parezca simple y lento su desarrollo durante los primeros tiempos, en absoluto lo niega (entonces no tenían tanta prisa como ahora); podríamos decir que nuestra especie está dotada de un natural instinto tecnológico, que es intrínseco a nuestro primario instinto comunitario de supervivencia. Pero, sin embargo, sí está justificada la enmienda a la totalidad que se le hace a la Ciencia “moderna” por quienes le imputan carencia de sentido humano y autonomía. Tienen fundamentada razón, porque hace mucho que esa Ciencia dejó de ser independiente y dedicada a buscar respuesta a las preguntas y a las necesidades humanas, para ponerse al servicio de los poderes económicos y políticos, prácticamente a tiempo completo, a medida que éstos poderes se fueron fundiendo en uno mucho más poderoso, que así pudo inaugurar el imperio de la Modernidad, con nuevos mitos y ritos, declaradamente “laicos”, sí, pero con fe no menos religiosa, en el Número que vino a sustituir al Verbo con renovada promesa de redención tecnológica y progreso eterno. La nueva fe trajo consigo el desarrollo de una industria necesitada de “ciencias” especializadas, con nuevas ingenierías y disciplinas dedicadas a la cantidad, la contabilidad y la estadística. Era el siglo XV cuando empezaba su primera globalización comercial a través de los océanos, cuando se conformaban los modernos estados a partir de su gran industria naviera y esclavista, inventora de la letra de cambio y el capitalismo...y en eso estamos, parece mentira, todavía.

Afortunadamente, aún hay humanos obcecados que califican de “superstición dominante” al cientifismo industrial de nuestros días, de cuyo negocio aseguran que está en guerra contra la vida desde hace varios siglos. De su discurso público sobre “investigación + desarrollo + innovación” (I+D+I), dicen que, intencionadamente, es más plomizo que complejo, social y ecológicamente autista, políticamente sumiso...y todo a más no poder. Y no me extraña, porque es un discurso que llama "innovación" a la invención constante de nuevas necesidades, previamente inexistentes, y luego al invento de un cacharro que las satisfaga; están tardando en inventar un sacacorchos inalámbrico...¿o ya lo han hecho y yo no me he enterado?

Una ciencia que cuanto más simplifica y especializa su campo de interés, más estrecha su visión de la realidad y más se aleja de alcanzar a comprender la complejidad del mundo. Recluida en compartimentos académicos y corporativos, organizada en departamentos estancos, su propio conocimiento también se aísla y estanca en impólutos laboratorios de marfil; sus avances quedan limitados a la invención por encargo, de cachivaches tecnológicos destinados en su inmensa mayoría al negocio militar en primera instancia, o bien a renovar la moderna oferta mundial de banalidades, llenando los escaparates y estanterías de los hipermercados.

Su método no puede ser más burdo, ni menos científico: ignora todo lo que es intangible y, por tanto, no cuantificable; ignora la parte relacional del mundo, todo lo que víncula a las partículas de materia entre sí, dándoles una concreta forma de existencia, ya sea inerte o viva. Con esta ignorancia, ¡como comprender el mundo y, aún menos, la vida!, ¿qué ciencia es ésta y qué método es el suyo, que ignora todo lo que no puede medir, que es casi Todo lo que existe?

¡Qué chulería clasista es la suya, que necesita el label de “ciencia oficial” para no contaminarse de la realidad y marcar su “experta” jerarquía,  mostrando así su íntimo parentesco con el Estado y el Dinero!, ¡una ciencia que desprecia y tira por la borda la sabiduría popular acumulada durante siglos y milenios en simbiótica relación entre humanos y entre éstos y la Tierra!

Mirad -como sangrante ejemplo- a la ciencia médica, a la que habría que incluir como auxiliar de la industria farmacéutica: una ciencia que en vez de promover la salud y atender a las causas de la enfermedad, se desentiende de ello, porque le es más rentable trabajar para la todopoderosa industria farmacéutica, la que vive de hacer sostenibles y crónicas a las enfermedades (del mismo modo que a la servil industria del armamento le interesa la guerra). Si bien, hay que reconocerle al Dinero y al Estado que también saben hacer grandes negocios con las industrias y los mercados de la salud, el trabajo, la educación, la cultura, el entretenimiento, etc, etc.

Estamos hablando de una ciencia capaz de dedicarle muchos medios y todo el tiempo al desarrollo de inmensos telescopios, con los que desentrañar el misterio de presuntos agujeros negros, situados a miles de millones de años luz, pero que es invidente -no sabe, no opina, no responde, ni se moja- ante los ciertos y abundantes agujeros negros que tiene al lado: como el estado de miseria inducida, material e inmaterial, de gran parte de la humanidad; o la aniquilación sistemática de la biodiversidad, que está comprometiendo la viabilidad de nuestra especie y otras muchas a futuro inmediato. Y qué se puede decir de la “ciencia histórica”, reducida a su finalidad propagandística y puramente documentalista, cronista a sueldo de las hazañas y protagonismo de las élites, de sus codicias y amoríos, que llena de citas previas millones de tesis doctorales y libros de encargo, ignorantes a conciencia de la actividad creativa y comunitaria de los pueblos; que no sabe nada de sociología, ni de los avances de la antropología o la arqueología. Y no perdamos más tiempo hablando de la académica ciencia llamada “política”, que ni le ha dedicado un par de renglones a investigar las causas por las que las democracias siguen a cargo de los estados, sin observar en ello relación alguna con su crónico estancamiento y sus sistemáticas falsificaciones, nacionalistas y representativas.

¿Quién ha dicho que el conocimiento científico y tecnológico tenga que ser patrimonio de las élites propietarias y sus subordinadas?, ¿por qué se ignora que es producto creado socialmente, acumulado y transmitido entre pueblos y generaciones, que es patrimonio común y universal de nuestra especie?, ¿y quién ha dictaminado que el conocimiento tenga que ser reducido a la condición de mercancía?

No puede ser más evidente la deriva tecnologicista, eugenésica y transhumanista, de la ciencia moderna, su inequívoca tendencia al sacrificio conjunto de la humanidad, con tal de salvar el pellejo de las élites ante la inminencia del desastre que vienen provocando, ¿o es que alguien cree que éstas preveen una emigración masiva, de toda la especie, a Marte o a la Luna?, ¿o que en unos pocos años su maravillosa inteligencia artificial y su promesa de futuro feliz, indoloro y cibernético, lo tengan reservado y disponible para los miles de millones de humanos, los mismos que hoy les importan una mierda?

Nadie sabe cómo los pájaros o los perros barruntan la proximidad de las tormentas, como yo tampoco sé cómo, pero intuyo su inminencia y más la certeza en su presencia; como muchos otros humanos que ya lo sienten en curso y a pesar de no contar con experiencia previa. No sé cómo, pero intuyo que a los que vivan para contarlo no les sorprenderá desprevenidos del todo y serán capaces de remontarlo, como ya hizo nuestra especie otras veces, ante otras amenazas de extinción no menos graves. Confío en el comunitario instinto de supervivencia de nuestra especie, en que será capaz de sobrepasar el primario instinto individualista que nos ha traído hasta aquí, al grito de ¡sálvese quien pueda! Tengo esa certeza porque, aunque hemos llegado a ser capaces de imaginar un planeta árido y nocturno, todavía somos incapaces de imaginarlo habitado sólo por unos cuantos humanos metálicos.

jueves, 3 de diciembre de 2020

PUEBLOS DEL MUNDO, ¡UN ESFUERZO MÁS!

 



Raoul Vaneigem (1934) es filósofo y escritor belga que participó en la Internacional Situacionista entre 1961 y 1970, siendo uno de sus principales teóricos junto a Guy Debord. Sus dos libros más conocidos son "La revolución de todos los días" (titulado en francés Traité de savoir-vivre à l'usage des jeunes générations) y "El movimiento del espíritu libre" (Le mouvement du libre-esprit ), en los que está condensado buena parte de su pensamiento.

El texto que traigo aquí es un artículo suyo, traducido por Miguel Amorós y publicado en la revista Hincapié en abril de este año 2020:  https://www.revistahincapie.com/


PUEBLOS DEL MUNDO, ¡UN ESFUERZO MÁS!

 

El mundo cambia de base

El impacto del coronavirus no ha hecho más que ejecutar la sentencia que pronunciaba contra sí misma una economía totalitaria fundada en la explotación del hombre y la naturaleza.
El viejo mundo desfallece y se desmorona. El nuevo, consternado por la acumulación de ruinas, no se atreve a retirarlas; más asustado que resuelto, tiene problemas a la hora de actuar con la audacia del niño que aprende a caminar. Es como si el haber anunciado el desastre durante demasiado tiempo hubiera dejado al pueblo sin voz.
Sin embargo, quienes han escapado a los tentáculos mortales de la mercancía están ahí, de pie entre los escombros. Se despiertan ante la realidad de una existencia que nunca será la misma. Desean liberarse de la pesadilla que les provocó la desnaturalización de la tierra y de sus habitantes.

¿No es esa la prueba de que la vida es indestructible? ¿No se rompen ante esa evidencia en el mismo remolino las mentiras de arriba y las denuncias de abajo?
La lucha por lo vivo no necesita justificarse. El reivindicar la soberanía de la vida puede acabar con el imperio de la mercancía, puesto que sus instituciones han sido mundialmente socavadas.

Hasta el día de hoy, nos batimos por la supervivencia. Quedamos confinados en una jungla social donde reinaba la ley del más fuerte y más astuto. ¿Abandonaremos el encierro al que nos obliga la epidemia del coronavirus para meternos en la danza macabra de la presa y el depredador? ¿Es que no ha quedado claro para todos y todas que la insurreccion de la vida cotidiana, presagiada en Francia por los chalecos amarillos, no es otra cosa que la superación de esa clase de supervivencia que nos impuso cotidiana y militarmente una sociedad de la depredación?

Lo que ya no queremos es el fermento de lo que queremos

La vida es un fenómeno natural en ebullición experimental permanente. No es ni buena ni mala. Su generosidad nos ofrece tanto la colmenilla como la amanita faloide. Está en nosotros y en el universo como una fuerza ciega. Pero dotó a la especie humana de la capacidad de distinguir la colmenilla de la amanita y de algo más. Nos armó con una conciencia, nos dio el poder de crearnos a nosotros mismos recreando el mundo.
Para que olvidásemos tan extraordinaria facultad, fue necesario que se nos pusiera encima el peso de una historia que debutó con las primeras Ciudades-Estado y se termina -tanto más rápido por cuanto que estamos en ello- con el desmoronamiento de la mundialización financiera.

La vida no es una especulación. A ella le traen sin cuidado las muestras de respeto, de veneración o de culto. No tiene más sentido que la conciencia humana, con la que ha dotado a nuestra especie para esclarecerla.

La vida y su sentido humano son la poesía hecha por uno y por todas y todos. Dicha poesía siempre brilló en todo su esplendor en los grandes pronunciamientos de la libertad. Pero no queremos que solamente sea un destello efímero, como sucedió en el pasado. Queremos poner en marcha una insurrección permanente, a imagen del fuego pasional de la vida, que puede apaciguarse, pero nunca extinguirse.

Una especie de canto sagrado se improvisa en el mundo entero, donde se forja nuestra voluntad de vivir rompiendo las cadenas del poder y la depredación. Cadenas que nosotros, mujeres y hombres, hemos forjado para nuestra desgracia.
Henos aquí en el corazón de una mutación social, económica, política y existencial. Es el momento del «Hic Rhodus, hic salta» de la fábula, aquí está Rodas, aquí hay que saltar. No se trata de una orden para reconquistar el mundo del que se nos expulsó. Es el aliento de una vida que va a ser reestablecida en sus derechos absolutos por el irresistible ímpetu de los pueblos.

La alianza con la naturaleza exige el fin de su explotación lucrativa.

Hemos tomado suficiente conciencia de la relación concomitante entre la violencia ejercida por la economía contraria a la naturaleza que saquea, y la violencia con la que el patriarcado golpea a las mujeres desde su instauración, hace tres o cuatro mil años antes de la era denominada cristiana.

Con el capitalismo color verde dólar, el pillaje brutal de los recursos terrestres tiende a dejar paso a las grandes maniobras de cohecho. En nombre de la protección de la naturaleza, se pone precio a la misma. Es igual que en los simulacros del amor en los que el violador se acicala como un seductor para mejor aferrarse a su presa. Hace mucho tiempo que la depredación recurre a la práctica del guante blanco.
Ahora es el momento en que una nueva alianza con la naturaleza es de una importancia prioritaria. Desde luego, no se trata de volver de nuevo -¿cómo lo haríamos?- a la simbiosis con el medio natural propia de las civilizaciones recolectoras antes de que las suplantara una civilización fundada en el comercio, la agricultura intensiva, la sociedad patriarcal y el poder jerarquizado.

De lo que realmente se trata -todos lo habrán captado- es de restaurar un medio natural donde la vida sea posible, el aire respirable, el agua potable, la agricultura desembarazada de sus venenos, la libertad de comercio revocada por la libertad de lo vivo, el patriarcado desmembrado y las jerarquías abolidas.

A los efectos de la deshumanización y de los ataques realizados sistemáticamente contra el medio ambiente no les hace falta el coronavirus para demostrar la toxicidad de la opresión de mercado. Por contra, la gestión catastrófica del cataclismo ha demostrado la incapacidad del Estado en mostrar la menor eficacia aparte de en la única tarea que está en condiciones de ejercer: la represión, la militarización de los individuos y de la sociedad.

La lucha contra la desnaturalización no tiene por qué hacer promesas y manifestar loables intenciones retóricas, tanto si las compra el mercado de las energías renovables como si no. Descansa sobre un proyecto práctico que apuesta por la inventiva de los individuos y las colectividades. La permacultura, que restaura las tierras emponzoñadas por el mercado de los pesticidas, no es más que un testimonio de la creatividad de un pueblo que tiene todas las de ganar si es capaz de eliminar cualquier causa de ruina. Ya toca poner fin a todos esos criaderos concentracionarios en los que el maltrato animal fue entre otras cosas la causa de la peste porcina, de la gripe aviar, del mal de las vacas a las que volvió locas la locura del dinero fetichizado, ese a cuya ingestión y digestión trata de obligarnos la razón económica.

¿Hay tanta diferencia entre nosotros y esos animales estabulados que salen de su encierro para ir al matadero? ¿Es que no estamos en una sociedad donde se distribuyen dividendos al parasitismo de empresa y se deja morir a hombres, mujeres y niños por falta de medios terapéuticos? Una imparable lógica económica alivia de esta guisa los gastos presupuestarios imputables a un crecido número de viejas y viejos. Preconiza una solución final que les condena con plena impunidad a morir en las residencias de ancianos sin medios ni cuidados. En Nancy, un alto cargo de Sanidad ha declarado sin tapujos que la epidemia no es razón válida para no suprimir más camas y personal hospitalario. No hubo nadie que lo echara a patadas. Los asesinos de la economía despiertan menos emociones que un enfermo mental que corra por las calles blandiendo el cuchillo de la iluminación religiosa.

No apelo a la justicia del pueblo, ni llamo a ejecutar en masa a los usureros de los negocios. Simplemente pido que la generosidad humana haga imposible el retorno de la razón de mercado.

Todas las formas de gobierno que hemos tenido han fallado, deshechas por sus crueles absurdos. Ahora toca al pueblo construir un proyecto de sociedad que restituya al ser humano, al animal, al vegetal y al mineral, su unidad fundamental.
La maniobra falsificadora que calificaba de utopía tal proyecto no ha podido resistir el choque con la realidad. La historia ha declarado la civilización mercantil obsolescente e insana. El levantamiento de una civilización humana no solo es posible, sino que ilumina la única vía que, apasionada y desesperadamente soñada por innumerables generaciones, se abre tras el final de todas nuestras pesadillas.
La desesperación ha cambiado de bando, pertenece al pasado. A nosotros nos queda la pasión de un presente que hay que construir. Vamos a tomarnos un tiempo para abolir el time is money que es el tiempo de la muerte programada.

La renaturalización es un caldo de culturas nuevas en el que habrá que andar a tientas entre la confusión y las innovaciones más diversas. ¿O es que no acordamos un exceso de crédito a una medicina mecanicista que solía tratar el cuerpo como trataría un mecánico el automóvil que le fuera confiado para ponerlo a punto? ¿Por qué fiarse de un experto que os repara para que os pongáis a trabajar cuanto antes?
Al repetirse a machamartillo durante tanto tiempo, el dogma de la antinaturaleza ha contribuido a exasperar nuestras reacciones emocionales, a propagar el pánico y la histeria securitaria, exacerbando por consiguiente el conflicto con un virus al que la inmunidad de nuestro organismo hubiera podido aplacar o volver menos agresivo si no hubiese sido minada por el totalitarismo de la mercancía para el que nada de lo inhumano le resulta extraño ¿Es o no?

Se nos ha dado la lata hasta la saciedad con los progresos de la tecnología. ¿Para ir a parar a dónde? A los cohetes celestes a Marte y a la ausencia terrestre de camas y respiradores en los hospitales. Con total seguridad, nos asombrarán más los descubrimientos de una vida de la que ignoramos todo o casi todo. ¿Quien lo pondrá en duda? Nadie aparte de los oligarcas y sus lacayos, vacíos de sustancia por la diarrea mercantil, que vamos a confinar en sus letrinas.

Acabar con la militarización de los cuerpos, las costumbres y las mentalidades

La represión es la última razón de ser del Estado. Él mismo la padece en forma de presión de las multinacionales, que tratan de imponer sus dictados a la tierra y a la vida. El previsible encausamiento de los gobiernos ha de responder a la siguiente pregunta: ¿Habría sido igual de pertinente el confinamiento si las infraestructuras médicas se hubieran mantenido eficientes en lugar de sufrir el deterioro de sobras conocido, decretado por la obligación de rentabilidad?

Mientras tanto, no hay más remedio que constatarlo, la militarización y la ferocidad securitaria no ha hecho más que relevar a la represión en curso en el mundo entero. El Orden democrático no podía desear mejor pretexto para protegerse de la cólera popular. El encerrarse en casa ¿no era acaso el objetivo de los dirigentes, inquietos por el cansancio que amenazaba a sus secciones de asalto de apaleadores, sacaojos y asesinos a sueldo? Buena repetición general la de la táctica de la nasa de pescar usada contra los manifestantes pacíficos que reclamaban entre otras cosas la puesta a punto de los hospitales.

Por lo menos estamos prevenidos: los gobiernos van a intentar cualquier cosa para que transitemos del confinamiento a la caseta del perro. Pero ¿Quién aceptará pasar dócilmente de la austeridad carcelaria al confort del servilismo parcheado?

Es probable que la rabia del prisionero tenga ocasión de denunciar al sistema tiránico y aberrante que trata al coronavirus como lo haría ese terrorismo multicolor con el cual el mercado del miedo se pone las botas.

La reflexión no se detiene ahí. Piénsese en esos escolares que, en el país de los Derechos del Hombre, han sido puestos de rodillas ante la bofia del Estado. Piénsese incluso en la propia educación donde el autoritarismo profesoral traba desde hace siglos la curiosidad espontánea del niño e impide la propagación libre de la generosidad del saber. Piénsese hasta qué punto el hostigamiento competitivo, la concurrencia, el arribismo del «quítate tú para que me ponga yo» nos confinaron en una caserna.
La servidumbre voluntaria es una soldadesca que marcha militarmente. ¿Paso a la derecha o a la izquierda? ¿Qué importa eso? Tanto el uno como el otro están dentro del Orden de las cosas.

Quien acepta que le griten desde arriba o desde abajo, a partir de ese momento no tiene más que un futuro de esclavo.

Salir del mundo mórbido y cerrado de la civilización mercantil

La vida es un mundo que se abre y una apertura al mundo. Por supuesto, con frecuencia ha sufrido ese terrible fenómeno de inversión donde el amor se vuelve odio y donde la pasión de vivir se transforma en instinto de muerte. Durante siglos, ha sido reducida a la esclavitud, colonizada por la ruda necesidad de trabajar y sobrevivir como lo hacen los animales.
No obstante, no se conocen ejemplos de reclusión en celdas de aislamiento, de millones de parejas, de familias, de solitarios, a los que la bancarrota de los servicios sanitarios logró convencer para que aceptaran su suerte si no con docilidad, al menos con ira contenida.
Cada cual está solo, confrontado a una existencia donde se ve tentado a separar la parte que corresponde al trabajo servil de la que corresponde a los deseos irrefrenables. ¿Son compatibles el aburrimiento de los placeres consumibles y la exaltación de los sueños que la infancia cruelmente dejó insatisfechos?

La economía del beneficio privado acaba de decidir el quitárnoslo todo en el momento mismo en que su impotencia se extiende por el mundo y se expone a una aniquilación posible.
La absurda inhumanidad que nos corroe desde hace tanto ha reventado como un abceso en el confinamiento donde nos ha conducido la política del asesinato lucrativo practicada cínicamente por las mafias financieras.

La muerte es la postrera indignidad que el ser humano se inflige. No bajo el efecto de una maldición, sino en razón de la desnaturalización que le fue asignada.

Las cadenas que forjamos en el miedo y la culpabilidad, no las romperemos con miedo y culpabilidad, sino con la vida redescubierta y restaurada. ¿No es lo que viene a demostrar en estos tiempos de opresión extrema el invencible poderío de la ayuda mutua y la solidaridad?
Una educación memorística nos enseñó durante milenios a reprimir las emociones, a quebrar nuestros impulsos vitales. Se ha querido, costase lo que costase, que nuestra parte animal hiciera de ángel.

Nuestras escuelas son guaridas de hipócritas, de reprimidos, de torturadores lucubrantes. Los últimos apasionados del saber chapotean en esa charca con el coraje de la desesperación. Cuando por fin salgamos de nuestras celdas carcelarias ¿liberaremos la ciencia de los grilletes de su utilidad lucrativa? ¿Nos pondremos a perfeccionar nuestras emociones en lugar de reprimirlas? ¿a restaurar nuestra animalidad en lugar de domarla tal como hacemos con nuestros hermanos a los que consideramos inferiores?
No estoy incitando a la sempiterna buena voluntad ética y sicológica, sino señalando con el dedo al mercado del miedo donde se escucha el ruido de botas de la seguridad. Llamo la atención sobre la manipulación de las emociones que embrutece y cretiniza a la muchedumbre; pongo en guardia contra la culpabilización que merodea en busca de chivos expiatorios.

Se levanta un clamor contra los viejos, los parados, los indocumentados, los vagabundos sin techo, los extranjeros, los chalecos amarillos, los marginados… Son los mugidos de esos accionistas de la nada que hacen caja con el coronavirus propagando la peste emocional. Los mercenarios de la muerte no hacen sino obedecer a los requerimientos de la lógica dominante.

Lo que hay que erradicar de verdad es el sistema de deshumanización fabricado y aplicado ferozmente por aquellos que lo defienden por amor al poder o al dinero. Hace mucho tiempo que el capitalismo fue juzgado y condenado. Nos ahogamos bajo una multitud de alegatos en contra. Ya basta.

La imaginería capitalista identificaba su agonía con la agonía del mundo entero. El espectro del coronavirus ha sido, si no el resultado premeditado, al menos la ilustración exacta de su absurdo maleficio. La causa ha sido vista. La explotación del hombre por el hombre, de la que el capitalismo es un avatar, fue una experiencia que salió mal. Hagamos de manera que su siniestra farsa de aprendiz de brujo sea devorada por un pasado de donde nunca hubiera debido salir.

Solamente la exuberancia de la vida recuperada puede romper a la vez las esposas de la barbarie mercantil y el caparazón caracterial que estampilla en la carne viva de cada quisque la marca de lo económicamente correcto.

La democracia autogestionaria anula la democracia parlamentaria

No se trata de tolerar que, aposentados en cualquier nivel de las comisiones nacionales europeas, atlánticas y mundiales, los responsables del desaguisado se pongan a interpretar los papeles de culpable y de no culpable. La burbuja de la economía que hincharon con deuda virtual y dinero ficticio, implosiona y revienta a la vista de todos. La economía se ha paralizado.

Incluso antes de que el coronavirus revelase la extensión del desastre, las «altas instancias» se agarrotaron y pararon la máquina, mejor seguramente que las huelgas y los movimientos sociales que por más útilmente contestatarios que fuesen no por ello fueron más eficaces.

Basta de comedias electorales y de diatribas de pacotilla. A todos esos cargos electos enculados por las finanzas hay que barrerlos como a las inmundicias para que desaparezcan de nuestro horizonte ta como desapareció en ellos la parcela de vida que les confería apariencia humana.

No queremos juzgar y condenar al sistema opresivo que nos condenó a muerte. Queremos acabar con él.

¿Cómo no recaer en el mundo que se está hundiendo, dentro y ante nosotros, si no construimos una sociedad con los restos de humanidad que han quedado al alcance de la mano, o sea, con la solidaridad individual y colectiva? La conciencia de una economía administrada por el pueblo y para el pueblo implica la liquidación de los mecanismos de la economía de mercado.

En su último golpe de efecto, el Estado no se ha contentado con tomar de rehenes a los ciudadanos y meterlos presos. La falta general de asistencia a quienes estaban en serio peligro los está matando a millares.

El Estado y sus comanditarios destrozaron los servicios públicos. Nada funciona como debiera. Lo sabemos con total certeza. Lo único que ha logrado que funcione bien es la organización criminal del beneficio privado.

Han llevado sus asuntos a espaldas del pueblo y el resultado es deplorable. El pueblo tendrá que llevar los suyos arruinando los de aquellos. Y a nosotros nos corresponde empezar de nuevo sobre nuevas vías.

Cuanto más prevalece el valor de cambio sobre el valor de uso, más se impone el reino de la mercancía. Cuanto más prioridad acordemos al uso que deseamos darle a nuestra vida y a nuestro entorno, la mercancía perderá más su mordiente. La gratuidad le dará la estocada.

La autogestión marca el final del Estado cuya nocividad y quebranto ha sacado a la luz la pandemia. Los protagonistas de la democracia parlamentaria son los sepultureros de una sociedad deshumanizada por culpa de la rentabilidad.

En cambio, hemos visto al pueblo, confrontado a las carencias de los gobiernos, hacer gala de una solidaridad indefectible y poner en pie una verdadera autodefensa sanitaria. ¿No constituye eso una experiencia que augura una extensión de las prácticas autogestionarias?
Lo más importante consiste en prepararse para hacerse cargo de los sectores públicos, anteriormente en manos del Estado, antes de que la dictadura del beneficio privado los mande al desguace.

El Estado y sus comanditarios lo han parado todo, han paralizado todo, salvo el enriquecimiento de los ricos. Por ironía de la historia, la pauperización es en lo sucesivo la base para una reconstrucción general de la sociedad. Quien se haya encarado con la muerte ¿qué miedo podría tener del Estado y de toda su madera?

Nuestra riqueza es nuestra voluntad de vivir.

El negarse a pagar tasas e impuestos ha dejado de formar parte del repertorio de incitaciones subversivas. ¿De qué modo podrían llevar a la práctica algo así los millones de personas que no tardarán en carecer de medios de subsistencia, cuando el dinero, calculado en miles de millones, continúa siendo tragado por el abismo de las malversaciones financieras y de la deuda que aquellas acarrearon? Nunca lo olvidemos, las pandemias y la incapacidad en tratarlas nacen de la prioridad acordada al dinero. ¿Vamos a quedarnos con lo aprendido de las vacas locas sin sacar conclusiones? ¿Admitiremos al final que el mercado y sus administradores son el virus que hay que erradicar?
Ya no queda tiempo para indignarse o lamentarse; tampoco para las observaciones del cacao intelectual. Insisto en la importancia que tendrán las decisiones de las asambleas locales y federadas tomadas «por el pueblo y para el pueblo» en materia de alimentación, de alojamiento, de transporte, de salud, de enseñanza, de moneda social, de mejoras en el medio ambiente de todo tipo.

Vayamos adelante, aunque sea tanteando. Más vale errar experimentando que retroceder y reiterar los errores del pasado. La autogestión germina en la insurrección de la vida cotidiana. Recordemos que fue la impostura comunista la que interrumpió y destruyó la experiencia de las colectividades libertarias de la revolución española.

No pido la aprobación de nadie, y menos aún que nadie me siga. Ando por mi camino. Cada cual es libre de hacer lo mismo. El deseo de vida no tiene límites. Nuestra verdadera patria se halla en cualquier sitio donde la libertad de vivir esté amenazada. Nuestra tierra es una patria sin fronteras.

Raoul Vaneigem


 


 



lunes, 30 de noviembre de 2020

CONCIENCIA INTEGRAL, HIPÓTESIS (SUBVERSIVA) DE UNA NUEVA ERA

 

Índice


1. Populicidio, genocidio, eugenesia, transhumanismo...nada nuevo.

2. Cuando la distopía creó el patógeno.

3. A modo de epílogo: la hipótesis (subversiva) de una nueva era.

4. Notas.


1. Populicidio, genocidio, eugenesia, transhumanismo...nada nuevo


"Para juzgar el progreso no basta con saber lo que nos aporta, es necesario tener en cuenta de qué nos priva", dice Bauduin de Bodinat (1), autor de “La vida en la tierra: reflexiones sobre el poco porvenir de estos tiempos”, de donde extraigo este lúcido juicio: "No es la novedad lo que nos desencanta, al contrario, es el tedioso reinado de la innovación, su confusión incesantemente renovada [..], (no es el cambio en sí), es el autoritarismo del cambio lo que nos sorprende, vernos todavía apegados a la novedad que nos recomendó ayer, cuando ya tiene otra novedad preparada para nosotros, imponiendo y apilando apresuradamente su progreso técnico, uno encima del otro, sin prestar atención a lo que está debajo".

Se pregunta Bodinat por lo que hay en el camino, ante nuestros ojos, sin encontrar otra respuesta que no sea la reproducción de la dependencia de la humanidad a la vida mecanizada, “hasta que su reinado sea definitivo”...y, de echo, todo parece encajar en este rompecabezas del desastre: "La dominación produce los hombres que necesita”. Si bien, no ocultaré que, cada día, yo también percibo la pulsación de la vida, que nunca deja de esperar su oportunidad, el momento de la contraofensiva.

 


Por su origen etimológico, el término eugenesia se refiere al “buen nacimiento” y es la disciplina que aplica las leyes biológicas de la herencia para, presuntamente, perfeccionar la especie humana mediante la intervención en los rasgos hereditarios, ayudando así al nacimiento de personas más sanas y con mayor inteligencia. Sus defensores aseguran que la eugenesia alivia el sufrimiento, evitando que nazcan personas con malformaciones o graves enfermedades, al tiempo que permite a la sociedad el ahorro de recursos. En cambio, sus detractores consideran que la eugenesia es contraria a toda ética y creen que la manipulación de lasleyes biológicas es inmoral. La selección artificial, el diagnóstico prenatal, la ingeniería genética, la esterilización y el control de natalidad son mecanismos propios de la eugenesia. Lo cierto es que a lo largo de la historia la eugenesia ha sido utilizada para practicar la discriminación, para esterilizar a grupos sociales y hasta para exterminar a razas o etnias consideradas como inferiores.

Aún así gozó de gran prestigio social, apoyada por relevantes personalidades, como Alexander Graham Bell o Winston Churchill, si bien, dicho prestigio decayó al vincularse las prácticas eugenésicas con la polítitica racial de la Alemania nacionalsocialista. Los científicos nazis realizaron experimentos genéticos con seres humanos bajo la argumentación y el concepto de “vidas indignas de ser vividas”, lo que para ellos justificaba la intervención eugenésica aplicada a “desviados y conflictivos” (abarcando en estas etiquetas una amplia lista: discapacitados físicos y mentales, homosexuales, judíos, gitanos, comunistas, etc). Pero se tiende a olvidar que en otros países, como Suecia o Estados Unidos, incluso anteriormente, también se realizaban programas de eugenesia dirigidos a crear pueblos con rasgos uniformes y bien definidos, de “pura sangre”, llegando a esterilizar a grandes grupos de población, como alcohólicos, epilépticos, ciegos, sordos y hasta mujeres consideradas promiscuas o criminales...todos ellos etiquetados como débiles mentales, defendiendo estas prácticas como la mejor forma de “asegurar el progreso” de las sociedades y “la mejor solución a la pobreza”.

En Escandinavia se esterilizaron a unas 63.000 personas entre los años 1934 y 1975; de las cuales el 90% eran mujeres a las que se consideraba «ineptas» para reproducirse. Del mismo modo, en Estados Unidos las personas esterilizadas a la fuerza entre los años 1907 y 1960 eran en su mayoría afroamericanas, por lo que se puede leer claramente que la ejecución de estos programas estuvo ligada a motivaciones racistas.

 

1. Retrato de Francis Galton (1822-1911). 2. Registro de las familias “más sanas y con mejores bebés”, retrato de la familia ganadora de uno de los concursos celebrados en EEUU. 3. Revista de principios del siglo XX con un artículo titulado "Debemos reproducir o esterilizar a los defectuosos", escrito por Albert Edward Wiggam, un exitoso autor que encantaba a su público con sus escritos en los que describía la eugenesia como un plan de Dios.


Si mencionas la palabra “eugenesia”, muchos la asociarán con los nazis y con el holocausto, pero es un error, lo cierto es que “Hitler aprendió de lo que los estadounidenses habían hecho", asegura Daniel Kevles, historiador de ciencia de la Universidad de Yale. Según Kevles, para entender la eugenesia hay que remontarse a la Inglaterra victoriana, a mediados de 1800. Afirma que todo empezó con las ideas de Francis Galton (2), primo de Charles Darwin, Galton era un científico al que todo le interesaba, pero por encima de todo le fascinaba la genialidad y la herencia. Pensaba que si podíamos encontrar la manera de cuantificar la herencia, podríamos controlarla y producir mejores personas, como hacemos con el ganado y las plantas. Y a ese nuevo programa de reproducción selectiva, que permitiría tomar las riendas de la evolución humana, lo llamo “eugenesia”...no estaba fuera de lugar que biólogos como Galton pensaran que si las ciencias físicas estaban cambiando el mundo tan deprisa y tan radicalmente -los ferrocarriles, la luz eléctrica, el teléfono-, las ciencias de la vida podrían hacer lo mismo.

Hacia el cambio de siglo, la idea de Galton se estaba diseminando por el mundo y empezó a echar raíces en Estados Unidos, en gran medida porque en ese tiempo la gente de clase media, blanca y educada, estaba muy preocupada por lo que estaba pasando en los nuevos barrios industriales de sus ciudades. Desde la Revolución Industrial, a partir de mediados del siglo XIX, la gente del campo había empezado a emigrar a las ciudades en busca de trabajo en las fábricas y, por primera vez en su historia, Estados Unidos tuvo que confrontar graves problemas sociales urbanos: crimen, prostitución, alcoholismo, pobreza...además de los inmigrantes que llegaban en grandes olas del sur y oriente de Europa. Según describe Kevles: "Hubo tal confluencia de factores en las dos primeras décadas del siglo XX en EE.UU. que creó un público para la eugenesia", explica el historiador.

El logo del movimiento de eugenesia es un árbol acompañado de una explicación, por la que la Eugenesia sería “la dirección propia de la evolución humana que, como un árbol, saca sus materiales de muchas fuentes y los organiza en una unidad armoniosa". Cada brazo de la raíz lleva el nombre de una ciencia. Esta ciencia proporcionaba una justificación biológica, es decir, científica, a una burguesía urbana aterrada por lo que veían en las calles: su conclusión fue que todo se reducía a problemas hereditarios, aunque a lo que se refiriera Galton fuera a un enfoque de la eugenesia para fomentar la reproducción de genios; pero en ese momento y allí, en EE.UU., empezaron a pensar en una eugenesia más negativa, útil para el control selectivo de la reproducción humana, porque “EE.UU. parecía estarse degenerando”, esa era la palabra usada en esa época.

Theodore Roosevelt (1858-1919), que ejerciera como vigésimo sexto presidente de los Estados Unidos (entre 1901 y 1909), en una carta dirigida al biólogo y eugenista Charles Benedict Davenport, le decía: "...concuerdo con usted si lo que quiere decir, como supongo, es que la sociedad no tiene porqué permitir que los degenerados se reproduzcan". Y, manos a la obra, en 1910 se estableció un laboratorio de investigación cerca de la ciudad de Nueva York... que en ese tiempo se llamó "Oficina de Registro de Eugenesia", donde se recolectaba información, se procesaba y archivaba, con interés por todo tipo de rasgos humanos, desde el color del cabello y los ojos, hasta daltonismo y epilepsia, además de curiosidades como "el amor por el mar" y otras como "el gitanismo" o "los genes de guerrero", así como otros rasgos menos exóticos, como promiscuidad, control moral, vagabundeo y ebriedad.


Es muy desconocido que el primer director de la UNESCO, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, fue Sir Julian Sorell Huxley (1887-1975), quien escribiera en 1946 un artículo titulado “UNESCO, su Propósito y su Filosofía”, en el que esbozaba su visión para esta nueva organización internacional surgida del Instituto de Cooperación Intelectual. Según Huxley, la filosofía rectora de la UNESCO debería ser lo que él denominó “Humanismo Evolutivo Mundial”, filosofía íntimamente relacionada con la eugenesia. Se olvida que fue este personaje quien acuñara el término “transhumanismo” como forma de disfrazar la eugenesia. Biólogo evolutivo, humanista e internacionalista, fue secretario de la Sociedad Zoológica de Londres, primer presidente de la Asociación Humanista Británica, vicepresidente y presidente de la Sociedad Británica de Eugenesia. Recibió numerosos premios, entre los que habría que destacar la Medalla Darwin de la Royal Society. Era nieto de Thomas Huxley (considerado el “bulldog” de Darwin, por su defensa de la teoría darwinista de la evolución) y era hermano del escritor Aldous Huxley, autor de “Un mundo feliz”. En su propuesta filosófica para la dirección de la UNESCO abunda un lenguaje idealista que, en principio, resuena como altamente igualitario:

"Además, el humanismo debe ser claramente un humanismo mundial, tanto en el sentido de atraer a todos los pueblos del mundo y tratar a todos los pueblos y a todas las personas dentro de cada pueblo como iguales, en términos de dignidad humana, de respeto mutuo, educación y oportunidad. "

...Un idealismo enseguida matizado, ya que como eugenista convencido, para él algunos humanos eran más iguales que otros:

"La desigualdad biológica es, por supuesto, el hecho fundamental sobre el que se basa todo el predicado de la eugenesia. Pero no suele darse cuenta de que los dos tipos de desigualdad tienen bastantes implicaciones eugenésicas diferentes y, de hecho, contrarias. La desigualdad de la mera diferencia es deseable, y la preservación de la variedad humana debe ser uno de los dos objetivos principales de la eugenesia. Pero la desigualdad de nivel o estándar es indeseable. El objetivo de la eugenesia debería ser elevar el nivel medio de todas las cualidades deseables. Mientras puede haber disputas sobre ciertas cualidades, no puede haber ninguna sobre algunas de las más importantes, como una constitución saludable, una alta inteligencia general innata o una especial aptitud como la de las matemáticas o la música.

Por el momento, es probable que el efecto indirecto de la civilización sea disgénico en lugar de eugenésico; y en cualquier caso parece probable que el peso muerto de la estupidez genética, debilidad física, inestabilidad mental y propensión a las enfermedades, que ya existen en la especie, será una carga demasiado pesada para lograr un progreso real. Así, aunque es muy cierto que cualquier política eugenésica radical será durante muchos años política y psicológicamente imposible, será importante para la Unesco ver que la eugenesia sea empleada con el mayor cuidado, y que la mente pública esté informada de las cuestiones en juego, de modo que mucho de lo que ahora es impensable pueda, al menos, convertirse en pensable”.

.../...“Para promover este ajuste, se necesitará una gran cantidad de educación para el público en general, así como mucha investigación nueva; y en ambas tareas la UNESCO puede y debe cooperar.../…Sin embargo, es esencial que la eugenesia se lleve completamente dentro de las fronteras de la ciencia, porque, como ya se ha indicado, en un futuro no muy lejano es muy probable que el problema se vuelva urgente, para mejorar la calidad media de los seres humanos; y esto sólo se puede lograr aplicando los hallazgos de una eugenesia verdaderamente científica ."

Como lo describe Huxley, la misión de la UNESCO sería la de preparar mentalmente al mundo para la unificación política global bajo un solo gobierno mundial, utilizando como principales mecanismos la educación y la ciencia, las artes creativas y los medios de comunicación de masas:

"Como hemos visto anteriormente, la unificación de tradiciones en un solo grupo común de experiencia, conciencia y propósito, es el requisito previo necesario para obtener los más importantes progresos en la evolución humana. En consecuencia, aunque para la unificación política será necesario un gobierno mundial, la unificación en las cosas de la mente no solo es también necesaria, sino que puede allanar el camino para otras tipos de unificación. Así, en el pasado, las grandes religiones unificaron los pensamientos y actitudes de grandes regiones de la superficie terrestre; y en los últimos tiempos la ciencia, tanto directamente a través de sus ideas e indirectamente a través de sus aplicaciones en la reducción del globo, ha sido un factor poderoso para dirigir los pensamientos de los hombres hacia las posibilidades y la necesidad de unidad mundial completa. En consecuencia, la UNESCO debería prestar especial atención al problema de la construcción de un conjunto unificado de tradición para la especie humana en su conjunto. Esto, como se indica en otra parte, debe incluir la unidad en la variedad del arte y la cultura del mundo, así como la promoción de un solo grupo de conocimientos científicos. Pero también debe eventualmente incluir un perspectiva común y un conjunto común de propósitos. Esta será la última parte en la tarea de unificar la mente mundial; pero la Unesco no debe descuidarlo mientras se dedica a otros trabajos, como el de promover un conjunto único de conocimientos y esfuerzos científicos ."

Bertrand Russell (3), (1872-1970), renombrado filósofo y matemático británico, además de inflexible internacionalista, trabajó extensamente en la educación de niños pequeños y, además, fue fundador del movimiento Pugwash (4), que utilizó el espectro de la guerra nuclear para presionar por un gobierno mundial. Entre muchos otros premios, Russell fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1950 y, como Julian Huxley, obtuvo el Premio Kalinga de la UNESCO (1957). De su libro “El impacto de la ciencia en la sociedad” (1950), extraigo:

"Lo esencial en la psicología de masas es el arte de la persuasión. Si comparas un discurso de Hitler con un discurso de, digamos, Edmund Burke, se verá qué avances se han hecho en ese arte desde el siglo XVIII. Lo que salió mal anteriormente fue que la gente leyó en los libros que el hombre es un animal racional, y enmarcó sus argumentos en esta hipótesis. Ahora sabemos que una banda de música hace más para persuadir de lo que puede ser realizado por el más elegante de los silogismos. Se puede esperar que con el tiempo alguien será capaz de persuadir a cualquiera, de cualquier cosa, si puede atrapar al paciente joven proporcionado por el Estado con dinero y equipo”..../…“Es de esperar que los avances en fisiología y psicología den a los gobiernos mucho más control sobre la mentalidad individual del que tienen ahora”.


Antes de Russell, Johann Gottlieb Fichte (5), (1762-1814), ya había propugnado que “la educación debe apuntar a destruir el libre albedrío, de modo que, después de que los alumnos hayan dejado la escuela, serán incapaces, durante el resto de su vidas, de pensar o actuar de manera distinta a lo que sus maestros de escuela hubieran deseado”. A ésto se refería B. Rusell cuando decía que “en su día aquel ideal resultaba inalcanzable, pero en el futuro no es probable que ocurran tales fallas allí donde haya dictadura. La dieta, las inyecciones y los mandatos judiciales se combinarán desde una edad muy temprana, para producir el tipo de carácter y el tipo de creencias que las autoridades consideran deseable, y cualquier crítica seria de los poderes será psicológicamente imposible. Incluso todos los miserables se creerán felices, porque el gobierno les dirá que son así ".

B. Russell también dejó en claro la importancia de no permitir que el público supiera cómo se generaban sus condenas:

"Aunque esta ciencia se estudiará con diligencia, se limitará rígidamente a la clase gobernante. No se permitirá que la población sepa cómo fueron generadas sus condenas. Cuando la técnica sea perfeccionada, cada gobierno encargado de la educación en una generación podrá controlar a sus sujetos de forma segura, sin la necesidad de ejércitos o policías.../...La integridad del control resultante sobre la opinión depende de diversas formas de técnica científica. Donde todos los niños van a la escuela y todas las escuelas están controladas por el Gobierno, las autoridades pueden cerrar la mente de los jóvenes a todo lo que sea contrario a la ortodoxia oficial" (Bertrand Russell, 1952)


En el orden de la modernidad también se reserva al arte la función propagandística necesaria al control social: "Cuando el arte no es representativo o es descuidado por la clase dominante o las autoridades, el estado de cosas es malo para la comunidad, que carece de salida y de la caja de resonancia que debería tener en el arte, y se convierte en escapismo o mero entretenimiento, a la búsqueda estéril del pasado fósil en lugar del presente vivo, o al arte malo, barato, vulgar, inadecuado, en lugar de bueno”.

Y junto al arte, la función propagandística de la comunicación o “el arte de las relaciones públicas”: “Todos los países se han dado cuenta de la necesidad, en nuestro complejo mundo moderno, de las relaciones públicas, que no es más que un nuevo nombre para la propaganda, ese término que lamentablemente se ha empañado por el mal uso. En un mundo que hay que planificar, los gobiernos a menudo deben asumir la iniciativa y el liderazgo; y para que este liderazgo sea eficaz, el público en general debe estar informado del problema y de lo que hay en la mente del gobierno. Ésta es la función esencial de las "relaciones públicas" en el mundo y en el Estado moderno: ...el arte es necesario como parte de la técnica, ya que para la mayoría de la gente el arte por sí solo puede expresar eficazmente los intangibles y añadir la fuerza impulsora de la emoción a los fríos hechos de la información”.

En “El impacto de la ciencia en la sociedad”, decía Bertrand Russell: “Creo que el tema que será de mayor importancia políticamente es la psicología de masas. La psicología de masas no es, científicamente hablando, un estudio muy avanzado [...] Este estudio es inmensamente útil para los hombres prácticos, ya sea que deseen hacerse ricos o hacerse con el gobierno. Por supuesto que, como ciencia, se basa en la psicología individual, pero hasta ahora ha empleado métodos de regla empírica que se basaban en una especie de sentido común intuitivo. Su importancia ha aumentado enormemente con el crecimiento de los métodos modernos de propaganda. De éstos, el más influyente es lo que se llama “educación” (téngase en cuenta que ésto lo afirmaba Bertrand Russell en 1952).

Educación "superior" para tipos inferiores: "Pero también, podemos asumir una provisión para algún nuevo tipo de educación superior para aquellos con coeficiente intelectual y aptitudes cuantitativamente más bajos, para dedicar parte de su período post-adolescente a promover su educación en lugar de ganarse la vida. Y cuando llegue el momento, obviamente será la Unesco quien ayude a determinar los requisitos, tanto en contenido como en métodos, de este nuevo tipo de educación superior" (ésto se manifiesta claramente en nuestra sociedad occidental actual, donde asisten jóvenes a la Universidad para alcanzar poco más que el adoctrinamiento de nivel básico y aclimatarse a “ir viviendo con deudas”.

Y desde la escuela a la guardería: "Otro punto que la Unesco debería incluir en su programa lo antes posible, es el estudio de la aplicación en la educación del psicoanálisis y otras escuelas de psicología "profunda" [...] Esto significaría una extensión de la educación hacia atrás, desde la escuela a la guardería. "

La filosofía de masas que Huxley llamó “humanismo evolutivo mundial”, es el mismo credo eugenésico basado en el pensamiento de Charles Galton Darwin (6), contenido en su libro The Next Million Years (De los próximos millones de años, escrito en 1952). C.G. Darwin fue presidente de la Eugenics Society (1953-59) antes de traspasar las responsabilidades a Julian Huxley (1959-62). En el mencionado libro se puede leer:


"La marcha detallada de la historia dependerá en gran medida de los credos sostenidos por las diversas ramas de la raza humana. No se puede presumir con confianza que los credos supersticiosos vayan a ser rechazados por las comunidades civilizadas, en vista de la extraordinaria credulidad mostrada, incluso ahora, por muchas personas supuestamente educadas. Es verdad que puede que no haya muchos en la actualidad, cuyas acciones estén guiadas por las tripas de un toro sacrificado, pero el progreso no ha sido muy grande, porque hay todavía muchos creyentes en la quiromancia y la astrología. Es de esperar entonces que en el futuro, como en el pasado, habrá supersticiones que afectarán notablemente al curso de la historia, y algunos de ellos, como el culto a los antepasados, tendrán efectos directos en el desarrollo de la especie humana. Pero los credos supersticiosos difícilmente serán sostenidos por los altamente inteligentes, y es precisamente el credo de éstos lo que importa. ¿Debería surgir un credo eugenésico, que tal vez, trabajando a través de lo que he llamado el método de selección inconsciente, debería preocuparse por la mejora de la naturaleza inherente del hombre, en lugar de descansar contento con simplemente darle buenos caracteres, adquiridos pero impermanentes? Con ello podría aspirar a hacer algo para cambiar realmente su destino; sin tal credo, la naturaleza del hombre sólo será cambiada a través de la operación ciega de la selección natural."

Pero, sin duda, es Julian Sorell Huxley quien más énfasis puso en la necesidad de crear un credo de masas, al que denominó “humanismo evolutivo mundial”, que no es sino la misma ciencia eugenésica antes pensada por Charles Galton Darwin:

"Tomando las técnicas de persuasión e información y la verdadera propaganda que han aprendido a aplicar a nivel nacional en la guerra, y doblarlos deliberadamente en las internacionales tareas de paz, si es necesario utilizándolas, como Lenin preveía, para superar la resistencia de millones de personas al cambio deseable. Usar el drama para revelar la realidad y el arte como método por el cual, en palabras de Sir Stephen Tallent, la verdad se vuelve impresionante y vivo principio de acción, con el objetivo de producir ese esfuerzo concertado que, para citar a Grierson (7) una vez más, necesita un trasfondo de fe y un sentido del destino. Esto debe ser un credo de masas, que nunca se puede lograr sin el uso de los medios de comunicación masivos. La Unesco, en su agenda, nunca debe olvidar este enorme hecho."



En la actualidad es un grave error creer que transhumanismo y eugenesia no son lo mismo o que son ideologías propias de sectas, o conspiraciones de un reducido grupo de élites. Sus orígenes son más antíguos y están más presentes y normalizados en nuestro tiempo de lo que habitualmente pensamos. Tendríamos que remontarnos, como veremos, al pensamiento ilustrado para encontrar la huella de su trascendencia histórica. Y basta observar que los efectos de las guerras, de las pandemias y de las crisis capitalistas del siglo XX, son claramente eugenésicos; al margen de si han sido deliberados o no, lo cierto es que en las guerras mueren los pobres y gobernados, no los políticos que las promueven, ni los generales que las dirigen; las crisis pandémicas eliminan a los más vulnerables, ancianos, discapacitados y enfermos crónicos, como hemos visto en la actual pandemia del Covid-19 y aunque las clases altas no se libren del contagio, éstas cuentan con recursos y condiciones de mayor salubridad que les permiten superar la enfermedad; las crisis económicas propician la caída de la natalidad en las clases trabajadoras, una enorme cantidad de parejas renuncian a tener descendencia genética y grandes masas de poblaciones jóvenes del tercer mundo se ven obligadas a emigrar, pereciendo en el intento en muchos casos y, sobre todo, dejando a sus propias comunidades de orígen envejecidas y sin posibilidad de descendencia. Por unas u otras causas, la infertilidad se ha convertido también en pandemia de nuestro tiempo, que afecta a las poblaciones más débiles, la de los países colonizados del tercer mundo, los peor posicionados en la competencia por el desarrollo capitalista. Su consecuencia inevitable sería la pavorosa crisis demográfica profetizada por la teoría del “malthusianismo” (desarrollada por el economista británico Thomas Robert Malthus (1766-1834) durante la revolución industrial), según la cual el ritmo de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica, mientras que el aumento de los recursos económicos necesarios a su supervivencia crecen en progresión aritmética, por lo que “de no intervenir obstáculos represivos de la natalidad (hambre, guerras, pestes, etc.), el crecimiento demográfico alcanzaría límites insoportables, originando una acelerada pauperización gradual de la especie humana e incluso podría provocar su extinción”. Así, pues, éstas catástrofes, así naturalizadas, vendrían a justificar la “inevitabilidad” de una ciencia eugenésica. Es más que evidente que el acelerado progreso combinado, de la informática, la biogenética y la cibernética, anuncian también un programa eugenésico, por mucho que pudiera parecernos “normal” y resultado “lógico” del desarrollo científico-tecnológico, habiendo comenzado ya un programa eugenésico destinado a sustituir el trabajo humano por máquinas rutinarias y robots “inteligentes”. Y en paralelo prolifera y se intensifica la propaganda de enormes ventajas en la mejora del cuerpo y el cerebro humano mediante el desarrollo de la inteligencia artificial, la medicina genética, abierta la posibilidad de sustituir cualquier órgano por ventajosas prótesis personalizadas. Incluso, desde hace décadas se nos viene anticipando la próxima “necesidad” de colonizar otros planetas. Como si todo ello fuera a estar disponible para alguien más que para élites y exiguas minorías.

Si preguntásemos a los transhumanistas “oficiales”, siempre nos negarán sus intenciones eugenésicas. La huella del nazismo tiene un efecto incómodo y demoledor, por lo que les resulta insoportable cualquier comparación. Baste acudir a la web de la asociación transhumanista más importante, humanity+(Asociación Transhumanista Mundial):

 

¿Qué hacemos?, ¿Qué significa ser humano en un mundo tecnológicamente mejorado? Humanity + es una organización internacional sin fines de lucro que aboga por el uso ético de la tecnología, como la inteligencia artificial, para expandir las capacidades humanas. En otras palabras, queremos que la gente esté mejor que bien. Este es el objetivo del transhumanismo”.../...”Los líderes globales y las organizaciones que nos están preparando para el futuro son conocidos por explorar oportunidades no solo dentro de sus campos, sino en un ámbito más amplio. Su impacto intelectual ayuda al avance de la educación y el aprendizaje permanente. El impacto más amplio es la capacidad de conectar ideas únicas con proyectos, desde las necesidades más inmediatas de la sociedad hasta los impactos futuros de la tecnología que implementan una aguda previsión para dirigirnos hacia un futuro positivo. Humanity + Advocacy tiene como objetivo impactar el cambio. Tenemos el conocimiento para equiparlo con las herramientas, los recursos y la mentalidad para navegar en su propio viaje transformador”.

Se piensa este movimiento a sí mismo como nuevo y reciente, según dicen, desarrollado gradualmente durante las últimas dos décadas: “El transhumanismo es una clase de filosofía de vida que busca la continuación y aceleración de la evolución de la vida inteligente, más allá de su forma humana actual y de las limitaciones humanas, por medio de la ciencia y la tecnología, guiadas por principios y valores que promueven la vida. Adopta un enfoque multidisciplinario al analizar la interacción dinámica entre la humanidad y la aceleración de la tecnología. En este ámbito, gran parte de nuestro enfoque y atención se centra en las tecnologías actuales, como la biotecnología y la tecnología de la información, y las tecnologías futuras anticipadas, como la nanotecnología molecular y la inteligencia artificial general. El transhumanismo busca el uso ético de éstas y otras tecnologías especulativas. Nuestros intereses teóricos se centran en los temas posthumanos de la singularidad, el riesgo de extinción y la carga de la mente (emulación de todo el cerebro y mentes independientes del sustrato)”.(Max More, web de la humanity+).


Una de las líderes mundiales del transhumanismo, Natasha Vita-More, niega toda comparación del transhumanismo y la eugenesia:

No hay comparación entre el transhumanismo y la manipulación coercitiva de los seres humanos. Por su propia naturaleza, y ciertamente identificado en su esencia, el transhumanismo valora los derechos humanos. Los derechos humanos incluyen la libertad individual, el derecho a la mejora y el derecho a nunca ser obligado a mejorar. Transhumanismo es la mejora humana para obtener resultados saludables, basada en la libertad de elección. Creo que la palabra eugenesia tiene demasiado sabor vulgar en la boca de la humanidad para que sea positiva. Históricamente, los horribles abusos a la humanidad a manos de mentes criminales son reprensibles para la humanidad. Estos abusos son infligidos por delincuentes que realizan actos abusivos, desde cortar el clítoris de una mujer hasta esclavizar a otros con actos violentos y atroces contra su psicología y fisiología. Se podría llamar a esto eugenesia, pero en realidad no lo es. Es un término asignado a los alemanes bajo la influencia de Hitler y que realizaron actos criminales terribles contra aquellos a quienes devaluaron”.

El potencial político transhumanista, según la Humanity+, refiere a las diversas opciones políticas que apoyan y respaldan la agenda transhumanista. La política transhumanista se remonta a 1992, cuando Vita-More se postuló para un cargo en el condado de Los Ángeles en representación del distrito 28 del Senado estatal para concejal del condado y fue elegida en la lista del Partido Verde con una plataforma que respalda la tecnología para mitigar problemas ambientales como la contaminación y el cambio climático.

Vita-More:

La política transhumana es diversa y mientras muchos de nosotros somos de izquierda (tecnoprogresistas, liberales, socialistas, verdes) y algunos de nosotros estamos en el medio (tecnoproactivos), otros de derecha (conservadores, libertarios), y muchos son independientes. No importa de izquierda o de derecha, todos estos puntos de vista políticos son transhumanistas democráticos. La política transhumana o transhumanista se centra actualmente en una perspectiva colaborativa. La mayoría de los transhumanistas de hoy se alinean con la política tecnoprogresista, como se describe en su Declaración.


Antes de remontarnos a los orígenes “ilustrados” del pensamiento transhumanista, recordemos una de sus más recientes y sólidas actualizaciones, me refiero a la teoría cibernética, debida a Norbert Wiener (8), teoría que dio lugar a varias revoluciones de las que sus contemporáneos no tomaron nota en su momento. Si tuviera que concretarlas, diría que la más trascendente sería la fusión de las nociones de razón y cálculo, por la que pensar es operar”.

La teoría cibernética extiende la transformación del pensamiento intuitivo al pensamiento simbólico y el advenimiento de éste consiste en la calculabilidad de cualquier objeto, incluido el pensamiento mismo, que se somete como cualquier objeto a leyes matemáticas. El cibernético elimina así cualquier distancia entre el objeto representado y su representación, ya que el hecho matemático se funde con su objeto. Así mismo, el agente cognoscente se disuelve en su representación matemática, que no es otra cosa que una máquina calculadora; porque, recordemos: pensar no es otra cosa que operar. En adelante, diseñar la máquina de calcular o pensar equivale a incrementar la potencia operativa. Esta revolución epistemológica confunde, por tanto, el pensamiento y la máquina lógica donde el discurso es cálculo, ya no verbo.

Heidegger (9) expone el alcance histórico de esta formalización en “Los principios del pensamiento”:

Para el pensamiento contemporáneo, la lógica ha devenido en logística. Bajo este nombre, la lógica alcanza su última forma de dominación,que ahora es universal y planetaria, que trae las características de una máquina a la era de la tecnología. Es evidente que las máquinas de calcular que se utilizan en la economía, en la industria, en los institutos de investigación científica y en los centros organizativos de la política no son sólo herramientas que permiten realizar cálculos con mayor rapidez; por el contrario, la máquina pensante es ya la consecuencia en sí misma de una modificación del pensamiento, que al convertirlo en un simple cálculo, exige su traducción en la maquinaria. Por eso perdemos las transformaciones del pensamiento que se producen ante nuetsros ojos, si no percibimos que el pensamiento tuvo que volverse logístico, cuando en su origen era lógico”.

De manera similar, Willard Van Orman Quine describe este poder de la programación debido a la aparición de rutinas en “The Voices of the Paradox y otros ensayos”:

"La programación es análoga, de nuevo, a esa vieja cuestión del álgebra elemental que consiste en transmutar problemas formulados verbalmente en ecuaciones que son el dominio de la mecánica de la manipulación algebraica ... La transformación de problemas dados verbalmente en ecuaciones algebraicas o en fórmulas lógicas es en sí misma una programación para algo cercano a un cálculo computacional, en la medida en que allana el camino para la manipulación metódica de fórmulas de acuerdo con reglas fijas de algoritmos."

Esta razón de cálculo puro se convierte en un pensamiento automático, que se prueba a sí mismo a medida que se desarrolla, por lo que el proyecto cibernético apunta a un abandono del ser, para fundirse con los números, que instrumentalizan todo en una maquinaria universal cuya conciencia no es más que una secuencia de este programa.

El pensamiento cibernético encarna una búsqueda inexpresada de poder y dominación, cuya importancia reconoce su propio fundador en “Cybernetics and Society”. Tres preguntas le obsesionaron en los últimos capítulos de esta obra:

1. La determinación que enajena la libertad: “Dura lección de fría matemática, pero que de alguna manera arroja luz sobre la aventura de nuestro siglo, vacilando entre una turbulencia indefinida en los asuntos humanos y el surgimiento de un prodigioso Leviatán político. La de Hobbes fue, además, sólo una agradable broma. Hoy corremos el riesgo de una enorme ciudad mundial donde la injusticia primitiva, deliberada y consciente de sí misma sería la única condición posible para la felicidad estadística de las masas, un mundo que se hace peor que el infierno para cualquier alma lúcida."

2. La masificación que aliena la individuación: la desaparición de la diferencia equivale a calcular la singularidad para disolverla en el pronóstico estadístico, que a su vez procederá necesariamente por una simplificación creciente”.

3. La instrumentalización que enajena la responsabilidad: "El hombre no transferirá tranquilamente a la máquina, hecha a su imagen, su responsabilidad de elegir entre el bien y el mal, sin seguir asumiendo la plena responsabilidad de esta elección."

Así pues, si todo es cálculo, la conciencia es ilusoria, ya que ella realiza el cálculo que prescinde de dar razones por sí mismo, para escapar del vértigo de su incompletitud mediante un acto de fe, a fin de sacar provecho de la creencia en la operatividad universal, sin otro fin que la rutina misma.

El pensamiento único y su racionalismo totalitario tienen su origen en la Ilustración: “Existe un entendimiento de la Ilustración equivocado —o a mí me lo parece— que tiende a dividir el pasado en dos partes contrapuestas. Una, la anterior a la Ilustración, en la que habríamos estado entre tinieblas y que se ha simplificado hasta el absurdo, y otra a partir de la Ilustración, en la que la luz nos deslumbra y que, por el contrario, se ha idealizado hasta el extremo. Con esta división simplista, la historia deja de ser evolutiva para convertirse en episodios antagónicos; en la práctica, dos historias distintas cuyo único nexo de unión, y porque no podemos evitarlo, es la sucesión de fechas en el calendario. Así, la parte de la historia que supuestamente nos ilumina, debe anular a la que nos mantenía entre tinieblas. Sin embargo, si hemos llegado hasta aquí es por veinticinco siglos de historia, no sólo por los tres últimos” (Javier Benegas, agosto 2020, en disidentia.com).

Por otra parte, en homenaje a Gracchus Babeuf y Raphaël Lemkin, el filósofo francés Pierre-Antoine Pontoizeau (10) escribe un artículo titulado «Modernidad, fábrica de genocidios», que él mismo resume así:

«La modernidad política comienza en un populicidio denunciado por el anarquista Babeuf y se perpetúa en acciones coordinadas tanto en las democracias occidentales como en los regímenes totalitarios que no tienen el monopolio. El análisis de los impulsores del programa de conquista de Oriente por parte de los nazis formaliza todas las prácticas coloniales anteriores y revela que las instituciones internacionales contemporáneas persiguen este mismo proyecto de destrucción de pueblos. Pero perseguir tal proyecto requiere adoptar una postura morbosa, objetivando al otro y luego negando sus acciones».

Su reflexión es un intento de responder a la pregunta: ¿estaría en los principios de la Modernidad el origen de los genocidios y la destrucción que nos valió el resentimiento, incluso el odio, de quienes lo padecieron?, al tiempo que una invitación a comprender la perversidad del principio de apatía. Esta es la razón de su investigación más histórica y psicológica, que se remonta a las fuentes de los genocidios modernos hasta su formalización académica por los nazis; una modernidad cegada por su fantasía de una «nueva humanidad» que resulta de su antropología donde el individuo humano se convierte en objeto. «Esta inhumanidad se debe al hecho de que el proyecto moderno se esfuerza por arrancar al hombre de su naturaleza, incluso negando su existencia, en beneficio de un nuevo hombre, pensando que puede construirse o reconstruirse a sí mismo. Pero sea cual sea su proyecto (superhombre, ario, proletario, mestizo universal u hombre aumentado), su advenimiento supone la liquidación de los pueblos y de todas sus tradiciones colectivas».

Queremos entenderlo, dice, «hasta el punto de mostrar que la modernidad practica a gran escala el genocidio de los pueblos, es el martirio de los nativos en nombre mismo del advenimiento de lo universal, la noción de crimen enmascarando el significado político de los actos de destrucción en masa». En palabras del propio Pontoizeau, el jurista Lemkin inventa la noción de genocidio, llevando la acusación al corazón de la modernidad. Pero Lemkin es sobre todo el heredero de Babeuf, que llevó a juicio al terror revolucionario y las obras de Carrier en el país de Nantes y las decisiones del populicidio contra la Vendée (11), en el momento de los hechos. Espíritu libre, inspirador de los anarquistas y comunistas del siglo XIX, con una honestidad intelectual que le honra, Babeuf se rebela contra la práctica revolucionaria que persigue a los pueblos.

El anarquista Babeuf inventa la noción de populicidio sin distorsionar intenciones ni prácticas, porque los documentos históricos atestiguan claramente la justificación de una guerra de exterminio que va mucho más allá de unos pocos individuos opuestos a la revolución. La medida es tan radical que apunta a aniquilar a la población incluyendo mujeres y niños fértiles, para que desaparezca esa “extirpe de bandidos”; éstos son los términos mismos de los textos revolucionarios. Las obras históricas son edificantes, pero lamentablemente ignoradas en gran parte, incluso oscurecidas por razones ideológicas, sin duda por razón de que son muchos los que temen que dichos documentos históricos sean sólidos argumentos que desafían a la Modernidad.

El genocidio de Lemkin. Este jurista describe técnicas de destrucción con el mismo objetivo y comparte con Babeuf un estilo descriptivo motivado por una actitud realista. Esta nueva palabra (genocidio), acuñada por su autor para significar una vieja práctica, está compuesta por la palabra griega genos (raza, tribu) y la palabra latina cide (matar), por lo que se relaciona en su formación con palabras como tiranicidio, homicidio, infanticidio, etc. Como regla general, no significa necesariamente la destrucción inmediata de una nación, excepto cuando se lleva a cabo mediante la matanza masiva de todos los miembros de un grupo étnico. Más bien, pretende significar un plan coordinado de diferentes acciones encaminadas a la destrucción de los fundamentos esenciales de la vida de un grupo étnico. Dicho plan tendría como objetivos la desintegración de las instituciones políticas y sociales, la cultura, el idioma, los sentimientos comunitarios, la religión y la vida económica de las comunidades, así como la supresión de la seguridad personal, la libertad, la salud, la dignidad e incluso la vida de las personas pertenecientes a estos grupos. El genocidio apunta al grupo étnico como entidad, y sus acciones están dirigidas contra individuos, no en sus capacidades individuales, sino como miembros de una colectividad. Lemkin refleja en su descripción las intenciones de los nazis, expresadas en sus discursos políticos, sus textos legales y administrativos y en los hechos, donde se trata de exterminar a pueblos y no a una suma de individuos. Así, los campos exterminan "razas", contando a sus miembros como rebaños, lo que confirma una absoluta indiferencia a su identidad personal, negada por la institución totalitaria. Se trata pues, de un genocidio y no de un delito contra las personas en particular, como lo quiere la doctrina jurídica penalista.

Y sigue Pontoizeau:

Pero Lemkin va más allá del genocidio nazi, ya que encarna la civilización científica a la que se adhieren ampliamente las élites occidentales, incluida la gran burguesía alemana, que contribuirá a la promoción e instalación de un régimen propicio para sus negocios. Ahí radica la inquietante revelación. También se dirige a las prácticas de modernización de las sociedades occidentales que actúan como sistemas totalitarios, deportando poblaciones, seleccionando razas y personas sanas, eliminando a los inútiles y desamparados, reeducando en la cultura considerada mejor, etc. En 1947 precisó que el genocidio incluyó otros métodos de destrucción: “la restricción forzosa de los nacimientos (abortos, esterilizaciones), así como dispositivos que ponen en grave peligro la vida y la salud.../...Agregando en 1948 el asesinato, las lesiones físicas o mentales graves, el sometimiento intencional a condiciones de vida calculadas para provocar la destrucción o destinadas a restringir los nacimientos por la fuerza y el traslado forzoso de niños fuera del grupo, ampliando su descripción con las prácticas menos conocidas del Reich, cuyas acciones van mucho más allá de los campos de exterminio. Sus extensiones merecen toda nuestra atención, porque apuntan a prácticas implementadas simultáneamente en las sociedades "democráticas", motivados por el deseo de la modernización de las costumbres como responsabilidad del Estado, en materia de educación o incluso como programa maltusiano de control demográfico de las poblaciones. Lemkin evoca también la práctica médica en el marco de un darwinismo social y una eugenesia muy en boga en los círculos científicos y políticos de la primera mitad del siglo XX, particularmente en Suecia y en los Estados Unidos. El Estado es, en última instancia, el dueño de los individuos. El secuestro con miras a una buena educación por parte de las autoridades públicas es de hecho una práctica común al Reich y a las democracias estatales.

Este alejamiento de los niños de sus familias, el internamiento forzoso y la aculturación proceden de una forma de etnocidio. Veremos que las “democracias” todavía hoy ocultan sus prácticas genocidas, silenciando y condenando sólo tímidamente las diversas prácticas nazis, ya que son comunes a ellas. En todas ellas se manifiesta un mismo deseo de exonerarse, incluso de volver la culpa sobre los rebeldes y las víctimas, sobre esta fatalidad de la historia que lleva al revolucionario a realizar “por necesidad o por deber” lo que probablemente no quiso cometer al principio, pero que consiente hacer con abnegación: “el trágico curso de la historia obliga a matar”.


2. Cuando la distopía creó el patógeno


¿Se puede hablar de confianza en el orden normativo dominante de la ciencia?, ¿De dónde viene la confianza en la ciencia?;¿cómo se nutre y se refuerza? En un contexto en el que, bajo el pretexto de la crisis en las finanzas públicas, las políticas científicas nacionales parecen favorecer el camino del financiamiento de la ciencia a través de asociaciones con el sector privado, en particular con las grandes empresas industriales, la confianza en la ciencia sigue siendo el argumento principal para justificar el mantenimiento e incluso reforzar el apoyo gubernamental a la investigación. El tema de la confianza parece, así pues, ser fundamentalmente político y no sólo ético: una ciencia que inspira confianza en los ciudadanos-contribuyentes podrá justificar su financiamiento con fondos públicos, a través de la riqueza colectiva. Como dice Annette Baier (12): “ tener confianza consiste en delegar cierto poder a otros a pesar de una ligera incertidumbre sobre los resultados; es posicionarse en un estado de dependencia, o prolongar un estado de dependencia, respecto de la competencia y la buena voluntad; es creer en la palabra de otro y esperar que los poderes superiores no serán ejercidos en detrimento nuestro”.

La Asociación Ciencia y Bien Común, que preside Florence Piron (13), antropóloga y profesora de ética, se opone a la economía del conocimiento reducida a la versión neoliberal que promueve los vínculos entre la ciencia pública y las grandes empresas industriales, en la que aprecia una incitación concreta a la corrupción, en sentido literal, de los investigadores. Su ideal no es, sin embargo, volver a la torre de marfil fantaseada por algunos críticos de esta mercantilización de la ciencia. Más bien, está a favor de una ciencia abierta y anclada en el debate público. Por su parte, Thibaut Varin, biólogo especializado en el ámbito de la genómica y preocupado por el medio ambiente en general, como muchos otros biólogos, se plantean una serie de cuestiones complejas ampliamente infravaloradas por las empresas y también por las diferentes agencias de la salud. Aun admitiendo que la transgénesis –introducción de genes de interés en un organismo huésped que se convierte entonces, por definición, en un OGM (organismo genéticamente modificado, cuyo material genético ha sido alterado usando técnicas de ingeniería genética)- posee ciertas ventajas, estima que si la toxicidad de los OGM no está demostrada científicamente, la inocuidad asociada a su consumo por el ser humano tampoco lo está, y que la presencia de conflictos de interés a todos los niveles –empresas de biotecnología, autoridades sanitarias, consejos científicos– llega a perturbar fuertemente la transparencia de los debates especializados. Por lo tanto, considera que debe prevalecer el principio de precaución.

Es bien demostrativo el caso “Seralini”, denunciando “las dificultades fundamentales que enfrenta la ciencia en un mundo cada vez más dominado por la influencia de las grandes corporaciones”. En 2012, el biólogo francés Gilles-Eric Séralini publicó un estudio donde cuestionaba la inocuidad del maíz modificado genéticamente (el cultivo de ese maíz no está autorizado en Europa, pero es importado -por ejemplo de Canadá- y es utilizado como alimento para los animales) y del Roundup, dos productos de la multinacional Monsanto, mostrando su impacto negativo sobre la salud de doscientas ratas de laboratorio que los consumieron durante dos años.

El estudio, publicado en septiembre de 2012, consistió en monitorear los efectos en la salud de doscientas ratas a raíz de una dieta de dos años basada en maíz modificado genéticamente, tolerante al herbicida Roundup –cultivado con o sin este herbicida–, o en una que incluía agua con dosis bajas de Roundup. Los resultados muestran dos a tres veces más mortalidad y más rápida, entre las hembras de todos los grupos tratados en comparación con aquéllas de los grupos control; mientras que esta misma diferencia se observó en los machos sólo en tres de los nueve grupos tratados. En la mayoría de los casos las hembras desarrollaron importantes tumores mamarios más tempranamente y con mayor frecuencia que las de los grupos control. Se apreció una alteración en el balance de hormonas sexuales en las hembras tratadas con el maíz transgénico estudiado y el Roundup. En los machos, las congestiones y necrosis hepáticas fueron de 2.5 a 5.5 veces más comunes,mientras que las nefropatías renales graves fueron de 1.3 a 2.3 veces más frecuentes que en los grupos control. Se observaron en ellos tumores palpables hasta cuatro veces más grandes que en los grupos control, y hasta seiscientos días más tempranamente. Los autores concluyen que estos resultados pueden ser explicados por el efecto perturbador no lineal en el nivel de hormonas endócrinas causado por el herbicida Roundup, aunque también por la sobreexpresión al transgénico estudiado y sus consecuencias metabólicas.

Pues bien, inmediatamente tuvieron lugar numerosas y furibundas reacciones en contra de este estudio, por parte de científicos y centros de investigación, provocando un gran debate en la comunidad científica, como en la opinión pública. Una de las más radicales fue la de un artículo del The New York Times sobre el estudio de Séralini, criticando la debilidad del estudio debido al bajo número de ratas sometidas a la prueba, pero es necesario considerar que su fuente era una agencia de noticias financiada principalmente por empresas industriales, en particular por Bayer y por Monsanto (http://www.sciencemediacentre.org/about-us/funding/). Ciertamente, el Consejo Superior de Biotecnologías y la Agencia Nacional para la Seguridad Alimentaria, Medio Ambiente y Trabajo rechazaron las conclusiones del artículo,que se debatió en la Asamblea Nacional Francesa. Sin embargo, a pesar de este rechazo, recomendaron seguir trabajando en el tema de los transgénicos, reconociendo que “en más de la mitad de los estudiados, los datos facilitados por el fabricante no son suficientes para concluir sobre la seguridad asociada con su consumo” y que había necesidad de “movilizar recursos públicos nacionales y europeos dedicados a la realización de estudios e investigaciones de envergadura que apunten a mejorar el conocimiento sobre los riesgos de salud insuficientemente documentados”. Muy rápidamente, en octubre de 2012, apareció en la web una declaración anónima de seis academias científicas francesas –agricultura, medicina, farmacia, ciencia, tecnología y veterinaria– que condenaba la calidad de la investigación de Séralini y se preocupaba por las consecuencias de este caso sobre la sociedad y su confianza en la ciencia, afirmando que cuestionar la reputación de la comunidad científica constituye una falta grave si contribuye a difundir entre el gran público “temores sin base en conclusión fundamentada alguna”.

Si toda crítica a la comunidad científica le está vetada a cualquiera de sus miembros, ya me dirán lo que sucede si quien critica es alguien “no experto”.

¿Pero, acaso es que no hay sobradas evidencias que relacionen el desarrollo científico-tecnológico, de inequívoco signo capitalista, con las nuevas enfermedades, llegando a perfilar un verdadero estado distópico, como el que estamos experimentando en la actual pandemia del covid-19?, ¿y no hay suficientes evidencias de que el enfoque de los sistemas sanitarios estatales tienen una excesiva dependencia de la industria farmacéutica, centrados únicamente en el tratamiento de enfermedades, con olvido de prevenir y promover la vida saludable?, ¿acaso tampoco cabe ninguna investigación acerca de los malos diagnósticos y el posible efecto iatrogénico de la práctica médica?... Desde un criterio estrictamente científico, ¿no habría que considerar estas sospechas, al menos como una hipótesis merecedora de una rigurosa investigación científica?

Rob Wallace (14): “En el curso de la industrialización de la producción de alimentos, también se industrializaron los patógenos que circulan alrededor de ellos, por lo que se volvieron más peligrosos, más mortíferos, más contagiosos y capaces de transmitirse rápidamente de una punta a la otra del planeta”.

Gracias a los avances en la producción de alimentos, los agronegocios han podido idear nuevas formas de cultivar más cantidad de alimentos que nunca y llevarlos a más lugares con mayor rapidez. Ya no nos sorprenden las noticias en la prensa sobre la producción de millones de pollos híbridos, animales genéticamente idénticos, encerrados en megacobertizos, engordados, sacrificados, procesados y enviados al otro lado del globo en cuestión de semanas o días. Pero nada se dice en esas noticias acerca de los patógenos mortales que emergen y mutan en estos agroambientes especializados. Rob Wallace lo ha investigado y afirma con fundamento científico que muchas de las nuevas enfermedades más peligrosas en los humanos se deben al sistema alimentario, como el Campylobacter, el virus Nipah, la fiebre Q, la hepatitis E y numerosas variantes de la gripe. “Grandes granjas, grandes gripes” (Capitán Swing, 2020) ha sido publicado en castellano simultáneamente con otro libro suyo, éste en inglés, “Dead Epidemiologists (2020), dedicado enteramente a la crisis de la covid-19. Su libro Grandes granjas, grandes gripes”, es la primera obra en explorar enfermedades infecciosas, agricultura, economía y ciencia juntas, en una yuxtaposición de ensayos espantosos, como el de producir pollos sin plumas o sandías cuadradas, por ejemplo, bajo el pretexto de facilitar su transporte y consumo”, coincidente con su más concluyente “razón”, la del crecimiento y acumulación de capital: su intrínseca necesidad de un constante incremento de la tasa de ganancia en la cadena de producción/distribución al operar en un Mercado global.

Este prestigioso biólogo hace una seria advertencia: “de no evitarlo a tiempo, habrá otra covid-20, otra covid-21 y así otras sucesivas”.

¿Pero cómo no ver la evidente relación entre la distopía científico/capitalista en la que estamos y el totalitarismo racional -numérico/tecnológico- que alumbrara el pensamiento ilustrado y aplicara el Estado moderno?

Con toda razón, argumenta el filósofo Slavoj Žižek que “las universidades neoliberales crean expertos, científicos y tecnólogos, para servir a las necesidades del poder, ese lugar donde se definen cuáles son los problemas y el curso de las investigaciones”, lo que sin duda es un juicio parcial e insuficiente ante la real evidencia de que son “todas” las universidades las que sirven al poder, tanto en USA y Europa como en China y en Rusia, cuando todas sirven al correspondiente Estado que las regula y financia, en promiscuidad con el predominio de la economía capitalista global.

Rob Wallace sostiene que el abordaje de una pandemia debe ser multidisciplinar, ya que “ninguno de los factores más amplios que determinan la evolución de la gripe y la respuesta a los medicamentos se puede encontrar con el microscopio”. Es necesario levantar la mirada para visualizar la conexión entre los organismos vivos y el sistema productivo. Asegura que los virus han encontrado “grietas en la estructura epidemiológica del mundo” y, aunque no haya ninguna conspiración secreta y este virus no fuera diseñado en un laboratorio, sí existe una alianza estratégica entre los Estados, las multinacionales, la agroindustria y las nuevas pandemias globales.

 


 A comienzos de este noviembre de 2020, Rob Wallace nos plantea algunas cuestiones tan inquietantes con ésta: si este tipo de pandemia echa raíces en las tramas de la producción capitalista, ¿cómo puede una vacuna ser la solución que todos esperamos? ¿Qué rol están jugando los Estados frente a la crisis?

El virus que genera la Covid-19, el SARS-CoV-2, ha aparecido en murciélagos en el sur y centro de China. Las fronteras interiores han sido empujadas allí por el desarrollo industrial y la deforestación, incrementando esa interacción a la que alude Rob Wallace. Desde que SARS1 apareció en 2002, los científicos han sido capaces de detectar todo tipo de coronavirus en todo el mundo y no solo en China. Los coronavirus se han traspasado a todo tipo de animales: ganado industrial, animales silvestres que se venden como alimento, y han contagiando directamente a humanos. Ya hemos tenido tres grandes episodios mortales: SARS1, MERS en medio oriente, y SARS2, y todo ésto ha ocurrido solo en los últimos 20 años”.

Es notorio que la industria de la alimentación está alterando sustancialmente las fronteras forestales y que eso está incrementando la interfaz entre la fauna silvestre, que acoge algunos de los patógenos más mortales, con el ganado industrial criado en esos bordes, y también con los trabajadores que están a cargo de esos animales. Lo sabíamos antes de que nos lo dijera ningún científico, como Rob Wallace: Se produce un incremento del tráfico de estos nuevos patógenos desde los animales salvajes, a través del ganado y la mano de obra, hacia las poblaciones locales de regiones que están conectadas con la red global”.

Por eso, un brote que aparece en una cueva en el centro de China, en el plazo de semanas puede terminar propagándose en Miami. Antes esto era contenido por la complejidad de los ambientes forestales locales, pero esos bosques han sido mutilados de su complejidad en una forma que ha permitido a los patógenos extenderse hacia los seres humanos en esas regiones, sobre el ganado, y de una forma u otra, llegar al otro lado del mundo”.../...La agricultura estatal/capitalista juega su papel de dos maneras: en China está empujando las fronteras silvestres. Pero no sucede solo en China. Goldman Sachs, por ejemplo, ha invertido 3.000 millones de dólares en granjas de pollos en China … de manera que se han abierto “puertas” que los ecosistemas mantenían cerradas."

Entonces, si la gestación de crisis pandémicas se presenta como íntimamente vinculada a la expansión de la agricultura intensiva y a los centros de producción industrial de alimentos, ¿porqué ésto es ocultado en todos los telediarios y periódicos?, ¿cómo ha sucedido que el poder de los agronegocios pueda condenar a la humanidad a padecer contínuas y recurrentes pandemias, como ésta del covid-19, y que toda posibilidad de esperanza recaiga únicamente en otra gran tecnoindustria, la médico-farmacéutica?

Todos los políticos profesionales y todos los científicos -dependan de la nómina estatal o de las grandes corporaciones industriales- que ocultan estas evidencias, evitando un debate realmente científico, están negando el “método científico” que se atreven a esgrimir públicamente sólo contra un adversario que ellos mismos han prefabricado a su medida: el negacionismo conspiranoico. De ahí su complicidad “afirmacionista”: con la ignorancia de los negacionistas y, lo que es mucho peor, con el conglomerado del poder estatal/capitalista, corporativa y globalmente asociados al agronegocio, como al todopoderoso negocio de la industria médico-farmacéutica.


3. A modo de epílogo: la hipótesis de una nueva era


En medio de este mundo, distópico y cegado al conocimiento profundo, ya hay quien propone una revolución integral como hipótesis de una nueva era; por ejemplo, Pierre-Antoine Pontoizeau, citado en este trabajo:

-La autonomía de las ciencias ha guiado los cinco siglos de una era prometeica que ahora vemos desvanecerse:

Los principios de la filosofía occidental se establecieron durante su separación de la teología en nombre de una libertad de pensamiento secular, incluso pagana, inspirada en el Renacimiento. Esta autonomía de las ciencias guió cinco siglos de una era prometeica, utilizando la luz para difundir las luces hasta que su resplandor se desvaneció. El siglo XX habrá sido el siglo del colapso de esta búsqueda de los modernos por el miedo a la destrucción de las sociedades totalitarias, frutos indecibles de aquel Renacimiento que había escondido los horrores de los imperios o estados (todo estado nace con vocación de imperio) y su pasión por el dominio de la humanidad. Prometeo continúa y a sí mismo se condena a su descomposición”.

-El pensamiento involucionó, sustituido por la razón aritmética.

La observación de la historia de Occidente atestigua esta concatenación y la renuncia al ser. La muerte anunciada y aparentemente demostrada, de la metafísica en Nietzche y luego en Heidegger, la crisis en los cimientos de las matemáticas mostrada por Husserl, luego atestiguada por Gödel o Ladrière y la apología de la deconstrucción del lenguaje puso fin a la épica filosófica y sus esperanzas; entregar y someter al hombre al único uso instrumental de la aritmética, la ciencia del terror y encadenamiento del ser, sustituyendo el pensamiento, desprovisto de fines u horizontes: ahí está la involución”.

-La modernidad científica interpretó aritméticamente la realidad y para nombrarla a su modo tuvo que crear nuevos significados y palabras. Por eso que no podremos resignificarla sin abandono simultáneo de sus viejas creencias y palabras.

Sin embargo, la hipótesis es reconocer la falta de afirmación del tiempo. Estamos en la era de las hipótesis, donde ninguna afirmación resiste a la crítica y los principios del Renacimiento se deshacen. Esta modernidad está muerta. Ha llegado el momento de desprenderse de las propias creencias, de abrazar más allá de la modernidad y de liberarse de la propia palabra, sin sus premisas y conclusiones. Comencemos la era de la comprensión de las consecuencias de la revolución que surge de la propia relatividad de las matemáticas, esta construcción artificial cuya verdad radica en la ingenua adhesión a una evidencia engañosa e insuficiente: la locura de los números”.

-Es el momento, oportuno y creativo, para la hipótesis de una nueva era.

La hipótesis de una nueva era es un momento de creación y esta tesis es la llamada al ímpetu, la aspiración a la creación, por deseo, voluntad, incluso por intuición de que Prométhée al desgarrar la luz la tiene separada de sus orígenes, arrojándonos a la oscuridad más que a nuestra relación con la luz. Esta nueva era sería la de testigos modestos compartiendo este proyecto de germinación y creación lenta, a través de la exploración y luego la propuesta. En la era de Prometeo, sucede la era plural de Caín, Abel y Set; porque la univocidad del modelo era en sí misma una privación y una alienación, una simplificación abstracta y parsimoniosa de la pluralidad de los seres vivos”.

De ahí que yo me sume a este manifiesto. Resulta que esta noche observé a las estrellas y a la gente con otra mirada, pudiendo ver más que objetos sueltos, más o menos brillantes, vagando por el mundo como con miedo a encontrarse. Vi lo que hasta ahora no había visto: la relación entre ellas que las hace interdependientes y que da razón a su existencia propia y plural, todas juntas y cada cual en su órbita o camino particular, una ciencia nueva, democrática y compleja, que va mucho más allá de la incompleta, simplona y tendenciosa razón matemática, funcional a las ya gastadas “nuevas” estructuras de los mercados-estados de la modernidad ilustrada y su proyecto de “progreso”: decididamente eugenésico, genocida, populicida...transhumano.



Notas:

(1) Bauduin de Bodinat (1954) es un filósofo y ensayista francés, conocido por ser el autor de “La Vida en la Tierra: reflexiones sobre el poco porvenir de estos tiempos”, ensayo de crítica social anti-industrial publicado en 1996 y 1999 por Éditions de l'Encyclopédie des Nuisances (Enciclopedia de las Molestias). La Vida en la tierra presenta una visión pesimista del mundo actual, muy crítica con el progreso técnico y con la ingeniería genética en especial, a los que considera enemigos conjuntos de la inteligencia, de la cultura y de la humanidad en lo que tiene de más noble, la libertad, y de más valioso: el tiempo. No es político en el sentido que no propone remedios a los males de nuestra época; Bodinat considera que ya es demasiado tarde para salvar algo, que pasó la época que precede a la catástrofe y que ya estamos metidos de lleno en ella.

(2) Francis Galton (1822-1911) fue un antropólogo, geógrafo, explorador, inventor, meteorólogo, estadístico, psicólogo y eugenista británico, con amplísimos intereses. Él fue el primero en aplicar métodos estadísticos para el estudio de las diferencias humanas y la herencia de la inteligencia, introdujo el uso de cuestionarios y encuestas para recoger datos sobre las comunidades humanas, que necesitaba para trabajos genealógicos y biográficos y para sus estudios antropométricos. Fue un pionero en la eugenesia, término que él mismo acuñara. Su libro “El genio hereditario” (1869) fue el primer intento científico social para estudiar el genio y la grandeza y como investigador de la mente humana, fundó la psicometría (la ciencia de la medición de las facultades mentales), la psicología diferencial y la hipótesis léxica de la personalidad.

(3 Bertrand Russell, (1872-1970), filósofo, matemático y escritor británico, ganador del Premio Nobel de Literatura, es conocido por su influencia en la filosofía analítica. Impulsó la idea de una filosofía científica y propuso aplicar el análisis lógico a problemas tradicionales, como el problema mente-cuerpo o la existencia del mundo físico. Su trabajo ha tenido una influencia considerable en matemáticas, lógica, teoría de conjuntos, inteligencia artificial, ciencia cognitiva, informática, filosofía del lenguaje, epistemología, metafísica, ética y política.

(4) El movimiento Pugwash fue fundado poco después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Se conoce como movimiento Pugwash al resultante de las conferencias internacionales sobre ciencia y asuntos mundiales creadas a iniciativa de una serie de científicos, filósofos y humanistas. La primera de ellas tuvo lugar en julio de 1957, en la residencia particular del filántropo estadounidense Cyrus Eaton, en el pueblo de Pugwash (Nueva Escocia, Canadá). Su desencadenante fue el Manifiesto Russell-Einstein, un texto redactado por Bertrand Rusell y apoyado por Albert Einstein, firmado en Londres el 9 de julio de 1955. En medio de la Guerra Fría, los firmantes alertaban de la peligrosidad de la proliferación del armamento nuclear y solicitaban a los líderes mundiales buscar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales. Fue firmado por once científicos e intelectuales de primera línea, los más notables de ellos los propios Bertrand Russell y Albert Einstein, este último unos días antes de su muerte el 18 de abril de 1955. Días después de ser mostrado, el filántropo Cyrus Eaton se ofreció a organizar una conferencia en su tierra natal. Sería la primera de las conferencias que se han ido celebrando cada año desde 1957. Posteriormente se han ido celebrando en muchos otros lugares, teniendo como fin la discusión de asuntos tales como el desarme nuclear y la responsabilidad social del científico en temas como el crecimiento demográfico, el deterioro medioambiental y el desarrollo económico del planeta. La Organización Pugwash, fundada y con sede en Londres, se dedica actualmente a convocar estas conferencias.

(5) Johann Gottlieb Fichte (1762-1814), filósofo alemán considerado como uno de los padres del llamado idealismo alemán y fiel continuador de la filosofía crítica de Kant, además de precursor tanto de Schelling como de la filosofía del espíritu de Hegel.

(6) Charles Galton Darwin (1887–1962), físico inglés, nacido en Cambridge dentro de una dinastía de científicos, artistas y profesionales: hijo de un astrónomo (George Howard Darwin) y nieto de Charles Darwin. Al final de su actividad científica volcó su atención en temas relacionados con la población mundial, la genética y la eugenesia. Sus conclusiones fueron muy pesimistas, con resignada creencia en un destino final de la Humanidad dirigida hacia una inevitable catástrofe maltusiana, como describió en su libro de 1952 "The Next Million Years” (El próximo millón de años).

(7) John Grierson (Escocia, 1898-1972) fue uno de los primeros y más influyentes documentalistas de la historia del cine. Invitado por el gobierno Canadiense para estudiar la producción fílmica de ese país, le propuso al gobierno la creación de un organismo nacional parea la coordinación de la producción de films y cuando Canadá entró en la II Guerra Mundial, dicho organismo (NFB) se enfocó en la producción de films con fines propagandísticos, muchos de los cuales fueron dirigidos por el mismo Grierson.

(8) Norbert Wiener (1894-1964) pertenece al círculo de matemáticos norteamericanos que construyeron, al final de la Segunda Guerra Mundial, el corpus sobre el que se desarrollarían todas las investigaciones sobre el procesamiento de la información, del que siguió el surgimiento de la industria informática. Conocido como el fundador de la cibernética, acuñó este término en su libro “Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas”, publicado en 1948.

(9) Martin Heidegger, filósofo alemán (1889-1976) considerado por muchos como el pensador más importante del siglo XX. Su trabajo influyó sobre todo en la fenomenología y en la filosofía europea contemporánea, con notable influencia más allá de estas disciplinas, en campos como la arquitectura, la crítica literaria, la teología o las ciencias cognitivas. Es uno de los filósofos cuya personalidad y obra han generado más controversia por su actitud durante el periodo del nacionalsocialismo alemán, ya que además de ser uno de los principales intelectuales del llamado “movimiento revolucionario conservador”, fue miembro y seguidor del Partido Nazi, dando lugar a una controversia que aún persiste en medios académicos, acerca de la corcondancia de su filosofía con la ideología nazi.

(10) Pierre-Antoine Pontoizeau es doctor en Filosofía, Titular de un DEA en Ciencias Políticas y Comunicación, Docente y asesor educativo en el Instituto Internacional de Comunicación de París (en 1992). Publica habitualmente en su web: https://www.pierre-antoinepontoizeau.fr/ así como en los «Cahiers de psychologie politique»: http://lodel.irevues.inist.fr/cahierspsychologiepolitique/index.php

(11) La Guerra de la Vendée es la denominación historiográfica de una rebelión campesina que llegó a convertirse en una verdadera guerra civil, enfrentando a los partidarios de la Revolución Francesa y a los contrarrevolucionarios. Se desarrolló en la región francesa de Vendée entre 1793 y 1796. Al igual que sucediera por toda Francia, en esa región se sucedieron numerosas rebeliones campesinas (jacqueries) entre 1789 y 1792, pero fue en 1793 cuando se produjo el levantamiento masivo de un movimiento popular contrarrevolucionario.

(12) Annette Baier (1929 –2012), filósofa neozelandesa, autora del «Diccionario de ética y de filosofía moral»

(13) Florence Piron, canadiense de orígen francés es profesora de antropología y ética en la Universidad de Laval (Quebec, Canadá)

(14) Rob Wallace es un biólogo evolutivo, ecólogo e investigador en la Universidad de Minnesotta, Rob Wallace ha publicado «Grandes granjas, grandes gripes» en España y Dead Epidemiologists en Estados Unidos.Es autor de Big Farms Make Big Flu y del Revolution Space quepronto se publicará , ambos con Monthly Review Press. Es coautor de Neoliberal Ebola: Modeling Disease Emergence from Finance to Forest and Farm , and Clear-Cutting Disease Control: Capital-Led Deforestation, Public Health Austerity, and Vector-Transne Infection. Ha sido consultor de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.