No podría precisar en
qué momento histórico se produjo, pero sucedió: la izquierda dejó
de pensar que el sistema al que se enfrentaba era incompatible con su
visión de la existencia humana como vida digna y emancipada, libre y
autónoma; abandonó su raíz ética primigenia y empezó a pensar
resignadamente que sólo compartiendo los exitosos principios de la
modernidad liberal-socialdemócrata, le cabía alguna posibilidad de alcanzar el
poder, aún manteniendo cierta retórica de la lucha de clases, que
constituye su diferencial electoral. Así, la querencia por el poder
(estado) y el dinero (capital) se convirtieron en programa totalitario, global y común de
las izquierdas, las derechas y de todas sus facciones y derivadas,
moderadas y extremistas. Así, la retórica antifascista de las
izquierdas se quedó hueca de todo contenido, al sumarse a la misma
fe estatalista del fascismo y a la misma creencia “progresista”
de la burguesa modernidad, compartiendo la misma promesa de más dinero y más
orden, estado, el mismo orden jerárquico impuesto a la sociedad, sin
lograr su disimulo con meras diferencias estéticas y puramente
anecdóticas, ni repeinados, ni con rastas o rapados.
jueves, 16 de febrero de 2017
sábado, 11 de febrero de 2017
SOBRE PAISANÍA Y COMUNIDAD
Si en pleno vuelo preguntáramos a un
astronauta qué ve ahí abajo, más concretamente en la punta sur de
Europa, nos dirá que una península, la Ibérica; ¿qué cuántos
países divisa?...nos dirá que dos, España y Portugal. Esto será
lo normal, es lo que la inmensa mayoría piensa. Eso sí, con algunas
variantes, porque muchos entre catalanes y vascos -astronautas o no-
dirían que ven hasta cuatro países. Pues NO es así, esa
apreciación es un gran error, porque tanto el astronauta como la
mayoría de la gente, e incluso como muchos catalanes y vascos, lo que
ven son Estados, no países. Un país es otra cosa, es el paisaje
real, en el que no existen más líneas que las que corresponden a
los cauces de los ríos, las carreteras, los cordales de las
montañas, los bordes de los campos de cultivo y los de la tierra
urbanizada...visto desde el suelo o visto desde el cosmos.
sábado, 28 de enero de 2017
SOBRE LA MATRIZ ESTATAL-COLONIAL DEL ORDEN VIGENTE
Estela que representa el Código de Hammurabi (museo del Louvre) y pintura de Ruysdael “Comerciantes y recaudadores de impuestos”, de 1.542 |
Supone
un grave error afrontar la encrucijada histórica en la que estamos
inmersos desde una perspectiva única y simple, observándola sólo
en su dimensión ideológica
y económica
o sólo en la política y militar. El dilema es mucho más
amplio y complejo, porque nos refiere -también y sobre todo- a la
enrevesada matriz colonial del poder, esencialmente extractivo y
depredador, desempeñado por la alianza histórica de corporaciones,
estatales (político/militares) y capitalistas
(mercantil/financieras), al servicio de un
común proyecto de dominio universal: sobre la naturaleza toda, sobre los individuos y sus
comunidades convivenciales, sobre sus territorios y patrimonios
locales (naturales y culturales)... en definitiva, sobre el Ser, la
Tierra
y el Conocimiento.
Deberíamos
prestar más atención a la corriente de “pensamiento decolonial”
que viene desarrollándose desde hace décadas en América Latina.
Es una opción que surge desde la diversidad del mundo y desde las
historias locales, una opción que en opinión de sus mentores
intelectuales, se enfrenta a la “manera única de leer la
realidad”, que ellos etiquetan (apresuradamente a mi
entender) como “pensamiento único occidental”, aunque promovido
desde una confluente diversidad (cristiana, liberal y marxista).
sábado, 21 de enero de 2017
PACTO DEL PROCOMÚN UNIVERSAL: LA TIERRA Y EL CONOCIMIENTO
Ilustración de Pawell Kuczynski |
En el combate ideológico y estratégico se decide cómo y quién construye la realidad
Que los discursos políticos son intercambiables es la realidad del combate ideológico que hoy libramos y conviene no olvidarlo. Quien en ese combate tenga la iniciativa, acabará orientando la agenda del mismo. Esta es una básica cuestión estratégica.
Desde el inicio del parlamentarismo burgués, su facción progresista viene participando en esta institución estatal con total aceptación de sus fines y de sus normas, contribuyendo decisivamente a la consolidación del juego parlamentario y a la fortaleza de la clase burguesa, inventora, propietaria y titular del parlamentarismo y del conjunto de instituciones que integran el aparato estatal.
Así, esa facción siempre hizo seguidismo de la agenda burguesa, por más que una y otra vez intente autojustificarse ante su clientela “obrera”, recurriendo a un ilusionismo electoral que sólo sirve a su propia supervivencia, al calor del parlamentarismo, unas veces en la oposición y otras en el gobierno. Pero no puede esperarse otra cosa, porque desde su origen esa es su expresa y primordial finalidad, la de participar en el reparto de un poder que tienen asegurado, en mayor o menor cuota, siempre que participen y depositen su fe en el entramado institucional de la dominación.
Su estrategia general, dirigida a esos fines, no es, no puede ser diferente, sólo pueden serlo sus tácticas, basadas en su común necesidad de mantener la sostenibilidad de la lucha de clases que -valga la redundancia- sostiene al Estado.
Así, la lucha de clases, como tensión social permanente, camufla la ontológica naturaleza totalitaria del parlamentarismo burgués mediante su escenificación democrática, puramente formal y aparente, de tal modo que el parlamentarismo “democrático” no es, no puede ser, otra cosa que un oximorón, un imposible. De esa común estrategia depende la propia supervivencia de las élites dirigentes que manejan los partidos, los sindicatos y las corporaciones que forman parte de la burguesía dominante, repartida su representación en facciones conservadoras y progresistas, en derecha e izquierda, según el lado del hemiciclo en que se sientan (o en el que esperan sentarse).
Que los discursos políticos son intercambiables es la realidad del combate ideológico que hoy libramos y conviene no olvidarlo. Quien en ese combate tenga la iniciativa, acabará orientando la agenda del mismo. Esta es una básica cuestión estratégica.
Desde el inicio del parlamentarismo burgués, su facción progresista viene participando en esta institución estatal con total aceptación de sus fines y de sus normas, contribuyendo decisivamente a la consolidación del juego parlamentario y a la fortaleza de la clase burguesa, inventora, propietaria y titular del parlamentarismo y del conjunto de instituciones que integran el aparato estatal.
Así, esa facción siempre hizo seguidismo de la agenda burguesa, por más que una y otra vez intente autojustificarse ante su clientela “obrera”, recurriendo a un ilusionismo electoral que sólo sirve a su propia supervivencia, al calor del parlamentarismo, unas veces en la oposición y otras en el gobierno. Pero no puede esperarse otra cosa, porque desde su origen esa es su expresa y primordial finalidad, la de participar en el reparto de un poder que tienen asegurado, en mayor o menor cuota, siempre que participen y depositen su fe en el entramado institucional de la dominación.
Su estrategia general, dirigida a esos fines, no es, no puede ser diferente, sólo pueden serlo sus tácticas, basadas en su común necesidad de mantener la sostenibilidad de la lucha de clases que -valga la redundancia- sostiene al Estado.
Así, la lucha de clases, como tensión social permanente, camufla la ontológica naturaleza totalitaria del parlamentarismo burgués mediante su escenificación democrática, puramente formal y aparente, de tal modo que el parlamentarismo “democrático” no es, no puede ser, otra cosa que un oximorón, un imposible. De esa común estrategia depende la propia supervivencia de las élites dirigentes que manejan los partidos, los sindicatos y las corporaciones que forman parte de la burguesía dominante, repartida su representación en facciones conservadoras y progresistas, en derecha e izquierda, según el lado del hemiciclo en que se sientan (o en el que esperan sentarse).
martes, 17 de enero de 2017
HORIZONTES COMUNITARIOS, POR UN SENTIDO COMÚN DE LA DISIDENCIA
Horizontes Comunitarios es un
espacio que pretende aportar a la producción de un pensamiento crítico
apostando por la construcción de alternativas políticas surgidas desde
abajo, desde lo popular; donde la posibilidad de la transformación surge
de la vivencia cotidiana de las personas y de la manera en que éstas
luchan por recuperar su capacidad de decisión sobre la forma en que
desean producir y reproducir los ámbitos materiales y simbólicos de su
vida. Estas luchas, por lo general, surgen de potentes entramados
comunitarios, es decir, de relaciones sociales que habilitan una
apropiación común del mundo o producen un sentido común de
re-apropiación de éste, de tal manera que la forma de estar en el mundo
y de apropiarse de éste sea una decisión propia desde lo colectivo y no
una forma funcional a las dinámicas de explotación y dominación.
Lo comunitario existe como vivencia y
diversidad, como lucha y resistencia, por lo que su horizonte de deseo
no parte de una teleología apriorista o de la construcción de un deber
ser conceptualmente preconcebido, lo comunitario es presente y su
reproducción en el tiempo implica una disputa permanente por no quedar
entrampado en las relaciones de dominación, por ponerle límites a estas
relaciones y en el mejor de los casos, por hacerlas retroceder. Lo
comunitario es, pues, una compleja y contradictoria forma de estar en el
mundo, y, por lo mismo, una forma potencialmente transformadora y
revolucionaria. Ampliar el alcance de esa potencialidad es el sentido
práctico de este espacio.
(Extracto del texto de presentación de Espacios Comunitarios)
Su web:
https://horizontescomunitarios.files.wordpress.com/2017/01/elapantle.pdf
El nº 1 de su revista, APANTLE:
https://horizontescomunitarios.files.wordpress.com/2017/01/elapantle.pdf
sábado, 14 de enero de 2017
EL INVISIBLE GENOCIDIO GLOBAL DE LA INDIVIDUALIDAD
Wifi familiar, de Igor Morski |
Decía el desaparecido
Zygmunt Bauman que en el mundo actual todas las ideas de felicidad
empiezan y acaban en una tienda. El individuo medio, como producto de
la industria política de la modernidad, ha sido muy bien instruido
en esa comprensión de la existencia. En el tiempo europeo de hoy -no
olvidemos que en el mundo hay otros tiempos-, cuando vemos llegar a
millones de personas que buscan refugio en Europa, personas que hasta
hace poco llevaban vidas como las nuestras, incluso con trabajo y
casa propia, cuando somos espectadores de su televisiva irrupción en
nuestras vidas, ello nos coloca en una incómoda situación, en un
estado de ansiedad y miedo al futuro que surge de un sentimiento a
la vez novedoso y muy primitivo, acerca de la precariedad de nuestras
vidas. Cuando vemos a miles de refugiados acampados bajo la nieve en
Grecia, Italia o Turquía, a escasos kilómetros de nosotros,
empezamos a darnos cuenta de que no es un documental más, otro
espectáculo televisivo, sino una realidad en estado puro, sólo
porque lo tenemos cerca y lo sentimos como una amenaza directa.
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