Wifi familiar, de Igor Morski |
Decía el desaparecido
Zygmunt Bauman que en el mundo actual todas las ideas de felicidad
empiezan y acaban en una tienda. El individuo medio, como producto de
la industria política de la modernidad, ha sido muy bien instruido
en esa comprensión de la existencia. En el tiempo europeo de hoy -no
olvidemos que en el mundo hay otros tiempos-, cuando vemos llegar a
millones de personas que buscan refugio en Europa, personas que hasta
hace poco llevaban vidas como las nuestras, incluso con trabajo y
casa propia, cuando somos espectadores de su televisiva irrupción en
nuestras vidas, ello nos coloca en una incómoda situación, en un
estado de ansiedad y miedo al futuro que surge de un sentimiento a
la vez novedoso y muy primitivo, acerca de la precariedad de nuestras
vidas. Cuando vemos a miles de refugiados acampados bajo la nieve en
Grecia, Italia o Turquía, a escasos kilómetros de nosotros,
empezamos a darnos cuenta de que no es un documental más, otro
espectáculo televisivo, sino una realidad en estado puro, sólo
porque lo tenemos cerca y lo sentimos como una amenaza directa.
A partir de esa ansiedad,
bien condimentada desde los noticiarios, se va construyendo una idea
de seguridad amparada en la añoranza de un estado-protector que nos
defienda de los extravíos de la globalización y nos proteja de
la invasión migratoria. Eso es lo que anticipa el brexit,
amplificado con el éxito electoral de Trump en USA y a punto de
reproducirse en Europa, en el caso bastante probable de que Marie Le Pen
alcance la presidencia de la república francesa en este mismo año
de 2017. La democracia neoliberal se está reseteando en neofascismo
a partir de su inteligencia estratégica... y del fracaso de su
utopía del “estado de bienestar”, ahora que se ha quedado en
paños menores, ahora que ha demostrado su incompatibilidad con la
globalización de la democracia.
Ahora toca volver al
repliegue estatalista, iniciar una nueva deriva aunque no apunte
a ninguna parte, porque el sistema de producción y de mercado
capitalista ya no dispone de trabajo que ofrecer en los países
ricos, produce mucho más de lo que necesita con mucha menos gente
trabajando, se ha quedado atascado en su ficcion tecnológica y
mercantil, no venderá sus productos fuera de sus propias fronteras
estatales, seguirá obligado a comprar productos baratos en el plus
ultra colonial, en un círculo vicioso sin solución de continuidad
que barrunta más guerras, crisis económicas y políticas,
replicadas y cada vez más profundas. Sólo puede ofrecer una
seguridad precaria en el trabajo y en el consumo, la suficiente
para perpetuarse. Y sólo puede compensarlo con el odio al emigrante,
a ese extraño que viene a trabajar por un salario de dos reales, a
robarnos el empleo. No tiene solución: el inminente futuro de
nuestras democracias será neofascista y para eso hay que prepararse.
El asustado
individuo-medio-occidental no ve más que males por todas partes, se
ha situado en un estado de perpetua resignación: “somos así, no
tenemos arreglo, es nuestra naturaleza, así es el animal que
llevamos dentro”. Y a partir de ese pensamiento fundante es incapaz
de imaginar cualquier salida mejor, ya no puede concebir la vida sino
como una lucha en competencia perpetua, eso sí, mejor si es asistido
por un estado justo y militar, que le proteja en la adversidad y le
defienda de cualquier posible invasión, de terroristas o de
emigrantes. Y en ello, a la desesperada, deposita toda su fe. A eso
vamos, porque eso es lo que ahora quiere el individuo medio
occidental, ese ser irresponsable, producto genuino de la democracia
industrial y de su moderno estado del bienestar.
No se fía ni de sí
mismo ni de los demás, sólo confía en la regeneración y
fortalecimiento de un estado utópico que sea capaz de meter en
vereda a la economía capitalista, como si ésta no fuera
constitutiva del estado, el histórico y realmente existente. Piensa
que sólo cabe una evolución positiva, se siente progresista, ha
aprendido en la escuela que el pasado siempre fue peor y que, por
tanto, el futuro, “lo nuevo”, será siempre mejor. Tal es su
moralidad “humanista”, una creencia tan poderosa como su
religiosa fe estatal. Su concepción de sí mismo, del ser humano que
es, se basa en una autoinculpación de origen moral, como rastro del
pecado original, por su maldad natural y congénita. Su asociación
de la maldad con la naturaleza y, por tanto, con la genética humana,
le lleva irremediablemente a ver la naturaleza como algo con lo que
hay que romper, un estado primitivo y carente de moralidad; según
él, los humanos somos primates que evolucionan hacia un estado moral
opuesto al de la naturaleza, del que necesitamos desertar, que
necesitamos superar y dominar para evolucionar hacia el ideal
progresista de moralidad, en las antípodas de aquel estado primitivo
del que venimos, cuando iniciábamos la evolución y empezábamos a
“progresar” a partir de nuestro despegue, ruptura, con la
naturaleza.
Frans de Waal es un
primatólogo que ha investigado a fondo el comportamiento y
costumbres de los primates. Sostiene que “al hacer hincapié en
nuestros genes egoístas, la biología evolutiva moderna adolece de
una visión poco favorable del mundo natural”. Así, la ciencia ha
exacerbado nuestra costumbre de culpar a la naturaleza cada vez que
actuamos mal y de calificar de “humanas” sólo a nuestras buenas
acciones. Al buscar el origen de la moralidad humana no en la
evolución sino en la cultura, la ciencia insiste en que somos
morales sólo por elección, no por naturaleza.
En sus investigaciones,
De Waal ha llegado a la conclusión de que “procedemos de un largo
linaje de animales que se preocupan por los débiles y que cooperan
entre sí mediante transacciones recíprocas, lo cual demuestra que
existe una fuerte continuidad entre la conducta humana y la animal”.
Lo explica en su fascinante libro “Primates y filósofos”.
Pues bien, en esa
moralidad humanista que considera la moral humana como producto de la
evolución cultural al margen de la evolución natural, se basa la
ideología dominante, nutrida y custodiada por una policía social
anónima, a cuya nómina pertenece nuestro individuo medio
occcidental, convertido así en incondicional funcionario del Estado,
en un patético proletario burgués y progresista.
Yo creo que somos
primates bipartitos, tan capacitados para el bien como para el mal. Y
ya que nuestra avanzada inteligencia nos permite elegir en conciencia
a partir de la propia experiencia, es por lo que deberíamos
inclinarnos por el bien, sin renegar de la naturaleza, del primate
que somos, aún sabiendo que siempre viviremos en conflicto con el
mal, al que sólo podemos ganar por propia y libre elección, en un
voluntario y permanente combate, por afán de perfección evolutiva.
Ese miedoso existencial,
que desconfía de sí mismo, tampoco va a confiar nunca en los demás,
por eso necesita de Alguien al que situar “por encima”, una
autoridad en la que delegar su propia responsabilidad. Y con ello
sacrifica su propia autonomía, su soberanía individual y hasta su
propia libertad más elemental, la de conciencia. El irresponsable
que todo lo fía a lo aprendido en la escuela, a lo jerárquicamente
establecido, es el cómplice pasivo y necesario del mayor y más
perfeccionado genocidio, previo a todos los demás que vemos
sucederse en el tiempo presente, un genocidio invisible, aniquilador
de la individualidad, que ni siquiera permite imaginar la
posibilidad de una vida humana más perfeccionada, en verdadera
democracia y convivencia, en comunidad y en paz con la naturaleza. El
individuo-masa es su lamentable resultado: un retroceso evolutivo
que nos retrotrae a etapas primitivas de la evolución, en las que
predominaban los más elementales instintos de supervivencia. Por
todo eso, hoy más que nunca, una revolución integral es necesaria,
es un deber individual y universal que tiene plena justificación y
sentido.
1 comentario:
Parece sorprendente que tan buen artículo, no pueda diseccionar la adoctrinadora idea de «progreso» y su malintecionada idea de «evolución». Si existen millones de primates en el mundo y millones de Humanos, ¿Dónde están los millones de primates intermedios o sus huesos o fósiles?.La idea y teoría de que los Humanos somos monos evolucionados es falsa.
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