miércoles, 21 de enero de 2015

UNA COMUNIDAD IMPERFECTA




 A veces no soporto el peso de mis contradicciones, estas ganas simultáneas de arreglar el mundo y mandarlo todo a la mierda. En tiempos pretéritos tuve la seguridad ideológica de que era posible un buen apaño y ahora tengo la matemática certeza de que ésto no tiene arreglo. Me refiero a este desastre que ya está sucediendo. Certeza, sí, pero sin exagerar su envergadura, de estatura similar a la duda, una contradicción que, al menos, consigue mantenerme a bordo. Puede que por no parecer cobarde e insolidario, puede que por no estar sólo cuando llegue la noche en que se hunda el transatlántico, por tener compañía cuando lo veamos hundirse desde las lanchas de salvamento -mientras traducimos estúpidamente al castellano el gran letrero ("titánico") de la proa, cuando se apaguen para siempre las luces del barco insumergible, las de su fiesta innovadora y sustentable, cuando a todos los náufragos nos entre un ataque de histérica risa. Puede que sólo sean ganas de soledad y comunidad, perfectamente compatibles, misteriosas, enfermizas e insoportables, necesariamente humanas, contradictorias, tan perfectamente corrientes y normales.


Puede que, por eso, algunos hombres escalamos montañas equiláteras, soñamos soledades en comunidad, buscamos lo diferente perfecto y nos enamoramos de mujeres kilimanjaras. Lo intuía desde niño, convencido entonces de que existía un lugar llamado futuro y que defecar era una asumible miseria humana, aunque exclusiva del género masculino, por supuesto. Lo supe de siempre y desde ayer aún más, leyendo a un poeta de la calle, al neorrabioso, uno que hace pintadas por las esquinas, en versos sueltos y sin rima: “inmigrantes, vosotros sois el mar de Madrid, no soporto la poesía miraquelinda, la muerte no es eterna, de nada te sirvió la escuela si no aprendiste desobediencia, pobre dinero, tus caballos se mueren por falta de viento”... 
 
 
Una mujer con faros antiniebla. Quiero.
Una mujer que me sonría cuando descubra el cofre vacío
……….de mi tesoro.
Una mujer soleada y sin airbag para besarla transparente
……….en los extrarradios.
Una mujer con el alma impura y la piel impura y la cabeza
……….llena de calcetines sucios.
Una mujer para decirte, Sofía (si te llamaras Sofía),
solo soy una nuez, pero si te atreves a partir esta nuez
hallarás dentro galeones y grúas y muchos elefantes.

(fragmento de “Una mujer kilimanjara”, 08-09-2013)



  Y aún arrastro muchas más contradiciones, la de saber, por ejemplo, que opinar sirve de poco, que es mucho más consecuente y útil lo que haces que lo que opinas. Pero, ¿ hacer para qué, dónde y con quién?, son preguntas que pudieran no tener sentido en medio del naufragio, cuando suenan todas las alarmas y los tripulantes sólo piensan en subir a las lanchas de salvamento, agrupados en comunidades imperfectas. 

Tienen su razón los que se suman a la esperanza de Podemos para intentar salvar el pellejo y luego ya veremos si podemos. Tienen su razón quienes sospechan de la catadura moral de la indignada clientela del Titanic, tan satisfecha del viaje hasta hace sólo un momento, cuando se produjo la colisión, cuando se abrió la vía de agua y el barco se inclinó apuntando al fondo del océano. Tiene su razón JorgeRiechman y la tiene Felix Rodrigo Mora. Son razones diferentes y contradictorias, lo sé, pero cuando estamos a la deriva, a merced de las olas y en medio de una noche de perros, no es tiempo de seguridades absolutas, sino de riesgos y contradicciones. Porque sospecho que no tenemos mucho margen, que nos toca vivir en comunidades imperfectas, hacinados en las lanchas, remando juntos para escapar del remolino, hasta llegar a la playa. Cada cual con su razón y su verdad, con sus seguridades, prevenciones y sospechas, con esas contradicciones que nos asolan y nos juntan.




 

No hay comentarios: