viernes, 3 de abril de 2020

SOLO CABE ESPERAR LA SOCIALIZACIÓN DEL COLAPSO


Se le pueden dar todas las vueltas que se quiera a esta crisis de la pandemia por covid-19, que de ninguna forma tendrán explicación convincente si van desconectadas de la crisis sistémica en la que ya vivÍamos antes y de la que el coronavirus está resultando un acelerador, que nos sitúa en la antesala de un colapso generalizado del orden global  imperante.

Escucho por todas partes premoniciones acerca de la salida de la pandemia, mayoritariamente bienintencionadas, ingenuamente fundadas y desesperadamente optimistas (“la sociedad no será la misma, seremos mucho mejores”) a partir de datos parciales de lo que está sucediendo, como por ejemplo los gestos de ayuda y solidaridad social que la pandemia ha despertado en parte de la población mundial, convenientemente amplificada por los medios estatales de propaganda, con sensibleros y amarillos mensajes “humanitarios” que, por supuesto, evitan cualquier profundidad de análisis y cualquier manifestación de libre pensamiento.
De lo que se trata es de abrumar a la población con un exceso de información y opinión tertuliana, replicada hasta la exacerbación en las redes sociales, generando un estado de confusión que favorece la pasiva aceptación de los mensajes precocinados desde las instancias de poder.

domingo, 29 de marzo de 2020

AUTORRECLUSIÓN O PRISION PREVENTIVA (REFLEXIONES EN CUARENTENA)

Don Quijote y Nasreddín


No sabía Nasreddín (*) en qué lugar había perdido aquel objeto y sólo intentó buscarlo bajo la luz de la farola más próxima a su casa. 
 
Los cuentos de Nasreddín relatan las contradicciones y paradojas de su experiencia vital. Valga de ejemplo el cuento de “Nasreddín y el huevo” (**) transmitido oralmente desde la antigüedad y convertido en fábula popular que llegó al Mediterráneo desde la India (**). 
 

Caminando en soledad por una montaña siempre puede aparecer por delante una ladera bien empinada, resbaladiza y pedregosa, sin senderos ni veredas marcadas. El senderista tendrá que elegir: subir todo recto o en zigzag. Puede tener prisa si se presenta una amenaza de tormenta, o aún así no tenerla si piensa que va bien pertrechado. Puede preferir un esfuerzo intenso, subiendo en línea recta y en poco tiempo, o hacerlo más llevadero, subiendo en zigzag aunque le lleve más tiempo. Si no quiere renunciar a su intención de llegar a la cumbre tiene que elegir. Si el peligro de la tormenta es inminente, tendrá que elegir entre su promesa de no rendirse y el absurdo de correr un peligro gratuito. Cualquiera que sea su decisión, subir en línea recta o zigzag, alcanzar la cumbre o regresar, cumplir su palabra o renunciar, cualquiera que sea lo que elija, creerá que es lo más obvio. Pero no, lo más obvio de todo es su libertad, su poder de elegir entre una pluralidad de obviedades y afrontar sus consecuencias sin echarle la culpa a nadie, tampoco a sí mismo...y mucho menos a su soledad, o a la ley de la gravedad o a la fiereza de las tormentas.

miércoles, 25 de marzo de 2020

LA BOTELLA DEL NÁUFRAGO


A poco de empezar ésto de internet, un experto me enseñó cómo se hacía un blog y yo enseñé luego a otra gente. Excéptico, registré uno para hacer la prueba, sin mucho ánimo, porque entonces un simple correo electrónico era una quimera y el primer teléfono inalámbrico un verdadero tocho, cuyos inconvenientes no compensaban sus supuestas ventajas. ¿Quién me iba a decir a mí que sería un bloguero?, uno de los pocos que mantienen un blog más allá de un par de años.Yo vengo haciéndolo desde hace diez. Me lo tomo como un diario, al principio sí que me interesaba mucho el número de seguidores, pero desde hace unos cuantos años ya no, y pienso que eso me ha ayudado a mantenerlo. Sé que a mí me es útil, porque me funciona como una memoria externa, me vale para reconocerme y aceptarme con mis propias contradiccciones, con las que me voy construyendo...que ahí quedan, por si además encuentran destinatario.
A aquel primer blog de prueba le puse el título de “La botella del náufrago” sin que tuviera que pensarlo mucho, simplemente porque eso es lo que me parecía y me sigue pareciendo todavía. Sé que no deja de ser una contradicción más a sumar, porque todo náufrago arroja la botella al mar como básico gesto de esperanza: si no le llega a nadie, si no hay nadie que recoja el mensaje en ninguna playa del mundo, al menos que por mí no quede, yo lo he intentado.
Hoy me he acordado de aquella época pionera y he comprobado que de aquel blog ya no queda rastro. Pero descubro que sí la hay de otros, de igual o parecido título, que todavía flotan en las azarosas aguas de internet: 

lunes, 23 de marzo de 2020

PARA DESPUÉS DE LA PANDEMIA

André Gorz y Dorine Keir


Estoy empleando estos días de confinamiento para leer libros pendientes y releer otros que ahora tengo el sentimiento de que en su momento no leí con suficiente atención. Uno de esos autores pendientes de relectura es André Gorz, periodista y filósofo existencialista y uno de los principales teóricos de la ecología política. André Gorz era austriaco y su verdadero nombre era Gerhart Hirsch. Falleció en 2007, con 84 años de edad, por suicidio conjunto con su compañera Dorine Keir, tras una decisión tomada por mutuo acuerdo. Son muchas las ideas que me interesan de este autor, pero para este momento elijo su reflexión acerca de la pobreza y la miseria, ésta como situación objetiva y aquella como relativa. 

 

Decía André Gorz que la pobreza es esencialmente relativa, que se es pobre en Vietnam cuando se anda descalzo, en China cuando no se tiene bici, en Francia cuando no se tiene coche, y en los EEUU cuando se tiene uno pequeño. Según ésto, ser pobre siginificaría «no tener la capacidad de consumir tanta energía como consume el vecino»: cada uno es el pobre (o rico) de otro. Y, sin embargo, la miseria es objetiva: se está en la miseria cuando no se tienen los medios para satisfacer las necesidades elementales: comer, beber, curarse, tener un techo decente, vestirse. Así como no hay pobres cuando no hay ricos, tampoco puede haber ricos cuando no hay pobres: cuando todo el mundo es «rico» nadie lo es, al igual que sucede cuando todo el mundo es «pobre». 

sábado, 21 de marzo de 2020

LA GLOBALIZACIÓN Y NOSOTROS, SIN VACUNA NI CONTRAPODER


De dar visibilidad y prioridad a la política se encarga el complejo sistema de información y comunicación, responsable de crear las corrientes de opinión que sean funcionales al orden del poder hegemónico instalado hoy a escala global, asentado en un confuso orden jerárquico para el reparto del poder: unas élites propietarias que “visiblemente” se reservan el poder económico y otras élites subalternas que se reservan el poder político y que, sólo aparentemente, representan la gobernanza, según una ya obsoleta concepción de la política como orden superior a la economía. Esta inversión radical en la estructura jerárquica del poder sólo ha sido posible mediante una colosal y exitosa operación de camuflaje, de vital importancia estratégica para el mantenimiento y reproducción del sistema de acumulación que llamamos capitalismo. De esa operación de camuflaje se encargan los medios publicitarios y académicos, a su vez subalternos de segundo nivel en el orden funcional del poder global, economía/política/ciencia/publicidad. Inmersos en la invasiva y masiva vorágine publicitaria (infoxicación) no es fácil percibir el conjunto de este nuevo orden que conocemos como “globalización”, ni su trascendencia en el curso de nuestra evolución histórica; muy difícil desvelar la naturaleza subversiva, revolucionaria del orden heredado de la Modernidad, de aquella época histórica a cuya agonía asistimos y que hasta ahora entendíamos -porque así nos lo habían enseñado en la escuela (otro invento propio de la Modernidad)- como positiva y definitiva superación del viejo orden feudal.  
Una revolución sobre otra y después la revolución proletaria, inconformista heredera de ambas. Cada una de estas revoluciones generó su propio contrapoder, lo que no sucede en la revolución neoliberal que ahora nos involucra globalmente.

sábado, 14 de marzo de 2020

FATIGA DE VIVIR




 



 Cumpleaños

Yo lo noto: cómo me voy volviendo

menos cierto, confuso,

disolviéndome en aire

cotidiano, burdo

jirón de mí, deshilachado

y roto por los puños.



Yo comprendo: he vivido

un año más, y eso es muy duro.

¡Mover el corazón todos los días

casi cien veces por minuto!




Para vivir un año es necesario

morirse muchas veces mucho.