No
tener trabajo es una situación relativamente nueva en la historia de la
humanidad, una consecuencia directa del sistema económico que hace doscientos
años empezó a concentrar la propiedad de los recursos naturales y productivos
en manos de una minoría de la humanidad, obligando a la mayoría a trabajar para los
propietarios de dichos recursos. Este sistema permite la acumulación de capital
a partir de la explotación del trabajo humano, de ahí que se le
denomine capitalismo. La economía de mercado es su forma natural de producción, de asignación de los recursos y de intercambio,
en la que todo lo que existe es susceptible de convertirse en mercancía,
incluido el trabajo humano.
sábado, 3 de noviembre de 2012
domingo, 28 de octubre de 2012
LA EDUCACION, PROHIBIDA E IMPOSIBLE
Ayer
escuché en la radio una tertulia en torno a la edad legal para mantener
relaciones sexuales, suscitada a raíz del reciente y desgraciado suceso en el que fue
asesinada una niña de trece años que mantenía relaciones con quien luego resultó ser su asesino, un hombre de cuarenta
años, que se suicidaría tras ser acosado por las fuerzas del orden. Todos los
tertulianos coincidían en el diagnóstico, afirmando que las leyes regulatorias de
la edad “legal” son contradictorias e incoherentes y que todas las soluciones
pasan por la educación, por educar en la responsabilidad.
También
recientemente he vivido otra polémica, ésta vez en directo, en torno al debate
sobre la educación, provocado por la película argentina “La educación
prohibida”, proyectada aquí, en mi comarca, como en medio mundo, gracias a una
exitosa operación de marketing a través de Internet, organizada por el grupo argentino de la New Age que ha producido la película. Aunque, a priori, pudiera parecer que las dos cuestiones
nada tienen que ver entre sí, yo pienso que sí lo tienen y trataré de explicarlo.
viernes, 19 de octubre de 2012
EL NACIONALISMO Y EL ESTADO DE LAS HETERONOMÍAS
Manifestación independentista en Barcelona (2012) |
Los nacionalismos se llevan mal entre ellos, sobre todo porque su
sustancia se alimenta de establecer la identidad de unos a partir de la
diferencia con los otros. Asistimos en la actualidad a la descomposición del mal
llamado estado de las autonomías, a partir de la polémica que ha organizado el
presidente de la Generalitat, Artur Más, acerca de la voluntad soberanista de
la nación catalana. El nefasto ministro
de Justicia, señor Gallardón, ha sentenciado al respecto: “España no puede
pensarse a sí misma sin Cataluña y, por tanto, la independencia de Cataluña
significaría la destrucción de España”.
El regimen español adopta la
definición de estado autonómico, de modo
tan impropio como cuando se autodenomina estado democrático. Autonomía
significa carencia de intermediación y dominio, algo imposible en un regimen
estatal, por muy republicano que fuera, que no es el caso; algo totalmente
imposible en el contexto de una organización social basada en los principios de
jerarquía y desigualdad social, económica y política. El propio concepto de estado es, pues,
incompatible con el de autonomía y, por supuesto, con el de democracia, ya que
sólo podemos concebir racionalmente la democracia como sistema de organización
en el que la comunidad se instituye a sí misma y en el que el poder, en todas
sus facetas, se haya distribuido en condiciones de igualdad. Así pues, hablando
con propiedad, el estado español es un estado heterónomo y oligárquico. Nada de
autonómico, nada de democrático.
viernes, 5 de octubre de 2012
Y MÁS ALLÁ DEL CAPITAL
El libro de István Mészáros |
martes, 2 de octubre de 2012
MAS ALLÁ DEL QUINCEMISMO
Asamblea del 15M en Valencia |
Hay quien, de modo excesivamente simple, piensa
que el 15M, al igual que las protestas de la Primavera Árabe y las que se
sucedieron por diferentes países del mundo,
no son protestas proletarias, que
en realidad se trata de la rebelión de un importante sector de la “burguesía
asalariada” contra la amenaza de ser reducidos a proletarios y que, estando nutrida mayoritariamente por jóvenes
estudiantes, su principal motivación es que la educación superior ha dejado de
garantizarles un salario excedente en su posterior vida laboral.
Sin dejar de ser parcialmente cierto, no hay que
echar en olvido las explosivas revueltas acaecidas en el Reino Unido, en
Francia, en Portugal y en Grecia, protagonizadas por gente realmente excluida del sistema. Recordemos también que la revuelta en
Egipto comenzó siendo una protesta de esa burguesía asalariada -como la
denomina Slavoj Zizek- de jóvenes instruidos y carentes de perspectivas de futuro,
que derivó en una rebelión socialmente mucho más amplia,
dirigida a lograr el derrocamiento del regimen
de Hosni Mubarak.
sábado, 29 de septiembre de 2012
EL PODER DE LA NORMALIDAD
Wert, ministro de educación |
El
ministro de educación del PP, José Ignacio Wert, justifica su
nueva ley de educación bajo la pretensión de normalidad, por lo que se
propone erradicar, según dice, la parte ideológica que tenía la ley del anterior
gobierno, para lograr lo que él considera la excelencia en la educación, basada
en el esfuerzo personal y en más competitividad. El ministro es una persona consecuente,
él piensa que lo normal es su propia ideología, el capitalismo neoliberal, y tiene toda la razón. Lo cual no quiere decir que la anterior ley de educación, la del PSOE, no fuera también normal, sino que
era menos normal, es decir, menos neoliberal que la suya. Yo mismo hice las
prácticas de magisterio en lo que se denominaba Escuela Normal, en una
ciudad tan normal como Valladolid.
Casi
a diario, escuchamos la expresión “yo es
que soy una persona normal, soy apolítico”, en boca de personas que tienen
posiciones ideológicas inequívocamente conservadoras/capitalistas. Y tienen
razón, son personas tan normales como el
señor ministro de educación. La ideología “normal” -el capitalismo- para ellos
es apolítica en la medida en que se sitúa al
margen de la disputa entre los partidos por el poder político. La apolítica gente normal dice que lo que le interesa son los asuntos de la vida diaria, no la
política, en alabanza de una perversa y radical desconexión entre la vida y la política. Si bien,
su desinterés por la política no les impide votar en las elecciones. Y ya que
votan, lo hacen por los políticos que
consideran más normales, según su propia idea de la normalidad.
Por
otra parte, los políticos normales dicen pelear por los asuntos normales, los
que realmente interesan a los ciudadanos normales…y de esta forma, se va construyendo la ideología de la normalidad: los maestros
transmiten los conocimientos normales, los que ayudan a los niños a ser
normales, para que de mayores sean trabajadores y ciudadanos normales, incluso excelentemente normales,
que diría el ministro Wert, dibujando el perfil del ciudadano perfecto:
apolítico y competitivo, o sea, definitivamente normal.
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