martes, 2 de octubre de 2012

MAS ALLÁ DEL QUINCEMISMO

Asamblea del 15M en Valencia


Hay quien, de modo excesivamente simple, piensa que el 15M, al igual que las protestas de la Primavera Árabe y las que se sucedieron por diferentes países del mundo,   no son protestas proletarias, que en realidad se trata de la rebelión de un importante sector de la “burguesía asalariada” contra la amenaza de ser reducidos a proletarios y que,  estando nutrida mayoritariamente por jóvenes estudiantes, su principal motivación es que la educación superior ha dejado de garantizarles un salario excedente en su posterior vida laboral.

Sin dejar de ser parcialmente cierto, no hay que echar en olvido las explosivas revueltas acaecidas en el Reino Unido, en Francia, en Portugal y en Grecia, protagonizadas por gente realmente excluida del sistema. Recordemos también que la revuelta en Egipto comenzó siendo una protesta de esa burguesía asalariada -como la denomina Slavoj Zizek- de jóvenes instruidos y carentes de perspectivas de futuro, que  derivó en una  rebelión socialmente mucho más amplia, dirigida a lograr el derrocamiento del  regimen de Hosni Mubarak.

Con la perspectiva que otorga el paso del tiempo, la evolución del movimiento  se nos presenta como muy desigual. De lo que sí podemos ya estar seguros es de que no se trata de un movimiento global que señale en la dirección de una “democracia real”,  pudiendo afirmar que, con caracter general, se trata de un movimiento que expresa la descomposición de las clases medias intelectuales a las que el capitalismo postindustrial ya es incapaz de garantizar los privilegios otrora concedidos mediante el estado de bienestar, a cambio de proporcionar un colchón de "estabilidad y paz social”.

Al respecto, David de Ugarte realizó un pronóstico acertado hace muchos meses: “el único consenso unánime del movimiento quincemista es la necesidad de consensos unánimes… de ahí su ausencia de programa. La deliberación se convierte en mera expresión de un descontento informe y no argumentado y el «movimiento» en inmovilidad, pero, por lo mismo, se hace incriticable”.  Me interesa mucho su reflexión al respecto, en la que expresa la radical diferencia entre espacio deliberativo y espacio democrático, según lo cual, la deliberación atiende a la lógica de la abundancia, produciendo diversidad y no homogeneidad; se delibera sobre todo, se delibera sin esperanza ni necesidad de consenso, por lo que la deliberación se queda en plurarquía, que no es  democracia, ya que ésta precisa una previa identidad de la comunidad, del  “nosotros” que se reune en asamblea. La plurarquía desarrollada por el 15M genera un “participacionismo” que evoluciona hacia la dirección que acaba marcando una “oligarquía participativa”, siendo imposible construir cualquier unanimidad y anulando así toda capacidad de propuesta. Se resume de este modo el carácter expresionista del movimiento, viciado desde sus orígenes por la cultura  adhesionista practicada en facebook: “esto me gusta o no me gusta”, pero no me compromete.   

Aún así, algo de bueno quedará como poso;  son las numerosas iniciativas surgidas en no pocas asambleas locales, que han evolucionado hacia la construcción de proyectos alternativos: cooperativas, centros sociales autogestionados, monedas locales, huertos colectivos, ateneos culturales, centros de ayuda mutua,…pero eso, con ser mucho, es manifiestamente insuficiente, hay que dar un paso más, porque todas esas iniciativas sólo tienen futuro si son capaces de converger en un movimiento social potente que tenga, como objetivo prioritario, pararle los pies a la oligarquía que nos gobierna y frenar  la insoportable agresión que está sufriendo mucha gente excluida por el sistema dominante, bajo el pretexto de la crisis financiera.

Con todo, el acierto más trascendente del 15M es, sin duda, su cuestionamiento -todavía superficial- de la falsa democracia neoliberal. Bien es cierto que  existe el riesgo de que la proclama por una "democracia real” pueda quedarse en una reivindicación de calado reformista, satisfecha con unos retoques de la ley  electoral y  de la constitución española.  De lo que se trata ahora es de profundizar en lo que significa el denunciado “secuestro de la democracia” proclamado desde las manifestaciones de la última semana de septiembre (“Rodea el Congreso”) y reelaborar una alternativa fundamentada en una concepción radicalmente nueva de la democracia, crítica y autónoma respecto de todas las formulaciones históricas anteriores, una democracia definida en su sentido pleno: social, económico, político y ecológico; una formulación que necesariamente habrá de ser antisistémica, dada la absoluta incompatibilidad del capitalismo con la democracia. Este es el  consenso fundamental, el más básico, urgente y necesario.

Se trata, por tanto, de promover la constitución de un movimiento constituido por asambleas autónomas locales, progresiva y territorialmente federadas en un proceso gradual que apunte hacia la deconstrucción institucional del Estado. El programa básico ya lo tenemos, se  llama Democracia y es muy claro: igualdad social, política y económica, reintegrando a la sociedad con la naturaleza. Su desarrollo, su estrategia  y su ritmo habrán de ser decididos por las asambleas en el proceso de confrontación con  el  Estado,  que deberá abarcar todos los frentes posibles.

El paso previo debiera consistir en transformar la plurarquía de las actuales asambleas locales en verdaderas comunidades políticas locales en torno a dicho programa, teniendo como objetivo inmediato la integración en dichas asambleas de todos los ciudadanos y ciudadanas que en cada comunidad local (barrios, pueblos y ciudades), se reconozcan a sí mismos  como  demócratas y, por tanto, como anticapitalistas, tengan o no afiliación partidaria, sindicalista, ecologista o feminista.
Hay que superar la ineficiente fragmentación actual de las luchas sociales, integrándolas en un único bloque democrático y anticapitalista, operativo en todos los frentes, generador de  nuevas y autónomas instituciones al margen del Estado,  en todos los ámbitos de la sociedad. Hay que alcanzar la madurez y la capacidad organizativa suficientes que permitan disputar el poder municipal y convertirlo en el contrapoder desde el que difuminar  al estado capitalista, sustituyéndolo por una democracia plena. Para ello no hace falta crear ningún partido político, porque las asambleas locales son en sí mismas agrupaciones de electores que pueden presentarse a las elecciones municipales. No veo otra forma de superar el quincemismo.   

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