Ilustración de Pawel Kuczynsky |
Sobre el “efecto bloom”:
en los videojuegos actuales el uso de la luz está muy extendido, así
como los objetos tridimensionales; un programador puede hacer que un
foco de luz en el fondo de la imagen ilumine una determinada textura
y dejar en la penumbra a otras, pero objeto y luz no llegan a
interactuar como lo harían en la realidad, porque mantienen sus
contornos perfectamente definidos, y la luz no llega a invadir al
objeto. Pero la lente de una cámara no enfoca perfectamente, y con
una luminosidad intensa dejará ver sus imperfecciones. Esto es, el
brillo iluminará más allá de los límites del objeto, creando un
halo a su alrededor y difuminando sus bordes junto con los de la luz,
creando LA ILUSIÓN DE QUE EL FOCO ES MÁS LUMINOSO DE LO QUE ES EN
REALIDAD (explicación de www.ecetia.com/2009/05/que-es-bloom-effect
)
Sostengo que es el
deslumbramiento ante los efectos del progreso tecnológico lo que
mantiene atrapada a la izquierda en las redes de la modernidad
capitalista y en su aparato de dominación. La crisis no es del
capitalismo, sino de la izquierda capitalista. Mediante el empleo de
luminosidad artificial se logra generar una forma de ilusión por la
que todo objeto así iluminado es percibido como real. Esta
distorsión elemental ya no necesita ser ocultada porque forma parte
de la propia ideología tecnológica, de su identidad ontológica y
cuasimágica. Ha sido creada una “realidad” radicalmente nueva,
no basada en el objeto mismo sino en su iluminación, es la mística
bloom, una vacua sacralización del progreso tecnológico, que
impregna todo el aire que respiramos, a derecha e izquierda, arriba y
abajo.
A medida que avanza
nuestro conocimiento experiencial de “la crisis”, vamos
acercándonos a una mejor comprensión de lo que está sucediendo. Si
en algún momento hemos sentido esta crisis como el territorio de
“una batalla entre los de arriba y los de abajo”, esta percepción
se nos está derrumbando aceleradamente bajo la contumaz persistencia
de los hechos: esta guerra sólo admite un resultado posible. Y no
hay contienda real cuando el vencedor es predecible. Por eso que esta
guerra no puede ser otra cosa que una escenificación, pura
apariencia, una representación teatral perfectamente orquestada y
ejecutada a fin de justificar un guión y un desenlace ya previstos
de antemano.
La tradicional teoría
marxista de la alienación capitalista ha sido subvertida por la propia praxis del marxismo, subvirtiendo a su vez a toda la izquierda. El
deslumbramiento marxista por la productividad y la tecnología está
en el origen de esta subversión procapitalista. La profecía marxista de una
apoteosis capitalista, como condición previa y necesaria a la
emancipación proletaria, ha resultado un fiasco de dimensión cósmica. Si alguna vez el
proletariado tuvo conciencia de clase, la ha perdido; y si todavía
existe como clase social, no es por voluntad propia, sino de la clase
burguesa antagonista; borrada su memoria histórica, privada de
presente, la proletaria es una clase social sin conciencia ni futuro.
La tecnología capitalista ha hecho que la fuerza de trabajo, en la
que se fundaba la esperanza proletaria, sea hoy obsoleta y
perfectamente prescindible. Ya no hay, pues, una clase emancipable,
no hay un sujeto revolucionario, sólo hay capitalismo triunfal y
rampante, sólo neoliberalismo más o menos socialdemócrata, como hemos
visto en las últimas décadas; o neofascista, como ya estamos
viendo venir. La vida toda ha sido integrada en el sistema
de control biopolítico desplegado por el artefacto estatal-capitalista, toda ella es ya mercancía, tan intercambiable
como deshechable, sólo consumible, sin más destino, como
corresponde a toda mercancía.
Y si renunciamos a la
emancipación en el seno de una civilización que consideramos
insalvable, entonces, ¿por qué quedarnos en las metrópolis, que
son su materialización más perfecta y sofisticada, porqué seguir
secuestrados por la ideología de la producción y el consumo
capitalista?, ¿porqué no vivir en las vaciadas aldeas rurales
abandonadas, susceptibles de acoger comunidades autogestionadas,
porque no vivir ruralmente, en modo lo más inmune posible a la
civilización urbana-capitalista?...muchos revolucionarios urbanos
dicen aborrecer la normalización de la vida en la ciudad y al tiempo
reconocen su incapacidad para prescindir de las “bondades” que
ofrece la aborrecida ciudad.
Dicen los de Tiqqun (1)
que no hay posibilidad de fuga y que la práctica del vivir ha de
conseguirse por fuerza en el seno de la polis capitalista, la misma
polis que ha arrasado la planicie rural extramuros. De hacerles caso,
el horizonte revolucionario se queda en una especie de heroicidad
reformista, por la que no habría que desertar de la ciudad, sino
actuar en ella para cambiarla...¿a mejor?...No deja de ser una
práctica blandengue y bastante cobarde, que utiliza el
enfrentamiento con el capitalismo como excusa para evitar una forma
de vida radicalmente diferente, porque escapando de la ciudad, en una
aldea, ¿qué hacer con nuestro deslumbramiento
tecnológico-progresista?
No deja de ser una
paradoja de apariencia irresoluble, que contamina a toda la
militancia de izquierdas y a toda su clientela electoral. Se prefiere
aportar “habitabilidad” al capitalismo que emprender la titánica
tarea de construir un mundo alternativo. Al respecto, Jacques
Ranciere (2) formuló una pregunta inquisidora: “¿por qué queréis
liberar a una sociedad que es feliz en su alienación?, ¿acaso la
tétrica decadencia capitalista es demasiado adictiva como para que
tengamos el coraje de organizar un mundo a nuestra medida?...es más,
la clave consiste en responder a esta pregunta: ¿sabríamos
hacerlo?”
“Eso es lo que echaron
por tierra movimientos como el 15-M, todo su discurso se limitaba a
la crítica del status-quo, siendo incapaces de afirmar algo
radicalmente diferente, que permita vivir de otra manera, demostrando
solvencia y capacidad suficientes como para poder dejar atrás el
dulce infierno consumista. De este modo, casi todos los movimientos
de disidencia contemporáneos padecen un severo síndrome
de Estocolmo, que los lleva a depender del Mal para adquirir sentido,
es la más pura y radical instancia dialéctica que se pueda concebir
en política, la definición del “nosotros” por oposición a un
“ellos”, devaluando colateralmente la creatividad política hasta
reducirla al ejercicio mediocre de la mera denuncia” (3)
Así pues, no acaban de
emerger ideas nuevas cuando las viejas ideas de la izquierda, ya
definitivamente socialdemócratas y agotadas, siguen haciendo agua
por todas partes. En modo irreflexivo, las izquierdas que compiten
por el poder político han interiorizado y asumido la inexorabilidad
del orden capitalista en su actualizada forma biopolítica. Agotada
la fórmula del estado de bienestar, la solución de recambio la
vemos venir, es lumpen-populismo, el neofascismo que Europa amamanta
a partir de la Troika.
Aunque se perciba un
cierto resurgir de algunas viejas ideas libertarias, sin embargo
vienen acompañadas de un tufillo decadente, porque “funcionan como
un espectáculo estético, ofreciendo el glamour de una insurrección
tan íntima y romántica como ineficiente, como un placebo para
sobrevivir a la mediocridad, antes que un antivírico con el que
sanear el mundo”, tal como dice Observer (4): “y aún así, la
enfermedad moral de occidente es suficientemente febril, el cuerpo
del capitalismo está suficientemente débil, como para que sea
posible agarrar el toro por los cuernos y afirmar otro mundo, en
lugar de enrocarse en la negación del existente. La solución
coherente es la de romper la baraja, salir de la polis, desprenderse
del artificio del bloom, autoconstruir valientemente un afuera como
renuncia a la teta maternal del capital y a su infinita plasticidad”.
Esta es la propuesta: construir una vida comunitaria, es decir, democrática y, por tanto, necesariamente al margen del Estado y
contra el Estado. Provisionalmente, algunas personas la hemos
empezado a llamar “revolución integral” y tiene como
imprescindible tarea la de agitar la secuestrada conciencia de la
izquierda, deslumbrada por el bloom tecnológico, narcotizada bajo
el síndrome de Estocolmo.
Porque, ¿de dónde, si no, ha de nutrirse la
revolución ética, ecológica, social, económica, cultural y
política necesaria?, ¿de dónde, sino de la izquierda educada en el
materialismo marxista y adicta al orden estatal-capitalista?, ¿de
dónde, sino de su deserción consciente y radical?
(1)
https://es.wikipedia.org/wiki/Tiqqun
(2)
https://es.wikipedia.org/wiki/Jacques_Ranci%C3%A8re
(3) y (4) selección de textos de Observer:
www.laindustriadelplacer.blogspot.com.es
2 comentarios:
Hola. Coincidiendo con las críticas que realiza el texto, esperaba la referencia a Tiqqun por el uso de Bloom desde el lenguaje de la programación de videojuegos como imagen de la tecnocracia. No parece que se haya leido tiqqun. No entiendo porqué en una oración se despacha así a los tiqqun siendo que en varios lados enumeran la fuga y formas de fugarse, y nada cuestionan a la fuga hacia la ruralidad. De hecho, a quienes se atribuyen los textos (buscar caso de los 9 de tarnac) se les hizo un proceso y se les arrestó en su comuna rural en el pueblo de tarnac, donde intentan un cambio de vida. También decían firmando como el Comité Invisible "abandonar el barco de la civilización no porque se hunda, sino para hacer que se hunda".
Solo vengo a hacer la defensa aunque obviamente tengan cosas cuestionables, pero no me parecen asimilables a "la izquierda" y de hecho, si se les presta atención, les encuentro bastantes ideas para la fuga de la que se habla aqui.
saludos sinceramente amistosos!
Sí que he leído casi todo lo de Tiqqun. Coincido contigo en que sus textos merecen una interpretación más profunda, que no cabe en este formato.No es la primera vez que lo intento, me comprometo a seguir ahondando en ello. Gracias por tu acertado comentario. Salud
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