El pasado fin de semana he participado
en un foro sobre despoblamiento y medio rural, organizado por el grupo de
acción local País Románico. Unos días antes estuve en otro que convocaban las
juventudes comunistas de Aguilar de Campoo en torno al mismo tema. Durante los
últimos años he participado en numerosos foros convocados con el mismo motivo y
en todos he salido con la misma sensación de que se trataba de un tema recurrente,
e incluso noticiable, ocasionado por la contundencia de los datos estadísticos y
del que, por tanto, parece inevitable hablar, a sabiendas de que en cada
nueva ocasión se está convocando a la melancolía.
Los despoblados auditorios de
este tipo de encuentros así lo atestiguan una y otra vez. Siempre asisten los
mismos pocos, nunca alcaldes ni concejales, los políticos que asisten lo hacen
obligados por el compromiso de ser ponentes de oficio; la ausente y escuálida
población rural siempre está ausente, seguramente porque tiene otras cosas de qué ocuparse los viernes por la mañana. Y como es
previsible, no cabe otra conclusión en estos eventos que la derivada del estado
de melancolía que, irremediablemente, conduce a los asistentes al ejercicio del lamento
y la queja. De igual manera que las juergas suelen terminar con el cántico ritual
del “asturias-patria-querida”.