miércoles, 13 de mayo de 2015

GANE QUIEN GANE...






Gane quien gane las próximas y siguientes elecciones, ningún cambio sustancial podemos esperar, la vida de la mayoría de la gente seguirá siendo dependiente de un trabajo asalariado (con patrón privado), de una pensión o de un subsidio público (con patrón estatal). Sea cual sea el sentido del voto, al esclavo le sirve para legitimar su propia esclavitud y al patrón para afianzar su estatus.
La sistemática destrucción del individuo y la naturaleza a cargo del estado y el capitalismo prosigue y se refuerza en cada campaña electoral. Prosigue la fragmentación de la sociedad humana por género y clase social, por razas y nacionalidades. Prosigue y se afianza el proyecto de anulación de la individualidad consciente, anulada en medio de la masa electoral, recluída la vida humana en habitáculos en medio de la megamáquina que son hoy las hiperciudades, condenados a competir por la supervivencia, por el consumo y la acumulación de objetos; los seres humanos y los territorios convertidos en funcionales al orden imperante, productos del sistema de dominación integrado hoy por el mercado y el estado. 

miércoles, 29 de abril de 2015

¿CÓMO CON-VENCER?






Los primeros días de mayo participaré en  un encuentro de activistas, escritores y blogueros a los que nos une una visión crítica y ética de la realidad presente,  que nos hace ser conscientes en modo ateórico de la barbarie en que vivimos, que así lo pensamos y sentimos a partir de la experiencia reflexionada. 

De momento, hemos convenido en llamar a esta corriente “revolución integral”. Tenemos avanzadas muchas reflexiones e intuiciones, que no conclusiones, acerca del diagnóstico, el programa y la estrategia a seguir en adelante. Renunciamos de antemano a constituir cualquier forma de organización que pudiera apartarnos de la realidad que criticamos radicalmente y que pretendemos transformar; queremos ser coherentes y útiles, todo lo contrario a un partido político o cualquier otra forma de secta ideológica. La política nos interesa sólo en la medida en que la vemos como el escenario obligado donde se representa hoy  la barbarie civilizatoria en curso, un espectáculo de éxito sin precedente histórico, que lleva ya tres siglos en cartelera. Conocemos nuestra dimensión  ontológica-prepolítica que hoy nos es negada, con lo que tras el espectáculo de la política lo que queda es un residuo, un ser humano adoctrinado, anulado.

Nos proponemos reflexionar esta experiencia de la barbarie a partir del principio de responsabilidad y su consecuencia ética, una revolución integral. Pensamos que ya no merece la pena pensar una nueva variante de revolución política, cuando todas han fracasado frente al sistema dominante que las ha digerido e integrado en su aparato reproductivo. Ahora se trata de vencer y hacerlo por virtud además de por necesidad. Será una revolución tan personal como social, tan material como espiritual, tan igualitaria como libertaria, o no será.
 
Experimentamos la barbarie del tiempo contemporáneo como una  sistemática destrucción del individuo humano y la naturaleza de la que somos parte. Y a esa reconstrucción se debe el ideal de la revolución integral: un ser humano autoconstruido, una vida comunitaria autónoma y autogobernada, un individuo y una comunidad humana reintegrados a la naturaleza. A mí la  interrogante que más me aprieta es estratégica: ¿cómo con-vencer? Por ahora, sólo tengo por seguro que nos enfrentamos a un reto descomunalmente complejo, que nos compromete individual y comunitariamente en una lucha agónica contra la racionalidad  capitalista y su Estado de sumisión dominante.

Y a eso me predispongo cuando en esta víspera del encuentro acabo de terminar la lectura de algunos ensayos sobre el pensamiento de Hans Jonas, el filósofo alemán autor de la “Etica de la responsabilidad”. En una entrevista del periódico “Der Spiegel”, en 1.992, el entrevistador le decía que “se nos hace difícil imaginar la razón por la cual, por primera vez en la historia de la humanidad, la disposición a renunciar voluntariamente al disfrute material, debiera concernir a las masas”; a lo que Hans Jonas respondía “todavía no hemos captado completamente la psicología del  ser humano. No sabemos todavía cuáles son los resortes de que dispondrá  cuando se hunda en la necesidad más extrema. Renunciar a toda esperanza sólo puede precipitar el desastre, mientras que uno de los elementos susceptibles de retardarlo consiste en creer que puede ser conjurado”... “Al terminar esta entrevista parece, profesor Hans Jonas, que da usted pruebas de valor y de esperanza” ...”No, ni de valor  ni de esperanza, sino que señalo una obligación a la cual debemos someternos. No se debe valorar primero las posibilidades y, luego, decidir lo que  se debe hacer o lo que no. Bien al contrario, hay que reconocer la obligación y la responsabilidad y actuar en consecuencia, como si se tuviese una posibilidad, incluso si uno mismo duda mucho de que exista”.

domingo, 19 de abril de 2015

NO, NO SOMOS TAN INOCENTES




Pudiera parecer inocente la gente de la clase trabajadora que obligada por las circunstancias dedica los días a sobrevivir y a reclamar mejores condiciones económicas. Seguro que no lo es la clase dirigente que la representa, sindical y políticamente, la que en sus programas "hacia la emancipación” nunca cuestiona el trabajo asalariado como un mal en sí mismo, como algo que en esencia no es otra cosa que dependencia y sumisión de por vida, que anula al individuo y lo convierte en mercancía laboral, en objeto funcional del mercado. Nunca lo cuestionan como algo indeseable y detestable que atenta contra todo entendimiento de la libertad, que es destructivo de la esencia y cualidades humanas. Esa clase dirigente, que ha hecho o aspira a hacer del izquierdismo su oficio, nunca dirá que hay que acabar con el trabajo asalariado, porque en la perpetuación de éste, a cargo de patrón privado o estatal (¿qué más da?), ven la oportunidad de su propia prosperidad. ¿Cómo se puede esperar que algún día pongan en sus programas que la abolición del trabajo asalariado es finalidad ética, primordial e irrenunciable, para todo ser humano?, ¿cómo van a proponer lo contrario de lo que sólo a ellos les conviene?

sábado, 4 de abril de 2015

NUNCA MÁS LLAMAREMOS PUEBLO AL CENSO ELECTORAL


Por el conocimiento de la historia hemos sabido del fracaso de todas las revoluciones anteriores acometidas en nombre del “pueblo” y hemos analizado las causas de los errores que llevaron a la derrota cuando las revoluciones fueron por iniciativa propia.
Valoramos todos los intentos revolucionarios y de ellos y sus errores aprendemos, seguimos  aprendiendo todavía,  en este convulso momento de la historia. La situación de la que hoy somos conscientes es muy distinta a la de otros tiempos, a la de otras revoluciones, por eso que la revolución hoy necesaria tenga que ser también distinta y radicalmente nueva, con la  dimensión global e integral apropiada a la gravedad de la situación actual.

sábado, 28 de marzo de 2015

RECONSTRUIR EL SUJETO, RECUPERAR EL SENTIDO DE LA VIDA



Habrá quien identifique la finalidad de las revoluciones con un cambio de régimen o de gobierno. A estas alturas de la historia, pienso que la revolución necesaria es integral y no política, es inclusiva y no exclusiva, es un proceso y no un suceso; pienso que tiene por finalidad principal la recuperación del sentido trascendente de la vida, que surge de un impulso que es tan natural como humano, tan individual como comunitario, que no es sino un sentido perfectivo de la evolución, que corresponde a un sujeto consciente y emancipado.
Compartimos una idea muy negativa de la situación, llegamos a ella a partir de la reflexión sobre nuestra personal experiencia de la realidad, completada con el conocimiento histórico que nos ayuda a comprender los capítulos de la evolución humana y las claves históricas que explican la negatividad de la época histórica que vivimos. Si no nos dejamos deslumbrar por la espectacularidad tecnológica que cubre superficialmente nuestras vidas, lo que vemos es el paisaje de una devastación de dimensiones inéditas y apocalípticas, un paisaje que ninguna civilización anterior había visto. Vemos en nosotros mismos y en nuestros congéneres contemporáneos un sujeto privado de las mejores cualidades que permitieron la evolución humana, un sujeto carente de voluntad por la excelencia de sí mismo, desinteresado por la conducta virtuosa que otorga sentido a la vida. Y aún así, reconocemos el rastro de ese impulso vital y positivo en individuos excepcionales y en comunidades resistentes, lo reconocemos a pesar de las condiciones de sumisión en que vive la mayoría de la humanidad, a pesar de la mala educación, el amaestramiento recibido en las escuelas, en el trabajo asalariado, en los medios de comunicación y en las múltiples estructuras e instituciones que fueron desplegadas durante los dos últimos siglos y que conforman el orden imperante al que, por reducción, identificamos como estatal-capitalista. 

miércoles, 18 de marzo de 2015

EL CÍNICO NOMBRE DEL PROGRESO




En todo caso, las consideraciones sobre el progreso están subordinadas a las del orden”(Augusto Comte,1798-1857, de su obra “Orden y Progreso”). 


 
Desde cualquier punto de vista, el adjetivo “cínico” nos refiere hoy a un modo de práctica que no se corresponde con su propia teoría y que, por tanto, se sitúa en la parte más sucedánea y oscura de la ética; en nuestro tiempo, cínico se ha consolidado también como definición de un comportamiento provocativo e irrespetuoso, incluso mordaz y sarcástico, al que no le importan los medios empleados con tal de servir a sus fines. No se corresponde este sentido actual con su original griego, el de los filósofos cuya "filosofía cínica” no tenía nada de teórica sino que, al contrario, consistía en un radical desprecio por las normas morales o sociales convencionales, al tiempo que sublimaban lo ético. Según aquellos cínicos antiguos, nada vale lo que se dice y sólo tiene valor la conducta, lo que se hace. Hicieron bien los historiadores alemanes de la filosofía que nombraran “quínicos” a los primeros cínicos, a aquellos filósofos griegos del siglo IV antes de Cristo, en concordancia con el vocablo griego oríginal y para distinguirlos de los cínicos contemporáneos.