La Edad Estatal: total, nueve mil años de Historia |
Cuando digo “revolución global” me refiero a un proceso histórico en el que cambian radicalmente las condiciones de la existencia humana, del conjunto de la especie, nada que ver con las revoluciones políticas que se leen en los libros de Historia, acerca de rebeliones más o menos violentas y dirigidas a cambiar unos gobiernos por otros.
Hasta donde conocemos, la primera revolución global fue, sin duda, la que tuvo lugar y tiempo en el Creciente Fértil, esa franja de terreno fresco y verde situada entre los ríos Tigris y Eufrates, por donde parece seguro que salieron de Africa los primeros emigrantes climáticos, camino de Asia, para extenderse y poblar luego todo el continente euroasiático y de allí dar el salto a las Américas sorteando los océanos Pacífico y Ártico por el estrecho de Bering, un puente helado por entonces, de tan solo ochenta kilómetros, que viene a ser la distancia en línea recta entre Valladolid y Zamora. Aquellas tribus pudieron pasar andando de un continente a otro, pero hoy tendrían que hacerlo en piragua, pues apenas queda hielo, según acreditan las imágenes capturadas por los satélites en estos últimos años. Así que lo primero que hay que desmentir es que ni los vikingos ni Cristóbal Colón descubrieron América, que fueron aquellas tribus euroasiáticas procedentes de Africa. Y de eso hace unos diez mil años.
Por entonces, probablemente fueron mujeres recolectoras quienes pensaron que mejor que deambular de aquí para allá recogiendo frutos silvestres, sería plantar semillas en una tierra blanda y húmeda y construir una cabaña al lado para esperar allí a que la tierra empezara a dar sus frutos. Las primeras pruebas debieron de darse bien, ¡menuda diferencia!...los cazadores hombres debieron elucubrar otro tanto sobre esa misma estrategia: ¿qué tal si en vez de perseguir a las manadas de antílopes los encerramos en un corral cerrado con tapial de piedras y los llevamos cada mañana a pastar por las praderas y montes cercanos, guiados por un cazador reconvertido a pastor, con la ayuda de uno o más perros?
Todo parecía indicar que en aquello consistía la primera revolución global de nuestra especie. Pero no es así, no fue solo por el “invento” de la agricultura y la ganadería, no fue hace diez mil años. Todavía tuvieron que transcurrir unos cuantos siglos de vida tribal en pequeñas comunidades agrícolas y pastoriles, hasta que se produjera la verdadera revolución neolítica: fue a partir de la fundación del primer Estado, fue en aquellas mismas planicies fértiles situadas entre lo que hoy son Irak y Turquía. La ciudad de Çatalhöyük, en Turquía, fue fundada hace unos 9.000 años y Uruk, en Irak, hace no menos de 7.000 años. Solo había un paso del nacimiento de aquellas primeras ciudades al surgimiento de los primeros Estados, en realidad las primeras ciudades ya debieron ser pequeños Estados, organizados en los tres estamentos dirigentes, comunes a todo aparato estatal: propietarios de la tierra, propietarios del conocimiento (religioso en origen) y propietarios de las armas como del arte de la guerra. Cada ciudad-estado controlaba el territorio más cercano, del que se abastecía. Los gobernantes de las ciudades más poderosas empezaron a dominar a las vecinas ciudades, creando un dominio territorial cada vez más extenso y complicado de controlar. A los gobernantes de los primeros estados surgidos en Mesopotamia y Egipto, se les consideraba enviados de los dioses o directamente dioses, por el inmenso poder que concentraban, lo que les permitía contar con grandes cantidades de mano de obra obediente, para construir murallas, palacios, templos y gigantescas tumbas. Y si funcionaron así tuvo que ser porque aquellas sociedades campesinas compartían un conjunto de ideas, que aquí denominaré “mentalidades”, en el sentido de “ideas colectivas” empleado por su primer investigador, el medievalista Jacques Le Goff.
La mentalidad religiosa propiciaba que a los gobernantes se les considerara estrechamente relacionados con los dioses, por lo que nadie los elegía y nadie los podía quitar, porque eran superiores al resto de los humanos. La creencia religiosa convencía a la gente de que ésto tenía que ser así, una teocracia, fuente original y legitimadora del poder estatal. La creencia religiosa justifica al poder y promueve la obediencia de los súbditos, su natural predisposición a la aceptación sumisa de la jerarquía. Por estamentalidad jerárquica, parecen “naturales” las diferencias sociales, pensar que no todas las personas son iguales en derechos y que “de natural” las hay libres y propietarias, como las hay esclavas y sin propiedades. Por ello que pareciera natural que los esclavos procedieran de las poblaciones hechas prisioneras en las frecuentes guerras. Pensemos que la esclavitud ha pervivido hasta hace bien poco y que el trabajo asalariado solo es una sofisticada forma de esclavitud.
La sociedad humana evolucionó desde las tribus o jefaturas hasta los Estados, mediante un gradual proceso de transformación que permitió a un pequeño grupo estructurar la sociedad jerárquicamente y mantener el orden gracias a la apropiación de los símbolos de poder. Los grupos dominantes en la sociedad tribal fueron aumentando su poder y, a la vez, construyeron gradualmente la jerarquía y la segmentación social que constituyen la base de todo Estado, desde su orígen.
La
estratificación económica sirve de fundamento a una de las teorías
del Estado más antíguas, basada en evidencias antropológicas, que
fuera planteada por Friederich Engels en “El
orígen de la familia, la propiedad
privada y el Estado”,
en 1.884. Engels desarrolló esta teoría a partir de “Ancient
Society”
de Lewys Henry Morgan y de los apuntes de Karl
Marx en su “modo
asiático de producción”.
Engels
argumentaba que el Estado se desarrolló a
partir
de la necesidad de proteger la propiedad privada, sosteniendo que el
excedente de producción creado por la intensificación agrícola
provocó
la división y especialización de la fuerza laboral, segmentándola
en
clases, unas
que
trabajarían la tierra y otras que podrían dedicar su tiempo a
distintas tareas. La rivalidad de clases y la necesidad de garantizar
la propiedad privada de aquellos que vivían de los excedentes
agrícolas,
desembocarían en la creación del Estado. Estos
argumentos fueron ampliados por el antropólogo Morton Fried, quien
sostenía que la estratificación social fue la dinámica primaria
subyacente al desarrollo del
Estado. En
definitiva: la mentalidad propietarista y jerárquica servía de justificante de la sumisión al nuevo orden estatal surgido en el Neolítico
avanzado. Esta es, para mí, la Primera Revolución Global, que si por
mi fuera yo denominaría Edad Estatal, en la que todavía estamos. Mi
propia teoría es que la
sumisión al Estado, desde el principio
fue debida a que estas
“mentalidades” a las que vengo refiriéndome se
asentaban sobre primarios instintos animales de nuestra especie: los de
propiedad territorial y jerarquía (sexual en origen); y
de ahí su “naturalidad” y
su éxito.
Tendrán que pasar miles de años hasta que a día de hoy la ciencia
neurológica comenzara, con
Michael Gazzaniga,
a identificar
la
conciencia como instinto
animal superior y
propio de la especie humana.Empezando a pensar en un "cerebro ético" y yo añadiría que ecológico, por si alguien no entendiera que la ecología que nos interesa es ética en esencia.
La producción y acumulación de excedentes propiciaba el comercio y éste la concentración de la población en ciudades, haciendo que el modelo de vida urbana fuera el propio del Estado, desde sus orígenes hasta hoy. Y desde entonces ninguna población humana ha dejado de estar sometida a alguna forma de Estado. Todos los Estados quisieron ser imperios y todos tuvieron a la gran urbe, junto a la industria y al comercio, como modelo único: de concentración y acumulación, de la propiedad, del poblamiento, de la producción y del comercio...concentración y acumulación, ¿es que no nos suena ésto a lo que hoy llamamos “capitalismo”?, ¿es que acaso no es evidente ese emparentamiento que explica un vínculo íntimo entre Estado y Capitalismo?...pues aquí seguimos estando, varios miles de años después, solo que ahora perfectamente atascados y paralizados, por un Miedo cuya causa no acertamos a ver.
La Segunda Revolución Global será necesariamente superadora de la actual Edad Estatal, que a estas alturas del presente siglo XXI está llegando a su fase terminal y que, con toda probabilidad, no podrá alargarse más allá de la mitad de este siglo. Provisionalmente, denomino “Edad Comunal” a esta Segunda Revolución Global, en base a lo que será su núcleo desencadenante: el reconocimiento y declaración de la Tierra y el Conocimiento como bienes comunales universales, sujetos solo a derecho de uso, liberados de todo derecho o forma de apropiación o propiedad. No hay otra solución al colapso global en ciernes, ninguna solución que sea realmente seria, ética y científica al tiempo, es decir, realmente sostenible. Por eso que la Ciencia de la próxima Edad Comunal, si es, será necesariamente ecoética en esencia.
Si en su origen el primer Estado fue una alianza de propietarios, sacerdotes y mercenarios (guerreros y burócratas), cambiesé comunidad sacerdotal por comunidad científica y se verá que el Estado ha permanecido inamovible en su básica estructura: siempre la misma alianza de élites dominantes, hace nueve milenios como ahora, una monarquía en esencia, sustentada por el aval religioso/científico y/o por el poder fáctico de un engrasado aparato burocrático-militar.
El Estado creó la "Nación" como comunidad ficticia, casi al mismo tiempo que creara el capitalismo como economía financiera e igualmente ficticia. Nunca fue identificado el Estado como “Pueblo”, ni siquiera por sí mismo, siempre el Estado se refirió al Pueblo como “otro" ente o cosa. Como se reconoce y se dice en la mentalidad popular: “siempre hubo ricos y pobres”, o lo que viene a ser lo mismo, “siempre hubo gobernantes y gobernados”, siempre “Estados y Pueblos”, hoy como siempre todas las guerras son económicas y militares al tiempo y todas son entre Estados. En ellas los Pueblos SOLO ponen los muertos, siempre. Se sostiene el Sistema estatal sobre un falso argumento: la existencia de un Pacto Social que nunca nadie puso por escrito, ni nadie firmó, por el que las sociedades humanas “necesitan un Estado”, un poder superior al Común “para no matarnos entre nosotros”. Se supone que el Común de los humanos no está capacitado para autogobernarse y prescindir del Estado.
De suceder, la Segunda Revolución Global tendrá como condición de necesidad un verdadero Pacto Social del Común, un contrato social realmente escrito, refrendado y pactado, como compromiso entre humanos que siendo diferentes quieren convivir integrados en comunidad y naturaleza, y que por eso se reconocen mutuamente como ”igualmente libres” y con igual responsabilidad. No solo significará un cambio radical en las condiciones de existencia, implicará también una revolución epistemológica, un vuelco integral en nuestra forma de conocimiento, será “otra Ciencia", holística, no reduccionista y encapsulada en compartimentos estancos; será una ciencia no funcional al poder del Estado, que se deba solo a la necesidad humana de conocer y convivir en comunidad y simbiosis, en un mismo medio social y natural.Necesariamente será una Ciencia del Común, que no pueda volver a aislarnos individualmente, de la Sociedad y Naturaleza que somos.
No será fácil, pensemos que todo paradigma científico es provisional y que vale en tanto es la mejor hipótesis, la mejor explicación posible. Valga para entender esta dificultad epistemológica el citado ejemplo de las “mentalidades” anteriormente citadas: el pensamiento solo puede ser individual, no existe un pensamiento colectivo, porque no existe un órgano cerebral colectivo; el pensamiento es producto de un único y corpóreo cerebro, un órgano necesariamente individual, mientras que una mentalidad es producto cultural, de un colectivo social, pero no de un cerebro. El pensamiento es a la ética como la mentalidad es a la moral. Y ésto es solo un mínimo ejemplo, al principio de todo lo que ha de cambiar radicalmente, si realmente queremos conocer, sobrevivir y superar el Estado zoológico en el que permanecemos atrapados desde hace no menos de nueve mil años.
Ha llegado el momento de ponerse a ello porque no hay otra opción. Y aunque parezca demasiado tarde, lo primero es salvar el pellejo, a ser posible compartiendo lo que tengamos y combatiendo juntos, al Miedo, en comunidad. ¿Quien podrá esperar mayor seguridad que la experimentada en auténtica comunidad? Nos pondremos a ello aunque nos lleve unas cuantas décadas. Lo haremos a partir de un verdadero Pacto Social del Común, fundaremos nuevos Ayuntamientos, ahora Comunales, para segarle sus pies municipales al Estado, serán comunidades realmente democráticas y soberanas, ayuntamientos vinculados en redes globales de cooperación y ayuda mutua, en mancomunidades y confederaciones. Será para dejar atrás, definitivamente, la primitiva Edad Estatal, para que cuanto antes podamos decir que “fue aquel tiempo en que la Tierra estuvo parcelada en propiedades particulares y fronteras, objeto de apropiación y comercio, como el Conocimiento convertida en mercancía, al igual que el Trabajo humano...fue aquel tiempo primitivo en el que se llamaba democracia a cualquier cosa”.