Coincido con lo que dice
Monticedo en
su blog Tierras de
Burgos: no es lo mismo un pueblo deshabitado que otro
abandonado. Que todavía salga humo, aunque sea ocasional, por las
chimeneas de unas pocas casas o que la vegetación se coma las
paredes hasta borrar su existencia y su memoria. Algo habría que
hacer para remediarlo, porque un paisaje deja de serlo cuando nadie
lo mira y, aún más, cuando nadie lo habita.
El paso del tiempo deja
su sedimento en sólidos estratos, como poso y testimonio del correr
de los siglos, pero es insoportable la ausencia de sedimento,
memoria, cuando se trata de vidas humanas. No deberíamos permitir
el olvido de quienes habitaron esos pueblos hoy abandonados, ni
deberíamos dejar sólos a los que mantienen vivos los últimos
pueblos habitados. Ellos y nosotros deberíamos hacer algo. Por de
pronto, sólo se me ocurre una heroica resistencia y un viaje
iniciático, para mantener abiertas las calles que fueron veredas y
las veredas que fueron calles.
Podríamos recordar en
piedra los últimos nombres, de las gentes que definitivamente se
fueron, al igual que conservamos en los mapas el nombre de ríos y
montañas, de generación en generación. No podemos permitirnos el
olvido de sus vidas resistentes. Podríamos levantar pequeños hitos
monumentales que desafiaran al olvido, un leve amontonamiento de
sutiles estratos, con el sedimento de sus sueños y los nuestros.
Podríamos hacer geología humana, del conocimiento y del
sentimiento, en estos paisajes únicos y sublimes, olvidados, de Las
Loras:
ALBACASTRO-CENICEROS-CORTIGUERA-FRESNO
DE NIDÁGUILA-HORMICEDO-ICEDO-LORILLA-MOZUELOS DE SEDANO-PUENTES DE
AMAYA-SIERO
Podríamos trazar un
camino de poética peregrinación por esos pueblos, para que los
caminantes puedan conocer-sentir la ausencia y la presencia de lo
humano, una ruta emocional por los pueblos del silencio. Propongo
poner allí una sencilla campana, que puedan tañir los solitarios
caminantes a su paso entre las ruinas. Y un tendal multicolor de
pañuelos tibetanos, para que cada nuevo caminante cuelgue allí uno
con su nombre, como alegre ropa tendida a la esperanza, a modo de
empadronamiento renovable, solidario y poético.
Un abrazo de
agradecimiento a quienes tuvieron la sensibilidad de sentir y
difundir el recuerdo de los últimos pueblos habitados:
-A Elías Rubio:
*Los pueblos del
silencio
Libro editado
en el año 2000 (Burgos, Gráf. Aldecoa). ISBN: 84-923878-0-7)
-A José Díaz
Martín:
-A Faustino Calderón:
-A Monticedo:
-A Espacio Tangente:
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