Los primeros días de mayo participaré en un encuentro de activistas, escritores y blogueros a los que nos une una visión crítica y ética de la realidad presente, que nos hace ser conscientes en modo ateórico de la barbarie en que vivimos, que así lo pensamos y sentimos a partir de la experiencia reflexionada.
De momento, hemos convenido en llamar a esta corriente “revolución integral”. Tenemos avanzadas muchas reflexiones e intuiciones, que no conclusiones, acerca del diagnóstico, el programa y la estrategia a seguir en adelante. Renunciamos de antemano a constituir cualquier forma de organización que pudiera apartarnos de la realidad que criticamos radicalmente y que pretendemos transformar; queremos ser coherentes y útiles, todo lo contrario a un partido político o cualquier otra forma de secta ideológica. La política nos interesa sólo en la medida en que la vemos como el escenario obligado donde se representa hoy la barbarie civilizatoria en curso, un espectáculo de éxito sin precedente histórico, que lleva ya tres siglos en cartelera. Conocemos nuestra dimensión ontológica-prepolítica que hoy nos es negada, con lo que tras el espectáculo de la política lo que queda es un residuo, un ser humano adoctrinado, anulado.
Nos proponemos reflexionar esta experiencia de la barbarie a partir del principio de responsabilidad y su consecuencia ética, una revolución integral. Pensamos que ya no merece la pena pensar una nueva variante de revolución política, cuando todas han fracasado frente al sistema dominante que las ha digerido e integrado en su aparato reproductivo. Ahora se trata de vencer y hacerlo por virtud además de por necesidad. Será una revolución tan personal como social, tan material como espiritual, tan igualitaria como libertaria, o no será.
Experimentamos la barbarie del tiempo contemporáneo como una sistemática destrucción del individuo humano y la naturaleza de la que somos parte. Y a esa reconstrucción se debe el ideal de la revolución integral: un ser humano autoconstruido, una vida comunitaria autónoma y autogobernada, un individuo y una comunidad humana reintegrados a la naturaleza. A mí la interrogante que más me aprieta es estratégica: ¿cómo con-vencer? Por ahora, sólo tengo por seguro que nos enfrentamos a un reto descomunalmente complejo, que nos compromete individual y comunitariamente en una lucha agónica contra la racionalidad capitalista y su Estado de sumisión dominante.
Y a eso me predispongo cuando en esta víspera del encuentro acabo de terminar la lectura de algunos ensayos sobre el pensamiento de Hans Jonas, el filósofo alemán autor de la “Etica de la responsabilidad”. En una entrevista del periódico “Der Spiegel”, en 1.992, el entrevistador le decía que “se nos hace difícil imaginar la razón por la cual, por primera vez en la historia de la humanidad, la disposición a renunciar voluntariamente al disfrute material, debiera concernir a las masas”; a lo que Hans Jonas respondía “todavía no hemos captado completamente la psicología del ser humano. No sabemos todavía cuáles son los resortes de que dispondrá cuando se hunda en la necesidad más extrema. Renunciar a toda esperanza sólo puede precipitar el desastre, mientras que uno de los elementos susceptibles de retardarlo consiste en creer que puede ser conjurado”... “Al terminar esta entrevista parece, profesor Hans Jonas, que da usted pruebas de valor y de esperanza” ...”No, ni de valor ni de esperanza, sino que señalo una obligación a la cual debemos someternos. No se debe valorar primero las posibilidades y, luego, decidir lo que se debe hacer o lo que no. Bien al contrario, hay que reconocer la obligación y la responsabilidad y actuar en consecuencia, como si se tuviese una posibilidad, incluso si uno mismo duda mucho de que exista”.