Escribo hoy porque el pasado día de la Constitución no tenía ganas, me
fui a pasear entre las ruinas de un pequeño pueblo abandonado, arrasado
por el olvido, entre zarzas y cascotes de escombro; quise conmemorarlo
así , a modo de premonición y huérfano de toda fe constitucional.
Todas las dictaduras han tenido su Constitución, todas las monarquías y todas las repúblicas, todos los estados y de todo pelaje: capitalistas, comunistas y fascistas. Desde siempre, la cuestión esencial no se dirime entre variables de un texto constitucional, sino que sigue planteada, como siempre, entre heteronomía o autonomía, sumisión o libertad, estado o democracia, ser constituyentes o ser constituidos...ser o no ser.
Podemos seguir ignorando
la verdad a base de ahormar la realidad y fantasear con ella. Podemos
seguir engañándonos con falsas oposiciones-suposiciones, entre
constitucionalistas y antisistema, reformistas y revolucionarios,
patriotas e independentistas,...también podemos seguir pensando que
la precariedad de nuestras vidas sólo es dineraria y coyuntural, que
la violencia sistémica es asumible a largo plazo, a base de
costumbre y a cambio de un “bien común” estadístico, meramente
cuantitativo y dinerario. Esperando que el cambio climático nos sea
llevadero con las nuevas ciencias y las tecnologías prometidas, que
la vaciedad de sentido que inunda la vida media del ciudadano medio,
tenga medio arreglo estadístico mediante la recuperación del índice
de consumo, la mejora de la programación televisiva, el incremento
de nuestro tiempo “libre” y, mejor todavía, si se potenciara la
innovación productiva en materia de drogas, tanto químicas como
culturales, para que su consumo fuera más igualitario, sano y
ecológico.
Podemos seguir fingiendo
antagonismos bipartitos, entre izquierdas y derechas, entre posturas
amatorias del mismo proxeneta estatal, tan cornudo como amado.
Podemos alargar el mareo de la podrida perdiz constitucional otros
cuantos años más, pero ya son visibles nuevas señales en el
horizonte que lo hacen superfluo, ya se presiente la silueta dentada
de rascacielos en ruinas, de una civilización ahogada bajo aguas
mediterráneas, acribillada desde el aire en pedregosos desiertos.
Se podrá alargar un poco más este epílogo en que estamos, se
podrá marear la perdiz hasta llegar a la extenuación
(¿de quién?)...pero la cuestión que nos incumbe de verdad, la de
la libertad, no podrá ser disimulada por mucho más tiempo: libertad,
sin ira y sin sustancia.
Todos los ecologistas
saben que para sobrevivir a la próxima extinción de las especies
tendremos que cuidar y compartir la tierra y el conocimiento, los
bienes comunes que sustentan la vida. Que habrá que hacerlo antes de
que nos matemos del todo entre nosotros, saben que pudimos relatar la
extinción de los dinosaurios pero que nadie quedará para hacer el
relato de la extinción humana en marcha. Lo saben y apenas pueden ya
disimularlo. Todos los sindicalistas saben que el empleo que
defienden es esclavo, por mucho que lo llamen asalariado y saben de sobra que su nómina sale de esa
impostura del lenguaje y de su significado. Saben las
feministas que el macho no es su enemigo, sino el machismo del poder establecido,
que nos domina a hembras y machos, incluso en manos femeninas. Lo
saben aunque convenga esa simple explicación para soportar el
sinsentido de tantas mujeres muertas y muchos más seres humanos,
maltratados de por vida. Saben patriotas e independentistas que sus
respectivas fobias son producto de sus compartidos celos estatales,
ganas de vivir del poder o a su sombra, nada que ver, todo lo
contrario, con la emancipación que proclaman, pura ficción y
propaganda. Los anticapitalistas saben que no podrán fingirse
comunistas por más tiempo, los comunistas fingirse anticapitalistas
o buenos cristianos los de derechas, revolucionarios los
manifestantes de izquierdas...todos sabemos que se está acabando el
tiempo de fingir esta representación, de la “democracia” representativa, de la
simulación del bienestar, del feliz autoengaño. Estamos tardando,
cuando todas y todos sabemos que sólo la verdad nos hará libres,
que sólo la verdad sustenta la libertad y da sentido a nuestras
vidas.
Entonces...¿a qué
seguir disimulando ilusiones constitucionalistas?, ¿a cuándo hay que
esperar para enfrentarnos a la verdad, para cuándo acometer la
revolución necesaria?, ¿es que no deberíamos empezar ahora mismo,
sabiendo que la tarea por delante es de una dimensión colosal, de
una complejidad y dificultad extremas?... ¿o esperamos a que el
partido de cada cual gobierne en hipotética mayoría absoluta, a partir de las
próximas elecciones?, ¿esperamos a que, por nosotros, el partido al que votamos disuelva el aparato estatal, que por nosotros declare la
abolición de la propiedad privada de los medios de producción, la del trabajo asalariado, que ilegalice por
decreto el robo capitalista y la violencia institucionalizada?,
¿esperamos a un fraternal decreto ministerial que instaure el procomún universal, la
libertad en igualdad?, ¿o, mejor, por refrendum?...¿o esperamos a
las próximas legislaturas yanquis y europeas, hasta ver si con
algo de suerte se defenestra la extrema derecha en ascenso?, ¿a ver
si, en un arrebato de arrepentimiento, este mundo corrige su habitual
y acelerada marcha hacia el abismo?...¿o por qué no esperar al
último momento, al instante previo al juicio y holocausto final, cuando es
casi seguro que se iluminarán las conciencias, incluso las del
proletariado hoy adormecido?
Podríamos haber empezado
esa tarea hace mucho tiempo, sólo por básica y elemental razón de
dignidad, sólo por un mínimo respeto a la vida humana y a la vida
en general. Nos sobraban todas las demás, innumerables, razones.
Pero no lo hemos hecho, no hemos sido capaces y no tardando tendremos
que hacerlo por absoluta necesidad, por pura supervivencia, porque
será nuestra última y obligada opción, porque no habrá otra. Y en esta
trágica encrucijada, ¿no suena a broma que
nuestra máxima preocupación política sea la reforma de la
constitución española o el referendum para la independencia de
Cataluña?
Hoy renuncio al mero y
testimonial repudio de la Constitución, que se nos asigna a quienes
la rechazamos frontalmente. Pienso que ya no basta el acostumbrado
criticismo, que se queda en paralela celebración inversa de la
Constitución. No basta contentarse con el vano intento de
contrarrestar la propaganda oficial. No basta con la mera denuncia
testimonial de una ley de leyes basada en un principio turbio y
criminal, en una oscura transición, tildada de “modélica”, de
siniestra legitimidad “democrática” surgida del miedo, de su
raíz incuestionablemente colonial, mercantil, violenta, militar. No,
no basta. El mero rechazo no lleva a ninguna parte, aunque fuera
masivamente difundido en todos los canales de televisión. Sólo
sirve a nuestro entretenimiento, al mareo de la perdiz.
No basta mientras sigamos prestando energía
a un monstruo mecánico sin rostro (burocrático, mercantil, legal,
académico, psicológico, religioso, militar, financiero...) que se
nutre de nuestra libertad, de la sagrada autonomía de nuestras
vidas, una megamáquina delictiva de quien nadie se hace
responsable, que en los últimos tres siglos, los de la modernidad
estatal y capitalista, ha conseguido tener vida propia. Se podrá
celebrar el día de la Constitución algunos años más, pero a no
tardar aflorará el verdadero dilema subyacente, entre dos formas
perfectamente incompatibles de entender y practicar la convivencia
humana, condenadas a existir en conflicto permanente. Porque esa es
la verdadera confrontación y porque ya urge dejar de marear la
perdiz.
1 comentario:
Está muy bien. Dos asuntos donde yerra. El cambio climático es un cuento chino, véase el co2 que expulsan los volcanes y se compare con el expulsado con los Humanos. Lo de los dinosaurios, otro cuento, a ver en qué museo los esqueletos son los,originales, comprobará, que en ninguno, todos están bien guardados y nadie que no sea afín del cuento no puede investigarlos
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