lunes, 5 de diciembre de 2016

GEOSITIOS , PUEBLOS, DEL SILENCIO



Coincido con lo que dice Monticedo en su blog Tierras de Burgos: no es lo mismo un pueblo deshabitado que otro abandonado. Que todavía salga humo, aunque sea ocasional, por las chimeneas de unas pocas casas o que la vegetación se coma las paredes hasta borrar su existencia y su memoria. Algo habría que hacer para remediarlo, porque un paisaje deja de serlo cuando nadie lo mira y, aún más, cuando nadie lo habita. 

El paso del tiempo deja su sedimento en sólidos estratos, como poso y testimonio del correr de los siglos, pero es insoportable la ausencia de sedimento, memoria, cuando se trata de vidas humanas. No deberíamos permitir el olvido de quienes habitaron esos pueblos hoy abandonados, ni deberíamos dejar sólos a los que mantienen vivos los últimos pueblos habitados. Ellos y nosotros deberíamos hacer algo. Por de pronto, sólo se me ocurre una heroica resistencia y un viaje iniciático, para mantener abiertas las calles que fueron veredas y las veredas que fueron calles.


Podríamos recordar en piedra los últimos nombres, de las gentes que definitivamente se fueron, al igual que conservamos en los mapas el nombre de ríos y montañas, de generación en generación. No podemos permitirnos el olvido de sus vidas resistentes. Podríamos levantar pequeños hitos monumentales que desafiaran al olvido, un leve amontonamiento de sutiles estratos, con el sedimento de sus sueños y los nuestros. Podríamos hacer geología humana, del conocimiento y del sentimiento, en estos paisajes únicos y sublimes, olvidados, de Las Loras:

ALBACASTRO-CENICEROS-CORTIGUERA-FRESNO DE NIDÁGUILA-HORMICEDO-ICEDO-LORILLA-MOZUELOS DE SEDANO-PUENTES DE AMAYA-SIERO


Podríamos trazar un camino de poética peregrinación por esos pueblos, para que los caminantes puedan conocer-sentir la ausencia y la presencia de lo humano, una ruta emocional por los pueblos del silencio. Propongo poner allí una sencilla campana, que puedan tañir los solitarios caminantes a su paso entre las ruinas. Y un tendal multicolor de pañuelos tibetanos, para que cada nuevo caminante cuelgue allí uno con su nombre, como alegre ropa tendida a la esperanza, a modo de empadronamiento renovable, solidario y poético.


Un abrazo de agradecimiento a quienes tuvieron la sensibilidad de sentir y difundir el recuerdo de los últimos pueblos habitados:

-A Elías Rubio:
*Los pueblos del silencio
Libro editado en el año 2000 (Burgos, Gráf. Aldecoa). ISBN: 84-923878-0-7)

-A José Díaz Martín:


-A Faustino Calderón:


-A Monticedo:


-A Espacio Tangente:






No hay comentarios: