sábado, 2 de noviembre de 2013

VA SIENDO HORA DE ACTUAR CONTRA EL LENGUAJE


“Va siendo hora de actuar contra el lenguaje, de hacerle confesar su peligrosidad y su falta de inocencia: el mundo cambió y también sus formas de nombrarlo. Hay que reformular la gramática que opera, siempre opera, sobre nosotros mismos”. (31/10/13, nota de tapa, revista Contratiempo)

Por la escasa audiencia que tiene el ideal de la revolución, pudiera ser que quienes comulgamos con esa idea nos estemos equivocando de estrategia y que quizá fuéramos mejor comprendidos si fuéramos capaces de recuperar el significado original y utilitario de las palabras. El sentido de la revolución podría adquirir así una significación real y no idealista, no confundible con el idealismo propio del lenguaje burgués imperante, con la palabrería del Poder. Para comprender ésto, bastaría ver que el éxito de la Dominación consiste  básicamente en el triunfo de la abstracción, en su idealidad, perfectamente representada por el Dinero, su ideal más abstracto, sublime y sagrado.


Bastaría con ver el desprecio que siempre sintió la burguesía hacia el utilitarismo del Pueblo, cuya extinción es el logro mayor de la estrategia y el pensamiento burgués. El utilitarismo siempre fue considerado como simpleza e imperfección propia del Pueblo, carente de la complejidad del idealismo burgués, cuya cumbre es el Dinero. Hay que releer el Análisis de la Sociedad del Bienestar, de  Agustín García Calvo, para atreverse a revisar esta cuestión, las contradicciones del lenguaje y su relación con la estrategia de la revolución.

Puede que nos estemos equivocando al considerar materialista la ideología del Poder. ¿Qué hay de materialismo en la idea de Estado?...hagamos la pregunta clave: ¿a quién le es útil esta idea, quién necesita al Estado?... ¿y a quién le es útil la idea de su par, el Capital?...al Poder, a nadie más. Creemos que el Poder es materialista sólo porque gusta del Dinero, pero no es cierto, el Dinero es representativo de otra cosa, es el medio para poseer a la gente, hacerlos Masa, uno a uno y por separado, sumados como cifras, mayorías absolutas productoras de cosas inútiles y de impuestos, Dinero al cabo. La palabra Dinero dejó de nombrar la utilidad que fue, siendo sustituida ésta por el crédito, una abstracción, pura fe sólo útil al Poder. Esa es la estrategia perfecta del Estado-Capital. El idealismo como mercancía para el consumo de las masas, útil para la gozosa posesión de mujeres y hombres (el ideal supremo del  perfecto  burgués).   

En algún momento el lenguaje fue subvertido. Lo que nombramos perdió su significado original, popular. No sabemos, por ejemplo, qué significa hoy la palabra “Verdad”... depende, todo depende. Desprovista de significación material, la palabra se queda en algo que impide la comunicación, en algo inconcreto, abstracto y relativo, sin posibilidad de existencia; como el amor que se queda sin cuerpo, perfecto como un Dios que no tiene necesidad de existir. La verdad imperfecta y original, resiste en el rescoldo de las palabras que el pueblo creó. Intuimos que se trata de algo tangible, fundado en el goce y el sufrimiento que son reales, que surgen del conocimiento, de la propia vida y de la convivencia. Intuimos que es posible acariciar la utilidad de la existencia, por imperfecta que sea.

No tenemos seguridad sobre el significado de muchas palabras. Ya lo he dicho: no sabemos, por ejemplo, qué es el Dinero, creemos que es una cosa material porque alguna vez fue moneda; pero sospechamos que ahora es algo más, …y de algún manantial ha de nacer esta sospecha. He llegado a pensar que, para entendernos, quizá fuera mejor decir las cosas del revés, liberados de la semántica interesada y relativa, quizá recuperásemos el sentido llano y común del lenguaje; puede que así nos comprendiésemos mejor, situados en un paisaje abierto, donde no reboten los ecos de las palabras, donde la niebla no difumine las formas y esconda los contenidos, donde podamos acceder al significado real de las palabras, el que un día dejaron de nombrar al servicio del Poder.

Recordemos lo que sucede con la palabra Riqueza: que significa pública y democrática mientras sólo sea idea, verbo, que cuando el Pueblo quiere hacerla corpórea, carne, el Estado-Capital se la apropia, la parcela en propiedades y la empaqueta como mercancía…; consideremos otra palabra, “Patria” por ejemplo,  emparentada con patrón, con patrimonio y propiedad, preguntémonos: ¿a quién le es útil la idea de España, de Cataluña o de Vietnam?...la respuesta debería bastar para sacarnos de  la contradicción que nos atrapa, la que tiene secuestrado el significado material de tantas palabras “normales”, responsables de construir “la realidad”, eso que creemos que sucede PORQUE  SI, porque tiene que suceder.

¡Qué prueba más palpable de la anulación del Pueblo esta falsificación del lenguaje! Qué grandes contradicciones nos provoca al depositar nuestra imperfecta fe en la resurrección del Pueblo. Nada es más afín al idealismo burgués que nuestro despojado materialismo socialdemócrata, que vaga errante por las callejas y bulevares del mundo, que se acurruca entre cartones y pisitos confortables, que rumia el derrumbe de su ideal soñado, el Estado del Bienestar…otra vez será, quizá en otra vida, quizá cuando el partido vuelva a ganar las elecciones.

Analizando estos asuntos, es probable que  experimentemos sentimientos encontrados y que lo  asumamos malamente, como una imperfección personal con la que pudiéramos contaminar a la revolución…pero tenemos que atrevernos, es necesario desvelar el travestismo idealista del lenguaje burgués, restaurar el cuerpo original de las palabras, su sentido llano y utilitario, sin temor a  perjudicar el avance de la revolución, que –nunca lo olvidemos- ni nos pertenece, ni de nosotros depende. No es útil, por tanto, tener prisa, si bien podemos ir haciendo algunas cosas, como por ejemplo, actuar contra el lenguaje. Si ésto hiciéramos, tendríamos que empezar por sacar la palabra revolución del limbo de los ideales,  rescatarla del paraíso perfecto de lo  imposible, de su eterna reclusión en la no existencia. Liberada de falsos significados, de capas y capas de marketing, la palabra revolución aparecerá entonces poderosa y desnuda, desprovista de ismos y adjetivos innecesarios,  en su genuina y democrática desnudez, en su gloriosa imperfección materialista y asamblearia: cuerpos decididos a convivir, autogobierno sin más.

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