viernes, 9 de diciembre de 2016

REFORMAR LA CONSTITUCIÓN, MAREAR LA PERDIZ


Escribo hoy porque el pasado día de la Constitución no tenía ganas, me fui a pasear entre las ruinas de un pequeño pueblo abandonado, arrasado por el olvido, entre zarzas y cascotes de escombro; quise conmemorarlo así , a modo de premonición y huérfano de toda fe constitucional.
 Todas las dictaduras han tenido su Constitución, todas las monarquías y todas las repúblicas, todos los estados y de todo pelaje: capitalistas, comunistas y fascistas. Desde siempre, la cuestión esencial no se dirime entre variables de un texto constitucional, sino que sigue planteada, como siempre, entre   heteronomía o autonomía,  sumisión o libertad, estado o democracia, ser constituyentes o ser constituidos...ser o no ser.

Podemos seguir ignorando la verdad a base de ahormar la realidad y fantasear con ella. Podemos seguir engañándonos con falsas oposiciones-suposiciones, entre constitucionalistas y antisistema, reformistas y revolucionarios, patriotas e independentistas,...también podemos seguir pensando que la precariedad de nuestras vidas sólo es dineraria y coyuntural, que la violencia sistémica es asumible a largo plazo, a base de costumbre y a cambio de un “bien común” estadístico, meramente cuantitativo y dinerario. Esperando que el cambio climático nos sea llevadero con las nuevas ciencias y las tecnologías prometidas, que la vaciedad de sentido que inunda la vida media del ciudadano medio, tenga medio arreglo estadístico mediante la recuperación del índice de consumo, la mejora de la programación televisiva, el incremento de nuestro tiempo “libre” y, mejor todavía, si se potenciara la innovación productiva en materia de drogas, tanto químicas como culturales, para que su consumo fuera más igualitario, sano y ecológico.

Podemos seguir fingiendo antagonismos bipartitos, entre izquierdas y derechas, entre posturas amatorias del mismo proxeneta estatal, tan cornudo como amado. Podemos alargar el mareo de la podrida perdiz constitucional otros cuantos años más, pero ya son visibles nuevas señales en el horizonte que lo hacen superfluo, ya se presiente la silueta dentada de rascacielos en ruinas, de una civilización ahogada bajo aguas mediterráneas, acribillada desde el aire en pedregosos desiertos. Se podrá alargar un poco más este epílogo en que estamos, se podrá marear la perdiz hasta llegar a la extenuación (¿de quién?)...pero la cuestión que nos incumbe de verdad, la de la libertad, no podrá ser disimulada por mucho más tiempo: libertad, sin ira y sin sustancia.

Todos los ecologistas saben que para sobrevivir a la próxima extinción de las especies tendremos que cuidar y compartir la tierra y el conocimiento, los bienes comunes que sustentan la vida. Que habrá que hacerlo antes de que nos matemos del todo entre nosotros, saben que pudimos relatar la extinción de los dinosaurios pero que nadie quedará para hacer el relato de la extinción humana en marcha. Lo saben y apenas pueden ya disimularlo. Todos los sindicalistas saben que el empleo que defienden es esclavo, por mucho que lo llamen asalariado y saben de sobra que su nómina sale de esa impostura del lenguaje y de su significado. Saben las feministas que el macho no es su enemigo, sino el machismo del poder establecido, que nos domina a hembras y machos, incluso en manos femeninas. Lo saben aunque convenga esa simple explicación para soportar el sinsentido de tantas mujeres muertas y muchos más seres humanos, maltratados de por vida. Saben patriotas e independentistas que sus respectivas fobias son producto de sus compartidos celos estatales, ganas de vivir del poder o a su sombra, nada que ver, todo lo contrario, con la emancipación que proclaman, pura ficción y propaganda. Los anticapitalistas saben que no podrán fingirse comunistas por más tiempo, los comunistas fingirse anticapitalistas o buenos cristianos los de derechas, revolucionarios los manifestantes de izquierdas...todos sabemos que se está acabando el tiempo de fingir esta representación, de la “democracia” representativa, de la simulación del bienestar, del feliz autoengaño. Estamos tardando, cuando todas y todos sabemos que sólo la verdad nos hará libres, que sólo la verdad sustenta la libertad y da sentido a nuestras vidas.

Entonces...¿a qué seguir disimulando ilusiones constitucionalistas?, ¿a cuándo hay que esperar para enfrentarnos a la verdad, para cuándo acometer la revolución necesaria?, ¿es que no deberíamos empezar ahora mismo, sabiendo que la tarea por delante es de una dimensión colosal, de una complejidad y dificultad extremas?... ¿o esperamos a que el partido de cada cual gobierne en hipotética mayoría absoluta, a partir de las próximas elecciones?, ¿esperamos a que, por nosotros, el partido al que votamos disuelva el aparato estatal, que por nosotros declare la abolición de la propiedad privada de los medios de producción,  la del trabajo asalariado, que ilegalice por decreto el robo capitalista y la violencia institucionalizada?, ¿esperamos a un fraternal decreto ministerial que instaure el procomún universal, la libertad en igualdad?, ¿o, mejor, por refrendum?...¿o esperamos a las próximas legislaturas yanquis y europeas, hasta ver si con algo de suerte se defenestra la extrema derecha en ascenso?, ¿a ver si, en un arrebato de arrepentimiento, este mundo corrige su habitual y acelerada marcha hacia el abismo?...¿o por qué no esperar al último momento, al instante previo al juicio y holocausto final, cuando es casi seguro que se iluminarán las conciencias, incluso las del proletariado hoy adormecido?

Podríamos haber empezado esa tarea hace mucho tiempo, sólo por  básica y elemental razón de dignidad, sólo por un mínimo respeto a la vida humana y a la vida en general. Nos sobraban todas las demás, innumerables, razones. Pero no lo hemos hecho, no hemos sido capaces y no tardando tendremos que hacerlo por absoluta necesidad, por pura supervivencia, porque será nuestra última y obligada opción, porque no habrá otra. Y en esta trágica encrucijada, ¿no suena a broma que nuestra máxima preocupación política sea la reforma de la constitución española o el referendum para la independencia de Cataluña?

Hoy renuncio al mero y testimonial repudio de la Constitución, que se nos asigna a quienes la rechazamos frontalmente. Pienso que ya no basta el acostumbrado criticismo, que se queda en paralela celebración inversa de la Constitución. No basta contentarse con el vano intento de contrarrestar la propaganda oficial. No basta con la mera denuncia testimonial de una ley de leyes basada en un principio turbio y criminal, en una oscura transición, tildada de “modélica”, de siniestra legitimidad “democrática” surgida del miedo, de su raíz incuestionablemente colonial, mercantil, violenta, militar. No, no basta. El mero rechazo no lleva a ninguna parte, aunque fuera masivamente difundido en todos los canales de televisión. Sólo sirve a nuestro entretenimiento, al mareo de la perdiz.

No basta mientras sigamos prestando energía a un monstruo mecánico sin rostro (burocrático, mercantil, legal, académico, psicológico, religioso, militar, financiero...) que se nutre de nuestra libertad, de la sagrada autonomía de nuestras vidas, una megamáquina delictiva de quien nadie se hace responsable, que en los últimos tres siglos, los de la modernidad estatal y capitalista, ha conseguido tener vida propia. Se podrá celebrar el día de la Constitución algunos años más, pero a no tardar aflorará el verdadero dilema subyacente, entre dos formas perfectamente incompatibles de entender y practicar la convivencia humana, condenadas a existir en conflicto permanente. Porque esa es la verdadera confrontación y porque ya urge dejar de marear la perdiz.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Está muy bien. Dos asuntos donde yerra. El cambio climático es un cuento chino, véase el co2 que expulsan los volcanes y se compare con el expulsado con los Humanos. Lo de los dinosaurios, otro cuento, a ver en qué museo los esqueletos son los,originales, comprobará, que en ninguno, todos están bien guardados y nadie que no sea afín del cuento no puede investigarlos