Se
le pueden dar todas las vueltas que se quiera a esta crisis de la
pandemia por covid-19, que de ninguna forma tendrán explicación convincente si van
desconectadas de la crisis sistémica en la que ya vivÍamos antes y
de la que el coronavirus está resultando un acelerador, que nos
sitúa en la antesala de un colapso generalizado del orden global imperante.
Escucho
por todas partes premoniciones acerca de la salida de la pandemia,
mayoritariamente bienintencionadas, ingenuamente fundadas y
desesperadamente optimistas (“la sociedad no será la misma,
seremos mucho mejores”) a partir de datos parciales de lo que está
sucediendo, como por ejemplo los gestos de ayuda y solidaridad social
que la pandemia ha despertado en parte de la población mundial,
convenientemente amplificada por los medios estatales de propaganda,
con sensibleros y amarillos mensajes “humanitarios” que, por
supuesto, evitan cualquier profundidad de análisis y cualquier
manifestación de libre pensamiento.
De
lo que se trata es de abrumar a la población con un exceso de
información y opinión tertuliana, replicada hasta la exacerbación
en las redes sociales, generando un estado de confusión que favorece
la pasiva aceptación de los mensajes precocinados desde las
instancias de poder.