viernes, 22 de abril de 2022

DEMOCRACIA MONOTEISTA, DEL MERCADO Y DEL ESTADO: EL OTRO SIN ROSTRO

 


Las religiones monoteístas fundamentan su carácter totalitario en un principio ontológico, el principio de que sólo Uno puede y debe ser señor de todo y de todos, así el Ser es uno y por eso “no soporta nada ni a nadie junto a sí”, su consecuencia es la intolerancia, el fanatismo y la supresión del otro. Las masas, promercantiles y proestatalistas son a su modo monoteístas, maníaco-activistas, mesiánicas y expansionistas. La subordinación al Estado (monoteismo ideológico) tuvo su punto culminante en el comunismo de Estado, que hizo suya la verdad de los monoteísmos religiosos (judaismo, cristianismo e islamismo), tomando dogmáticamente las propuestas proféticas de la religión sobre el fin último, adaptadas a las demandas y consignas del modernismo burgués/proletario, persiguiendo el universalismo político a través del monoteísmo ideológico. Si Moisés, Jesús y Mahoma fueron sus respectivos profetas, en el comunismo de Estado lo fue Marx, proclamando como valor supremo la esencia productiva del ser humano.

Si todas las primeras utopías surgieron de un entramado sociorreligioso, el pensamiento utópico moderno pierde su referencia trascendente hasta arraigarse en un suelo nutricio inmanente, total y absolutamente materialista, que transmuta toda posible ira antiestatal o anticapitalista en metafísica consumista. La fase tardía de la modernidad se hace así tiempo "líquido” en expresión de Zygmunt Bauman, para significar el tránsito de una modernidad estable y sólida a una líquida , voluble , en la que los modelos y estructuras sociales ya no perduran lo suficiente como para enraizarse y gobernar las costumbres y en el que, sin darnos cuenta, hemos acabado viviendo bajo el imperio de la caducidad y la seducción, de la acumulación funcional y del individualismo exacerbado, lo que ha determinado una nueva configuración de las relaciones humanas, tornándolas precarias, transitorias y volátiles.

Lo que vivimos es una renuncia a la memoria, como condición de un tiempo post-histórico. La complejidad del ser humano se disgrega en un contacto instrumental que rehuye la franquicia del cara a cara. Internet se convierte así en un simulacro del encuentro persona a persona, en una sociedad donde rozarse en un supermercado o acariciar por la calle a un niño puede dar motivos para disculparse o para ser sospechoso de desorden sexual.En esta líquida modernidad hay que hablar de conexiones en lugar de relaciones, de descompromiso en lugar de compromiso mutuo, convertidos en navegantes solipsistas por la web. El Eros contemporáneo se siente temeroso de establecer lazos fuertes, produce la angustia ambivalente de querer “vivir juntos y separados”, la de una sexualidad sin compromiso, entre parejas que comparten vidas semiadosadas.

Se habla de “excedentes” y ello significa “gente superflua”, innecesaria, cuantos menos trabajadores haya, mejor funciona la economía. Para la economía lo mejor sería que los desempleados desaparecieran. Con esta racionalidad utilitarista, en la actual producción social los pobres se corresponden con los residuos que las fábricas vierten, contaminando sus entornos. Los pobres son detritus, se abandonan como stocks improductivos en las aceras, quietos como estatuas de carne en las esquinas de los barrios periféricos de las grandes urbes, se alcoholizan en los suburbios, formando parte del aire tóxico de los cordones industriales. La pobreza no se reduce, sin embargo, a la falta de comodidades y al sufrimiento físico, es también condición social y psicológica, el grado de decoro se mide por los estándares establecidos por la sociedad consumista, la imposibilidad de alcanzarlos es en sí misma causa de angustia y mortificación, ser pobre significa estar excluido, con sentimiento de culpa y vergüenza, carente de autoestima, la “vida normal” es la de los consumidores y su consecuencia es un resentimiento nihilista que, al desbordarse, se manifiesta en forma de actos agresivos o autodestructivos, o de ambos a la vez.

Hasta aquí, yo estaría de acuerdo con esta negativa conciencia del tiempo presente, tan profusamente explicada por filósofos contemporáneos, como Bauman, Sloterdijk o tantos otros, el problema que tengo con ellos es que no veo que se mojen, porque acertando en el diagnóstico se sumergen, bien secos, en su propia incertidumbre salpicada, sin pretensión de atisbar caminos de salida. Resulta muy difícil no coincidir en ese oscuro diagnóstico, lo realmente raro es encontrar propuestas de salida.

Al respecto de esa búsqueda de respuestas, según Vasquez Rocca, Sloterdijk (1) se refiere a un proceso de intoxicación voluntaria, a la manera del homeópata que debe intoxicarse a sí mismo antes de poder dar consejo alguno. El teórico debe estar dispuesto a arriesgar su identidad en la práctica. Al referirse a este tipo de “experimentos con uno mismo”, Sloterdijk no piensa en un experimento de vivisección en las propias carnes, ni tampoco en la psicosis romántica del psicoanálisis, sino que más bien hace referencia a un fenómeno perteneciente a la historia de la medicina moderna, al movimiento homeopático que se remonta a hace más de doscientos años, los mismos de la modernidad ilustrada. Se discute la convicción heterodoxa de que el médico estaría obligado a intoxicarse a sí mismo con todo lo que él más tarde prescribirá a los enfermos, quien quiera ser médico necesita previamente ser su propio conejillo de Indias, el pensador valioso y útil es el que se contamina él mismo con las materias con las que trabaja, con sustancias de alto contenido tóxico. Y este planteamiento no ha cambiado, todos los grandes pensadores del siglo XX han sido, de algún modo, maestros del pensamiento peligroso.

Pondré un ejemplo de pensamiento peligroso”, imagine el lector que en el debate reciente entre Macron y Le Pen, un solo comentarista hubiera dicho la verdad: que ganó Le Pen...eso sí sería peligroso, y por eso nadie lo dijo, porque sabían que la verdad  les hubiera condenado al ostracismo, que nunca más les contrataría ningún periódico, ninguna televisión, ninguna empresa, ningún gobierno. Mienten, pero les cabe la sospecha de que con esa mentira le hacen la propaganda gratuita a la extrema derecha, no aciertan a comprender por qué el próximo tiempo será, ya es, de Le Pen y de la extrema derecha, no pueden comprender que esta facción ideológica es la sucesora natural del progresismo liberal de Macron y de Sánchez, que lo es gracias a ellos, pero, sobre todo, por razón de que el tandem capitalismo-global/estado-nación así lo necesita ahora, cuando ha llegado a su límite extremo, de depredación y acumulación, y así lo exige para su reproducción contemporánea, para su transmutación tecnófila y transhumanista. Necesita de la candidez conspiranoica de las masas, así entretenidas. La extrema derecha es  la forma "natural" de gobierno militar, del nuevo orden mundial, porque el fascismo solo puede ser monoteísta y militar, ésta es su patológica forma propia. Véase, si no, el programa-espectáculo diario sobre la guerra de Ucrania, interestatal e intercapitalista, donde los que mueren son todos del mismo lado, los mismos muertos de todas las guerras (todas estatales), gente llevada al matadero "por su nación", por una bandera. 

La verdad es hoy definitivamente peligrosa: fascismo es trabajo asalariado, es internet, es nacionalismo y democracia de mercado; antifascismo es abolición del “sagrado” derecho al estado de excepción, a la expropiación de la tierra común, del conocimiento y del autogobierno o democracia. La verdad es bien sabida, que sólo en democracia comunitaria el individuo puede ser alguien, la pluralidad es posible sólo en comunidad de individuos igualmente libres y responsables. La "democracia" de mercado o estatal, la representativa, es necesariamente monoteísta o fascista; en ella el individuo es un ausente, convidado de piedra, un individuo y un pueblo-nación fantasma, la democracia sólo puede ser real a condición de ser plural y directa, asamblearia, sólo si tiene la palabra y el rostro, plural y reconocible, del otro.

Sin necesidad de ser filósofo o político, cada individuo sabe su particular verdad, la que habita en su propia conciencia, como sabe la verdad Común, esa comprensión del ser humano “que se fundamenta en la responsabilidad por el otro”, como dijera Emmanuel Lévinas. Comparto plenamente la tesis del filósofo lituano-francés, según la cual, la subjetividad se construye desde la alteridad, como ser-para-el-otro, en la que el yo adquiere su identidad desde la responsabilidad por el humano “otro”. Lévinas, a pesar de su creencia religiosa (era creyente judío), por su condición de prisionero de guerra llegó a experimentar en carne propia la ontología del ser propiamente humano, alejado de toda especulación filosófica, y por eso no dudó en atacar a su antiguo maestro, Heidegger, cuya ontología del ser asociaba  egoísmo y voluntad de poder.

 

Nota: (1) El Artículo “Peter Sloterdijk: Experimentos con uno mismo, ensayos de intoxicación voluntaria y constitución psicoinmunitaria de la naturaleza humana” tuvo su origen en el marco de las Jornadas de “Biología Cultural”, que se desarrollaron bajo la dirección de Humberto Maturana, biólogo, filósofo y escritor chileno, que junto con su alumno y colaborador Francisco Varela, desarrolló su concepto original de la autopoiesis en su libro “De máquinas y seres vivos”.

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