Las asambleas del 15M se han inspirado en la democracia directa propia del anarquismo, pero no han sido capaces de profundizar en una alternativa que otorgue verdadero sentido político a este movimiento ciudadano, que no ha superado las propuestas reformistas, quedándose atascado en una notable capacidad reivindicativa, condenada sin embargo al fracaso, por desgaste y agotamiento pero, sobre todo, por ausencia de un programa político y una estrategia radicalmente democrática.
Reproduzco a
continuación el contenido de un artículo que se repartió durante las
movilizaciones del 12M15M, en el que se sugieren reflexiones y planteamientos
de transformación social en sintonía con el proyecto de democracia inclusiva
desarrollado por Takis Fotopoulos, que junto con los de ecología social
y municipalismo libertario de MurrayBookchin constituyen, a mi entender, la actualización más contemporánea
y valiosa del anarquismo, superadora de su imagen histórica de utopía
irrealizable, al tiempo que la alternativa política más sólida frente al neoliberalismo
dominante.
SÓLO EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO
Hoy nos encontramos ante uno de los
retos más grandes de la historia: superar el sistema de dominación y opresión
más complejo que ha existido nunca. Uno de los primeros pasos para hacerlo es
aumentar nuestra conciencia, la conciencia de los oprimidos, la conciencia del
Pueblo.
Recuperar el significado de democracia
Desde siempre los humanos hemos
vivido en sociedad, así que siempre hemos tenido alguna forma de organización
social. Entre las distintas formas de organizarnos podemos distinguir dos
corrientes antagónicas: la heteronomía y la autonomía.
En las formas de organización
heterónomas (del griego hetero, “otro”, y nomos, “norma”) la ley
nos viene dada desde fuera. Los ciudadanos no tenemos la posibilidad de
participar ni decidir sobre la sociedad en la que vivimos, siendo unas élites o
divinidades varias quienes deciden el rumbo de la sociedad y gran parte de
nuestras vidas.
En el otro extremo, en una sociedad
autónoma (del griego auto, “uno mismo”, y nomos, “norma”) somos
la ciudadanía quienes, mediante nuestra participación directa y activa, damos
forma a la sociedad en la que vivimos (sin partidos, sin jerarquías, sin
dominadores ni dominados). Es entonces una sociedad en la que el pueblo se
gobierna a sí mismo, un régimen igualitario, un régimen democrático.
Sí, democrático. Es posible que de
entrada a algunas personas les genere rechazo la palabra “democracia”, pues
pocas palabras se han tergiversado tanto como ésta, pero no por eso debemos
renunciar a ella. Democracia (del griego demos, “pueblo”, y kratos,
“poder”) significa soberanía del pueblo, un régimen basado en la igualdad de
poder de toda la ciudadanía. Pero, para poder hablar de una verdadera
democracia no basta con recuperar su significado clásico, es necesario
extenderlo a todos los ámbitos de lo colectivo, para eliminar así todo tipo de
dominación: al ámbito político, al económico, al social en general como al de
las relaciones entre la sociedad y la naturaleza.
La necesidad de crítica, reflexión y mejora
Toda la población de un área geográfica
determinada debería ser considerada parte de la ciudadanía. Las asambleas
locales podrían confederarse a distintos niveles (regional, continental...)
para tomar esas decisiones que fueran más allá del ámbito local. Así, en las
asambleas locales se darían los mandatos específicos a los delegados, que se
coordinarían en los distintos niveles para administrar e implementar las
decisiones. Los delegados son revocables y, a diferencia de los representantes,
no toman decisiones “en nombre del Pueblo”. Nadie puede “representar” la
voluntad de nadie. La “representación” es una falacia liberal que intenta
legitimar desde hace doscientos años el actual régimen político oligárquico
autonombrado “democracia” representativa. Es importante empezar a reconocerlo
como tal y dejar de decir que vivimos en una democracia.
Escoger la autonomía es apostar por la
libertad, entendida no como ausencia de restricciones (concepción liberal) sino
como capacidad de hacer, de dedicarse al propio desarrollo y participar del
autogobierno de la sociedad.
¿Qué es la
asamblea?
Desde sus inicios, en el “movimiento”
15-M hemos establecido acertadamente la asamblea como órgano de toma de
decisiones. Pero ¿qué es la asamblea? ¿La concebimos realmente como el órgano
soberano de toma de decisiones?
Hoy, son muchos los espacios que se
rigen por una asamblea, pero hay distintas concepciones sobre qué es ésta y
cómo tiene que funcionar. Es necesario que concibamos la asamblea no como un
procedimiento que complementa o mejora el sistema vigente, sino como el órgano
básico de un verdadero régimen democrático, una sociedad regida directamente
por el Pueblo. Deberíamos de entender la democracia no sólo como un
procedimiento a aplicar en algunos ámbitos, sino como la forma en que se rige toda
la sociedad.
Para entender el papel de la asamblea
tenemos que preguntarnos qué es el poder. El poder es la capacidad de hacer y
decidir, de emitir mandatos con autoridad. Esta capacidad puede estar
distribuida igualitariamente (todas las personas pueden participar directamente
en la formulación de las leyes y la toma de decisiones que les afectan) o
desigualmente (unos sectores de la sociedad dominan los demás). Así pues,
eliminar el poder sería tan indeseable como imposible. Lo que sí se tiene que
erradicar es la concentración de poder, es decir, la desigualdad y las
relaciones de dominación entre las personas. La asamblea es la forma de toma de
decisiones que permite institucionalizar la distribución igualitaria del poder.
Así, la asamblea popular es la
institución política fundamental del pueblo autónomo. Es el órgano de toma de
decisiones de una comunidad y, por tanto, vinculante para ésta. A la vez, la
asamblea de una asociación, lugar de trabajo o colectivo es el órgano soberano
del mismo.
Para poder hablar de verdadera
democracia no es suficiente la institución de la asamblea, hace falta también
una cultura y unos valores que la hagan posible. Se tiene que entender que una
sociedad basada en la autonomía es una sociedad basada en la responsabilidad de
sus miembros. Así, por ejemplo, es necesario reflexionar, debatir y trabajar
individual y colectivamente las cuestiones a tratar antes de asistir a las
asambleas, yendo sobre todo a aportar y no sólo a recibir. También es
imprescindible que se genere un clima de respeto, confianza y convivencialidad
entre las personas.
Para poder construir esta nueva
sociedad tenemos que deseducarnos y reeducarnos. Es necesario que nos
deshagamos de los malos vicios y comportamientos que fomenta y nos ha inculcado
el sistema actual y que seamos capaces de desarrollar nuevos valores y
cualidades. Así, tenemos que superar el individualismo, el egoísmo, el
infantilismo, la inseguridad, el conformismo, el dogmatismo, el inmediatismo,
la pereza y todas aquellas características que limitan nuestra capacidad
transformadora. A la vez, hay que desarrollar la solidaridad, el apoyo mutuo,
el trabajo desinteresado, la capacidad de esfuerzo, la constancia, la
perseverancia, la valentía, la honradez y todas aquellas virtudes humanas que
harán posible una sociedad autónoma.
Para llevar a cabo este proceso de
superación y mejora personal y colectiva es fundamental tanto la crítica como
la autocrítica. Hay que saber aceptar y realizar esta crítica. En este sentido,
hay que saber criticar y entender que una buena crítica es una muestra de
respeto y no una falta de éste, mostrando interés y confianza en la mejora del
otro. Esta crítica tiene que basarse en la voluntad de mejora y en la apuesta
colectiva por el bien común, discutiendo las ideas sin que los “egos” se
sientan atacados, en una actitud honesta y positiva. Tiene que ser el
compromiso de todos y todas querer ir aprendiendo y mejorando como personas a
lo largo de la vida.
Sólo el Pueblo salva
al Pueblo
Es fácil ver que los políticos profesionales no harán nada para
sustituir el sistema actual por uno en el que seamos el Pueblo quien decide
sobre nuestro destino. Esto se debe no sólo a que va contra sus intereses, sino
también a que entra en contradicción con las dinámicas del sistema que
controlan. Entra en contradicción porque estas dinámicas llevan al aumento de
la concentración de poder y no a la distribución igualitaria del mismo. Así, es
utópico pensar que en base a reformas del sistema actual podremos superar la
crisis y desigualdades inherentes a éste y a la vez construir una nueva
sociedad autónoma.
Para alcanzarla, hace falta un
movimiento popular masivo que apunte explícitamente hacia la construcción de
una forma de organización social alternativa que sustituya la actual. Para que
podamos hablar de un movimiento y éste sea realmente efectivo, es necesario que
tenga unas bases sólidas compartidas y que no sea sólo un “frente común”. En
este sentido, creemos que el único paradigma emancipador capaz de unir las
distintas luchas y movimientos sociales actuales es el de la lucha contra toda
forma de dominación, por tanto, a favor de la igualdad de poder en todos los
ámbitos.
El reto de la transformación social es
un reto complejo y difícil. Por eso es importante que aprendamos de los
intentos y experiencias del pasado, así como de las luchas del presente. La
sociedad de consumo nos ha llevado a quererlo todo aquí y ahora, pero ésto sólo
nos lleva a la superficialidad. Un cambio como el que necesitamos y anhelamos
es un cambio histórico que debe afrontar las raíces de los problemas y, como
tal, tiene que hacerse en base a pasos firmes y sólidos.
Para avanzar hacia esta nueva sociedad
no es suficiente con ir cambiando los valores. En la medida en que algunas
personas vayamos tomando consciencia y escojamos luchar por la autonomía,
podemos crear nuevas instituciones que apunten hacia una nueva sociedad
autónoma. Estas estructuras serán la base de las instituciones de la nueva
sociedad y son fundamentales para ir empoderando progresivamente el Pueblo,
practicar y ensayar la democracia e ir superando progresivamente muchas de las
problemáticas causadas por la economía de mercado capitalista y el Estado. Es
decir, una estrategia a largo plazo que dé frutos también a corto plazo. Este
cambio paralelo de instituciones y valores es el único que puede garantizar un
aumento real de la consciencia a una escala social importante.
¿Por dónde empezamos?
En base a estas
reflexiones, lanzamos algunas propuestas concretas para el corto plazo:
1.Reflexionar
y debatir sobre estas ideas.
2.Proponer
a las asambleas de barrios y pueblos que tomen conciencia de la necesidad de la
existencia de asambleas populares y que fomenten la creación de éstas. Aunque
inicialmente las nuevas asambleas populares sean de pocas personas, es
necesario que quieran convertirse en instituciones soberanas, ya que este
anhelo hará que busquen empoderarse política y económicamente.
3.Empoderarse
económicamente, extrayendo trabajo, inmuebles y dinero de la economía de
mercado e introduciéndolos en una nueva economía democrática y local en
construcción, poseída y controlada directamente por el Pueblo a través de las
asambleas populares.
4.Reforzar
los lazos de comunidad, en base al apoyo mutuo y la solidaridad, como valores
sociales fundamentales. Un primer paso para hacerlo puede ser generar espacios
de encuentro recuperando el espacio público.
5.Crear
espacios de formación, para recuperar la autogestión del conocimiento y
aumentar nuestra consciencia.
Todas estas propuestas las podemos
empezar a realizar aquí y ahora. No tenemos que pedir a los políticos
profesionales que lo hagan, no depende de ellos, depende de nosotros.
Esta construcción tiene que ir
acompañada de la lucha y la impugnación del sistema vigente, pero conviene
destinar una buena parte de nuestras energías a la construcción. No avanzaremos
hacia una nueva sociedad sólo resistiendo el sistema actual, de hecho, el
máximo que conseguiremos resistiéndolo es quedarnos donde estamos. En cambio,
construyendo, no sólo avanzamos hacia la sociedad anhelada sino que somos más
fuertes para resistir al sistema vigente y a la vez empezamos a ensayar y
practicar esta nueva sociedad, comenzamos a vivir parcialmente la autonomía.
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