jueves, 13 de noviembre de 2025

REFORESTAR LA IMAGINACIÓN

 

 

Arriba: graffiti en una calle de Villangómez (Burgos). Abajo: imagen de portada del libro "Criticar el valor. Superar el capitalismo", de Anselm Jappe, Jordi Maiso y Jose Manuel Rojo

 

"Refosterar la imaginación" es el título de uno de los capítulos del libro de referencia ("Criticar el valor, superar el capitalismo", de autoría colectiva y editado en 2015 por la editora Enclave de Libros). De ese concreto capítulo es autor Anselm Jappe, especializado en pensar la categoría abstracta del trabajo asalariado, en desentrañar el misterio de cómo se produce  "valor" (el capital), en qué consiste el fetiche de la mercancía  y cómo el trabajo y la propia vida son convertidos en mercancía capitalista sin enterarnos, delante de nuestras narices.

Fuimos a Villangómez, hace unos días, por Herrera de Pisuerga, Melgar de Fernamental y Padilla de Abajo, sorteando la autovía repleta de camiones que van cargados a Francia y Alemania pasando por Burgos. Fue aparcar y encontrarnos en la pared de la primera casa un cartel con estas palabras de Roberto Bolaño, el surrealista poeta chileno, tomadas de su más celebrado libro, "Los detectives salvajes": "He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia. Mejor así.

"Para la arquitectura y la escultura los infrarrealistas partimos de dos puntos: la barricada y el lecho.  Nos anteceden las mil vanguardias, sin exagerar, descuartizadas en los años sesentas. Un individuo podrá andar mil kilómetros, pero a la larga el camino se lo come".(Extraído, sin orden, del primer manifiesto infrarrealista, de Roberto Bolaño, títulado "Déjenlo todo, nuevamente").

 

Puede que todo se deba a la casualidad, no digo que no, pero fue ayer mismo cuando en casa leí ésto de una poeta francesa, Annie le Brun (1942-2024),   también vinculada al movimiento surrealista: "La deforestación de la imaginación es tan peligrosa como la deforestación de la Amazonía". Enseguida pensé que se quedaba muy corta en esa comparación, porque a mí me parece que la deforestación de  la imaginación lo que pone en peligro es a la especie humana,  en el mismo paquete que la selva amazónica y que otras muchas especies. Completamente de acuerdo en el juicio que a ella le merecían estos acelerados tiempos, en que "la acumulación y precipitación de los acontecimientos vuelve cada vez menos discernibles los efectos de las causas".

A propósito de esta confusión y a mayores de la teoría crítica del "valor", por mi cuenta he llegado a concluir que el Capitalismo, con el Estado como escudero, tienen su principio o causa primera en el instinto bruto de Propiedad territorial y reproductiva que venimos practicando desde hace milenios, al igual que otros primates, solo que nosotros lo hacemos en modo más fino, institucional, como un "derecho". Por eso llevo ya muchos años pensando que mejor que andarnos por las ramas, habría que atacar esa primera causa, tal como sucede con cualquier enfermedad, para no pasarnos la vida tomando pastillas. Y hablando de "valor",  como dice Anselm Jappe en el mencionado libro, "no deberíamos tener más miedo  que el de caer en la esperanza de que ÉSTO se arraglará por sí solo" (las mayúsculas son cosa mía). 

Pero a lo que realmente  íbamos a Villangómez (aparte de para comer), era para ver sus graffitis mientras paseábamos por sus calles, que estaban vacías y que concluían todas en una cuesta plagada de  bodegas abandonadas. Fuimos descubriendo murales pintados sobre tapias y fachadas que ya empiezan a estar algo desconchadas y desvaídos sus colores bajo el peso del tiempo, que no respeta su modernidad (sobrevenida, eso sí).  La infrarrealidad del momento consiste en que a esas horas no nos cruzamos con nadie, niños o ancianos, nadie, ni siquiera un perro. Todos habían desaparecido y solo nos topamos con un silencio otoñal a la vuelta de cada esquina, roto solo por ese aire tan de Burgos, que llega corriendo a su bola por los páramos provinciales y allí se queda, tan fresco.

 

Dos de los mejores graffitis de Villangómez y fotos de los dos poetas surrealistas aquí citados:  Annie le Brun y Roberto Bolaño.

 

A partir de su amistad con André Bretón, Annie Le Brun formó parte del movimiento surrealista de 1963 a 1969, año en que este grupo se autodisolvió. Por entonces comenzó  la época de su crítica al neofeminismo: moralismo y necedad que, lejos de ser inherentes a la palabra femenina, surgen cuando se quiere cargar toda la criminalidad sobre el otro sexo [...] Es lamentable escuchar hoy en todas partes, como si fuese un hecho establecido, que no hay mujeres voyeuristas, que no hay mujeres sádicas, y sobre todo, ya que es el ABC de la ceguera neofeminista, que la mirada es una función fálica".

Sorprende la viveza de colores de un graffiti dedicado a una señora mayor con gafas que pela un pollo; sorprende su exagerado y aumentado realismo, pintado a brocha y spray sobre la fachada de una nave agrícola que guarda un tractor y todo tipo de trastos, sin duda, tal como la vida misma, habas contadas, eso es lo que imagino que habrá ahi adentro de ese graffiti en esa nave.

Mientras hacía las fotos, me vino a la cabeza que nada tienen que ver esos colores vivos  del graffiti con el "vantablack", el color concebido para uso militar  (que fuera patentado por la empresa Surrey NanoSystems), cuya particularidad consiste en que absorbe la luz en más del 99 %.  La luz  que nos encontramos por Villangómez era otoñal como el aire,  y decadente como tirando a sepia, si bien, la mayor parte de los graffitis todavía lucían su color original. El  vantablack es el color negro más negro de todos, y es de propiedad privada. Se obtiene a partir de nanotubos de carbono, que son tres mil quinientas veces más finos que un cabello humano. Todo eso le permite abolir las formas y borrar los contornos hasta hacer invisible cada objeto que recubre. Técnicamente, tiene su explicación en que "el ojo humano no entiende lo que está viendo". Eso sí que es realidad aumentada y no  la escena del pollo muerto que pela la señora mayor con gafas...¡nanotubos, qué exageración, algo tres mil quinientas veces más fino que un cabello...y mira tú para lo que sirve, solo para engañar al ojo humano!

En la realidad-realidad, dicha exageración supera en mucho  a la descrita por Roberto Bolaño en su manifiesto infrarrealista:  

"Las galaxias del amor están apareciendo en la palma de nuestras manos. 

Poetas, suéltense las trenzas (si tienen). 

Quemen sus porquerías y empiecen a amar hasta que lleguen a los poemas incalculables. 

No queremos pinturas cinéticas, sino enormes atardeceres cinéticos. 

Caballos corriendo a 500 kilómetros por hora. 

Ardillas de fuego saltando por árboles (también) de fuego...

Ok, déjenlo todo, nuevamente láncense a los caminos". 

Precisamente "Del exceso de realidad" trataba una de las últimas reflexiones de Annie le Brun. Y lo que allí dijo se está cumpliendo a pies juntillas,  da igual el asunto del que se trate, si de transgénicos o de erotismo, de bioética o literatura, de democracia  o de degeneración del lenguaje, da igual porque todo se enreda promiscuamente, la velocidad con el tocino, en una exitosa estrategia sin precedente histórico, dirigida a lograr una uniforme globalización de lo humano más primario,  ese simpensamiento propio de la vida nuda,   que solo tiene sitio para la sumisión cívica o la oposición subvencionada, ninguno para una mínima disidencia o rebeldía. 

Percibiendo que la realidad está toda ella enfocada hacia el despojo sistémico de la imaginación, Annie le Brun invitaba, antes de morir,   a la resistencia y al retorno de la pasión como único camino para salir del laberinto insulso, homogéneo y   cutre de esta moderna ilustración oscura en que nos ha tocado vivir. Arte y ciencia de la ocultación y el engaño, como el vantablack, sofisticada tecnología de infoxicación narcótica que borra los contornos, que tiende a lo homogéneo y eternamente igual a sí mismo.

La prueba más básica de esa carencia de imaginación está en la arquitectura homogénea que se practica en estos últimos siglos de modernidad capitalista a partir del ideal de vivienda burguesa (casita de campo con jardín) con la que sueñan  los proletarios  unidos del mundo, ese 99%,  todos hartos de vivir  confinados en bloques de modernos pisitos de alquileres imposibles de pagar con solo dos sueldos. Ay, esa proletaria añoranza del Estado  patriarcal, socialdemócrata o fascista, con sus bloques sindicales y sus baratas "casitas del barrio alto", ay, con su economato, su capilla y hasta su cine propio. Y qué decir de esas casonas viejas del pueblo, de anchos muros de piedra con escudo familiar de encargo, con su propio jardín y su conexión wifi, las situadas en primera línea rural, casi enmedio del campo...esas casas con las que sueñan los últimos urbanitas de clase media con estudios, los que todavía sobreviven en los cascos viejos de un mundo metropolitano a extinguir, gentrificado. 

El futuro de Villangómez, como del resto de pueblos de Burgos o de Palencia, ya se sabe: aquí acabarán por vivir solo  gente solitaria y pudiente sin hijos, solo amantes de lo verde, del arte y del campo verde, del dinero virtual y verde, amantes de las mascotas verdes y de la cultura verde,  viajeros de lo verde, desencantados exturistas verdes que se desplazarán solo en bicicletas, patinetes, coches y aviones todos eléctricos y verdes. A ellos pertenece el próximo futuro feudal.

Por eso, durante los fines de semana sus parientes más verdes, juveniles y emprendedores, están graffitando todas las tapias y casas  de muchos pueblos, preparando ese próximo futuro medieval de la especie, no solo en Burgos o Palencia. Y, como muestra, ¡hay que ver qué bonitos  están quedando esos páramos burgaleses y palentinos repletos de magníficos molinillos verdes,  con sus tres aspas  refulgentes, cada una tan grande como un campo de fútbol... o esos campos sembrados antes solo de alfalfas y  trigos, y ahora por fin con todas sus hectáreas rebosantes de plantas industriales productoras de limpias energías verdes y macrogranjas de cerdos por fin rentables, no como aquellas lúgubres alfalfas  y aquellos tristes  trigos  que justo daban solo para comer, apenas para pagar el tractor al Banco y poco más. 


Tres de los mejores graffitis del M.A.R.(museo de arte rural) de Villangómez

 

Desde la infancia hemos sido acostumbradas a creer que trabajar y consumir son los únicos modos de existencia posible, por eso que la crisis que vivimos tenga un nivel muy profundo,  existencial y propiamente antropológico, muy difícil de definir porque básicamente es una crisis de imaginación, una incapacidad absoluta para pensar otras posibles formas de vida. En uno de esos textos surrealistas se dice que vivimos como encerrados en una çárcel incendiada y no tuviéramos la llave de la celda en la que estamos confinados...y que la sociedad capitalista parece hoy un gato que ha trepado muy alto, que se asusta y que por eso  sigue trepando más alto, sin parar. 

No es cierto el dicho de que "nada nuevo hay bajo el sol", baste un ejemplo: la huelga ya no sirve,  cuando cada vez más humanos son declarados sobrantes por el sistema productivo y el mercado, de ésto no hay precedente en la historia. De ahora en adelante, si logras no ser eliminado mediante guerra o pandemia,  solo puedes esperar a sobrevivir precariamente, con toda tu esperanza depositada en la  renta universal básica que promete el Estado en su fase terminal-postcapitalista.

Partiendo de una cantidad inicial de "valor"o capital, todo consiste en transformarla en una suma mayor, en más dinero, no hay más, esa es toda la lógica del capitalismo, su extraordinaria simpleza. Da igual producir bombas que bolígrafos, y si producir bolígrafos no genera suficiente dinero, sin más consideración se abandona  esa inversión y se pasa a producir cualquier otra cosa que resulte más rentable, armas nucleares o macrogranjas de cerdos, por ejemplo. Toda la espectacularidad y complejidad tecnológica del capitalismo está empleada en ocultar la extremada simpleza del sistema. Su éxito popular tiene explicación en ese ingenioso arte del engaño del ojo humano, que no entiende lo que ve.

La verdad es que la comida estaba fría como el día,  que fue normalita como viene siendo habitual entresemana en todas partes, cuando la despensa es escasa y el menú acostumbra a ser más barato, con destino a ocasionales turistas, jubilados o  en el Paro. Ahora, ya de vuelta a casa,  empiezo a explicarme por qué decía  mi abuela Rosa, con tanta insistencia, aquello de "a la vejez viruelas". Recuerdo que lo decía con el sentido de "a destiempo" cada vez que sentía sus ochenta años pesando sobre el genio natural de su cuerpo menudo, al que debía su mote de "Generala". Por entonces hubo una industria farmacéutica que transformó ese dicho popular en eslogan publicitario, cambiando viruelas por pastillas. 


PD.: Lo dicho, que  vimos algunos graffitis muy buenos, encontramos la realidad un tanto exagerada, la comida estaba  fría y por las calles vacías no andaban ni los perros. No me cabe duda: de ser posible otro mundo, necesariamente tiene que estar en éste, aquí, por estos coloridos pueblos paramiegos de Burgos y Palencia.

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