lunes, 12 de abril de 2021

TRILOGÍA DEL CORONAVIRUS

 



Descripción, por editorial Cauac:

La Trilogía del coronavirus contiene los tres artículos escritos por el Dr. Máximo Sandín durante la crisis inicial del Covid19 (en abril, mayo y julio de 2020). De forma más necesaria y apremiante que nunca, constituyen un esfuerzo didáctico para ayudarnos a comprender los graves errores en la interpretación de la naturaleza de los virus que arrastra una ciencia académica por desgracia más condicionada por conflictos de intereses económicos y de poder que guiada por la búsqueda del conocimiento y la comprensión del mundo natural.

Esta trilogía de artículos trata en primer término acerca del rol fundamental de los virus en la configuración de nuestro genoma, el desarrollo embrionario y en todo tipo de funciones y procesos biológicos, ecológicos, e incluso en la regulación del clima. En definitiva, su papel en una matriz coherente de información y comunicación orgánica que sostiene toda la vida que conocemos. Y en segundo término nos aporta información crucial acerca de los errores y consecuencias históricas de concebir a los virus como nuestros enemigos, muy especialmente sobre las aberraciones generadas por la manipulación antinatural de éstos en los cultivos de células embrionarias humanas y animales que realiza la industria vacunológica; una explicación al origen de las secuencias virales híbridas interespecie, como la del llamado “Sars-Cov2”, sin duda mucho más coherente y fundamentada que la que nos ofrece la narrativa mediática.

Prólogo, por Jon Ortega:

Como biólogo, fui educado bajo la creencia (extendida al conjunto de la sociedad moderna) de que toda la inconmensurable maravilla del mundo natural, toda la belleza, armonía, complejidad y diversidad de los organismos y los ecosistemas y toda la experiencia sensible de la vida, no eran en realidad más que la consecuencia “resultona” de una acumulación de ciertas “mutaciones al azar” en las secuencias génicas de los organismos. Unas mutaciones que en diferentes momentos y de manera totalmente fortuita habían otorgado a su portador ventajas para su supervivencia y reproducción, y por tanto se habían expandido y fijado gracias a la “Selección Natural”. En este escenario sólo se podían concebir por tanto dos fuerzas evolutivas, dos principios demiúrgicos que dan forma y colorido a un mundo de interacciones mecánicas e inerciales: en primer lugar el azar, y en segundo lugar el instinto, esencialmente competitivo, de supervivencia y reproducción.

El cómo se habían formado aquellos sistemas de información genética en primer lugar, el origen de la vida propiamente dicha, era algo de lo que nadie tenía ni idea y de lo que apenas se nos ofrecían relatos meramente especulativos, por no decir fantasiosos (el del “Mundo ARN” era el más manido de todos), pero no parecía importar porque en todo caso era algo que había sucedido hacía muchos millones de años, y ahora estaba clarísimo que toda la aparente complejidad de la naturaleza orgánica se reducía al impacto del azar, la competencia y la Selección Natural sobre nuestros sistemas genéticos. Tal es la particular visión neodarwiniana del mundo, que se extiende por supuesto a la vida microscópica donde, en su particular y azarosa lucha por la supervivencia, los virus y bacterias se han convertido en nuestros peores competidores, y vivimos bajo la amenaza constante de “mutaciones al azar” que les confieran ventajas sobre nosotros provocando graves pandemias, de las cuales sólo la medicina industrial puede salvarnos.

Sin embargo en mi cuarto curso de licenciatura sucedió algo que se salía del guión: después de tantos años, desde el instituto e incluso antes, estudiando e interpretando todos y cada uno de los fenómenos biológicos desde el prisma neodarwinista, mis compañeros y yo nos encontramos con un profesor que cuestionaba de raíz aquellos fundamentos teóricos que siempre habían impregnado profundamente cada frase de los libros de texto, cada comentario de los documentales, cada clase de ciencias naturales, cada artículo de divulgación y cada publicación especializada, en resumen toda la educación científica que habíamos recibido hasta entonces.

La cantidad, diversidad y calidad de la información y la documentación con las que fundamentaba su crítica eran impresionantes. Los argumentos, demoledores. Cada una de las diferentes áreas en las que estábamos acostumbrados a estudiar los fenómenos biológicos de forma compartimentalizada (paleontología, microbiología, ecología, biología molecular, genética del desarrollo, genómica comparativa…) incluso tomadas de forma separada mostraban serias dificultades para armonizar los hechos observados con la teoría… pero si uno las tomaba y contrastaba en conjunto, lo cual nos resultaba poco menos que revolucionario en aquél mundo académico tan especializado, estancado y atomizado, parecía claro que la estructura teórica asumida hasta ahora como un dogma en nuestra ciencia merecía como mínimo una revisión profunda. Los datos nos sugerían que debíamos empezar a concebir la genética no como un sistema cerrado que muta al azar sino como una ubicua matriz de información que intercontecta a organismos y microorganismos posibilitando una evolución conjunta y coherente, una comunicación constante donde los virus juegan un rol central a la vez que, junto con las bacterias, son los constituyentes funcionales básicos de nuestros cuerpos y ecosistemas. Las posibilidades que se abrían para la reflexión, el debate, la investigación, no tenían parangón con nada que hubiéramos conocido antes. Cada detalle de la naturaleza podía ser visto desde otro punto de vista que traía una nueva comprensión, y también nuevas preguntas e interrogantes. Incluso si uno mantenía la visión convencional de las cosas, se veía obligado a enriquecerla y profundizar en ella para integrar las nuevas cuestiones planteadas.

Por si hay algún lector despistado, aclaro que el profesor del que hablo es por supuesto el Doctor Máximo Sandín. Y debo añadir que a la maravillosa revelación científica que supuso en mi vida conocerle se sumó otro descubrimiento no menos impactante: Y es que ante la calidad y sobretodo la relevancia de sus argumentaciones, cabría esperar que una comunidad pensante, dialogante, abierta y buscadora del conocimiento, como yo había creído hasta ese momento que era aquello que llaman “la comunidad científica”, recibiera estas aportaciones al menos como una oportunidad de debate para crecer, dinamizarse, refrescarse, enriquecerse. Sin embargo lo que me encontré fue que la actitud del resto de los profesores, sin ánimo de juzgar a nadie, normalmente oscilaba entre el rechazo frontal, la incomodidad y la indiferencia. La gran mayoría de los biólogos ni siquiera parecían tener el más mínimo interés en entrar a debatir acerca de los contenidos y los hilos que exponía Sandín, por mucho que se fundamentaran en hechos bien documentados. Era como si hubiera “algo en el aire”, algo que por entonces yo no era capaz de entender, un fenómeno tabú acerca del cual aún hoy sigo investigando y tratando de mejorar mi comprensión, un tema demasiado complejo quizá para tratar en este pequeño prólogo, pero que se hace necesario como mínimo mencionar. En definitiva tomé contacto consciente por primera vez con una realidad ineludible, que en los años posteriores no he hecho sino corroborar en una ocasión tras otra: sea por los motivos o factores que sean, la comunidad científica y académica aparentemente no posee apertura, disposición o capacidad para revisar sus propios paradigmas y creencias asumidas, para replantearse o cuestionarse su propia comprensión de las cosas. Por tanto, tampoco inteligencia colectiva, posibilidad de madurar, de adaptarse a los problemas reales de una forma útil para la gente. La élite científica y académica es un falso referente de conocimiento para nuestra sociedad.

Así pues, me di cuenta de que nos encontramos en la peligrosa situación (por aquél entonces no llegué a imaginarme cuánto) de que todos los asuntos relacionados con la investigación, el conocimiento y el esclarecimiento último de las verdades concretas son delegados en instituciones que no poseen ni pueden poseer inteligencia. Y si la comunidad académica no era una comunidad pensante, entonces teníamos que crear una. Una que fuera horizontal, abierta, cooperativa, no asfixiada por una jerarquía fácilmente controlable por los intereses espúreos y las leyes del dinero, la competencia y las ilusiones de poder. Una que no relegara al ostracismo a investigadores como Máximo, a quienes nos invitan a ampliar nuestra perspectiva, revisar nuestras creencias, ver otras posibilidades, evolucionar.

Recuerdo que sentí la necesidad de buscar, conectar, encontrarme con otras personas que compartieran aquél sueño. Afortunadamente pude comprobar que no era un sueño personal, sino más bien un impulso espontáneo, colectivo y natural en el que a lo largo de los años muchos nos hemos ido encontrando y conociendo. Desde el principio decidí que mi granito de arena sería crear una editorial que diera voz a pensadores y visionarios que no tuvieran cabida en las estancadas y controladas instituciones de la cultura. No exagero pues, ni mucho ni poco, cuando digo que Máximo Sandín es la causa de que esta editorial haya llegado a existir.

Como no podía ser de otra manera, nuestra primera publicación fue una recopilación de artículos de Máximo, con el título Pensando la evolución, pensando la vida, que en mi opinión a día de hoy se ha convertido una referencia fundamental para el pensamiento crítico con los fundamentos reduccionistas y mecanicistas de la biología que continúan dominando la docencia, la investigación y la divulgación científica.

Quince años después de aquél memorable estreno editorial, nos encontramos aquí y ahora ante una situación asombrosa que está desencadenando rápidamente cambios muy importantes en nuestro mundo. De pronto nos hemos visto rodeados por un entorno transformado donde los sistemas de control, obediencia y restricción de las libertades individuales y colectivas condicionan nuestras vidas como jamás habríamos llegado a imaginar (con excepción de algún visionario distópico como Orwell o Huxley). Mientras los medios de comunicación aterrorizan a la gente sembrando miedo, confrontación e histeria, organizamos como podemos nuestro día a día a expensas de las nuevas imposiciones que se van sucediendo, amenazados por un nuevo encierro domiciliario general y por medidas de presión a corto plazo para forzarnos a inyectarnos productos experimentales con escasas o nulas garantías. Nuestros ancianos, niños y adolescentes han padecido y padecen tratos intolerables, y globalmente respiramos un ambiente asfixiante y opresivo en el que se está generando una gran cantidad de sufrimiento de muchas y variadas maneras. Siempre justificado por nuestra seguridad sanitaria, en base a una noción del mundo natural según la cual la salud y la enfermedad son el resultado de una interminable guerra molecular y microbiológica, de cuyas azarosas vicisitudes únicamente la industria farmacológica puede protegernos y permitir que llevemos una vida normal. Sin la benefactora protección del sector farmacéutico y los sistemas de regulación y control del Estado, vivimos a merced de una naturaleza errática y despiadada.

Esta visión del mundo que en los últimos meses se ha dejado sentir con más fuerza que nunca se nos presenta como la única posible y razonable, mientras el debate científico es motivo de censura y coherción en todos los medios de comunicación y en todas las instituciones académicas y gubernamentales. La presión por no profanar el tabú es muy fuerte, especialmente para quienes tienen un posición respetada y para todos los que trabajan en instituciones públicas, pues si tienen el valor de hacerlo públicamente se exponen a la incomprensión, el odio, la difamación y el escarnio, cuando no a expedientes y despidos.

Las buenas noticias son que toda esta situación tan disparatada sin duda ha agitado y removido consciencias, comenzando por la nuestra propia. La credibilidad de las instituciones que controlan la información está en caída libre y cada vez más gente siente la necesidad vital de investigar por sí misma y explorar más allá de la narrativa impuesta desde aquellas. Nunca antes tanto público se había interesado por los temas que tratamos en la editorial. Nunca antes habíamos recibido tanta cantidad y calidad de propuestas y proyectos de naturaleza colaborativa. Sentimos con mucha ilusión que el sueño de la red cooperativa pensante, abierta, e impulsora de un nuevo paradigma por fin está floreciendo, y en este vibrante movimiento nuestra pequeña editorial se encuentra creciendo, madurando, adaptándose y abriéndose a lo nuevo.

Estoy muy feliz de que inauguremos esta nueva y emocionante etapa de la misma manera que la anterior, con una obra de Máximo Sandín. Tres pequeños artículos cuya primera gran aportación es abrirnos una ventana al desconocido y fascinante mundo de los virus, su rol fundamental en la configuración de nuestro genoma, en el desarrollo embrionario y en todo tipo de funciones y procesos biológicos, ecológicos, e incluso en la regulación del clima. En definitiva, su papel en una matriz coherente de información y comunicación orgánica que sostiene toda la vida que conocemos; vasto universo del que apenas hemos arañado la superficie, puesto que toda la investigación financiada está orientada a aplicaciones industriales ajenas a un interés por profundizar en nuestra comprensión de la naturaleza. Está claro que no podemos aprender cosas nuevas si estamos instalados en la creencia de que ya hemos comprendido todo lo que había que comprender.

En segundo lugar, y no menos importante en este momento crítico que atravesamos como humanidad, la Trilogía del coronavirus nos aporta información crucial acerca de los errores y consecuencias históricas de concebir a los virus como nuestros enemigos, muy especialmente sobre las aberraciones generadas por la manipulación antinatural de estos en los cultivos de células embrionarias humanas y animales que realiza la industria vacunológica; una explicación al origen de las secuencias virales híbridas interespecie, como la del llamado “Sars-Cov2”, sin duda mucho más coherente y fundamentada que la que nos ofrece la narrativa mediática. Importantes elementos para nuestra reflexión sobre la situación de la ciencia en el mundo moderno, que nos ayudan a valorar hasta qué punto se ha corrompido su propósito natural como búsqueda de conocimiento y servicio a la humanidad para degenerar en un siniestro instrumento de la lucha por el poder, el dominio y la riqueza.

Con toda nuestra gratitud, cariño e ilusión, en nombre de todo el equipo de coordinación de Cauac, gracias Máximo, un gran placer trabajar contigo de nuevo ¡y con más sentido que nunca!


Adenda:

1. Web de la editorial Cauac: https://cauac.org/

2. Web de Máximo Sandín: http://www.somosbacteriasyvirus.com/

3. Bibliografía:

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domingo, 11 de abril de 2021

SIN MIEDO, CON-CIENCIA Y EMPATÍA



Bandera, de Mikhail Zlatkovsky


La empatía es un signo de madurez del individuo humano, durante la época de crianza los niños tardan algunos años en operar con empatía. Hay un experimento que conocí cuando estudiaba pedagogía con el que ésto se mostraba evidente: situemos a dos niños pequeños frente a frente, separados por una mesa con una mampara pequeña y opaca en medio, que no les impida la visión del otro pero que tape el objeto que cada uno tiene delante; preguntemos a cada uno de ellos qué objeto cree que ve el otro y comprobaremos que ambos piensan que el otro ve lo mismo que él, ignoran que la posición del otro es diferente a la suya y que eso implica una visión diferente. Si ésto les siguiera sucediendo en la vida adulta, estaríamos hablando de una enfermedad que llamaríamos infantilismo. Pues eso es, crónica inmadurez en la edad adulta, incapacidad para ponerse en el lugar del prójimo, ignorando su singularidad, su individualidad.

Por otra parte, desde hace muchos años vengo pensando que en aquellos momentos en que los individuos sentimos la vida como algo fallido, el meollo de tal sentimiento es, precisamente, la falta de lo que yo denomino “empatía general básica”, ese ponerse en el lugar del otro, que no es sino básico amor al prójimo,  pero que también podríamos decir “de individual conciencia de especie”, porque la conciencia es necesariamente individual, es una facultad, algo exclusivo del ser singular, ya que las sociedades - más aún las masas - por sí carecen de conciencia.

Esto del amor al prójimo parece, en principio, algo ambiguo: ¿amar al próximo pero no al lejano?, ¿a los iguales y no a los diferentes?, ¿amar solo a mi círculo de conocidos, amigos, vecinos y parientes?...sin duda que necesita una explicación. Pienso que la humanidad toma cuerpo, se hace concreta y material en el prójimo, en esa pequeña parte de la humanidad con la que me relaciono y convivo en un mismo territorio, compartiendo lugar y tiempo de vida en un mismo trozo de la Tierra común, eso que llamamos nuestro “país” (de paisaje). Pues bien, cuando un individuo siente más fallida su existencia es cuando no percibe aprecio en su trato con los demás; y lo siente incluso más que cuando tiene hambre o frío... “nadie me tiene en cuenta” se dice a sí mismo, con un dolor que le deprime y le supera, del que o bien se hace culpable o bien lo proyecta como culpa ajena de esos prójimos que le maltratan o que, como poco, le ignoran.

Pues bien, si uno repasa nuestra evolución histórica, verá que ésta apunta en la actualidad a un futuro más incierto e imprevisible que nunca, porque nunca antes había sucedido esta dependencia humana del contexto global, nunca hubo tanto aislamiento del individuo respecto de la comunidad en la que transcurre su existencia, nunca tanta falta de empatía y comunidad. Ahora, ante las grandes amenazas globales que atenazan la existencia humana - como el calentamiento global, la devastación de la biodiversidad, el agotamiento de los recursos naturales, el colapso económico y demográfico, etc-, el individuo no se siente partícipe de las causas y, sin embargo, por todos los medios se apela a su empatía y a su conciencia de especie. Se espera de él que no piense solo en sí mismo, ni solo a corto plazo, se espera que se haga cargo de la situación global, de la crisis existencial por la que pasa la especie humana en su conjunto. Pero ésto no lo puede comprender y, por tanto, no lo puede hacer este individuo que durante los últimos siglos ha sido enseñado y acostumbrado a pensar y actuar a corto plazo, obedeciendo a su más primario, reaccionario, instinto de supervivencia. No puede hacerlo este individuo cuyas relaciones sociales, otrora de convivencia y proximidad, fueron mediadas, intervenidas y finalmente sustituidas por impuestas entidades abstractas, como el Estado y el Mercado, que le han proporcionado un ficticio ideal de comunidad, un ilusorio y abstracto Bien Común, reducido a la idea de “Nación” como sucedánea comunidad, de súbditos y productores-consumidores-contribuyentes. “Mercado libre y Hacienda somos todos”, se dice.

En su aislamiento y soledad, este mayoritario individuo medio se siente aislado, desconcertado y confuso; es un ser crónicamente débil e irresponsable, básicamente asocial, acongojado y miedoso, un desconfiado compulsivo, ansioso deseante de certezas, seguridades y fuertes liderazgos, más bien jefaturas. En definitiva, es el producto perfecto, la pieza perfectamente apta para componer el nuevo orden social que se ha dado en llamar Nueva Normalidad, ese puzzle neofascista que estamos viendo expandirse y conformarse a escala global, emergiendo como crisálida de su propia podredumbre. Otra vez el burdo espectáculo de su camuflaje populista, su gregaria y milagrosa solución elitista diseñada por “expertos”, cada vez menos humanitaria, menos científica y cada vez más bruta.

He llegado a la conclusión de que en la maltrecha conciencia del individuo medio contemporáneo ha quedado descartada la empatía, la conciencia de especie o como lo queramos llamar, no sólo porque su falta de práctica se ha naturalizado y normalizado, sino también porque este individuo ha empezado a aceptar la lógica eugenésica y transhumana que sigue a los datos y previsiones de un rápido colapso sistémico. No lo dice, pero sí lo piensa, su instinto primario interpreta que para la futura existencia individual será mejor un mundo con menos humanos y que así, en el reparto le tocará más mundo a cada individuo. Despoblar el mundo se ha convertido en horizonte obligado para las élites dirigentes como para las masas contagiadas de fascismo... perverso, sí, pero para las masas educadas en el miedo al prójimo y al futuro, resulta creíble, lógico y hasta “científico”.

Ahora sí podemos decir que es la hora de los justos, de quienes todavía conserven conciencia y empatía, amor al prójimo y conciencia comunitaria, pensamiento humanitario, realmente democrático y científico. Y quienes usan el espantajo del fascismo como disculpa ya no pueden seguir simulando “antifascismo”, sea republicano o proletario, mientras fortalecen por detrás a la bestia madre del fascismo, la estatal y mercantil. Pronto se verán obligados a elegir: 1) entre arrimar su culo al sol que más calienta. 2) reiniciar la misma Historia para llegar al mismo sitio en el que ya estamos, o 3) sumarse a la revolución democrática integral que está en marcha, desde una combativa red global, de solidarias asambleas comunales, de mujeres y hombres igualmente libres. Desde las catacumbas y a la intemperie y, ahora sí, sin banderas ni fronteras, sin jefes ni gobernantes, sin propietarios ni mercaderes.

No creo en una futura sociedad perfecta, ni creo que ninguna sociedad del pasado lo fuera. Pienso que el conflicto es natural a la vida en sociedad, pero también pienso que las naturales diferencias humanas - las físicas, intelectuales, de salud, belleza e inteligencia - ya son muchas y suficientes y que es contrario a toda razón que haya artificiales diferencias, a mayores e impuestas, y que éstas se agranden y perpetúen mediante gregarias estructuras de dominación, que nos conducen a la irrelevancia del ser propiamente humano...solo súbditos perfectamente intercambiables e prescindibles, carentes de empatía y comunidad, como cualquier máquina. Pues eso es el fascismo, ese Orden con destino a la Nada. Piensen, ¿en qué se queda el fascismo si le privamos del Estado que lo amamanta?

Practiquen una mínima empatía con las élites dominantes, pónganse en su mente y lugar por un instante, ¿ven lo que ellas ven?: un mundo que las sobrepasa, unas masas que no paran de multiplicarse, a las que ya no podrán tener ocupadas ni darles comida, ni educación, ni medicina, un subsidio, ni siquiera una mínima renta básica...¿cómo gobernarlas y darles satisfacción sin renunciar al beneficio capitalista y, por tanto, sin suicidio de las élites gobernantes, expuestas a merced de esas masas ignorantes, que solo piensan en consumir y consumir hasta ocupar su lugar?...¿cómo no van a recurrir al fascismo para restaurar el Orden y, a ser posible, con la complicidad de una buena parte de esas masas?, ¿cómo no promover guerras y pandemias que vayan reduciendo la población a límites "manejables", “ecológicos”, “sostenibles”? 

No hay mejor antídoto contra el fascismo que ponerse en su mente y lugar. Desconecten, no le den publicidad, no le hagan frente a la bestia en su terreno, desconecten, sin miedo, construyan comunidades de ayuda mutua y autodefensa, rescaten los antiguos comunales e inventen otros nuevos, verdaderas democracias, sin permiso, no tengan miedo, que sin nuestro trabajo nada vale su poder ni su dinero, no tengan miedo, que tenemos trabajo de sobra, sin miedo tenga cada mujer al menos dos hijos, para que deje de haber más abuelos que nietos, sin miedo, que habrá mundo de sobra para las futuras generaciones según vayamos recuperando la vida en comunidad, en la medida que logremos rescatar la Tierra y nos ocupemos de cuidarla...pero tendrá que ser pronto, porque el margen es ya muy estrecho. Sé que sucederá porque no hay otra opción, ninguna otra oportunidad, porque futuro solo hay uno.


domingo, 21 de marzo de 2021

HOY, DÍA MUNDIAL DE LA (G)RIMA

 

Sabrás que tú y yo somos coetáneos trocitos de la piel que envuelve el planeta y que, de confirmarse este dato, ambos salimos de un mismo parto, prematuro para  la joven edad de la Tierra, tan sólo cuatro mil quinientos millones de años, pues sí, resulta que tú y yo (no me digas cómo, si como piel o como bacteria) tenemos una misma procedencia materna y que, en todo caso, venimos de las estrellas.Te diré, sin embargo, que tengo una mala noticia, que ni esa cáscara habitada, ni el fuego que la crió,  ni siquiera son definitivos; así que, menos aún lo son nuestros dos trocitos de vida. Que igual que hubo un tiempo en que nada existía, otro habrá en que tampoco. Pues parece ser que todo lo que es no será, porque arrastra consigo esa carga,  pues tiene fecha de caducidad y  ese es el precio a pagar.

La cáscara de piel que llamamos biosfera es una capa muy fina, un mínimo solar donde habita todo bicho viviente, con ánima o sin ella, animal o vegetal, un osado bichito que tuvo el impulso de prosperar en aguas calientes estancadas y copular en cualquier sitio, sobre rocas y arenas, entre cubitos de hielo, fumarolas volcánicas, a lomos del aire, incluso de sus...piros. Que allí nadan, bucean, andan, reptan, tropiezan, sueñan y vuelan, allí se comen y se multiplican los unos con los otros, promiscuamente, los bichitos, sin orden ni preferencia. Parece muy grande la Tierra pero no creas que lo es tanto, ten en cuenta que a lo ancho tiene solo el radio de una esfera y que a lo alto sólo mide la ínfima distancia que separa a las nubes de las ballenas.

No hagas caso de disparatadas teorías que cuentan cómo fue la Evolución...que si acabaremos siendo mamíferos depredadores y asociales, que si híbridas criaturas biomecánicas, con pellejo de latón y corazón a pilas, que si medio bestias o medio sagradas...solo porque un día comimos monos muertos, o por hacer el amor en el hondo silencio de las cuevas, solo porque fuimos vegetales a futuro, girasoles quietos que viven solo mientras giran al son que dice el sol de turno...que no, que no, que solo son cuentos, historias para pasar el rato las tardes de tormenta y que a la noche los niños se duerman.

Sé que por ahí corre una fake new con mucho éxito, anunciando el siguiente fin del mundo para justo ese mismo día en que se agoten créditos y petróleos. Pero no puede ser, no, porque  ya se acabaron hace tiempo, el mismo día que se secaron los bosques, ¿o es que ya no sabemos de nde venían créditos y petróleos, sino de los árboles viejos muertos y luego podridos, sumergidos al fondo de océanos, lagunas, ríos, bajo el fango de afluentes negocios y otros charcos?

Se acabaron aquel día petróleos y créditos  sin que hiciéramos caso ni a indicios ni a evidencias. Se estaban secando igual los bosques que los coches a motor, las fábricas que echaban humo igual que las tiendas todoacién. Y también las de los chinos, todas se secaron, sucedió, sólo que lo supimos demasiado tarde. Lo del crédito final viene de bien antíguo y aunque le calculemos solo tres siglos, resulta que ya lo decían los más arcaicos libros, que nos hablaban de la urgencia y necesidad, de expulsar a los mercaderes del templo. Fue aquel siglo en que el dinero-moneda transmutó en virus-mercancía, una cepa extremadamente contagiosa, de préstamo, alquiler y compraventa, pero eso sí, agotado antes de nacer. Y fue por la misma causa que seca las selvas, sumergida su razón en el mismo fango, codicioso, petrolífero, crediticio.

Pero a qué mundo me refiero si sospecho que el anuncio del Final no es más que un aviso más, otro “que viene el lobo”. Por eso que convenga ir concretando, si es la rústica materia que rellena los vacíos del universo o es la sofisticada memoria empleada en borrar olvidos. ¿Qué nombramos, pues, cuando decimos “mundo”? Algo sí sabemos seguro, que hasta los dinosaurios tuvieron su final y que de aquellos fósiles estos polvos, que brotarán mundos nuevamente innovadores de aquellos barros, árboles y bestias hechos papilla y así podrá inaugurarse otra vez cada otro mundo nuevo y sucesivo...y luego otro y otro, ya sin dinosaurios ni homossapiens, para empezar cada vez un mismo final, igualmente nuevo, verde y sostenible, uno emprendedor, bien moderno y primitivo. 

Voy acabando y también te digo que este resumen es más bien provisional y que si hay tantas leyes para lo mismo, seguro que la buena está en desuso. Una ley general del universo y otra quiero yo para la vida en particular, una ley opuesta a la geológica entropía, estatalocenos y capitalocenos que desmenuzan el mundo como si fuera azucarillo. A medida que se aísla y expande, la vida se come a la vida y con ello se reproduce y así vive mientras sigue muriendo. La vida replica su propia contradicción de ángel caído, contra sí misma, sumisa y abandonada a la ley general de la materia, bursátil. E irresponsable de sí, ase piensa: inerte, desapercibida e intrascendente como un breve lapsus. El mundo se extiende cuando el tiempo se comprime, ambos atrapados en ese mismo embudo, ley fatal de la materia. Así se acorta y se extingue la vida, así, privada de empatía y comunidad, por su menguado valor, por su propio anonimato. 

Te diré lo que pienso ahora mismo: ¡a la mierda el Día Mundial de la Poesía!...¿pero qué gran bobada es la celebración de este día?, si a nadie le importa ya la poesía, si lo sustancial hoy es la rima, el PIB de cada cual, lo que su trabajo cotiza en Bolsa y ande yo caliente que se ría la gente. Que se ría, que para eso es el día de la rima, no de la poesía.


jueves, 18 de marzo de 2021

A PROPÓSITO DEL PROLOGO DE KARLOS LUCKAS


Karlos Luckas es Enrique Alvarez Carrillo y viceversa. Le estoy muy agradecido por el prólogo que ha escrito para mi libro “2020, hay andancio”, recientemente editado por Potlatch y publicado por Bubok. Este es el enlace a dicho prólogo:

https://karlosluckas.blogspot.com/2021/03/prologo-al-libro-de-anton-dke-2020-hay.html

En ese texto hace valiosas aportaciones de gran calado estratégico, que me incitan a proseguir en el esfuerzo de profundizar en mi propia visión, para llegar a articularla como propuesta con dirección estratégica. Hasta ahora, me he limitado a enunciar esbozos, porque eso son, básicamente, los artículos reunidos en este libro, como en los artículos que vengo publicando desde 2010 en este blog. Ahora el reto al que me incita Karlos Luckas en su prólogo consiste en una tarea para la que, probablemente, yo no esté suficientemente preparado, y no es falsa modestia sino  autoconocimiento de mis propias limitaciones. Pero lo voy a intentar y, de hecho, para eso ya trabajo en el próximo libro.

Entiendo las urgencias que acucian a mucha gente deseosa de activismo, pero no hay que caer en el apresuramiento; por  la propia experiencia histórica, sabemos que la impaciencia nos lleva a perdernos por las ramas, “entrando al cebo” en una dinámica acción-reacción en la que acabamos gastando nuestras energías en cuestiones parciales y momentáneas que solo sirven para ir acumulando fracasos, porque "no van al grano", es decir, a combatir el sistema, no para ponerle parches, sino para destruirlo y sentar los precedentes de una sociedad y un tiempo nuevos. Y eso sólo es posible, y sólo merece la pena, si además de por qué, sabemos para qué y cómo hacerlo.

Los hechos están acelerando la decadencia y debilidad de todos los posicionamientos presuntamente alternativos, fundamentalmente proletaristas, en sus versiones marxistas, anarquistas, nacionalistas, ecologistas y feministas, al tiempo que se va fortaleciendo la deriva totalitaria del orden hoy dominante en su dirección autodestructiva y de perfil nítidamente eugenista/ecofascista. Y eso hace que el emergente paradigma de transformación integral se vaya quedando solo frente al orden dominante. Es cuestión de tiempo que sepamos articular los principios, las estrategias y las tácticas necesarias para afrontar el próximo y apasionante tiempo - necesariamente revolucionario- en el que  tocará librar la fase decisiva de esta batalla en la que estamos, que pronto será cuerpo a cuerpo y que, por ahora, es sólo una batalla de las ideas, o por el “relato”, como dicen los politólogos mediáticos.

Blog de Enrique Alvarez Carrillo:

https://karlosluckas.blogspot.com/

Libros:

http://www.potlatch-ediciones.com/

https://www.bubok.es/autores/KarlosLuckas


sábado, 13 de marzo de 2021

PUBLICADO "2020, HAY ANDANCIO"

 


 

Editado por POTLATCH y publicado por BUBOK, con prólogo de Enrique Alvarez Carrillo, acaba de salir a la calle el libro que reúne mis textos publicados en este blog a lo largo del pasado año. A todos, gracias por meterme en estos líos. 


jueves, 11 de marzo de 2021

DE LO KE LE SUZEDIO A DON KIJOTE KON UNOS KABREROS

 

Discurso a los cabreros”. Tapiz sobre la obra El Quijote, fabricado en la Real Fábrica de Nápoles (s.XVIII)

 

Sí, ya sé que a casi nadie le interesa la defensa de las lenguas maternas. Soy consciente de lo quijotesco que eso es hoy en día, cuando está siendo arrasada la riquísima diversidad cultural de los pueblos de Europa y del mundo, gracias a la pasividad social con que es asumida la invasión de las culturas locales como consecuencia del imperio económico y cultural de los EEUU. Veremos qué pasa en los próximos años, cuando culmine el relevo que ya está en marcha, del liderazgo geopolítico, a favor de China. La minoría consciente de la situación de las lenguas maternas, incluso tenemos que soportar benevolentes risitas, cuando para la comunicación internacional proponemos el uso de una lengua neutra, anacional, como el esperanto.

Hace unos cuantos días publiqué un artículo titulado “De la Zeka a la Meka y Biceversa”, que puede verse en este enlace: https://blognanin.blogspot.com/2021/02/de-la-zeka-la-meka-y-bizebersa.html

En ese texto intentaba reflexionar acerca de la mucha mejora que permite la lengua castellana, mal llamada "español". Una de estas mejoras podría consistir en resolver sus grandes irregularidades, una de las cuales es la de tener letras consonantes cuya norma de escritura es ambigua y confusa, no se corresponde con la pronunciación, baste como ejemplo la consonante c, que puede pronunciarse con sonido de k o z dependiendo de  la vocal que la acompañe (así, suena k en caza y z en cena). No es tan cierto lo que decimos del castellano en el sentido de que es una lengua fácil de aprender por su regularidad, podría serlo, pero no lo es; y  no se debe a que tenga una estructura tan rígida que no admita cambios en las normas de uso. No hay más que ver la facilidad con que la sociedad y la Academia incorporan cientos de palabras y pronunciaciones procedentes de la lengua del imperio.

A continuación va una muestra de lo que digo, un texto cuya forma escrita se corresponde con la hablada:

Kapítulo XI. De lo ke le suzedió a don Kijote kon unos kabreros  (ekstrakto del libro “El injenioso idalgo don Kijote de la Manha”, de Miguel de Zerbantes)

No entendían los kabreros akeya jerigonza de eskuderos i de kabayeros andantes, i no azían otra kosa ke komer i kayar, i mirar a sus uéspedes, ke, kon muho donaire i gana, embaulaban tasajo komo el puño. Akabado el serbizio de karne, tendieron sobre las zaleas gran kantidad de beyotas abeyanadas, i juntamente pusieron un medio keso, más duro ke si fuera eho de argamasa. No estaba, en esto, ozioso el kuerno, porke andaba a la rredonda tan a menudo (ya yeno, ya bazío, komo arkaduz de noria) ke kon fazilidad bació un zake de dos ke estaban de manifiesto. Después ke don Kijote ubo bien satisfeho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano, i, mirándolas atentamente, soltó la boz a semejantes rrazones:

— Dihosa edad i siglos dihosos akéyos a kien los antiguos pusieron nombre de dorados, i no porke en eyos el oro, ke en esta nuestra edad de ierro tanto se estima, se alkanzase en akeya benturosa sin fatiga alguna, sino porke entonzes los ke en eya bibían ijnoraban estas dos palabras de tuyo i mío. Eran en akella santa edad todas las kosas komunes; a nadie le era nezesario, para alkanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo ke alzar la mano i alkanzarle de las rrobustas enzinas, ke liberalmente les estaban konbidando kon su dulze i sazonado fruto. 

Las klaras fuentes i korrientes rríos, en majnífika abundanzia, sabrosas i transparentes aguas les ofrezían. En las kiebras de las peñas i en lo ueko de los árboles formaban su repúblika las solízitas i diskretas abejas, ofreziendo a kualkiera mano, sin interés alguno, la fértil koseha de su dulzísimo trabajo. Los balientes alkornokes despedían de sí, sin otro artifizio ke el de su kortesía, sus anhas i libianas kortezas, kon ke se komenzaron a kubrir las kasas, sobre rrústikas estakas sustentadas, no más ke para defensa de las inklemenzias del zielo. Todo era paz entonzes, todo amistad, todo konkordia; aún no se había atrebido la pesada rreja del corbo arado a abrir ni bisitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, ke eya, sin ser forzada, ofrezía, por todas las partes de su fértil i espazioso seno, lo ke pudiese artar, sustentar i deleitar a los ijos que entonzes la poseían. 

Entonzes sí ke andaban las simples i ermosas zagalejas de baye en baye i de otero en otero, en trenza i en cabeyo, sin más bestidos de akeyos ke eran menester para kubrir onestamente lo ke la onestidad kiere i a kerido siempre ke se kubra; i no eran sus adornos de los ke aora se usan, a kien la púrpura de Tiro i la por tantos modos martirizada seda enkarezen, sino de algunas ojas berdes de lampazos i yedra entretejidas, kon lo ke kizá iban tan pomposas i kompuestas komo ban agora nuestras kortesanas kon las rraras i peregrinas inbenziones ke la kuriosidad oziosa les a mostrado. Entonzes se dekoraban los konzetos amorosos del alma simple i senziyamente, del mesmo modo i manera ke eya los konzebía, sin buscar artifizioso rrodeo de palabras para enkarezerlos. No abía la fraude, el engaño ni la malizia mezkládose kon la berdad i yaneza. La justizia se estaba en sus proprios términos, sin ke la osasen turbar ni ofender los del fabor i los del interese, ke tanto aora la menoskaban, turban i persigen. 

La lei del enkaje aún no se abía sentado en el entendimiento del juez, porke entonzes no abía ké juzgar, ni kién fuese juzgado. Las donzeyas i la onestidad andaban, komo tengo diho, por dondekiera, sola i señora, sin temor ke la ajena desenboltura i lascibo intento le menoskabasen, i su perdizión nazía de su gusto i propria boluntad. I agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunke la okulte i zierre otro nuebo laberinto komo el de Kreta; porke ayí, por los reskizios o por el aire, kon el zelo de la maldita solizitud, se les entra la amorosa pestilenzia i les aze dar kon todo su rekojimiento al traste. Para kuya seguridad, andando más los tiempos i kreziendo más la malizia, se instituyó la orden de los kabayeros andantes, para defender las donzellas, amparar las biudas i socorrer a los uérfanos i a los menesterosos. Desta orden soi yo, ermanos kabreros, a kien agradezko el gasaje i buen akojimiento ke azéis a mí i a mi eskudero; ke, aunke por lei natural están todos los ke biben obligados a faborezer a los kabayeros andantes, todabía, por saber ke sin saber bosotros esta obligazión me akojistes i rregalastes, es rrazón ke, kon la boluntad a mí posible, os agradezka la buestra.

Toda esta larga arenga —ke se pudiera mui bien eskusar— dijo nuestro kabayero porke las beyotas ke le dieron le trujeron a la memoria la edad dorada i antojósele azer akel inútil rrazonamiento a los kabreros, ke, sin rrespondeye palabra, embobados i suspensos, le estubieron eskuhando. Sanho, asimesmo, cayaba i komía beyotas, i bisitaba mui a menudo el segundo zake, ke, porke se enfriase el bino, le tenían kolgado de un alkornoke.








JUICIO A RUYMAN RODRÍGUEZ



Ruyman Rodríguez

Publicado en:  www.portaloaca.com/opinion/15413-un-juicio-ruyman-rodriguez.html

 

En unas semanas seré enjuiciado y también, indudablemente, condenado. Se me acusa de un delito de«atentado a la autoridad» (poético, para un anarquista) y se me pide un mínimo de 1 año y 6 meses de prisión y 770 pavos de multa. Todo esto por supuestamente haber dado en 2015 una patada a un guardia civil en el cuartelillo donde se me retenía y torturaba con la finalidad de intimidarme y desestabilizar el proyecto autogestionario de vivienda de la Comunidad«La Esperanza», ubicada en el municipio grancanario de Guía.

No gastaré el tiempo en clamar por mi inocencia ni chorradas similares, y menos aun cuando hay compañeras y compañeros que en estos momentos, mientras escribo, ya están en la cárcel. Además, sería inútil. Que seré condenado es tan seguro como que mañana saldrá el sol. Se intentará con ello (si quiero evitar, según parece, que se ejecute la sentencia) tenerme «tranquilo» y sin alborotar durante algunos años y, si es posible, escarmentar en mi espalda a un anarquismo canario y a un movimiento insular por el derecho a la vivienda que lleva demasiado tiempo incordiando por encima de sus posibilidades.

Y luego dicen que los anarquistas somos ingenuos… Si piensan que la convicción de los militantes y la necesidad de los desahuciados pueden sofocarse con leyes, juicios y condenas es que no han comprendido nada. Hasta los propios fundadores del Derecho Romano lo asumían: necessitas caret lege («la necesidad carece de ley»). Ningún papel ni barrote han podido aplastar nunca el instinto de supervivencia y la urgencia de conseguir comida, techo y abrigo. Mi condena tampoco lo logrará.

Dicho esto, me gustaría usar este episodio como pretexto para compartir algunas reflexiones sobre el entramado judicial y sus mecanismos.

Lo primero es el propio acto del juicio. Entrar por primera vez en una sala donde se te va a procesar es como tomar parte en una suerte de ritual sobrecogedor. La liturgia recargada, el lenguaje arcaico, la atmósfera deshumanizada, las vestimentas ridículas, todo lo necesario para fabricar un ambiente solemne que apabulle a la víctima y la haga presa de la angustia y la culpabilidad. La sensación es como la de acercarse a un altar de sacrificios donde un sumo sacerdote puede decidir, a su antojo, tu destino. Aunque todo ello esté adornado con la parafernalia burocrática de la era moderna, el evento es tremendamente similar al que podría celebrar un chamán consultando a los espíritus sobre la culpabilidad del infractor o un inquisidor exigiéndole que confiese la verdad ante Dios: gente con disfraces absurdos asume un rol de autoridad suprema y decide sobre el destino ajeno en base a una fórmula, escrita o no, que para el enjuiciado adquiere cierto carácter sobrenatural.

La experiencia o la formación política pueden ir resquebrajando el aspecto mágico del chiringuito. Ver a los protagonistas momentos después del juicio con las togas en la mano, riéndose de lo sucedido en la sala, hablando de fútbol mientras mean en los baños del juzgado o apurándose un carajillo mientras fuman en una terraza cercana, le quita un poco de rigor al asunto. Igual que pasa con las detenciones en comisaría, con el tiempo llegas a comprender que todo es un teatrillo, una farsa enorme, patética, cómica y a la vez dramática. Gente adulta, orgullosa de símbolos y uniformes, amparada en un rango, convencidos más o menos del papel que interpretan y que han convertido una ópera bufa, un trágico carnaval, en un oficio respetable del que sus hijos pueden presumir en el colegio. Si no tuvieran el poder de destrozar la vida de otros, serían dignos de lástima.

Pero todo este circo se fundamenta sobre el texto sagrado de la sociedad civil desde el Código de Hammurabi: la ley.

Si las sociedades necesitan o no un código escrito para regularse puede ser tema de debate. Que ese código sea elegido por una minoría en base a sus intereses, impuesto a la mayoría y de obligado cumplimiento a través de la compulsión o la violencia, me parece algo mucho menos debatible. Siempre que los anarquistas planteamos la ridiculez que supone que un código verticalmente impuesto rija nuestras vidas se nos pregunta que haríamos con los crímenes, la violencia, etcétera (si nos dieran un céntimo cada vez que nos interrogan sobre esta cuestión tendríamos un PIB muy superior al de cualquier Estado). La realidad es que los códigos penales llevan existiendo siglos y nunca han conseguido mitigar o suprimir la violencia humana; con suerte la han refinado.

El Código Penal español, como todos los códigos punitivos del resto del mundo, sólo se fundamenta en la defensa de dos principios elementales: proteger la propiedad privada (todos los artículos sobre robo, allanamiento, usurpación, etc., derivan de ahí1) y garantizar que sea el Estado, y no ningún particular, el detentador único del monopolio de la violencia (usando la expresión de Max Weber). El Estado no tiene ningún interés en suprimir la violencia; sólo pretende controlarla y asegurarse de que nadie le disputa el privilegio de su aplicación. Ese, por encima de cuestiones morales, es el fundamento del que emanan todos los artículos que penalizan el uso de la violencia entre terceros.

Aun cuando esto se admita, se nos seguirá insistiendo sobre cuál es la alternativa anarquista a leyes, cárceles, policías y judicatura. Muchas compañeras y compañeros, antes y mejor que yo, nos han legado elaboradas respuestas al respecto2. Yo, con menos tiempo y luces, sólo puedo decir que no conozco la solución perfecta y definitiva, porque quizás no la haya. Sólo sé que el Estado español tiene casi la mayor población penitenciaria de la UE con una de las ratios más bajas de criminalidad3. Sólo sé que los delitos relacionados con la violación de la propiedad privada perderían su razón de ser si tuviéramos una sociedad donde la riqueza fuera compartida por todos y no estuviera retenida en manos de un porcentaje mínimo de la población. Sólo sé que gran parte de los presos y presas de las cárceles españolas están recluidos por delitos morales que quizás mañana no lo sean, como por ejemplo los vinculados con las drogas (tal y como en su día dejó de ser punible el adulterio). Sólo sé que fenómenos humanos naturales como la migración son considerados ilegales y que encerrar con ese pretexto a miles de personas en condiciones infrahumanas, como ocurre ahora mismo en Canarias, parece ser algo perfectamente legal. Sólo sé que en el Estado español es delito blasfemar contra Dios, ultrajar a la bandera, al rey o a las comunidades autónomas, hacer comentarios de mal gusto sobre terrorismo (quedan excluidos, por supuesto, el terrorismo de extrema-derecha o el de Estado) y que hay gente procesada o encarcelada por chistes, canciones, obras de teatro, performances o por quemar símbolos. Sólo sé que los cuerpos policiales profesionales existen desde hace siglos y sólo han servido para mantener los privilegios de la clase dirigente, salvaguardar la desigualdad, perseguir la pobreza, reprimir la disidencia política e imponer una violencia vertical muy superior a cualquier violencia horizontal. Sólo sé que las cárceles evidencian un grave estado de inmadurez social, donde el Estado, convertido en padre ignorante y cruel, soluciona los problemas de su hijo, el individuo disruptivo, encerrándolo en un cuarto oscuro hasta que aprenda la lección. Sólo sé que después de milenios con todo tipo de condenas, de cadenas perpetuas o penas de muerte, la violencia no se ha reducido un ápice. Sólo sé que quizás nunca haya una cura para la violencia humana, pero que tal vez no estaría mal analizar qué porcentaje de actos atroces son un reflejo de la sociedad donde se producen; probar con otros modelos de sociedad y aprendizaje donde a lo mejor no se nos inculque a los hombres que violentar a las mujeres forma parte de nuestra naturaleza y de nuestros privilegios; experimentar, quizás, con otras fórmulas de resolución de conflictos que no pasen por sumar más violencia a la violencia o por enterrar los problemas, también cuando esos problemas son seres humanos, bajo la alfombra.

Como humanos sufrimos una disociación cognitiva que nos desgarra por dentro. Se nos ha injertado dos morales: una superficial (la que públicamente define lo que es bueno o malo) y otra profunda (la que íntimamente define lo que es bueno o malo), las mismas que nos permiten repetir que «matar es malo» mientras somos capaces de racionalizar como aceptable que un soldado o policía pueda disparar a alguien. Nos han educado para interiorizar la violencia individual como un fenómeno desconectado de la violencia social, económica y gubernamental. Nos han adoctrinado para que las guerras, el heteropatriarcado, los desahucios, los despidos, la explotación laboral, el racismo institucional, las torturas y cargas policiales, nos parezcan violencias de una naturaleza más aceptable, lógica, racional, que la violencia espontánea de los individuos. Nos han enseñado que hay leyes de sangre –como las que atañen a la propiedad y a la obediencia– de obligado cumplimiento, y leyes de papel –como las que hablan de la responsabilidad social de los Estados– que pueden ignorarse sin consecuencias. Nos han acostumbrado a que las empresas, instituciones y partidos puedan romper sus propias leyes, como pájaros que atraviesan una telaraña, mientras nosotros, simples moscas, quedamos enredados en los delitos más ridículos, tal y como decía el viejo Calicles.

A pesar de esta cierta y dura conclusión, el mundo real, sensitivo, lejos de artificios y medidas de control mental, se puede abrir paso aunque te arrojen al más infecto agujero. Lo único que necesitamos es aprender a reducir el mundo oficial a su justa dimensión, poderoso en lo relativo a la fuerza bruta, pero impostado, ficticio y penoso en su expresión más pura. Todo se limita a que un grupo de gente, creyentes en el principio de autoridad que establece que unas personas son superiores a otras, se disfraza de jueces y policías para obligarnos a hacer lo que otro grupo de gente, que se disfraza de políticos, escribe periódicamente en un libro que dictamina qué es delito y qué no, y todo ello para salvaguardar el patrimonio de otro reducido grupo de gente que lleva siglos disfrazándose de propietarios, acaparando lo que es de todos y dictando lo que hace el resto de gente disfrazada. No te puedes tomar en serio algo así, aunque desgraciadamente por esa broma pesada la gente pierda su libertad, su salud, física y mental, años de vida o incluso la vida misma.

Pero por mucho daño que nos hagan no podrán borrar nunca una evidencia cruda: sus leyes, incluso las de sangre, están escritas en papel y hay que tener la certeza de que algún día, más tarde o más temprano, lloverá.

Desde aquí, y a modo de conclusión, sólo quiero ofrecer mi agradecimiento a todas las compañeras y compañeros y a todos los colectivos que de una u otra forma se han solidarizado con mi situación personal. Nunca podré agradecerles lo suficiente. Ustedes han hecho posible que pudiera seguir activo en un frente de lucha tan desgraciada pero necesariamente público y visible como el que afrontan la Federación Anarquista de Gran Canaria y el Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria. También a mis compañeras y compañeros de ambas organizaciones, a mis compis de fatiga diaria, por estar ahí cuando lo más fácil era no estar, por ayudarme a recoger los pedazos. Gracias a todos.

Sólo recuerden que si estos cabrones nos prohíben respirar sólo obtendrán una cosa: una desobediencia, como mínimo, de doce veces por minuto. Respiren fuerte, mis compas.

 

Ruymán Rodríguez

Norte de África, a finales del año 1 de la distopía pandémica

 

 

Notas: 

1.Incluso los delitos contra la salud pública y todos los relacionados con el tráfico de drogas no tienen otro pilar que la defensa de la propiedad privada: la ilegalización del alcohol entre 1920-1933 en EE. UU (la llamada«Ley Seca») provocó el auge del crimen organizado haciendo que un producto como el alcohol alcanzara un precio desorbitado y arrojara, por tanto, unos beneficios descomunales para los contrabandistas. Hoy, es evidente, la legalización de las drogas abarataría su precio y haría que el narcotráfico a gran escala perdiera enormes dividendos. Mientras las drogas sean ilegales su precio no bajará y el margen de beneficios de los grandes traficantes, que también tienen derecho a que se proteja su propiedad privada, se mantendrá.

2.El listado de obras convertiría esta humilde reflexión en una bibliografía académica. Baste para los interesados con el clásico de Piotr Kropotkin Las prisiones(1887). 

3.Violeta Aguado,«España tiene menos delitos que la media europea pero más personas encarceladas» (elDiario.es), 21 de abril de 2016.

domingo, 7 de marzo de 2021

EL FEMINISMO OFICIAL PIDE IGUALDAD AL ESTADO, ALGO QUE ÉSTE NO PUEDE DAR SIN DEJAR DE SER LO QUE ES

 

Imagen de la web de Moncloa

Mejor hablar de feminismo el 9M, una vez que ha pasado la eclosión propagandística que despliega el Estado en esta efeméride y al día siguiente se concentra en la pandemia. Hasta hace poco el 8 de marzo era el “día de la mujer trabajadora” y ahora es el “día de la mujer”. Ha desaparecido el adjetivo “trabajadora”, sin duda por alguna potente razón de marketing institucional, que no debería pasar desapercibida.

La comunista Clara Zetkin propuso la conmemoración de este día en la conferencia de mujeres socialistas de 1910, para homenajear la lucha de las mujeres contra la explotación capitalista, porque ese día se recuerda el asesinato de 129 obreras en huelga, quemadas vivas en una fábrica textil en EEUU; los dueños de la fábrica cerraron las puertas con ellas dentro y le prendieron fuego para hacerlas arder como medida de "disuasión", para evitar que otras obreras siguieran su ejemplo de lucha. Se conmemoraba la lucha por la justicia social, por los derechos de la clase trabajadora, la lucha contra el patriarcado y el capitalismo, cuyos respectivos mecanismos se articulan el uno al otro a la perfección. El 8 de marzo también quedó apuntalado como fecha eminentemente revolucionaria por los sucesos del 8 de marzo de 1917 en la Rusia zarista: miles de mujeres salieron a las calles clamando contra la explotación y las guerras que la burguesía imponía al pueblo. Ellas detonaron la Revolución de Octubre.

Las mujeres trabajadoras fueron y siguen siendo la parte más golpeada de la clase explotada, eran y siguen siendo víctimas de las guerras imperialistas, del saqueo capitalista que devasta regiones y países enteros, privatizando la tierra y el conocimiento, provocando la precariedad sistémica de las poblaciones. Ellas fueron y siguen siendo víctimas del machismo incesantemente promovido por la publicidad comercial, los medios de información y propaganda y, en definitiva, por toda la industria cultural capitalista, sistema que se sostiene gracias a que ha aprendido a fragmentar a las masas de explotados dedicada a difundir modelos de discriminación machista y xenófoba. Y, más recientemente, difunde un modelo de feminismo interclasista (he ahí una razonable explicación a la desaparición de la palabra “trabajadora” en la propaganda oficial de este día), cuyo adversario es un genérico varón “dominante”, así, en abstracto, sin diferenciar entre varones explotadores y explotados.

Este trasvase ideológico hacia un feminismo interclasista es nítidamente una operación de los partidos de la izquierda correcta, dirigida a ensanchar su menguante clientela electoral, que les obliga a realizar piruetas equilibristas con sus propios principios “de clase”. Esos partidos han arrastrado al feminismo original, revolucionario, hacia su estrategia electoralista. Se propusieron y consiguieron hacer del feminismo una ideología estatal que fuera asumible por las derechas, pero sin dejar de reclamar su titularidad ideológica, es decir: un batiburrillo ideológico enmarcado en eso que llaman centro político o clase media, que no es sino la ideología de la pequeña burguesía, principal sustrato cultural-electoral por el que compiten las actuales izquierdas y derechas, o sea, todas las facciones que se disputan el timón del aparato estatal-capitalista.

Las derechas deberían estar agradecidas y lo están aunque no puedan decirlo. La extrema derecha es más descarada aún que liberales y socialdemócratas, porque siendo la facción más estatista y neoliberal de entre todas ellas, no tiene reparo alguno en acusar al feminismo de ser “ideología de Estado”, como si el mundo hubiera perdido la memoria y ya nadie recordara lo que es esa extrema derecha cuando se hace con el poder del Estado. Y no menos cachondos son los “liberales”, que dicen querer “cuanto menos Estado mejor”, como si no fuera cierto que su “libre” mercado, con sulegítima” ganancia capitalista se sostienen gracias al arte de birlibirloque por el que mágicamente el Estado trasvasa la mayor parte de los impuestos extraídos del trabajo y el consumo de las masas trabajadoras hacia la cuenta de empresas, bancos, corporaciones industriales y financieras...como si éstas “no tuvieran suficiente con lo que a diario roban; unos impuestos que, a mayores, le sirven al Estado para ampliar su base social, creando una subclase parasitaria, pequeña burguesía de burócratas y funcionarios, cuya lealtad tiene asegurada.

Este feminismo institucionalizado (por el mismo aparato de poder totalitario que idolatran por igual monárquicos y republicanos) quiere algo imposible: le pide igualdad a un orden social y económico en esencia competitivo y extractivo, en consecuencia depredador, jerárquico y patriarcal. A partir de esta básica contradicción, sólo puede aspirar a un Ministerio propio y a un creciente listado de nóminas, que no es asunto menor: cátedras, juzgados, comisarías, gabinetes de estudio y observatorios de igualdad...toda una burocracia con miles de “funcionarios de igualdad”. Este feminismo le pide también al Estado una conciliación subvencionada, ya no tiene otro futuro que como ideología subordinada al Estado y su Mercado. En la conciliación está una de sus principales trampas. Toda mujer trabajadora y madre debería saber a estas alturas que al “derecho de conciliación" le sigue una pérdida de competitividad en el mercado laboral, con lo que la igualdad sigue siendo una quimera para las mujeres trabajadoras, mientras que para el Estado es una “conquista”, un avance en los derechos de las mujeres, que el Estado se apunta en su haber. Entonces, ¿por qué le molesta tanto a este feminismo que lo llamen ideología de Estado?

Hay que repasar la experiencia histórica si se quiere averiguar cómo los Estados logran sus “avances” feministas:

1. Cuando en tiempo de guerra colocan a mujeres en los puestos que han dejado vacíos los varones obreros que han enviado al exterminio en los frentes de guerra.

2. Cuando en tiempos de recesión económica mantienen una bolsa de reserva, integrada por parados ((hombres, mujeres y emigrantes), que le sirven para contener los salarios y mantener la ganancia y acumulación capitalista.

3. Cuando en tiempos de expansión fomentan la escasez mediante la competencia por el empleo, colocando en el mercado laboral a masas de emigrantes y mujeres obreras, cuya competencia mejora la productividad, incrementa el consumo y, por tanto, multiplica el beneficio empresarial.

Así, reduciendo los salarios, consiguen los estados dar empleo e “igualdad” a las mujeres asalariadas: igualdad por abajo, por salaríos mínimos.

Si no hubiera renunciado a su finalidad original -la emancipación humana universal- este feminismo hoy estatal y capitalista, se quedaría sin razón de ser. Porque una sociedad realmente democrática, igualitaria y no patriarcal, es incompatible con las estructuras de dominación con las que el feminismo quiere pactar y conciliar. Este feminismo solo aspira a mejorar las condiciones de explotación de las mujeres asalariadas, para igualarlas a las condiciones de explotación de los hombres, tradicional y mayoritaria forma de explotación laboral. Y el Estado lo hará sólo si le resulta más rentable, en modo de plusvalía empresarial y de impuestos estatales. Se ha metido este feminismo en una laberinto sin salida, en una absurda competencia por ser igualmente explotadas las mujeres. Así fortalece al sistema mientras debilita a la totalidad de explotados, hombres y mujeres.

Por eso que este movimiento feminista no tenga futuro que no sea reaccionario, teniendo atada su existencia a los aparatos del poder totalitario de las élites dominantes. A este feminismo le sucede lo mismo que a los sindicalismos y nacionalismos, que de “liberadores” pasaron a reaccionarios rápidamente, víctimas de sus propias contradicciones, de la codicia de sus élites dirigentes y de la mayoritaria resignación de sociedades cautivas. Estos movimientos, todos ellos deseantes de Estado y Mercado, con sus contradicciones, fracasos y decepciones, han generado el caldo de cultivo óptimo para el auge de los neofascismos que vemos proliferar por todo el mundo: si se trata de ser campeones del totalitarismo, nadie mejor que estos fascismos de nuevo cuño. 

Al igual que los domesticados partidos de izquierdas que son su matriz, este movimiento feminista vive hoy de las románticas rentas que dejara aquel viejo movimiento obrero que un día se soñó revolucionario, emancipador y universalista, pero que acabó rendido ante el irresistible atractivo, liberal-consumista, de aquella efímera y volátil clase media que le ofreciera el Estado de Bienestar. Veremos ahora qué dicen y, sobre todo, qué hacen estas clases medias en tiempo de crisis global y sistémica, veremos a dónde van con su ideología pequeño burguesa cuando descubran que lo que tienen por delante es su propio colapso, que no es otra cosa que una vuelta a la casilla de salida, a su antigua condición de igual precariedad existencial...igual para hombres y mujeres.

El movimiento feminista podrá decir su propia misa todos los ochos de marzo y demás fiestas de guardar, pero no podrá impedir la revolución integral cuya finalidad sigue siendo hoy, más que nunca, incompatible con ninguna forma de subordinación o conciliación con el orden estatal/capitalista dominante. Solo será posible la igualdad si el trabajo humano deja de ser mercancía, solo si pierde su “valor” de Mercado, sólo si deja de generar impuestos que alimentan a la bestia parasitaria que es todo Estado.