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jueves, 22 de febrero de 2024

CUANDO LOS INVIERNOS ERAN INVIERNOS: LA NECESIDAD DE INVENTAR EL NORTE

 

 

1. Copos de nieve (snowflakes)

Me gusta decir “el clima cambiático”, por enredar un poco, y otro poco por llevar la contraria a la turra que nos cae a diario sobre el cambio climático. Que será verdad, no lo niego, pero que no debería servir para justificar TODO lo que nos pasa, ni para comerles el coco a los niños con la bobada esa de que “hay que salvar al Planeta”, solo para desviar su atención y que sigan creyendo en los Reyes Magos. Hay más causas y más profundas, además del clima, para este Desastre Integral al que asistimos, como vacas en la vía, mirando de lejos a un tren que viene de frente. Ya lo sentimos a escala global, es como un calorcillo en el cogote, como si fuera el aliento del mismísimo diablo. 

Hoy sigue siendo noticia el invierno que no hemos tenido, y también que a partir de hoy, viernes, puede nevar aquí, en la Montaña Palentina, un poco más arriba de mi casa, a la altura del paralelo 43, a partir de la cota 1.050. Pensando en ello, me asalta una cierta nostalgia de la nieve, de aquellos inviernos cuando salía a dar paseos por el monte con los esquís puestos ya desde la puerta de casa.  

Estaba empezando a leer un libro muy a propósito (“Cuando los inviernos eran inviernos. Historia de una estación”), y en las primeras páginas encuentro una ilustración que llama mi atención, es sobre las múltiples formas de los copos de nieve;  lo busco, para que no se me olvide, antes de seguir leyendo el libro que tengo entre las manos. 

Lo encuentro, se titula “Snowflakes” (copos de nieve) y tiene una portada con el título caligrafiado con letra antigua. No me resisto a saber de qué va y por eso recurro a la traducción automática de un texto de presentación razonablemente breve.No lo voy a traducir entero, solo quiero ver los dibujos y saber de qué va el libro. Su autor es Israel Perkins Warren, que lo publicó en Boston, en el año de 1.863.

Comienza con un breve capítulo sobre la estructura de la nieve, cuya pretensión científica se derrite ante los ojos del lector. 

“Se ha prestado mucha atención a las condiciones meteorológicas de la atmósfera durante la caída de nieve”, informa Warren, su autor; "sin embargo, no se puede descubrir nada muy definido a este respecto. Lo mismo se aplica a los argumentos causales sobre la maravillosa geometría de las lascas: de las causas ocultas que originan estas bellas producciones no se sabe nada en absoluto... incluso si se demostraran teorías (magnéticas o eléctricas), no explicarían nada. No hay necesidad de mayor comprensión, porque la Primera Causa está muy clara:  

La nieve se forma en las regiones superiores de nuestra atmósfera. Son las aguas salvajes y embravecidas del océano, los suaves riachuelos de las montañas, el hermoso lago y el estanque más vil de la tierra, todos gravados y obligados a contribuir por orden de su Señor a este departamento de su tesoro. Envían su tributo en las más finas partículas de humedad; la contribución constante que llega desde todas partes del mundo de forma indiscriminada”...¡ahí queda eso!

Ojeo la versión digital original. El libro incluye obras de poesía y prosa devocional de numerosos escritores, en torno a entusiastas teorías sobre las nevadas. Está organizado temáticamente, en capítulos como “Pureza”, “Gracia”, “Belleza”, “Debilidad”, etc, Postula, por poner sólo un ejemplo, que "el agua se congela a lo largo de un ángulo de sesenta grados o algún múltiplo de él...porque las escamas son como rebaños: los cristales lanudos, al extenderse cada uno en su máxima libertad individual, permanecen todavía dentro de una propiedad y pertenecientes a un solo redil”. No me digáis que no es una descripción hermosa, tan lírica como científica, que no es un puro desvarío literario, producto de la droga o propio de la romántica época en que fuera escrito, a finales del siglo XIX, no, téngase en cuenta que no hace mucho, en 2013, investigadores japoneses dividieron los copos de nieve en treinta y nueve categorías, divisibles a su vez en 121 subtipos. 

Los copos de nieve, en efecto, parecen pertenecer a un rebaño.

 


 2. Cuando los inviernos eran inviernos

Regreso a “Cuando los inviernos eran inviernos”, cuyo autor es Bernd Brunner, con traducción del alemán, que me parece primorosa, a cargo de José Aníbal Campos. Y con una cuidada edición que es marca de la casa (editorial Acantilado). La propia editorial presenta al autor berlinés, nacido en 1964, como “ensayista y autor de libros en los que la historia, la antropología y las ciencias se combinan para ofrecer abordajes transversales sobre temas insólitos como los acuarios, los osos, la luna, el árbol de Navidad, el arte de descansar o la pasión por los pájaros”. Dos de esos libros son los hasta ahora editados en castellano por Acantilado, la editorial catalana, son: éste de los inviernos (en 2020) y “La invención del Norte. Historia de un punto cardinal”, cuya primera edición es muy reciente (2023).

Todo un libro, más de doscientas páginas, para hablar del invierno, con todo lujo de detalle y con máxima delicadeza, impresionante y emocionante: 

Mientras nieva, todo se vuelve más silencioso; con la nevada, la atmósfera se condensa y forma algo parecido a una cortina que impide que las ondas sonoras puedan penetrarla. De ese modo, los ruidos del entorno se atenúan también. El alpinista Georges Rivail escribió acerca del silencio absoluto de la nieve que reinará cuando toda vida se haya extinguido, o, mejor dicho, será como ya fue, antes de que toda vida empezara".

.../...“La nieve es una sustancia efímera: una forma del hielo que se diferencia de otras formas del agua congelada por el aire contenido entre sus cristales. El contacto físico directo, la experiencia táctil del frío, es un asunto elemental que produce reacciones ambivalentes. Mientras que algunas personas sienten satisfacción, otras ven en la nieve una mortaja extendida sobre toda la vida natural. En Languedoc, región que no se caracteriza precisamente por sus nevadas violentas, emplean una paráfrasis para describir los copos de nieve: «moscas blancas» o «mariposas blancas».   

Aquí donde vivo, en la Montaña Palentina, llamamos “trapos” a los copos grandes que caen despacio.

.../...”La nieve recién caída, todavía extremadamente porosa, contiene hasta un noventa y cinco por ciento de aire. Un metro cúbico equivale a cuarenta y seis kilogramos, lo cual contrasta con los mil kilos de un metro cúbico de agua. Saltar de un acantilado de cien metros de altura sobre nieve recién caída no tiene por qué tener consecuencias mortales, como sucedería en el caso del agua.”

.../...”Cuando hace mucho frío, la nieve condensada se seca, se vuelve quebradiza y, debido a la presión, se rompe durante la caída, produciendo unos crujidos más o menos intensos: ondas acústicas generadas por la ruptura de un gran número de cristales en la capa de nieve. Si la temperatura sube, la presión hace que los cristales de hielo pierdan la forma, pero éstos no se quiebran de manera tan fácil. El ruido que hacen es más bien un chasquido, no un crujido”.

Entre 1560 y 1630, las temperaturas cayeron en el hemisferio norte, causando la llamada Pequeña Edad del Hielo. Hendrick Avercamp dedicó su vida a pintar estos paisajes invernales en los canales de Holanda. Un buen número eran escenas del juego del kolf, o kolve: con palos muy similares a los del golf, consistía en golpear una bola que debía llegar a un punto: un agujero, un árbol, un poste o una puerta, en el menor número de pasos posibles. Los desórdenes que causaba llevaron a las autoridades a prohibir su práctica en el interior del casco urbano, por lo que los canales helados ofrecían una gran oportunidad para su práctica. Los estrechos vínculos comerciales de Holanda con Escocia llevarían este juego a las Islas Británicas, donde se convertiría en deporte.

Hoy las empresas turísticas venden “experiencias” en lugar de viajes y, sorpredentemente, encuentro referencias a este cuadro de Avercamp en una revista de turismo. Es un texto (“Viaje a un cuadro: patinar sobre hielo en los canales de Holanda”) que hace referencia a la Pequeña Edad de Hielo. Ahí se dice que “una de las consecuencias (entre otras no tan lúdicas) fue que los canales, ríos y lagos del norte de Europa permanecieron helados durante los meses de invierno. En Inglaterra, la primera Feria del Hielo del río Támesis se celebró en 1.608. En Holanda, los años de enfriamiento coincidieron con la Edad de Oro de su pintura, lo que nos ha proporcionado una gran cantidad de escenas invernales.”


Hendrick Avercamp era mudo y dedicó toda su vida a pintar paisajes invernales, en los que un gran número de personajes se deslizan sobre la nieve o el hielo. Buscaba escenas populares y hacía uso de detalles costumbristas para llegar a su público, la burguesía holandesa surgida del floreciente comercio marítimo. Dicen los expertos en arte que su punto de partida fue el cuadro de Pieter Brueghel el Viejo tituladoLos cazadores en la nieve”, pintado en el crudo invierno de 1565, dentro de una serie dedicada a los meses del año. Se trataba de un paisaje imaginario, a vista de pájaro, que Avercamp llevó a la realidad urbana de inicios del siglo XVII en los Países Bajos. El hecho de que este pintor fuese mudo parece haber afilado su capacidad de observación. Una luz pálida, dorada, rosácea, ilumina sus obras y utiliza la perspectiva aérea propia de un horizonte cargado de humedad. Las figuras pierden definición a medida que retroceden y los colores se apagan.

3. La necesidad de inventar el Norte


Va a ser mi próxima lectura. Pero, aunque Bernd Brunner no hubiera escrito este libro, de todos modos habría que inventar el Norte, porque no puede ser, la vida en las montañas, con esta calor. En el avance del libro que me envía la editorial Acantilado a mi correo electrónico, leo esta entradilla, nada más empezar: 

 

Ésto me da qué pensar: 1º), que “el Norte” es un lugar especial, no visible a simple vista, ni siquiera con ojos humanos, ya que solo se deja ver por la aguja imantada de una brújula; y 2º), que si ésto lo sabe todo marinero (el para qué sirve y cómo se maneja una brújula), entonces, donde dice marinero perfectamente puede ponerse “caminante”, que cualquiera es navegante con tal conocimiento, incluso en tierra firme. Ah, y también (3º), que si no fuera por el Norte que “ve” la brújula, a todos los demás puntos cardinales les pasaría como a nosotros, que se sentirían perdidos, en medio de mundos desconocidos. 

Además, resulta que para mí “el Norte” es también un periódico y una estación de trenes...sin duda que el libro promete, basta ver el índice de contenidos: El unicornio del norte. Más allá de las fronteras del mundo conocido. A la izquierda de la salida del sol. Fatigosos caminos a las tierras de la medianoche. El Norte: un mundo de prodigios. Cansados del sur: el nuevo entusiasmo por el norte. Un estafador y un bardo ciego. El olor del Ártico. Cuando el Este era todavía el Norte. El clima hace al hombre. Entreverado de dioses y demonios. Una cuerda lanzada hacia el norte. La dudosa cuna de la humanidad. Las tácticas de los primeros habitantes. Una isla lejana en el Atlántico. La era victoriana descubre a los vikingos. Fervor por el Ártico y descubrimiento de América. Dramáticos acantilados, mareas de colores cambiantes, ¡por Dios, no miren hacia abajo!. El norte más remoto. ¡En tiempos de cambio, necesitamos el norte, la inmensidad, el viento!. Los abismos de la teoría racial. «Hermanos arios» del Sur. Escandinavia, baluarte antifascista, antes de la Segunda Guerra Mundial. Eterna añoranza de las regiones heladas del mundo.La Biblia tenía razón. The True North (el verdadero Norte) y tesoros naturales en peligro...todo eso antes de los agradecimientos del autor, una nota del traductor y la bibliografía.

En el avance que envía la editorial puedo leer los dos primeros capítulos, y en el segundo, titulado “Más allá de las fronteras del mundo conocido”, se dice que “el norte empieza donde acaba el sur. Pero ¿por dónde discurre la frontera y a partir de qué rasgos característicos podemos determinarla?” 

.../..”Cierta indecisión parecía reinar a la hora de clasificar el ámbito cultural germano, como escribió el historiador August Ludwig en su libro “Historia general del Norte” (1771).Y esto ocurría, dicho sea de paso, un siglo antes de la fundación del Segundo Reich: “nosotros, los alemanes, ya no nos consideramos parte del Norte; sólo los franceses consideran que nuestro país forma parte de su norte y hablan de Berlín como nosotros hablamos de Estocolmo. Es muy común entre los escritores españoles considerar Gran Bretaña el Norte, y resulta natural que los historiadores o geólogos africanos llamen al Mediterráneo el mar del Norte y consideren a todos los europeos como pueblos nórdicos”.

Desconcertante, esta declaración  de unos alemanes que reniegan del Norte. Parece como un presentimiento de lo que vendría más tarde, como guerras mundiales y genocidio por sistema, una masiva deserción de eso que dimos en llamar “civilización”. Recuérdese que el Segundo Reich o Imperio alemán nació en 1.871, y que lo hizo no sin antes librar tres breves y exitosas guerras, en el lapso de solo siete años, contra Dinamarca, Austria y Francia.

El asunto, como vemos, resultaba complicado, y en el caso concreto de Alemania, además de factores como la división en pequeños estados y las diferencias confesionales, toda clasificación se hacía aún más engorrosa por el hecho de que el territorio sólo mostraba, en parte, fronteras naturales delimitadas por ríos y mares. Lo mismo le sucede a cualquiera que viva en regiones remotas del Norte: su patria no es otra cosa que el centro del mundo, el centro geográfico normal. En el polo norte, que vendría siendo el «norte absoluto», ni siquiera se plantea la cuestión del punto cardinal. Para los daneses, el mar del Norte es un mar occidental, el Vesterhavet. En Gran Bretaña, por su parte, se lo conoció durante mucho tiempo como «the German sea» [el mar alemán].

Además, lo que podría entenderse por «el Norte» ha sido una categoría cambiante y flexible a lo largo de la historia. Un espacio a la vez real e imaginario que debía extenderse hasta las fronteras de la Europa nórdica, con su impronta celta, desde la región septentrional de las islas británicas hasta la parte inglesa de Norteamérica, o incluso más allá.

.../...”¿Dónde está, en realidad, el Norte? No se trata sólo de un lugar, sino de un punto cardinal, y, como tal, su ubicación es relativa: para los mexicanos es Estados Unidos, para los estadounidenses, Toronto, a pesar de que esta última ciudad se encuentra en el mismo grado de latitud que Boston. Dondequiera que se encuentre para cada uno de nosotros, gana en existencias, existe de mil maneras distintas”.

.../...Viendo todo ésto, cabe preguntarse: ¿no será que la cuestión decisiva, y también la más interesante, no es dónde se encuentra con exactitud el Norte «real», sino lo que significa para nosotros? Ello favorecería la idea de partida de que no existe un único Norte, sino muchos. De modo que, en adelante, deberíamos imaginar el «Norte» siempre con comillas, como un concepto o un constructo relativamente flexible”.

.../...¿Cómo reaccionaban los viajeros a los paisajes y culturas con los que allí se encontraban? ¿Cómo fue variando en el curso del tiempo la relación con ese Norte? El norte existe como lugar real, pero ¿cómo se corresponde éste con la idea que la gente se ha formado de él? Por último, el Norte se halla en una inevitable relación opuesta con el Sur, y esa relación ha condicionado con frecuencia la mirada. 

 

No quiero dejar de decir lo que el Norte es para mí, además de un periódico y una estación de trenes, como ya dije: El Norte de Castilla y la estación Campo Grande, también llamada popularmente "Estación del Norte". Para mí es la dirección contraria a la ley de la gravedad que siguen los ríos, puede que por eso me vine a vivir a este Norte, río arriba del Puente Colgante, mi kilómetro Cero,  para hacer este viaje hacia las montañas, lo más cerca posible de mi Norte relativo y personal: esa cueva entre altas montañas donde nace mi particular río Pisuerga, bajo el sumidero del Sel de la Fuente, en lo alto de la Sierra de Híjar, Cordillera Cantábrica del Sur de Europa. 

Mi casa está situada a escasa distancia del río.



 

domingo, 7 de enero de 2024

LA VIDA NO, PERO LA MUERTE SÍ PUEDE SER VOLUNTARIA Y DEMOCRÁTICA

 

Queda muy claro que para el Estado español, el suicidio forma parte del repertorio patológico clasificado junto a los “trastornos mentales”.
 

Será difícil dar con un asunto que sea más controvertible que éste de la muerte voluntaria o suicidio. Obsérvese que la terminación “cidio” del latín “caedere” (matar) con el prefijo “sui” (a sí mismo) ya nos está señalando la culpabilidad de un sujeto agente: ese alguien que mata a otro, uno que es él mismo. 

Hubo que inventar esa palabra (suicidio), al parecer en Inglaterra, allá por el siglo XVII, el previo al de las Luces y de la Revolución Industrial, porque para la sociedad europea de entonces no era concebible el concepto de “morir voluntariamente”, como tampoco lo fue en la Edad Media. Fuere como fuere, había que decir “matar” recurriendo al latín, caedere; matar, el caso es matar, aunque sea a uno mismo, matarse, para fijar nítidamente la naturaleza delictiva de ese acto, del suicidio. Pero algo ha sucedido en este tiempo para que el Estado español  -como todos según creo- considere hoy que el suicidio es un trastorno mental y no un delito.                                                                                        

Nadie puede decidir si nacer o no, ésto sí que es indiscutible. Se piensa que tampoco tenemos nada que hacer cuando la muerte nos sobreviene, sea por enfermedad, por un accidente, por asesinato o en medio de una guerra. Esa es, en todo caso, una muerte a la que se llega involuntariamente, igual que a la vida. 

Podemos decir, sin temor a equivocarnos que, en su inmensa mayoría, la gente de nuestra especie llegamos a la vida con una existencia por delante ya muy condicionada por las particulares  circunstancias de nuestro nacimiento (en qué época nacemos, en qué país, de qué padres). Y ésto es así por mucho empeño que hayan puesto en ello todas las religiones, todas las filosofías y todas las ideologías juntas, en proclamar obstinadamente que “la libertad nos constituye”, que somos individuos libres por el mero hecho de ser humanos  y que por eso podemos moldear nuestras propias vidas...cuando por experiencia bien sabemos que ésto, de verdad de la buena, solo lo pueden hacer muy pocos individuos, solo los que son “suficientemente poderosos”.

Lo que nos pasa con ésto es que la verdad del asunto (o sea: que es libre quien dispone del poder para serlo) nos resulta insoportable y políticamente incorrecta, como el suicidio. ¿Quién se atreve a decirle a la gente lo que la gente ya cree, que la libertad depende del dinero que se tenga, más que de otra cosa?

Y, sin embargo, lo cierto es que a cualquier humano, no importa la fecha ni el lugar de su nacimiento, tampoco su herencia o su inteligencia, como ninguna de sus personales circunstancias, a cualquiera, digo, le cabe el poder  de decidir sobre si acabar con su propia vida. Y ésto es lo que  hace del poder del suicidio el más real y potente que tenemos, el más libertario y el más democrático de todos nuestros poderes, sin duda...y probablemente sea el que mejor nos distingue como especie. No sabemos de  ningún otro animal   que pueda  querer morir voluntariamente. 

Para referirse al suicidio, al menos en nuestra cultura occidental - no sé si también en otras-  siempre fue costumbre el empleo de rodeos en perífrasis  como el decir “darse muerte” o, más literariamente, “huir con el morir” (aquel dicho de “col morir fuggir” mentado en la Divina Comedia). Cómo será la cosa para que Albert Camus llegara a decir del suicidio que “es el verdadero problema filosófico”. 

Me traigo esta reflexión porque recientemente leí un informe con datos de la  OMS acerca del suicidio, que me sorprendieron extraordinariamente, porque no me cuadraban con la percepción social que tenemos al respecto, a través  de la opinión pública. Más sorprendente aún, cuando como ahora, los medios de información nos abruman con los datos de muertes en los conflictos bélicos hoy activos, en Ucrania, en Sudán y sobre todo en Palestina. 

Esos datos de la OMS vienen a confirmar que el suicidio es la primera causa, el 50%, de las “muertes violentas” en el mundo,  por delante de los homicidios (que suponen el 31%) y de las guerras, que son responsables del 19% de todas las muertes violentas. Y en una revista recuerdo haber leído que la Asociación   Internacional para la Prevención del Suicidio decía que entre 20 y 30 millones de personas en todo el mundo  intentan cada año quitarse la vida.

Esta misma mañana, a muy primera hora, he escuchado una entrevista con un psiquiatra, en un programa que la Radio Nacional dedica a los mayores los fines de semana (deben suponer que los viejos madrugamos mucho, incluso en días festivos), se hablaba en esa entrevista  de la melancolía que origina la soledad en la vejez, más cuando esta soledad es por aislamiento social, que es característica general  de las contemporáneas sociedades de mercado, pero que especialmente afecta a las personas mayores cuando dejamos de estar activos en el mercado de trabajo y ya solo tenemos cierto interés para el mercado de consumo. Este vacío social que se le hace a los viejos, dicen psicólogos y psiquiatras que genera un crónico estado de melancolía y, en muchos casos, hasta ganas de morir cuanto antes para no alargar más el dolor que causa ese vacío. 

Pero lo más preocupante es que esas ganas también las tengan la mucha gente joven que se suicida, que son más que los suicidas ancianos.  

Veamos esos datos, tras este titular: "DATOS DEFINITIVOS EN DICIEMBRE DE 2023: EL INE REVISA AL ALZA EL NÚMERO DE SUICIDIOS EN 2022, 130 MÁS QUE EL AÑO ANTERIOR". Efectivamente, el pasado  19 de diciembre de 2023, el INE publicó los datos definitivos, cuyas conclusiones más importantes fueron éstas: 

1.Se registran 130 suicidios más que en los datos provisionales, lo que aumenta hasta un 5,6% las muertes por esta causa respecto a 2021.
2.Es la mayor cifra de suicidios registrada nunca en España, siendo el tercer año consecutivo en superarla.
3.Se registran también las mayores tasas de suicidio de la historia, tanto totales (8,85 muertes por 100.000 habitantes) como por sexos (13,34 en hombres y 4,52 en mujeres). (1)
4.Si en 2021 preocupaba el alto número de suicidios infantiles (22 niños y niñas menores de 15 años se quitaron la vida, frente a los 13 de 2022), en 2022 llama la atención al aumento del suicidio adolescente (de 15 a 19 años), especialmente en varones: mientras que en 2021 se produjeron 53 suicidios (28 chicos y 25 chicas), en 2022 han sido 75 (44 chicos y 21 chicas).
5.También es preocupante el aumento de suicidios entre las mujeres más jóvenes (15 a 29 años): 79 en 2021 y 117 en 2022.
6.Aunque en los datos provisionales las muertes por accidente superaron a las producidas por suicidio, los datos definitivos vuelven a situar al suicidio como la principal causa de muerte violenta en España. (Todo ello puede consultarse en el Informe del Observatorio del Suicidio en España de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio: www.fsme.es)

Los datos definitivos de mortalidad en España referidos al año 2022 constataron que ese fue el peor año en relación al suicidio. Se registraron 4.227 suicidios, la cifra más alta de la historia, que confirma una tendencia imparable, ya que  respecto al año anterior crece un 5,6%, pero en solo cinco años ha aumentado un 19,4% y en los últimos 40 años, la cifra ha crecido un 128%.

A mí me parece que la idea del Estado sigue siendo evasiva respecto al suicidio, solo ha cambiado el diagnóstico: de ser delito ha pasado a ser considerado como resultado de un trastorno mental; el caso es no asumir las posibles causas derivadas del propio “Estado”, de las condiciones y los modo de vida  que, sí o sí, nos vienen dados. Porque nadie hay que se libre: o trabajas para la parte privada del Estado (las empresas del sistema capitalista) o para su parte pública (la de los Ministerios, las Autonomías y otros Entes estatales), lo quieras o no. Incluso también dependes del Estado si formas parte de las llamadas “clases pasivas” (2). 

Ramon Andrés, el escritor navarro, ensayista y poeta al que descubrí hace unos años en un libro de aforismos titulado “Los extremos”, publicado en 2011 (3), publicó unos años después, en 2015, Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente” (Editorial Acantilado, 2015), que recomiendo a quien como yo, aunque no piense en suicidarse,  si  le preocupe esta tendencia al suicidio que caracteriza cada vez más, creo yo, a ese individuo-masa  (4) que han producido las  sociedades postmodernas, las del Pensamiento y el Estado Único, totalitario en modo capitalista y glocal.   

La hipótesis acerca del suicidio inscrita en ese ensayo de Ramón Andrés vendría a ser ésta: que el suicidio, concebido durante muchos siglos por el pensamiento clásico como un ejercicio de libertad, e incluso como una liberación (5),  luego como un delito (en la Edad Media y en la Moderna), a la luz de la psiquiatría de las últimas décadas queda reducido a mera patología mental, un trastorno psíquico, lo que supone una grave simplificación de uno de los aspectos más básicos y decisivos de la experiencia humana: el dolor, esa dimensión de la realidad que es prepolítica, previa a todas las ideologías, y que se da en todas las épocas y sociedades. Es ese dolor que proviene de la enfermedad o la pobreza, de la inseguridad y el miedo al futuro, del cansancio por el trabajo y por la propia vejez, de la desilusión por la acumulación de fracasos...todos esos otros factores que producen un dolor que es genérico e impreciso y que está en el origen de muchos suicidios.

Por eso que este magnífico libro de Ramón Andrés  nos presente tan bien, tan profunda y delicadamente, nuestra condición de fragilidad, que ésta sí nos es propiamente humana.

No debiera extrañarnos que al individuo medio de estos tiempos (que en potencia somos todos, por activa o por pasiva), cuando llega a descubrir que su vida carece de sentido, le entren esa ideas (¿trastorno?) y las ganas  de morir, solo para huir de tan penoso destino...lo que es tomar la muerte como huida, "ese morir fuggir”.

Notas:

(1) Atención, apunto yo, a este último dato: los suicidios de hombres (13,34%) prácticamente  triplican a los de  mujeres (4,52%)

(2) Según los datos más recientes, correspondientes al pasado año 2023, el 82,8% del empleo total (21.265.900 a final de año) era privado y el 17,2% público. Si en 2023 la población española era de poco más de 48 millones, podemos deducir que pertenecen a las “clases pasivas” unos  27 millones, es decir, una cantidad de personas -entre parados, enfermos, niños y ancianos- algo superior al 56 % del total.

(3)Del libro de aforismos de Ramón Andrés “Los extremos” (2011, editorial Lumen): “Nuestra finalidad estriba en ser posibilidad”, “La melancolía es un bisbiseo que nos va durmiendo en el existir”...o “De la especulación del suelo surgieron las naciones”.

(4) Ese individuo-masa-medio es al que Félix Rodrigo Mora, con extrema crudeza,  denomina  “ser-nada”.

(5) En una reseña del Semper Dolens leo consideraciones tan sorprendentes como éstas, que no recordaba de cuando leí el libro: "¿Sabían que en la Biblia no se condena el suicidio? ¿Que en los pueblos antiguos tampoco hubo repulsa ante estos hechos, y que los suicidios de Catón, Lucrecia y Sócrates fueron considerados ejemplares? ¿Que en la Edad Media se tomaba al suicida como criminal, se le juzgaba incluso y se confiscaban sus bienes a su familia? ¿Que cierta rama de la teología -y también Borgesconsideró a Jesucristo como un suicida? ¿Que en el siglo XVI, tanto católicos como protestantes, veían al mismísimo diablo detrás de cada suicidio? Schopenhauer decía que el suicidio, lejos de negar la voluntad de vivir, la afirma enérgicamente. Cioran afirmó vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea de suicidio hace tiempo que me hubiera matado”. Lo curioso es que las distintas visiones e interpretaciones de este col morir fuggir -desde las más comprensivas a las más condenatorias- se van alternando en las distintas épocas, huyendo siempre del consenso. A veces, incluso, nos resultan más avanzadas y sensibles las más antiguas. Así, destaca (Ramón Andrés) la posición de John Donne en su Biathanatos, según el cual el suicidio no es un pecado por naturaleza, lo que demuestra con ejemplos bíblicos, así como la (posición) de David Hume, que con gran sensibilidad y respeto consideró el suicidio como signo de madurez e incluso de responsabilidad para el prójimo, contradiciendo la visión aristotélica: el suicida no daña a la sociedad, sino que la sociedad previamente lo ha dañado a él". (Sara Mesa, enero 2016, "Con el morir huir", https://www.criticoestado.es). 

PD: Y ahora mismo me estoy  acordando de otros muchos suicidas que contaron con gran reconocimiento social, como los pilotos kamikazes del ejército nipón en la Segunda Guerra Mundial, o los más actuales "mártires" suicidas de la Yihad islámica.





lunes, 11 de diciembre de 2023

¡ALUD, ALUD!

 

 

Candanchú. ¡Dios mío, qué invierno! Eran las cinco de la madrugada y toda la compañía estaba alborotada. Era un día muy frío de Marzo. Las botas, el anorak, la comida, el colchón, las cuerdas, los esquís, el fusil...¡treinta y tantos kilos!

Era el invierno de 1970 o de 1971, no estoy seguro, téngase en cuenta que escribo ésto a partir de un texto escrito pocos meses después del suceso narrado y que fue publicado en una modestísima revista de montaña (“Cordada”), que de milagro se ha conservado en una de mis viejas carpetas. Estaba impresa a “ciclostil” con una impresora "vietnamita" hace, pues, no menos de cincuenta años. Demasiados para mi mala memoria. Pero sí que recuerdo muy bien que a mayores de mochila, esquís y fusil, llevábamos piolet y que a mí me tocó cargar además con el equipo de radio, que era un armatoste, como una maleta metálica bastante pesada. Eso sí que no se me olvida. Y también recuerdo la imagen peliculera al salir por la puerta del refugio, todavía en plena noche, con algo de niebla y sin luna, todos en fila y alumbrando el camino con nuestras linternas frontales. 

 


Ibamos a realizar la travesía Candanchú-Formigal junto con los alumnos del Curso de Oficiales de ese año en la Escuela Militar de Montaña. Un teniente de la Compañía nos había informado unos días antes y, como locos, nos apuntamos todos los que éramos montañeros, porque solo podían ir quince.

Por aquella época, para hacer el servicio militar voluntario en la Compañía de Esquiadores-Escaladores había que ir avalado por una Federación de Montañismo o de Esquí y presentar un historial de experiencia deportiva, lo que no resultaba fácil para quienes apenas teníamos dieciocho años y más todavía para quien, como en mi caso, veníamos de Valladolid que, como se sabe, es la única provincia sin montañas.

El curso de los oficiales va delante, casi sin peso y mucho mejor equipados. En alegre fila india atravesamos el paso fronterizo. No había guardias y solo un par de perros viejos habían madrugado para recibirnos en terreno francés. No nos calzamos los esquís, la nieve está helada y se anda mejor sin ellos. Hay que cargarlos en la mochila.

Sin duda, me refería al puerto de Somport. Por lo escrito he deducido que aquella travesía la iniciamos por el valle de Astún, hoy ocupado por una estación de esquí que enlaza sus pistas con las de Candanchú. Lo visité hace una década o así y estaba irreconocible para mí, horroroso, lleno de edificios e infraestructuras. Yo lo recordaba como un gran valle solitario y hermoso, con altos ibones en su cabecera, que por entonces recorrí en numerosas ocasiones, en dirección al Midi d’Osseau, el mítico pico de esa parte del Pirineo francés que durante las escapadas de fin de semana escalé por varias de sus vías, con diferentes compañeros, mayormente aragoneses, vascos y catalanes, que allí eran mayoría. Por los datos geográficos del escrito he reconstruido el itinerario que seguimos y por lo que he indagado en internet parece ser que cincuenta años después se ha convertido en una travesía invernal clásica y bastante frecuentada.

Hace mucho frío, pero un sol mentiroso nos engaña asomando por el Col de Bious o d'Anneou. Seguimos la huella de los oficiales. La nieve está blanquísima de madrugada y duele a los ojos cuando el sol la abrillanta. Pasamos por debajo del col de Moins, por el ibón de las Ranas, y vamos ganando altura lentamente. De vez en cuando tenemos que detenernos para no juntarnos con el grupo de oficiales. Ellos no han pasado tantos días en estas montañas y están menos preparados. El sol se ha ocultado detrás de unas nubes hace un rato y sopla un viento fortísimo. Hay un trecho muy duro por delante, son casi cien metros empinadísimos y helados. Hay que tallar cada paso y agarrarse con las manos y el piolet porque la mochila pesa demasiado y el viento amenaza con tirarnos al valle.

Estamos en la rama derecha de una “y” griega, ahora por debajo del col de Bious. Hay una espesa niebla y para colmo ha empezado a nevar. Pronto nos envuelve la ventisca y avanzamos a ciegas. Yo he pasado por aquí anteriormente, pero ahora no sé donde estamos. Hace muchísimo frío y preferimos no detenernos. Ya no hablamos. Procuramos ir todos juntos, porque no se ve más allá de cinco metros y el viento borra las huellas rápidamente. En lo alto del col hemos de tallar de nuevo durante un buen trecho.

Para “animarnos”, un comandante dice que tenemos treinta y dos grados bajo cero. El viento, en lo alto del col, vuelve a ser fortísimo y se cuela por el paño del pantalón. Los pies parecen ser ajenos. Entre la niebla, por un momento me ha parecido ver la silueta oscura e inconfundible del Pic du Midi dÓsseau. Al otro lado del col, a media ladera, lentamente, volvemos a perder altura.

La niebla ha hecho un hueco en este rincón de la montaña. Vemos enfrente, muy elevado, el próximo collado a superar. Habrá que pasar por debajo de un picacho que se ofrece amenazador. La montaña esta preñada de nieve y las laderas empinadísimas de este picacho pueden descargarse en cualquier momento, al menor ruido; todos lo sabemos y nos miramos unos a otros en silencio. Además, en la cima, hay una gigantesca cornisa colgada...hay que tomar todas las precauciones. La larga hilera se alarga más. Subimos pegados a la derecha, evitando la zona que parece más peligrosa en caso de que el alud se produjera. Los oficiales han llegado a la altura del collado, pero para alcanzarlo tendrán que realizar una travesía por debajo mismo de la gran cornisa.

Voy el último, con mucho miedo. Veo por arriba a un teniente que ha iniciado la travesía por debajo de la cornisa, voy mirando las huellas, a los pies del compañero que va delante, prefiero no mirar hacia arriba...no sé qué ha pasado...he escuchado un grito que esperaba, que temía...¡alud, alud!

Corremos, nos tropezamos y caemos, estamos por debajo de su trayectoria de caída. He mirado hacia arriba y he visto la gran lengua blanca y asesina, los tres primeros oficiales que intentaban la travesía han sido atrapados y arrastrados...durante unos segundos he podido ver esquís y  piernas emergiendo de la nieve.

Siempre había imaginado que los aludes se precipitaban rápidamente sobre el valle, y que en caso de verse uno sorprendido por uno de ellos, no daría tiempo de percatarse de nada. Pero aquellos segundos, cuando ya no podíamos correr más y era inevitable el ser alcanzados por el alud, fueron larguísimos, horribles. La avalancha crece, crece y se va ensanchando, todo pasa por la cabeza, pero nunca la idea de la muerte. Es curioso.

El alud caía y parecía no llegar nunca. Casi deseaba que cayera de una vez. Seguí corriendo, volví a tropezar, me ví envuelto de repente entre la nieve. Algunos compañeros que iban delante también eran arrastrados...de pronto...silencio, una gran paz. Vivir. El alud, inexplicablemente, se ha detenido, conservo la cabeza y un brazo fuera de la nieve, pero no me puedo mover, tengo el cuerpo como escayolado por esa gran masa de nieve pesada. El resto de compañeros y oficiales se han quedado paralizados. Reaccionaron rápidamente y enseguida nos desenterraron con las palas de nieve. Un teniente y un sargento no aparecen. A los diez minutos dan con ellos y salen pálidos de miedo. Aún quedan ganas de humor a pesar de todo lo ocurrido. Ahora la nieve ya ha caído y pasamos tranquilamente.

Me refería a la nieve procedente de la gran cornisa, cuyo desprendimiento fue la causa del alud.

Nos calzamos los esquís para realizar el descenso hasta Formigal. Por una larguísima canal, estrecha y oscura. Aún nos caerían dos aludes más a unos cientos de metros por delante de la columna. Gozamos del descenso. Pegados unos a otros bajamos rápidos, rompiendo la nieve virgen. Desde Candanchú han pasado doce horas, fatigosas, horribles y también alegres. Nos detenemos para tomar algunos alimentos en Portalet. Y ¡hasta cantamos! Ha sido un inolvidable día de montaña en estos Pirineos blanquísimos de Marzo.


 PD: Han pasado unos pocos días desde que publiqué este artículo y resulta que en el desván guardábamos una caja metálica, de esas que contenían membrillo y  no nos acordábamos de que estaba llena de viejas fotos, la mayoría en blanco y negro y familiares la mayor ṕarte. Pues entre ellas estaban éstas de Candanchú: 1. Construyendo igloos para pasar la noche durante unas maniobras. 2. Participando en una competición, descenso con el inconfundible Pico de la Zapatilla al fondo. 3. En otra de las muchas competiciones en las que participé. 4. Junto a mi amigo Luis FB  en el patio del cuartel de la EMM en Jaca (nunca antes habían visto por allí a unos escaladores de Valladolid). 5. Con "Cuena" a mi derecha (siento no recordar su nombre), el magnífico esquiador cántabro del que recientemente supe que ha ejercido como profesor de esquí  en Alto Campoo, muy cerca de donde vivo... y yo sin saberlo; y Ramón Otero a su lado, mi amigo y compañero de muchas escaladas, en Gredos, Pirineos, Picos de Europa, Montaña Palentina...y también en algunas de las magníficas paredes que descubrí en las  montañas de su tierra valenciana. Los tres fuimos miembros del equipo de Socorro y también instructores de esquí durante nuestro segundo invierno en Candanchú. Ramón, además, fue padrino de mi primer hijo.


Entre medias, un amigo que leyó esta entrada me ha hecho llegar una publicación sobre la Escuela Militar de Montaña, que me ayuda a recobrar imágenes en blanco y negro de aquella época, que ya tenía medio olvidadas, gracias Jose Luis MG. 


 

 

 


 

viernes, 8 de diciembre de 2023

LA MADRE DE TODAS LAS PASIONES

Leo en el blog de Joaquín Rabassa un texto en torno a Mark Hunyadi y su pensamiento, sobre la tiranía de los modos de vida, sobre la paradoja moral de nuestro tiempo y sobre la “pequeña ética” que actúa como vasalla del sistema. Comienza así: No nos encontramos solo desposeídos de nuestro espacio crítico por la fuerza fatal del sistema, sino que también se espera de nosotros que contribuyamos a su impronta por todos sus poros. Este diagnóstico de una modernidad enajenante no es probablemente original, tras los análisis clásicos de Weber, Heidegger o Habermas; en cambio, la forma que tiene de cumplir este objetivo, lo que llamo la Pequeña ética, quizás arroje luz sobre este fenómeno ya antiguo. Se trata de mostrar su impacto sobre el pensamiento crítico, paralizado como está por esa concepción de la ética, ya que desemboca en la neutralización ética del mundo. Una vez más, puede parecer paradójico hablar aquí de neutralización ética cuando nunca las normas éticas habían estado tan presentes en todos los campos de la acción humana; pero es justamente característico de la Pequeña ética infiltrarse en todos los ámbitos dejando las cosas como están”.


Lewis Henry Morgan y Mark Hunyadi, Ancient Society y Tiranía de los modos de vida


La pasión a la que me refiero con el título de este pequeño ensayo, es la pasión de las derechas  por la Propiedad  y de las izquierdas por el Estado. Es la común pasión oligárquica que hoy vemos hibridarse con gran éxito popular en un fascismo recién actualizado. Es esa patología social que quiere gobernar la tardía modernidad burguesa en una inacabable escenificación, la de un hipertecnologico y transhumano final de los tiempos, en una eterna y teatral representación (democracia burguesa se llama eso) de una lucha de clases institucionalizada y proyectada en sesión contínua, con la misma eterna pretensión de repetición sistémica, por siempre, de LO MISMO. 

Salvajismo, barbarie y civilización son las épocas constituyentes de la historia humana según interpretara en su día el antropólogo estadounidense Lewis Henry Morgan (1818-1881), cuya clasificación permanecerá en vigor, según reconociera el mismísimo Friedrich Engels, hasta que una riqueza de datos mucho más considerable no obligue a modificarla”. L.H. Morgan se ocupó de las dos primeras épocas y del paso a la tercera, a la Civilización. Y tomando como referencia los progresos en la producción de los medios de existencia, consideró a las épocas de Salvajismo y Barbarie subdivididas en tres estadios, inferior, medio y superior, justificándolo por razón de que entre todos los seres, los humanos son los únicos que han logrado un dominio casi absoluto de la producción de alimentos y todas las grandes épocas del progreso de la humanidad coinciden, de manera más o menos directa, con las épocas en que se extienden las fuentes de existencia”.

Tanto Marx como Engels reconocieron haber tomado la obra del antropólogo americano como fuente de su propio pensamiento y también de la teoría materialista de la historia; pero en especial fue Engels quien más claramente reconoció la influencia de L.H. Morgan en su obra “El origen de la Familia, la Propiedad y el Estado”, publicada en 1884, declarando su deuda intelectual con la “Ancient Society” de Morgan, que éste había publicado siete años antes.

El desarrollo de la familia tiene lugar en paralelo a la evolución de la producción de los medios de existencia, cambiando y adaptándose a dicha evolución pero sin llegar a tener una influencia directa en la delimitación de los periodos históricos. Más bien, por lo que deduzco del estudio de las citadas obras, la evolución de la familia se produce en función de los sucesivos cambios en la conformación institucional de la Propiedad y de la sociedad política, o sea, del Estado. Téngase en cuenta que ninguno de estos conceptos son originarios, ni corresponden a estructuras mentales básicas, sino que se fueron formando en una época relativamente tardía de nuestra evolución, con base en el desarrollo y extensión de la ganadería, la agricultura, el comercio y la industria,  por lo que solo en la época que denominamos “Civilización” alcanzan su predominio en las sociedades humanas.

La clasificación de Morgan puede ser sucintamente resumida de este modo: Salvajismo es el período en que predomina la apropiación de productos que la naturaleza nos da ya hechos, mientras que las producciones artificiales de los humanos están destinadas a facilitar esa apropiación. Barbarie es el período en que aparecen la ganadería y la agricultura, cuando la especie humana aprende a incrementar la producción de la naturaleza. Y Civilización es el período en el que los humanos siguen aprendiendo a elaborar los productos naturales pero, sobre todo, es el período de la industria y del arte.

Es obvio que la propiedad solo puede formarse a partir de la experiencia humana, de sus condiciones históricas. Morgan sostuvo que la idea de la propiedad se formó lentamente en el pensamiento humano, permaneciendo embrionaria y débil durante períodos inmensos de tiempo y que fue necesaria toda la experiencia acumulada en los periodos de Salvajismo y Barbarie para que se desarrollara el germen de la propiedad y alcanzara “su dominio como pasión sobre todas las demás pasiones, marcando así el comienzo de la Civilización”.

Así no es de extrañar que le sea atribuida a la Propiedad nada menos que su categoría de concepto inaugural de la Civilización y que, además, sirviera de base al establecimiento de la sociedad política tal como la conocemos, en su forma patriarcal-estatal, algo que sería impensable sin la base de la Propiedad o dominio sobre un Territorio (continente) y de su correspondiente Nación (la población contenida).

Decía Morgan que “un conocimiento crítico de la evolución de la idea de propiedad, comprende la parte más notable de la historia mental de la humanidad”. Como antropólogo estudió el desenvolvimiento de las formas de propiedad, mostrando su lógica interna e indagando tanto en el proceso histórico real que es producido por la propiedad, como en las formas de transición de una forma de propiedad a otra, así como en sus causas, dando cuenta de que en la propiedad se concentra toda la dinámica histórica, por ser  la categoría central que conduce del Salvajismo y la Barbarie a la Civilización, constituyéndose así en el hilo que anuda toda la historia humana en un solo haz, haciendo que la pasión por la propiedad sea la madre de todas las demás pasiones.

Para Marx, según el antropólogo colombiano Luis Guillermo Vasco (*), en tanto que categoría social -y en los términos de L.H.Morgan- la existencia del individuo va unida a la existencia de la propiedad privada y de la Civilización. Es esta propiedad la que diferencia unos de otros los intereses particulares que aparecen en el seno de la sociedad. Para L.H. Morgan solo es verdadera y exclusiva de la Civilización la Propiedad en su forma privada, individual y absoluta.

Para que haya propiedad debe haber algo de lo que apropiarse, sea producido naturalmente o mediante la intervención del conocimiento, la creatividad y el trabajo humano. Sabemos que para los grupos de cazadores, pescadores y recolectores, la tierra fue objeto de posesión pero no de apropiación (que no es lo mismo) y que sus bienes fueron mínimos, reducidos a unos pocos enseres, herramientas y armas muy básicas. Por eso que, como señalara Morgan, la propiedad no fuera determinante de la vida en las sociedades gentilicias, por lo que aunque no podamos desentrañar en qué modo la propiedad opera como estructurante general de la Civilización, sí podemos tomar por cierto que necesariamente ha de ser algo muy esencial en un tipo concreto de sociedades "políticas", como las actuales, organizadas a partir de “un territorio/una nación”, eso que conocemos como Estado-Nación-Capitalista-Moderno.

Obsérvese que en la época que denominamos con el término “modernidad”, el modelo de sociedad  es único y que lo es a escala global, que no hay ninguna comunidad humana que no forme parte de un Estado-Nación, con su correspondiente territorio nacional y cuya única variedad posible solo puede darse en su forma "política" (dictadura, democracia, monarquía o república) y sus combinaciones,  adoptadas por cada oligarquía “estatal”, por interés exclusivo de esa clase de propietarios y/o gobernantes, que son el sujeto realmente Soberano en cada país o territorio “nacional”. En esta forma política, la economía o modo de producción, necesariamente, solo puede ser subsidiaria y funcional al principio jerárquico impuesto por la clase dominante,  propietaria y titular del aparato cohercitivo-estatal. Esta forma de economía solo puede ser capitalista en cualquiera de las tres variantes ideológicas surgidas de la revolución burguesa (esa época que identificamos como “modernidad”), es decir: 1, capitalista al modo “privado” del liberalismo; 2, capitalista al modo “público-estatal” del socialismo y 3, capitalista al modo “híbrido” del fascismo (capitalismo estatal-nacional-socialista).

Hablamos, pues, de una forma político-económica única, hablamos de estatal o nacionalcapitalismo, de un sistema o modo de vida determinado y fundado en la Propiedad o Dominio conjunto: de los medios “económicos” de producción (la tierra, junto al trabajo y al conocimiento humano) y del medio “político-militar”  (el Estado-Nación-Capitalista-Moderno) que sirve al dominio y control de los individuos y las comunidades humanas.

La gran confusión al respecto proviene del uso del término “capitalismo” impuesto por los partidos autodenominados “de izquierdas”, que ignoran la forma estatal del capitalismo (erróneamente tomada como “pública”) y limitando este uso a la forma privada o liberal del capitalismo. El propio término “de izquierdas” es también extremadamente confuso, cuando de modo general refiere a facciones o “partidos” que en esencia propugnan la misma ideología políticoeconómica que las facciones “de derechas”, compartiendo ambas facciones del mismo sistema una común ideología que, con sólido fundamento tan teórico como empírico, bien podríamos denominar totalitarismo estadocapitalista

Esta confusión es la que explica por qué -gane quien gane en la contienda electoral entre izquierdas y derechas- siempre quede asegurada la continuidad y reproducción del sistema único. Algo más de tres siglos de Modernidad avalan este juicio, más aún en esta fase “posmoderna” o “tardía” que nos ha tocado vivir, que no puede ser más caótica, cuando por primera vez y a escala de especie, compartimos un mismo y fatal presentimiento de acelerado progreso, hacia una extinción que se nos presenta como inevitable.

Pues bien, pienso que ésto es así solo si consideramos que esta época no es transitoria y solo si creemos que es inevitable este modo de vida o sistema en que vivimos atrapados, esta civilización de la Propiedad y el Estado. Resumo: solo es inevitable si nos creemos las narrativas nihilistas que profetizan un futuro necesariamente transhumano, sea como feliz corolario de la evolución humana, sea al modo apocalíptico en la versión patológica del conspiracionismo.

Este sistema o modo de vida es impensable sin la condición precedente de un poder de clase dominante, fundado en el dominio o “propiedad” ejercida por la clase social de propietarios y/o gobernantes sobre la tierra y sobre todas las formas de vida, incluida la humana, gracias a la institución totalitaria del tandem Propiedad-Estado, esa moderna institución, necesariamente simultánea y violenta, que consiste en el robo o apropiación en exclusiva de aquello que, como la Tierra, el Trabajo y el Conocimiento humano, durante cientos de miles de años fueron medios de uso, bienes-comunales-universales, desde los orígenes de nuestra especie hasta la reciente o moderna civilización de la Propiedad y el Estado.

En esta época de la tardía modernidad, considerar transitorio este orden de la Dominación en que vivimos es por sí un pensamiento subversivo y revolucionario, que contradice al pensamiento dominante fundado en la idea fósil de que el modo de vida propiamente humano no puede ser otro que el estructurado en torno a los principios de Propiedad y Jerarquía. Incluso en su forma más avanzada, como “democracia representativa”, no alcanza a ser más que un sucedáneo y pálido reflejo de verdadera democracia o autogobierno, de un orden racional que si cierto es que solo existió muy limitadamente, en muy contadas y fugaces ocasiones, eso no justifica nuestra renuncia a pensarlo y, ¿por qué no?, a intentarlo.

Se equivoca de raíz quien piense que tal tarea está reservada a personas “sabias y expertas”; tal pensamiento nos hace intelectual y políticamente “muertos”, sujetos a la tiranía de un modo único de pensar y vivir, entretenidos con "estilos" de vida (no confundir con modo o sistema) que funcionan como jaulas de hamster y que nos remiten a la gran paradoja ética de nuestro tiempo. Véase cómo nunca antes se le adjudicó tanta importancia a la ética, hasta el punto de resultar asfixiante para nuestra vida social la exigencia de una ética asociada al criterio de corrección política. Y sin embargo -aquí está la monumental paradoja- esta exigencia ética convive con una colosal impotencia frente al curso de nuestro único modo de vida, al que asistimos en una obligada y pasiva condición de “espectadores”.

Tan es así que hoy nos parece imposible siquiera el plantearnos la pregunta “qué mundo queremos?”, cuando todos los procesos de producción y reproducción social nos vienen dados, impuestos por la institución conjunta de la Propiedad y el Estado, determinando absolutamente nuestro modo de vida, sin posibilidad alguna de transformación real, no digamos de participación por parte de los afectados,  individuos y comunidades.

A esa situación se refiere Mark Hunyadi cuando habla de “la paradoja ética de nuestro tiempo”, cuyo resultado es precisamente una imposible ética contemporánea, que nos impide abordar los nuevos y gravísimos problemas del mundo en que vivimos, los que conforman una inmensa crisis sistémica, múltiple y polimorfa, ética, ecológica, climática, demográfica, económica, política...de tal modo que nos sentimos forzados a desentrañar las razones de esta paradoja, que  a escala de especie nos sitúa en un dramático filo divisorio entre dos alternativas: entre esa impotencia ética antes referida y la potencialidad de una ética integral como instrumento revolucionario, de transformación radical, individual y social, de nuestro actual, global y único sistema-modo de vida.

Nota:

(*) Luis Guillermo Vasco, Lewis Henry Morgan. Confesiones de amor y odio”, 1994.