viernes, 10 de abril de 2020

EL SUEÑO AMERICANO DE LOS CHINOS, LA RELIGIÓN HORTERA DEL NUEVO MUNDO

Por un Pacto (glocal) del Común (2): El sueño americano de los chinos, la religión hortera del nuevo mundo.

Vaya por delante que ya no soporto a los críticos, tertulianos y comentaristas de oficio, sea cual sea su materia. Tampoco a los antisistema que reducen la crítica al desahogo de sus personales frustraciones en un estéril intento por tapar sus íntimas fobias y contradicciones, como no me soporto a mí mismo cuando me descuido y me dejo resbalar por similares complacencias. Comprendo a quien carece de propuesta, pero no soporto a quien la oculta o disimula, a quien no se atreve a reconocer sus errores, a correr el riesgo de enmienda, a quien no esté dispuesto a  hacer lo que dice, con todas sus consecuencias. 


Un primer apunte sobre la propiedad y el trabajo

Si los habitantes de un territorio llegan a pactar la propiedad universal de los bienes de la naturaleza y del conocimiento, con ese pacto se hacen constituyentes de una comunidad política inédita en la historia humana. Nada que ver con la recurrente pamplina histórica de la reforma agraria, ni con la “justa” distribución de tierras que vienen reclamando los anarquistas europeos y los indigenistas americanos. “La tierra para quien la trabaja” pudo valer como reclamo y consigna de adhesión popular en revoluciones campesinas que nunca llegaron a cuajar porque nunca fueron capaces de superar los tiempos feudales, que siempre acabaron reclamando el liderazgo de clérigos parlanchines, la protección de señores a caballo y bien armados, que siempre sucumbieron a su esclava necesidad de reyes y leyes.

Si ninguna forma de trabajo es sólo manual o sólo intelectual, sea cual sea su proporción, no hay trabajo ni ley que puedan legitimar el robo de aquello que pertenece al común universal. Mirad nuestro planeta desde el espacio y decidme si allí véis líneas de frontera; acercar ahora el zoom a ras de Tierra y decidme cuál es la razón y belleza de todas las tapias, lindes y alambradas que ahora véis, esa masiva y global concentración parcelaria, decidme quién la ordenó y a qué ley responde.

lunes, 6 de abril de 2020

POR UN PACTO (GLOCAL) DEL COMÚN (1)





Ilustración de Pawel Kuczynski

Ni realismo conformista (esto es lo que hay), ni utopismo trascendente (lo que debe ser).
Lo que aquí se propone es un cambio de premisa: lo que puede ser mejor y suficiente.

Por un Pacto (glocal) del Común sobre el uso comunal de los bienes universales (la Tierra y el Conocimiento) y la organización de nuestra especie en comunidades convivenciales (democracia integral). A partir de la virtud general de la materia -su  impulso de perpetuidad- y de  la especial virtud,  individual y social, de la inteligencia humana (su impulso perfectivo).

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No niego el juicio histórico-filosófico de Frederick Nietzsche (1844-1900) aplicado a su tiempo, su descripción del derrumbe de la civilización occidental por causa del triunfo del cristianismo como ideología de los esclavos, dejada en herencia a liberales, socialistas, comunistas y anarquistas. Niego su validez para el tiempo de hoy, del que ni él, ni Karl Marx (1818-1883), ni Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) , ni Adam Smith (1723-1790) -nadie de aquellos pasados tiempos- pudieron tener noticia ni conocimiento sobre el devenir de la historia, que nosotros sí tenemos. Lo que niego es que sea razonable seguir fundando teorías revolucionarias sobre pensamientos y juicios antiguos, desubicados en el tiempo y necesariamente ignorantes de la acumulación y consecuencias de los sucesos posteriores que han venido construyendo la historia reciente que alcanza a nuestros días.
El resentimiento moral de los esclavos que alentara la revolución cristiana y su rebelión contra el imperio romano, pudo haber sido causa de la disolución de aquel imperio, incluso pudo perdurar después como subterráneo motor de la lucha de clases que todavía sucede, causando la ruina del occidente globalizado. Pero pensarlo no resuelve las mismas dudas que conlleva: ¿es que era mejor la moral aristocrática de los amos, era tal su nobleza?, ¿es que a la luz de lo que hoy sabemos puede sostenerse que aquella aristocrática idea suya del “bien común” se compadezca hoy con un orden mundial basado en la misma expropiación de la tierra y del conocimiento, pero, sobre todo, en la misma humillación y desprecio de la mayor parte de la sociedad humana? 
 
Entiendo la preocupación y reticencia que causan los religiosos iconos de Occidente, esa imagen de los jardines del Edén aplazados a la entrada en los cielos, la del cristo pastor y redentor de ovejas, esa representación de la humanidad como sumiso rebaño y ese dicho desmentido por los hechos: "mi reino no es de este mundo".

viernes, 3 de abril de 2020

SOLO CABE ESPERAR LA SOCIALIZACIÓN DEL COLAPSO


Se le pueden dar todas las vueltas que se quiera a esta crisis de la pandemia por covid-19, que de ninguna forma tendrán explicación convincente si van desconectadas de la crisis sistémica en la que ya vivÍamos antes y de la que el coronavirus está resultando un acelerador, que nos sitúa en la antesala de un colapso generalizado del orden global  imperante.

Escucho por todas partes premoniciones acerca de la salida de la pandemia, mayoritariamente bienintencionadas, ingenuamente fundadas y desesperadamente optimistas (“la sociedad no será la misma, seremos mucho mejores”) a partir de datos parciales de lo que está sucediendo, como por ejemplo los gestos de ayuda y solidaridad social que la pandemia ha despertado en parte de la población mundial, convenientemente amplificada por los medios estatales de propaganda, con sensibleros y amarillos mensajes “humanitarios” que, por supuesto, evitan cualquier profundidad de análisis y cualquier manifestación de libre pensamiento.
De lo que se trata es de abrumar a la población con un exceso de información y opinión tertuliana, replicada hasta la exacerbación en las redes sociales, generando un estado de confusión que favorece la pasiva aceptación de los mensajes precocinados desde las instancias de poder.

domingo, 29 de marzo de 2020

AUTORRECLUSIÓN O PRISION PREVENTIVA (REFLEXIONES EN CUARENTENA)

Don Quijote y Nasreddín


No sabía Nasreddín (*) en qué lugar había perdido aquel objeto y sólo intentó buscarlo bajo la luz de la farola más próxima a su casa. 
 
Los cuentos de Nasreddín relatan las contradicciones y paradojas de su experiencia vital. Valga de ejemplo el cuento de “Nasreddín y el huevo” (**) transmitido oralmente desde la antigüedad y convertido en fábula popular que llegó al Mediterráneo desde la India (**). 
 

Caminando en soledad por una montaña siempre puede aparecer por delante una ladera bien empinada, resbaladiza y pedregosa, sin senderos ni veredas marcadas. El senderista tendrá que elegir: subir todo recto o en zigzag. Puede tener prisa si se presenta una amenaza de tormenta, o aún así no tenerla si piensa que va bien pertrechado. Puede preferir un esfuerzo intenso, subiendo en línea recta y en poco tiempo, o hacerlo más llevadero, subiendo en zigzag aunque le lleve más tiempo. Si no quiere renunciar a su intención de llegar a la cumbre tiene que elegir. Si el peligro de la tormenta es inminente, tendrá que elegir entre su promesa de no rendirse y el absurdo de correr un peligro gratuito. Cualquiera que sea su decisión, subir en línea recta o zigzag, alcanzar la cumbre o regresar, cumplir su palabra o renunciar, cualquiera que sea lo que elija, creerá que es lo más obvio. Pero no, lo más obvio de todo es su libertad, su poder de elegir entre una pluralidad de obviedades y afrontar sus consecuencias sin echarle la culpa a nadie, tampoco a sí mismo...y mucho menos a su soledad, o a la ley de la gravedad o a la fiereza de las tormentas.

miércoles, 25 de marzo de 2020

LA BOTELLA DEL NÁUFRAGO


A poco de empezar ésto de internet, un experto me enseñó cómo se hacía un blog y yo enseñé luego a otra gente. Excéptico, registré uno para hacer la prueba, sin mucho ánimo, porque entonces un simple correo electrónico era una quimera y el primer teléfono inalámbrico un verdadero tocho, cuyos inconvenientes no compensaban sus supuestas ventajas. ¿Quién me iba a decir a mí que sería un bloguero?, uno de los pocos que mantienen un blog más allá de un par de años.Yo vengo haciéndolo desde hace diez. Me lo tomo como un diario, al principio sí que me interesaba mucho el número de seguidores, pero desde hace unos cuantos años ya no, y pienso que eso me ha ayudado a mantenerlo. Sé que a mí me es útil, porque me funciona como una memoria externa, me vale para reconocerme y aceptarme con mis propias contradiccciones, con las que me voy construyendo...que ahí quedan, por si además encuentran destinatario.
A aquel primer blog de prueba le puse el título de “La botella del náufrago” sin que tuviera que pensarlo mucho, simplemente porque eso es lo que me parecía y me sigue pareciendo todavía. Sé que no deja de ser una contradicción más a sumar, porque todo náufrago arroja la botella al mar como básico gesto de esperanza: si no le llega a nadie, si no hay nadie que recoja el mensaje en ninguna playa del mundo, al menos que por mí no quede, yo lo he intentado.
Hoy me he acordado de aquella época pionera y he comprobado que de aquel blog ya no queda rastro. Pero descubro que sí la hay de otros, de igual o parecido título, que todavía flotan en las azarosas aguas de internet: 

lunes, 23 de marzo de 2020

PARA DESPUÉS DE LA PANDEMIA

André Gorz y Dorine Keir


Estoy empleando estos días de confinamiento para leer libros pendientes y releer otros que ahora tengo el sentimiento de que en su momento no leí con suficiente atención. Uno de esos autores pendientes de relectura es André Gorz, periodista y filósofo existencialista y uno de los principales teóricos de la ecología política. André Gorz era austriaco y su verdadero nombre era Gerhart Hirsch. Falleció en 2007, con 84 años de edad, por suicidio conjunto con su compañera Dorine Keir, tras una decisión tomada por mutuo acuerdo. Son muchas las ideas que me interesan de este autor, pero para este momento elijo su reflexión acerca de la pobreza y la miseria, ésta como situación objetiva y aquella como relativa. 

 

Decía André Gorz que la pobreza es esencialmente relativa, que se es pobre en Vietnam cuando se anda descalzo, en China cuando no se tiene bici, en Francia cuando no se tiene coche, y en los EEUU cuando se tiene uno pequeño. Según ésto, ser pobre siginificaría «no tener la capacidad de consumir tanta energía como consume el vecino»: cada uno es el pobre (o rico) de otro. Y, sin embargo, la miseria es objetiva: se está en la miseria cuando no se tienen los medios para satisfacer las necesidades elementales: comer, beber, curarse, tener un techo decente, vestirse. Así como no hay pobres cuando no hay ricos, tampoco puede haber ricos cuando no hay pobres: cuando todo el mundo es «rico» nadie lo es, al igual que sucede cuando todo el mundo es «pobre».