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jueves, 4 de diciembre de 2025

EL MAÑANA QUEDA ANULADO


De morir ahora, diría: "¿eso fue todo?", o "no he acabado de comprenderlo", o también: "resultó un tanto ruidoso" (Kurt Tucholsky, 1890-1935)


La frase que me sirve para titular esta entrada, en realidad  corresponde al primer capítulo de "Ahora", el panfleto del Comité Invisible publicado en castellano en 2017 por la editorial Pepitas de Calabaza y que así comienza:

"Todas las razones para hacer una revolución están ahí. No falta ninguna. El naufragio de la política, la arrogancia de los poderosos, el reinado de lo falso, la vulgaridad de los ricos, los cataclismos de la industria, la miseria galopante, la explotación desnuda, el apocalipsis ecológico...no se nos priva de nada, ni siquiera de estar informados sobre ello. Clima: 2016 bate un record de calor, titula Le Monde, ahora ya como casi todos los años. Todas las razones están reunidas, pero no son las razones las que hacen las revoluciones; son los cuerpos. Y los cuerpos están delante de las pantallas".

Sin duda que se quedaron cortos los anónimos autores de ese panfleto. Puedo entenderlo, porque en la fecha  en la que lo escribieron faltaban tres años para la pandemia del Covid19, aún no habían comenzado las guerras de Ucrania y Gaza, y por entonces solo se intuía el tsunami neofascista que a día de hoy se extiende por todo el mundo desde que tuviera lugar la primera victoria electoral (en el mes de enero de 2017) del impresentable presidente republicano de los EEUU, el supermillonario empresario capitalista  Donald Trump.

 

 * * * 


La desaparición del deseo y del tiempo: a lo que sigue la desaparición de sí mismo.

Sí, estoy muy de acuerdo en eso, la revolución hoy necesaria no es posible mientras los cuerpos estén a otra cosa, en las pantallas...el antropólogo francés David le Breton (*) afirma en su libro "La desaparición del deseo" que "si hubiera que señalar a un único culpable de la desaparición del deseo, no dudaría en apuntar al asesino más deseado del mundo: el teléfono móvil. Y, con él, a sus cómplices inmediatos: las redes sociales e internet. Una sobredosis digital tan invasiva como letal". Y explica muy bien cómo el teléfono móvil contribuye decisivamente a liquidar el deseo humano, advirtiendo que "nos adentramos en una sociedad fantasmal donde, incluso en las calles, los ojos se clavan en las pantallas, en un gesto de adoración perpetua"..."Nunca hemos comunicado tanto, pero nunca hemos hablado tan poco entre nosotros".

En los años 90, con Internet y luego la generalización de los teléfonos "inteligentes" vimos acelerarse una gran acumulación de nuevas tecnologías, que no ayudaron a reducir el tiempo de trabajo, ni el cansancio o la tensión asociadas al mismo, sino que en realidad contribuyeron a incrementarlos. Todo ello está produciendo una escasez de tiempo  y el sentimiento de estar atrapados en una "carrera contra el tiempo" que no para ni cuando estamos agotados, teniendo la sensación de estar corriendo en una cinta sin fin que nunca se detiene, ni cuando estamos más agotados. Nos esforzamos en ganar tiempo, sólo para descubrir que cada vez tenemos menos tiempo.

Desaparecer de sí

Este es el título del último libro de David Le Breton, donde dice que "en un mundo marcado por las obligaciones, las exigencias, los compromisos, la apariencia, por la búsqueda frenética de sensaciones, surge el deseo de ausentarse. El individuo no cesa de renacer nunca. Cambia para seguir siendo el mismo. Y puede llegar a sentir la tentación del abismo, o al menos la de desaparecer, la de ser alguien distinto o, a la inversa, multiplicarse".

Es frecuente que a veces tengamos ganas de incomunicarnos, de no querer ni siquiera participar en el presente, sin proyectos ni deseos, prefiriendo ver pasar la vida desde una orilla, como algo ajeno...son ganas de ausencia que afectan cada vez a más mujeres y hombres corrientes, un deseo de desconexión y de hacernos invisibles. Es algo que nos deja fuera del tejido social, al menos por un tiempo, pero que, paradójicamente, experimentamos como una necesidad, para seguir viviendo. Esas ganas de desaparecer es un sentimiento muy contemporáneo, que llevado a su extremo explica el incremento del suicidio en la adolescencia, tal como analiza muy bien David le Breton en el libro de referencia. Me impactó especialmente lo que dice al respecto: "los jóvenes no buscan en el alcohol la euforia de la borrachera, sino el coma etílico para dejar de estar presentes".

 

Nada piensa quien nada espera (o des-espera)

Pensar no se lleva, ahora más bien se vocea, se llora o se berrea, porque ante la acelerada actualidad que nos pasa de continuo por encima, no se está en disposición de esperar nada,  el poco tiempo del que disponemos tan solo nos da  para una reacción emocional instintiva, primaria, que como mucho comporta una respuesta escueta, condensada en unos pocos caracteres...y así, el tipo humano medio, el cliente habitual de las redes sociales y los massmedia, tiende a ser un típico bocazas, alguien que no esperando nada, lo quiere todo de inmediato y por eso prescinde de toda necesidad de reflexión (no hablemos de  pensamiento estratégico). Lo que hace este bocazas se parece mucho a lo que hacen los recién nacidos cuando sienten hambre, que solo sienten y solo atienden a su instinto animal más primario, no esperan, y por eso no piensan,  su única urgencia  es la de comer cuanto antes; en esa des-esperación  solo les sale llorar o berrear, y viéndose en su absoluta precariedad y soledad no pueden esperar, ni tampoco pensar.

Tras el nacimiento, y conforme se va desarrollando la capacidad de pensar a lo largo de los  meses y años siguientes, a la par irá creciendo la capacidad de espera. Sin temor a equivocarnos, podríamos decir que nuestra capacidad de pensar está directamente relacionada con las capacidades de espera y elección, ante el apremio de nuestros instintos animales más primarios. Al fin y al cabo, la vida es estar siempre esperando cosas, sea a corto plazo o a largo; y cuando se van consiguiendo, enseguida aparecen nuevas razones: para pensar y seguir esperando. 

A pesar de la que está cayendo,  intuyo que vamos siendo algo más de cuatro gatos quienes pensamos que nuestras sociedades no podrán continuar durante muchos años con su actual inercia autodestructiva, la que nos organiza jerárquicamente (por razas, sexos y clases sociales), en  identidades divisorias y aislantes, en sumisas multitudes de espectadores/clientes adictos al espectáculo tecnológico, en sociedades ruidosas e infoxicadas, privadas de tiempo para la reflexión y la conversación, como también para el silencio...porque así, ¿qué alternativa puede imaginarse, cuando nada se piensa, porque nada se espera...cuál que no sea la de llorar o berrear o, aún peor, el gobierno imperial de los bocazas? 

Este es el desafio al que estamos emplazados:  la política no puede limitarse a un ejercicio administrativo y de control de la vida, sino que está obligada a cuestionar y resistir activamente contra las estructuras del Poder que la reducen a mera biología domesticada y controlable. Nada justifica la necesidad de vivir aisladamente, encerrados en nuestras pobres individualidades, condenados a vivir clasificados y estabulados en granjas urbanas, con nuestra existencia reducida a una  permanente competencia y lucha por la supervivencia, entre individuos, sexos, clases, empresas,  mercados y naciones/estado.

En esta encrucijada evolutiva, como especie disponemos de conocimiento y experiencia histórica suficiente para entender que ninguna de las ideologías políticas procedentes de la Modernidad  burguesa está a la altura de los singulares desafíos de la época en que vivimos. Cierto que ninguna generación de las precedentes pudo saber lo que hoy sabemos nosotros, que  nunca antes nuestra especie tuvo a mano tecnologías tan avanzadas y que, además, nunca como ahora se dio la posibilidad de una mínima conciencia global, a escala de especie. Es en esta encrucijada, en un   contexto histórico tan singular y tan agónico como distópico,  cuando nos convendría, pienso yo,  ponernos en espera activa de un futuro mejor, comenzando por pensar en lo que ahora -como individuos y como especie- nos es más urgente y esencial: en cómo salir de ésta.

 

* * *

 

Y ahora, por favor, que levanten una mano los "communitas" presentes en esta sala...nadie... o ni caso...han debido entender otra cosa, quizá algo así como "comunistas"...¿o es que el auditorio está lleno de "inmunitas"?

Las palabras en latín "communitas" e "immunitas" refieren a conceptos filosóficos y  políticos acerca de la organización de la vida en común, son dos modos de entender la relación entre las personas y el cuerpo social, que entendemos como polos opuestos o dialécticos, sobre todo a través de la obra del filósofo italiano Roberto Esposito.

"Communitas" proviene de cum (con) y munus (con el significado de don: deber u obligación), que implica una relación entre los miembros de una sociedad, por la que éstos comparten un "munus", una obligación mutua. No se trata de una propiedad que se posee (como un territorio), sino que es una relación de radical coexistencia y de identidad abierta, del individuo hacia el otro y plural. Asi, la comunidad se define por este "tener en común una obligación mutua".

"Immunitas" proviene de munus (carga u obligación), con el prefijo privativo in- (no). Significa estar exento de la obligación del munus (ya sea personal, fiscal o civil). Representa la protección y la negación de esa deuda compartida que define a la communitas. Es un mecanismo de defensa que busca preservar al individuo o al cuerpo social de los riesgos que son  inherentes al "estar-en-común", riesgos como  el contagio, la violencia o la pérdida de identidad. El paradigma inmunitario busca neutralizar las amenazas mediante la exclusión o el control, como se ve en los sistemas jurídicos, políticos y también en los biológicos mediante el uso de vacunas. 

La política del Orden Dominante (estatal/nacional/capitalista/moderno) está dominada por el paradigma inmunitario, según argumentara Roberto Esposito; y es así, porque la comunidad (communitas), para este Sistema implica una exposición y  un riesgo muy radical, del que necesita protegerse mediante dispositivos inmunitarios. En resumen: mientras que la communitas supone exposición a una vulnerabilidad compartida por razón del munus,  la immunitas supone la exención de esa exposición mediante mecanismos de  aislamiento y control, a modo de vacunas que suponen la liberación de  la obligación comunitaria (del munus), una especie de "privilegio" que mantiene al individuo aislado de la comunidad.

Tal como yo lo entiendo, el Sistema que organiza el aislamiento social del individuo, que le deja  inerme, desvalido y solo ante el poder de la clase dominante, se sostiene no solo por la fuerza de su estructura legal/militar, sino también y sobre todo con fundamento en su primitiva y salvaje ideología que fija la Propiedad junto a la Fuerza Bruta como fuentes de Libertad, una ideología que tiene una antigüedad neolítica y que todavía es  compartida por la mayoría de nuestra especie, que aspira a vivir con la misma libertad que exhiben aquellos humanos que, por herencia o por mérito propio, llegan a formar parte de la clase dominante integrada por propietarios y gobernantes. 

Pero, si pienso que este Sistema tiene sus días contados, es precisamente porque advierto claros síntomas de que la ideología estatalista que lo sostiene (tanto en su versión neoliberal como socialdemócrata),  comienza a disiparse por efecto de su propia entropía. De ello, la prueba más sólida es el auge de los  movimientos neofascistas e hipernacionalistas que vemos extenderse por todos los continentes como una plaga, buscando irracionalmente el repliegue nacionalista de los capitalismos locales, ahora que ven como la Globalización Capitalista, en su crisis terminal  ya no da más de sí.

 

Nota:

 (*) David Le Breton (1953), nacido en Le Mans, es sociólogo y antropólogo, profesor en la Universidad de Estrasburgo,  miembro del Laboratorio Interdisciplinar de Estudios Culturales y del Instituto Universitario de Francia. Es autor de numerosos ensayos y libros  como "Antropología del cuerpo y modernidad", "Antropología del dolor" o "El silencio". Ha publicado también numerosos artículos en revistas y obras colectivas. Es uno de los autores contemporáneos más destacados en materia de estudios antropológicos. En castellano han sido publicados, por la editorial Siruela, sus libros: "Elogio del caminar", "La sociología del cuerpo", "Caminar la vida" y "Desaparecer de sí". 

En 2023 publiqué en este mismo blog un texto con referencias a una de sus libros más leídos, "Elogio del caminar":

https://blognanin.blogspot.com/2023/10/del-escalar-o-caminar-montanas.html

domingo, 28 de septiembre de 2025

SER CONTEMPORÁNEOS

 

 

Contemporáneo es quien percibe la oscuridad de su época (Giorgio Agamben)

  

¿Qué es ser contemporáneos? fue la pregunta que guió uno de los seminarios de filosofía que Giorgio Agamben (1) dictó en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia. En su definición de lo contemporáneo, plantea que se trata de una particular relación personal con el propio tiempo en que se vive, y que contemporáneo es quien teniendo la mirada fija en ese tiempo, más que sus luces percibe sus sombras.

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Junto a otros notables expertos en historia antigua, el alemán Christian Meier (1929) ha explicado que fue en la Atenas del siglo de Pericles (V a.C.) cuando tuvo lugar un cambio trascendental en el modo de definir la pertenencia social de los individuos. Si hasta entonces (el momento histórico que coincide con el orígen de la Democracia en Atenas) los individuos se incluían en la ciudad/estado (la polis) mediante su status social y, por tanto, con una gran diversidad de condiciones al interior de la misma clase dominante, constituida por “hombres libres”: grandes propietarios, comerciantes, campesinos, militares, sacerdotes, artistas, filósofos….con este nuevo modo de participación social (democracia) surgía el concepto de “ciudadanía” para definir esta especial relación social que denominamos como “política”. Pero siempre conviene recordar que ya en sus orígenes esta “política” de la democracia excluía de participar a las mujeres, a los extranjeros, a los sirvientes y a los esclavos, que constituían la mayoría de la población ateniense. Esta restringida participación “popular” tenía efecto en instituciones como la Ecclesia (la asamblea popular), la Bulé (o “consejo de los 500”) y la Heliaia (tribunal de justicia). En estas instituciones los cargos públicos eran temporales y. en su mayor parte, elegidos por sorteo.

Comparto con Giorgio Agamben que la vida humana no es política por sí, sino más bien pre-política, o mejor todavía, "impolítica". Y que lo político (de “polis”, ciudad) corresponde al orden de lo excepcional: eso que etimológicamente significa “excluir algo e incluirlo mediante su exclusión misma”. Por eso que la vida, impolítica por sí, sea excluida de la ciudad y mediante esta exclusión va a ser incluida y politizada...así, debe ser politizada para convertirla en fundamento del sistema político (el estado-nación-moderno).

Agamben ha definido muy bien el nivel estructural del “estado de excepción”, como la operación subterránea del poder que produce y articula la vida humana como “nuda vida”, esa cosa extraña que no hay que confundir con la vida natural, porque solo es la vida escindida de sí misma e incluida orgánicamente -ésto es la biopolítica- en el sistema de dominación.

Siguiendo la estela del filósofo romano, sostengo que en el mundo contemporáneo ”el estado de excepción”, que siempre fue una suspensión temporal, ahora está integrado como norma, se ha vuelto permanente e institucional, perfectamente integrado en el funcionamiento ordinario del poder político. El estado de excepción es, en palabras de Agamben, “la matriz oculta del orden político contemporáneo”, en el que la vida misma se convierte en objeto del poder.  

Oculta es, por ejemplo, la verdadera propiedad estatal de las tierras y demás “propiedades” incluidas al interior de las fronteras de todo Estado. Porque, sea cual sea la titularidad “legal” de las mismas, el Estado tiene reservado para sí un excepcional poder de expropiación -igualmente “legal”- sobre cualquier propiedad, lo que justifica mediante un supuesto “interés público” que solo puede ser determinado por el propio Estado, lo que da pie a erigirse en “propietario absoluto”, al tiempo que representante y defensor supremo de un "interés público” que de este modo queda perfectamente identificado con el interés del Estado.

Estos poderes absolutos, de excepción y expropiación, que definen al estado-nación-moderno, constituyen ese oscuro espacio de indeterminación entre la democracia y el absolutismo, tal como lo viene proponiendo Agamben (aunque éste lo refiere solo al estado de excepción): “Occidente ha construido un estado de excepción que no es una dictadura, sino un espacio vacío de derecho, un vacío jurídico, es decir, una zona de anomia en la cual todas las determinaciones jurídicas son desactivadas”, algo que viene a ser como una perversa e íntima solidaridad entre democracia y totalitarismo.

Pues bien, además del estado de excepción, yo añado también el “poder de expropiación”, vengo haciéndolo desde que estuve convencido de que el exclusivo derecho de propiedad, ejercido sobre la Tierra y el Conocimiento humano (lo que en su conjunto yo considero "comunales universales"), es la cuestión nuclear del orden político dominante, ya desde sus remotos orígenes neolíticos, que así extiende su excepcional y absoluto derecho de apropiación sobre todas las formas de vida, incluyendo la vida humana, lo que Foucault denominara “biopolítica”.

Nunca mejor que con ocasión de la última pandemia, hemos podido ser testigos directos, a escala de especie, del excepcional poder absoluto del estado-nación-moderno. Pienso que nuestras sociedades todavía no son conscientes de la real trascendencia histórica, de alcance universal, que tuvo la gestión del estado de excepción durante la pandemia de la Covid19, por la generalidad de los Estados. Ni tampoco es percibida todavía la conexión, que a mi entender se da, entre aquel estado de excepción generalizado y el auge actual del totalitarismo de extrema derecha en sus variantes neo-demo-fascistas. Estoy seguro de que en los próximos años se tendrá la perspectiva histórica suficiente, que pondrá en claro que esta coincidencia no es casual, por mucho que se quiera soslayar por quienes en su día se plegaron sumisamente a la burda aplicación del estado de excepción: a grosso modo o manu militari, pasando por encima de todo debate político y científico, en flagrante contradicción con los propios principios liberales del Sistema, y burlando tanto el método científico como el democrátrico.

Al respecto de esta pandemia, pienso que Agambén acertó en calificar al estado de excepción aplicado entonces como puro y ciego totalitarismo estatal, al tiempo que se equivocó, a mi entender, cuando calificó a la covid-19 como una gripe normal. En aquellos momentos de confinamiento, con la distancia social como norma, que acabó marcando mi propia vida en modo que nunca pude imaginar, me interesó mucho la “filosofía del contacto” que iniciara Agamben con una conferencia publicada a principios de 2020 en el sitio web de la editorial “Quodlibet”, que comenzaba así:

Dos cuerpos están en contacto cuando se tocan. ¿Pero qué significa tocarse? ¿Qué es un contacto? Giorgio Colli ha dado una aguda definición afirmando que dos puntos están en contacto cuando están separados sólo por un vacío de representación. El contacto no es un punto de contacto, que en sí mismo no puede existir, porque cualquier cantidad continua puede ser dividida. Se dice que dos entes están en contacto cuando no se puede insertar ningún medio entre ellos, es decir, cuando son inmediatos. Si entre dos cosas se establece una relación de representación (por ejemplo: sujeto-objeto; marido-mujer; amo-siervo; distancia-cercanía), no se dirá que están en contacto; pero si se pierde toda representación, si no hay nada entre ellas, entonces y sólo entonces se podrá decir que están en contacto”. Es una explicación con alto riesgo de abstracción, contra el que el propio Agamben propuso volver al punto de partida para interrogar a “ese sentido más humilde y terrenal que es el tacto”.

Así, continuaba esa conferencia diciendo que “mientras que con la vista no podemos ver nuestros ojos y con el oído no podemos percibir nuestra facultad de oír, con el tacto tocamos nuestra propia sensibilidad, al tocar y ser tocados. El contacto con otro cuerpo es, por lo tanto, a la vez y en primer lugar también contacto con nosotros mismos”.

Es así como mediante el tacto se genera algo parecido a un sujeto, que en los demás sentidos solo está supuesto en modo abstracto. Esto me pareció muy importante: nos experimentamos a nosotros mismos por primera vez cuando al tocar otro cuerpo, tocamos a la vez nuestra propia carne”. Por eso que en caso de abolir todo contacto, si se impusiera entre nosotros la norma de distancia social, no solo perderíamos la experiencia de otros cuerpos, sino, sobre todo, perderíamos toda experiencia de nosotros mismos: nuestra carne, nuestro propio cuerpo. Sí, porque en esta visión humanista del contacto humano, el sujeto es creado por la afección que recibe por su relación con otro cuerpo-sujeto. Se trata, pues, de una ontología radicalmente diferente: “si hubiera un sujeto de lo político sería aquel que es afectado por la relación entre los cuerpos”. 

*** 

Del pensamiento de Agamben me interesan mucho sus reflexiones acerca de la revolución como “poder destituyente”, que él define no como una forma de abolición o de acción, sino como “la construcción de una forma-de-vida”. Se trata de la destitución de las obras del poder, de desobrarlo, no simplemente de su abolición. Si fuéramos capaces de pensar un poder como potencia puramente destituyente, llegaríamos tal vez a romper la dialéctica entre poder constituyente y poder constituido que ha sido, como ustedes saben, la tragedia de la Revolución”. De todas las revoluciones, hasta ahora, añado yo por mi cuenta.

Argumenta Agamben que “el poder denominado democrático se funda de hecho en la ausencia del  pueblo. Podríamos llamarlo "ademia", ausencia del demos o pueblo. La democracia que tenemos enfrente es algo que se tiene a través del mecanismo ridículo de la representación, que ha capturado la ademia, la ausencia del pueblo en su centro”. Y continúa: la verdadera anarquía no es nada más que la destitución de la anarquía del poder. Y es por ésto que nos sea tan difícil pensar la anarquía como autogobierno, porque al pensarla vemos lo que el poder hizo de ella: una guerra de todos contra todos, un puro desorden…”

A propósito de la construcción de una forma-de-vida destituyente, dijo Agamben que Tiqqun había desarrollado esta definición de manera muy interesante en tres tesis: 1) La unidad humana no es el cuerpo o el individuo, sino la forma-de-vida. 2) Cada cuerpo es afectado por su forma de vida como por un "clinamen", una atracción, un gusto. 3) Mi forma de vida no se relaciona con lo que yo soy, sino con cómo soy lo que soy. Y añadía Agamben, como esclarecimiento y a mayores de la definición de Spinoza (de los seres singulares como “modos” del ser), que  esta sustancia del ser no es más que sus modificaciones, su Cómo.

El “arjé” (del griego) refiere a ese principio fundamental o sustancia primordial de la cual se creía que todo lo que existe se origina y de la cual depende para su existencia. Según pienso, los filósofos presocráticos buscaban inútilmente este arjé para explicar el origen y la naturaleza del Universo, entendiendo que es el elemento que permanece a pesar de los cambios y que sirve de fundamento para toda la realidad. Así, tomando por ejemplo a filósofos presocráticos, Tales de Mileto creía que el arjé, como principio de todo, era el agua; Heráclitó pensó que era el fuego y Pitágoras pensó que el número es el fundamento de todo lo que existe.

A propósito del orígen o arjé, es digno de mención el pensamiento de Orígenes Adamantius (más conocido como Orígenes de Alejandría) (2) y su doctrina denominada “origenismo”, que afirmaba la preexistencia de las almas, anterior a la creación del Universo, y su evolución mediante la encarnación (tomando un “cuerpo”), teoría que fue rechazada por la Iglesia en el Concilio de Constantinopla, tachada como herejía. Según Orígenes, la “vida”, como proceso de encarnación, fue el modo de castigo divino por el pecado original de desobediencia, una especie de proceso disciplinario necesario para restaurar su original estado angélico o espiritual. Es este concepto de la vida como encarnación y castigo disciplinario lo que hace de Orígenes un filósofo contemporáneo del tiempo que le tocó vivir, a caballo de los siglos II-III, en plena decadencia del imperio romano. A diferencia de los filósofos cristianos de su época, Orígenes no pensó en un infierno eterno como castigo, más bien argumentaba que al final de los tiempos, todos se salvarían, incluso el mismo Satanás, considerando al infierno una fantasía humana contradictoria con el Evangelio.

Y antes que Orígenes, en el siglo previo a nuestra era, Tito Lucrecio Caro (99-55 a. C.) en su poema “de rerum natura” (de la naturaleza de las cosas) rechazaba las posiciones platónicas y pitagóricas acerca de la reencarnación y la inmortalidad del alma, entendiendo la muerte como “el fin de la capacidad de percepción”.

La idea religiosa de un Apocalipsis con Juicio Final se ha hecho contemporánea en modo de Colapso y Crisis sistémica. Pero no hay que olvidar su persistencia a lo largo de la historia humana. El mismo Agamben pone como ejemplo la carta del arquitecto del renacimiento florentino Filippo Brunelleschi, quien vivió de 1377 a 1446, en la que escribiera: «vivimos en una época en que todo se derrumba. En ninguna parte hay un talento a la vista». 

Así que la idea de vivir en un “permanente fin de los tiempos” parece ser una constante idea religiosa, concretamente cristiana, consistente en distribuir a la gente -tras el juicio final- según su grado de sumisión a la ley divina: unos al cielo y otros al infierno. Para ilustrarlo, Agamben ponía el ejemplo de un Santo Tomás para quien una de las grandes alegrías del paraíso consiste en disfrutar del castigo de los pecadores, poniendo este “entretenimiento celestial” en relación con el éxito actual del cine sanguinolento o “gore”. Y yo añado también a todos los espectáculos especializados en catástrofes, apocalipsis y distopías de todo tipo.

Parece que toda esta Cultura del Colapso sirviera de preparación a un futuro próximo en el que, como los portentosos indicios que ya contemplamos a diario en medios y redes sociales,  nos van  acostumbrando a la banalidad orgánica del mal, biopolíticamente atados a un  Estado habitual de  excepción y expropiación permanente...una sistémica y sostenible lucha de clases, crisis, colapso...distancia social y ausencia de comunidad al cabo. O sea, como en la pandemia.

Notas:

(1) Giorgio Agamben (Roma, 1942) es un filósofo contemporáneo, que acaba de cumplir 82 y que,como nosotros, está siendo testigo de la decadencia del último gran imperio, a caballo de los convulsos siglos XX-XXI: el imperio del occidente euroamericano, que con toda seguridad será mucho más efímero que el romano y que pasará a la Historia etiquetado como cristiano (como el imperio romano), además de liberal-burgués, colonial y capitalista.

(2) Orígenes Adamantius (Alejandría, c. 184-c. 253) fue un filósofo, cristiano y hereje, que vivió a caballo de los siglos II-III de nuestra era, siendo testigo directo del comienzo de la decadencia del imperio romano que fundara Augusto César en el 27 a.C. y que colapsaría en pleno siglo V, cumpliendo así cerca de 500 años de existencia.

martes, 17 de junio de 2025

5º ANIVERSARIO DE LA PANDEMIA. Cuadernos y Manifiesto: para el colapso del capitalismo y contra la ilusión estatal

 

 

El 14 de marzo de 2020 el Gobierno socialdemócrata de Pedro Sánchez aprobó la declaración del estado de alarma en todo el territorio del estado español, para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por la COVID-19. Estamos, pues, en el 5º aniversario. El estado de alarma se prorrogó hasta las 00:00 horas del día 21 de junio de 2020, así que el próximo sábado se cumplirán 5 años del final del confinamiento.
 
No soy la única persona a la que le llamó la atención la fácil sumisión de la gente de izquierdas, al estado de alarma dictado por el gobierno de Pedro Sánchez. Con todo, olvidar y pasar página de aquello, le está siendo mucho más fácil a la gente alineada con las derechas que a la gente de izquierdas. Tiene su lógica porque, en general, la gente de pensamiento conservador está mejor adaptada a vivir en estado de sumisión, ya que para estas personas la jerarquía y las clases sociales constituyen su orden social "normal" y "natural”. La ausencia de crítica y resistencia por parte de las izquierdas fue acompañada de una hábil instrumentación política del sector social más friki y folklórico, me refiero a los "pisanubes", terraplanistas y conspiranoicos, a los que el discurso estatal convirtió en la única y oficial oposición a una gestión de la pandemia llena de contradicciones, tintes totalitarios y explicaciones pseudocientíficas, que mucha gente tragó para no ser relegados al cajón de los conspiranoicos. Conspiranoicos o pisanubes, sí, pero de ninguna manera conspiradores. No, porque ese espacio está desierto desde hace ya muchos años: nadie mínimamente organizado conspira hoy contra los poderes del sistema capitalista dominante, los visibles y los ocultos, nadie contra sus gobiernos y estados, nadie desde que el Sistema lograra integrar completamente a todas las oposiciones, incluidas las izquierdas de todo tipo, que dejaron de cuestionar al aparato "Estado" sin llegar a comprender que éste no es sino la forma política del Sistema. 


Nadie de ese espacio ideológico queda hoy que cuestione el sistema capitalista en su integridad, nadie que cuestione la Ley de la Propiedad capitalista que instituye y sacraliza el robo de los bienes comunales universales, de la Tierra y el Conocimiento. Nadie mínimamente organizado que conspire contra un sistema cuya forma política es el estado-nación-moderno, la misma que tanto adoran liberales, como fascistas y estalinistas. Nadie que conspire...y mucho menos durante la pandemia, cuando  izquierdas y derechas coincidieron en una misma veneración, sumisa y hasta religiosa, por el aparato político (el Estado) del Sistema. 

Definitivamente, el conjunto de las izquierdas sigue intentando algo tan imposible como resucitar a una clase proletaria ya inexistente; y buscando la confrontación escénica con un simbólico enemigo de clase, la burguesía, que si lo fue, ahora es mucho más: TODO UN SISTEMA, toda una sociedad global estratificada en dobles segmentos, como clientes y contribuyentes. Ya tenemos bien aprendido eso de que  "el Estado y el Mercado somos Todos". Toda una sociedad  fragmentada con su pensamiento único y su propia forma de vida capitalista,  de individuos agregados en masa, todos tratados como  los "idiotes" del   ejemplar modelo de la democracia griega,  en la que solo podían decidir los propietarios y sacerdotes, quedando excluida la mayoría social compuesta por siervos, esclavos y todas las mujeres.  Toda una sociedad tratada, al igual que entonces, como idiotas asociales, necesariamente apolíticos e irresponsables,  tal como hoy corresponde a las ficticias democracias estatales y parlamentarias, todas liberales y sucedáneas o "representativas".

De ahí la proverbial desorientación programática y estratégica de todas las izquierdas, y su confusión  con las políticas liberales e identitarias,  que tan eficazmente están contribuyendo en todo el mundo a despejar el camino de una extrema derecha adaptada a los nuevos tiempos y tecnologías, ultraliberal y totalitaria sin disimulo en un mundo a punto de entrar en una tercera guerra mundial preparatoria de la nueva economía feudal -con todo el poder repartido entre   "democracias monárquicas", al estilo Donald Trump o Xi Jinping,  y corporativos señoríos tecnológico-financieros, toda una evolución hacia el feudalismo con la que el Sistema espera sobrevivir a su propio colapso.

Podrá ser casualidad, pero las fechas de la pandemia del Covid19 me parece a mí que marcan el comienzo de un nuevo ciclo histórico mundial, cuyo factor más sobresaliente es el auge ideológico y electoral de las facciones conservadoras, ultraliberales y de  extremas derecha, junto al declive generalizado de todas las izquierdas, lo que a su vez marca el inicio de un convulso proceso de reorganización geopolítica, de las Corporaciones económicas y estatales a escala global, siendo testigas las actuales generaciones  de un relevo histórico en la dirigencia mundial del Orden Capitalista, entre los  imperios estatales de los EEUU de América y de la República Popular de China, ambos con similares economías capitalistas, ambos igualmente republicanos y nacionalistas, con ideologías "oficialmente" contrarias solo en su apariencia:  un estado con aire protofascista y  protocomunista el otro, ambos de igual naturaleza sistémica:  totalitaria en modo capitalista y estatista.

La izquierda real ha sido abandonada, ahí no queda nadie. No hay más remedio que reconstruirlo, actualizado al contexto histórico de la nueva Barbarie.   Todos los que estaban en ese sitio, declarados en rebeldía,  ya ni siquiera son capaces de imaginar sociedades no-capitalistas y menos aún no-estatales, ni ninguna otra forma de habitar la Tierra. Ya olvidaron el viejo sueño humano de comunidades convivenciales e igualitarias, realmente democráticas, el proyecto civilizatorio de un mundo Procomún  compartido,  de bienes materiales e inmateriales que, como  la Tierra y el Conocimiento, son los bienes comunales universales que, respectivamente, son propios de la Vida en general y de nuestra especie en particular.

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Recordemos quién gobernaba en USA y en China en 2020, en medio de la pandemia,  que ambos estados estaban gobernados por los mismos presidentes de ahora: por el multimillonario y empresario republicano Donald Trump y por el ingeniero químico y comunista Xi Jinping. Donald Trump ejerció como presidente entre 2017 y 2021, y se convirtió en el 47.º presidente de EEUU a partir de enero del presente año 2025, con clara mayoría sobre el partido demócrata a pesar de su errática gestión de la pandemia en su anterior periodo de gobierno. En el caso de Xi Jinping, éste fue designado Secretario General del Partido Comunista Chino en noviembre de 2012 y es presidente de la república desde marzo de 2013.

Al contrario que Donald Trump, para frenar la propagación de la pandemia, Xi Jinping adoptó la política dinámica de “cero COVID”, cuyo objetivo consistió en diagnosticar y aislar rápidamente a los casos y contactos cercanos, si bien, hubo gran incertidumbre acerca de la relación del gobierno chino con la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como acerca del impacto real de las medidas de aislamiento en el orden social, incluyendo la economía, el empleo y la salud mental de la sumisa y disciplinada población china.

Reproduzco a continuación el texto publicado por la web de “Cuadernos para el colapso” -(1), (2)- de una entrevista que le hizo la revista suiza “Moins! Journal romand d’écologie politique” a los autores (anónimos) del "Manifiesto Conspiracionista" editado en 2022, publicado en Francia por “Éditions du Seuil” y en España por la editorial “Pepitas de Calabaza”. 

 

LA ILUSIÓN ESTATAL

Obra fuera de lo común y anónima, el Manifiesto conspiracionista (Seuil, 2022) [en castellano en la editorial Pepitas de calabaza, 2022) ] despliega un conjunto de ideas para un argumentario acusatorio repleto de referencias y sin estructuración explícita. La «conspiración» –que el sentido común asocia de buen grado a complots secretos urdidos por unos cuantos villanos malintencionados– arroja luz sobre la organización de la moderna desposesión de los seres humanos. Ejemplo tras ejemplo, se ve cómo la gobernanza se desarrolla en la serenidad de los salones y de ejercicios de simulación de la vida real. El Estado se revela a la vez como una máquina de alienación y una cortina de humo para desviarnos de los lugares del poder efectivo. Un manifiesto que nos invita a respirar juntos, contra el mundo-máquina. ¡Entrevista exclusiva!

Publicado en enero de 2022, el Manifiesto parece que ya no está disponible. ¿Qué ha pasado?

Puede parecer una locura, pero este libro ha sido despublicado, a pesar de que se vendía bien, o incluso mejor que nunca. Que nosotros sepamos, es una novedad en la historia de la edición francesa: una despublicación con restitución integral de los derechos franceses y extranjeros, de cuentas y stocks. Se sabía que un tweet o un post de Facebook se podía «despublicar» en un clic, pero un libro… eso no se había visto nunca. Y todo ello ha transcurrido en el mismo gran silencio cómplice que ha rodeado y sigue rodeando los abusos inverosímiles que han marcado la gestión de la Covid y su solución vacunal.

"La insurrección que viene", el libro del Comité Invisible, había sido incluido integralmente en un expediente de instrucción antiterrorista, algo no visto desde la guerra de Argelia. Ahora, con la despublicación del Manifiesto Conspiracionista tras más de un año de distribución comercial, hemos sentado una especie de precedente, un precedente tanto más inquietante cuanto que interviene sin ruido ni escándalo, con nocturnidad. Hay que verlo como un homenaje del vicio a la virtud, o más bien de la mentira a la verdad. Por lo demás, cuando esto ocurrió, no pusimos el grito en el cielo, ni buscamos gloria por ello. La época soporta dosis cada vez más ínfimas de verdad, particularmente el público francés, con su racionalismo mórbido, su cientificismo atávico y su grandiosidad nacional. Y este libro contenía dosis masivas de ella. Hay que decir que desde su publicación, e incluso antes, las presiones a Seuil (la editora) tanto internas como externas, incluídas las policiales, nunca han cejado en el empeño de hacerse con su pellejo. La formidable voluntad de no saber, que aflige ahora a la mayoría de los que pretenden ser críticos sociales, ha llegado a hacer desaparecer la afrenta que representa el Manifiesto para ellos. No se podía imaginar una confirmación más perfecta de sus tesis.

Lúcido y necesario para unos, peligroso para otros, el libro ha recibido una acogida muy contrastada. ¿Cuál era su objetivo?

¿Contrastada? ¡Estáis siendo educados! No, uniformemente hostil, al menos en Francia. Todos aquellos que, ya fueran periodistas, izquierdistas, gente de «cultura», ambiciosos, cobardes o influenciadores, habían apoyado con sus acciones u omisiones la gestión gubernamental de la Covid, se sintieron legítimamente atacados.

El hecho de que los libreros de izquierdas se hayan creído en la obligación de esconder el libro en el fondo de sus estanterías para no ser acusados de «conspiracionismo» es en sí mismo cómico, aunque diga mucho del grado de terror ideológico reinante, pero no deja de inquietar el hecho de que los autodenominados «anarquistas» busquen aliarse con un antiguo miembro de la Ligue du LOL (3) o con los periodistas de L’Observateur en su pequeña cruzada contra la intolerable herejía del Manifiesto. La decadencia del humor es uno de los indices más seguros de la fascistización de una sociedad. Y la pérdida de toda lucidez intelectual suele preceder a los grandes horrores históricos.

El objetivo del Manifiesto es explícito desde su introducción: el epíteto «conspiracionista» constituye un arma retórica de descalificación dirigida contra todos aquellos que buscan comprender las fuerzas que arrastran a esta civilización hacia un desastre a fin de cuentas rentable, contra todos aquellos que se niegan a resignarse a semejante destino. Prestar consistencia teórica a esta categoría, manejarla como una evidencia, es de facto ponerse del lado de la dominación, cualesquiera que sean los edificantes motivos que se aleguen. Con el Manifiesto hemos intentado aportar, como siempre hemos hecho, una inteligibilidad estratégica de los procesos en curso. Al constatar cómo este libro anticipa y hace legible la nueva «guerra fría» declarada tras la invasión de Ucrania, tenemos la impresión de haber hecho un trabajo útil. Nuestra proposición «política» es la de asumir la conspiración positivamente, como disposición a la conspiración contra los dueños de este mundo. Una proposición suficiente y banalmente autónoma, después de todo.

¿De qué modo puede servir la «conspiración» para comprender el papel de los Estados y las relaciones de poder?

¡He aquí una pregunta que, formulada desde la Confederación Helvética, no deja indiferente a nadie! En Suiza es difícil ignorar lo que significa el provechoso y organizado reino del secreto, o el discreto pero definitivo divorcio entre lo que se dice y lo que se hace. Muchos de los acontecimientos mundiales, vistos desde las puertas cuidadosamente cerradas de los bufetes de abogados, bancos, laboratorios o sedes centrales suizas, por no hablar de las reuniones extraoficiales de Davos, ofrecen una cara completamente diferente y algo más realista de lo que la vulgata histórica proclama. Obsérvese más de cerca la trayectoria de un gran filántropo como Stephan Schmidheiny, el magnate suizo del amianto condenado formalmente a 18 años de prisión firme por sus pequeñas masacres industriales, amante de las plantaciones industriales de eucaliptos en tierras mapuches y coorganizador de la Cumbre de la Tierra de Río en 1992. O la de su gran amigo canadiense Maurice Strong, hombre de negocios del petróleo, la minería, el agua y la energía, cofundador del IPCC y del Foro de Davos, gran capitoste de la Conferencia de Estocolmo sobre Medio Ambiente de 1972, de las Cumbres de la Tierra bajo la égida de la ONU y miembro ejecutivo de la Fundación Rockefeller, pero también inventor de la noción orwelliana de «desarrollo sostenible» e intermediario bien remunerado en el escándalo del programa de la ONU «petróleo por alimentos» para Irak.

También es instructiva la trayectoria, en el siglo XX, de pioneros de la propaganda como Walter Lippmann, oficialmente periodista y teórico, pero sobre todo asesor de presidentes y hombre de confianza de los servicios secretos estadounidenses y británicos. No contento con inspirar los 14 puntos de Wilson, teorizar cínicamente la necesidad de la manipulación mediática de las masas democráticas ya en 1922, organizar la conferencia fundacional del neoliberalismo en París en 1938 o propagar la noción de «Guerra Fría», conspiró literalmente toda su vida, llegando incluso a participar en la concepción de la CIA. La necesidad de una conspiración de las élites por el bien de la humanidad nunca le abandonó desde su afiliación, cuando era un joven estudiante socialista en Harvard, a la Sociedad Fabiana. Toda acción histórica comporta una dimensión conspirativa, simplemente porque el poder es una cuestión de lealtad personal; hay conspiración en todas partes y, en cierto modo, esto es una buena noticia. No son sólo misteriosos procesos impersonales los que arrastran a las civilizaciones hacia su fatalidad, existe también el poder de actuar, por parte de los dominantes, pero también de la nuestra. Si para los dominantes es tan importante negar la dimensión conspirativa en el ejercicio del poder, es porque conocen su potencia e intentan reservársela en exclusiva. Por nuestra parte, sólo nos hace falta la audacia de conspirar contra ellos, a ser posible de manera tan feliz como siniestra es la suya.

Tras algunas vacilaciones, finalmente hemos incluido la palabra «cibernética» en nuestro glosario (véanse las páginas 16-17). ¿Qué relación tiene con la «conspiración» de la que habláis?

¡Hacéis bien en plantear esta cuestión! Figuraos que Heinz von Foerster, secretario de las Conferencias Macy que apadrinaron la cibernética, dice exactamente lo siguiente sobre la década 1943-1953, en un texto que sirve de introducción a las transcripciones de estas conferencias en su edición zuriquesa: «Es la década de una conspiración, un «respirar juntos» entre una veintena de curiosos, intrépidos, elocuentes, ingeniosos y pragmáticos soñadores que acordaron dejar que su diversidad fuera su guía». Por supuesto, la cibernética, como ciencia del control y de la comunicación, y como ciencia del control a través de la comunicación, reviste todos los estigmas del contexto en el que nació –la Segunda Guerra Mundial, el Proyecto Manhattan, el alistamiento de científicos, sociólogos, antropólogos, psicólogos, teóricos y profesionales de la comunicación, etc. en el empeño bélico estadounidense–, pero sobre todo lleva el sello de las fundaciones «filantrópicas» estadounidenses cuya principal preocupación desde los años veinte son el control social, si es posible a nivel biológico, y la «gobernanza» de las democracias industriales de masas, en particular a través de los mass-media, es decir, la preocupación por preservar el poder por parte de la fracción más conspirativa del Capital. Como ha mostrado Bernard Dionysius Geoghegan en Code, From information theory to French theory, la cibernética sirvió inicialmente para recubrir con un barniz «científico», «epistemológico» y en el fondo religioso, un proyecto político y antropológico de colonización interna de las sociedades occidentales –un proyecto consciente de ingeniería social–. ¡Por supuesto que era necesario incluir la cibernética en vuestro glosario!

Algunos pensadores tecnocríticos hablan de la autonomía de la técnica, cuando las cosas se hacen «forzados por las circunstancias». Vosotros desarrolláis este punto, al tiempo que lo equilibráis con una reflexión sobre quienes planifican este mundo-máquina. ¿Quiénes son esos «ellos» que contraponéis a menudo al «nosotros»?

Hay, del lado del capital, de sus burocracias gerenciales, de sus think tanks transnacionales, de sus fundaciones filantrópicas, de sus agencias de comunicación, de sus servicios secretos, en resumen, de su tecnocracia, un grado de reflexividad histórica y estratégica que nuestro orgullo se niega a admitir. En el fondo, es humillante dejarse timar por los mismos burdos trucos que ya utilizaba  Edward Bernays (4), o denunciados por Smedley Butler en su War is a racket, hace un siglo. Sí, fue British Petroleum quien lanzó la noción de «huella de carbono» en 2003 para difundir entre la población su culpabilidad concentrada en el saqueo de la vida en la Tierra. Sí, el modelizador del informe Meadows sobre los «límites del crecimiento» en 1972, Jay Forrester, no era otro que el jefe del proyecto Whirlwind en los años 50, que se utilizó para dotar al sistema de defensa antiaérea estadounidense SAGE con un ordenador adecuado, y nunca ha negado sus relaciones con el Pentágono. Y sí, no se trata sólo de que las industrias petroleras, químicas, tabaqueras o farmacéuticas lleven casi un siglo desplegando las más retorcidas estrategias de influencia para poder continuar con sus fechorías hasta el fin de los tiempos, sino que en realidad todo el asunto del «Medio ambiente», tal y como se plantea en los medios de comunicación es un señuelo lanzado deliberadamente por nuestros enemigos para neutralizar nuestra legítima venganza. Parafraseando a Deleuze, las estructuras que pisotean el medio ambiente son a tal punto excrecencias de las que se jactan de identificarse con él, que parecen dos funciones complementarias. No sin razón, cuando el conservador Haeckel apenas había inventado la «ecología», el comunero Reclus le opuso su mesología. Es bastante vertiginoso, pero cuanto más se acentúa y unifica planetariamente el despliegue tecnológico, mayor es la brecha entre las ontologías practicadas esotéricamente por los arquitectos del sistema y las ontologías obsoletas cuyo mantenimiento en la sociedad es asegurado públicamente. Lo único que importa a los dueños de este mundo es que su maquiavelismo se mantenga dentro de los límites de la «negación plausible». La obsolescencia programada es la manifestación más banal de la conspiración capitalista en nuestras vidas. La masa de crímenes sobre la que se ha construido esta civilización exige actualmente la liquidación de todo lo que no es ella, a fin de que, al no tener afuera, quede también sin juzgar. El crimen quisiera, habiéndose convertido en mundo, dejar de ser crimen.

En el panorama más bien sombrío que pintáis, uno se pregunta cómo podemos «conspirar» por nuestra parte –es decir, respirar juntos– o incluso cómo podemos simplemente «respirar»…

En realidad, es muy sencillo. Basta con encontrarnos, experimentar una percepción compartida del mundo, de lo que ocurre, de la vida que se desea, y dotarnos de los medios materiales, tanto cotidianos como ofensivos, para sostener y desplegar esta forma de vida singular. No pretendemos que esto pueda advenir sin guerra civil. Pero, después de todo, ¿no nació Suiza de una guerra civil hábilmente librada por campesinos armados?

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Notas:

(1) https://cuadernosparaelcolapso.noblogs.org/post/2024/03/13/la-ilusion-del-estado/#more-813

(2) Cuadernos para el Colapso n.º 0. Fragmentos en torno al encuentro, la furia y el éxodo. Dos reseñas:

a) De la web anarquista www.botiga.ellokal.org: "Cuadernos para el colapso. Fragmentos en torno al encuentro, la furia y el éxodo.

(…) "No queda otra que intensificar los conflictos y revueltas, no solo para evitar que la vida se vea reducida a una angustiosa supervivencia, sino además para quebrantar una normalidad que bloquea con su masiva inercia el acceso a otras maneras de vivir, a otras percepciones, y a fogonazos de una necesaria liberación de gestos, palabras, imaginación.

Al mismo tiempo que se crean, extienden y defienden ferozmente estructuras comunitarias que desertan de la lógica capitalista, una tarea se nos resiste. Una investigación nómada que establezca vínculos entre ellas y ayude a expandirlas. Una investigación intercomunal sobre sus hallazgos y sus carencias, sus obstáculos y su potencia, de manera que rompamos el sentimiento de dispersión y aislamiento frente a la amplitud de los territorios. Una investigación apasionada que nos permita comprender la red de infraestructuras que hacen funcionar este mundo: 1) para clarificar en qué consiste nuestra dependencia; y 2) para que el colapso deje de aparecer como una simple pesadilla para millonarios y pueda convertirse en verdadero éxodo".

b) De la web Traficantes de Sueños: www.traficantes.net

En primer lugar, porque no da igual ver una cosa o ver otra. Como tampoco da igual la manera de ver las mismas cosas. En este sentido, lo que vemos, aquello que tratamos y la manera de tratarlo, nos modifica internamente y modifica el aspecto del mundo. Modifica de esta forma el sentido de las relaciones que mantenemos y lo acuciante de nuestra tarea.La cuestión no es que haya un acceso al mundo que sea falso y otro verdadero, o que en general se viva con una conciencia alienada que haya que desalienar por medio de la crítica. Cualquiera puede percibir lo que está ocurriendo: que vivimos un empobrecimiento creciente de vidas precarias, que la catástrofe ecológica es ineluctable. Pero no todos y todas lo vemos de la misma manera, ni por tanto extraemos las mismas consecuencias prácticas. La cuestión es que cada cosa vista, cada verdad situada, cada evidencia vivida y sentida comporta unas consecuencias y templa una tonalidad emotiva: un aletargamiento exhausto o un expectante furor; una prudencia desmedida o un alegre arrojo; un incremento de la confusión y la duda, o algunas certezas afiladas como cuchillos. Desde aquí no vemos que las cosas estén progresando, ni esperamos que el tiempo que viene traiga ninguna estabilidad nueva. Tampoco vemos que con un esfuerzo de presión «política» y un programa de reformas en todos los ámbitos, sea posible interrumpir o hacer bifurcar el aciago mundo del capital que nos habita. Desde aquí, lo que vemos, es toda una civilización que está colapsando. Colapso económico y ambiental, energético y existencial, metafísico y demográfico. Nosotros y nosotras, antropomorfosis del capital ? es decir, la misma vida que satura diariamente el tráfico de nuestras ciudades y nuestra dependencia de ella?, somos el colapso.

Estos cuadernos quieren ser una excusa para encontrarnos, una contribución a revertir la dispersión acelerada en que vivimos, una invitación a transitar entre experiencias de construcción, de sanación, de apoyo mutuo y de simple rechazo de lo existente. Estos cuadernos quieren compartir algunas intuiciones y anudar algunas amistades, como una contribución más a la recomposición de una fuerza histórica a la altura de la época”.

(3) La Liga LOL es un grupo privado en Facebook, de blogueros, periodistas, comunicadores y publicistas influyentes de Francia, cuyas supuestas actividades de acoso fueron objeto de un escándalo en 2019. [nota del editor]

(4) Publicista austriaco-estadounidense considerado como el padre de la propaganda moderna vía «relaciones públicas», trabajó para el gobierno estadounidense y la industria tabacalera. [nota del editor]