domingo, 21 de marzo de 2021

HOY, DÍA MUNDIAL DE LA (G)RIMA

 

Sabrás que tú y yo somos coetáneos trocitos de la piel que envuelve el planeta y que, de confirmarse este dato, ambos salimos de un mismo parto, prematuro para  la joven edad de la Tierra, tan sólo cuatro mil quinientos millones de años, pues sí, resulta que tú y yo (no me digas cómo, si como piel o como bacteria) tenemos una misma procedencia materna y que, en todo caso, venimos de las estrellas.Te diré, sin embargo, que tengo una mala noticia, que ni esa cáscara habitada, ni el fuego que la crió,  ni siquiera son definitivos; así que, menos aún lo son nuestros dos trocitos de vida. Que igual que hubo un tiempo en que nada existía, otro habrá en que tampoco. Pues parece ser que todo lo que es no será, porque arrastra consigo esa carga,  pues tiene fecha de caducidad y  ese es el precio a pagar.

La cáscara de piel que llamamos biosfera es una capa muy fina, un mínimo solar donde habita todo bicho viviente, con ánima o sin ella, animal o vegetal, un osado bichito que tuvo el impulso de prosperar en aguas calientes estancadas y copular en cualquier sitio, sobre rocas y arenas, entre cubitos de hielo, fumarolas volcánicas, a lomos del aire, incluso de sus...piros. Que allí nadan, bucean, andan, reptan, tropiezan, sueñan y vuelan, allí se comen y se multiplican los unos con los otros, promiscuamente, los bichitos, sin orden ni preferencia. Parece muy grande la Tierra pero no creas que lo es tanto, ten en cuenta que a lo ancho tiene solo el radio de una esfera y que a lo alto sólo mide la ínfima distancia que separa a las nubes de las ballenas.

No hagas caso de disparatadas teorías que cuentan cómo fue la Evolución...que si acabaremos siendo mamíferos depredadores y asociales, que si híbridas criaturas biomecánicas, con pellejo de latón y corazón a pilas, que si medio bestias o medio sagradas...solo porque un día comimos monos muertos, o por hacer el amor en el hondo silencio de las cuevas, solo porque fuimos vegetales a futuro, girasoles quietos que viven solo mientras giran al son que dice el sol de turno...que no, que no, que solo son cuentos, historias para pasar el rato las tardes de tormenta y que a la noche los niños se duerman.

Sé que por ahí corre una fake new con mucho éxito, anunciando el siguiente fin del mundo para justo ese mismo día en que se agoten créditos y petróleos. Pero no puede ser, no, porque  ya se acabaron hace tiempo, el mismo día que se secaron los bosques, ¿o es que ya no sabemos de nde venían créditos y petróleos, sino de los árboles viejos muertos y luego podridos, sumergidos al fondo de océanos, lagunas, ríos, bajo el fango de afluentes negocios y otros charcos?

Se acabaron aquel día petróleos y créditos  sin que hiciéramos caso ni a indicios ni a evidencias. Se estaban secando igual los bosques que los coches a motor, las fábricas que echaban humo igual que las tiendas todoacién. Y también las de los chinos, todas se secaron, sucedió, sólo que lo supimos demasiado tarde. Lo del crédito final viene de bien antíguo y aunque le calculemos solo tres siglos, resulta que ya lo decían los más arcaicos libros, que nos hablaban de la urgencia y necesidad, de expulsar a los mercaderes del templo. Fue aquel siglo en que el dinero-moneda transmutó en virus-mercancía, una cepa extremadamente contagiosa, de préstamo, alquiler y compraventa, pero eso sí, agotado antes de nacer. Y fue por la misma causa que seca las selvas, sumergida su razón en el mismo fango, codicioso, petrolífero, crediticio.

Pero a qué mundo me refiero si sospecho que el anuncio del Final no es más que un aviso más, otro “que viene el lobo”. Por eso que convenga ir concretando, si es la rústica materia que rellena los vacíos del universo o es la sofisticada memoria empleada en borrar olvidos. ¿Qué nombramos, pues, cuando decimos “mundo”? Algo sí sabemos seguro, que hasta los dinosaurios tuvieron su final y que de aquellos fósiles estos polvos, que brotarán mundos nuevamente innovadores de aquellos barros, árboles y bestias hechos papilla y así podrá inaugurarse otra vez cada otro mundo nuevo y sucesivo...y luego otro y otro, ya sin dinosaurios ni homossapiens, para empezar cada vez un mismo final, igualmente nuevo, verde y sostenible, uno emprendedor, bien moderno y primitivo. 

Voy acabando y también te digo que este resumen es más bien provisional y que si hay tantas leyes para lo mismo, seguro que la buena está en desuso. Una ley general del universo y otra quiero yo para la vida en particular, una ley opuesta a la geológica entropía, estatalocenos y capitalocenos que desmenuzan el mundo como si fuera azucarillo. A medida que se aísla y expande, la vida se come a la vida y con ello se reproduce y así vive mientras sigue muriendo. La vida replica su propia contradicción de ángel caído, contra sí misma, sumisa y abandonada a la ley general de la materia, bursátil. E irresponsable de sí, ase piensa: inerte, desapercibida e intrascendente como un breve lapsus. El mundo se extiende cuando el tiempo se comprime, ambos atrapados en ese mismo embudo, ley fatal de la materia. Así se acorta y se extingue la vida, así, privada de empatía y comunidad, por su menguado valor, por su propio anonimato. 

Te diré lo que pienso ahora mismo: ¡a la mierda el Día Mundial de la Poesía!...¿pero qué gran bobada es la celebración de este día?, si a nadie le importa ya la poesía, si lo sustancial hoy es la rima, el PIB de cada cual, lo que su trabajo cotiza en Bolsa y ande yo caliente que se ría la gente. Que se ría, que para eso es el día de la rima, no de la poesía.


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