sábado, 21 de febrero de 2015

ANTE UN NUEVO CICLO HISTÓRICO, LIBERADOS DEL SÍNDROME DE VIRIDIANA





Escena de Viridiana, de Buñuel

La necesidad de construir un movimiento por la revolución integral es prepolítica e independiente del nuevo ciclo político que se abre en España a partir de las próximas convocatorias electorales, si bien dicha necesidad no es ajena a su oportunidad en el actual contexto histórico.

Este nuevo ciclo tiene su doble punto de arranque en la última de las crisis económicas del capitalismo global -la que se iniciara "oficialmente" en 2008-, como en la crisis social e institucional que en el estado español se sustancia como crisis de representación del régimen de la Transición -ya plenamente identificado como corrupto- que sucediera a la dictadura franquista a partir de 1.978. Todo ello origina, en mayo del 2011, la contestación del 15M como reacción social ante dicho cúmulo de crisis que, quizá apresuradamente, hemos identificado como “crisis sistémica”. El hecho de que quienes han capitalizado políticamente el 15M se apresten a repararlo y no a derribarlo, le otorga crédito a esta duda. 


Quienes nos hemos desmarcado de esa estrategia reparadora del aparato estatal-capitalista y hemos empezado a confluir en el propósito y necesidad de organizarnos en un nuevo movimiento por una “revolución integral”, consideramos que tal movimiento, de organizarse, sería continuador del esfuerzo y la tradición libertaria e igualitaria que desde siempre ha impulsado al individuo y a las sociedades humanas a sublevarse frente a todos los regímenes que se han sucedido a lo largo de la historia pretendiendo -y consiguiendo casi siempre- la dominación de la naturaleza y de la vida humana. No es, pues, nada nuevo. Lo que sí es nuevo es el regimen al que hoy nos enfrentamos, la forma contemporánea -neoliberal, biopolítica, universal y totalitaria- que adopta hoy el sistema de dominación. Como radicalmente nuevo es el método utilizado para lograr su hegemonía: una sistemática anulación de las cualidades humanas mediante la subversión del principio ético de libertad y su compensación por una promesa de esclavitud confortable y una cómoda y sucedánea representación de la democracia. Un método  totalitario que ha logrado alcance y hegemonía  universal, que incluye a toda la humanidad y que afecta a cada espacio de nuestra vida. Un método así, que ha consiguido la complicidad de aquellos a los que esclaviza, necesariamente ha de condicionar, si no los principios, sí la estrategia de la revolución que ahora es necesaria y, puede, que hasta posible.


La rebelión de individuos y pueblos contra las diferentes formas de poder que han pretendido su sometimiento, ha tenido un saldo que ahora nos parece muy exiguo, reducido a efímeras victorias, en lugares muy concretos y en breves periodos históricos, reducido a fugaces momentos de libertad en los que ésta era la forma natural de la convivencia humana. Estamos aprendiendo de los errores y estamos tomando nota. Aún llegando a reconocernos a nosotros mismos como esclavos, con conciencia de clase, casi siempre hemos cometido el mismo y grandísimo error, nos hemos creído los responsables en la defensa universal de los demás esclavos, nos hemos erigido en sus genuinos representantes. Este es el síndrome de Viridiana, la enfermedad que nos ha contagiado el izquierdismo: 

En “Viridiana”, Buñuel refleja con acritud una disposición depredatoria: la de la mujer que acoge a pobres y “necesitados” para ganarse el Cielo de los cristianos, por la vía de la caridad; creyendo que sería verdaderamente “desgraciada” si no los encontrara en las calles, en los parques, en los basureros, si no pudiera acudir a socorrerlos, es decir a “reclutarlos”. Viridiana está a punto de morir a manos de sus protegidos: “justicia poética”, cabría sostener... Blake: “La caridad no existiría si antes no hubiéramos llevado a alguien a la pobreza”.
El “síndrome de Viridiana” ha hecho estragos en buena parte de las prácticas políticas de la izquierda convencional. Burgueses y pequeño-burgueses bienintencionados quisieron “ayudar” a la clase trabajadora; quisieron “emanciparla”, “liberarla”, “redimirla”. No procedían del mundo del trabajo físico, pero se pusieron al frente, tal una “vanguardia”, iluminando y encauzando. Hundiéndose en lo que Foucault llamó “la indignidad de hablar por otro”, prejuzgaron que algo iba mal en la conciencia de los trabajadores, pues no siempre seguían sus consignas; y que se requería un trabajo educativo para des-alienarlos, para centrarlos en el modelo teleológico del Obrero Consciente, del Sujeto Emancipador, cuando no del Hombre Nuevo. El Cielo que estos privilegiados se querían ganar, con su entrega generosa a la causa proletaria, ya no era, por supuesto, el de los cristianos: era el Cielo de los revolucionarios”.  (Fragmento del texto de Pedro García Olivo "El sindrome de Viridiana en la politica")


La libertad sigue siendo, hoy como siempre, el objetivo humano por excelencia. Y si bien es cierto que nos sentimos herederos de una derrota continuada, también lo somos del poderoso impulso vital de quienes a lo largo de la historia fueron capaces de resistir e intentar construirse a sí mismos y a sus comunidades como individuos y pueblos libres; cierto es que cada cual ha ido aprendiendo, tanto de la reflexión como de la propia experiencia, cargando cada cual con el peso de sus propias contradiciones.

Pero el caso es que aquí y hora nos encontramos delante de un ciclo histórico que se abre ante nosotros como una inmensa y compleja malla de contradicciones e incertidumbres. Y es, aquí y ahora, donde y cuando sentimos el llamado de un deber inaplazable, el de elegir el camino a tomar en la nueva situación sin desviarnos de nuestro objetivo humano original, primordial y universal, el de nuestra personal y concreta libertad, la de todos y la de cada cual. Escapismo y reformismo se nos presentan hoy como las dos únicas opciones posibles. Así resumo la reflexión al respecto que hace Alex Knight y que yo comparto

El objetivo del escapismo es la pureza moral, huir de la culpa, la satisfacción individual de saber que ya no formas parte del problema. El fallo del escapismo es que eludir la responsabilidad del problema también significa eludir la responsabilidad de la solución. Puede que encuentres tranquilidad en esa postura moral, pero, con o sin tu participación, el capitalismo continúa su marcha, destruyendo miles de millones de vidas.
El objetivo del reformismo es trabajar “dentro del sistema”, influenciar a la gente en el poder y, tal vez, con el tiempo, convertirse en uno de ellos. En teoría, una vez en una posición de poder, podrían ser capaces de dirigir el barco en una nueva dirección. El fallo del reformismo es que necesita que abandonemos nuestros ideales para derribar realmente el sistema o crear un mundo sin capitalismo. No hay nada malo en mejorar la vida dentro del sistema, pero cuando nos convertimos en parte del sistema nos traicionamos a nosotros mismos y ya hemos perdido.
Por sí mismos, ninguno de estos dos polos, escapismo o reformismo, nos ofrece esperanza alguna de abolir el capitalismo y salvar nuestro mundo. Sin embargo, ninguna otra manera de proceder puede existir sin ambos elementos. En vez de escapar de esta paradoja, si aceptamos lo absurdo de nuestra situación podemos aprovechar la energía de la contradicción para crear algo nuevo”.
(Fragmento de "La paradoja del capitalismo y la estrategia revolucionaria magnética". Texto completo aquí)


No podemos ignorarlo. Somos escapistas y reformistas en mayor o menor grado, no somos ángeles ajenos a la vida de aquellos con quienes convivimos, que es nuestra propia vida. Lo que sí podemos hacer es desarrollar la energía “magnética” que surge de esta contradicción, como dice Alex Knight.
A partir de las superfluas rebeliones escapistas y reformistas, podemos proponernos y proponer, a mayores, dos nuevos frentes emergentes, de rebelión profunda: un frente de lucha individual, interior, por liberar nuestro pensamiento colonizado, por construirnos aquí y ahora, cada cual, como el individuo autónomo que queremos ser. Y un frente de lucha colectiva, por liberarnos de nuestra acostumbrada vida domesticada, por construir la vida comunitaria que anhelamos, por anticipar la democracia real que sobrepase y arrase el politicismo y economicismo que ha anulado nuestra autonomía -libertad- de pueblos e individuos. Una estrategia que necesariamente ha de incluir muchas renuncias y esfuerzos durante un largo plazo de tiempo, una estrategia que no busque atajos facilitadores, con denuncias coherentes a tal finalidad ética y práctica, con denuncias que concluyan en las consecuentes aboliciones: las del trabajo, la economía y la democracia de mercado, las de todas las leyes e instituciones que perpetúan la dominación, la de toda esa maquinaria estatal-capitalista.

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