No sigo el flamenco, ni conocía
al Cabrero hasta el pasado viernes, que nos fuimos hasta Vitoria sólo para
verle y escuchar su cante hondo, rural y rebelde. Reconozco que fui cargado de
prejuicios, reconozco que me vine convencido, porque pude verle y sentirle muy de cerca:
cómo se entregaba a su oficio, cómo decía versos propios y ajenos con corazón y
sin aditivos, con la poderosa herramienta
de su voz siempre al servicio del poema, de su sentido.
Me dicen los que entienden de
flamenco que nunca ha cambiado su formato musical, que es un icono de este
arte, un ejemplo de compromiso, de coherencia y resistencia, que es un cantaor
incómodo para los medios convencionales, que está vetado por muchos medios de
comunicación y en gran parte de los circuitos tradicionales por los que corre
el flamenco, que no se calla lo que piensa, que “cuando hay algo que decir, no
se puede uno callar, porque callar es morir”. Esta es una de sus últimas canciones:
Pastor de nubes
Nací una tarde de octubre
cuando pardean los cerros
y en el llano los rastrojos
tapizan los barros negros
Cuna de cabrero pobre
pañales de trapos viejos
de dolor fue el primer grito
el segundo fue de miedo
Si el dolor templó mi voz
como los buenos cencerros
el miedo me hizo rebelde
en vez de hacerme borrego
Atardeceres de frío
amaneceres de acero
mi infancia fue una ilusión
si la tuve no me acuerdo
Por eso a veces me paro
a jugar con lo que encuentro
a piola con el alma
al esconder con el tiempo
Y cuando el tiempo me gane
ya cansado y para viejo
jugaré a pastor de nubes
y de zagal pondré al
viento
Este documental sobre el Cabrero fue rodado en 1988 por una productora francesa en colaboración con una cadena de TV. Obtuvo el Premio Especial de la Crítica en el prestigioso Festival de la Rose d'Or de Montreux, fue emitido por cadenas de 43 países de 5 continentes.Todas las cadenas españolas lo rechazaron, dijeron que NO ENCAJABA EN LA PROGRAMACIÓN.
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