domingo, 29 de marzo de 2020

AUTORRECLUSIÓN O PRISION PREVENTIVA (REFLEXIONES EN CUARENTENA)

Don Quijote y Nasreddín


No sabía Nasreddín (*) en qué lugar había perdido aquel objeto y sólo intentó buscarlo bajo la luz de la farola más próxima a su casa. 
 
Los cuentos de Nasreddín relatan las contradicciones y paradojas de su experiencia vital. Valga de ejemplo el cuento de “Nasreddín y el huevo” (**) transmitido oralmente desde la antigüedad y convertido en fábula popular que llegó al Mediterráneo desde la India (**). 
 

Caminando en soledad por una montaña siempre puede aparecer por delante una ladera bien empinada, resbaladiza y pedregosa, sin senderos ni veredas marcadas. El senderista tendrá que elegir: subir todo recto o en zigzag. Puede tener prisa si se presenta una amenaza de tormenta, o aún así no tenerla si piensa que va bien pertrechado. Puede preferir un esfuerzo intenso, subiendo en línea recta y en poco tiempo, o hacerlo más llevadero, subiendo en zigzag aunque le lleve más tiempo. Si no quiere renunciar a su intención de llegar a la cumbre tiene que elegir. Si el peligro de la tormenta es inminente, tendrá que elegir entre su promesa de no rendirse y el absurdo de correr un peligro gratuito. Cualquiera que sea su decisión, subir en línea recta o zigzag, alcanzar la cumbre o regresar, cumplir su palabra o renunciar, cualquiera que sea lo que elija, creerá que es lo más obvio. Pero no, lo más obvio de todo es su libertad, su poder de elegir entre una pluralidad de obviedades y afrontar sus consecuencias sin echarle la culpa a nadie, tampoco a sí mismo...y mucho menos a su soledad, o a la ley de la gravedad o a la fiereza de las tormentas.

miércoles, 25 de marzo de 2020

LA BOTELLA DEL NÁUFRAGO


A poco de empezar ésto de internet, un experto me enseñó cómo se hacía un blog y yo enseñé luego a otra gente. Excéptico, registré uno para hacer la prueba, sin mucho ánimo, porque entonces un simple correo electrónico era una quimera y el primer teléfono inalámbrico un verdadero tocho, cuyos inconvenientes no compensaban sus supuestas ventajas. ¿Quién me iba a decir a mí que sería un bloguero?, uno de los pocos que mantienen un blog más allá de un par de años.Yo vengo haciéndolo desde hace diez. Me lo tomo como un diario, al principio sí que me interesaba mucho el número de seguidores, pero desde hace unos cuantos años ya no, y pienso que eso me ha ayudado a mantenerlo. Sé que a mí me es útil, porque me funciona como una memoria externa, me vale para reconocerme y aceptarme con mis propias contradiccciones, con las que me voy construyendo...que ahí quedan, por si además encuentran destinatario.
A aquel primer blog de prueba le puse el título de “La botella del náufrago” sin que tuviera que pensarlo mucho, simplemente porque eso es lo que me parecía y me sigue pareciendo todavía. Sé que no deja de ser una contradicción más a sumar, porque todo náufrago arroja la botella al mar como básico gesto de esperanza: si no le llega a nadie, si no hay nadie que recoja el mensaje en ninguna playa del mundo, al menos que por mí no quede, yo lo he intentado.
Hoy me he acordado de aquella época pionera y he comprobado que de aquel blog ya no queda rastro. Pero descubro que sí la hay de otros, de igual o parecido título, que todavía flotan en las azarosas aguas de internet: 

lunes, 23 de marzo de 2020

PARA DESPUÉS DE LA PANDEMIA

André Gorz y Dorine Keir


Estoy empleando estos días de confinamiento para leer libros pendientes y releer otros que ahora tengo el sentimiento de que en su momento no leí con suficiente atención. Uno de esos autores pendientes de relectura es André Gorz, periodista y filósofo existencialista y uno de los principales teóricos de la ecología política. André Gorz era austriaco y su verdadero nombre era Gerhart Hirsch. Falleció en 2007, con 84 años de edad, por suicidio conjunto con su compañera Dorine Keir, tras una decisión tomada por mutuo acuerdo. Son muchas las ideas que me interesan de este autor, pero para este momento elijo su reflexión acerca de la pobreza y la miseria, ésta como situación objetiva y aquella como relativa. 

 

Decía André Gorz que la pobreza es esencialmente relativa, que se es pobre en Vietnam cuando se anda descalzo, en China cuando no se tiene bici, en Francia cuando no se tiene coche, y en los EEUU cuando se tiene uno pequeño. Según ésto, ser pobre siginificaría «no tener la capacidad de consumir tanta energía como consume el vecino»: cada uno es el pobre (o rico) de otro. Y, sin embargo, la miseria es objetiva: se está en la miseria cuando no se tienen los medios para satisfacer las necesidades elementales: comer, beber, curarse, tener un techo decente, vestirse. Así como no hay pobres cuando no hay ricos, tampoco puede haber ricos cuando no hay pobres: cuando todo el mundo es «rico» nadie lo es, al igual que sucede cuando todo el mundo es «pobre». 

sábado, 21 de marzo de 2020

LA GLOBALIZACIÓN Y NOSOTROS, SIN VACUNA NI CONTRAPODER


De dar visibilidad y prioridad a la política se encarga el complejo sistema de información y comunicación, responsable de crear las corrientes de opinión que sean funcionales al orden del poder hegemónico instalado hoy a escala global, asentado en un confuso orden jerárquico para el reparto del poder: unas élites propietarias que “visiblemente” se reservan el poder económico y otras élites subalternas que se reservan el poder político y que, sólo aparentemente, representan la gobernanza, según una ya obsoleta concepción de la política como orden superior a la economía. Esta inversión radical en la estructura jerárquica del poder sólo ha sido posible mediante una colosal y exitosa operación de camuflaje, de vital importancia estratégica para el mantenimiento y reproducción del sistema de acumulación que llamamos capitalismo. De esa operación de camuflaje se encargan los medios publicitarios y académicos, a su vez subalternos de segundo nivel en el orden funcional del poder global, economía/política/ciencia/publicidad. Inmersos en la invasiva y masiva vorágine publicitaria (infoxicación) no es fácil percibir el conjunto de este nuevo orden que conocemos como “globalización”, ni su trascendencia en el curso de nuestra evolución histórica; muy difícil desvelar la naturaleza subversiva, revolucionaria del orden heredado de la Modernidad, de aquella época histórica a cuya agonía asistimos y que hasta ahora entendíamos -porque así nos lo habían enseñado en la escuela (otro invento propio de la Modernidad)- como positiva y definitiva superación del viejo orden feudal.  
Una revolución sobre otra y después la revolución proletaria, inconformista heredera de ambas. Cada una de estas revoluciones generó su propio contrapoder, lo que no sucede en la revolución neoliberal que ahora nos involucra globalmente.

sábado, 14 de marzo de 2020

FATIGA DE VIVIR




 



 Cumpleaños

Yo lo noto: cómo me voy volviendo

menos cierto, confuso,

disolviéndome en aire

cotidiano, burdo

jirón de mí, deshilachado

y roto por los puños.



Yo comprendo: he vivido

un año más, y eso es muy duro.

¡Mover el corazón todos los días

casi cien veces por minuto!




Para vivir un año es necesario

morirse muchas veces mucho.

NUESTRO DÉBIL SISTEMA INMUNOLÓGICO Y EL EFECTO MARIPOSA


En un sistema caótico, minúsculas variaciones en las condiciones iniciales derivan muy pronto en enormes diferencias en la evolución del sistema. Ello implica que cualquier imprecisión microscópica en el conocimiento del estado inicial se transformará con rapidez en una imprecisión a escala macroscópica. El tiempo meteorológico o el capitalismo son ejemplos de sistemas caóticos. El efecto mariposa sirve para conceptualizar la teoría del caos. A pesar de su complejidad, hace referencia a los cambios cuyas consecuencias en determinadas circunstancias generan un gran Desorden, cuya apariencia puede ser la de un Orden Nuevo.
¿Sabemos cómo y de qué vivir durante y después del previsible colapso del sistema capitalista?
Con la pandemia originada por el coronavirus están muriendo los más mayores, sobre todo los que padecen patologías previas, aquellos que tienen más debilitadas sus defensas. La muerte se ceba allí donde fallan las defensas naturales, el sistema inmunológico. Hace una década la amenaza del colapso previsible era financiera y sin que ésta fuera resuelta, hasta hace un mes le siguió la debida al cambio climático sumado al caos financiero. Ahora es un virus desconocido el que está poniendo el mundo a prueba, un nuevo caos añadido a los anteriores, al financiero y al climático. Cada uno de estos caos está condicionado y amplificado por los efectos acumulados de los anteriores, el climático sobre el financiero, el sanitario sobre el financiero más el climático. Y el próximo, el caos productivo que ya está viniendo solapado, llegará después y como consecuencia de la suma de efectos de todas las crisis anteriores: la financiera más la climática, más la sanitaria.

En todos los casos el funcionamiento del caos viene a ser el mismo, se produce a partir de unas condiciones previas y su gravedad tiene relación directa con unas patologías que ya estaban ahí antes de que nos asaltaran como sucesión caótica. Cada uno de estos caos “temáticos” se van acumulando al anterior, cuajando una tormenta global y perfecta. Por eso que en estos momentos resulte trascendental averiguar algunas cosas esenciales: primero, cuáles son esas patologías previas; segundo, si éstas son comunes a las manifestaciones (financiera, climática, sanitaria y productiva) del caos global que se está cociendo; y en tercer lugar, disponer de conclusiones ciertas acerca de las causas en origen, conclusiones que nos lleven a tomar decisiones dirigidas a regenerar urgentemente nuestro sistema inmunológico, en el supuesto de que aún estemos a tiempo.
La primera causa general y común que deduzco es la pérdida de diversidad -tanto biológica como cultural- que provoca la globalización capitalista. La sobreexplotación de los bienes naturales ha originado una inmensa merma de la biodiversidad y la conversión del mundo en un único mercado ha propiciado la homogeneidad cultural a escala global, con el resultado igualmente letal de aniquilar las culturas nativas y, por tanto, la diversidad cultural. He ahí las primeras patologías.
Una radical pérdida de resiliencia -capacidad de resistencia ante las dificultades y la adversidad- para mí es la siguiente causa. Esa resistencia era muy potente en la era agrícola-preindustrial, cuando cada individuo contaba con muchas más posibilidades de ser autosuficiente a partir del cultivo de la tierra, la cría de ganado, junto a trabajos artesanos e industriales con uso de tecnologías no dependientes, en mercados locales de proximidad. La producción industrial, en serie, una vez proletarizada genera una exclusiva y absoluta dependencia del sistema económico capitalista, lo que se traduce rápidamente en una pérdida brutal de autosuficiencia por parte de la inmensa mayoría de los individuos asalariados, que se vieron forzados a desplazarse a los centros urbanos en los que surgían las nuevas industrias, abandonando sus anteriores trabajos campesinos y artesanos.
El individuo contemporáneo ha perdido el conocimiento y las habilidades que le permitieron ser autosuficiente en la era preindustrial y si ahora le faltara el salario no sabría cómo ni de qué vivir. Cierto que la vida no sería fácil para quien no fuera “dóminus”, señor o propietario de la tierra, pero eso es otro problema, distinto y previo, consecuencia del parcelamiento de la Tierra común, mediante apropiación o robo, cuya solución sigue pendiente a pesar del paso de los siglos. Y que ahora es más actual y urgente que nunca.
La resiliencia, como fortaleza, individual y colectiva, en comunidad convivencial de iguales, fue durante siglos característica de la vida comunitaria, más social y ecológica, la más inteligente y eficiente forma de sobrevivir a las adversidades de la existencia. Es obvia, a la vez que trágica, la debilidad del individuo contemporáneo, socialmente aislado, privado de vida comunitaria, enfrentado a sus iguales en brutal competencia por un puesto de trabajo, totalmente dependiente del sistema económico capitalista y su aparato estatal de control social. Desposeído de la tierra y de los conocimientos y habilidades que realmente son útiles a su autonomía y, en definitiva, a su supervivencia.
La convivencia en comunidad de iguales y en regimen productivo de máxima autosuficiencia, individual y colectiva, provee de seguridad a cada individuo como al conjunto de la sociedad humana. La vida en comunidad compensa las debilidades y fallos de la iniciativa y autonomía personal, educa a cada individuo en la ayuda mutua y la solidaridad, lo que sirve para que éstas sean aplicadas a la cooperación entre individuos y entre comunidades. Y al tiempo le otorga seguridad al conjunto de la especie, porque su autonomía es una defensa general ante el peligro de una infección por contagio. “No poner todos los huevos en una misma cesta” es un viejo y sabio refrán popular, perfectamente oportuno en estos momentos, en medio de la crisis de salud pública y sistémica que afrontamos. La gestión de la complejidad del mundo global que tenemos supone en sí misma una inmensa debilidad del sistema en su conjunto; es infinitamente más segura y más inteligente la gestión distribuida en nodos autónomos y redes comunitarias descentralizadas.

En sus actuales condiciones de masificación a escala estatal/nacional y global, la democracia sólo puede darse en su ínfima expresión, al modo de su actual forma parlamentaria o “representativa”, que con esta adjetivación está reconociendo su teatralización, su naturaleza aparente y sucedánea. Como consecuencia, los individuos no participan realmente, ni son ni se sienten realmente responsables de las decisiones políticas, delegan esta responsabilidad y con su voto se autodeclaran insolventes, ignorantes e irresponsables. Y, sin embargo, su gesto le sirve a los verdaderos responsables de la política para descargar su propia responsabilidad en aquellos que les votan, esas masas a las que eufemísticamente denominan “pueblo soberano”.
A partir de la enorme concentración de las poblaciones humanas en grandes urbes como consecuencia directa del sistema productivo-mercantil capitalista, la cantidad numérica de los censos electorales sirve de justificación para descartar la democracia directa y para su sustitución por un sucedáneo, la democracia representativa o indirecta...y eso en el mejor de los casos. Así quedan anulados el individuo, la comunidad y la democracia directa en un mismo lote, por  razón de que “no es funcional al orden estatal-capitalista”.
Vamos entreviendo las patologías que están en el orígen del caos sistémico y la verdadera dimensión del daño causado a nuestro sistema inmunológico, la enfermedad que ha debilitado nuestras defensas peligrosamente, hasta hacernos plenamente vulnerables, precarizando en extremo nuestras vidas como nunca podíamos imaginar que llegara a suceder, situados como estábamos hace bien poco en un estado de pánfila fascinación, ante un progreso tecnológico en el que habíamos puesto toda nuestra pequeña esperanza, más o menos religiosa, más o menos proletaria y pequeñoburguesa.

Ahora toca lavarnos las manos muy bien y con frecuencia, tenemos que aislarnos en casa, saludarnos lo menos posible y amarnos a más de un metro de distancia, no hay más remedio. Pero puede ser una buena ocasión para reflexionar un poco en lo que está pasando y en la acuciante necesidad que tenemos de regenerar nuestro sistema inmunológico. Podríamos hacerlo, por ejemplo, pensando la respuesta a esta sencilla pregunta: ¿cómo y de qué vivir durante y después del colapso?