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Mirando la Peña Redonda |
Hemos subido a las Peñas del Alto
Sierra con un maravilloso sol de invierno. Por todos los rincones del bosque había
huellas impresas de corzos, en la nieve virgen recién caída. Nos gustan mucho
estas peñas, por muchas cosas. Porque al norte se ven muy próximas las cumbres
del Cueto y Valdecebollas, ahora blanquísimas, montadas sobre la Sierra Corisa, que separa los
valles de Vergaño y Mudá; también se ven las peñas de los Redondos, las que preceden a la Sierra Labra, y abajo vemos la joya de la Castillería,
el recóndito valle siempre verde, vecino por estas latitudes de las altas y oseras brañas
del Valle de Santullán, donde pueblan las gentes de Barruelo, Brañosera y
Salcedillo.
Nos gustan estas peñas porque mirando al sur, con el
Monte Cadéramo al frente, vemos su alargado lomo cimero confundirse a lo lejos con la silueta del
Monte los Cintos, y más allá las aplanadas cimas sinclinales y visigodas de las Loras; y en el oriente
próximo, casi entero, el espléndido cordal
cimero de la Sierra
del Brezo, prolongado hasta difuminarse en Velilla del Río Carrión, en las vecindades
de Espigüete y Curavacas, magníficamente alzados en el horizonte occidental de los Cardaños y
las Fuentes Carrionas.
También nos gustan porque, además de ser un balcón accesible
y hermoso, que nos asoma a gran parte de
la Montaña Palentina,
el Alto Sierra es un lugar especial, un cruce de importantes y antíguos caminos
con historia, que guardan las huellas de celtas y romanos, moros, cristianos,
nacionales y republicanos, mineros y pastores…, éstos más que nadie, pastores y
mineros. Pastores trashumantes, trajinando entre la meseta castellana y la montaña cantábrica, buscando el pasto
fresco de los altos puertos de Valdecebollas y la Sierra de Hijar; mineros
con caballerías cargadas de carbón, de cok, que vienen de San Felices y van al
canal de Castilla, que cruzan el río
Pisuerga por Barcenilla y traspasan los altos pinares de Prádanos por la Ojeda, hasta llegar al lugar de Alar del Rey, que entonces
no era estación ferroviaria, sino dársena, puerto fluvial repleto de barcazas, que arrastraban las mulas desde la sirga, camino abajo, hacia las ferrerías de
Palencia, Medina de Rioseco y Valladolid.
Esto es lo que nos gusta del Alto
Sierra, esta abundancia de caminos a todas partes, huellas e historias de gentes y mundos, en medio de altas montañas
hermosas, de altos horizontes albos, nevados y calizos…y todo nos parecía aún mejor, porque hacía un marzo cálido y amable cuando me dabas
la mano bajando a casa, trotando casi,
tan ligeros, tan contentos.
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Sierra Corisa |
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Al fondo, Valdecebollas |
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Vergaño camuflado |