“Va
siendo hora de actuar contra el lenguaje, de hacerle confesar su peligrosidad y
su falta de inocencia: el mundo cambió y también sus formas de nombrarlo. Hay
que reformular la gramática que opera, siempre opera, sobre nosotros mismos”.
(31/10/13, nota de tapa, revista Contratiempo)
Por la escasa audiencia
que tiene el ideal de la revolución, pudiera ser que quienes comulgamos con esa
idea nos estemos equivocando de estrategia y que quizá fuéramos mejor comprendidos
si fuéramos capaces de recuperar el significado original y utilitario de las
palabras. El sentido de la revolución podría adquirir así una significación real
y no idealista, no confundible con el idealismo propio del lenguaje burgués
imperante, con la palabrería del Poder. Para comprender ésto, bastaría ver que
el éxito de la Dominación consiste básicamente
en el triunfo de la abstracción, en su idealidad, perfectamente representada
por el Dinero, su ideal más abstracto, sublime y sagrado.