jueves, 4 de diciembre de 2025

EL MAÑANA QUEDA ANULADO


De morir ahora, diría: "¿eso fue todo?", o "no he acabado de comprenderlo", o también: "resultó un tanto ruidoso" (Kurt Tucholsky, 1890-1935)


La frase que me sirve para titular esta entrada, en realidad  corresponde al primer capítulo de "Ahora", el panfleto del Comité Invisible publicado en castellano en 2017 por la editorial Pepitas de Calabaza y que así comienza:

"Todas las razones para hacer una revolución están ahí. No falta ninguna. El naufragio de la política, la arrogancia de los poderosos, el reinado de lo falso, la vulgaridad de los ricos, los cataclismos de la industria, la miseria galopante, la explotación desnuda, el apocalipsis ecológico...no se nos priva de nada, ni siquiera de estar informados sobre ello. Clima: 2016 bate un record de calor, titula Le Monde, ahora ya como casi todos los años. Todas las razones están reunidas, pero no son las razones las que hacen las revoluciones; son los cuerpos. Y los cuerpos están delante de las pantallas".

Sin duda que se quedaron cortos los anónimos autores de ese panfleto. Puedo entenderlo, porque en la fecha  en la que lo escribieron faltaban tres años para la pandemia del Covid19, aún no habían comenzado las guerras de Ucrania y Gaza, y por entonces solo se intuía el tsunami neofascista que a día de hoy se extiende por todo el mundo desde que tuviera lugar la primera victoria electoral (en el mes de enero de 2017) del impresentable presidente republicano de los EEUU, el supermillonario empresario capitalista  Donald Trump.

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La desaparición del deseo y del tiempo: a lo que sigue la desaparición de sí mismo.

Sí, estoy muy de acuerdo en eso, la revolución hoy necesaria no es posible mientras los cuerpos estén a otra cosa, en las pantallas...el antropólogo francés David le Breton afirma en su libro "La desaparición del deseo" que "si hubiera que señalar a un único culpable de la desaparición del deseo, no dudaría en apuntar al asesino más deseado del mundo: el teléfono móvil. Y, con él, a sus cómplices inmediatos: las redes sociales e internet. Una sobredosis digital tan invasiva como letal". Y explica muy bien cómo el teléfono móvil contribuye decisivamente a liquidar el deseo humano, advirtiendo que "nos adentramos en una sociedad fantasmal donde, incluso en las calles, los ojos se clavan en las pantallas, en un gesto de adoración perpetua"..."Nunca hemos comunicado tanto, pero nunca hemos hablado tan poco entre nosotros".

En los años 90, con Internet y luego la generalización de los teléfonos "inteligentes" vimos acelerarse una gran acumulación de nuevas tecnologías, que no ayudaron a reducir el tiempo de trabajo, ni el cansancio o la tensión asociadas al mismo, sino que en realidad contribuyeron a incrementarlos. Todo ello está produciendo una escasez de tiempo  y el sentimiento de estar atrapados en una "carrera contra el tiempo" que no para ni cuando estamos agotados, teniendo la sensación de estar corriendo en una cinta sin fin que nunca se detiene, ni cuando estamos más agotados. Nos esforzamos en ganar tiempo, sólo para descubrir que cada vez tenemos menos tiempo.

Desaparecer de sí

Este es el título del último libro de David Le Breton, donde dice que "en un mundo marcado por las obligaciones, las exigencias, los compromisos, la apariencia, por la búsqueda frenética de sensaciones, surge el deseo de ausentarse. El individuo no cesa de renacer nunca. Cambia para seguir siendo el mismo. Y puede llegar a sentir la tentación del abismo, o al menos la de desaparecer, la de ser alguien distinto o, a la inversa, multiplicarse".

Es frecuente que a veces tengamos ganas de incomunicarnos, de no querer ni siquiera participar en el presente, sin proyectos ni deseos, prefiriendo ver pasar la vida desde una orilla, como algo ajeno...son ganas de ausencia que afectan cada vez más y más mujeres y hombres corrientes, un deseo de desconexión y de hacernos invisibles. Es algo que nos deja fuera del tejido social, al menos por un tiempo, pero que, paradójicamente, experimentamos como una necesidad, para seguir viviendo. Esas ganas de desaparecer es un sentimiento muy contemporáneo, que llevado a su extremo explica el incremento del suicidio en la adolescencia, tal como analiza muy bien David le Breton en el libro de referencia.

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Nada piensa quien nada espera (o des-espera)

Pensar no se lleva, ahora más bien se vocea, se llora o se berrea, porque ante la acelerada actualidad que nos pasa de continuo por encima, no se está en disposición de esperar nada,  tan solo nos da el poco tiempo del que disponemos para una reacción emocional instintiva, primaria, que como mucho, solo da para una respuesta escueta, condensada en unos pocos caracteres...y así, el tipo humano medio, el cliente habitual de las redes sociales y los massmedia, tiende a ser un típico bocazas, alguien que no esperando nada, lo quiere todo de inmediato y por eso prescinde de toda necesidad de reflexión (no hablemos de  pensamiento estratégico). Lo que hace este bocazas se parece mucho a lo que hacen los recién nacidos cuando sienten hambre, que solo sienten y solo atienden a su instinto animal más primario, no esperan, y por eso no piensan,  su única urgencia  es la de comer cuanto antes; en esa des-esperación  solo les sale llorar o berrear, y viéndose en su absoluta precariedad y soledad no pueden esperar, ni tampoco pensar.

Tras el nacimiento, y conforme se va desarrollando la capacidad de pensar a lo largo de los  meses y años siguientes, a la par irá creciendo la capacidad de espera. Sin temor a equivocarnos, podríamos decir que nuestra capacidad de pensar está directamente relacionada con las de espera y elección, ante el apremio de nuestros instintos animales más primarios. Al fin y al cabo, la vida es estar siempre esperando cosas, sea a corto plazo o a largo; y cuando se van consiguiendo, enseguida aparecen nuevas razones: para pensar y seguir esperando. 

A pesar de la que está cayendo,  intuyo que vamos siendo algo más de cuatro gatos quienes pensamos que nuestras sociedades no podrán continuar durante muchos años con su actual inercia autodestructiva, la que nos organiza jerárquicamente (por razas, sexos y clases sociales), en  identidades divisorias y aislantes, en sumisas multitudes de espectadores/clientes adictos al espectáculo tecnológico, en sociedades ruidosas e infoxicadas, privadas de tiempo para la reflexión y la conversación, como también para el silencio...porque así, ¿qué alternativa puede imaginarse, cuando nada se piensa, porque nada se espera...cuál que no sea la de llorar o berrear o, aún peor, el gobierno imperial de los bocazas? 

Este es el desafio al que estamos emplazados:  la política no puede limitarse a un ejercicio administrativo y de control de la vida, sino que está obligada a cuestionar y resistir activamente contra las estructuras del Poder que la reducen a mera biología domesticada y controlable. Nada justifica la necesidad de vivir aisladamente, encerrados en nuestras pobres individualidades, condenados a vivir clasificados y estabulados en granjas urbanas, con nuestra existencia reducida a una  permanente competencia y lucha por la supervivencia, entre individuos, clases, empresas,  mercados y naciones/estado.

En esta encrucijada evolutiva, como especie disponemos de conocimiento y experiencia histórica suficiente para entender que ninguna de las ideologías políticas procedentes de la Modernidad  burguesa está a la altura de los singulares desafíos de la época en que vivimos. Cierto que ninguna generación de las precedentes pudo saber lo que hoy sabemos nosotros, que  nunca antes nuestra especie tuvo a mano tecnologías tan avanzadas y que, además, nunca como ahora se dio la posibilidad de una mínima conciencia global, a escala de especie. Es en esta encrucijada, en un   contexto histórico tan singular y tan agónico como distópico,  cuando nos convendría, pienso yo,  ponernos en espera activa de un futuro mejor, comenzando por pensar en lo que ahora -como individuos y como especie- nos es más urgente y esencial: en cómo salir de ésta.

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Y ahora, por favor, que levanten una mano los "communitas" presentes en esta sala...nadie... o ni caso...han debido entender otra cosa, quizá algo así como "comunistas"...¿o es que el auditorio está lleno de "inmunitas"?

Las palabras en latín "communitas" e "immunitas" refieren a conceptos filosóficos y  políticos acerca de la organización de la vida en común, son dos modos de entender la relación entre las personas y el cuerpo social, que entendemos como polos opuestos o dialécticos, sobre todo a través de la obra del filósofo italiano Roberto Esposito.

"Communitas" proviene de cum (con) y munus (con el significado de don: deber u obligación), que implica una relación entre los miembros de una sociedad, por la que éstos comparten un "munus", una obligación mutua. No se trata de una propiedad que se posee (como un territorio), sino que es una relación de radical coexistencia y de identidad abierta, del individuo hacia el otro y plural. Asi, la comunidad se define por este "tener en común una obligación mutua".

"Immunitas" proviene de munus (carga u obligación), con el prefijo privativo in- (no). Significa estar exento de la obligación del munus (ya sea personal, fiscal o civil). Representa la protección y la negación de esa deuda compartida que define a la communitas. Es un mecanismo de defensa que busca preservar al individuo o al cuerpo social de los riesgos que son  inherentes al "estar-en-común", riesgos como  el contagio, la violencia o la pérdida de identidad. El paradigma inmunitario busca neutralizar las amenazas mediante la exclusión o el control, como se ve en los sistemas jurídicos, políticos y también en los biológicos mediante el uso de vacunas. 

La política del Orden Dominante (estatal/nacional/capitalista/moderno) está dominada por el paradigma inmunitario, según argumentara Roberto Esposito; y es así, porque la comunidad (communitas), para este Sistema implica una exposición y  un riesgo muy radical, del que necesita protegerse mediante dispositivos inmunitarios. En resumen: mientras que la communitas supone exposición a una vulnerabilidad compartida por razón del munus,  la immunitas supone la exención de esa exposición mediante mecanismos de  aislamiento y control, a modo de vacunas que suponen la liberación de  la obligación comunitaria (del munus), una especie de "privilegio" que mantiene al individuo aislado de la comunidad.

Tal como yo lo entiendo, el Sistema que organiza el aislamiento social del individuo, que le deja  inerme, desvalido y solo ante el poder de la clase dominante, se sostiene no solo por la fuerza de su estructura legal/militar, sino también y sobre todo con fundamento en su primitiva y salvaje ideología que fija la Propiedad junto a la Fuerza Bruta como fuentes de Libertad, una ideología que tiene una antigüedad neolítica y que todavía es  compartida por la mayoría de nuestra especie, que aspira a vivir con la misma libertad que exhiben aquellos humanos que, por herencia o por mérito propio, llegan a formar parte de la clase dominante integrada por propietarios y gobernantes. 

Pero, si pienso que este Sistema tiene sus días contados, es precisamente porque advierto claros síntomas de que la ideología estatalista que lo sostiene (tanto en su versión neoliberal como socialdemócrata),  comienza a disiparse por efecto de su propia entropía. De ello, la prueba más sólida es el auge de los  movimientos neofascistas e hipernacionalistas que vemos extenderse por todos los continentes como una plaga, buscando irracionalmente el repliegue nacionalista de los capitalismos locales, ahora que ven como la Globalización Capitalista, en su crisis terminal  ya no da más de sí.

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